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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

64.MÚSICA CALLADA

64.MÚSICA CALLADA

Nuestro compañero Luis Carrizo ha conseguido recomponer este globo que nos transcribe para, presumido él aunque todavía con cara de niño, le reconozcamos públicamente su esfuerzo. Un abrazo, amigo.

Feliz día de San Juanín y felicidades a todos nuestros Juanes.

Así empieza su relato:

Estaba yo en la Feria del libro hace un par de semanas, comprando unos números atrasados de Ecclesia y el último número de Literaturnaya Gazeta, cuando, a punto ya de salir, y tras haber sobrepasado una de las últimas casetas, volví precipitadamente sobre mis pasos, por comprobar que el título que creía haber leído a vuelaojo, era realmente aquél, que  no se trataba de un lapsus de mi subconsciente. Retrocedí, tomé entre mis manos una carpeta en cuyo interior se adivinaban un buen puñado de folios, y comprobé que, en efecto, no estaba sufriendo ninguna alucinación: sobre la cubierta, en caracteres que no ofrecían lugar a equívocos,  pude entonces volver a leer con toda nitidez “La vendedora de globos. 2ª parte”.

¡Cágate, lorito! –exclamé sin comedimiento alguno, por la perentoria necesidad de liberar tensiones–, y pensé “este Cicero se ha venido arriba y se ha dicho: el que hace treinta y seis globos, hace ciento”.

Pero es lo malo que, o bien por estar constituido por textos bajados de Internet, o bien por la premura del tiempo, constreñido para tenerlo listo en esas fechas, o bien –como sospecho– por ambas razones de consuno, cuando, en fin, me decidí a abrir el cartapacio para examinar su contenido, me hallé, creedme que en medio de una más que mediana decepción, ante un verdadero revoltijo de páginas inconexas, repetidas o incompletas, del que, con tanta ciencia como paciencia, cortando aquí, pegando allá y añadiendo acullá, he conseguido recomponer este globo, que os transcribo para público reconocimiento de mi esfuerzo, y por saber, como sé, con qué desusada curiosidad y devoción nos entregamos a la lectura de todas estas rememoraciones.

Me resta preveniros que tengo para mi que se trata de escritos apócrifos;  y baso esta hipótesis en dos supuestos que juzgo definitivos: en primer lugar se da la circunstancia de que en ningún sitio aparece o se hace mención al nombre del autor; y en segundo lugar, llego a esta conclusión tras comparar el enrevesado estilo de este autor con el más perspicuo, llano y elegante de Cicero

 

64. MÚSICA CALLADA

Ya tenía yo ganas de dedicarle un globo a otro de los habibi, a quien  pondría un piso en mi corazón si él se dejase. Como no se deja, porque dice que no le acaban de convencer algunos de los vecinos que tendría, me ha prometido, a modo de compensación, que en el cielo nos sentaremos juntos. ¡Loado sea Dios!

Quiero que sepáis, antes de que entremos en mayores profundidades, que esa pía expresión que tan acertadamente signifiqué al hablar del cielo, constituía para mi, en aquel tiempo en que aún no nos habíamos hecho un pasado, motivo de chanza y cachondeo. Espero que mis biógrafos tomen también buena nota de estos extremos  a fin de poder documentar que mi iconoclastia es de larga data.

Por aquellas calendas, como vosotros muy bien ignorabais, mis-queridos-apostólicos, hacía furor en el siglo (no me extrañaría que incluso en el barbiponiente rubito holandés) el L.S.D., una droga nefanda y perniciosa como corresponde a toda droga que se precie. Pues bien, cuando la ocasión lo permitía y estaba a tiro alguna anovenaria, devota o transeúnte sin mayor filiación, susceptible de ser escandalizado, yo pronunciaba la jaculatoria “ele-ese-de” de forma clara y distinta, guardaba un calculado silencio, siguiendo la técnica de Arcilla, que muy ut supra os he explicado, y solo cuando en el rostro del  deuteragonista  se empezaban  a manifestar los desaforados rasgos del escándalo, solo entonces , yo acababa añadiendo, con la más impostada y jesuítica voz de que era capaz “Loado sea Dios”. Las experiencias resultaban todas muy enriquecedoras e hilarantes, te lo juro por Snoopy; y el habibi a quien dedico este globo, y que participaba como colaborador necesario, no me dejará mentir.

