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¿ES ADECUADA LA INSTITUCIÓN ECLESIÁSTICA HOY?

¿ES ADECUADA LA INSTITUCIÓN ECLESIÁSTICA HOY?

Querido Josemary. Mi gran amigo y hermano de curso Fernando Serrano me invitó el pasado curso a dar una charla a los catequistas del arciprestazgo de Torrelavega. Lo que te mando es parte de lo que dije allí. Unos la rechazaron por herética y otros la ponderaron porque les daba un armazón nuevo para encajar sus críticas y sus rechazos a la institución eclesiástica. Entre los lectores del blog sucederá posiblemente lo mismo. El armazón sobre la institución es de Eladio Chávarri. La "facilitación" del mismo y la aplicación a la institución eclesiástica son pequeñas aportaciones mías. Por eso, las herejías que podáis encontrar apuntadlas al "debe" mío.  Un abrazo y perdón por interrumpir demasiadas veces tu merecido veraneo en la montaña de León. 

Baldo

 


 

 

 

 Eladio Chávarri

Baldomero López

 

     

    Una comunidad es la unión de personas diferentes. La unión y la diferencia son constitutivos necesarios para que exista comunidad. Pues bien, muchas comunidades están institucionalizadas; tal es el caso de la familia, la escuela, el mercado, los hospitales, el parlamento, las iglesias, los clubes, el ejército, las empresas, los partidos políticos, el Estado, etc.

 

1.    LAS INSTITUCIONES 

 

    Una institución es una comunidad ORGANIZADA para conseguir unos VALORES de calidad.

 

    Según esta definición, en todas las instituciones podemos distinguir dos constitutivos: la ESTRUCTURA que tienen y los VALORES a los que sirven. La estructura, a su vez, la forman dos componentes: la ORGANIZACIÓN según unos roles y las NORMAS o leyes que regulan esos roles. Veamos cada uno de estos dos constitutivos de toda institución: su estructura y sus valores.  Empezamos por la estructura.

 

1.1.    La estructura de una institución la constituyen la organización y las normas

 

1.1.1.    La ORGANIZACIÓN implica diferencia, coordinación y subordinación de funciones o de roles

 

    En nuestra iglesia católica, por ejemplo, existen las funciones de ser papa, cardenal, obispo, cura, fraile, monja, laico, y otras muchísimas más. En Sociología se utiliza el término “ROL” para designar cada una de las funciones que hay dentro de las instituciones: rol de Papa, rol de obispo, rol de laico, etc.

 

    Pues bien, entre las funciones o roles dentro de una institución hay diferencia, coordinación y subordinación. Si faltara alguna de estas características, no habría ORGANIZACIÓN y la institución no existiría. En efecto, necesariamente tienen que ser diferentes las funciones de ser madre e hijo, jefe y subordinado, médica y enfermera. Pero, a pesar de la diferencia, todos los roles o funciones han de estar coordinados. Y también subordinados, incluso en las instituciones más igualitarias. En la institución eclesiástica católica el centro de gravedad de los roles es el poder jerárquico articulado en torno a la autoridad del obispo de Roma.

 

1.1.2.    Las NORMAS marcan lo que debe hacer cada uno de los roles de la institución

 

    Un “ligue” pasajero no es una institución, porque, aunque haya diferencia de roles, la experiencia comunitaria que en él se vive funciona al azar o según el capricho e improvisación de sus miembros. El matrimonio, por el contrario, sí es una institución, pues, además de estar organizada en roles diferentes, existen unas normas que establecen cómo han de funcionar dichos los roles. Las normas pueden estar escritas o transmitirse por tradición, es decir, de boca en boca.

 

1.2.    Los valores de una institución 

 

1.2.1.    Lo más importante: las instituciones sirven para alcanzar o desarrollar VALORES DE CALIDAD; esto no sería posible sin ellas

 

    ¿Por qué someterse a la tortura de la organización, de la autoridad, de las normas y de la disciplina? Simplemente porque se desea alcanzar o desarrollar determinados valores. En efecto, no es posible acceder a un nivel de CALIDAD de los valores sin las instituciones. Por eso necesitamos iglesias para relacionarnos con Dios, lo mismo que necesitamos mercados para adquirir alimentos o utensilios, hospitales para recuperar la salud.

