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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

LA CALEFACCIÓN Y CORIAS.

LA CALEFACCIÓN Y CORIAS.

¡Que ni pintado para estos días de calor!. Jesus M.F. Malvárez, un abrazo compañero, nos abre su interior  y diserta sobre sus recuerdos de la calefacción del colegio de la Virgen del Camino, "aquellos tubos adornados de aletas", dice, mientras tiene tiempo para intentar colocar adecuadamente su prótesis de cadera tras esa tonta caída, seguro que anterior a enterarse de la existencia de este Blog. Te deseamos una pronta recuperación, amigo.


 

 

 

 

 

Buenos días señor furriel.

¿Qué tal de vacaciones?

Yo, aunque no estoy prejubilado, ya que soy funcionario en activo, y nosotros no tenemos de eso, llevo una temporada como si lo estuviera, porque el día dos de agosto de 2008 tropecé con el bordillo de una hacer, caí, y luxé la prótesis que llevo en la cadera izquierda,  desistiendo los traumatólogos de operarme, por lo que llevo de baja desde entonces.

Próxima revisión el día 21 de este mes, en la que no se si me darán el alta (no me parece que esté en condiciones), seguiré de baja, o me propondrán para invalidez.

Por ello, al menos de momento, dispongo de tiempo para revisar el blog (habréis notado el aumento de entradas).

Repasando las diversas entradas (o portillos según Javier del Vigo) del blog, observo que muchos recordáis aquellos tubos adornados de aletas que hacían de radiadores en las aulas, estudios y camarillas, y los recordáis, sobre todo, por su ineficacia.

Yo no los recuerdo de ese modo.

En el curso 61-62, único que permanecí en el colegio, padecí sabañones al igual que otros muchos de vosotros, y como vosotros los recuerdo.

No es que el mal de unos tenga que consolar a otros, pero cuando al curso siguiente comencé en el instituto de Corias, pensé con añoranza en muchas ocasiones en la camarilla con calefacción de que disponía en La Virgen, en los salones de estudio, en las aulas, en la recreación no habia…

Algunos de vosotros conocéis Corias.

El Monasterio, paredes de piedra de más de un metro de grosor, está encajonado entre el monte que le da respaldo por el sur y el río que discurre por su zona norte, separándole de él solamente una estrecha carretera.

La niebla sale del río y la humedad se acumula en la tierra y rezuma por la pizarra del monte

En invierno, los días sin nubes, el sol empieza a dar en el patio de juegos sobre las doce del mediodía, para dejar de dar en él antes de las cinco de la tarde.

En Corias (Vicente Tascón no me dejará mentir) los dormitorios (corridos) eran, sencillamente un claustro, con camas (cuyo cabecero se aproximaba a la pared) separadas unas de otras por una mesilla de noche que marcaba el pasillo del que disponías como espacio vital.

A los pies de la cama, el pasillo por el que al despertar tenías que correr para poder llegar a los lavabos de los primeros, para que te diera tiempo después a vestirte y hacer la cama antes  de bajar al estudio.

Frente a las camas, las ventanas de madera, ajustaban al marco relativamente bien, algunas de ellas tenían los cristales rajados dejando pasar el frío por los intersticios.

A la ocho de la mañana, la misa, en la iglesia del monasterio.

La iglesia, alta, amplia, con unos retablos dorados hermosos (en ellos se narra la historia de la fundación del monasterio por el conde Piniolo y su esposa Aldonza) y un coro impresionante con un órgano en cada lateral.

Conserva la iglesia, además de imágenes dominicanas otras anteriores, de la Órden Benedictina, fundadora del cenobio.

La iglesia, como os digo es hermosa, pero fría, muy fría.

El refectorio, amplio, con mesas a lo largo, que se ocupa  después de la misa el tiempo justo para desayunar antes de subir a clases,  también es frío.

Las clases ya están algo caldeadas (calefacción humana), por los tres cuartos de hora de estudio antes de la misa (aquí no hay salas de estudio, los estudios son las propias clases).

 Sobre las once de la mañana el recreo. Prohibido quedarse por los claustros. Todo el mundo al patio a no ser que llueva.

En el centro del patio, una rosa de los vientos confeccionada con una cruz dominicana.