Pero yo de lo que venía a hablaros era del silencio.

Ha habido algún globo, que, por cierto, debe de estar ya precisamente por esas sidéreas, silenciosas, soledades (te lo regalo, Vibot), en que creo que se me calentó la pluma y arremetí, excesivo e inmisericorde, contra él, contra el silencio, digo. Quisiera volver sobre el tema y, permitidme esta transición: a partir de aquí voy a dirigirme directamente a mi invitado.

Sí,  supongo, porque conozco tu infinita aversión al ruido, que no te habrán gustado la retahíla de epítetos y andanadas que endosé a, y arrojé contra el silencio. Injustas hasta para el silencio de los corderos;  no aceptables siquiera para un silencio de lechazos. Ya sé que podrìa haber evitado escribir  “costra de silencio”, de la misma manera que nunca se me ocurrirá escribir “encajar una victoria”. El silencio es siempre perfecto, lo admito, incluso hasta cuando representa la pura privación, pues nada hay tan perfecto como lo que nunca ha existido.

Sí, ya sé que a ti te gusta imaginar ese cielo que me tienes prometido, con la música y la letra de Bécaud, imperceptiblemente adaptada a tu idea: Souvent je pense / que dans ton immense / palais de silence / on doit être bien. (Ya veremos como les explicamos esto a Olóriz, a Seque y a Vibot).

Leí también, en una de tus entradas al blog, que negabas la mayor, que te desconcertaba que “un poeta” hubiera querido pintar un noviciado con tan sombríos tintes, que, a un noviciado, por necesidad física y metafísica le eran consustanciales la risa y la alegría, y que, aquel de Charleroi, y que ¡vivían los cielos donde más altos estaban!, no había sido nunca una excepción.

Como no quiero acabar como el del safari del chiste, que, acuciado por sus contertulios, terminó confesando que había un fuerte olor a leones, donde comenzó asegurando haber matado dos impresionantes machos, voy a llegar hasta admitir, con el poeta, que aquel silencio fuese música callada. Sea. Pero voy a añadir, a renglón seguido, que lo que pretendí, haciendo uso de las prerrogativas y licencias que se le conceden al escritor, fue convertir el silencio en un chivo expiatorio, personificando en él, real o imaginario, todo el cúmulo de injurias a que fuimos sometidos, y que yo, lanzado en plan maldito a decir la espantosa verdad (esto es de Umbral), me he tomado el trabajo de ir consignando con la indeleble tinta almagre con que apuntamos los nombres de los deudores a quienes no vamos a perdonar, porque, maldita sea (como dice mi amigo Alvite), mi problemática es que tengo penas en el alma, que no las mata el alcohol.

Te cuento esto, y lo que te voy a contar continuación, que es peor, porque sé que tú me comprendes y vas seguir amándome, incluso más que éstos.

No, a mi, como a uno de mis conmilitones, ya exento, ex ovo, de catequización, como se verá por la cita, a mi no vais a hacerme confesar con ruedas de molino. A mi no vais a poder volverme a echar dado falso. Yo tengo muy bien apuntadas, ya te dije, las misas a que asistí, los rosarios en que participé, los oficios, los triduos y las novenas que tuve que soportar. Yo he levantado acta de cada agravio para que no se me olvide; mi memoria tiene grandes lagunas, aunque la alabéis. Por ejemplo, si se me preguntase a bote pronto nombres de cristianos, desde el minuto uno hasta nowadays, no creáis que me saldrían tantos: dos, tres, cuatro posiblemente: Videla, Pinochet… no sé, el predicador compulsivo y …Franco, quizá. Es por esto por lo que me tomo mis precauciones. De esta guisa tengo también muy cuidadosamente registradas todas las virtudes que se me impidieron practicar; entre otras, trabajar en trabajos de la realidad real (en Caldas hubiéramos dicho trabajos del yo-en-el-hoy), siempre a extramuros, claro, a saber: minería, agricultura, ganadería, alquitranado de carreteras y vías públicas…

