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CRÓNICA DE LEÓN. 6 (Isidro Cícero). - Los Misterios Gloriosos

CRÓNICA DE LEÓN. 6 (Isidro Cícero). -	Los Misterios Gloriosos

Sexta y última parte de la Crónica de León que Isidro Cícero, "por fin he terminado el parto de la última entrega sobre el santuario",  ha redactado utilizando como bendito pretexto su visita a León, junto a su "santa" Marga, del pasado Octubre. Gracias Isidro, precioso regalo de Navidad. Por cierto, amigo Cícero, ¿ya no quedan más misterios?


 

CRÓNICA DE LEÓN. 6 (Isidro Cicero)

 

c) MISTERIOS GLORIOSOS.

 

Me dijeron que era asturiano – y no tengo por qué ponerlo en duda – aquel que llevaba por los bares un ratón domesticado en el bolsillo de la camisa.

 

Habrás notado que la rutina me impulsa a empezar el tercero y último rosario rezado a la Virgen de la Virgen del Camino, como dice la canción, con una de esas anécdotas presuntamente chistosas que a mi me hacen sonreír de modo amplio y que a los demás a lo mejor no os hacen ni pizca de gracia. Nunca se sabe. Así que hoy me disciplinaré un poco, iré al grano, a ver si soy capaz, y de entrada haré el siguiente sumario, el siguiente abstract, a ver por qué no puedo yo ponerme también un poco académico de vez en  cuando: La gloria del Santuario está en el cristal. Lo glorioso del Santuario son los misterios que están , sobre todo,  en la vidriera por dentro y en los bronces superiores de fuera: La gloria es este muro traslúcido, que cierra el edificio por la parte del viento gallego.

 

 

Como sopla del poniente y viene acarreando humedades generadas en los abismos del océano, el gallego hace polvo la piedra. Lo hemos observado cantidad de veces  en las portadas del camino de Santiago antes de llegar a este crucero y en la propia Salamanca. Y también lo hemos observado en el pueblo de cada cual, allá en la montaña. Si no estuviera a sotubio, Vibot - te mando con esta última palabra un retrasado abrazo de felicitaciones por tu cumple - de qué iba a conservar el pórtico de la Gloria del maestro Mateo la gracia polícroma y la frescura musical que conserva.

 

Ahora bien, te lo digo de verdad: Con el cristal pintado por Ràfols Casamada, el gallego no puede. Se jode el gallego.

 

El primer misterio del cristal es el propio cristal. Cada pieza de cristal aquí es una baldosa de por lo menos veinte centímetros de grosor, si no son treinta. Los cristales de este gran ventanal de 105 metros cuadrados están fijados de manera muy diferente a cómo los aseguraban nuestros padres en aquellas casucas nuestras. Los cristales de nuestras ventanas ellos los fijaban con un poco de masilla para apoyar la labor de las ocho puntucas pequeñas de las de a siete pesetas kilo, dos en cada borde,  que servían para que no se moverían cuando vendría el viento fuerte. Para que no entraría el aire frío del regañón, ni del ábrego, ni del cierzo, ni del solano.

 

A los cristales de la Virgen no los menea ningún vendaval. No los zarandearía ni ese viento criminal del sur de Marruecos contra el que, según nos contó Herodoto y vimos refrendado en “El paciente inglés”, los beduinos salían a pelear con largos cuchillos. No los agitaría ni la luz divina, no los movería ni una nueva venida del Espíritu Santo que, como todos sabéis, bajó del cielo de repente cuando esos hombrones de ahí afuera eran clandestinos y estaban reunidos, en secreto, cagados de miedo. Los cristales de la Virgen que diseñó Casamada y que diseñó Casamada y realizó en Chartres Gabriel Loire están a prueba del Fuego, del Viento y del Agua; están incrustados en un cemento especial, formando lo que se llama glass beton o beton glass, lo mismo me da que me da lo mismo.  A propósito de estos materiales diseñados para fijar los cristales en sus marcos, me viene ahora al recuerdo que  los ingleses de Southampton, - por lo menos los de Southampton, no he conseguido yo hablar ni escuchar a todos los demás- llaman a la masilla putty, pronunciandola p^ti. Mira que son raros, llamarla  p^ti cuando bien claramente se ve que es masilla.

 

No podrá el gallego con el cristal porque el cristal es un milagro en si mismo. El cristal es un material de los que hay que joderse. Definiciones he consultado yo varias, calcula las que habrá llegado a analizar el físico ruso Gustav Tammann  hasta dar con esta maravilla de definición, que pongo aquí. Qué bueno que, con el paso de los días, viniese a continuación ahí abajo un comentario sobre ella de nuestro maestro Box, el físico; tampoco estaría mal otro de José Ramón Pajares Box, su primo, de quien acostumbro a aprovechar sus conocimientos en música clásica mientras escribo. Mientras llega el comentario de Fernando Box poniendo las cosas en su sitio, yo que no soy de ciencias y muy poco de letras, me atrevo a considerar la definición del cristal de Gustav Tammann una luminosa, sorpresiva y radiante obra de arte, ya me diréis vuestra opinión.

