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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

1975 - ÚLTIMA MIRADA AL COLEGIO

1975 - ÚLTIMA MIRADA AL COLEGIO

Siempre es una delicia y un lujo leer a Luis Carrizo. Y le he comprometido a que nos comente esta fotografia que me envió, hace ya días, el compañero Gabriel Navarro.

Pero Luis me pone una condición que escrupulosamente cumplo: Sí te pediría que no lo cuelgues el mismo día que se juegue la final del Mundial, por no restarle público; al Mundial, claro...

La fotografía la titula Gabriel como “1975 - Última mirada al colegio (hasta siempre), tres años vividos y sentidos”.

Doble lujo, la fotografía y el relato de Luis.

Gracias a ambos.

 


 

 

Tú me pides, querido Cortés, que me despoje del chándal y salte ahora al terreno de juego a comentar una fotografía intitulada “Última mirada al colegio (hasta siempre), tres años vividos y sentidos” y yo salto, porque a ti no sé negarte nada. Has de reconocer, no obstante, conmigo que, después del subidón de los Globos, el chute de los Cuadernos y el cuelgue del Álbum, va a costar mucho trabajo colocar este tema en el mercado de verano. No quiero decir que el asunto no tenga enjundia, no me malinterpretes; yo te estoy hablando solamente de la oportunidad de glosar otro fotograma (encore un, que diría el gran Argüeso) de este nuestro particular auto sacramental con la foto fija del colegio y el “Adiós Madre de mi vida” de banda musical. En fin, arrostraré el riesgo de que los lectores marquen como spam el escrito y al escribidor, y lo conllevaré con entereza y resignación cristiana, porque a mí, como declaraba, casi a gritos, aquel cura desde el púlpito, a humilde no me gana nadie.

 

Pero ¿qué es, a fin de cuentas, un blog de antiguos alumnos —me dirás tú— sino un río cuyo caudal se nutre, contumaz, de los recuerdos que quedaron tras tantas despedidas? Y ¿qué es un ex alumno —pienso ahora yo—, por definición y antes que nada, sino alguien que dejó el colegio y pagó el inevitable tributo de decir adiós, o hasta siempre, como hizo el compañero que nos está aportando la fotografía?

 

Por un momento, mientras contemplaba la imagen en cuestión, antes de hincarle el diente, llegué a considerar que el fotógrafo podría haber tomado la instantánea desde la otra parte de la verja, antes de salir del recinto del colegio, y haberla titulado Esta noche la libertad, ahora que están de vacaciones en la SGAE, o de cualquier otra forma que incluyese un “hola” en lugar de un “adiós”, ya que el reverso de una puerta que se cierra es siempre otra puerta que se abre, también siempre a nuevos sueños y a nuevos desconocidos paraísos. Pero enseguida recapacité y caí en la cuenta de que el enfoque de la foto era el apropiado, desde el momento en que —veníamos diciéndolo— este blog se alimenta de los recuerdos de aquellos años “vividos y sentidos” en la parte de dentro de la verja.  Y esto aún con mayor vehemencia en la medida en que quien más, quien menos hemos ido descubriendo, no sin desencanto, que los únicos paraísos que existían extramuros eran los muy prosaicos y pedestres paraísos fiscales. Hétenos, pues, aquí, navegando —solos o en bandada— a contrapelo de la corriente del tiempo, zambullidos en este río cuyas aguas, al contrario que las del Leteo, bebemos con delectación precisamente para recordar.

 

Se ha hablado mucho en este sitio de la formación, y de la deformación, que se impartió entre aquellas paredes, y que cada cual se llevó consigo, mundo adelante, según su leal saber y entender. Algunos, exhibiéndola, orgullosos, tatuada sobre el brazo, como el marinero de la copla; otros, archivada, sin mayores prevenciones, en algún rincón de la memoria, al alcance de dos clics para desempolvarla si llegara el caso; algunos pocos, tal vez enquistada en las entrañas (iba a decir como un tumor), igual que esos archivos que tenemos en el disco duro y que muestran el irritante mensaje “solo lectura, imposible eliminar”, cada vez que intentamos borrarlos.

 

Pensaba Pascal, hablando del saber, mucho antes de que llegase a La Virgen del Camino la primera hornada de niños con sus mentes támquam tábulas rasas, que las ciencias tienen dos extremos que se tocan: el primero, la ignorancia natural en que se encuentran todos los hombres al nacer. El otro, aquel a que llegan las almas grandes que, habiendo recorrido todo lo que los hombres pueden saber, llegan a la conclusión de que no saben nada, y se encuentran en esa misma ignorancia de donde partieron; pero es una docta ignorancia —matiza Pascal— que se conoce a sí misma. Y termina diciendo —y ojo al parche porque aquí está la madre del cordero— que aquellos que han salido de la ignorancia natural y no han podido llegar a la otra (aquí estoy yo incluido, ¡cagon Ros!, como dice mi hermano el de Gijón), tienen cierto barniz de suficiencia y van por ahí  dándoselas de entendidos, emitiendo juicios equivocados y revolviéndolo todo.

 

Este blog —sé Josemari que estabas intentado decírmelo desde hace un rato— no es solo un inmenso racimo de miradas al pasado, lo sé, sino también el ámbito de actualísimos y muy cordiales encuentros. Lo triste —y hay que decirlo igualmente, por si sirviese de conjuro— es que a los encuentros les sucede un poco como a esta fotografía que estamos comentando: que tienen un positivo, pero también un negativo. Y, a veces, muy a su pesar, y debido a las diferentes frecuencias de onda, de que hablaba Pascal, en que cada uno estamos emitiendo, algunos de esos pretendidos encuentros se convierten en algo muy parecido a un desencuentro. Así sucede, por decirlo en forma de metáfora, cuando coinciden en la misma mesa quien se borró del brazo el tatuaje  —como Melanie Griffith, despechada, se borró hace unos días el nombre de su ex— junto al que, tras haber vuelto sobre el contenido de aquellos archivos relegados al olvido, redescubre sus valores ocultos y hace ostentación de ellos, como los adolescentes la hacen ahora de sus calzoncillos (y perdóneseme la manera de señalar). Es agradable, en efecto, compartir la misma mesa, pero resulta, a la vez, un poco descorazonador (tampoco es cosa de desmelenarse) no poder compartir también el pan. ¿No era esa la definición de compañero?