Y tengo, por último, perfectamente catalogados, los nuevos pecados que “a la luz del Vaticano II” me obligaron a cometer: estar siempre pidiendo, estar siempre agradeciendo, estar siempre alabando, pero no al jefe político, como sería lo adecuado, sino a Dios, genitori genitoque, para más inri, burla, mofa, escarnio y recochineo. ¡Y el nefando pecado de rezar (y en latín) el Libro de los salmos, ¡oh, corruptio optimi, tan pessima!, ¡oh, madre de todas las corrupciones! Aquellas terribles imágenes que aquellos terribles e incivilizados poetas del neolítico proponían a nuestras tábulas, tan rasas aún, tan incivilizadas por falta del debido adoctrinamiento en lo políticamente correcto. “A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar”. ¡Oh, aquellos paralelismos antitéticos, cuánto daño, ya irreparable, nos hicieron!

Cuando termine Los capítulos que sí destruyó Virgilio, libro que tengo entre manos y en el que un nieto de Eneas, que llama imperialista a Agamenón, vuelve a Troya a desenterrar los cadáveres de sus antepasados,  voy a meterme, para desengrasar,  con Oraciones y letanías laicas. Ya tengo algunas fichas: San Sonite, ruega por los fabricantes de maletas; San Chichón, ruega por los charcuteros; San Son, ruega por los músicos;  San wich, ruega por los hambrientos; San Setbulevar, ruega por los turistas; Santa Ovulación, Santa Penetración, Santa Dilatación, San Plebiscito, Santa Base lmponible, Santa Mayoría Suficiente, Santísimas Vacaciones, rogad por nosotros. En el apartado Oraciones solo tengo redactada una, pero, aun a riesgo de hacerlo excesivamente largo, la dejo aquí a vuestra disposición, porque los tiempos que corren pueden ser muy propicios a este tipo de rogativas. Oración: Señor, yo sé que, en tu Divina Providencia, nunca llegarás a ahogarme, aunque me aprietes; pero, no por mis exiguos merecimientos, sino por tu Infinita Bondad y Misericordia, te suplico que dejes, incluso, de apretarme.

Quería decirte, como colofón, que in illo tempore, cuando ni nuestros recuerdos ni nuestros años se habían trocado aún en fieras que acechaban el momento de mordernos, nosotros ya éramos infelices, pero no lo sabíamos; nos pasaba casi al revés que a los pastores de mi colega Virgilio. Bien sé que es un muy deslucido el papel de quien predica la desgracia con efecto retroactivo, pero mucho me malicio que hasta que no consiga hacer la digestión de esa puta vaca que tengo en la barriga, no voy a poder cambiar de registro. Encomiéndame a San Sísifo, patrón de las digestiones lentas

Hablábamos del silencio. Ya sé que tú hubieras preferido que el Padre Torrellas continuase en La Virgen del Camino, con la Escolanía, en vez de ir a México, pero es que tu problemática es otra que la mía; tú padeces una dolencia en el alma, creo que irreversible, que se llama eternititis, id est, inflamación de todo lo relativo a la eternidad. Qué cabrón saliste, humanamente hablando, querido amigo Luis.

7 comentarios

San Jose -

Javi, para tu conocimiento y de todos los demas blogueros, os diré, como curiosidad, que el guionista y creo que codirector de la palícula "Dialogo de Carmelitas" fue un dominico, si no estoy mal informado.
Un saludo para todos.

Vibot -

Carrizo -¡qué bien me suena a Las Caldas hipnóticas tu nombre mineral, como bajo la lámina hialina, néctar de aquella sed inaplacable, aquel agua-mercurio ultrasensible, fría caricia también para las sienes nuestras, tan lozanas y ardientes, de aquel estanque al pie de la cascada!-, Carrizo, gracias por tus "sidéreas, silenciosas soledades". Siempre me acompañaron y mecieron mi pena.

Creo que la coleción El Tomillar se honraría acogiendo tu libro "Los capítulos que sí destruyó Vigilio". Por si acaso yo ya me pido un ejemplar, Lalo.
Yo quería ser el segundo número de la colección, pero te dejo pasar. Me has metido ansiedad de leerte y releerte. Lo mío puede esperar. ¡Total, lleva toda la vida en el cajón!

Ojalá que nuestros hijos-libros, tal vez, alcancen aquello que para Séneca era lo propio del hombre: "una firme y absoluta resolución contra la muerte y la fortuna".

