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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

¿VOCACIONES EXTINGUIDAS?

¿VOCACIONES EXTINGUIDAS?

14 comentarios

Antonio Argueso Gonzalez -

No sé por qué al querer entrar en este portillo me he acordado de cuando mi padre, hombre nunca salido del pueblo, iba a ver la autoridad, de entonces. Se domingueaba, con lo que su aspecto era mucho menos digno que con la vestimenta de laboreo, cogía una boina nueva que, en el momento de llamar a la puerta de la autoridad, de entonces, llevaba entre las manos y de sus más de dos metros de altura salía un leve, tímido, tembloroso ¿se puede?.

Eso mismo digo tras leeros a todos: ¿se puede? Porque nada de o arriba escrito no tiene pérdida ni en el fondo ni en la forma. ¿Dónde habéis estudiado? Conmigo, a lo escrito me remito, creo que no. A ver si os prodigáis, y sin mirar a nadie sobre todo algunos, más.

Pero una crítica;  quand-même !. Baldo eso de "vinum laetificat cor hominis et ..... mulieris” ¿es por lo del lenguaje inclusivo?, pregunto.

Isidro Cicero -

Dios mío Cirauqui. Burlada daba para tanto?

Francisco Javier Cirauqui -

Bueno, Isidro, está claro, que si están en la foto aún no se habían extinguido ni estaban extintas las vocaciones, Respecto a la religiosidad a flor de piel, según de que fecha sea la foto, está claro que es lo que había en aquella época. En mi pueblo, en vacaciones, nos juntábamos seminaristas y apostólicos de todo color y sabor, dominicos, jesuitas, capuchinos, agustinos recoletos, paules, carmelitas, padres blancos, reparadores, franciscanos, agustinos recoletos, etc.etc. que en este momento ya están extinguidos y la religiosidad a flor de piel se ha diluido.
He leído con gran satisfacción todo los comentarios que habéis escrito y ninguno tiene desperdicio.
Respecto a la palabra corista he de decir que a mi me sonaba a otra cosa, a las coristas de las revistas, de las que oía hablar en el pueblo, sobre todo cuando llegaba a Pamplona, en Sanfermines, el teatro de Manolita Chen. Así que cuando mi hermano el fraile, decía que era corista, me sonaba fatal, no comprendía que había coristas celestiales y coristas mundanales.
A lo sumo me recordaban a la música de Ofenbach o a los coros y danzas de la sección femenina.

Luis Carrizo -

Tienes mucha razón, Cicero, en lo que apuntas del fotógrafo César Andrés Delgado. Y muy ingenioso y muy bien traído a colación el título que le has puesto a tu entrada. Yo he mirado un poco en Google a raíz de estos muy ilustrados dimes y diretes que venimos manteniendo a costa de los coristas y sus vocaciones, y he descubierto una biografía y una fotografías espléndidas tras ese nombre, ignorado hasta ahora por mí.
Un día de estos habrá que promover "cerca" de quien convenga que te den la medalla (esta también de oro, pero con colgaeru) de hijo adoptivo de León.

Luis Carrizo -

Tras leer tu nada largo ni plúmbeo comentario, querido Baldo, me he quedado completamente “pneumaticós”, vamos, como si me hubiera dado un aire. A pesar de que sé de tus sabidurías, me han sorprendido una vez más lo fundamentado de tus observaciones, la facilidad con que vas hilando tus razonamientos y sobre todo esa ironía en que vas envolviéndolo todo, que a mí me, particularmente, me encanta. Tus escritos demuestran que eres una de las pocas personas que se tomaron a pecho aquello de “el que quiera saber que vaya a estudiar a Salamanca”. Aunque ahora reniegues (eso sí, razonándolo) de algunas de las doctrinas que se dictaban allí. Tienes que perdonarle a Cicero que te pregunte “si te sabes todo el Mateo”, cuando en realidad te conoces al dedillo no solo “el Mateo”, sino los cuatro evangelios canónicos, todos los apócrifos y hasta los heréticos que te leíste en Wittenberg, que lo sé yo.
He disfrutado especialmente con tus últimas líneas: “… porque la religiosidad que está a flor de piel, la comen los pájaros (Marcos 4, 4) y es como la casa que está edificada sobre arena, que vienen las primeras lluvias y la derrumban (Mateo 7, 27). En resumen, “vinum laetificat cor hominis et mulieris”. Nos dejas esos pensamientos a modo de postre, como el buen vino que se bebió al final, en las bodas de Caná.
Tengo, no obstante, que ponerte dos peros, siquiera sea por evitar que los malintencionados piensen que mis elogios son fruto de una amistad mal entendida. Para empezar, debo señalar un defecto en tu escrito(y aquí no podemos echarle la culpa ni a las erratas, ni a las ráfagas ni a los duendes, porque se trata literalmente de un defecto, de un pecado de omisión): me he quedado ingratamente sorprendido al constatar que en la enumeración que nos ofreces de los espíritus bienaventurados que componen los coros celestiales, no aparezcan los Principados. Y encima viviendo, como vives, en Asturias.
El segundo pero es que no te prodigues más.