 

Por lo que a mi respecta, querido Cortés, no hay cosa que más me desagrade que sorprenderme encaramado a cualquier tribuna (en ésta, por ejemplo) impartiendo justicia o pensándole terribles refutaciones a la cara a la gente; vicio en el cual, por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa, caigo más de setenta veces siete cada día. Puedo jurarte —y te agradecería que hicieses un enorme esfuerzo por creerlo— que estoy tratando de liberarme de todos los prejuicios (incluso de los juicios) en que he ido poco a poco encenagándome, porque descubrí demasiado tarde el consejo que daba el inglés, que es como Cela nombraba a Shakespeare cuando le convenía: jamás encierres tu alma en la prisión de tu pensamiento. Sé que solo arrancándome toda esta costra y todas estas escamas que llevo acumuladas sobre el corazón, podré, y podremos todos los que aspiramos a formar parte del grupo de los verdaderos sabios, reencontrar a nuestros antiguos maestros, y condiscípulos, y amigos; y hacernos, otra vez, reconocibles para ellos,

 

…que tenemos que hablar de muchas cosas

compañeros del alma, compañeros.

 

Luis Carrizo

 

33 comentarios

Isidro Cicero -

33. La edad de cristo. Bingo.

Daniel Orden Santamarta -

Hago mias las palabras de Luis Carrizo Medina Cifuentes: "Lo bonito de este blog no es El colegio, son las personas que por aquí transitan"; lo mismo que "nuestra vida.
Sólo: un abrazo con cariño.

Luis Carrizo -

Gracias, Fernando, por la precisión del nombre del pueblo, que está, por cierto, a relativo tiro de piedra de León. Has hecho muy bien en aclararlo porque me estoy planteando regalarle unos Evangelios de Nácar-Colunga, por ejemplo.
Santos: muy guapa la décima o espinela.
¿Quién dijo que Lope era prolífico?
Por cierto, ¿podrías enviarme a mi correo los dos poemas que escribiste para el Álbum? Bueno..., si tienes algún otro, por aprovechar el sello, por mi encantado. Muchas gracias.

Luis Carrizo -

Es muy triste la pormenorizada relación que me aportas, Cicero. Muy triste. Yo he leído varias veces el Evangelio y no he encontrado nada que justifique o aliente esas doctrinas. Sí he encontrado, sin embargo, muchos pasajes que hablan de amar y perdonar. Hace también referencia a otras cuestiones, claro. En algún sitio, por ejempolo, dice: "Si la sal se desvirtúa ¿con qué se la salará?" y s.s.
Afortunadamente, el recuerdo de aquella mini-peregrinación que hicimos a Santiago con el cura Isidro, by the way, me ha oreado el espíritu y me ha dejado en condiciones de irme a dormir (aunque da pena porque a estas horas entra por mi ventana una deliciosa y fresca brisa marina que sube y que baja del fondo del mar...)

lalo -

¿Alguien le pone música?

Santos -

Y yo cómo podría corresponder, Luis, a tan original, ultramoderno y casi escatológico halago con que me obsequias al decirme, después de otros elogios, que me has abierto una carpeta en tus “Mis documentos/Poesía selecta… ” ¿Habrá otro modo más poderoso de dejar a uno en la perplejidad y el desconcierto?. Quienes tenéis el don del decir bello, ordenado y preciso, a veces os excedéis no poco en algunas apreciaciones. Yo, sin embargo, trato de ser más ecuánime y sólo me limitaré a dejar aquí esta propuesta que deberás compartír con Isidro, Javier del Vigo, Eugnio Cascón, Javier Cirauqui… por señalar sólo algunos de los que han dejado aquí arriba un comentario, pero la relación es más extensa.


Ved cómo rizan el rizo
del decir bello y certero
los Carrizo y los Cicero,
o los Cicero y Carrizo.
El Sumo Hacedor los hizo
dotados de tal manera
de este don que propusiera
darles trato de Señores
y nombrarlos con honores
Glorias de la Paramera

Fernando Alonso Díez -

El tal Jesús Calvo, es cura de El Burgo Ranero, pueblo de la Tierra de Campos y fin de etapa desde Sahagún hacia Santiago de Compostela. No se me malinterprete, que no voy a insultar al cura Calvo, eso no sería necesario cuando las palabras emanan de la pura necedad; pero sí quiero dejar constancia también, al unísono con Isidro, de que el uso reiterado por este individuo de su sacerdocio, de su púlpito, de su "autoridad", del aplauso de algunos corifeos, feligreses o no, duele, duele mucho. Y me da la impresión, ojalá me equivoque, de que seguirá causando dolor.
Yo, uno más de las víctimas del sídrome "Maradona", aprovecho la ocasión, no para corregir al cura Calvo y mucho menos a Isidro, que en esto de la escritura es infalible, y que al mentar el pueblo del tal cura como "El Barco...", y dar razón del pueblo por haberlo visitado, tal vez lo hiciera ya entonces con el ánimo de huir de allí de cualquier manera, incluso en barco, no fuera a encontrarse con el dómine.
A propósito de estas últimas veintitantas entradas en el blog os diré. Que habéis escrito palabras tan bellas, expresado sentimientos tan profundos, con tanta maestría y humildad, que me sumo al coro de los agradecidos: hace mucho tiempo que no leía tan bella literatura, tan elegante, tan cuidada, como si sus autores, todos vosotros, lo hicierais por el amor que os merecemos vuestros lectores. Muchas gracias.

Isidro Cicero -

Buenos días, Luis. Te informo: el cura que dijo lo de Zerolo y muchas más cosas se llama Jesús Calvo, es el párroco de El Barco Ranero, León, y ejerce su apostolado en ámbitos más amplios, como televisión canal Intereconomía. El obispado de León le ha llamado al orden.
Uno de los curas que celebraron la misa el día de San Camilo ad petendam rebelionem es el párroco de la iglesia de los Jerónimos de Madrid; otro, el cura de la parroquia del Santísimo Cristo de Santander. La Conferencia Episcopal ha mirado para otro lado.
Te cito estos que se ven solo estirando un poco el cuello, ya si te subes a la banqueta…
Por cierto, creo que por Barco Ranero pasamos caminando tú y yo aquel septiembre del holoceno cuando hicimos juntos una parte del Camino de Santiago. Y creo recordar también que el San Camilo 1936 lo “estudiamos” a la vez –que aquello no era leer, era exégesis- precisamente aquí, en Cienañosdeaire.

Mazal Tov en el día de Santiago, querido amigo.