 

1.2.2.    ¿Por qué son necesarias? Las instituciones son las que nos evitan limitaciones, errores, esfuerzos y pérdida de tiempo en el acceso a los valores de calidad

 

    Veámoslo con el ejemplo del valor salud. Ciertamente la disfrutaron los hombres antes de que existieran las instituciones hospitalarias. Pero todos sabemos lo frágil que es la salud: un fuerte cambio de temperatura o de presión, el paso de los años, los virus y bacterias, las tensiones o depresiones la echan a pique. Sólo las instituciones sanitarias, que recogen el saber y el buen hacer de generaciones anteriores y los transmiten a las posteriores, pueden vencer esta fragilidad. Sin el respaldo de tales instituciones, sin la posibilidad de ser miembros de ellas, muchísima gente perdería la salud y moriría sin remedio antes de alcanzar la juventud.

 

2.    ¿QUÉ SUCEDE CUANDO EN UNA INSTITUCIÓN PREDOMINA LA ESTRUCTURA SOBRE LOS VALORES?

 

2.1.    Que las instituciones pierden su razón de ser 

 

    La estructura (organización y normas) no tiene razón de ser en sí misma, sino que es un medio para alcanzar unos determinados valores de calidad. La estructura de la familia, por ejemplo, está diseñada para cultivar el amor familiar; la de una comunidad parroquial, para cultivar valores religiosos. La organización y las normas (la estructura), por tanto, están al servicio de unos determinados valores, no al revés. Por eso, cuando la estructura se independiza de los valores, a los que debería servir, y se cultiva por sí misma, pierde su razón de ser.

 

    ¿Pasa algo de esto en la institución eclesial de la iglesia católica? Sin duda. Hay que considerar indecentes ciertos comportamientos eclesiales antiguos o medievales que contradicen los valores evangélicos. Pocos aceptan hoy como tolerable el desajuste que hay entre la práctica institucional de la Iglesia católica y los valores del mensaje de Jesús, cuyo testigo la institución eclesiástica pretende ser. Esa disfunción pone en cuestión los discursos de los dirigentes religiosos y los valores por ellos evocados, con lo que queda en  descrédito la autoridad institucional. La rígida disciplina que la jerarquía eclesiástica aplica a algunas situaciones parece estar lejos de la compasión evangélica, un valor importante de Reino de Dios.

 

2.2.    Cuando domina la estructura, la “conciencia del deber” se traduce en un minucioso seguimiento de la regla, y no en servicio a los valores de la institución 

 

    Un efecto –que apenas se subraya– es la transformación que sufre la “conciencia del deber”. Cuando predomina la estructura, el “deber” se hace consistir casi exclusivamente en un meticuloso cumplimiento de las normas, de los ritos. No se “obedece” (ob–audire = prestar atención al que está delante), ni se es fiel a los miembros de la comunidad ni a los valores por los que están unidos, sino sólo a las reglas, que, como sabemos, no son más que medios para alcanzar los valores. Hay muchos cristianos que cumplen meticulosamente el precepto dominical de asistir a misa; pero ahí termina toda su obligación: en el respeto a la norma. No se preocupan de si han alcanzado un mayor amor a los demás, que realmente es un valor y un fin clave de la celebración de la misa.

 

3.    LAS INSTITUCIONES ESTÁN INCULTURADAS 

 

    Aunque en principio cada institución tiene y sirve a sus propios valores, todas están fuertemente influidas, permeadas, teñidas, MODALIZADAS por los valores del núcleo valorativo de una cultura. De ahí que no es lo mismo desempeñar los roles de padre, gobernador, sacerdote, maestro o albañil en la antigua Roma que en nuestra sociedad de consumo. Cada cultura penetra con los valores de su núcleo en los demás valores, en las instituciones y en sus roles. En nuestra cultura –la sociedad de consumo– esos valores centrales y modalizadores de todos los demás son los económicos y los biopíquicos.

 

    Una gran crisis de las instituciones religiosas hoy no es sólo que no sirvan a los valores del Reino de Dios, sino que además han perdido toda su entidad porque han sido colonizadas por los valores económicos y biopsíquicos (en el momento que no son rentables o psíquicamente agradables, se abandonan). La gran decadencia de la experiencia religiosa cristiana  y de sus instituciones se debe a un nuevo núcleo modalizador de los valores, como se dijo en artículo anterior sobre el desmoronamiento de la práctica religiosa hoy.

 

4.    LAS INSTITUCIONES PADECEN UNA PERENNE TENSIÓN ENTRE RENOVARSE O NO CAMBIAR

 

4.1.     Todas las instituciones –no sólo las eclesiásticas– están en crisis. Deben estar en continua renovación, como deben estarlo los valores a los que sirven. La exigencia de transformación, de evolución y, tal vez, de revolución no es una desgracia, sino una gran ventaja.

