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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

RECORDANDO AL P. TORRELLAS (publicado el 22-1-2002 en El Nuevo Diario de Managua)

RECORDANDO AL P. TORRELLAS (publicado el 22-1-2002 en  El Nuevo Diario de Managua)

Fray Ángel Torrellas nació el la ciudad de Gijón, al norte de España, el 15 de julio de 1930, hijo de Germán, maestro, y de Artemia. Y pasó su infancia en un pueblecito encantador cercano a la costa, llamado Priesca, lleno de vacas y manzanos. A los once años fue llevado al seminario menor de Corias, en la provincia de Asturias, donde estudió el bachillerato. De donde pasó a hacer el noviciado a Salamanca. La filosofía la cursó entre Vergara, en el País Vasco (1º curso), y Las Caldas de Besaya, en Cantabria (2º y 3º); y los cinco cursos de teología en Salamanca. Años de placidez académica, de jovial y austera vivencia de la vida religiosa, de hambre también, por la situación social de España en aquella época; años de deporte (fue un excelente delantero de fútbol), de forja del carácter y de amistad entre los doscientos hermanos religiosos que formaban aquel convento. En aquel ambiente de tranquilidad y de metódica exigencia Ángel fue perfeccionando los conocimientos musicales que aprendió en el bachillerato. Y se dio cuenta de que la música iba a ser su “arma” apostólica a lo largo de muchos años. Dotado de una excelente voz y de un gran oído, aprendió a tocar el órgano y el piano, la guitarra y la flauta, y con ellos colaboraba al esplendor de las fiestas litúrgicas de la comunidad. Con esas dotes, y su carácter exigente hasta el perfeccionismo, logró formar un coro formidable en el renombrado santuario de La Virgen del Camino, León, con el que acudió a una gran concentración de niños cantores en Roma y grabó varios discos. Su fama se extendió y de muchos lugares llegaban a oírlo, sobre todo los oficios de Navidad, Semana Santa, fiestas... Previamente fue destinado varios años a la Universidad Laboral de Córdoba y al convento de Vergara, donde enseñó varias materias de bachillerato y música. Sin embargo Angel andaba algo descontento consigo mismo; entonces una hermana suya le convenció de que hiciese un curso –que al final fueron tres- de actualización teológica en el Instituto Superior de Pastoral de Madrid. Allí, leyendo de una manera más plena y encarnada los textos bíblicos, descubrió una manera distinta de vivir la vida cristiana y religiosa, más comprometida con el pueblo, más servicial, menos acomodada. Al terminar los estudios solicitó permiso para venirse a un país de América latina, donde hacían falta sacerdotes. Le mandaron a México, y se fue feliz de la vida a vivir a una populosa zona obrera, Netzahualcóyolt, ciudad de dos millones de habitantes al lado del distrito federal. Fue párroco por 6 años, e incluso fue sacerdote obrero por varios meses, hasta que el patrón lo despidió porque le resultaba incómodo tener a un cura como empleado suyo. Estando en México, donde colaboró también en la formación de los estudiantes dominicos, conoció a la religiosa chicana Margarita Navarro, de la congregación de San José de Medaille, con la que trabajó siempre en adelante, formando un dúo apostólico impresionantemente unido y eficaz. Margarita le ayudó mucho en su maduración humana y espiritual, sobre todo a conocer, apreciar y luchar por la liberación de las mujeres explotadas y violentadas. Ángel era un apasionado feminista. Margarita falleció el 2 de setiembre del año 2001, lo que representó para él un fortísimo golpe. Habiendo terminado su contrato en la parroquia de Netza, el Padre Rafael, de la comunidad de Managua, le sugirió la posibilidad de integrarse a la comunidad dominicana de Managua, y no lo pensó más: vio ahí la voluntad de Dios y los superiores le apoyaron para que se transfiliase al Vicariato de Centroamérica. Llegó a Managua, junto con Margarita, el 2 de marzo de 1983, dos días antes de la llegada del Papa. La comunidad, entonces viviendo en el barrio Monseñor Lezcano, parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, le asignó la zona de Batahola norte, y se incorporó de inmediato a trabajar en dicho lugar, visitando casa por casa, para conocer cómo eran las gentes de ese sector