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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

EL RUSO DE ZAMORA

EL  RUSO  DE  ZAMORA

Queridos amigos: en esta mañana gélida de León os sugiero la lectura de la magnífica crónica de nuestro corresponsal en Kiev, Justino Blanco Villacé (Tribulete), Reportero total. De los gastos del viaje, de la bufanda, del gorro de lana y del anticongelante ya hablaremos. ¡¡Podías haber ido a la gran Rusia en verano, ¡jodido!. Te estás recorriendo el mundo por la cara ¡eh?.
 
"Leidas las declaraciones vertidas en el blog dominicano, en las cuales el poeta Mariano Estrada, dice que en su época estudiantil era conocido como "el ruso" sin saber el motivo del citado alias, me veo obligado a decir que dada mi condición de biógrafo autorizado por
el Sr. Estrada, y tras una larga investigación en los archivos municipales de Moscú, Leningrado, Kiev y otras ciudades, la razón de este pseudónimo le vino dada a raiz del
viaje que realizó a Kiev con objeto de visitar a su hermana monja.
 
Cumplido el objetivo principal de su visita, reuniose el Sr. Estrada con un abogado ruso de
nombre Vladimiro, al cual le unía una vieja amistad. Degustaron té con pastas en la cafetería de la biblioteca pública y charlaron animadamente durante horas
al tiempo que leyeron las últimas noticias del Pravda.
 
No pudiendo reprimirse mas, el Sr. Estrada le espetó a su buen amigo Vladimiro: "Por qué me llamarán  RUSO en el colegio de la Virgen del Camino?"  A lo cual, y con la mayor naturalidad del mundo, Vladimiro le contestó: " ...Y tú me lo preguntas, Ruso eres Tú"
 
Quedóse el Sr.Estrada un tanto perplejo con la contestación obtenida y es hoy el día en que aún sigue buscando una respuesta mas aclaratoria.
 
Se dice, se comenta, se rumorea, que Baldomero sabe la respuesta. Los blogeros quieren saber. Tienen derecho a saber.  ¿Por que llamaban a Mariano Estrada "ruso"?
 
Desde estas líneas se hace una llamada a todos los blogeros, solicitando cualquier información que pueda aclarar el caso que nos ocupa.  Gracias de antemano.
 
P.D.- Lamento la calidad fotográfica de la instantánea que tomé a estos personajes, pero
        ved que data de 1.923 y no tenía cámara digital en aquella época.

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Mariano Estrada -

Kiev: crónicas espontáneas 4

4.- Cabos sueltos y despedidas

La gente va seria en el trolebús y en el metro, la gente va seria por la calle. Me han informado, además, de que esa seriedad se va agravando con el avance del frío, de manera que en invierno es tristeza. Lo cual no es de extrañar, ya que los termómetros oscilan alrededor de los veinte grados bajo cero y, en ocasiones, pueden marcar treinta y tantos ¿Cómo alegrar las caras y la vida con semejantes temperaturas? Tienen calefacción, por supuesto, pero ésta no calienta las calles... Por otro lado, el frío empieza en septiembre y la calefacción no la dan hasta mediados de octubre “¿Quién nos calentará la vida ahora / si se nos quedó corto / el abrigo del invierno?” –cantó Claudio Rodríguez a los primeros fríos de otoño, en Zamora. ¿Qué hubiera escrito en Kiev, donde lo que se suele quedar corto es el presupuesto oficial? ¿Se hubiera quedado mudo y congelado? En el rigor de esos fríos insoportables, ¿quién desnuda su cuerpo para ofrecerlo al amor? Menos mal que hay mantas… Pero, ¿cómo no entender que a menudo recurran al vodka?

Los sueldos de los trabajadores son muy bajos, como ya dije. También dije que se las van arreglando con la economía sumergida y con las pequeñas corrupciones (La grandes las practican los ricos y los políticos, como se acaba de ver con la reciente destitución del Gobierno. Estamos en septiembre 2005). El problema de la sociedad ucraniana es que no tiene clase media. Sólo hay ricos y pobres. Eso se aprecia, por ejemplo, en los coches. Las calles están llenas de verdaderas tartanas, tanto privadas como públicas, pero también de coches flamantes y lujosos. Aparcados frente a la Universidad Roja (ahora llamada por el nombre de su gran poeta Taras Shevchenko) se ven coches muy caros y muy pijos...