 

    El ser humano está a medio hacer porque no ha alcanzado los valores en su plenitud. Desde cada peldaño que sube en su proceso de humanización se abren siempre nuevos horizontes y su “espíritu” le azuza a conquistarlos. Ese caminar evolutivo sin tregua ni descanso genera grandes tensiones, pues el ser humano no acepta fácilmente abandonar la segura humanidad conquistada para sustituirla por una nueva.

 

    Esas mismas tensiones entre permanecer como se está o renovarse afectan lógicamente a las instituciones. Éstas nacen en un momento de la historia para ayudar a conseguir un determinado grado en los valores. A medida que estos valores van alcanzando un mayor desarrollo, la estructura de las instituciones necesariamente tiene que cambiar para seguir siendo útil. La organización y las normas de los hospitales del siglo XIX ya no sirven para cultivar el valor de la salud que hoy hemos conquistado; tampoco los ayuntamientos, los Estados, las escuelas, los centros de diversión, las iglesias o las familias de esa época.

 

4.2.    La resistencia a renovarse en la institución eclesiástica

 

4.2.1.    El Papa y los obispos de nuestra Iglesia frecuentemente se convierten en guardianes de un tesoro pasado, a imagen del criado que enterró su talento para conservarlo intacto

 

    La voluntad, constantemente expresada por los jerarcas religiosos, de retomar lo dicho por los predecesores, como si la fuera una reedición de lo anterior, favorece más la fidelidad a un corpus de decisiones que la incitación a interpretar la Palabra en un contexto nuevo y a gobernar en función de éste. Se prefiere la gestión fría de un depósito que la incitación a creer de una nueva manera.

 

4.2.2.    Ante la fundamentación de una determinada norma de la institución eclesiástica, lo que hay que preguntarse no es su origen –en Jesús o en épocas posteriores a él–, sino en su utilidad actual para la vivencia y predicación del Reino de Dios.

 

Una decisión adquiere su verdad por su conveniencia pastoral actual, no por su mero acuerdo con principios intemporales del pasado. Las decisiones del pasado en el orden pastoral no tienen el carácter de una verdad eterna, por el simple hecho de que tal vez en otro tiempo se correspondiera con las necesidades religiosas y favoreciera el testimonio colectivo.

 

    Por ejemplo, la legislación inflexible sobre el matrimonio y la prohibición de comulgar a los divorciados que se han vueltos a casar, ¿está en consonancia hoy con el Reino de Dios? ¿Lo está la prohibición de acceso al sacerdocio a las mujeres? ¿Y la disciplina del celibato para los sacerdotes? Es muy endeble la argumentación de los últimos Papas para seguir manteniendo el statu quo: apelan a un mandato de Jesús o a una larguísima tradición que ellos no están autorizados para cambiar. No es cierto. Las instituciones eclesiásticas están al servicio de los valores del Reino de Dios, y los concilios pueden cambiar todo en la institución –y de hecho así lo han hecho– si así conviene a la vivencia del Reino de Dios hoy. La monarquía absoluta que ejerce el Papa y el enorme poder que tiene la curia romana ¿sirven a los valores del Reino de Dios? ¿Provienen de Jesús? Con toda seguridad, no. El matrimonio representa, según los jerarcas religiosos, una decisión divina, promulgada por Jesús en el nombre mismo de Dios (“Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”). La jerarquía eclesiástica aduce como justificación su impotencia para cambiar la disciplina: ésta expresa el imperativo que enunció el Señor, y este imperativo sólo puede ser venerado. Pero inmediatamente tenemos que preguntarnos: el texto ¿es original de Jesucristo o es una elaboración de las comunidades preevangélicas? Si lo elaboraron estas comunidades –como es lo más probable y probado, es porque adaptaron el espíritu del mensaje de Jesús –que seguramente no habló del tema– a las necesidades y situación de su comunidad. ¿Dónde está en el alto clero la pobreza que prescribió Jesús y que según ellos la Iglesia no tiene autoridad para dejar de cumplir? Un lujoso piso cardenalicio de 500 metros cuadrados ¿lo dispuso Jesús y nadie tiene autoridad para cambiar este mandato?

 

4.2.4.    La institución debe trabajar para favorecer la vitalidad cristiana del pueblo creyente y no para perpetuar su organización

 

    Si el clero desposee al pueblo de sus derechos eclesiales, si el sacerdote se sitúa frente al pueblo cristiano, y administra la institución eclesiástica no ya para el pueblo, sino para la institución, esta iglesia no tiene sentido. Las cuestiones del celibato sacerdotal, del acceso de las mujeres a la presidencia de la comunidad o de la comunión de los divorciados vueltos a casar, no deben plantearse ante todo a partir de la tradición ni a partir del silencio de Jesús, sino en función de las necesidades o las exigencias de la comunidad para vivir y predicar el Reino de Dios hoy, no hace dos mil años. El problema no es, pues, la fidelidad a una tradición, sino el tipo de Iglesia que se desea promover hoy al servicio del Reino de Dios, supremo valor de la institución eclesial.

