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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

LO QUE NOS CONTARÍAN LAS CAMARILLAS...

LO QUE NOS CONTARÍAN LAS CAMARILLAS...

Luisito Heredia me acusa de favoritismo. Además de ser un bellaco e impío, es falso. ¿Quién mejor que Luisito para desempolvar los recuerdos, sensaciones, soledades, amarguras, oscuridades, sonidos, frios, miedos, morriñas... que aún pueblan aquellos pasillos de camarillas inmortales?

Decidme ¿quién?

La verdad es que cualquiera, pero nadie como Luis, y leerte, amigo Luisito, es un regalo de fin de semana.

Un abrazo.


" Yo no sé, caro Josemari, si las fotos que me envías para comentar las escoges al azar o es que tienes la malévola intención de lanzar las cosas con segundas para que no dejemos descansar el cuerpo y la mente ya pasados los 60.

 ¿Por qué envías a Isidro y a Vibot, por poner un ejemplo, una foto de los apóstoles, una vidriera o un banco del Santuario para que se explayen hablando del sexo de los Angeles o de los irresistibles olores a caoba y espelma de los cirios y a mi me largas los colchones? No es cuestión de envidia. Es que parece que lo haces a posta. Además me largas una foto que parece fue tomada después de un bombardeo. No sé si pretendes que yo haga ahora, por alusiones, un estudio comparativo entre el cardenillo y la aluminosis de los dormitorios, el olor a caoba del Santuario y el de humanidad de las camarillas o entre el colorido y  deslumbrante luz de las vidrieras y los claros ventanales con vistas a la estrella colorá y a la paramera en donde parecía que nunca se ponía el Sol.

 Un inciso antes de que se me vaya la olla: Compré antes de ayer una ventana en Bauhauss y me dijeron que era el último grito en ventanas oscilobatientes. Me dio la risa, pues las primeras ventanas oscilobatientes que yo conocí fueron las de los dormitorios. Solamente se podían abrir por arriba, no más de una cuarta de las mías; en grados, ni me acuerdo. En aquellos años me preguntaba muchas veces por qué no se abrían como una ventana normal. Como yo acababa de llegar, pregunté a uno de los mayores, que se supone que lo saben todo o más que uno, y recuerdo que me dijo que era para no escupir por las ventanas. No sé si el mayor me trató como a un pardillo pero el caso es que nunca logré echar un pavo por ella. Utilísima, eso sí, para secar las toallas en verano después de una jornada agotadora de piscina. Por cierto, la primera piscina que yo también vi en mi vida. Pero bueno, siendo yo de Gijón no me asustaba ver tanto agua junta dentro de una bañera.

 Josemari, hecho este inciso, te juro que ninguno de los colchones que aparecen en la foto era el mío. No los recuerdo de gomaespuma y además yo no los dejaba tan sucios al terminar el curso. Alguna mancha que otra por el centro siempre quedaba de recuerdo para el siguiente pero no era para tanto. Hasta ese punto éramos comprensivos los unos con los otros; y más lo de León, que adelantándose por minutos su llegada, comprendían que era mejor escoger el colchón más limpio antes de que llegáramos los finolis.

¿No eran de muelles y además se notaban? Me viene muy bien la foto porque estoy buscando un sofá-cama y así pregunto si el sofá viene con un colchón como éstos, que no parece que tengan mala pinta.

 Pero bueno, a donde quería yo llegar, y llegué en el 64, es que aún me veo a mi mismo con cara de asombro al traspasar el umbral de la puerta de los dormitorios. Al llegar en 3º, me tocó el ala izquierda y ya de joven, ala derecha. Ahora de mayor no estoy ni ala derecha, ni ala izquierda y en el centro ya empiezo a perder el equilibrio a mis 60 años. Por primera vez disfrutaba de mi propio espacio vital. Era “mi lavabo, mi cama, mi asiento, mi armario, mis cajones, mi pared para colgar mis fotos y hasta mis ratones”. Tenía de todo. No deseaba más. Hasta tuve el primer año ventana con vistas a los campos de deportes. Todo un lujo asiático a pesar de las distancias.

 Aquella camarilla era el centro de mi vida; mi confesonario, mi biblioteca nocturna, mi lugar de meditación, mi casa y durante muchas noches, mi vagón de tren en el que me desplazaba a Gijón silenciosamente y cuyo único pitido de Estación era el estridente silbato con el que nos despertaba a menudo la superioridad.

 Echo la vista atrás y aún veo mi última camarilla, pasillo de la derecha, 1ª izquierda. Esta no tenía vistas, salvo la del vecino de mi izquierda y la del de enfrente, a los que me es imposible recordar.

  Echo ahora la vista atrás y aún veo el ventanuco, en un nivel superior, faltaría más, desde donde nos controlaban como si fuera un almacén de patatas de las de Centeno.

 Bueno Josemari, con tanto colchón y dormitorio ya me está entrando el muermo y además, no quiero alargarme para no cansar al personal. En el próximo capítulo, que hablen y escriban las paredes de las camarillas. ¡Lo que nos contarían como testigos de primera mano!