¿Son felices los kievitas, preguntaba Agustín Zaragozá? Creo que esa pregunta no puede responderse con rotundidad, sino con aproximaciones y relatividades. Uno se inclina a pensar que tienen muchos motivos para sentirse desgraciados, pero… ¿quién no? Los índices más altos de suicidio, por ejemplo, suelen situarse en las sociedades más avanzadas, allí donde, aparentemente, debería ser mayor la felicidad. En cambio, y a pesar de esa tristeza con la que conviven, a los ucranianos los abordas por la calle y son amables contigo, tanto o más que en España. Ríen cuando ocurre algo que es digno de risa. Cuando no, tienden a economizar energías. No se molestan en absoluto si les haces una foto, incluso se diría que la buscan, especialmente las jóvenes. Creo que sueñan con determinadas cosas que para nosotros son normales y que ellos aún no pueden tener. Les llamaba la atención la cámara que yo llevaba colgando del cuello. Es pequeña y matona, desde luego, pero no sabía yo hasta qué punto... Los jóvenes se muestran más alegres y habladores que los mayores. Y las funcionarias de cierta edad que encontramos en los museos, las iglesias y otros organismos públicos que tuvimos ocasión de visitar, tenían unos rostros huraños, hoscos, casi se diría que amargados, un humor rabioso y un autoritarismo implacable. Esas mujeres concretas, en esos concretos momentos, no creo que fueran precisamente felices. Pero incluso aquí pude ver alguna excepción...

Si Chernobil está tan cerca como para ir en bicicleta ¿cómo es que tienen hojas los árboles? –me preguntaba Natalia- A lo que tengo que responder que Chernobil está a unos 180 km. de Kiev. Lo curioso es que en Chernobil pueblo los árboles siguen siendo frondosos. Los pude ver en los vídeos y fotos de Jesús, el fotógrafo vasco, que finalmente logró los permisos y pudo acercarse a la central lo suficiente como para poder piratearlas. Pasó una noche en el pueblo, que está a unos diez km. de la central., convivió con una familia de las que viven allí, comió de su comida y bebió de su bebida. Es cuanto puedo decirte, Natalia. ¡Ah, sí!, también puedo decirte que Jesús, días después, nos pasó las fotografías del sarcófago…Y ese sí que da un poco de miedo. La apariencia ya impone, pero… ¿qué pasa con las grietas?

En cuanto a los taxis piratas, no sólo es que existan, sino que cualquier persona con coche puede hacer de taxista pirata. ¿Qué cómo se come lo que digo? Pues así: tú pones el dedo como si hicieras auto-stop, el potencial taxista pirata te para, le preguntas cuánto te cobra hasta tal sitio y, si estás conforme, te subes y te lleva. Esta es una más de las pequeñas corrupciones que existen en el País. Y está bien a la vista, de manera que si no se acaba con ella es porque no se puede. O porque no se quiere, que será lo más probable.

En realidad, corrupciones las encontramos incluso entre los monjes encargados de custodiar los lugares “sagrados” y defenderlos del sarampión de las fotografías “Niet fotos”. Por ejemplo, estamos en las catacumbas del fraile Antonio, en el Monasterio de la Lavra.
- Acepta este regalo – le dijo el cura Germán a uno de los vigilantes-custodios, para que le dejara fotografiar lo expresamente prohibido.
- No, no… no puedo -respondió él de forma tajante.
- Acéptalo, hombre –insistió el cura Germán
- Que no, señor, que no puedo… -volvió a decir el monje, mirando de reojo el billete que se le ofrecía.
- Cógelo, por favor, que yo necesito hacer esa foto…
- Bueno –accedió finalmente el monje- Pero por lo menos lo he intentado…

Finalmente, me quedaron muchas cosas por contar, por ejemplo, el maravilloso paseo en barco por el anchísimo Dniéper, bordeando las colinas de la ciudad; las visitas al botánico (donde vimos un taller de campanas), las visitas a las Catedrales de San Vladimir y San Nicolás (preciosas las dos), a la Universidad Roja, por otro nombre Taras Shevsehenko, al Orfanato con el que Dim Ditey colabora, al baño de alegría y de fotos que nos dimos con los niños etc. Pero es que hubo un día que quise salir por la noche a conocer el ambiente de una discoteca y, desgraciadamente, no tengo el don de la ubicuidad, como tenía aquel humilde fraile llamado San Martín de Porres, también conocido por Fray Escoba. Por cierto, ¿quién recuerda al actor René Muñoz, guatemalteco él, que fue el que encarnó al personaje?