Y ahora ya, por favor, no te calles, muchacho.

Javier del Vigo -

Lalo, era fin de semana. Aún me quedan las burocracias de fin de curso. De todas formas, veo que me mandas ir en paz. Vidriosilla frase, que sólo un dominador de la palabra como tú es capaz de poner en el sitio adecuado; que sólo tu puedes decir ahí arriba.

Aún así, sabes que te quiero. Que voy a pensar tenía el sentido "bueno", en el sentido bueno de la palabra... Que -por ello- cuando nos veamos, te invitaré a un prieto picudo. O un ciento, si las circunstancias nos lo permiten...

Xabier te pide, Luis, que sigas bailando con nosotros en la verbena de la plaza del pueblo. Estoy de acuerdo contigo, Xabier: que san Almax nos conceda más textos de Luis,como los de la entrada a este portillo!

Aunque afirme que son apócrifos!

Olano -

Querido Luis.
Parece que hemos dado con un auténtico nuevo un globo. Por su estilo – diferente a los precedentes- puede que sea un apócrifo (de nuevo Qumram?). Sería interesante que volvieras a hurgar de nuevo por plazas y tiendas “de viejo” para ver si encuentras algún otro globo o si no deberías acudir a la Bibliografía ad hoc (ya sabes que de todo trabajo –según magister… -, lo más importante era la Biblio)para poder seguir la pista de alguno que se traspapeló.
De esa guisa lograremos mejorar tu lenta digestión y aliviar tu dolor de barriga. Que San Almax te lo consiga. Tuyo Xabier.
PS: Ah. Sigue con el “Ialgi hadi plazara…”

lalo -

¿Fin de semana, Javivi?
Tras lo escrito ya te puedes ir feliz de vacaciones. No sé si antes de la pasada madrugada en que escribiste lo anterior te las habías merecido (que supongo que sí), pero si no fuera así, tras tus erudiciones françoises te las has ganado.
Así que, hijo, vete en paz.
Pero no te olvides de que muchos seguimos por aquí.

Salud

Javier del Vigo -

“AFRANCESADA”.

Luis Carrizo, un chaval a quien no recuerdo haber visto en aquellos tiempos de la Paramera paseando por El Tomillar –¿quizá porque no fuiste “apostólico”, Luis, en La Paramera?- , se me hizo cuerpo en Caleruega, el pasado septiembre, entre los muchachos de la yeguada del 60, a la que pertenece –perteneces- ya para siempre.

En Caleruega, Luis, te vi envuelto en cariños y recuerdos de tus compañeros de yeguada. Directamente, en un bis a bis, hablamos lo justo: la presentación, que nos hizo Isidro Cicero; el protocolario apretón de manos, y las miradas que nos cruzamos. Poco más, en aquella soleada plaza del pasado septiembre calerogano, mientras recordabais vuestra experiencia como traductores de algún gran teólogo dominico francés de cuyo nombre –disculpad- no puedo daros el nombre, porque mi memoria no es una máquina.

Pero se me metió en los tuétanos aquella mirada.

Luis Carrizo –lectoras y excompañeros- volvió a “existir” para mi el 2 de mayo último, cuando la presentación de “La vendedora de globos” en León. A lo largo del día, hubo diálogos entre Isidro Cicero y Luis Carrizo. No fueron “Diálogos de carmelitas”, no; ni diálogos de dominicos jovencísimos sobre el viejo torreón de los Guzmanes, tampoco. Eran diálogos –a mi entender- de viejos conmilitones, que trascienden las palabras, que han vivido juntos experiencias vitales intensas en el pasado, con esa intensidad que pervive con cariño, a través del tiempo y la distancia. Y que se mantiene en el presente.

A la tarde de aquel 2 de mayo, entre dos luces, cuando regresábamos hacia Cantabria, -esa “Cantabria infinita”, que reza el eslogan- Isidro le decía a Luis Carrizo, al teléfono y en la distancia:

-“¡Qué buena gente son estos leoneses! ¡Qué buena gente!”

Estoy seguro de que Luis ha de recordar el calor que había en aquella frase; sobre todo, en esa reiteración final admirativa, broche de oro a un día metido en calores. Calores interiores. De los que salen del recuerdo y abocan directamente al sentimiento. ¿Recuerdas, Luis?

