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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

ANGEL LUIS, LOS CERNÍCALOS DEL VALLE.......

ANGEL  LUIS,  LOS  CERNÍCALOS  DEL  VALLE.......

Leed el precioso relato que nos escribe nuestro amigo Angel Luis. No solo depredaba los ríos, también los nidos y los aires, aunque, como se escribió en este blog, son delitos ya prescritos. Amigo Angel Luis, gracias por tu relato y un abrazo de todos (menos de las familias de peces de agua dulce y de las parejas de Falco tinninculus, osea de cernícalos).

Nuestro querido amigo Josemari, ha recibido una fotografía mía con dos pájaros, uno en cada mano, enviada por uno de nuestros condiscípulos, no recuerdo si me dijo el nombre y estaba intrigado, que será esto...  

El otro día, que nos hemos visto y abrazado, después de tantos años, entre otras muchas cosas de las que hablamos, le conté por encima la historia de los pajaritos, que no son otros que cernícalos y vivos claro, pero como este hombre, no para y no deja parar a nadie, pues me dice que la escriba, para publicarlo en el blog, ¡ con lo que a mi cuesta esto de la pluma... !
 

Vamos a ello:
A finales de curso, en el mes de junio de 1.967, una de las tardes aquellas que salíamos a pasear por el valle que estaba después del cementerio del colegio, aquel que construimos con nuestras manos, a base de pico y pala, correteábamos al lado de los chopos y arbustos que cerraban los pocos y pequeños  prados del valle, cuando nos sorprendió unos ruidos entre ellos y la curiosidad nos hizo descubrir que un pájaro se había caído del nido y quería volar, al vernos emprendió malamente el vuelo a nuestra altura, sin dudarlo salí corriendo de tras de el y lo cogí al vuelo, nunca mejor dicho, pero mi costillazo, me costó.
 

Algarabía entre los que éramos, suéltalo pobrecillo decía alguien, pero esa no era mi intención, ya que yo había soñado con un pájaro de presa en varias ocasiones, con motivo de unos artículos coleccionables de Félix Rodríguez de la Fuente que salían en la revista de Blanco y Negro de aquel año y que yo había ido guardando cuidadosamente y que aún conservo.
 

Con uno en saco.., al día siguiente bajamos al valle, a ver si cogíamos más. El nido estaba en un chopo y a una altura considerable, pero siempre hay alguien que no tiene miedo a nada y con cierta dificultad gateo hasta cerca del nido y con un palo tiró el otro polluelo abajo y ya tenemos los dos pájaros de la fotografía.
 

Estos animales solo comen carne, como todos sabéis y si es viva mucho mejor, dada la voz de alarma entre los compañeros, todos a cazar pardales y ratones, que también sirven, para alimentar a nuestros ilustres cernícalos, guardados en un cajón con una alambrera que nos facilitó nuestro querido y buenazo P. Fernando, el mayor, el de los sellos, el encargado de los jardines y yo, su jardinero ayudante. 
 

A los pocos días empaqueté los animalejos en una caja de galletas "Fontaneda" y confundida con maletas y bolsas, cogimos el autobus y después el tren camino de Boñar, las vacaciones habían comenzado.
 

Esto es largo y un plomazo... pero Josemari así lo quiere, no creo que lo lea ni el apuntador, pero continuo.
 

Ya en el pueblo y bien instalados el animalejo y yo, ya solo queda uno, pues el otro sucumbió en los avatares del transporte, dedique parte del verano a su adiestramiento, guiado por las enseñanzas de Félix Rodríguez de la Fuente, fabrique caperuza y pihuelas de cuero y compra de cascabeles, guantes de cuero fuerte, silbato y paciencia, mucha paciencia.
 

Todo dio su fruto, no el esperado, pero si el suficiente pues logré que cuando soltaba al pajarito y volaba en libertad, le pitaba y volvía al guante a comer, este era el premio. Pero en una de estas, después de varias semanas de sueltas y recogidas el cernícalo no volvió, yo pita que te pita pero nada...
 

Al cabo de dos o tres veranos, mi hermano me enseña un día, una pihuela y dos cascabeles todos forroñosos, pregunta forzada y con muchos recuerdos, ¿ donde los has encontrado ? ... al lado de un chopo en ...
 

Este fue el final de mi queridos cernícalos "dominicanos".
 

Un fuerte abrazo para todos.

5 comentarios

Javier del Vigo -

Angel Luis, leches: tu, quoque, fili mei, no me lees tampoco, igual que Pablo Huarte?

Oh, dolor! Oh, vida ingrata!

