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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

QUERIDO JAVIER SERRANO

QUERIDO  JAVIER  SERRANO

Bajo esa fotografía del reencuentro en la Casa de Ejercicios de la Virgen del Camino en la tarde-noche del día 12 de Octubre, en la que hicimos realidad el lema del dibujo de Javier "PARECE IMPOSIBLE", os transcribo la carta que ha enviado a Maxi Olóriz para todos nosotros.

Javier, como te he dicho por teléfono, te queremos.

Querido Josemari. Javier Serrano, que no sabe ni cómo se enciende un ordenador, me entrega esta preciosa carta para que la vuelque en el blog:

Queridos:

Una inoportuna inflamación de la tráquea, despiadadamente abrasiva, consecuencia, sin duda, del cambio climático, me ha sujetado pies y manos a la cama, echando por tierra mis expectativas, durante tanto tiempo acariciadas, de acudir a un encuentro insólito con vosotros y conmigo mismo, en el dorado páramo de El Camino, verdadero origen de cuanto hoy reconozco como mío.

Durante estos meses he guardado pertinaz silencio, obligado no por retraimiento subliminal alguno, sino, sencillamente porque pertenezco a la ya rarísima especie (subespecie, creo) de los humanos analfabetos funcionales informáticos, exentos de ese nuevo sentido que sin demora habrá que añadir a la definición de persona.

Y con relación al pequeño monigote que al fin apareció en vuestras pantallas tengo que decir que, desde luego, no fue un “salir del paso” de última hora, sino un acto de humildad, asumiendo serenamente que no pasa nada por incumplir con la “tremenda responsabilidad” que me había impuesto mi ambición irrefrenable: seducir a todo el mundo con una “obra de arte”. Da un poco de risa, lo se, pero así son las cosas… y no parece que vayan a cambiar en mis próximos doscientos años.

Tengo la necesidad de pediros disculpas primero por no haberos acompañado en el encuentro tanto tiempo esperado. Pudo más mi miedo a una bronconeumonía terminal que otras consideraciones… Y en segundo lugar, perdonad también este pretencioso ánimo de escribiros; me arrogo un derecho que quizá no tengo, con la confianza puesta en que la liberalidad con la que fuimos educados nos permita comunicarnos con esa espontaneidad y frescura de la que hicisteis gala y generoso derroche los días pasados.

Puedo recorrer en mi memoria los espacios arquitectónicos del Colegio palmo a palmo; oler con precisión de loco el inconfundible aroma de aquellos muros entonces aún recientes, el confortable olor de las maderas nuevas… el tufo a corcho y ladrillo que desprendía -nunca supe por qué- la calefacción cuando funcionaba. Mi oído repite con cierta frecuencia aquel característico silencio interior del pasillo de clases, aliviado apenas por el sonido de los pianos tras las puertas de las aulas. El ruido estridente y zoológico de multitud de voces infantiles en el campo, a través de la recreación. Y, como no, el “tac-tac” de las pelotas de ping-pong, al chocar en los tableros o las paletas. Incluso aún percibo la risa suave, ingenua y burlona del P. Uría, desde aquella bondad suya sobrenatural que aún sobrevive allí, estoy seguro.

Y casi más que nada, recuerdo una desmesurada luz permanente, intemporal. Una luz que, en el tiempo, disuelve otras penumbras. La luz de aquel páramo abierto, alegre y moderno que nos hacía olvidar la España sórdida, ramplona y roñosa a la que irremediablemente pertenecíamos.

Y, claro, la música, toda la música. La MÚSICA con seis mayúsculas, con dieciséis, con treinta mil, con infinitas mayúsculas. La música que se convirtió, en nuestra adolescencia, en el poderoso cimiento sobre el que en realidad nos levantamos. A través de ella, creo yo, aprendimos a mirar y a tener esperanza.