Alguien tuvo la ocurrencia de echar un caldero de agua sobre ella a las nueve de la mañana para hacer una pista de patinaje. La pista duró hasta la primavera.

Vuelta a las clases (que aún guardan algo de calor humano) hasta la una y media, hora en que se baja al refectorio.

El refectorio está frío, hace ya demasiado tiempo que estuvimos en él los cerca de quinientos alumnos, y ha perdido el resto de calor que pudiera quedar de los quince minutos, como máximo que pudimos estar en él durante el desayuno. Cuando volvamos a entrar en él para cenar, volverá a estar frío.

De tres a cinco clase nuevamente y a las cinco merienda: trozo de pan y dos onzas de chocolate o trozo de pan y quesito, o troza de pan y naranja… según el día. En la merienda tampoco se puede estar por los claustros.

De  seis a siete estudio.

Después rosario (la iglesia sigue estando fría), recreo y cena.

A las diez, en cama estés, mejor antes que después.

El dormitorio, que solo se pisó en todo el día para cambiarse de ropa para la clase de gimnasia (los que la tuvieran) está frío.

En el dormitorio lectura por los altavoces de algún libro (recuerdo “Embajador en el infierno” o “Sexta galería” de Martín Vigil, entre otros) y una vez apagadas las luces, un poco de música suave y en muchas ocasiones tiempo para pensar en unos tubos con aletas que había en una camarilla que estaba en un colegio mucho, pero que mucho más cómodo.

No os digo que no podáis quejaros de aquella calefacción de La Virgen, pero… Algunos se quejan de vicio. (Ojo, no digo de novicio)

Jesús

11 comentarios

lalo -

Iturriaga, amplío tu documentada crónica.
Efectivamente. La temperatura mínima de toda España se recogía muchos días de aquellos largos inviernos en León. Y León la iba a buscar al observatorio de La Virgen del Camino.

Y he de descubriré otra cosa al hilo de tu comentario.
El agua caliente que salía por las duchas los miércoles y los sábados (he de decir que no me acuerdo de los primeros, pero sí de los segundos) se acababa muy pronto, sin duda ante la voracidad y, sobre todo, el número de los apostólicos que la reclamaban al mismo tiempo.
Un buen año, a mí me tocó limpiar las duchas cuando los compañeros ya se habían ido. Como recordarás (recordaréis), había encargos que daban privilegios y otros que suponían una carga.
El de limpiar las duchas los sábados era una carga que conllevaba el privilegio de que, por alguna razón que se me escapa y que tal vez recuerde el Ministro
¡el agua caliente volvía muy poco tiempo después de que ya no hubiera nadie duchándose!
con lo cual la limpieza la hacía yo disfrutando de agua calentita con la inestimable ayuda de una manga de plástico que llegaba de un lado a otro del recinto. Supongo que el ingente y simultáneo requerimiento de agua en toda la instalación colegial agotaba el sistema que la calentaba.
Pero debía seguir activo, para disfrute solitario y semanal de quien esto suscribe.
He de confesar ahora, con mi conciencia bastante cargada por ello, que en aquellos días fui incapaz de comunicarle a ningún compañero tan grato descubrimiento. No obstante, por si te sirve de consuelo, creo que en aquellos días yo estaba en quinto y tú ya no estabas en el colegio.

Así que lo que dije unas líneas arriba: por unos meses pude disfrutar de un solitario placer del que, por si fuera poco, no era necesario confesarse.

Salud
Lalo

Tino Murias -

Juan A.Iturriaga, lo has clavado! vaya memoria que tienes! Eso es lo que se llama memoria histórica, una memoria histórica detallada.Yo tambien lo recuerdo de forma parecida.Sin acritú

Juan A. Iturriaga -

La discusión sobre la calefacción, los asturianos, la tenéis perdida.

Al toque de diana, los grajos no tenían ninguna intención de volar. El aislamiento del colegio era una aspiración para el siglo XXI.

El oír que teníamos habitaciones individuales con calefacción, es encantador.

