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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

CONFESÓ A TODO EL VATICANO

CONFESÓ A TODO EL VATICANO

Para retomar mi presencia en nuestro blog, ya os contaré lo que ha sido mi verano, hoy domingo rescato y comparto con vosotros el artículo sobre el Padre Jaime Rodríguez Lebrato publicado en las páginas centerales del Diario de León (Emilio Gancedo 16-8-2015).

 

Una contrariedad súbita y abrupta se dibujó en el rostro de aquella mujerina del Curueño nada más recibir la noticia. Traía un fraile capuchino a su hijo Jaime, alto, buen mozo, prometedor, interno en Armunia, y le comunicó la decisión de la orden de llevarlo a estudiar al colegio que tenían en El Pardo. «Y además verá a Franco», guiñó el religioso, esperando sones de felicidad y agradecimiento en la respuesta de la madre. Pero qué va.

«¿Con los capuchinos? No, no, que están todo el día descalzos y éste ya anduvo bastante tiempo con las alpargatas rotas detrás de las vacas. Que vaya con el padre Aniceto, que usa buenos zapatos».

Es la explicación de su cambio de vocación, de su paso definitivo a la familia de los dominicos, donde aquel padre Aniceto, de su mismo pueblo, había llegado a autoridad suprema, o sea, maestro general. Y el argumento lo desplegó también en mitad de un terriblemente serio tribunal, el que le examinaba en Roma para convertirse en confesor de Santa María la Mayor, sagrario vaticano. «Estaba formado por un cardenal, un obispo y cuatro teólogos romanos famosísimos, y nada más oír aquello, se echaron todos a reír a carcajadas».

Así es el padre Jaime. Detrás de la enjuta apariencia de erudito, de su larga y alba estampa –con el hábito puesto parece no rozar el suelo- hay mucha humanidad y dos ojillos que siempre relampaguean.

Había nacido en Pardesivil en 1932, familia de labradores modestos que encaraban la vida a base de cuatro vacas, trigo, patatas, centeno y garbanzos, y prados de trébol para el ganado. Seis hermanos fueron («llegó la hija y pararon»), y algunos anduvieron de criados por aquellos montes en difícil equilibrio con prestar atención en la escuela. Pero Jaime era aplicado y formal y por eso, cuando contaba los diez, se lo llevaron durante dos años al Auxilio Social de León, en Armunia, donde causó buen efecto. «El primer día nos preguntaron quién sabía ayudar en misa y de cien que éramos, sólo levanté la mano yo». Fue entonces cuando acudió a confesarse a los Capuchinos, allí valoraron sus muchas posibilidades y tomaron la decisión que luego ya se encargaría su madre de echar abajo.

El tránsito fue fácil porque había muchos dominicos naturales de Pardesivil y facilitaron trámites. Comenzó los estudios en Corias, el occidente asturiano, ese célebre monasterio donde hay tantas ventanas como días tiene el año, seis años, hábito y noviciado con Salamanca, un año; luego estudios de Filosofía en Caldas de Besaya, Santander, tres, ordenándose en 1956. Terminó su licenciatura en Teología en 1958 –—también tiene la de Periodismo— y a partir de entonces dio clases de gramática, geografía y varias materias más en el colegio de La Virgen del Camino, cuando aquello era una revolución de rapaces llegados de todo el Noroeste, crucial institución educativa, un microuniverso poblado por medio millar de escolares y residentes a la sombra del emblemático santuario leonés, hoy solitario de carreras y pizarras. De esa época data su sección semanal en Proa, Detrás de la noticia, escudriñe de la cotidianeidad con cristiano escalpelo. En Madrid dirigió el boletín informativo provincial y entre 1980 y 1992 coordinó en Roma aquellas Informaciones Dominicanas Internacionales que se traducían a seis lenguas. Fue primer corresponsal de la Cope en el Vaticano, escribió en L’Osservatore Romano y colaboró con Paloma Gómez Borrero en la retransmisión del Vía Crucis del Coliseo. Nombrado confesor de la basílica de Santa María la Mayor, cargo que ocupó durante siete años en exclusiva, su trabajo se triplicó con motivo del Año Santo 2000, cuando millones de personas desembocaron en la ciudad del Tíber. Sabe mucho de confesiones y asegura que al menos la mitad de las mismas no son tales, «sino necesidad de consulta, de pura comunicación». Eran cinco intensas horas diarias que le acabaron pasando no poca factura anímica. Atendió a obispos, cardenales y la más alta curia vaticana, cara a cara… «y cuántas lágrimas mojaron mis manos, caídas desde los ojos de quien sacaba a la luz un pecado, un pesar», recuerda. Ofició misas con Juan Pablo II en su capilla privada («sencillo, muy sencillo, siempre nos preguntaba, se interesaba por nuestra labor») y desde 2002 reside en La Virgen, donde escribe —es autor de once títulos religiosas—, ordena textos, descubre antiquísimas pastoradas y le falta tiempo de leer todos los libros que desea. Aunque quizá el más importante de todos sea ese humilde folleto, por él elaborado, con fotos en las que aparece al lado de Carol Wojtila, y que se llama ¡He tratado con un santo!

En Santa María la Mayor de Roma escuchó en confesión a cardenales y obispos, y «cuántas lágrimas suyas mojaron mis manos cuando me contaban los pecados». Es el Padre Lebrato, profesor y periodista dominico. Hasta ofició misas junto a Juan Pablo II

nacencia Pardesivil, 1932

Locutor, Retransmitió algunos Via Crucis papales junto a Paloma Gómez Borrero

Autor de once libros, entre ellos ‘No puedo ser ateo’

3 comentarios

emiliano luengo -

Pero los pecados de los imberbes de la paramera , si que lo eran ,amigo Isidro.

Isidro cicero -

Los pecados del Vaticano son, por naturaleza, inconfesables.

CARLOS TEJO -

Más que una reseña biográfica, lo del pJaime se parece más a una entrañable confesión.
Hola José Mari, te informo que fui fiel a la cita diaria y abría esta habitación esperando encontrarnos y al cabo de unos días me imaginé que andabas de jira cantarina. Enseguida me informó Julito, al que tropezaba todos los días por Ribadesella, que no había tal jira, entonces me dije que bien merecías un descanso después de tantos años, que algo de stress debe suponer el esfuerzo. Conocía la información del pJaime, creo que gracias a Andrés y la del compañero que nos dejó, Luis Carlos Rueda, creo recordar que fue Oloriz quién nos informó de la noticia y nos enviaba a la página que más arriba aparece.
Pienso que vamos dejando huella positiva y entrañable por donde pasamos porque por donde pasamos cuando niños nos dejó huella.
Me doy por integrado en este nuevo curso.
Un abrazo para todos.
Carlos