 

 “El cristal”, dice Tammann,“es un líquido” (ahí va la osa) “helado” (¡oñooo!), “de una extremada resistencia” (joe) “y con una velocidad” (ósper) “mínima de flujo” (ahí va otra vez la osa) “prácticamente infinita”.

 

No me digas que no os habéis quedado de una pieza. “¿A quién se le iba a ocurrir que está ante líquidos y flujos cuando mira la luna de un escaparate?”, se preguntaba ante esta misma definición el filósofo alemán Hans Blumenberg.. ¿Quién pensaría?, añado yo, que está ante líquidos helados y flujos lentos cuando observa esta vidriera grande del poniente, o las vidrieras de las 3+4=7 ventanas de abajo, o las vidrieras de miel de las 7+6+7=20/VERITAS del sur que dan a la carretera e incluso al otro lado de la carretera, a la parte del convento de la Fundación, donde estuvieron a punto de formarnos?

 

Así que, visto desde una perspectiva no teológica sino geológica, es decir, visto con una perspectiva de millones de años, este rectángulo luminoso del poniente que tanto te apena, Vibot, en el fondo es un conjunto de líquidos profundamente congelados, indescriptiblemente resistentes y lentísimos, pero que  a pesar de esa lentitud, no conservarán durante toda la eternidad las gloriosas formas que les imprimió Albert Ràfols Casamada. Acabarán  fluyendo, no hay mal ni bien que un millón de años dure. Así que va a tener razón el de panta rei que te explicaron a principio de curso cuando viniste a que acabaran de formarte aquí, a mi tierra verde y húmeda.

 

Si en el Jubileo del año 3 millones, pongo por caso, nos hiciéramos peregrinos de Santiago (¿nos hacemos?) estos cristales, a lo mejor ya han tenido tiempo de descongelarse y de fluir un poco. A lo mejor para entonces ya nadie se acuerda de qué vientos trataban de protegernos esos cristales. A lo mejor ya se ha olvidado incluso el nombre del Viento Fundador que les da sentido: Esto ya pasó una vez con otro viento del desierto cuyo nombre no te lo puedo decir; no porque no lo recuerde, sino porque nunca lo supe y porque no lo tiene, o, si lo tiene, los bereberes lo mantienen secreto en la clandestinidad desde que un rey de ellos prohibió pronunciarlo como castigo por matado a su hijo primogénito, primero arrastrándolo por las dunas y luego sepultándolo en los arenales del Sahara. Si no me crees, lee a Herodoto, o aun mejor, pon una vez más, (¿cuántas van ya?) el video de “El paciente inglés”.

 

Aquí no lo quiera Dios nuestro señor, porque eso querrá decir que contra todo pronóstico las puertas del infierno han prevalecido sobre ella. Por cierto, ni del infierno ni de los otros novísimos, excepto la muerte, y esta transida de vida, en este santuario moderno, razonable, espiritual no aparece ni una sola palabra, ni un solo monema, ni un solo espárrago. Aquí dentro no hay amenazas, hay sólo consuelo, espíritu, piedad. Pero bueno, eso no evitará que acaben mezclándose todos estos colores de las cristaleras. ¿Cuándo? Cuando se derritan y fluyan, pero nosotros quizá ya no estemos allí para lamentarlo.

 

Como otros ponen en sus libretas “mes de las rebajas”, o “mes de las vacaciones”,  yo al ya lejano mes de octubre del 2009 lo tengo apuntado en la mía como el “mes de los cristales”.  Nada más terminar este viaje a León, estuve visitando el museo de Svarovsky en Wattens, donde entre otras fantasías te enseñan la pieza de cristal tallado más grande del mundo. No sé los kilos que me dijeron que pesaba la dichosa piedra. Lo que tardará, Dios mío, en fluir y en derretirse. En León, José Mari nos enseñó todas las vidrieras de la Fundación al completo con mucha más detención y deleite que el que estáis comprobando. Después, y junto con Isabel, nos subió hasta las vidrieras del primer tramo de la catedral. De hecho nos metió dentro de la catedral, no por la puerta principal ni por ninguna de las laterales, sino por una de esas vidrieras. Quiso que viéramos in situ las reparaciones que les estaban practicando. (Perdona la tardanza, Isabel, pero si lees estas líneas sábete que te enviamos un abrazo de felicitaciones por tu cumple. Ni aún trayéndote de Wattens unos pendientes con el sello del cisne, que no te los traje lo siento, habría correspondido adecuadamente a vuestro afecto, que lo sepas).