Luis Carrizo -

Cicero: eres un cabronazo. Tú no me has hecho una buena crítica, tú me has hecho un escrache.
Y ahora te voy a contar un chiste viejísimo,que no me extrañaría nada que me lo contarás tú en Cienañosdeaire cuando tú y yo éramos todavía más jóvenes: esto eran unas monjas que llaman al obispo diciéndole que un hombre se paseaba desnudo por delante de una ventana de una casa situada frente al convento, con el consiguiente escándalo. El obispo se persona, célere, en el convento y pide ser conducido al escenario de los hechos y que le señalen cuál es la pecaminosa ventana. A la vista de la ventana,que por lo visto estaba algo sobreelevada en relación con el observatorio, el obispo exclama: "pero si desde aquí solo se alcanza a verle la cintura, como mucho"; y le dice la monja, dice: "sí, pero súbase a esa silla y me cuenta"
¿Dónde coños te subes tú para descubrir esos curas de que hablas, tío?
Casi prefiero que no me respondas, porque me temo lo peor.

Luis Carrizo -

Estoy muy de acuerdo contigo, amigo Eugenio Cascón, en que cada uno hace lo que puede. Creo que hay un dicho que lo completa y corrobora: el que hace lo que puede no está obligado a más. Y yo creo, Eugenio, de verdad, que se trata solo de eso para poder dormir a gusto por la noche y poder beber (siempre bien acompañado, por supuesto) el vino de las tabernas, que ya vi yo en El álbum que controlas a Machado. También coincidimos en eso. Después si hacemos arte o artesanía, o nos celebran más o menos los coetáneos debería importarnos --cito textualmente a mi paisano el escritor Llamazares-- debería importarnos, digo, "tres cojones".
Lo cual no excluye, en absoluto, que yo agradezca muy efusivamente tus comentarios.

Luis Carrizo -

¿Qué tal Javier del Vigo? Una alegría volver a cruzarnos por aquí. Tú dices que no insertas los comentarios que quisieras por puritita pereza, y yo te digo que ya lo sé, porque cojeo del mismo pie, como habrás podido comprobar por mis contadas intervenciones a tus escritos, que por supuesto leo con sumo placer. Pero conmigo sabes que estás siempre cumplido. Dicen los franceses que no hay que abusar de las cosas buenas; a lo mejor, inconscientemente, tú y yo nos reservamos para que los encuentros nos sepan mejor. Como el vino rosado que te tomaste la otra noche.
Hoy me tomaré yo uno a tu salud, ¡mira por donde!
A mi me quedó la misma duda que a ti respecto a lo huida por el tren que cuenta Cirauqui, aunque tengo la vehemente sospecha de que yo acertaría si aventurase una respuesta. Y tú, ya lo sé.

Isidro Cicero -

Bueno, pues me alegro de que al menos esta vez no haya funcionado el síndrome Maradona. Ya habéis visto que Luis Carrizo escribe como dios, pero no muerde.
Estos veintipico comentarios, un cosechón en tiempos de cierta sequía, te animarán, querido Carrizo, a participar más a menudo. Que tienes muchas cosas que contar y compartir. Todos te lo agradeceremos.
Una cosa antes de despedirme: Quiero tranquilizarte en eso de encenderme. No me he encendido con lo de tutear a la autoridad e insultar al clero, ya no me enciendo, ni ardores me entran ya. Antes sí, antes era un caliente.
Lo cual no quiere decir que, puestos a insultar al clero, haga falta estar borracho o encendido. Se le puede maldecir desde la sobriedad y la frialdad más absolutas, como maldigo yo a ese cura de León, del que no has oído hablar, pero que sabe los motivos que llevan a Dios a castigar a algunos con el cáncer. Y a esos otros que hacen misas rogativas para pedir –no la lluvia, que eso con los informativos de la noche ya no tiene clientela- sino el pedrisco. Han hecho misas, una aquí en Santander, para pedir al Dios Misericordioso y Eterno otro golpe de estado. Yo me cago en su, bueno, no sé qué elegir entre todo lo que se me ocurre para cagarme. En todo. Eso sí, con absoluta frialdad (sin encendimiento ni alcohol), simplemente como un civil que cumple con su deber.
A Pedro Zerolo sí le conozco bien, le he tratado algo y le admiro mucho. Y, estate tranquilo, ya no quedan, al menos por aquí, imbéciles que tengan interés en hacer exégesis sobre cómo interpreta cada quién el verbo conocer. Y si los hay, oye, pues que les den.
Pero a ti, Luis Carrizo de mi alma, que atinas tanto cuando dices lo de la golondrina no hace verano (qué bien estarían esos botarates como la golondrina de Angélico, en la cuerda, callados, humildes, contemplando a María Santísima y meditando el misterio de la Encarnación) te mando un abrazo fraternal esta noche encendida de estrellas.

Eugenio Cascón -

No puedo evitar unirme al coro de las voces que, justa y entusiásticamente, festejan el buen hacer literario de los compañeros que aquí escriben. ¡Hay que ver lo que son capaces de hacer con las palabras los que saben elegirlas, emplearlas y revolverlas de manera diferente al común de los escribidores que casi todos ocasionalmente somos!

Cuando uno ha pasado buena parte de su vida profesional estudiándolas y tratando de enseñar lo que ha podido acerca de ellas, ha aprendido de paso a disfrutar de los resultados de su buen uso. “Cómo hacer cosas con las palabras” (“How to do Things with Words”) es el significativo título de una obra, situada en los albores de la Pragmática lingüística, del inglés J. L. Austin. Todos hacemos cosas con ellas, todos nos valemos de ese gran invento _por encima de cualquier otro_ que es el lenguaje humano, y hasta jugamos con ellas para usos que no son los estrictamente comunicativos, aunque la comunicación nunca falta, pero solo unos pocos elegidos llegan a crear arte con ellas, a proporcionar a los demás emoción estética.

Yo tampoco te recuerdo, Luis Carrizo, de los tiempos colegiales, aunque ahora comienzo a conocerte a través de tus estupendos escritos. Sí recordaba al maestro Cicero, como ya he comentado aquí en alguna ocasión, y también a Javier del Vigo, con quien después tuve ocasión de hablar en Caleruega. Todos, creo, del curso anterior al mío. Es curioso que, aparte de los compañeros de curso, se recuerde más a los que iban delante, en cursos superiores, que a los que venían detrás: el niño, en su aprendizaje vital, busca modelos en los que lo superan en años y experiencia, y mira un poco por encima del hombro a los “pequeñajos ignorantes”. Claro que también influye lo que cada uno sea, el “ruido” que hace a su paso, el atractivo que ejerce su personalidad, la admiración que provoca en algún sentido. Por eso, a los que no suenan demasiado, a los que son más o menos callados y de no mucho relumbrón, poca gente los recuerda. Quizá sea esa la razón por la que a menudo, cuando alguien me pregunta el consabido “¿Qué haces?” en una situación obvia, suelo responder: “Calderos, ¿no oyes los golpes?”. Cada uno hace lo que puede. Eso sí, me arrogo el derecho a presumir de las notas que sacaba en el colegio, casi todo nueves y dieces. Algo es algo.