De modo que primero se retrasó la crónica y luego no la escribí. Otro día se fue la luz y no pude acceder al ordenador... En fin, que tampoco se puede luchar contra los elementos. Yo aré lo que pude, simple y llanamente ¿"Cómol"? ¿Y no querrás decir: “yo hice lo que pude?” No, no…Yo aré lo que pude, con el arado de la voluntad… Aunque siempre se puede hacer algo más, supongo, como hizo Camilo Sesto.

El cura Germán se fue con mucha pena para Méjico el mismo día que nosotros nos vinimos a España. Por cierto, era el día de los tornados, que para nosotros se quedaron en turbulencias ante las que había que mantener abrochados los cinturones. No obstante, nos tocó estar un buen rato dando vueltas sobre Valencia, antes de aterrizar en Manises. Jesús, el fotógrafo vasco, se quedaba una semana más, pero tal vez sea más de una semana.

Nos despedimos de Consuelo (compañera de Antonia) y de sus bollos redondos y sabrosos; de Barletti, el oculista servicial y generoso que sabe azacanear y resolver los problemas a la perfección, aunque sea del Barcelona. De Andrea, la estudiante dulce y amable de Arequipa. De Lila, la jovencita y rubia ucraniana que se siente española. De Marina, la incansable guía que un destino con nombre nos ofreció de regalo. De Katia, la violinista polaca... Y no tuvimos la suerte de conocer a Lilí, la joven venezolana que me ha escrito muchos correos y me ha mandado sus fotos. Ni tampoco a Sonia, la compañera ausente de Antonia, a quien sentimos no poder conocer... Finalmente, no nos despedimos del Negrito Zumbón, por otro nombre Rubik, el Cubano, porque se fue cuando yo estaba durmiendo, lo mismo que Eleonora, la profesora de la Universidad… Tampoco nos despedimos de Olga, la directora de la Casa de los Niños, que hizo de intérprete en el Orfanato que visitamos…Que nos despidan de ellos estas líneas.

Por último, y ya en el aeropuerto, nos despedimos de Antonia, que fue nuestra anfitriona perfecta. Pero antes nos habíamos despedido de la pitufa de la casa, una perrita preciosa que el cura Germán pretendió haber despellejado para hacerse un gorro ruso, el que tenía en aquellos momentos en la cabeza para llevarle de regalo a su padre.”La he matado, Santas. Ustedes se agencian otra y ya está, yo volveré el año que viene”. La perrita se llama Naomí, pero no es negra.

Mariano Estrada, www.mestrada.net Paisajes Literarios

Mariano Estrada -

Queridos amigos: aprovechando que el Dniéper (en ruso) o Dnipró (en ucraniano) pasa por Kiev y que en Kiev hay algunas cosas famosas relacionadas con el nombre del día, os dejo una nueva crónica. Se trata precisamente de “La Cuesta de San Andrés”, llamada así porque justamente en su inicio está situada la Iglesia del mismo nombre, una Iglesia ciertamente preciosa. Un determinado día de la semana, la Cuesta está ocupada en su totalidad por un famoso “mercadillo”, llamado precisamente así: “El mercadillo de la Cuesta de San Andrés”.

Se lo dedico a los compañeros “Andreses”, a quienes ya he felicitado en su propio portillo, y, de un modo muy especial a Baldomero, que a lo mejor visita Kiev un día no muy lejano.

Un abrazo

Kiev: crónicas espontáneas, 3

2.- El mercadillo, la cuesta de San Andrés, el Podol

Estábamos de mercadillo en la Cuesta de San Andrés cuando Antonio Barletti se presentó con un cubano al que nadie esperaba. Antonio es un oculista peruano (arequipeño) del que Antonia dice que soluciona muchos problemas relacionados con la Casa de los Niños (Dim Ditey). Él fue el que nos acompañó el primer día al chiringuito donde hicimos, por primera vez, el cambio de moneda. El cubano es boxeador y exhibe ante nosotros una nariz de goma.