 

5.    LAS INSTITUCIONES EN LA SOCIEDAD DE CONSUMO 

 

    La sociedad de consumo tiene como núcleo valorativo a los valores económicos y a los biopsíquicos.

 

5.1.    Hay que empezar alabando algo muy positivo de esta sociedad de consumo: las instituciones que sirven para desarrollar valores biopsíquicos y económicos contribuyen a una gran humanización 

 

    Los hospitales, los clubes deportivos, los centros de diversión, las empresas, los bancos, etc. y todas las instituciones que contribuyen al desarrollo de valores económicos y biopsíquicos están haciendo que el hombre de la sociedad evolucione a pasos agigantados en su proceso de humanización. Son muy humanizadores estos valores.

 

5.2.    Pero nuestras instituciones también deshumanizan, porque los valores económicos y biopsíquicos predominan y han deteriorado a los valores propios de las otras instituciones 

 

    En la sociedad de consumo sucede que los valores biopsíquicos y económicos han sustituido o transformado a los valores propios de todas las instituciones. ¿Cuántos médicos, profesores, sacerdotes, funcionarios, obreros, estudiantes actúan y se relacionan principalmente por el dinero o por los placeres biopsíquicos? ¿Habría en las instituciones sanitarias, iglesias, colegios y fábricas tanta experiencia comunitaria deteriorada si sus miembros estuvieran más atentos a cultivar los valores propios de cada una de dichas instituciones? Pero el dinero penetra en las entrañas mismas de todas las instituciones; y lo hace de forma imperceptible, sutil, suave y agradable. Ejemplos de ellos son el lucro en las instituciones docentes (sólo se enseña y se quiere aprender lo que da dinero); el lucro en las instituciones políticas (si los políticos no acierten a hacer que la economía sea boyante, se irán a la calle a la primera de cambio, aunque hayan hecho verdaderas maravillas en el campo de los valores cognitivos, éticos, estéticos, lúdicos, religiosos y sociopolíticos); el lucro en las instituciones de juego (el ludópata de hoy no está atrapado por la diversión que produce el juego, sino por la obsesiva aspiración a enriquecerse de forma rápida; el lucro en las instituciones deportivas.

 

6.    ¿QUÉ HACE Y QUÉ PODEMOS HACER LOS CRISTIANOS ANTE LO INADECUADO DE LAS INSTITUCIONES ECLESIÁSTICAS HOY?   

 

6.1.    Presionar para que los valores del Reino de Dios de hoy sean el objetivo fundamental de todas las instituciones eclesiásticas 

 

    Esto es lo primero y lo acertado: que las instituciones eclesiásticas dejen de ser las protagonistas y, mucho menos, que tenga un fin en sí mismas. Se pueden y se deben modificar si los valores del Reino de Dios hoy exigen otras organizaciones, otros roles y otras relaciones entre los roles.

 

6.2.    Luchar por un mundo en el que los valores ni sus apropiadas instituciones no se relacionen por modalización 

 

    Tanto los valores religiosos en el pasado, como los biopsíquicos y económicos en el presente, han practicado una modalización que ha erosionado sustancialmente a los demás ámbitos vitales y a sus valores y contravalores.   La modalización así resulta indeseable y empobrecedora para el ser humano. Las variedad de ámbitos vitales del ser humano exige que se los alimente a todos con sus específicos valores, no con modalizaciones de los mismos, que alteran su pureza. Para evitar la modalización, se podrían admitir entre los ocho ámbitos de vida –con sus respectivos valores y contravalores– otros tipos de relaciones, que impulsaran el desarrollo de la pureza de los valores propios de cada dimensión. Ello aseguraría una pluralidad mucho más adecuada de la vida del ser humano, donde estarían representadas todos los ámbitos de vida, sus específicos valores y contravalores y las instituciones apropiadas.