Pero bueno, regresemos adentro para ver la vidriera principal de esta paramera. Dicen que la imagen central de estos 105 metros de vidriera son esos dos trazos blancos de luz, uno vertical, otro horizontal, que se cruzan a una determinada altura y dejan los topacios, las esmeraldas, los grandes rubíes, a los lados . Todos dicen que es una cruz blanca y luminosa y que simboliza el misterio glorioso de la Resurrección del Señor. Si todos lo dicen, así será. Pero miradla atentamente. ¿Dónde habéis visto vosotros una cruz como ésta? ¿Qué clase de cruz es? Porque no es latina, ni griega, ni copta, ni rúnica, ni esvástica, ni egipcia, ni celta, ni visigoda, ni de Malta, ni de San Andrés, ni patriarcal, ni de Lorena, ni de Caravaca, ni de Santo Toribio, ni de Calatrava, ni de Alcántara, ni de Santiago, ni de lis. Ni siquiera es la cruz de Guzmán, que consiste en cuatro espadas apuntando un punto del centro geométrico, y según me explica José Mari, yo no lo sabía, reforzaba sus amenazas con el suplemento de un nido de víboras. Si es una cruz, que lo será,  es una cruz especial.  Ahora bien, ¿qué cruz?  Debemos aceptar que “todas las cruces, en cuanto cruces, son buenas, pero las de plata o de oro son mejores”, como decía Preciosa la Gitanilla de Cervantes.

¿Qué cruz puso aquí Casamada con la complicidad de los otros dos, Coello y Subirachs? A mi, como persona humana, Carrizo,  esta cruz de luz que Casamada puso aquí para indicar la Resurrección sólo se me parece a la de los cuadros del “Noli me tangere”. Los cuadros del “Noli me tangere”, esto bien me lo podrías explicar mejor tú a mi y no al revés,  representan la escena del Ajusticiado saliendo de los infiernos,  portando en la mano un estandarte luminoso de Campeón y diciéndole a María Magdalena, no me toques todavía, que todavía no he terminado la operación. La cruz de ese pendón del Noli, tiene la misma forma que esta cruz de aquí.

 

 La construcción habitual de esta escena en los cuadros figurativos es esta misma construcción de aquí, en esta composición abstracta: En la mitad de arriba, el Resucitado victorioso y la mujer ansiosa; en la mitad de abajo, el mundo oscuro: el sepulcro en cuanto sepulcro, los guardianes. Arriba, luz; abajo, oscuridad. La madera del coro, la divisoria geométrica entre los dos rectángulos menores, en los que se divide este cierre del templo, por la parte de occidente.

 

Esa cruz es esta luz, de acuerdo: La del “Noli me tángere”. Pero no la luz del “Noli me tangere” de Rafael, o de Pietro della Francesca; mucho menos del de Correggio o del de Fra Angelico. Sino el “Noli me tangere” específico y concreto de Giotto. No tendrás a mano una reproducción como ésta que tengo yo delante,  para que veas de lo que estoy hablando, y para que compruebes ahora mismo lo que te estoy proponiendo, sólo proponiendo.  Y para que me digas si encuentras coherente esto que te estoy diciendo, o no. A mi me lo parece. Si no tuvieras esa reproducción a mano, a ver si la encuentras en google, que las que yo he encontrado ahí son incluso mejores que esta en papel. Y luego hablamos, si quieres.

 

-          O sea que dices que la cruz de Casamada es la misma cruz del Giotto.

 

-          La cruz de Casamada es la de Giotto, sí, pero con un matiz. Como te conté el otro día, hablando de los colores de los dolores, esto  no es propiamente la cruz sino la huella que ha dejado la cruz aquí del estandarte de Giotto, al flamear, al ondear sobre estos cristales. No es la cruz de luz, sino la estela que ha dejado la cruz iluminada de la Resurrección, la bandera del vencedor de la muerte. No es una cruz física, aquí Casamada no puso objetos sino reverberancias de objetos. Es pues la marca del blanco estandarte de la Resurrección en la luz y en el color hueco, vacío. Y te lo digo porque Casamada usa el color para ordenar el espacio. No el color por el color, sino el color por la idea, la construcción, la estructura. La estructura, decía él, subyace en el fondo del proyecto y tiene ganas de  surgir a la superficie.