- Si vienes de noche no te vemos –le dije yo, tendiéndole la sonrisa y la mano
- A no ser que venga riendo –concluyó él sabiamente y exhibiendo una dentadura blanquísima.

Me preguntaron que qué era lo que más me había gustado de Kiev hasta el momento. “Pues me ha gustado mucho Santa Sofía, La Lavra, San Miguel…” -les contesté- “Pero más que todo eso me han gustado los ojos de las kievitas”. Se miraron con patente complicidad y decidieron incluirme en el club de los que se dejan atrapar por la mirada. Antonio mucho más, si cabe, por motivos de su profesión “¿Y tú cómo caíste por aquí?” –le pregunté yo al cubano- “Por la misma razón, mi amigo” –dijo él con toda la transparencia del mundo- “Por los ojos de las chicas…” (La información completa es que se casó con una de ellas)

-Esos ojos han arruinado a muchos hombres occidentales –dejó caer luego Antonia, con una suavidad aterciopelada. (Afirmación que, con todo su terciopelo, daría para un grueso debate sobre la organización social de los ucranianos)

Tal como las mujeres decidieron, empezamos el día visitando la Iglesia de San Andrés, cuyas cúpulas de color verde oscuro rematan adecuadamente la inmarcesible claridad de las fachadas. Iba con nosotros Andrea Barletti, una estudiante muy joven, arequipeña también, como su tío, y tan dulce como las colmenas que veríamos después en los verdes hortales de un Monasterio cismático. En San Andrés había boda ¿Boda? Había por lo menos tres bodas, cuatro bodas, cinco bodas… Yo que sé, en menos que canta un gallo vimos por lo menos diez bodas. En una de ellas, al cubano y a mí nos eligieron para dirigirles unas palabras a los novios en nuestro idioma de origen. Vieja costumbre, añadieron. Y yo pensé en el actor José Luís López Vázquez. El cubano quiso aclarar que él era de Cuba y yo de España “Pues tú se las dices en cubano y tu amigo en español” – le contestó el liante, que era un ucraniano con cámara de vídeo – Y ya nos veis a nosotros, en medio de una fiesta que no era la nuestra, sin nada que decir y sin que los novios entendieran ni papa ¿Español?, me dijo a mí la novia, y se le iluminaron los ojos, esos ojos por los que afortunadamente aún se pierden los hombres. Yo le dije que sí, y me lancé a un discurso que no quisiera oír repetido y que el liante ucraniano ha dejado grabado para la posteridad. Al terminar, sonaron unos aplausos agradecidos, pero nadie dijo “olé”, por lo que acaso, deduje, no me viera nadie como torero.

No creo que puedan extraerse conclusiones pero, a juzgar por lo que vimos, los jóvenes ucranianos no esperan a que sus padres los echen de casa. “Son unos críos”, le dije yo a Rosa, y ella sonrió mientras asentía, tal vez porque, cuando nosotros nos casamos, ella apenas contaba con 18 años. Pero eran otros tiempos. Ahora, en España, los jóvenes retrasan tanto la boda que un día van a juntarla con la separación, en la puerta de atrás de las iglesias, de las alcaldías o de los juzgados.

A propósito, andaba por allí un viejo con acordeón, embutido en un gastado traje folklórico, que daba la sensación de que se auto-invitaba a todas las bodas. Cantaba canciones folklóricas ucranianas, pero se negó rotundamente a atender nuestra petición de que cantara alguna rusa: Ochichornia, Korobuska, Kalinka…. Tenía un gorro acorde con el traje y un bigote denso, le faltaba algún diente, pero mostró su dignidad con una convicción a prueba de bomba. “Niet Russian”. “Niet Russian”…Me senté junto a él y Barletti nos hizo una foto. Él nos dejaba que hiciéramos, pero no mostraba mucho entusiasmo con nosotros. No obstante, un poco después se sentó a su lado una chica y al hombre se le escaparon los labios hacia un ruidoso beso ¡Muaaaaá! Un beso cuya reverberación se extendió por toda la plaza “¿Qué tendrán las chicas, mi amigo?” –me espetó por detrás el cubano- Pero era una pregunta innecesaria y retórica. “Tienen un imán, hombre, tú lo sabes muy bien”.