Muchos me resultáis ya familiares como actores en este escenario creado por don José María Cortés. Me sonaban casi todos los nombres, pero no recordaba las caras. Lo que no consiguió la convivencia, o al menos la coincidencia en el tiempo y en el espacio, de hace muchos calendarios, lo logra ahora este artilugio informáticamente humanizado. Como decía recientemente nuestro amigo Luis Heredia, somos ya más compañeros de blog que de clase, al menos en extensión temporal. ¡Eironeia!

Vuestros relatos de la salida del colegio _estupendo también el tuyo, Javier Cirauqui, juglar y trovador nuestro_, con su carga de melancolías, nostalgias e incertidumbres, resuenan en el interior de todos los que los leemos, reavivando rescoldos que nunca han llegado a apagarse: somos lo que hemos vivido, y tenemos la forma y el fondo que nos han dejado los zarandeos de la vida. Y conforta el hecho de alguien te ayude a revivir situaciones y emociones que otros compartieron, comprobar que, efectivamente, alguien las compartió.

Por eso, amigos, ánimo y no lo dejéis, seguid haciéndonos pasar buenos ratos a través de esta ventana, que no dejen de llegarnos por ella las risas, los juegos y las morriñas de entonces junto con nuestro ser de hoy, ya con gran parte de la vida a cuestas, en la que tiene un peso muy significativo lo de entonces.

Javier del Vigo -

Pues ante la potencia de los “abajo firmantes” (y “aguiba” también, Luis “Caguizo” –¡ay, inefable Isidro, qué bello es hacer literatura hasta de los defectillos propios! Coincido contigo, Luis Carrizo: Isidro juega en otra liga; te escapas por “aguiba”, Sidrín; estás en otra dimensión). Soy ferviente lector, Luis, de tus artículos tan deseados y tan escasos – ¡oh, dios!-. Así que quiero ser uno más a computar en los contadores que Lalo, ese editor que ya lo querría para sus empresas el mismísimo Lara, dueño del Grupo Planeta, analiza en este “portillo” que puso a rodar el Mariscal de Campo “leonino”, Josemari Cortés Aranaz.

¿Se perdió alguien? ¡Leches!, recordad: soy uno de los más barrocos que leen e intervienen –insisto: INTERVIENE, o sea, escribe, aunque ande algo vago últimamente- en este blog. Perdóneseme la abundancia de grafismos y de incisos. Ni soy tan limpio en el lenguaje como Luis ni tan claro y directo como Isidro, amigos y compañeros de aventura equinoccial antaño, cuando la “formación” y la “deformación” andaban envueltas en hábitos blancos con capas negras. Así que si no habéis captado, lectores, releed; hacedme el favor. Hasta que seáis capaces de entender correctamente mi “conceptismo” gongorino -lo contrario al “culteranismo quevediano”- que dimana de ponerme ante las teclas tras haber cenado una refrescante ensalada con un fresquísimo clarete.
Maxi Oloriz, ¡el clarete no era navarro, pero estuvo cojonudo! Y he de hacer propaganda del viejo prieto picudo que controla Froi. Compro y bebo, a veces, -como esta noche- “Catedral de León”, un vino que en mi recuerdo de cuando la Paramera y en la comparativa de precio-sabor-calidad, juega en la Champions. ¿Será nostalgia de aquel ayer –por lo de “catedral de León”- o es que los jubiletas vamos perdiendo capacidad adquisitiva, consecuencia de la “crisis” que nos venden los opulentos políticos como para poder beber a diario claretes más rumbosos de la misma bodega, como el fastuoso Valjunco?

Una confesión: soy un “acojonao”, como tantas veces en la vida lo fui; en verano, ahora (lo de “en verano” es para quitar mordiente a lo del acojono. Pero acojonao y jubilao. Dos veces la releche!

¿Que por qué?

Os cuento: antes de que Ramón Pajares se atreviese a felicitarte, Luis, yo te había leído. Pero quedé mudo y encantado. A la vez. Y me dije: “Debiera decirle algo a Luis. Se lo merece”. Pero la vagancia que va minando a la “tercera edad”, la vida desordenada del verano y una cierta intuición de que Isidro tenía que ser el interlocutor prioritario a artículo tan acojonante me dejó lelo. Quieto. Mudo.

Después, anduve zascandileando. De aquí para allá. Hasta hoy que volví a casa y me enfrenté a mi pasado, aquel compartido, leyendo el blog. Y me dije: “Que no se diga; aporta, aunque aburras a las paredes!”

Ví a José Luis mandando besos, uno de los cuales me puse en el ojal, con orgullo. Y a Pedro, de quien un alevín de socialistas –¡que el cielo lo ilumine!- copió el nombre. Y el apellido. Ojalá copie más cosas, sobre todo, actitudes y éticas, para borrar conductas de otros personajes públicos que mancharon el viejo puño y la vieja rosa que simbolizaron la lucha de los menesterosos en pro de un mundo mejor…
Os fui leyendo a todos. Maravillosas intervenciones. Y no cobráis nada por amenizar nuestros momentos de asueto. Por elevar nuestro acervo literario y cultural. ¡Gracías, chavalería! Pero me quedó una duda, marujona ella, Javi Cirauqui: cuando narras tu experiencia del “finiquito” respecto a aquella vida y aquel colegio, finiquito que tan bien retrató Gabriel Navarro en la foto que abre “portillo”, -¡fabulosa narración, por cierto, Javier, que a tantos lectores les habrá resucitado su propia experiencia! – dices: “Hasta una chica, mayor que yo, entabló amistad conmigo y cuando la cosa se complicó huía por los vagones como alma que lleva el diablo”. ¿Qué “cosa” se complicó, amigo? Quién huía, la chica? ¿Tú?

Me has dejado en un sin-vivir. ¡Miénteme, incluso, pero dime que fue ella, pobre, quien tuvo que huir ante tu garra y tu gana de “contacto directo”!

Espero me saques de este sinvivir. Que me cuentes que fue ella, la chica que pudo darte “clases de mundo”, quien huía, para dejar en buen lugar el pabellón de aquellos jóvenes vueltos al mundo, sus miserias y sus mujeres. Y no esperes a tu siguiente lingotazo, por favor; apúrate, que me tienes en vigilia constante. En ramadán de noticias. Aunque igual yo tarde unos días en leerte y agradecerte el esfuerzo, que ya sabes el verano es mal compañero para fidelidades. Crecemos los viejos “rodríguez” de viejos tiempos.