 

 


8 comentarios

Fernando Alonso -

Las sucesivas intervenciones de Baldo en la línea de hacer público el pensamiento de Eladio Chávarri han hecho que, a título personal, me pusiera en contacto con él para manifestarle mi agradecimiento por sus aportaciones a nuestro blog y sobre todo, por acercarnos como lazarillo indispensable al conocimiento del pensamiento de Eladio. Baldo me contesta con premura atendiendo mis solicitudes y me anima a hacer pública mi carta porque pueda ser un ejemplo a seguir para otros que como yo leemos asiduamente el blog, pero somos remisos a manifestar nuestras opiniones y nuestro asombro ante una obra como la de Chávarri. Siguiendo su consejo, hago pública esta carta a Baldo


Carta abierta a Baldo


"Hola Baldomero, en primer lugar saludos para ti y para tu mujer con el afecto que sabes que te tengo...
...Nuestro blog, insistente sin desánimo ni desaliento ha conseguido que por fin con tus intervenciones puntuales y oportunas no solo hayas hecho acto de presencia en él, sino que hayas movido algunos espíritus aletargados de la mano de nuestro Eladio Chávarri.
El año pasado en Valladolid tuve la gran suerte de que Daniel Orden me encargara hacer la entrega del recuerdo que sus antiguos alumnos le profesábamos, posteriormente le acompañé en el autobús camino del restaurante dónde comimos y allí me confesó que lo de la Lógica era agua pasada y que estaba en otra guerra, yo no tenía ni idea y en media hora me di cuenta de que lo que estaba oyendo no era normal (entendiendo por normal, lo común), se trataba de un pensamiento totalmente revolucionario con el hombre en el centro de su reflexión y con Jesús como modelo, o algo así. Tan solo un dominico como el P. Pedro, un "hereje" para algunos de la orden, me había hablado así alguna vez. Luego ya no puede hablar más con él y me quedé perplejo y asombrado, no tenía esperanza de volver a reencontrarme con él y por tanto, tampoco hice mayores esfuerzos por interesarme en una obra, que no conocía, no sabía de su existencia, ni de su solidez.
En Julio haces tu aparición con "El dominico ante las herejías". En Agosto presentas en el blog el resumen de un capitulo de Perfiles de nueva humanidad  sobre "La Autenticidad versus el imperio del fraude". Luego "la Práctica religiosa que se desmorona". En octubre, tu charla de Torrelavega, exposición lúcida especialmente en el apartado 4.2.4, criticado con razón por los inmovilistas, pero que pienso es la argumentación más poderosa si alguien quiere entender el problema en serio.
Por todo ello, y por tu invitación a conocerte y por tí  conocer a Chávarri, me atrevo a pedirte la adaptación de su pensamiento para los alumnos de filosofía en el Bachillerato, con tus modificaciones y enriquecimientos, supongo que muy didácticos, temario que impartiste y que habrás experimentado y  del que tus alumnos se habrán  beneficiado. Como anunciaba en el  blog, si no es mucho el atrevimiento y en la medida que a ti te parezca, me los dejas. Es una lástima que no pueda hacer uso de esos apuntes en el aula, sin embargo estoy seguro de que disfrutaré con su lectura. Un fuerte abrazo.
Fernando Alonso"

Baldo -

Mi primer sentimiento es de sincero agradecimiento a todos los que, escribáis o no en los post, os atrae y os sirve la teoría de Eladio Chávarri.

Deseo contestar brevemente a Miguel García.

1. Has detectado con precisión la mayor bomba teológica que hay en el escrito. No son muchos los teólogos católicos que suscribirían lo que en ella se dice: "ante la fundamentación de una determinada norma de la institución eclesiástica, lo que hay que preguntarse no es su origen –en Jesús o en épocas posteriores a él–, sino en su utilidad actual para la vivencia y predicación del Reino de Dios".

2. No creo que los protestantes hayan negado el valor de la tradición cristiana. Supongo que a lo que se oponían era a una interpretación "literalista" e inamovible de la tradición: lo que se dijo y tal como se dijo en su momento es lo válido para siempre.

3. NO hay absolutamente ningún valor o contravalor que no tenga detrás su propia tradición. En efecto, si el ser humano tiene la posibilidad de ir generándose a través del tiempo, es porque las pequeñas ventajas que van alcanzando los individuos no desaparecen cuando ellos mueren, sino que se conservan para la posteridad. Nuestro ser generado por tradición es, por tanto, un ser intrínsecamente temporal, no dado de una vez para siempre. Es en este contexto de formación del ser humano es donde hay que situar la reflexión sobre las tradiciones. Un grupo de tradiciones, por ejemplo, se desarrolla en torno a la vertiente o dimensión vital religiosa y a sus valores y contravalores. Ellas son las que hacen que nuestras experiencias religiosas queden a salvo de las contingencias propias de los individuos, con lo que nuestro ser se diferencia del modo ser de otros vivientes precisamente porque se genera en las tradiciones.