 

 

Ahí está Resurrección. Y si volvemos afuera, veremos, esta vez hecha por Subirachs, ahí está la coronación de la esposa del Espíritu Santo como reina y señora de todo lo creado. Aún más: Ahí está la Virgen de Agosto, Asunción. Ahora bien, sabéis mucho mejor que yo que Asunción no es otra cosa que una derivación occidental de Dormición. La iglesia ortodoxa griega a la Dormición /Asunción  la tiene un cariño extraordinario y la considera una de las doce fiestas fundamentales del año. A la Dormición / Asunción  los ortodoxos la llaman Koimesis, no sé si lo sabíais, yo hasta hace poco, tampoco, esto lo vas aprendiendo a fuerza de fijarte. Pues bien, ahí la tenéis, a María, separándose del suelo,  ascendiendo por el trazo vertical de la luz blanca, que acaso por fuera te resulte invisible, pero que por dentro, la has visto evidente. Por dentro este tachón de luz de arriba a abajo o de abajo a arriba, ya que hablamos de subir al cielo, también remembra la estela luminosa de la Ascensión, la pista de lanzamiento del Cristo hacia el cosmos, a donde va a prepararles doce moradas a esos pasmados de fuera; desde donde les enviará el espíritu que les de un poco de vidilla, y  desde el que un día ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos; Esto hay que verlo por dentro y por fuera, del envés y del revés, como aquellas medallas, Dios mío, que llevabais sobre el torso moreno y desnudo cuando os tirabais a la piscina, que por dentro eran el corazón de Jesús y por fuera el de María inmaculada.

 

Y ya que estamos cuando adentro, cuando afuera, te diré sinceramente lo que yo pienso. Esa pista blanca de cristal luminoso y abstracto de Casamada, en aleación con el bronce de Subirachs significa muchas más cosas. La tira de cosas. Puede ser el estípite de la cruz Giotto, no lo negaré. Pero además ese meridiano de arriba abajo parte el santuario y sus símbolos en dos. Es como la brecha del santo bautismo que abre por la mitad la historia sagrada como un libro. A la izquierda el antiguo testamento, a la derecha el nuevo, repasa la puerta por fuera para que compruebes por ti mismo esta coherencia. Esta brecha de luz de arriba abajo, es la puerta auténtica. La gran divisoria. Es la única pila bautismal que existe en este santuario. No hay ninguna otra, ni de piedra, ni de bronce, ni de plástico, no busques más. Al atravesar esta luz, todos quedamos bautizados en el espíritu. Ya habéis oído que antes Juan bautizaba con agua y con sal, no tenían otra cosa. Pero esta puerta (Yo soy la puerta) bautiza con Espíritu Santo, con luz  y con fuego, mira para arriba y lo verás.

 

En este Santuario la mayor parte de las cosas son símbolos, y están preñadas de irrealidad. Sólo tienen de realidad aquello profundo que la verdad significa, pero no tienen nada de aquello que las cosas poseen de operacionalidad admíteme por favor este cacho palabro, con lo que la verdad actúa para producir pólizas administrativas, papeleos y tal, no sé si me explico.

 

A la resurrección los griegos la llamaban Anastasia, la Anastasia Santa, ya tuvimos ocasión de recordarlo cuando dimos aquella clase de “María anastasein epi ton orón”, o como se diga. Pues ahí está el misterio de la Resurrección. Ahí está también el misterio de Pentecostés, el fuego del cristal rojo que por dentro penetra en las sombras de los apóstoles, mientras que por fuera ellos siguen mirando como tontos hacia el frente, hacia el infinito poniente con sus ojos semivacíos, siempre cara al sol de la tarde, que por eso un hombre de blanco que estuvo en este santuario los llamaba “los falangistas”.

 

Parecen moais de la Isla de Pascua, eso parecen, no me digas que no. Las filas de los moais constituyen otra fachada de otro misterioso santuario que es una isla en los mares del sur, que como los nuestros, mejor dicho, los de Subirachs, también tenían sobre sus cabezas unas coronaciones de color rojo hechas de piedras volcánicas de color del fuego; no quiero yo insinuar que fueran lenguas de fuego como las nuestras porque cuando hicieron aquellas enormes esculturas, los rapa nuis (“ojos que miran al cielo”, traducen algunos antropólogos)  todavía ni siquiera habían oído hablar sobre la existencia del Espíritu Santo: Neque si spiritum sanctum esse, audivimus, podían haber dicho como los efesios. Tanto aquellos apostolones de la Pascua del Pacífico sur, como estos apostolones de esta nuestra isla de la Pascua leonesa, tienen las cuencas de los ojos vacías, miran sin ojos. Ahora bien, en las grandes cuencas oculares de los moais de la isla del sur, rodeada de agua por todas partes, los rapa nuis les ponían corneas hechas de grandes conchas del mar y a las córneas les ponían pupilas de corales. Subirachs, no.

 

Parecen fósiles. Si los pesáramos cada gigante de estos de la Virgen del Camino arrojaría 61 arrobas de bronce, o sea que hay sobre poco más o menos 732 arrobas de bronce en apóstoles. Si midiéramos su largura y sumáramos la de los doce, tendríamos 226 seis metros de apóstol sobre poco más o menos. Parecen moais, parecen falangistas, parecen fósiles, parecen gigantes. Parecen – y me vais a permitir esta licencia- doce argüesos  oteando el horizonte a ver si le llegan los amigos del suroeste, que le llegarán cualquier día, para tomar con ellos otra cerveza en el Rey de España o por allí y enhebrar otro poco de conversación jugosa.