Preguntas por otro burgalés... Te digo su apellido(?), aunque está en el listado que incluí en el "portillo" venit-vidit-arreglabit: Marcos. Siento no tener su nombre -¿O su apellido?. Sólo lo reflejé como "Marcos"- - registrado en aquel diario que he repescado, pero menos da una piedra...Allí ponía que era "amante" de los pozos petrolíferos de La Lora. Quizá sea hoy ya un potentado en petrodólares. O no. Quien sabe...?

Por cierto, Furri... "arreglabit", con "b" de burra...! Serás bestia,amor...!

"Vesos, txavalines"

Angel-Luis Martínez -

Hola "poeta" Estrada, gracias por tus elogios, pero tampoco es para tanto. Lo tuyo si es para sobresaliente, eso es pura poesía...
Oscar, fuiste tú quien mandó la primera foto ?. La verdad es que tampoco me acuerdo quienes estábamos en la efemérides. El final del pajarito, creo que no fue otro, que se enredaría con las pihuelas, correas de cuero sujetas a las patas, en alguna rama del chopo, donde años después se encontraron y el final nos lo imaginamos todos.
Pasando a la pesca, de río y no de mar, le digo a nuestro amigo Javier del Vigo, pródigo y no manirroto en comentarios, no confundamos, que para salir en la foto era necesario tener al menos una trucha y el amigo José Manuel Vieites, solo recordaba el apellido, también la tiene, pequeña es, pero esforzando la vista un poco lograrás verla, ja.. ja.. ja.
Alfayate bienvenido, otro que tal, con el apellido mis neuronas se habían quedado, pero nada más, a pesar de tener yo la foto, tampoco recordaba que tus manos, también sabían acariciar las truchas bajo las piedras de esas frías aguas, como dices, del Bernesga en Villamanín y del Torío en Cármenes o del Curueño cerca de la cascada de Nocedo, con su hermosa cola de caballo, ¿ la recordáis ?
Una pregunta para todos, sobre todo para los de 1961-67, uno de nuestro curso, era de un pueblo de Burgos, de la zona de donde decían había aparecido petróleo, creo era de los mayores, como yo, algo pecoso y moreno, no tan pecoso como Berrueta, creo que estuvo hasta 6º, éramos muy amigos, pero no soy capaz de recordar su nombre... Pido ayuda, gracias.
Un abrazo

mariano santiso -

Ángel Luis:
Has conseguido trasladarnos por un rato al Valle,y las escapadas para subir a los árboles hasta alcanzar los nidos y pisar la hierba...
Ahora que ya han prescrito los delitos confieso que no se si en la primavera del 68 o 69 dos compañeros y yo fuimos responsables de un incendio importante en el valle.
Como siempre nos habíamos escapado a corretear,tirar piedras, subir a los árboles.. y se nos ocurrió hacer fuego en una pradera muy próxima a los chopos y junto al camino.
Colocamos varias piedras en círculo, apilamos unos palitos y prendimos fuego.
Cuando nos quisimos dar cuenta el fuego saltó la pequeña barrera y se extendió por toda la pradera...
Intentamos apagarlo con ramas pero aquello ardía como yesca ...
Las llamas alcanzaron la cerca de maleza y los primeros árboles.
Asustados regresamos corriendo, dando un rodeo, al Colegio y una vez en los campos de la Escuela Mayor, llamamos la atención sobre la columna de humo que salía del valle a otros compañeros, como si lo acabáramos de ver por primera vez...

No se nos quitó el susto en bastante tiempo.Mantuvimos el secreto, cual secreto de confesión, hasta hoy.

Mariano:Gracias por tus relatos es un placer leerlos, este del gorrión me ha gustado especialmente
Un abrazo
del otro Mariano

Mariano Estrada -

Hola, Ángel Luís:

Al igual que a Josemari, a mí me ha parecido una historia muy bonita. Lástima que tuviera un final no deseado, pero poniéndose en el cuerpo del pájaro (obviemos que es un cernícalo, ya que, de lo contrario, nos pondremos automáticamente en su contra) quizás fuera lo mejor que pudo pasar.

Lo que no sé es por qué piensas tú que es una historia aburrida. Yo te voy a contar otra, para que te pongas en el lugar del lector, y si también te parece aburrida, pues entonces es que somos los dos unos muermos. Va también de un pájaro y de un niño. No cernícalo, sino gorrión, no de 15 años, sino de seis. Sucedió en Muelas, mi pueblo y el tuyo. El niño es Guillermo, hijo de mi amigo José Luís Ferris, poeta, escritor y biógrafo de Miguel Hernández, entre otras cosas. Habían ido conmigo a pasar unos días…

Un abrazo

EL GORRIÓN DESPRENDIDO

Para Guillermo, que tiene patria
en Muelas, con los pájaros.