4. NO hay que olvidar que las tradiciones van siendo moldeadas, modificadas, "modalizadas" por las culturas por las que van pasando, por decirlo un poco burdamente. Y, además, suelen interpretarse desde los patrones de esas culturas: lo que vieron los medievales de la filosofía griega estaba muy "medievalizado". Lo que vemos hoy del pasado desde la sociedad de consumo, está muy "modalizado" por los valores económicos y biopsíqucos.

5. Para terminar, repito lo que digo en el artículo. La medicina actual es posible porque se fue construyendo con las aportaciones de las medicinas del antiguo Egipto, de Mesopotamia, de Grecia, de Roma, del Medievo, etc. Pero muchas de las terapias actuales distan casi infinitamente e incluso están en contra de las que se aplicaron en el pasado. Lo mismo sucede con las instituciones religiosas. Negar el acceso al sacerdocio a las mujeres, porque es una tradición –que, por cierto, no deriva del tiempo de Jesús, sino de las comunidades cristianas del tardo imperio romano–, es como recurrir a la medicina de los mayas para curar el cáncer. El respeto literal a la tradición no deja de ser una "traición" a la misma, aunque muchos obispos y clérigos sigan aferrados a esta línea.

Ramón Hernández Martín -

Al margen de lo que pueda opinar Baldo sobre la aparentemente bien fundada objeción de Miguel García sobre el apartado 4.2.2, cabría cuestionarse si también nosotros, en nuestro tiempo, formamos parte de una "tradición" que, como tal, no puede ser inmovilista por no serlo la vida misma. ¿Acaso no ha evolucionado nada la civilización desde los tiempos de Jesucristo y de los primeros siglos cristianos a nuestros días? Eladio concibe la vida con el pujante dinamismo que dimana de la pugna constante entre los valores y contravalores, es decir, de la pugna que nosotros mantenemos permanentemente para, depurando paulatinamente los valores de los contravalores que anidan en ellos, ir "pariendo" con dolor y tesón una forma de vida rica, siempre nueva y a ser posible mejor, hasta abocar, al final de los tiempos (cada uno al final del suyo), a una forma de vida que ignoramos por completo, pero sobre la que mantenemos una "esperanza radical", la esperanza cristiana. Eladio es muy irónico cuando se recrea en poner de relieve la osadía y el ingenio de tantos teólogos a la hora de describir las "postrimerías" (el cielo, el infierno, etc.) sin que les conste absolutamente nada sobre ellas y ni siquiera puedan imaginarlas. Nada sabemos de la "forma de vida" que Dios nos tiene preparada tras la muerte, aunque, eso sí, sabemos (esa es precisamente la magia y la fuerza de la esperanza cristiana) que sobrepasará todo entendimiento y que no podrá ser más que gozosa, y gozosa absolutamente para todos, añado yo con fundada osadía racional, pues de otro modo jamás encontraríamos razón alguna para justificar la existencia de ningún ser humano y menos de la de "potenciales" réprobos. Ahora bien, es un requerimiento racional incontrovertible que se justifique de alguna manera la existencia de todos y cada uno de los hombres. En alguna ocasión me he permitido incluso la chulería de decirle a algún autoproclamado ateo: "yo no necesito creer en la existencia de Dios porque tú existes" y, "mal que te pese, en algún momento, también tú serás santo". Oportuno pensamiento este para entender que el gran "día de todos los santos" no es el día uno de noviembre, sino el día dos, el de todos los difuntos, pues ese día celebramos a todos los que ya "están con Dios" (todos los difuntos sin excepción posible) y son santos precisamente por ello.
En resumen, le diría a Miguel García que, por muy comodones que seamos y por mucho que nos guste la holganza, también a nosotros nos toca seguir construyendo el cristianismo. Si esto es protestantismo, alabado sea el protestantismo.

Pedro López LLorente -

Baldo,he estado leyendo hoy por la tarde, el texto de Eladio Chávarri y lo que tu dices y me ha gustado mucho. También están bien los comentarios de Santos y de Ramón, y lo que dice el Pitu. Yo creo que tendríamos que empezar a comentar, una mayoría de gente, lo que se publica en el blog por Josemary. Haber si empezamos otra vez a hacerlo y nos empieza a gustar todo.