Isidro Cicero -

A CÉSAR LO QUE ES SUYO
Lo que tengan que repartirse el César y Dios, que lo digan Baldo y Mateo, que son los que saben. Yo aquí me referiré a lo que es de César Andrés Delgado: esta foto, por ejemplo. Y como esta foto, otros cientos de miles de imágenes que recogió en León y su provincia desde que César llegó allí desde Palencia y bien entrenado en el oficio, uno o dos años antes de que llegara yo desde la Montaña como una tabla rasa sin nada depicto en ella.
Supongo que en el Diario de León, César compartiría redacción con el padre de Andrés Martínez Trapiello y luego en Proa, quizá trató también con un colaborador del periódico próximo a nosotros, Jaime R. Lebrato. Lo supongo, seguro que sí. Pero lo que sé a ciencia cierta es que a este gran fotoperiodista de raza y talento, le debemos los leoneses y los leonófilos como yo, la más extraordinaria sociología de la capital del Bernesga. Y, cuando lo exigían las circunstancias de la actualidad, también la vida de las alfoces y comarcas de la extensa provincia.
A los periodistas, lo que es de los periodistas, y a los fotoperiodistas como César, la máxima admiración y gratitud.

Isidro Cicero -

Baldo, ¿te sabes todo el Mateo? ¡Me asombras! Te admiro.
Dos cosas, empero, me vas a disculpar. La primera la de los periodistas, yo creo que han hecho más que nadie por ajustar el lenguaje, abreviar, ordenar, aclarar, explicar y facilitar. ¿Ráfagas de los periodistas? Todas, todos los días, claro, que se trabaja a toda leche. Yo soy muy muy muy indulgente, como me gusta que lo sean conmigo. ¿Has visto un "antesala" estúpido que se coló en lo que escribí arriba,cuando lo que quería poner allí era sencillamente la palabra "antes"? Pues como eso, cantidad.
La segunda cosa es lo de la medalla y la moneda, ya dices que no es lo mismo una cosa y la otra, pero a veces se confunden.
Conté yo hace años que andaba una chica revolviendo por los rincones de ma casa allá por mi tierra y dio con una olla llena de monedas de oro de antes de Isabel II, allá cuándo pagaban con doblones. Ella había visto pocas monedas en su vida, ni antiguas ni recientes por lo que se ve. Empezó a gritar: ¡"Padre, baje, baje, que hay aquí una puchera llena de medallas y ninguna tiene colgaeru"!
Y es que, Baldo, por aquellos riberos nuestros las personas veían más medallas que monedas. La religiosidad, bien. A flor de piel.