Yo, viejecitos niños míos, al llegar al Camino, tenía sobrada experiencia en la más extensa y variopinta muestra de colegios… Y amarga experiencia, creedme. El Camino fue otra cosa.

Durante todos estos años, que son muchos más de los que quisiera, he vivido con una naturalidad feliz el recuerdo de aquellos tres cursos fundamentales. Y ¡caramba! siempre con la idea de que fui muy afortunado por vivirlos.

Suelo pensar y decir, asumiendo el riesgo de ser mal interpretado, que la vida es sólo nuestro pasado, el lejano o el inmediato. En consecuencia, vivir es recordar; es la obstinación de la memoria, el esplendor en la hierba. El presente no existe, el futuro está por venir; así es que mi desmedido amor a la vida pasa irremediablemente por la escrupulosa precisión del recuerdo. Y ahí, claro, estáis todos vosotros, vinculados lugares y personas, en una mezcla de biología y ansiedad no muy distinta a mi mismo. Me gusta reconocerme en ella.

Ha sido una faena -lo expreso con extrema suavidad porque a Charito no le gusta que diga groserías- haberme perdido algo que esperaba tan vivamente, superadas las primeras zozobras. Me mata la envidia al oír a Carlos contarme con cuánto cariño os habéis encontrado y reconocido y cuántos ratos fantásticos disfrutasteis. Yo, por mi parte, ya había ensayado la estrofa “dame, Madre, tu mano” con los tres o cuatro sentidos que aún conservo. La idea era cantar el día 13 si mi voz no se quebraba. Tenía la ilusión del que puede vivir el sueño de una nueva oportunidad.

Desde mi cama os he oído cantar -os lo aseguro, no es un decir- y he percibido con absoluta nitidez cómo se cortaba el aire en el Santuario repleto de gente, igual que siempre, bajo el deslumbrante esplendor de la vidriera del coro. He recordado al P. Uría y a Torrellas y a mi queridísimo José Manuel Cabo… ¡Cómo explicaros! El Camino es el origen de mi vida.

Acuden ahora a esta cita con vosotros, probablemente inoportuna y descarada, personas inolvidables que representaron un papel fundamental en un tiempo clave para nosotros. A muchas de ellas aún podemos recurrir. Otros guardan un silencio cuya elocuencia logra cosas tan extraordinarias como ese encuentro magnífico al que no he podido asistir.

El Camino en muchos sentidos, no fue nunca un colegio para mí. En realidad fue un camino. No siempre ha sido fácil andar por él, pero, a cambio he encontrado tantas cosas y tanta gente imprescindible que aún vivo perplejo, pensando cómo demonios he conseguido engañaros para que aún me recordéis, he incluso, me queráis un poco.

No digo que no me guste ponerme blandito, pero no pienso pasarme ni un pelo más. Tampoco sería muy propio… porque si todos andáis como yo, correoso y no blandito es el adjetivo que más nos pinta.

Quiero enviaros un abrazo grande y largo, tanto que pueda volver a tener la oportunidad de encontraros en él.

¿Puedo darme por disculpado?

Queridos, sigo aquí.

Javier

8 comentarios

Andrés Martínez Trapiello -

Querido Helio:
Posiblemente, si Javier Serrano hubiera castigado su tráquea antes de "lo suyo" con Prieto Picudo, podríamos haber disfrutado de su presencia en el Cincuentenario.
Pensaba mandarle una botella de Valjunco, de las que tiene la empresa de Froilán; sin embargo, es mejor tomarlas aquí en León, en el Barrio Húmedo.

Santos Martínez Vibot -

Como organista del Himno a la Virgen del Camino eché de menos tu anunciado solo y el gusto de acompañartelo.

La sola frase de Helio "en aquel luminoso lugar" debería darte rabia y fuerza para no faltarnos nunca más en los inminentes reencuentros aunque tengas que arrastrarte haciendo un Papelón.

Además el Grupo de Madrid (GM)
te necesita para los decorados del Auto.