No he de aburrir más al respetable. Una información final. Toñín Argüeso anda por Campóo hasta fines de julio. Me peleo contra los elementos por acercarme a la zona y tomar una cerveza con él, aunque no confío en poderlo hacer. Si alguno de los habituales me lee y tiene tiempo, le pegue un telefonazo y ¡disfrutad!

Luis Carrizo: ¿viste lo que has hecho al nombrarme en tu crítica del Album de la Memoria? Pues eso: gracias, amigo, y felices vacaciones, chavalería!

Luis Carrizo -

Efectivamente, querido Cirauqui, no nos conocemos. No hagas esfuerzos de memoria, aunque la tienes muy buena, porque nunca llegamos a coincidir. Yo creo que entré en el colegio el mismo año que tú salías, quizá nos cruzamos en la puerta y nunca lo supimos. Pero, aunque te parezca curioso, tu apellido siempre ha sido algo familiar para mi. Yo siempre congenié muy bien con los vascos y navarros cuyos apellidos me impresionaban por su exotismo y sonoridad: Ulzurrun Biurrun, Izquieta Etuláin, Olano Mendía, Olóriz Gorráiz, Iraizoz... Buscaba su compañía porque siempre me parecieron, y seguís pareciéndome gente muy llana,muy sana, buena y alegre, y como ellos te nombraban con mucha frecuencia tu apellido pasó a hacerse un hueco en mi memoria, cosa sorprendente porque la tengo mucho peor que mala.
Yo te leo siempre que participas en el blog, he leído con fruición tu descripción de Villava y La Virgen en el Álbum, y, claro, tu comentario de hoy, que tú calificas de rollo patatero, cuando es una delicia de narración, como todas las tuyas, porque tú escribes, amigo Cirauqui mojando la pluma en el corazón. Te he visto en algunas fotografías recientes en el blog y te he visto de chaval en las fotos del Álbum. La número 213 es una maravilla. Esa foto merece también un buen comentario. En las fotos recientes te veo como más mayor, pero la misma cara de buena persona (si es que en tu escrito dices "hostias" y a mí me ha sonado como una jaculatoria). Me han emocionado, por lo demás, todos los detalles que tan minuciosamente describes de tu particular adiós. Pocas escamas y poca costra habrás tenido que rasparte, admirado Cirauqui, de eso estoy muy seguro.
Es una obviedad, pero la digo: Lo bonito de este blog no es El colegio, son las personas que por aquí transitan.

Javier Cirauqui -

Isidro Cicero:
Desde luego que hay un clero insultable y execrable, tambien los hay de otra calaña. Recuerdo de cuando estaba en la Casa de Acogida del Sida y con los "Sin hogar", las opiniones de cierto clero intentando poner caridad amor divino y moral entre los usuarios, pero no justicia, ni amor humano. Conozco algunos de estos curas, como el de León y algunos totalmente diferentes.
Un saludo. Javier.

Javier Cirauqui -

Luis Heredia:
La verdad que se pasa mal, sobre todo cuando uno es un adolescente idealista, sensible y se cree todo lo que le dicen. La verdad es que no lamento nada de los pasado. Mereció la pena. Un abrazo. Javier.

Maximo Oloritz: Seguro que este verano habrá más de un Lingotazo de Gaseosa Armisen y Txorrotadas de Regaliz en botellica, aunque no sean temas para temporada de verano, lo acompañaremos con una sangría de verano o mejor con un zurrakapote con melocotón de las fiestas de Navarra. Un abrazo. Javier

Luis Heredia -

Javier, ídem de ídem.
! Qué mal lo pasé!

Javier Cirauqui -

Estos escritos tan hermosos, alegran las vacaciones y el verano. No te recuerdo, Luis Carrizo, de mi estancia en el Colegio de la Virgen del Camino, pero si he disfrutado con tus escritos, pocos, para mí, en este blog. La verdad es que merecen que se haga una pausa, en las vacaciones, para leerlos, así como las intervenciones de muy alto nivel de todos los demás, aunque el tema no sea del mercado de verano.

Entre esta mirada última al Colegio, de la fotografía de Navarro, y la mía, que sucedió, han transcurrido diez años. Yo no me imagino sacando una fotografía el día de mi partida, primero porque no tenía cámara y segundo que mi ánimo y mi pulso no eran el adecuado para ello.
Recordaba con tristeza y dolor, aquella marcha del Colegio, a finales de junio del año 1965, y como dices, un blog de antiguos alumnos no es sino un río cuyo caudal se nutre, contumaz, de los recuerdos que quedaron tras tantas
despedidas.

Llevaba varios meses preparando la salida. Ya se lo había dicho al P. Ricardo y posteriormente al P. Pedro, para irme al terminar 6º Curso. Fueron varios meses de angustia y de guardar sillencio, para que los demás compañeros no se enteraran. Me imagino, que para que mi salida, no les influyera en la marcha de su vocación.
Nunca entendí, y me dio mucha rabia, que Arrúe, mi gran amigo, se marchara uno o dos días antes que yo, y no me lo comunicaran, pues podíamos haber ido juntos a casa, por lo menos hasta Alsasua.
El día anterior te separaban del resto de tus compañeros y cuando estabas sólo recogías tus cosas del pupitre, de la camarilla, y te llevaban al atardecer a una habitación del ala de los frailes. Cenabas aparte. Podeis imaginaros el río de pensamientos que te invadían. Tus compañeros y amigos, los frailes, los recuerdos felices, los recuerdos tristes, las anécdotas, la poesía, las clases, el cine, el teatro, Pantalla, Camino, aunque fuera había otras muchas cosas que merecían la pena. Parecía que todo se rompía y se cortaba de cuajo. Era una decisión importante y trascendental. Después de seis años vividos, dos en Villava y cuatro en León. Años cruciales de tu infancia y adolescencia. Volvías a un mundo desconocido: tu familia, tu pueblo, tus nuevos amigos...¿Cómo me recibirían en casa?... ¿Qué haré cuando llegue a Burlada...¿estudiaré?... ¿trabajaré?... Daba bastante vértigo, sobre todo en un adolescente mermado en el cariño, ternura afectividad y autoestima, preparado para otros menesteres... Tenía diecisiete años, tímido y sin habilidades sociales, para el mundo exterior, como decían, con mucha sensibilidad, estudios y un desconocimieto de lo que me esperaba.