 Luis Heredia"

 

9 comentarios

Jesús Herrero -

Guarrón, ¿por dónde te pasaste al burro?

JOSE MANUEL GARCÍA VALDES -

De la camarilla tengo muchos recuerdos, el peor, ya lo conté varias veces, es que me tocó lejos de la habitación del P. Enrique,al contrario Zirauqui, y cuando cantábamos aquello de "que le quiten el tapón ..." no me enteré de que se acercaba el mencionado y me cogió infraganti, resultado. dos hostias como dos panes que me quitaron las ganas decantar para siempre; esa podría ser la explicación de que no perteneciera a la Escolanía y no porque cantara tan mal como Argüeso (pero casi). Tengo otro recuerdo y es de las charlas que mantenía conb mi primo Ramón por debajo dela puerta; charlas que nos permitían quitar el susto y el miedo del cuerpo. Veníamos de una gran ciudad como Casorvida pero no estábamos acostumbrados a pasillos y lugares tan pequeños, estabamos realmente acongojados; lo peor fue cuando a los tres meses él se fue, quedé solo en medio de aquella inmensidad y pasé muchas ganas de salir corriendo; aguanté y, gracias a los del 59, y ellos gracias a mí,todos nos hicimos unos hombrones y así seguimos aguantando las inclemencias.
Herrero, aunque no lo creas, sí tenía caballo pero no quiso seguirme al colegio; allí me pasé al burro.
Abrazos

joaquin lopez-malla ros -

Qeurido Antonio: leo con asombro tu entrada porque yo creia que era el unico martir del tal Fray Francisco del que no recuerdo nada ni ganas porque a mi tambien me tuvo año y poco durmiendo sobre las duras tablas con el pretexto de que estaba creciendo y medolian los talones asi que como medida terapeutica me condeno a dormir en tablas y ademas todos los dias durante creo que un mes me ponia una inyeccion enorme de calcio (para fortalecer los huesos decia) que me dejaba el culo como un bebedero de patos. A lo mejor al final se lo tenemos que agradecer porque asi hemos salido los de guapos y esbeltos. Kisses for all Ximo

Javier Cirauqui -

Luisito Heredia, no sé si Josemari, te larga los colchones y la cacharrería, y a Isidro y Vibot, los apóstoles, las vidrieras del Santuario, los bancos de noble madera, la pátina, etc., es decir: la pedrería fina y trascendente, pero lo que sí sé, es que sabes templar los recuerdos, sensaciones e impresiones como nadie, sean de objetos humildes o de situaciones triviales.
Recuerdo perfectamente, mi primer contacto con la camarilla, que me asignaron a mi llegada y aquella ventana abatible, oscibasculante, pero no abrible. Mi mayor frustración, era no poder sacar la cabeza, como cuando íbamos de excursión, por las ventanillas de los autobuses abribles, pero no abatibles.
Los alumnos de Villava, aquellos que ibamos a engrosar los cursos 3º y 4º, partimos de Villava, tempranamente y para llegar a León, a la Virgen del Camino, nos llevaron por Vitoria, Bilbao, cornisa cantábica,Santander, Santoña, Laredo, Comillas, playa de San Vicente de la Barquera, donde nos bañamos en una playa semi-salvaje, de aguas bravas y luego puerto del Pontón, camino de León.
En el trayecto, descubrí, en una parada para mear, que las casas de Castilla eran de paja y barro. Esto me impactó, era ya de noche y todo estaba oscuro. Fue un viaje maravilloso, íbamos acompañados por el P. Huarte y el P. Torrellas y es uno de mis mejores recuerdos de aquellos tiempos.
Llegamos al Colegio muy tarde. Para nosotros todo era nuevo y desconocido. Nos recibieron algunos frailes y nos llevaron a cenar a un comedor larguísimo. Recogimos nuestras maletas, macutos y pertenencias por un pasillo más larguísimo todavía, nos llevaron a los dormitorios. Allí nos asignaron las camarillas, a nuestro curso, no recuerdo si en el primero o segundo piso, nos acomodaron, según se entra por la puerta, a mano derecha y en el pasillo del fondo. A mi me tocó el lado, con vistas a los campos de fútbol. Era una camarilla con vistas. No estoy seguro si era la primera o la segunda, daba justo a la pared de la habitación, que con ventana de cristal, corredera, tenía el cuidador del dormitorio, que en este caso era el P. Enrique. Creo que en la primera camarilla estaba Arrúe, en la segunda yo, en la tercera Ariztimuño, Ibarrola, en frente, Egea, Elustondo y un largo etc.
Una vez aposentados y apagada la luz,intenté ver algo y todo estaba muy oscuro tétrico y caliginoso.
No dormimos en toda la noche. Al amanecer se hizo la luz y lo primero que hice es intentar asomarme por la ventana, pero era imposible. Con la vista que contemplé mis ojos se quedaron petrificados. No había árboles y los que había eran bastante raquíticos. Todo era de un color marrón, y al fondo, entre las viñas, se veían tumbas de gigantes, que luego descubrí eran bodegas y además todos los campos estaban alambrados.
Sentí, como si una losa se posara dentro de mí.. Con el tiempo, amé esas tierras y esos campos que veía desde mi ventana abatible. Ese día los de Villava, de 3º y 4º comentamos largamente esa impresión.
Durante mi estancia, en la Virgen del Camino pasé por varias camarillas, pero siempre me tocó con vistas a los campos y a la granja.
En esas camarillas leí, dormí y otras cosas hice, viví recuerdos alegres y tristes, charlé con mis compañeros por encima de la pared y tuve tertulias en los baños.
Y hablando de inquilinos (ratones), recuerdo que en el estudio me estaba comiendo un bocadillo de sardinas en aceite y para no ser pillado por el P. Vigilante. me lo metí en el bolsillo y el aceite empapó el pantalón. Cuando fui a la camarilla, me cambié y lo dejé metido en alguno de aquellos cajones que había debajo de la cama. A los días, fui a sacar el pantalón y lo encontré agujereado por donde estaba la mancha de aceite. Algún ratón se había pegado un buen festín, a costa de mi pantalón.
Un saludo a todos.