En mi alcoba, la calefacción, parece ser que funcionaba cuando yo no estaba. Es decir, por el día. Cuando, llegaba por la noche, el frío conseguía que me acostara muchísimas veces sin desvestir. Una vez dentro, a medida que el calor humano conseguía crear un microclima aceptable, con cuidado me iba quitando la ropa. Tenía que ser en un tiempo relativamente corto, ya que había frailes que tenían la costumbre de mirar por encima de la puerta, o entrar directamente a consolarte, y no podían encontrarte sin el avío ad hoc para el descanso.

Por la mañana el problema era el inverso, aunque se solucionaba con un toque de diana floreada a base de las Cuatro Estaciones de Vivaldi que acompañaba a una voz que decía:
“Muchachos, hace un tiempo magnífico, no obstante, abrigaros un poco el pecho.”


En ese momento, se habrían con estrépito las puertas de las camarillas y había que salir zumbando con lo que llamábamos “camiseta de verano” a dar la vuelta a la finca. Los últimos, o los que no corrían lo suficiente, que solía coincidir con el colectivo de los más pequeños, se encontraban a un predicador que recordaba la importancia de la diligencia en esos momentos, ya que se evitaba caer en las tentaciones matutinas, el cuerpo se activaba para el trabajo del día, se evitaban los catarros y era la forma correcta para hacerse un hombre. Acompañaba sus argumentos con una especie de verga de goma y color caramelo oscuro, que blandía con gran habilidad y eficacia.
Después de los ejercicios gimnásticos que ahuyentaban la vagancia y los malos pensamientos, nos preparábamos para ir a la primera misa en la capilla, perfectamente aseados y limpios, ya que contábamos con unos fenomenales grifos de agua, helada y purísima, capaz de aplacar las inflamaciones más pertinaces.

Se decía, que los miércoles había agua caliente en las duchas durante media hora cuando volvíamos de Quintana. Es lo que decían los primeros que llegaban a la vuelta. Creo recordar que alguna vez que me quedé sin ir al paseo, yo también disfruté del agua caliente. Pero estoy que seguro que me confesé por aquella concupiscencia. Posiblemente también tuve que confesarme “de haberme confesado” en aquellas circunstancias, pero eso es desviarme de la cuestión.

“El parte” de las dos y media decía: Máxima de 25 grados en Écija y mínima de 5 bajo cero en León. No en la plaza de La Pícara Justina, sino en el observatorio meteorológico de la Virgen de Camino. Donde yo se me.

Federico Vara -

"Los Cuatrocientos golpes."
Sí, sí, ya sé que la película de marras la fabricó el frances el año 1959.Pero yo, los golpes, los empecé antes.Veamos.
La patria de los hombres es su infancia, dijo alguién importante.Los mayores se vuelven niños o todos llevamos el niño que fuimos dentro. Apuntó no sé donde un psicólogo entendido.Esto hace que unos leamos el blog, otros escriben y otros observan, de lejos, el lento caminar de las experiencias comunes, que unen, como hijos de la misma patria .
__"Golpe 1º":Mañana cogemos el autobús, que te llevará al colegio,me habló mi padre una calurosa mañana de finales de agosto.No era sorpresa.Hacía días ,mi madre había marcado el 222 en mi ropa y llenado una maleta, que oportunamente había dejado el tío dominico.Por la tarde me despido de vecinos, abuelos y tíos, algunos primos comparten una merienda despedida. En esto, que se terminó el refresco y rápido, sin decir nada a nadie, me voy a la fábrica de gaseosas de mi primo Nicolás distante uno doscientos metros. (Ya te pagaré, ya te pagarè )LLevo tres botellas en cada mano, no voy a quedar como un tacaño en mi despedida pensaba,...casi, casi como el cuento de la lechera.... y ¡Zas! caí rodando por un camino que sacó sus piedras.Se rompieron tres botellas y mi mano sufrío la primera herida de esta guerra particular.Susto en casa..médico de urgencia, puntadas por aquí, puntos por alla, remendado quedé.Mi padre diciendo entre dientes: "Mañana de todas formas tomas el coche de hora para el colegio" Me acompañó hasta Oviedo, subíó mi maleta al autobús..y ¡adios!..Así empezó mi vida de Apostólico Mutilado bajo los cariñosos cuidados de Fray Francisco y la mirada bonachona del P.Pedro-subdirector- en un tranquilo pueblo llamado Corias, pero que lejos de mi tierra zamorana.Faltan 399 golpes....seamos felices.