Siguiendo la corriente de los novios, y de los turistas en general, nos hicimos fotografiar con los personajes principales de la película “Corriendo detrás de dos liebres”, que estaban allí, a nuestro lado, inmortalizados en bronce. Se trata de una escultura, de tamaño mayor que el natural, apoyada directamente sobre la acera. Una pareja famosa, ella rica, él joven y guapo. La otra liebre la pone la imaginación. No sé, a mí me ha recordado un tanto a Romeo y Julieta, pero en plan folletinesco. Y con cuernos. Al bronce le ha salido brillo en los lugares a los que los novios y los turistas se agarran mientras otros les toman las fotografías…

Comimos en un restaurante cuyo dueño era un francés muy simpático al que conocía Antonio Barletti. Las mujeres quisieron seguir en el mercadillo, donde, por cierto, los objetos expuestos en los tenderetes se repetían de forma absolutamente inmisericorde. A petición mía, los hombres fuimos a la caza del tilo de los 400 años, que está frente al Museo de la Historia de Ucrania, un edificio desposeído de belleza cuyo color, el gris, ya no transmite en Ucrania muy buenas sensaciones. Hicimos la foto junto al tilo al tiempo que oíamos a una guía turística el cuento de las almas en pena, que dicen que circulan por allí, por los alrededores. “Las almas en pene”, le dije yo al cubano y éste se partía de la risa…

Marina nos explicó que durante las Fiestas de Kiev, a finales de mayo, los pintores organizan en la Cuesta de San Andrés unas exposiciones que ya forman parte de la tradición de la ciudad. Hay actos culturales y conciertos que se vienen a sumar a las actividades de las galerías y tiendas de artesanía y antigüedades que abundan en la zona. Por eso le llaman el Montmartre de Kiev, como ya hemos dicho.

- Pues yo llevo en Kiev cinco años, dijo el cubano, y aún no había estado por aquí… Si no llega a ser por ustedes…

Nos informan de que Jesús, el fotógrafo vasco, ha tenido problemas y no le han dejado pasar a la central de Chernobil. De momento se ha quedado en el pueblo, a 10 ó 15 km., intentando conseguir los permisos que le fueron denegados en Kiev. Él tenía claro que podía burlar la vigilancia. Pero lo cierto es que no sabe muy bien con quién se juega los cuartos… ¿Los cuartos? Sí, Mariano, con plata se compra aquí todo, lo que pasa es que el vasco no tiene…

Bajando hacia el Podol, vimos el castillo de Ricardo Corazón de León, así como la casa (ahora ya museo) donde el escritor Bulgakov ubicó a los personajes de “Los días de la familia de Turbín”, según nos fue explicando Marina; luego vimos un pequeño teatro, cuyo nombre ya no recuerdo, otra Iglesia, la plaza de Los Contratos, donde se ubica la casa del mismo nombre, el viejo edificio de la Academia, un grupo musical tratando de ganarse unas grivnias en la calle, una movida de jóvenes relativamente occidentalizada y algún que otro borracho solitario que caminaba directamente hacia el vómito. Era ya entrada la noche. Por eso no vimos el Dnieper, que bordea el Podol con una anchura gigante y caudalosamente mansa.

En todas partes he visto que se bebe. En Kiev es relativamente normal ver a la gente con una botella de cerveza en la mano. Incluidas las mujeres, andando por la calle y a cualquier hora del día…

Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios
Blog http://paisajes.blogcindario.com

Vibot -

¡Eso, Trapiello, tú lávate las manos mandándome a la consulta de Oscarín, que tiene enfermedades más importantes que atender!

¡Con lo bien que me vendría ese "sopanvino" con tu Prieto Picudo!

¡Ya me las pagarás!