Miguel García -

Baldo. El apartado 4.2.2. es totalmente radical. De un plumazo has suprido el valor de la tradición y te has situado en la más pura órbita protestante. Espero que me lo aclares

Ramón Hernández Martín -

Alguna vez me he dejado caer por aquí hace tiempo, tras el homenaje a Pedro Rey en Vegaquemada en el que estuve, y la verdad es que no he seguido haciéndolo por entender que este no era prado donde yo, tan mayor y aislado, pudiera pacer.
Que el tema se refiera en esta ocasión a la obra básica de Eladio Chávarri, con quien he pasado bastantes horas de charla animada y sustanciosa en torno a un café (yo) y una tónica (él) en Valladolid durante dos o tres años, mientras mi hijo trabajaba allí, y que el "maestro torero" de esta plaza sea Baldo, entrañable amigo del alma con quien comparto mantel cada mes en la Casa del Dago (La Manjoya, de Oviedo) me anima a meter de nuevo mis dedos en esta tinta para dejar aquí mis huellas.
Diré simplemente que Eladio es todo un genio a mi parecer y que Baldo es un discípulo que, además de ser muy admirado por su maestro, tiene la virtud de hacer papilla escritos que, de por sí, exigen gran concentración debido a su densa y abigarrada estructura literaria y filosófica. Junto a Baldo he trabajado con ahínco "Perfiles de nueva humanidad" y más escritos de Eladio. Las horas pasadas con él mismo y las invertidas activamente en una lectura tan esclarecedora de la mente le permiten a uno balancearse plácidamente sobre tantísimas teorías que tratan de decirnos quién es el hombre y qué hace o debe hacer en este mundo, en caso, claro está, de que esté obligado a hacer algo. Cuesta adentrarse en Eladio, pero, de lograrlo, el premio es una panorámica maravillosa y valiente para darle a cada cosa "su valor" y engarzarla en una forma de vida equilibrada y serena que nos adentra en una "esperanza radical" que lo fía todo al maestro arquitecto de este mundo y a la obra maravillosa del redentor. Conmueve profundamente oír hablar a Eladio de Jesucristo como la clave para entender este mundo y, acoplándose a su vida, ir moldeando, aunque sin prisa alguna, una forma de vida nueva que nos haga gozar de "todos" los valores de la vida y nos arme de coraje para contrarrestar la acción perniciosa de sus correspondientes contravalores.
Las atinadas sugerencias y los incisivos interrogantes que se plantea Santos Suárez en el comentario anterior, tienen, creo yo, fácil esclarecimiento en Eladio: la jerarquía como valor es determinante para llevar a buen puerto el proyecto humano a condición de que no se extralimite en sus atribuciones de poder-servicio ni haga añorar la supuesta bonanza de una cooperativa "uniforme" (también la cooperativa es una institución jerarquizada). Por otro lado, la explotación de seres humanos en la extracción del "grafeno" es claramente un contravalor, pero no por ello el grafeno deja de ser un gran valor. En otras palabras, no debemos tirar el niño con el agua sucia de su baño.
En fin, ya está bien de daros la lata, cuando lo único que quería comunicar en mi comentario es que Eladio es todo un genio que hay que descubrir y asimilar para disfrutarlo a fondo y que Baldo es un altavoz que, además de hacernos oír su voz, nos la ofrece con música por lo ordenado y fácil que lo hace todo. Gracias, Eladio; gracias, Baldo. Os profeso a ambos un gran afecto y doy gracias al cielo por haberos cruzado en mi camino.