Me imagino que aquella noche habría dormido muy poco. Me imagino que habría dormido. Estaba un poco perplejo y confuso, con cierto complejo de culpabilidad de no sé qué hostias, pero con muchas ganas de irme y que terminara aquello.
No culpaba a nadie, más que a mí mismo. Sentía cierta tenura de la situación y una sensación agridulce.

A la mañana siguiente me llamaron muy temprano y bajamos a la portería. Alguien me llevó en una furgoneta, podría ser Fray Olcoz, o algún otro, hasta León. Me imagino que miraría, por última vez el colegio y el santuario.
No creo que pensara: "esta mañana la libertad", sino: estoy haciendo lo que deseo y he decidido y me tengo que atener a las consecuencias de mi decisión". "una puerta que se cierra es siempre otra puerta que se abre", pero...¿cómo?.
Me imagino que esto sucedió muy pronto, a la mañana, aunque no llegué a Pamplona hasta la madrugada del día siguiente... Casi cuatro horas de soledad pensante.
Una vez en León, y yendo hacia la estación de la Renfe, me pareció oir la voz socarrona de Guzmán El Bueno, que me decía, señalando con el dedo: "si no te gusta León allí tienes la estación"...
El acompañante me dejó en el andén con el billete, la maleta, una bolsa con comida y todo un carrete de mi película funcionándome en la mente.

A bordo del tren pasé largas horas con la cabeza fuera de la ventanilla, o la nariz pegada a los cristales, contemplando los paisajes, recordando los pueblos y estaciones, Sahagún, Venta de Baños, donde paramos varias horas Ampuria de Campos, Villasirga, Castrojeriz, Burgos, pueblos que hacía poco, había recorrido en una excursión con mis compañeros y Arsenio Arenas.
Recuerdo recitar mentalmente a Antonio Machado y sus campos de Castilla. Hasta una chica, mayor que yo entabló amistad conmigo y cuando la cosa se complicó huía por los vagones como alma que lleva el diablo.
Vitoria, Alsasua, Aralar y Sierra de Andía, Irurzun, ya se olía a Pamplona.
En la estación me esperaba mi hermano y hacia las siete de la mañana llegaba a casa a mi nueva vida. Mis hermanos y mis padres me esperaban. Recuerdo mi timidez y mi respuesta torpe al afecto y al cariño.
Perdonad este rollo patatero, pero deciros que a través de los tiempos, "se diluyó la culpa y me libré de los prejuicios, y mi alma se liberó de la prisión del pensamiento". Os juro que me costó un montón. A través del blog me he arrancado las escamas acumuladas sobre el corazón y podré aspirar, como dices Luis Carrizo, a formar parte del grupo de los verdaderos sabios, reencontrar a nuestros antiguos maestros, codiscípulos y amigos, y hacernos, otra vez, reconocibles para ellos".
Un saludo para tí, Luis y para todos los demás.

Con cariño. Javier.

Luis Carrizo -

No te enciendas, Cicero, no te enciendas. Tú sabes muy bien que de todo hay en la viña del Señor y que donde menos lo piensas te salta una lengua ovisperina. Pero una golondrina no hace el verano, ni aun pintada por el mismísimo Fra Angélico, como también mejor sabes.
Al cura de León no lo conozco, ni tengo el menor interés por conocerlo. A los que hacen rogativas para que venga una balasera tampoco tengo ni tendré el gusto, Dios mediante.
A Zerolo no voy a decir que lo conozco porque hay mucho exégeta por aquí y pueden llegar a conclusiones non sanctas. Diré que lo distingo, que queda como muy cartesiano. Sé que tiene cáncer y sé que lo lleva con gran entereza. Me alegro por él.
Olóriz, ¡qué alegría oír tu bien templada voz!
pPedro, pAlcalde: os recuerdo mucho. Froilán: un abrazote.

Isidro Cicero -

Para tutear a la autoridad, querido Luis Carrizo Medina Cifuentes, nunca nos ha hecho falta vino a ti y a mí. Hasta la fecha. Cuando la autoridad era intuteable (no sé si recuerdas) éramos de los que la mirábamos por encima del hombro. Luego ya, como cualquier hijo de vecino, la hemos podido tratar de igual a igual.
Y para insultar al clero, tampoco necesitamos ningún colocón. Hablo por mí, que tú en esto seguramente te mantienes más respetuoso. Hay un clero perfectamente insultable. Por ejemplo hay un cura en León, según el cual Pedro Zerolo (no sé si conoces) padece cáncer por un castigo de Dios. Dios le ha castigado por su mala vida de maricón y socialista. Luego hay curas que dicen misa para pedir a Dios otro golpe de estado como el de hace 78 años, se ve que se quedaron con ganas. Les daba yo una así en todo el morro…

Olóriz -

Una segunda lectura sabe aún más sabrosa. Jopé, Luis, con lo bien que escribías entonces, ¿cómo es posible que ahora lo hagas mejor? Por cierto, Isidro, Luis tiene un tercer apellido, Cifuentes, que era mi preferido.

Olóriz -

Y, Zirauki, ¿pa cuándo otra de Armisén? Este verano es un poco largo...

Olóriz -

Sí, geniales.

Froilán Cortés -

Sois geniales, amigos!

Luis Carrizo -

Bueno, creo que este balón tengo que devolverlo inexcusablemente. Pero no voy a hacerlo, como me pide el alma, dejando aquí escritas un aluvión de loas, a la recíproca, hacia tu persona,
querido Cicero, porque nadie pueda confundirnos con esos amigos que se han quedado ya solos en el bar, sus respectivos brazos sobre sus respectivos hombros y las frentes pegadas una contra la otra, diciéndose cosas maravillosas, como quien con alguna copa de más hubiese llegado al nivel de cocimiento catalogado como "exaltación de la amistad".
Te agradezco infinito lo que dices y lo bien que lo dices. Quien escuche tus palabras --creo que ya no queda nadie en el bar-- se hará cargo, no obstante, de ciertos excesos e hipérboles justificados por lo que anuncias en la primera línea: que eres mi amigo.
Y vamos a dejarlo aquí, porque en la escala de la borrachera, después de la "exaltación de la amistad", venían, si no recuerdo mal, el "tuteo a la autoridad" y después "insultos al clero", y no quisiera abrir esas espitas.
Lo que nunca me perdonaré es lo de Salamanca.