Jesús Herrero -

Antonio, que mal rollo eso de que Fray. Francisco te quitara el colchón para endurecer y enderezar huesos. Ya le pillaré yo y le pondré las peras a cuarto. Hacerte eso a ti… Se saltó a la torera el eslogan comercial del P. Arruga, ese que decía “máxima comodidad, mínimo espacio”, ¿recuerdas? Aunque eso podría explicar el hecho de que no aparezcas por los saraos: ¿No estarás dormido en cualquier lugar y situación, cabrito?

Allí solo cabía lo justo, que solía ser todo lo que se necesitaba, incluido, por supuesto, el inquilino. Allí uno se encontraba a salvo, seguro en su propio espacio, practicando todavía inconscientemente el sentido-sentimiento de propiedad, aunque sus límites siempre fueron un poco difusos debido a la insuficiente altura de la puerta y la falta de techo, lo que a su vez te ponía en comunicación con el vecindario (lo uno por lo otro), ese vecindario que pasaba por los mismos baches que tú y que, a lo mejor, por eso está hoy aquí bajo la batuta digital del ínclito Furriel.

Lo que no sé muy bien es cómo pudo meter el Pitu su caballo en la camarilla. Pitu, ¿todavía no tenías caballo? O también te lo prohibió Fray Francisco ¡mecagüendiez!

Antonio Argüeso -

Querido Luis, también me has hecho aflorar recuerdos de la panamera. Yo, contrariamente a ti, sólo recuerdo la primera camarilla, en el 59. Era la primera, sin ventana, que daba a la escalera. Después ya es el vacío total aunque creo que nunca tuve ventana.

Sí recuerdo oír en la camarilla, ya en la escuela mayor, partidos y música por la galena que me agenció el querido Evelio Pesquera, que en esto también era un fenómeno, pero la camarilla la ubico mal. Instalábamos todo un enjambrado de alambres debajo de la madera donde reposaba el colchón y servía como antena.

Y de las manchas del colchón ni las hice ni las heredé pues muy pronto Fray Francisco, temeroso de que me encorvara, supongo que por andar rodeado de tanto chaparro, me obligó a dormir siempre sobre la madera para así, me decía, endurecer y enderezar los huesos (igual también para ahorrar un colchón). Nunca le agradeceré bastante esta disciplina gracias a la que soy capaz de dormir en cualquier situación y lugar. ¡Qué bien me ha venido en épocas en las que el trabajo ha sido como ahora se dice, estresante!

Seque (Ezequiel) -

Recuerdo de esas camarillas el no disponer de una vela o lamparita para poder arreglar tus cosas después del toque de queda en el que se apagaban las luces y sobre todo no poder leer en la cama, ese gustoso vicio que todavía conservo. En la cama pueden hacerse muchas cosas, ¡hasta dormir!. Me obligaba a meterme dentro del sobre, encerrado entre mantas y sábanas y escondido y encogido, saboreando un cierto sentimiento de culpa, leer el libro al que me había quedado enganchado, que supongo sería de Martín Vigil o similar, ni por aproximación Las Corrupciones de J. Torbado. Allí cogí la miopía que me acompañó el resto de mi vida.

Andrés Martínez Trapiello -

"...y más lo de León, que adelantándose por minutos su llegada, comprendían que era mejor escoger el colchón más limpio antes de que llegáramos los finolis."
¡Serás cabrón, Luisin!

Besos para Pilarina.

Mariángeles -

Te felicito,Luis Heredia,últimamente escribes,que es una auténtica delicia.....No sabia,de esta sensibilidad....es un plácer leerte,repito mi felicitación,de todo corazón....Un besín .Mariángeles