Fue en el lapso de tiempo que va de un sol pajizo y declinante a la hora imprecisa de los murciélagos. En lógica correspondencia, las pizarras azules de los tejados y los sillares grises de los edificios tenían sombra en el este, matizando así la uniformidad machacona de los colores.

Sobre un silencio esencial y una calma de densidades perceptibles, la tarde se extendía en un susurro de árboles y un piar creciente de pájaros. La torre de la Iglesia, con su veleta de gallo venturoso, apuntaba hacia un oscuro azul, un cielo extenso con purezas de campo y de montaña. Finalmente, una brisa suave y cadenciosa corría por las calles con las melazas de agosto.

En ese espacio adusto y apacible, casi íntimo, donde la belleza es sencilla y la naturaleza exhibe una semblanza armónica y antigua, Guillermo pudo sentir con alterada sangre los pálpitos de vida de un pequeño gorrión. Fue un instante mágico, por lo que el hecho tiene de misterioso. Emancipado del nido antes de hora, acaso desprendido por accidente, el gorrión se debatía entre desesperados aleteos y conatos inútiles de fuga, hasta que ¡zas!, alguien lo cogió sin excesivas dificultades y, con meditada delicadeza, se lo depositó en el asombro de los ojos y de las manos. Guillermo resistió con entereza los naturales intentos de liberación del asustado pajarillo y, cuando éste se tranquilizó y abandonó los forcejeos, pudo percibir en su conciencia de niño de seis años la suavidad de un plumaje virginal, la dulzura de unos ojos desamparados y los latidos conmovedores de un corazón que, como el suyo, apenas había salido a la calle y a la vida.

Con la lógica de un niño pequeño y, dado que estaba en aquel pueblo de visita, Guillermo quiso guardarlo en una caja de cartón para llevarlo a su casa de Alicante, junto al mar y la luz y las gaviotas. Allí lo tendría para siempre, cuidándolo con hojas de lechuga, con agua, con alpiste, con azúcar de multiplicada eternidad.

Su padre, en cambio, con la lógica aplastante de una persona mayor - si bien con el disgusto de tener que arrebatarle a Guillermo una ilusión no sólo comprensible sino en cierto sentido incluso maravillosa -, le dijo con firmeza, aunque también con amor y con ternura, que su deseo no podía cumplirse porque el gorrión se moriría de juventud y de pena, que necesitaba a sus padres y a sus hermanos, que necesitaba aquellos árboles, aquel clima, aquellas aguas, que le era imprescindible aquel paisaje, aquel ambiente. Que toda la grandeza del mar no iba a ser bastante para salvarle la vida.

A los ojos de Guillermo acudieron las mareas del Mediterráneo, pero hizo un ejercicio de comprensión y logró ver que su padre, por esta vez, había pensado las cosas con la lógica de los mayores, pero en claro favor de los pequeños. Acaso el gorrión no necesitaba una protección tan rigurosa como su padre le había dicho, pero sí la compañía de sus ya añorados congéneres, la naturaleza amable de aquel concreto lugar, llamado Muelas de los Caballeros, y la libertad que reclamaban sus alas para tener apego a la vida.

De todos modos, para evitar unas lágrimas mayores que las precedentes -y ya serían casi de dimensiones oceánicas-, su padre tomó el pájaro en las manos y, en una distracción de Guillermo -de las que son tan frecuentes en los niños-, corrió a depositarlo amorosamente donde por fuerza había de encontrar a los suyos: en el exacto lugar en que su libertad, si bien con intenciones muy nobles, había sido violentada e interrumpida.

Al saber lo sucedido, Guillermo -ahogando en su doliente corazón unos latidos muy grandes que huían hacia el pájaro-, decía estar conforme mediante leves asentimientos de la cabeza, pero miraba a su padre desde un hoyo de resignación, callada, pensativamente, con la voluntad y la fuerza necesarias para contener las tempestades del mar, que otra vez se aproximaba a sus ojos.

Mariano Estrada


Oscar Fernandez -

Querido Angel Luis:
Esta vivencia era confusa. Veía el lugar y la llamaba “la del pequeño halcón”. No recordaba el número, quién participó en la captura, ni su paradero.

Siguiendo la preciosa máxima árabe que nos citó Cicero, el cernícalo no te quería, pero yo interpreto que el instinto pudo más que el amor y no se presentó la oportunidad de
reencontraros, o quizás se mantuvo suspendido volando en un punto del espacio observándote. Como nosotros.
Un abrazo