Por el blog, algunas veces –pocas para mi gana- he leído notas breves de Luis Carrizo. Sé de tus aficiones poéticas, sin embargo, compañero; alguna “urdimbre” tuya me fue dado oír no hace mucho en ese “tono”, el de la poesía. Eres bueno en prosa y en verso; que no es lo mismo lo “juno “ que lo “jotro”! Pero eres bueno, Luis, para mi gusto en ambos campos. Ojalá, -como dice otro de los Luises grandes del blog, en este mismo portillo, Luis Teódulo- “tu fecunda pluma nos siga deleitando, ahora que los plumíferos de turno descansan sus vacaciones bien ganadas”, que hago mías. (Luis Teódulo, ¿”plumífero” es de la misma raíz semántica que “plúmbeo”? Ambas palabras empiezan por “plum-, como iniciaban las niñas de nuestros tiempos niños algunos de sus "juegos de niñas”. Si fuera así, nihil obstat, que diría Mariano Estrada, el poeta pecoso. ¿Le preguntaremos a Box, profesor emérito en lunas, senos y física cuántica si él lo sabe? Hay te dejo mi duda y un abrazo, querido! Abrazo que hago extensivo a Fernando, indudablemente! Para que el verano os reboce de alegrías y tranquilidades mil.)

Qué curioso! Era Fernando Box un buen moderador de aquellos incipientes cine fórums en el teatro… Y éramos sus alumnos reticentes –como casi todos los alumnos del mundo- a entablar un “diálogo” fluido con el moderador. ¿Tal vez porque Fernando estaba en lo alto del escenario,- impactante desde aquellas “alturas”- y nosotros en lo hondo de las sillas de sala, acojonados por el “miedo escénico”? ¿Quizá fuera simplemente que convertir en “objeto de análisis” las experiencias que un adolescente tiene en la oscuridad de una sala de cine ante una historia que se le ofrece “en exclusiva” era devolvernos a la brutal realidad de un tiempo en el que teníamos que decidir sobre demasiadas cosas, casi todas demasiado trascendentales? En la bruma de la distancia, sin embargo, hoy me asoman rayos cálidos de recuerdos; recuerdos sobre aquellas experiencias de cine fórums, que intentaba moderar Fernando Box.

Un “Bravo!”, Fernando, por aquellas “moderneces” de tiempos tan lejanos! ¿Quién, después, por los diversos caminos en los que la vida nos condujo, no volvió a experimentar -y recordar- la técnica del cineforum que ya en León nos fue dado aprender?

¿Recuerdan Sus Señorías –los de la yeguada del 60 y los de las yeguadas próximas por allá y por acá- aquella película francesa de 1960 en la que una joven Jeanne Moreau protagonizaba a Blanche de la Force, joven de clase bien que se mete monja en plena Revolución Francesa para acabar en París viendo trabajar a la guillotina del Terror, levantada sobre el impresionante escenario de la actual “Plaza de la Nación”, antigua Place du Trône-Renversé, en los cuellos de sus compañeras de convento, aquellas 16 carmelitas de Compiegne que recibieron martirio en 1794?

¿Recordáis, -empedernidos lectores, ya casi viejos, pero no tanto como Jeanne Moreau-, aquellas novelas “religiosas” de un tal Georges Bernanos, para quien “hasta en la blasfemia hay algo de amor a Dios”?

Lo confieso, a la francesa: “Diario de un cura rural” (1950) me impresionó enormemente en los años de León. Me enseñó a interpretar el conflicto de un cura que quiere comprometerse -para hacer el bien- con su mundo y acaba atrapado por el mundo –que es el mal-. De Bernanos, aún en León, pasé a leer a Michel de Saint Exupery –“Los nuevos curas” (1965)-. Líbreme el cielo de haber pecado aunque temo que lo hice:la lectura de esta novela estaba "prohibida" en el colegio. Así que recuerdo muy bien aquellas lecturas en clandestinidad; y el impacto que me produjo el capítulo en el que Saint Exupery narraba el primer “encontronazo carnal ” entre el cura y su feligresa, en la cama y en el espíritu. Creedme: me “puso mucho” aquel capítulo; con erótica divina, por supuesto.