 

Estos doce, cuando llegó aquel viento que soplaba fuerte inundando toda la casa donde estaban y haciendo que se vieran las lenguas de fuego sobre sus cabezas no estaban de pie como los veis ahí afuera, estaban sentados, en esto la Escritura es clara y tajante, repasadla si no. No admite interpretaciones más o menos libres la Escritura, como algunas que se están haciendo sobre el celibato opcional de los curas, que no se pueden casar ni aunque se quieran..

 

 

-          O sea, Cicero enrolladísimo, de quien opino que con la edad, la nieta y algunos sustos de los últimos tiempos, se te está yendo un poco la pinza. Tú  piensas que este Santuario de Camino podría llamarse Rosario. Tú crees que todos los misterios gloriosos del Rosario están aquí, en la fachada de poniente y principalmente en forma de luz, unas veces por dentro, unas veces por fuera.

-          Sí, pero voy más allá. Yo opino que esta fachada del Poniente, después de todo lo que nos ha dado que hablar, encierra un sentido que todavía nadie ha especificado.

-          A ver con qué te descuelgues ahora, Cícero.

 

Y fue entonces cuando me descolgué con la tesis de que los tres Constructores del Santuario (Coello, Subirachs y Casamada) y un cuarto aún más decisivo que por ahora mantengo en secreto, alzaron aquí en el Páramo, no sólo la iglesia de Camino y de Rosario, sino el Primer Templo Ecuménico de este país pecador de la pradera, como antiguamente se hacían templos templarios. Yo, veo tu expresión de asombro y de perplejidad,  leo esta fachada nada menos que como el Iconostasio de un templo ortodoxo.

-          Anda ya.


Los iconostasios, como sabéis, propiamente dividen la parte del público de la parte sacrosanta del santuario. Aquí, este Iconostasio separa (pensándolo bien voy a decir, une) la parte del  “templo extendido” donde los fieles pululan, paseaban los peregrinos, pedía limosna el señor José, estudiábamos nosotros, nos reñían los frailes, nos aprendían literatura y nos ensayaban motetes,  de la parte  propiamente destinada al Santuario donde todo estaba orientado al encuentro con la Virgen y sus misterios. He dicho une y no separa porque cuando entonces decíamos impropiamente que los montes Pirineos nos separaban de Francia y la Cordillera Cantábrica nos separaba de nuestros hermanos castellanos y leoneses, luego te vas dando cuenta que sólo nos unía, a pesar de que para ello hiciera falta un poco de tiempo, de esfuerzo y de voluntad.

 

Sigo viendo tu gesto de perplejidad, pero el Iconostasio ¿no era un panel con puertas en el que la iglesia Ortodoxa coloca su iconos? Lo es. ¿No es esta fachada el panel donde los tres encargados de don Pablo pusieron sus imágenes? Lo es. ¿No estábamos en vísperas del Concilio, es decir en tiempos de incipiente curiosidad y exploración ecuménica? Sí, lo estábamos, más cuanto más nos alejáramos hacia la periferia de este centro de pensamiento que era la Meseta. Porque es cierto que por estos páramos los veteranos excombatiente aún estaban midiendo centímetros de blusa, larguras de mangas y coles masculinos junto a los femeninos en las piscinas. Pero te voy a decir algo importante. Había por ahí una cosa de la que casi no se habla, que nunca que yo sepa se ha puesto en relación con esta caja de zapatos y esta estrella colorá , una cosa  que se llamaba Le Saulchoir, una especie de Biblioteca de Alejandría del norte, con miles de libros viejos y nuevos sobre teología, filosofía, sociología, historia, biblia, arte, etcétera, etcétera.

 

En la gran biblioteca de Le Saulchoir las signaturas que empiezan por  226 se refieren a Histoire de l’Art; mientras que las que empiezan por 228 agrupan las mejores publicaciones sobre l’Architecture. En Le Saulchoir había otros hombres de blanco, ni mejores ni peores que los profesores de aquí, sólo que aquellos tenían otras vivencias y por tanto otras perspectivas. Somos arquitectos, somos artistas y si vamos a Alemania y pasamos por Paris, podemos darnos una vuelta por Le Saulchoir, hablar con los profesores de allí, consultar sus libros, y consultar su biblioteca. Si además de arquitectos y artistas somos dominicos jóvenes, lo que se cuece allí, que es profunda y fundamentalmente el sueño ecuménico, la estancia en Le Saulchoir nos resulta apasionante.  