recientemente construido, qué pensaban, qué deseaban... Visitaron unas 800 casas, pero acabaron reconociendo que, entre los que se sentían molestos porque les interrumpía la novela, los evangélicos y los que no querían saber nada de religión ni de curas y monjas, aquello no llevaba a nada. Ni aumentó la asistencia a las celebraciones ni se lograba formar una comunidad cristiana... Entonces cambiaron la táctica: decidieron enseñar a los que quisieran algo que fuera útil y práctico; Margarita empezó a enseñar costura y manualidades y Ángel comenzó a dar clases de guitarra y flauta. Celebrando siempre la eucaristía los domingos por la tarde, de una manera muy familiar y entrañable y de cara a la realidad del país. Poco a poco empezaron a llegar las personas. Y empezaron a descubrir a un par de apóstoles sencillos, sensibles a sus necesidades, muy humanos, optimistas, llenos de vida y de energía, transpirando a Jesús de Nazaret, dispuestos a cambiar las vidas de los rutinarios católicos y a atraer a quienes creían que la religión era cosa ya obsoleta. Desde ahí hasta hoy fue todo un proceso ininterrumpido: comenzar a buscar un terrenito para hacer un centro cultural polivalente, buscar fondos en el exterior, construir un primer módulo, luego otros, reclutar gente que pusiera al servicio de los demás sus cualidades, mujeres sobre todo, que empezaron a experimentar conciencia de su valía y autoestima, otros que vieron la posibilidad de capacitarse en diversas materias: dibujo, pintura, manualidades, corte y confección, mecanografía, belleza, teatro, música, medicina natural, alfabetización de adultos, computación, etc., logrando atraer a personas extranjeras y nacionales que aportaron sus conocimientos o que llegaban simplemente al centro para participar en la misa dominical. Y el coro empezó a ser numeroso y conocido en todo el país, y alguien les patrocinó un viaje a Estados Unidos y Canadá. Se puede decir que el coro “de Angel” ha dado cientos de conciertos en casi todos los rincones de Nicaragua, con un repertorio de unas doscientas canciones. Sin cobrar, sin poner dificultades, con deseos de servir y de que todos puedan disfrutar de buenos momentos de música, ayudando a madurar y sensibilizar los espíritus. Y vinieron los conciertos en televisión, los casettes, los CDs... Se formaron varios jóvenes en el arte de dirigir. Se amplió la gama de instrumentos, se formó una orquesta... Y se llenaron de dibujos a colores las paredes. Se construyó una biblioteca, que atiende a cientos de niños y jóvenes a diario. Se empezó a atender a variados grupos de personas extranjeras que vienen aquí a que les expliquen qué se piensa y cómo se vive en Nicaragua. Además se dieron becas a cientos de jóvenes, del barrio sobre todo, con las cuales hoy ya son muchísimos los profesionales en ejercicio que un día llegaron al centro cultural de Batahola con una mano delante y otra atrás. A nadie se rechazó por su religión o partido o color... Los maestros y maestras son casi todos egresados del centro. Y, sobre todo, se logró formar una comunidad que piensa en los demás, que tiene un bagaje de valores superiores, que lee y comenta la Sagrada Escritura, que es crítica ante los acontecimientos del país. O sea, hoy día éste es un centro de cultura integral, se puede decir. Organizado, integrado en su ambiente, exigente en su planificación, alegre y entusiasta. Que puede caminar muchos años... al menos mientras las organizaciones estatales no satisfagan las necesidades de tantos cientos de ciudadanos que desean superarse y no tienen medios por ahora. Un detalle curioso de su vida es que comenzó a dar clases de educación de la fe a fines de los ochenta en un instituto de secundaria en Managua, pero viendo que los muchachos y muchachas no estaban interesados, que ni apenas ponían atención, al mes lo dejó; siempre había pensado que dar clases de religión obligatoria en los colegios, o celebrar los sacramentos en montón, era poco menos que perder el tiempo, puesto que la Fe era otra cosa mucho más importante, era conocer-amar-seguir a Jesús, y que los resultados de los colegios católicos eran muy parcos; la prueba está nuestras sociedades, gobernadas por personas corruptas, insensibles y crueles, que estudiaron