Acabé leyendo a José Luis Martín Vigil, el de “Una chabola en Bilbao”. Pero en este caso, en “Los curas comunistas” (1965). Si mi memoria no me es infiel, esta novela del jesuita Martín Vigil narraba “desde dentro, sin colgar los hábitos” la evolución del clero progre en aquellos años sesentas, entre el Concilio Vaticano y las nuevas ideologías de la emergente clase obrera española.

Luego, ya fuera del mundo apostólico, -con mi mente “trastornada” por ideologías más mundanas, y embebido por los problemas de la mundanidad-, leí varias veces, con gozo no contenido, a Giovanni Guareschi. Sus divertidísimas series sobre “Don Camilo”, que iniciara en el ya lejano 1948, quizá el año cuando editó el mejor de sus libros. O, cuando menos, el más original. Aquellas complicidades entre un cura de pueblo, “baturro” en la Italia rural, y el alcalde Peppone, “comunistón” con corazón de oro, que se enfrentaban por principios de “ideología profunda” pero que eran como dos bueyes de carga uncidos con humor y por amor cuando había que dar el callo, me parecieron encantadoras.

No sé si visteis la película que hizo el director de cine francés Julien Duvivier, en 1951, con Fernandel de protagonista, sobre Don Camilo. Incluso aunque la tuvierais vista, buscadla por la red y recrearos de nuevo con aquel humor y aquella "química" entre el cura y el comunista. Para mi gusto, merecen la pena de forma distinta, “Don Camilo” y “Diálogo de carmelitas”. Dos formas de interpretar las relaciones entre la política y las creencias bien distintas, porque una guillotina nunca soluciona nada.

Guareschi escribía desde una Italia desinhibida, desde el “renacido antropocentrismo” de una sociedad que era capaz de reírse hasta de las perrerías a las que la somete este desvergonzado Berlusconi con sus fiestas; yo le descubrí -a Guareschi, of course!- avanzados los años setenta; me interesaba ya, preferentemente, buscar el lado humano de los cuerpos, aunque no fueran celestes...

Así que ya veis. En esta noche de viernes, cuando empiezo a quedar libre de tizas, me he vuelto a ir por los Cerros de Úbeda del recuerdo. En recorrido farragoso, con el tiempo echándoseme encima. Todo porque quise saludar a Luis Carrizo y abrazar a Luis Teódulo…

Pero ya puesto, ruego encarecidamente a Chema Sarmiento –si me lees- que incluyas como premio añadido, junto con la colchoneta en el balcón de tu casa de París, una visita por la Place du Trône-Renversé, in memoriam de la joven carmelita Jeanne Moreau, que tanta lágrima nos hizo correr en aquellas veladas de domingo, cuando dábamos vueltas a nuestro futuro, en la duda total si futuros dominicos o abueletes devenidos, de la mano, en aquel caso, posiblemente, de Fernando Box.

Pregunta final: ¿Hay mucha distancia entre “la ilustración” y la pedantería? Quise sólo ilustrar, porque me encantaron siempre “los afrancesados” de la historia decimonónica española. Y hoy me ha salido “mucha cosa afrancesada”…

Feliz fin de semana a todas!

luis teódulo -

Yo me llamo Luis también, aunque ya sé que no tengo el honor de haber merecido tu atención y mucho menos el honor de tu epíteto redondo como una rueda de carro de guerra de Agamenón. Dices "cabrón" y todos levantamos la cabeza, envidiosos por ver a quién van dirigidos tus elogios.

Hay, ya ves, distintas sensibilidades aquí, diferentes miradas con que se mira el pasado: ojos piadosos, ojos airados y hasta ojos melancólicos... todo cabe en la viña del señor.

Fue un placer leerte, amigo Luis, y espero que tu fecunda pluma nos siga deleitando, ahora que los plumíferos de turno descansan sus vacaciones bien ganadas. Nos iremos aconstumbrando a tu estilo elíptico, todo se andará, yo te clasificaría entre los conceptualistas socarrones, volveré a leer tu interesante artículo, a ver qué hay escondido entre líneas y que se me pasó.

Un placer saludarte, Luis. Un abrazo