 

Pues bien, atiéndeme con atención. La fachada del Camino contiene un Iconostasio con todas las de la ley, entre otras cosas porque contiene todo el Dodecaorton, voy a empezar a cobraros billetes de diecinueve euros por todas estas palabras que os facilito. No por las cosas que esas palabras indican, connotan o designan, que eso todos vosotros lo sabéis mejor que yo, sino por las palabras en cuanto palabras, porque son regalos muy agradables para el paladar del oído. Ya el padre Reyero, en su juventud, nos enseñó a paladear la eufonía del griego clásico y en cuanto a mi,  ya sabéis desde hace tiempo que os he salido un poco repipio.

 

Dodecaorton son las 12 grandes fiestas del año ortodoxo griego. Esas fiestas grandes van colocadas en los iconostasios en distintos rangos, en gradas, en hileras, en pisos, en tiers, como dice el otro. Como pueden, eso sí en tamaños diferentes según la importancia que se le vaya a dar a tal fiesta en tal localidad. Las 12 fiestas, por si no te acordaras, cosa harto improbable, porque se acuerda hasta Cícero son Anunciación, Natal, Presentación, Bautismo, Entrada en Jerusalén, Crucifixión, Anastasis, Ascensión, Pentecostés, y  Koimesis. Y ahora digo, será fachada la de la Virgen del Camino, pero  tiene todo lo que tiene que tener, como está mandado en los cánones, para ser también un Iconostasio.

 

En una de las entregas de esta Crónica de León os ofrecí mi particular versión sobre las influencias de las arquitecturas protestantes alemanas en la Virgen del Camino. Los protestantes dan preponderancia a la palabra en cuanto palabra y a la lectura literal de la Escritura y no practican la confesión vocal, no sé cuántos católicos la practicarán ahora, la verdad. “La Escritura es absolutamente soberana: es de Dios también en su forma. Es regla para la Tradición y para la Iglesia, mientras que ni la Tradición ni la Iglesia

son regla para la Escritura. Además la Escritura está fijada: proporciona el testimonio de testigos hoy desaparecidos en la misma forma en que ellos lo han dado”.

 

 Cuando nosotros estábamos allí, los confesionarios, por ejemplo, no es que hubieran sido eliminados, pero estaban escondidos. Sólo una lamparuca blanca en una hendidura del machihembrado zócalo de madera delataba la presencia interior de un confesor. Ahora ya he notado que el confesor ha recuperado protagonismo en el zócalo, y viene anunciado con su nombre y a veces con el apellido. Pero cuando estábamos allí, se empezó a leer la biblia en lengua vernácula, así se llamaba entonces a la que hablábamos todos. Cuando estábamos allí, presenciamos las primeras concelebraciones, muy solemnes, muy vistosas, venían hasta de Mansilla de las Mulas para verlas, con todos los padres extendiendo la mano al alimón, pasándose luego el cáliz unos a otros y dándose unos a otros el abrazo de la paz, cosa hasta entonces jamás vista en estas tierras de secano ni incluso en las de regadío en el rito oriental.

 

Cuando estábamos allí, vimos el tratamiento que se le daba a María en los bronces de la fachada, muy diferente al que se le daba en nuestras capillas particulares, aquel era compatible con el de los separados, los católicos y los ortodoxos. “Ahí tienes a tu Madre” aparece en bronce junto a Juan, muy junto a Juan, sólo que algo más elevada, que Juan y que todos ellos y mucho más fina y educada que todos ellos, incluido Juan.   Juan lleva pegado a un lado la palabra Apocalipsis y en el pecho aprieta un cáliz indicando cuánto amaba al contenido. Ella es aquí la platytera uranón, amada por los griegos. Las Glicofilusas eran las madonnas de la Dulzura Preocupada, acuérdate, pero las Platyteras, por ejemplo la Platytera Uranón de Subirachs en este Iconostasio tiene todo el aspecto de la que posee una Mirada Más Amplia que todos los Cielos, ya te acuerdas perfectamente de que los comparativos de superioridad elegían la terminación -teros -tera –teron, mientras que el tatos lo reservábamos para los superlativos. Una platytera, pues, Contiene Lo Incontenible; Mira hacia el Poniente con más alta visión que los apóstoles y,  por supuesto, muy por encima de todos nosotros. Comparativos de superioridad. Nunca en grado superlativo, como han hecho tantas herejías, jamás un -tatos, -tate, -taton que la pusiera como lo más de lo más, por encima incluso del propio dios.   