Benito Pérez Villalba -

Argueso: has estado unos días muy calladito, tan mal te sentó el viaje en Rayaner? O quedaste muy cansado arreglando el huerto para cuando te visite el "Pitu" poder invitarlo a unas chuletas verdes? Resulta que ahora te metes con el SOL de mi pueblo no lo disfrutaste bastante el tiempo que estuviste en Las Caldas, pues aquí hace bueno y malo como en todas partes. Hoy por ejemplo lo disfrutamos a ratos ya que hay unas nubes un poco raras que lo tapan de vez en cuando espero que no nos caiga la tormenta ya que estamos empezando las fiestas de S. Juan y hoy toca folklore al aire libre. Un saludo desde Los Corrales y con "SOL" Benito

Antonio Argüeso -

La hierba, la segué hace unos días y los coles están bien sallados y hasta escardados (a ver si el pseudo intelectual sabe lo que esto significa –para la espalda sobre todo–). Jesús, y quien esto leyera, no os dejéis embaucar por sirenas con zapatos. La vida sigue igual y mientras unos vivieron/viven del cuentu otros no conseguimos suprimir los callos. Una sola verdad dijo el Pitu, lo mejor se coció con la hornada del 59 y quien diga lo contrario, pues que lo diga, que tampoco pasa nada.

Bueno y por lo que decís, Corias como Las Caldas y algo mejor que Los Corrales do el sol aparece cuando se equivoca (Benito, con la autopistaza que os han hecho, uno ni se entera que por allí pasa).

De Felipe Lanz tengo también agradables recuerdos. Incluso una vez que me echó una bronca, tremenda porque, estando en la ducha (él), tras embadurnarse de jabón se quedó sin agua y tuvo que emplear la exigua toalla para desenjabonar aquel cuerpazo. Creía que la habíamos cortado sin avisar, pero no, era que el motor se había averiado (algo que pasaba con frecuencia ¿lo recordáis?). Pero la bronca fue homérica, vamos.

Y hablando del agua ¿alguien recuerda aquella máquina, extraterrestre para nosotros, que estuvo horadando durante meses para llegar a aguas freáticas? Yo pasé varias horas ayudando (tampoco te vi arrimar el hombro aquí, Pitu, tampoco); recuerdo que el propietario nos decía que la había importado de EE UU, que en aquél país una máquina como esa era una nimiedad. Hasta creo recordar que facturaba 1.500 pesetas por día de trabajo.

Y hablando de dinero: a ver si cuento una historia del P. Pedro y del P. Uría sobre el precio de la pintura (del minio para ser precisos) del alero que iba, frente a los comedores, hacia la Iglesia (por allí pasábamos antes de que hicieran el túnel). ¿Alguien lo recuerda? ¿Alguien tiene alguna foto? Voy a ver si en los archivos del Furriel aparece una.

JOSE MANUEL GARCÍA VALDES -

Jesús,aunque soy de Lena conozco Corias y sé como se las gasta allí el tiempo; aquel río y aquel valle hacen que uno acabe el invierno curado como los chorizos.
Una precisión: los del 60 son una buena "forná" pero les falta un cuartillo para ser como los del 59, pero esto ya lo habíamos dejado claro tiempo ha; de esta promoción el más tontu "fai aviones" y otros emigran pa Bruselas, Madrid, Valladolid o ...
Un abrazo

Jesús M F Malvárez -

Buenos días señores Argüeso y García Valdés.
Deduzco que sois de los años 60-66 ambos.
Argüeso me pregunta el motivo de mi expatriación. En alguna otra intervención en el blog cuento que a final del curso 61-62, al llegar a casa mi padre me indicó que le había dicho el director de la escuela menor que era mejor que no regresara.
En aquel momento pensé que si cursaba bachiller con los dominicos en otro sitio, quizá al terminarlo me dejaran reingresar para incorporarme al noviciado. Por ello me matriculé en Corias.
El tiempo hizo que después la vida me dirigiera por otros caminos.
En cuanto al frio, estoy de acuerdo que León es muy frio, pero Cangas del Narcea es poco menos frio, pero mucho más húmedo, y la humedad cala el frio, por mucha ropa que te pongas.
Saludos cordiales.
Jesús