José Luis Alcalde Revilla -

...llevo tiempo emocionándom con vosotros/as...pero hoy debo decirlo con todo Amor y cariño, porque os quiero y beso uno por uno una por una..tttiiivvvoglioooobbbeneeeeee joseito chiquitito el besuconcete

Pedro Sánchez -

Sois geniales. ¿Qué más quieres que diga, Isidro? Buen verano. Pedro

Isidro Cicero -

LUIS CARRIZO: EL “SÍNDROME MARADONA”
Ayer mismo escribía en los dominicales de la red vocento Arturo Pérez Reverte: “Hay amigos de los que estás orgulloso. Personas sobre las que -cuando tienes una edad que permite hacer inventario de cuanto llevas en la mochila- puedes decir: “Algo bueno debí de tener cuando éste o aquella me tuvieron afecto y me llamaron amigo”. A mí, Luis Carrizo me considera y me llama su amigo.
En la vida que compartimos brevemente, hablamos mucho, discutimos lo suficiente y reímos más de la cuenta dado el restrictivo marco de austeridad en el que se desarrolló nuestra amistad. Luis Carrizo era refrescante. De afecto fino, tenía siempre disponible la agudeza, el ingenio, el premio de una sonrisa generosa – tan de agradecer- ante las salidas mías; la naturalidad en las respuestas espontáneas, que de puro avispadas, costaba trabajo creer que no estaban elaboradas trabajosamente. La gracia rápida, la chispa inteligente. Captaba al vuelo el matiz sorpresivo que tienen las cosas en las múltiples facetas que les labra su razón de ser. Luis Carrizo Medina se las descubría rápido con su mirada límpida y las compartía, brillante, conmigo.
A Luis Carrizo Medina era difícil no quererle. Yo, cuando hablaba de él, me diréis por qué, le llamaba Medina. Siempre hay un motivo para las cosas, aunque a menudo no esté patente. Le llamaba Medina, primero, en evitación formal del forzado y por entonces inmotivado afrancesamiento que supondría por mi parte, utilizar su primer apellido dando al vocablo la forma de Caguizo. A poco que os fijéis, esta fórmula, derivada de mi incapacitación fonética para algunos sonidos fuertes, hubiera tenido además el indeseable efecto secundario de ensuciar fecal aunque involuntariamente el modo de designar a una persona muy querida cuya característica más atractiva era su limpieza espiritual y su esplendidez física, y yo en cosas así era muy mirado.
El segundo motivo es más de fondo: Hubiera podido llamarle Luis, sin más. Pero llamarle Luis no era justo ni prudente, porque luises había allí tantos que podría resultar un nombre común y Carrizo era un espécimen único. Y además, porque existía allí el código no escrito pero que funcionaba como ley, de la evitación de la invasión del espacio íntimo del otro, simbolizado a nivel superestructural por el nombre de pila. El nombre de pila era cosa de familia, no éramos familia, no teníamos derecho a familiaridades. Aquellas instituciones totales, que tenían por objeto ideal la despersonalización del individuo, prescribían tácitamente un cinturón de seguridad en torno a los elementos más personales de cada uno que nadie tenía derecho a penetrar.
Por eso me veía yo forzado a llamarle mi amigo Medina cuya profunda amistad he visto ayer reflejada en esta máxima del “Oráculo Manual y Arte de Prudencia”, de Baltasar Gracián, que Arturo Pérez Reverte transcribe en su ya citado artículo: “Sea el amigable trato escuela de erudición, y la conversación, enseñanza culta; un hacer de los amigos, maestros. Singular grandeza es servirse de sabios”. Como yo, como muchos de nosotros nos servimos de la erudición y la conversación de este amigo leonés trasterrado al Levante.
No escribe mucho Luis Carrizo Medina, esa es la verdad, no es que se prodigue demasiado, pero cuando lo hace en este blog y pasan los días sin que surjan a sus pies docenas de comentarios , a mí siempre me acaba recordando el síndrome Maradona.
Una vez me contaron que antes de comenzar las ruedas de prensa Maradona se acercaba a los periodistas, con el balón entre los pies. Jugueteando. Cuando estaba ya a cierta distancia, le pegaba un puntapié en dirección al grupo de informadores, como invitándoles a que uno de ellos se lo devolviera. Pero jamás se dio este caso. Nunca nadie del mundo de la prensa osó responder a aquella invitación provocación. ¿Quién se consideraría digno de rechutarle a Maradona una pelota que el propio Maradona acababa de lanzarle? Ante la sorpresa de todos, excepto del propio Maradona que sabía el porqué de su experimento, el balón rodaba por el césped, mientras los periodistas le contemplaban acercarse y seguía rodando después de sobrepasarlos, sin que ninguno se atreviera ni siquiera a hacer el gesto de detenerlo. El argentino sonreía ante un fenómeno que se repetía muchas veces y que quien me lo contó llamaba “el síndrome Maradona”. .
Este magnífico comentario “1975 - Última mirada al colegio (hasta siempre), tres años vividos y sentidos” a la foto de Gabriel Navarro es un texto tan bien tejido, con tantos hilos entrecruzados, con tantos matices y colores, con tanta longitud de trama, que embelesa al lector.
Pero está ocurriendo como casi siempre que escribe aquí este escritor amigo. En este momento sólo hay cuatro comentarios a sus pies. No se aglomerarán muchos más, aunque es posible que algún otro se sume en las próximas horas. No lo harán muchos, ya lo veréis. No lo solemos hacer. Yo confieso ser de los retraídos cuando escribe aquí Carrizo, de los afectados por el síndrome. La explicación es sencilla. Los suyos no suelen ser asuntos para tratar de soslayo. Su erudición, su amable trato, su conversación, su enseñanza culta, no son materia que se puedan despachar a la ligera. Lo leemos, lo disfrutamos, sí, pero dejamos la pelota rodar. Sin intentar detenerla y devolvérsela al campeón, juego en el que está la gracia y la razón de ser de la interactuación del blog.
Quería preguntar yo si el 1975 que Gabriel escribe en la foto fue el último año de vida del Colegio como tal antes de cerrarse o sólo fue, aunque no deja de tener importancia como para cada uno de nosotros, el final del periodo de tres años de la vida y sentimientos de Gabriel. Quería preguntarlo.
Cuando Luis Carrizo estaba estudiando en Salamanca y yo estaba ya trabajando en Santander manteoiamos una correspondencia epistolar con la que continuábamos la relación que habíamos creado en presencia. Las de Luis Carrizo eran unas cartas deliciosas. Recuerdo que uno de aquellos años me insistía en que fuera a verle un fin de semana, pero yo no acababa de encontrar el momento. Al fin le escribí anunciando mi visita: el sábado tal del mes de junio. Le escribí. ¿Habrá que explicar a los nuevos lectores que no había entonces teléfonos móviles que tanto facilitan ahora la comunicación, ni tan siquiera teléfonos de los otros a nuestra disposición? La carta de respuesta de Carrizo no se hizo esperar: “Ese fin de semana que dices es precisamente el que tengo para preparar los exámenes. No es lo mismo, Cícero, un fin de semana y un fin de curso”.
Acordándome de aquel fin de semana en el que se frustró mi visita a Salamanca, me pregunto si la foto que comenta aquí Luis era sobre la despedida de uno de tantos cursos, el adiós definitivo de uno de tantos alumnos, o es la despedida de las despedidas, el final de todo, el adiósmadredemivida para la eternidad, la nota final sostenida y con calderón de la canción que allí estuvimos interpretando y que aún resuena en nuestros oídos y en nuestros sentires.
Sácame de dudas.