 

O sea, concretando y resumiendo. Lo que vengo diciendo y a lo que quiero llegar es al carácter madrugadoramente ecuménico de este templo del Santo Sepulcro en el que nos educaron y casi nos formaron, el casi lo pongo porque no nos descuidamos del todo. Nunca jamás, que yo sepa, se ha explotado esta condición ecuménica del Santuario, a lo mejor sí y yo no me he enterado. Esa mina de indulgencias que ha sido durante casi mil años el Camino de Santiago, ese filón sembrado de reliquias, plagado de románico gótico, renacentismo, barroco y neoclasicismo, se vio trastocado de repente con un crucero más, un sepulcro más, una virgen más. Pero no se ha destacado lo suficiente que ese crucero, ese santuario y esa parada es diferente a todos los demás jalones del camino. Y no porque su estética esté a años luz, sino porque su ética va en dirección contraria. Es una lección conciliar, antes del Concilio; una plegaria ecuménica, un Santo Sepulcro, que al revés del de Jerusalén, no está repartido y amojonado entre distintas iglesias y sectas.

 

Cuando estábamos allí, el Concilio no es como ahora, que casi han decidido “oblivioni mandare eum”, entregarlo al olvido, borrarlo de la memoria y de la historia, sino que cuando estábamos allí el Concilio se había convocado, sí, pero ni siquiera se había celebrado. Nosotros asistíamos a él en diferido. Sin convocarse, sin celebrarse, Coello ya había intuido genialmente de qué iba la cosa. Subirachs y Ràfols Casamada también aunque no fueran curas.

 

No hacía falta ser cura entonces para ver y  comprender que, en vez de matarse los unos a los otros con bombas de destrucción masiva pongo por caso, era bueno que los cristianos se abrazaran con fraterno respeto y amor, como acabaría diciendo el Concilio. O para convencerse de que quienes creían en Cristo y habían recibido el bautismo, fueran protestantes, fueran ortodoxos, estaban en comunión con la Iglesia católica –una comunión cuyo perfeccionamiento era cuestión de tiempo y esfuerzos -, como acabaría diciendo el Concilio. O que no había que renegar más de las raíces judías del cristianismo, ni del rico patrimonio espiritual compartido por judíos y cristianos. Ahí están mondas y lirondas, presidiendo la mitad de la proclamación de la palabra, las dos Tablas de la Ley Mosaica, con el Quinto Mandamiento No Matarás, profundamente destacado. ¿No era el sexto el importante?

 

 

-          Ecuménico, ortodoxo, reformado, protestante... ¿Y qué dejaron de católico en este santuario, resabido y resabiado Cícero?

-          De católico lo tiene todo. Es pura catolicidad el Santuario.

-          Pues ya me dirás, porque según tú, lo que no es Reforma luterana es ortodoxia griega. No sé yo qué dejas para la religión verdadera que, quieras o no, sigue siendo la nuestra.

 

Llegados aquí, no tengo más remedio que hablar del cuarto personaje. Del Artista Escondido. “Ahí va la leche. ¿Un personaje misterioso y oculto en una obra tan moderna?”  “Sí, téngolo por seguro” “Pues dime quién fue, que me tienes en ascuas”.

 

Había conseguido yo crear ese clima de intriga que tanto me gusta. Es como cuando empiezas a contar un chiste y en  lo que estás pensando es en la gracia que puede hacer al final. Pero retrasas ese final todo lo que puedes, estiras el detalle, te regodeas en el relato y así tratas de hacerte desear, no siempre lo consigues ni mucho menos. Pero tú metes por el medio cosas que nada tienen que ver, y durante un rato tienes a la gente que te escucha, desconcertada, no otra cosa es el ejercicio de la narración. Por ejemplo, ¿a que ya no os acordáis de aquel asturiano, me dijeron que era asturiano – y no tengo por qué ponerlo en duda –que llevaba por los bares un ratón domesticado en el bolsillo de la camisa con el que intentamos empezar esta crónica y que lo dejamos aparcado para no ser reiterativo y sobre todo para no molestar a nuestros amigos del Principado que ya tienen que estar fartucos del tópico etílico?

 

-          No hombre, no, no nos molesta, Cícero, anda cuenta ya lo del ratón. (Parece que los estoy oyendo).

-          ¿Lo del ratón o lo del artista oculto del Santuario?

-          Lo que quieras, bah.

 

 

Pues iba por los bares del barrio húmedo y llevaba un ratón en el bolsillo de la camisa con la misión de que cuando al asturiano se le cayera cualquier gota de vino, y se le caían muchas, como a ti, como a mi, antes de que mancharan la camisa o la corbata, y, lo que es más importante, para evitar las broncas de la parienta cuando llegas a casa, aquel ratoncito asomaba la cabecita sin salirse de todo del bolsillo, abría la boca y se tragaba la gota de vino. Simbiosis había entre el asturiano aficionado al vino y el ratón, aficionado también. Catorce vasos de vino seguidos se había tomado el asturiano antes de dirigirse de nuevo al camarero: “Moiga, bóncame un xiguito”. “Es que verá, primero tiene que pagar los anteriores, me dice el dueño.  Y que si no los paga, que no le sirva más chiquitos, lo siento en el alma”. El borracho, arremangándose: “Dígale al dueño gue salga, si tiene gones”.  Y el ratón: “Y si tiene gato, que salga también”.