mayoritariamente en colegios confesionales. Fray Ángel siempre cuidó mucho su salud y se sentía muy bien en general: durante años salió a trotar por las mañanas, hacía ejercicios de gimnasia (incluyendo el último día de su vida), se controlaba mucho en los alimentos, para no ingerir en demasía ni grasa o algo perjudicial, y era lector asiduo de la revista de salud “Integral”. Era un gran nadador. Fue operado varias veces y siempre con excelentes resultados: de próstata, de prótesis en ambas caderas, y de las costillas que rompió en un accidente de tránsito que sufrió en El Salvador, donde fue a quedar colgado de un cafeto. Llevaba además una vida muy regular, de la mañana a la noche, sin excesos ni cosas raras: no trasnochaba, no fumaba, se levantaba temprano... El día 21 de enero del 2002, fiesta de santa Inés, la comunidad se disponía a hacer la oración de la mañana, cuando al final del canto inicial Ángel se empezó a quejar de un gran dolor en la espalda y en el vientre; él mismo dijo que parecía síntoma de apendicitis, que casi no resistía. Se comenzó a poner lívido y frío y a sudar copiosamente. Los frailes le llevaron a su pieza, se acostó un rato, pero viendo que no remitía el dolor, aceptó que le llevaran al Hospital Militar, en el que estaba asegurado. A las 8 am entraba en emergencias. Rápidamente se le inyectó suero con sedantes y se le empezaron a hacer análisis. El doctor Mairena, que le atendió, le dijo al P. José Luis que Ángel estaba muy grave, que su arteria aorta (que tiene dos centímetros, o cuatro cuando mucho, tenía seis, o sea estaba tan dilatada que o estaba rota o a punto de estallar), que había que operarlo ya. A la 1 de la tarde en punto entró al quirófano y a la 1.30 calculamos empezaron a operarlo... pero ya el equipo de médicos se dio cuenta de que la dicha arteria estaba rota por diversos puntos y todo su cuerpo encharcado en sangre. En estos casos la estadística de mortalidad es del 100 % y era casi un milagro que hubiera llegado vivo al hospital. Le pusieron dos litros de sangre, le masajearon el corazón, y quién sabe qué otras técnicas le aplicaron, pero todo fue inútil. Ángel estaba muerto. Había ido a la casa del Padre... Inmediatamente se avisó a sus familiares, a las personas que en Batahola esperaban noticias, a los superiores de la Orden y a los amigos y amigas de la comunidad y de Ángel. Sus restos, debidamente preparados, fueron encomendados a una funeraria, para que los guardaran hasta que llegaran sus familiares de España, y posteriormente se incineraran. Los trámites terminaron hacia las 6 pm. Esa misma noche hubo una celebración de la Palabra en el centro cultural, con mucha asistencia, incluyendo representantes de otras iglesias cristianas; al día siguiente celebró la eucaristía por la noche el señor obispo auxiliar, Mons. Jorge Solórzano, y el miércoles 23 hubo una masiva eucaristía presidida por el P. Viceprovincial de los dominicos de Centroamérica, junto con los sacerdotes Gregorio, Rolando, Carlos Cáceres, José Luis, Toño Castro, Boanerges, Teo y Absalón; en ella se cantó la misa campesina, que tanto le gustaba a Ángel. Allí estaban quienes lo conocieron y le trataron con afecto durante estos 19 años que permaneció entre nosotros. Entre los asistentes estuvo cantando Carlos Mejía Godoy, que fue homenajeado hace dos años junto con Ángel por parte de la Universidad Nacional en las Jornadas Darianas, por el aporte que ambos, y otras personas, dieron a la cultura de Nicaragua en diversas materias. Destaquemos tres detalles para finalizar: que siempre fue un gran lector, de lo más variado: teología, literatura, libros de actualidad... Que por decisión de amor, se nacionalizó nicaragüense. Y que sufría por lo que pasaba en el mundo, tanto a nivel local (corrupción, violencia contra la mujer, falta de perspectivas), como a nivel general: guerra en Palestina, en Afganistán, en Colombia... enfadándose consigo mismo cuando oía noticias desalentadoras... que luego exponía en la oración y en la celebración semanal de la eucaristía, en la cual preguntaba a la concurrencia. Ángel, has sido siervo bueno y fiel, entra al regazo de tu Señor. E intercede por todos nosotros. Cuantos te conocimos te recordaremos y seguiremos tu ejemplo.