Santos Suárez Santamarta -

Gracias, amigo Baldo, por esta nueva entrega que nos has hecho de tus reflexiones sobre el tema y de las muy bien asimiladas lecciones de Eladio. Ir leyéndote es ir teniendo la impresión, y la satisfacción también, de quien cree ir encontrando el itinerario de la salida a un laberinto.
Al menos para mí, que nunca he tenido demasiadas ni muy activas las neuronas de la comprensión, me resulta envidiable la claridad, el orden y la concisión con que te expresas sin recurrir a lenguajes especializados. Ya veo que cumples con aquello de “la claridad es la cortesía del filósofo” y, quizá por eso, hasta me parece que entiendo algo de lo que dices/ decís Eladio y tú, o viceversa. Desde luego lo que sí puedo asegurarte es que mientras iba leyendo tu texto y viendo tu cuidada manera de poner títulos, ordenar párrafos y destacar palabras me parecía estar ante nuestro común y querido Chávarri, al que parece que estoy oyendo con su particular manera de vocalizar y enfatizar también expresiones y palabras, aparte de su preocupación permanente por no perder nunca el hilo conductor de su discurso como profesor de lógica que era y seguirá siendo.
Bueno, si te soy sincero (no sé si alguien puede verlo como negativo) también me evocas el catecismo de Astete (¿o era el de Ripalda?) cuyo contenido aprendimos y recitábamos de memoria antes de saber leer y en la mayoría de las veces sin ser conocedores de lo que recitábamos mecánicamente.
Aunque a veces pueda resultar innecesario porque parezca que se fragmente o pierda continuidad el discurso, creo que es un buen procedimiento didáctico el explicitar previamente la pregunta que va implícita en toda proposición que se expresa. Y eso también lo sabes hacer bien a mi modo de ver como los autores del -ya no tan conocido- catecismo. Quienes tenemos alguna experiencia en la enseñanza sabemos que la forma dialogada de exposición resulta más provechosa y eficaz para la comprensión y el aprendizaje que el monótono e insufrible “rollo” ininterrumpido del que todos nosotros tenemos experiencia. En esto Platón también nos tomó la delantera.
Querido Baldo, ya estaba divagando más de lo debido sin decirte lo que quizá más me interesase que supieras. Y es que estos planteamientos que Chávarri y tú hacéis sobre temas tan diversos, pero siempre abriendo vías de solución a los problemas desde esta teoría o concepción de los valores, me parece –al menos para mí- no sólo novedoso y muy interesante, sino revolucionario y también terapéutico en lo personal.
Sería largo -y muy difícil para mí- de explicar algo que apenas vislumbro pero esta manera de entender el hombre, la sociedad, las instituciones… nada tiene que ver con las ideas y la concepción antropológica sobre la que se ha venido construyendo y fundamentando la acción humana, tanto en el ámbito de lo personal, lo social, lo político, lo religioso…
Resumiendo, tal como yo entiendo el tema -aunque muy precipitadamente y de modo muy simplista- parece que el ser humano hubiera recorrido un camino equivocado desde el momento en el que se estableció la jerarquización en el grupo, o al menos cierto modo de organizarse. Siempre, o casi siempre, termina ocurriendo que el que accede a un determinado nivel de poder dentro de un “grupo” (sociedad, nación, iglesia, partido político, empresa, club…) tiene la tentación de mantenerse en él y fortalecer su posición no sólo para conservarlo sino para aumentarlo. Fuera de los organigramas de poder de las instituciones “hace frío” y entre ser servido o servir hay notabilísimas diferencias. A no ser que se tenga la profunda convicción y probada fortaleza para practicar lo de “quien de vosotros quiera ser más grande sea vuestro servidor”. Pero no parece que esta máxima evangélica haya tenido mucho éxito ni siquiera en las propias instituciones religiosas. ¿A qué obedecen, si no, los anatemas, el voto de obediencia, los preceptos formales… y las prácticas de castigo contra los herejes, heterodoxos o díscolos?.
Nada digamos de lo que ocurre en otras instituciones: ¡cuánto “juego sucio” -entre naciones- por aumentar su bienestar y hegemonía a costa de la miseria de otras…!, ¡cuánta corrupción de diverso tipo y malas artes -entre partidos políticos- por hacerse con mayor clientela y consiguiente mayor poder…! , o ¡cuánto “navajeo” -dentro de un mismo partido- por temor a perder privilegios y “no salir en la foto” …¡
Parece que la estructura jerarquizada de una institución es necesaria y tiene evidentes ventajas para la consecución objetivos de mejora de algunos valores dentro del grupo, pero al mismo tiempo no sé si esto se puede lograr sin que simultáneamente se produzca la negación de estos mismos valores u otros igualmente necesarios en los miembros del grupo vecino. ¡Qué maravillosamente se puede llegar a la mejora de la salud en nuestros modernos hospitales utilizando sofisticados medios técnicos gracias a las aplicaciones del grafeno, para cuya obtención, según leí en alguna ocasión, hay una enorme masa de hombres en situación de verdadera y repugnante esclavitud…! Y como esto otros cien mil ejemplos.
Iluso de mí, me parece ver que en toda jerarquía se aloja el gusano de su propia destrucción. En mi ignorancia e ingenuidad me planteo si no cabría la posible fórmula de acabar con la estructuración jerarquizada de los grupos humanos y poder llegar a una suerte de colaboración cooperativa donde nadie tuviese que estar sujeto a la voluntad, los intereses o los caprichos de los que detentan algún tipo de poder.
Baldo, Chávarri y cuantos tenéis sabiduría y lucidez ¡Sacadnos de ésta!

JOSÉ MANUEL GARCÍA VALDÉS -

Las instituciones protegen a los instituidos pero al mismo tiempo los envuelve y constriñe, porque ellas tiendrn a cerrarse sobre sí mismas como mecanismo de defensa contra otras y contra los díscolos. La Iglesia nos da, a lo largo de su historia, muchos ejemplos de cerrazón y sinrazón y, me temo, que sigue.
Baldo, con tus criticas implícitas y explícitas es fácil que te ganes algún coscorrón y alguien te diga que te arrepientas de tus pecados.