Jose Manuel García Valdés -

Amén Jesús, por los siglos de los siglos. Amigo Baldo, nada te hicimos para que nos despache esta jaculatoria que mande uno, de aquellos, dirá que está fuera de la la verdad revelada; la tuya más bien parece la verdad relevada. Si se cumpliera lo del vino y los bollos preñaos me pensaría lo de volver al coristado. Me apunto a ese laetificat.
Por cierto, amigo Baldo ¿Ande andas?
Abrazos

BALDO -

“Religiosidad a flor de piel y vocaciones extinguidas. Seminaristas y monjas desfilan en la piadosa procesión por la entrega de la Medalla de Oro a la Virgen del Camino, celebrada con grandes fastos. César Andrés De(l)gado”.
Si me dejara llevar por mis incontrolados impulsos primeros, diría sobre el uso del epíteto en cuestión, queridos y admirados Isidro y Luisín, maestros incomparables del buen decir y escribir, que los periodistas han sido los mayores corruptores del lenguaje, y esa, y no otra, es la razón del desatino que justamente denunciáis. Pero no voy a seguir esos primeros impulsos, sino que me moveré en el ámbito de la hermenéutica, de la interpretación. Y el primer axioma de tal saber es mirar el texto en el con-texto de la totalidad. Creo que el corresponsal de zona utiliza “extinguidas” con el significado de sofocadas, muertas, languidecidas y, sobre todo, agotadas, desfallecidas, decaídas, destrozadas. ¿Qué vocación aguanta estoicamente, sin sufrir el mayor de los agotamientos, la larga celebración de grandes fastos religiosos? Los pobres “coristas”, acostumbrados a las pequeñas o a las grandes satisfacciones de los “enjuagues” veraniegos de Montesclaros y de La Peña, tienen que soportar en rigurosa formación militar los rosarios y jaculatorias cantados, las prédicas y avisos de los animadores (pBlázquez y pBravo, mayormente) y los vítores y aplausos de las merindades vecinas al Santuario. “Que pasen primero los de los pueblos; los de La Virgen, los últimos”, ordena el de Macotera (pBlázquez”. Más aliviadas estaban en sus cabezas las monjas de san Vicente de Paúl, con sus abanicos en forma de alas de ángeles, arcángeles, querubines, serafines, tronos, dominaciones o potestades. Y todo, por una fruslería: una medalla de oro, que María, con su cuerpo “pneumaticós” -a decir de Pablo de Tarso-, no puede portar ni soportar. Además, una medalla de oro no tiene base bíblica. Lo más parecido que aparece en los evangelios es la moneda del César, con efigie e inscripción. Dice Mateo 22, 16ss: “Sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?» Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Mostradme la moneda del tributo.» Ellos le presentaron un denario. Y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» Dícenle: «Del César.» Entonces les dice: «Pues lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios.» Al oír esto, quedaron acojonados, y dejándole, se fueron”. (Los clérigos aliados con el poder civil siempre encontraron en este texto la justificación teológica para no defraudar a Hacienda: al César lo que es del César ¡y no menos!, y a Dios lo que es de Dios ¡y no más! Y se quedaban tan a gusto clerigalla y recaudadores. Pero el bendito y sabio pEspinel nos decía allá por el año setenta que había que invertir el sentido de la secular interpretación con este otro: al César lo que es del César ¡y no más!, y a Dios lo que es de Dios ¡y no menos! Hoy los tiros van por otra parte y algunos exégetas dicen que en el tiempo de Jesús se usaban indistintamente las monedas romanas y las judías, y que las del imperio las utilizaban los ricos, los colaboracionistas y los saduceos -que eran los amos y beneficiarios de todo el negocio del templo de Jerusalén-. Los pobres, sin embargo, se manejaban con el dinero judío. Cuando le presentan la moneda romana, Jesús les espeta: “Devolved a los romanos lo que es suyo” y sed judíos y no colaboracionistas). Este largo y plúmbeo excursus lo he traído a colación para justificar que lo de la medalla de oro a María del Camino no tenía base bíblica. Sí lo tiene, en cambio, lo de las bodas de Caná. Sería más apropiado que el padre de nuestros queridos amigos Andrés, Josemari y Froi hubiera hecho una afiligranada copa de vino y los de las merindades se la hubieran ofrecido a María como sacramento del papel tan relevante que tuvo en que no faltara el Vegasicilia en aquella boda. Y, para seguir con la sacramentología de aquel evento, que a los coristas, a las monjas y a la gente de los pueblos y también a los de La Virgen se les proporcionaran unas botas llenas de buen vino y, si fuera posible, unos bollos “preñaos”, para que, entre canto y jaculatoria, empinaran largamente el codo y gustaran el exquisito bollo, aunque no fuera do pan do Porriño. Y que vino y chorizo enfociscaran las blancas vestimentas de los del coristado, para que todo el mundo viera que por ellos había pasado el sacramento de las bodas de Caná. Con toda seguridad, que, de esta manera, sus vocaciones no estarían desfallecidas, agotadas, extinguidas, sino muy arraigadas y frescas, porque la religiosidad que está a flor de piel, la comen los pájaros (Marcos 4, 4) y es como la casa que está edificada sobre arena, que vienen las primeras lluvias y la derrumban (Mateo 7, 27). En resumen, “vinum laetificat cor hominis et mulieris”.