JOSE MANUEL GARCÍA VALDES -

Argüeso, vaya bien que te vienen las berzas del LLano; pasaste de no recordar la 1ª declinación a recordar de forma tan pormenorizada las anécdotas de nuestro amigo y bien recordado P. Lanz, ¡Qué buen gente era!De eso que cuentas no recuerdo nada, lo mío era la Lengua y la Literatura, lo tuyo, las anécdotas, es decir, unos se quedaban con la esencia y otros, con los accidentes. Unos andaban por el tronco y otros por la rama; unos sacabamos sobresaliente el Literatura y otros se concomían de envidia.Unos son de Casorvida y otros de un tal Llano de un Arroyo. La vida es así de dura y variada.
Recurdo la calefacción, no por cómo era, sino por lo poco que calentaba. Me llama la atención que tengáis esa memoria tan exuberante, había oído que eso ocurría con la vejez pero quizás no sea cierto.
Antonio, sabes que viene la época de segar la hierba, no te hagas el roncha, no lo dejes para tu hermana.
Un abrazo

Antonio Argüeso -

Olvidé preguntarte, Jesús, el motivo por el que te expatriaron (¿o te expatriaste?) a Corias.

En la época que cubre este blog, en la que la verdad sea dicha, ocurrían pocas cosas, la historia que el ínclito e inenarrable Felipe Lanz nos contó una vez sobre ese pueblo quedó grabada casi a sangre y fuego en mi memoria. En dos palabras: un indiano apellidado Coria escribe una carta a Corias para conseguir información sobre su patronímico y, si fuera posible, ancestros. El alcalde transmite tal misiva al convento y en el convento, digo yo que no sabiendo muy bien a qué se refería con eso de patronímico y ancestros, piensan que lo mejor sería que alguien experto en abencerrajes respondiera, por lo que se la reenvían al Padre Felipe Lanz. Cuidado, por si algún jovenzuelo leyera esto, en esa época no hay Internet y el tren que nos llevaba a Isidro, a Javivi y a otros ilustres personajes al internado ocupaba prácticamente el día para recorrer los escasamente 200 km, con largas paradas en Mataporquera Cervera y Cisterna, para que se enfriasen las máquinas (y de paso pudiésemos los viajeros beber algo de agua, que otra cosa no había).

Pues bien, el P. Lanz, según nos contaba con impetuoso ánimo, se preocupó del caso y respondió a tal indiano diciéndole que se había equivocado de lugar ya que él se llamaba Coria (y no Corias) y Coria era un pueblo extremeño, de donde salieron valientes descubridores que tanta gloria habían dado al imperio. Le aconsejaba, pues, que enviara la misiva a tal lugar.

¿Qué por qué recuerdo esta anécdota? Supongo que por lo dicho, porque ocurrían tan pocas cosas que una lejana carta que airoso nos mostraba en clase, (le estoy viendo, con sus patillas afeitadas, su capa envolviéndole de especial forma, su mirada distante, superior, propia de un prócer de la patria, su indefinible risilla) abría portillos a la imaginación desbordante de nuestros 13 ó 14 años.

Antonio Argüeso -

Jesús, tu entrañable relato me ha traído a la memoria los terribles sabañones y las calefacciones. Porque a pesar de ser afortunados como, no sé si bien, dices. El frío de León se las traía y ni con los tubos con aletas nos calentábamos. Por ello el Padre Pedro, preocupado por el rigor de aquellos inviernos, tuvo la idea de aserrar gruesos tubos de uralita (y por ende, repletos de amianto, pero eso cuando aquello no era inquietante), ponerles por dentro resistencias a barullo y un potente ventilador en su extremidad. De esta forma creó unas calefacciones (por llamarlo de alguna forma) para calentar las capillas de las escuelas mayor y menor y que había que tratar con mucho cuidado, por múltiples razones.

Estaban poco aisladas y sobre todo, había que poner en marcha el ventilador (y el aire que sacaba en ese momento congelaba el resuello de quien pillara por delante) y a continuación conectar las resistencias. Dada la precariedad de los tiempos había que maniobrarlo manualmente y si lo hacíamos al revés, las resistencias se quemaban. Creo recordar que dieron un resultado satisfactorio y que el aire que salía algo nos aliviaba.