Cúidate, un abrazo.

Helio Pedregal -

Hola, Papelón: Siento verdadero orgullo de ser tu amigo. Nadie más que tú es capaz de empalar su tráquea ante la multitud y sostenella con firmeza, dispuesta a la justa lapidación de nosotros todos.
Puedo perfectamente imaginar uno de tus personajes, con sus manos desmesuradas, sus inocentes ojos , sus pelos en las canillas y sus sandalias imperiales, invitando al GL, al GPA, al GP, al GM etc. etc. a maldecir tus órganos sensibles por haberles privado de tu presencia en aquel luminoso lugar. Estoy seguro de que los sapos y lagartos que el maligno te ha disparado, con el recadito de la neumonía terminal se han estrellado todos contra el cariño, el amor y la admiración que muchos te profesamos. Estamos seguros de que tus maltratados huesos ya se imponen sobre el blanco papel del que eres ganador para placer de muchos. No sé si decirte que te cuides o pedirte que no te cuides tanto. Sospecho que eres de los que han de vivir cien años. Como Don Julio.Te queda por tanto mucho tajo y lo mejor que puedes hacer es castigar tu tráquea con un poco de prieto picudo.

Luis Antonio Heredia -

Queridísimo cuasi-primo Javier.

Ya sabemos que Charito quiso decir que fué UNA PUTADA que te traicionara la tráquea a última hora.

Nosotros, que tantas veces te lanzamos el guante para que intervinieras y nos hiciste felices finalmente con el regalo de tu "mucho más que un dibujo" como siempre hiciste.

Tu carta, créeme, ha suplido tu ausencia sabiendo que lo estabas pasando mal por culpa de tu tráquea pero peor por la gana que tenías de haber venido.

Ya se está proponiendo en el blog después del 13-0 un encuentro, que ya no será reencuentro, y está abierto un concurso de excusas para la próxima celebración. Estarán invitadas también las tráqueas de todos los compañeros y a la tuya en especial le dedicaremos una sonora pita con acompañamiento de instrumento de viento con el que nos volverán a deleitar Maxi y Vibot.

JAVIER, LO PASAMOS DE PUTA MADRE, COMO LE HUBIERA GUSTADO A CHARITO OIRTE DECIR, PERO TE ECHAMOS MUCHO DE MENOS COMO DIJIMOS TODOS.

Cuídate mucho y un beso fortísimo para ti y Charito

Martín Fernández -

Querido Javier Serrano, aunque en la memoria de mis recuerdos solo aparece tu nombre y los inolvidables dibujos que aun conservamos y recordamos, no puedo recuperar tu cara (la de entonces) por eso esperaba con mucha ilusión poder abrazarte y recordar tu cara, como muchas de las que he recordado en este reencuentro, pero no importa, estás con nosotros y ¡ya te veré! y podré al fin recordar tu cara.
Martin, curso del 62 al 68.

Pedro Sánchez Menéndez -

Querido Javier Serrano: espero que me leas. Me he quedado asombrado con tu carta. Me ha gustado muchísimo. Qué bien expresas lo que supusieron para ti los años en la Virgen del Camino. Yo iba a citarte en mi intervención, pero después me arrepentí. Puedes imaginarte que te eché de menos, pero después de tu magnífica carta, lo doy todo por bueno. Cuida tu salud. Y definitivamente nos vemos en Madrid, que es donde vivimos y nos hemos visto otras veces. Y déjate cuidar por Charito. Un abrazo, Javier. Pedro

Pedro López Llorente -

Querido Javier:Espero que te encuentres mejor que la semana pasada. La gente preguntó mucho por tí y se interesaba por lo que te pasaba. Mi deseo es verte y darte un abrazo lo antes posible.

Andrés Martínez Trapiello -

Querido Javier serrano:
¡Menos mal que, tus dolencias de garganta no afectan a tus manos!
Pero sí a mi garganta, porque me voy a la terraza.