Andrés Martínez Trapiello -

Mariano Estrada, Vibot, Javierdelvigo-nopongomás:
De verdad que aprecio, que leo y releo una tras otra, las palabras que dejais en el blog.
Sin embargo, hago una pregunta inocente -"las salidas profesionales"-, y os lo tomais a chirigota.
Solo pedís:
- Javierdelvio-nopongomás lanza un concurso, un anzuelo y pico. Al final, tengo que llevarle la hogaza de pan, Prieto Picudo, el colchón hinclable y el agua para la piscina.
- Mariano -que se agradece el apoyo con el Furriel por el litigio de las dietas- debe querer que le pregunte en ruso por "las salidas".
- Y Vibot, espera que vaya a hacerle sopas de ajo, porque está malito. Mira Vibot, llama a Oscar, a Oscarin, que te puede dar algún remedio.

Mariano Estrada -

Priviet, queridos amigos:

Descubierto el pastel de mi vida secreta en el Soviet de Vladimir, donde oficié de espía doble con hielo, no me queda otro remedio que poner las cartas sobre la mesa. Y las cartas son simples: como yo quería hacer turismo y no tenía un Furriel que me pagara los viajes como se los paga a Justino, que es ruso Blanco y Villacé, me puse a las órdenes del PCUS y confieso que le pasé información sobre la España cañí, la España profunda, la España zaragatera y triste, la España de cerrado y sacristía, la España de charanga y pandereta... Confieso que fui yo quien les puso al corriente del significado oculto de las letras que forman el acaudillado nombre de FRANCO. Es éste: Fuisteis Rojos Ahora Nacionales Comeréis Ostias. “Pero Ostias se escribe con hache”. “Ya, pero ellos se la quitan para que no haga de amortiguador y sueñen a castañuelas ¿No veis que la hache es muda y no oye ni siente ni padece?”

Como es natural, Baldomero está al corriente de todo, incluso de esta crónica que dejo a continuación para demostrar que, efectivamente, mi interés real no estaba en la política, sino en el turismo, en el arte y, singularmente, en la música coral, en la que había sido educado ¿Hace falta decir dónde, cuándo, cómo y por qué?

Justino Y Josemari: no esperaba tener que confesarme después de tantos años, pero, mirad, tenía yo esa cuenta pendiente con la revolución del 17 Octubre. Octubre me la ha pagado. Con el 13.

Un abrazo

Kiev: crónicas espontáneas, 2

2.- La Ciudad Alta

En España puedes ir donde quieras, que al lado siempre hay un bar. En Kiev es imposible mirar hacia lo alto y no ver las cúpulas de una o varias iglesias, normalmente ortodoxas. Las iglesias católicas tradicionales se reducen a dos, San Alejandro y San Nicolás, lo que pasa es que hay cinco recientes y, naturalmente, de una relevancia menor.

Hoy hemos visitado la Ciudad Alta, o, por otro nombre, la Ciudad de Yaroslav el Sabio, que está asentada en los entornos de la Catedral de Santa Sofía y de la catedral de San Miguel. De aquí emanaba uno de los tres poderes que, antiguamente, tenían influencia en la ciudad. Otro se asentaba en el Podol, que es un barrio llano, donde se concentraba el comercio. Y el tercer poder residía en el Monasterio de la Lavra, del que ya hemos hablado anteriormente.

La puerta de Oro, reconstruida más de una vez -la última no hace mucho tiempo-, es la entrada principal de la Ciudad Alta, a la que acabamos de referirnos. Es también lo que queda de la antigua muralla de Kiev y a mí me da la impresión de que está un pelín descuidada. Pero no creo que sea yo el que se lo tenga que decir a los kievitas o a su Ayuntamiento. Se lo he dicho a Marina, nuestra magnífica guía, con la que hemos hecho el propósito de portarnos mucho mejor. Hoy no está Jesús, el fotógrafo vasco, que se ha ido en bicicleta a hacer fotografías a Chernobil. Pero está Antonia, y las fotos se las hacemos a un gato que tiene aquí su particular monumento. Se le atribuye la salvación de muchas vidas en el incendio de un edificio de las inmediaciones. Ni triste ni azul, el gato es simplemente precioso.