Luis Carrizo -

Aprovechando que el Vinalopó pasa por Alicante --gracias Ramón, gracias Lalo, gracias tocayo Heredia por vuestros comentarios a mis anteriores divagaciones-- quería dedicarle unas líneas a libro El álbum de las fotos, que acabo de leer. Lo acabo de leer porque lo recogió mi hermana en La Virgen el día de la presentación,ya que a mi me resultó imposible acercarme a León en esa fecha, y como tampoco podré ir en este verano, contrariamente a mis planes, me lo he hecho enviar porque era ya demasiado esperar con las ganas que tenía de verlo y leerlo. Me extraña un poco que no haya habido más comentarios al respecto. Leí uno del pPedro muy elogioso, con el que estoy plenamente de acuerdo, y algunos otros que se pusieron a su rebufo, como dicen los moteros, pero yo quiero echar mi cuarto a espadas particular porque pienso que lo merece y muy mucho.
Quiero señalar, de entrada, que he leído los textos íntegros, he leído todos los pies de foto, todos los documentos que se aportan al final (algunos ayudándome de una lupa) y, por supuesto, me he detenido en todas las fotografías. Lalo hace una mención final a las características técnicas del libro en las que, además de aportar unos curiosos datos para los profanos, nos abre la puerta a la infinidad de cuestiones que se les plantearon a la hora de su confección y encaje. ¡Vaya trabajo! Vaya trabajo en cantidad y calidad. Mi enésima felicitación por ello.
Pero no es solo el trabajo, digamos técnico, que no es grano de anís como digo; es el aspecto artístico y la calidad de los escritos. De todos.
Nada más abrir el libro te encuentras con una fotografía --que también lo cierra-- que ha sido difuminada con muy acertada intención porque le da un aspecto un poco impreciso, como son siempre los recuerdos que se tratan de evocar. El lugar de la foto, los personajes de espalda, todo muy sugerente y apropiado para introducirte en el libro. Después te das de bruces con un poema de Santos Suárez que me ha en-can-ta-do (también el último que incluye en las últimas páginas). Su ritmo, su cadencia, su música me evoca el tono un poco elegíaco de algún poema muy significado de Gabriel y Galán. Felicidades, Santos. Te he abierto una carpeta en Mis documentos/Poesía selecta. A continuación, empiezan a desgranarse las colaboraciones: las minuciosas, las genéricas, las poéticas, las artísticas, las históricas y muy documentadas, las gozosas, las dolorosas... Todas me han parecido magníficas y han aportado una visión global y por lo tanto muy real. No quiero destacar nombres porque sería el cuento de nunca acabar. Pero sin desmerecer a nadie quiero significar las ponderadas y muy bien escritas reflexiones de Óscar Fernández, muy atinadas para el primer capítulo, después de la bonita introducción de Javier del Vigo.
Una última mención para Cicero (nadie se sentirá ofendido, porque Cicero juega en otra liga). Aparte de otras consideraciones,en las que no entro por no hacerlo más largo, el resumen que Isidro incluye acerca del Santuario, extracto de otras muchas de sus intervenciones acerca de este mismo tema, es una explicación sencillamente magistral del significado religioso y artístico de la Basílica. Si yo tuviese mando en plaza, imprimiría ese texto junto con las fotografías que lo ilustran y que el texto explica, a su vez, y lo vendería en el telonio a modo de guía para los visitantes que quieran "saber y saborear", parafraseando al propio Cicero. No se puede decir más ni mejor.
Por último, un detalle divertido que no quiero dejar de mencionar (aunque podría pasarme la mañana haciendo comentarios), en la página 359 aparece una definición del "film ideal" escrita in illo témpore por Pedro Sanjuán, que es tiernamente desternillante. No lo digo con ningún asomo de befa o cachondeo. Es muy divertida si la lees, no a la luz del Vaticano II (hermano Cicero)sino pensando en el cine actual.
Enhorabuena a los premiados.

Luis Heredia -

Pues yo lo había leído la noche del 18 porque sabía que ayer no iba a estar yo presente y pensé: ¡Qué manera tan acertada y deliciosa de conjugar el título de la foto con prosa¡

Ni Gabriel Navarro se hubiera imaginado hace 39 años que un "hasta siempre" dejó de ser un tópico ni que su fotografía iba a dar tanto y tan bueno que hablar y escribir.

Luis Carrizo, qué bien escribes, coño; Gabriel Navarro, qué fotos tan buenas y con tanto sentido tomas, o al menos tomabas.

Lalo, no tengo yate ni bicicleta; esta playa de por aquí abajo no me acaba de convencer y la montaña que tengo detrás de mi casa no se la saltan ni Alfayate o Arango con todo su grupo de expertos escaladores.

Hoy seguiré averiguando dónde puede estar el fallo del empalme del intensificador de luz; porque pastilla nueva hay y corriente y bombilla sin fundir también.

Qué tengáis un buen Domingo.



lalo -

Tan solo 194 asiduos visitaron ayer este blog, según se chiva el contador estadístico de Ademails que aparece ahí abajo, en el fondo de esta página.
Espero yo que en el día de ayer nadie estuviera ocupado en celebraciones lustrosas --no de lustre sino de lustro, que nada menos que ya van quince y tres años de propina-- y que por eso no le hubiera dado tiempo a alguien a pasarse por aquí.
Y lo digo porque será una lástima que el verano, con su playa, su montaña, su bici o su yate (¿alguno tiene yate?) aleje a los lectores del blog y de esa manera se pierdan esto que nos cuenta Luis Carrizo en su prosa deliciosa.
Un abrazo fuerte para todos a los que les queda tiempo para pasarse un rato por aquí, que ya ven como esa buena costumbre a veces recompensa para toda la jornada.
Salud

Ramón Pajares Box -

Luis: ¡Qué bien escribes! Te ha quedado redondo. Muchas gracias por el esfuerzo de hacerlo tan bien.