5 comentarios

Andrés Martínez Trapiello -

Cómo no vamos a recordar al P. Marino Zugasti: Su emisiones de Radio en Pamplona, trasladadas al teatro del Colegio. Y posteriormente, cuando fue Prior en La Virgen, después de la misa de una de los domingos, cuando los capitalinos de León subían a estrenar el seiscientos y a escuchar el concierto de la Escolanía, ejercía de guardia de tráfico. Un fuerte abrazo para él.
Y de Torrellas... Dadme tiempo. Y de Pedro que, aún este verano, no terminaba de creer la positiva influencia que había ejercido en nosotros. Pero, dadme tiempo.

santiago rodriguez -

El P. Torrellas fué también subdirector de la escuela apostolica de Villava siendo director el P. Marino Zugasti que despues fué prior de La Virgen del Camino, no se si coincidisteir alguno con su priorato, por cierto esta muy delicado de salud, mentalmente con toda lucided pero los achaques fisicos le impiden, pues incluso es aquejado de vertigos, el celebrar la Misa.

Santiago rodriguez -

El P. Torrellas no estuvo como profesor en Vergara, fue en Villava; allí le tuve de profesor de geografia e Historia en 2º, 3º y 4º, yo he sido siempre un negado para la musica, pero era un profesor tan ameno que hizo que la historia me entusiasmase y eso me llevó a dirigir mis pasos en ese sentido.
Tal vez esta sea una faceta que pocos conocen, pero era agradable a la vez que serio en todas sus actividades; a los que careciamos de cualidades musicales hacia que esta nos gustase; siempre organizaba las competiciones deportivas en las horas de recreo y ya digo a mi me llevó su entusiasmo a hacer la carrera de Historia.

Enrique Muñiz-Alique Iglesias -

Creo que fue en abril de 1965.
Aquella mañana me confesé con el Padre Torrellas: Hacía ya meses que la comunicación con el Padre Sama no me resultaba fácil ni me transmitía la paz de la absolución.
La naturalidad y la serenidad del Padre Torrellas me alcanzaron desde el principio en la espalda del corazón. Desde allí parecía surtir una especie de calambre emocional, por detrás y hacia la nuca, en donde yo aún creía que se conformaba esa especie de aura de santidad que brillaba imperceptiblemente en la inmediata Comunión.
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(Al fin y al cabo, dos botes de leche condensada adquiridos durante mi salida al pueblo para proveer la sacristía de utensilios de limpieza, eran tan sólo un pecadillo de indisciplina: Además, compartía la golosina entre algunos compañeros de las camarillas próximas y me quedaba yo con el último trago, la sensación de culpa y con la penitencia.)
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Y después fue la Escolanía. Y algún partido de fútbol. Y, sobre todo, breves conversaciones durante recreos o ensayos, a lo largo de aquella intensa y delicadísima etapa de formación (a.o.p.) en la que nunca llegué a sentir que era yo el que aprendía. El Padre Torrellas recibía cualquier idea con absoluto interés. Atendía a mi imaginación con su mirada flotando entre la mía y el infinito. La escuchaba y la convertía. Y ya era de los dos.

No he vuelto a conocer a nadie igual.

Julio Correas -

Siempre le he recordado como un hombre extraordinario. Fue mi Santo y Seña en plena adolescencia y la persona en quien me fijaba para seguir sus pasos.De lo que hoy soy, le debo una gran parte.
Hoy, mi tercera hija acaba su carrera de Música en el Conservatorio de Oviedo como oboista. A lo largo de estos años, en sus ensayos diarios muchas veces me he acordado de nuestro queido P. Angel Torrellas.