Isidro Cicero -

La economía,Pitu.eso es. Cuando lo hay, tenemos tendencia al hartazgo y a la ostentación. Y hasta al derroche, aunque lo racional sería guardar pa cuando no tengamos. En fin, somos así.
El origen de los coristas a mi me explicaron que fue por cuestiones de economía precisamente. En sitios como Las Caldas, antesala, los ingresos de los frailes dependían de lo que sacaban predicando por los pueblos y había veces que les coincidían misiones populares a varios a ma vez. Pero como por otro lado tenían que atender reglamentariamente al oficio divino, no podían salir del convento todos los que solicitaban los párrocos, con lo que se desaprovechaban muchas oportunidades de poner la religiosidad de los pueblos a flor de piel y también de traer ingresos al convento. Solución, procuraban tener un grupo de jóvenes profesos estudiantes de filosofía que en caso de las Caldas los pidieron a Padrón para cumplir la ordenanza obligatoria del coro. Los jóvenes continuaban estudiando y el convento podía desplegar toda su actividad. A aquellos frailucos los llamaron coristas, nombre que por extensión se aplicó a los estudiante en general

Jose Manuel García Valdés -

Se me ocurre una explicación ¿y si el autor de la "ráfaga" era un visionario? Fue capaz de ver que "víspera de mucho, día de nada", tal como dice nuestro refranero. Tanta concentración de militantes eclesiásticos, fueran coristos, coristas, frailes u obispos eran una especie de exceso y ya se sabe que el despilfarro tiene un límite, al pie del cual aguarda la miseria, que es la que ahora tiene la iglesia en lo tocante a "vocaciones". Cuando se tiene hay que saber guardar.
La verdad es que el periodista no debía andar bien de la vista viendo lo que estaba viendo.
Un abrazo y, por favor, no os "extingais".

Isidro Cicero -

Había en mi curso un compañero de aquellos que los frailes veteranos llamaban "rigurosos", que a esas erratas de imprenta que dices las denominaba "ráfagas de imprenta". Lo decía así, no por ignorancia suya, sino para hacernos gracia a los demás y para que nos esponláramos un poco mediate la risa, el puñetero. Una fina manera, propia de familiares y gentes de pueblo, o las dos cosas a la vez, de ejercitar la caridad cristiana y el amor al prójimo. Algunos pensaban que decía ráfagas a las erratas por su afición a las películas del Oeste. Me temo que no.
Volviendo al pie de la foto de arriba, tiene que ser lo que tú dices, Luis. Tiene que ser eso, también yo lo había discurrido. Pero por más que rebusco, me pasa como a ti, no atino con la palabra que pudobhaber dado origen a la errata. O a la ráfaga, si lo prefieres.
Extinguidas ya se ve que no. Pero entonces qué. Si yo fuera Josemari abría ahora mismo un concurso de ideas a ver qué vocación extinta le consigue un poco de verosimilitud al pie. Yo, mosqueado no es que esté, pero intrigado, a tope.