La catedral de Santa Sofía (siglo XI), ejemplo preeminente de la antigua arquitectura de la Rusia de Kiev, es realmente una perla, por más que el término suene a cursilería. Claro que debe su nombre a la catedral homónima de Constantinopla, ya que fue concebida para rivalizar con ella, pero eso no le quita ni pone. Bizancio se deja ver constantemente por aquí, o al menos a mí me lo parece. En el interior, los mosaicos de estilo bizantino se cuentan por metros cuadrados, y los frescos también, por más que hayan sido repintados en épocas relativamente recientes. (Por cierto, algunos “frescos” pertenecen a un arte más moderno, además de mejicano, que es el de sacar fotografías en los lugares expresamente prohibidos. Y eso es lo que hace el cura Germán, a pesar de todas las advertencias del mundo y a pesar de su bondad elocuente, casi aparatosa).

Al salir de Santa Sofía, Marina nos indicó un edificio que estaba al otro lado de la calle. Era de una piedra gris y de una arquitectura imponente. Perteneció a la KGB y daba un poco de repelús, aunque no tanto como otro edificio del Gobierno, cuya construcción procede de la reciente dominación comunista. Pintura gris. Basas enormes, fustes descomunales, capiteles altos. Está al lado de la Catedral de San Miguel, pero casi da miedo.

Cuando visitamos la catedral de San Miguel, cuya pintura exterior es de un azul hermoso y apenas expresable (toda la catedral es preciosa), tuvimos la suerte de que los monjes estaban oficiando. No sé si es inexacto emplear este término, pero a mí me importa bien poco que lo sea. Lo que me importa decir es que los monjes cantaban, que lo hacían a varias voces, y que lo hacían muy bien, pero que muy bien. Por lo demás, el lugar era justamente el apropiado para esos fines. Recogimiento, oración, cánticos y alabanzas. Todo ello a pesar de los turistas y sus cámaras afectadas por la prohibición oficial. No fotos. Yo nunca había oído a un coro cantar en una iglesia ortodoxa, aunque también es verdad que no había estado nunca en el interior de una iglesia ortodoxa. Pero, vamos, ya he dicho otras veces que con las voces bien conjuntadas de un coro se me cae fácilmente la baba.

Al cura Germán le dije con la mayor naturalidad de la que pude proveerme que “un cura, dos curas, tres curas en un coro / hacen la misma voz que un cura solo”. Se mostró muy de acuerdo, añadiendo de su cosecha que muy particularmente si se trataba de los monjes del Monasterio de Silos y lo que entonaban era el Canto Gregoriano. Al cura Germán le gusta mucho la música, la clásica, la religiosa y la moderna. De ésta última, le gusta especialmente la de un conocidísimo cantautor español que se llama Joan Manuel Serrat, al que trata de emular con su guitarra. Serrat es un genio, dice, pero también le gusta Perales…

Dejamos a un lado la bella Iglesia de San Andrés, en cuya Cuesta ponen el tan cacareado mercadillo. Cacareado por las mujeres. Estas dos cosas, dijeron, las veremos mañana. Y también el Podol. O Podil, según se diga en ruso o en ucraniano. A la Cuesta de San Andrés la llaman el Montmartre de Kiev, quizás cargando un poco las tintas y sobreestimando un tanto lo propio. El lugar es muy bonito, no obstante. Hay un par de museos en los alrededores, y está también el famoso e impresionante tilo de los 400 años. En cuanto al mercadillo… “Vale, vale, aquí venimos mañana”, contestamos a las mujeres con cara de obediencia y resignación que parecía realmente convencimiento…

Poco a poco, el día nos había ido enseñando sus negros y amenazantes nubarrones, pero fue repentina la forma en que se puso a llover sobre nuestras cabezas, o sobre las chaquetas que, a falta de paraguas, colocamos sobre nuestras cabezas. Así que nos metimos corriendo en el primer restaurante que encontramos: una pizzería italiana que estaba de muy buen ver. Entonces me vino a la memoria cierto plato caliente, llamado “pastina in brodo”, que, muchos años atrás, pedí en un restaurante de Venecia sin saber que estaba pidiendo una vulgar sopa de fideos. ¡Ahhhh, porca misèria! Rosa aún se está riendo de la cara que puse cuando el camarero lo depositó elegantemente sobre la mesa: “Pastina in brodo, Signore”. Afortunadamente, en la pizzería de Kiev la comida fue del gusto de todos. Dasvidaña.

Mariano Estrada, Kiev-septiembre-2005
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