Luis Carrizo -

Inextinguible Cicero, no te mosquees de semejante forma. Yo creo que la respuesta a las dudas que te roen y corroen a causa de tan desconcertante encabezamiento es, sencillamente, que nos encontramos ante un error. No puede haber otra explicación. Se trata, sin duda, de uno los muchos duendes de imprenta, que proliferaban, en aquel tiempo de imprentas, casi tanto como los linces y los urogallos.
Cuando yo era corista (cosa que ignoraba haber sido hasta que leí tu comentario) solía leer con gran fruición la -esta, sí- extinta revista La Codorniz, y especialmente una sección titulada La cárcel de papel, donde el humorista que la mantenía solía meter a las más conspicuas víctimas de los duendes de imprenta, o verdugos de la ortodoxia ortográfica, como quieras llamarlos. La gracia del asunto estribaba en la elección de las erratas más chuscas que aparecían en los periódicos de entonces, y en las ingeniosas penas a las que se condenaba a los encausados. Recuerdo ahora una en particular en que el gacetillero de turno señalaba que el señor obispo equis (quien, por lo visto, visitaba no sé qué población) había sido recibido con una larga y calurosa “evacuación”.
Por si te pica la curiosidad, ya que no puedo reproducirte la pena que se impuso en este caso, porque no la recuerdo, voy a dictar yo una contra quien tan impropiamente escribió lo de “extinguidas”, tratando de copiar el estilo de la sección citada, y que solía ser siempre de este tenor: “Considerando que las vocaciones son la base o basa en que se apoya una de las columnas sobre las que descansa el buen orden que rige y debe regir entre nosotros, y considerando que calificarlas de “extinguidas” puede sembrar la cizaña del desánimo y la desmoralización entre las ovejas, que pueden temer verse sin pastor, condenamos al encausado a la pena de cuarenta días y cuarenta noches en esta cárcel de papel, donde excepcionalmente se le permitirán leer libros editados, ora por la Real Academia Española, ora por la Editorial San Esteban de Salamanca”.
Lo que no acaba de encajar con la teoría que te expongo es que, por más vueltas y revueltas que le doy, no acierto a encontrar ninguna palabra que pueda sustituir de forma congruente al inexplicable adjetivo de “extinguidas”. A ver si el error viene por el otro lado, y el plumilla, por cosas suyas, no se refería a las vocaciones sino a las vacaciones.

Isidro Cicero -

¿Vocaciones "extinguidas" eso? No lo comprendo. Lo que yo veo son unas cuarenta monjas desfilando con salud y detrás de las monjas unos noventa profesos mal contados en ocho o nueve filas filas de a once más otro religioso que parece estar dirigiendo u ordenando algo. La foto está muy bien, pero el pie que le pusieron en la redacción confunde. No discuto que la religiosidad esté a flor de piel o no, supongo que sí. No discuto que a los 90 muchachos e blanco se les llame impropiamente seminaristas; seminaristas se llaman los alumnos de los seminarios diocesanos -la misma palabra lo dice- en los que se forman los reemplazos del clero secular, pero no los que específicamente se forman en los centros de estudio de las órdenes regulsres; éstos últimos si hacen cursos de latinidad se denominan apostólicos o bien "mis queridos apostólicos" y si cursan filosofía o teología ya se denominan coristas. Cuando ni una cosa ni otra, novicios. Estas imprecisiones carecen de interés y pertenecen a la categoría de los altos estudios eclesiásticos. Un pasar tienen.
Lo que no tiene un pase es describir lo que se ve en la foto como "vocaciones extinguidas". No lo comprendo. ¿Cuántas monjas más quería el redactor que hibiera? ¿Cuántos mozos más con hábito? Si eso que se ve en la foto es una extinción, ¿cómo definiría el redactor del pie las poblaciones de los conventos hoy día? Calculo que hay más vocaciones por metro cuadrado en la foto que ahora en toda Castilla y León. Incluido Verin, que no pertenece.

Exinguido es una cosa, extinguible es otra y en peligro de extinción, una tercera. Ahí se ven vocaciones a asgaya. Florecen, las vocaciones. Se extingue el fuego cuando poco a poco va disminuyendo hasta que deja de existir. Lo mismo pasa con la extinción del urogallo o del lince ibérico.
Es verdad que poco a poco ha ido disminuyendo el número de monjas y lo que coristas ya casi casi no hay, novicios menos.ha habido mucha secularización y mucha desacralización desde entonces, pero el pie de foto pone "extinguidas". Asĺ, en tiempo perfecto, realizado ya. Lo da por hecho, la extinción para el redactor ya se va consumado cuando la fotografía demuestra que todavía no. Por eso, como decía al principio, me declaro incompetente para comprender esto.