 

Y ahora lo del Artista Oculto. No creo equivocarme si digo que existe un pensamiento profundo, derivado de un conocimiento muy especializado, en las trazas generales de esta obra de arte surgida en mitad de la paramera de León a un lado. Surgida como por un milagro. El autor intelectual, el inductor real es un Artista. Oculto.

 

-          El nombre, Cícero,  el nombre, que me tienes en ascuas.

-          Yves Marie Congar, dije despacio, con solemnidad.

-          Anda ya... Si Congar ni siquiera estuvo nunca en la Virgen. Qué tendrá que ver el culo.

 

Escúchame un poco con atención, que ya termino. Lo de menos es que haya estado o no aquí. Yves MarIe Congar creó una construcción intelectual formidable y tan innovadora que produjo escalofríos. A través de la red de los dominicos se transmitió a todos los terminales de la orden, a todas las franquicias. Estaban aquí los teólogos de la Ropa tomando medidas a los escotes y comprobando si el tejido de las bragas era demasiado suave, mientras por debajo, sin que lo percibieran, o percibiéndolo lo justo, estaba penetrando en el sistema intracelular del pensamiento tomista pero joven, la Teología del Espíritu Santo. Congar es el teólogo del Espíritu Santo. Dice que es el Espíritu el que deja entrar la luz, el que lo explica todo como en nuestro Santuario. Ese Espíritu de Jesús es lo que da sentido semántico a todos y cada uno de los monemas de la frase cristiana. Sin él la frase resultante no tiene significado, ni relevancia, ni importancia, sólo es sonido. Pues bien, Congar enseñó esto respecto a toda la Iglesia, a todas sus estructuras y a todos sus engranajes.

 

Congar fue el primero en colocar las bases del diálogo ecuménico que luego iba a cuajar en el Concilio, aunque por poco tiempo. Y sobre todo, y en esto creo que su pensamiento está perfectamente plasmado en la arquitectura del Santuario, es el que interpretó para la Iglesia el sentido más católico de la catolicidad. La Iglesia es católica, sí. Pero ¿qué quiere decir católica? Universal. Pero qué quiere decir universal. Que está extendida por toda la tierra. ¿Y en todos los tiempos? Y en todos los tiempos ininterrumpidamente desde el poder de Poncio Pilato.

 

Congar va más allá.  La catolicidad de la Iglesia es su presencia en toda la tierra y en todos los siglos, sí, pero sobre todo, es católica, es universal porque tiene la capacidad de recoger, asimilar e incorporar a si misma, los mejores valores de todos seres humanos. De aquí y de allá. De antes, de ahora y de después. De todos los creyentes y no creyentes. También de los no creyentes. De los ortodoxos, de los judíos, de los protestantes, de los musulmanes y hasta de los rapanui, que construían gigantes moais como nuestros apóstoles, o mejor dicho, como los apóstoles de Subirachs, sin haber oído nunca ni que el Espíritu Santo existe.

 

No soy yo quién para decir si Congar, como teólogo, tenía o no razón. Como Artista, como soñador,  como poeta, la tenía. Poetizó que todos los materiales aprovechables que cada uno de nosotros portamos, valen. Y que con todos los materiales humanos que valen y los que vengan luego y que también valdrán se va a construir un día el Cristo Completo, el Cristo Hijo de Dios Vivo, que todavía no existe, porque todavía está en construcción. En el Santuario a ese Cristo Completo futuro, se le espera. No está allí. Por más que cantáramos a Pemán, no está allí. Hay un cadáver, hay unos trazos de luz de Casamada, y hay un hombre de bronce terriblemente torturado, pasando las de Caín. Cristo no está.

 

-          Lo católico, según tú, es un ideal hacia el que caminamos.

-          Exactamente. Pero no según yo, que yo de esto entiendo sólo lo justo. Según Congar, sí, si yo he entendido bien a Congar. Según yo, lo que aporta la Virgen del Camino es la orientación de ese camino y su prefiguración.

 

Este santuario, volvemos al principio, es una sepultura con forma de rectángulo, de 50 metros de largo por 15 de ancho, para depositar en ella el cuerpo del Cristo muerto. Pero por dentro, esta sepultura está transitada por la luz en varias direcciones consiguiendo en la práctica que el sepulcro deje de ser sepulcro doloroso y se transfigure en espacio para el futuro viviente. La luz transfigura la sepultura. La luz hace de este rectángulo de viernes un lugar profético de domingo por la mañana, de primer día de la semana, muy temprano, al salir el sol. Aunque eso sí, muy lejos todavía.

 

La luz del santuario (abro llave aquí) también se divide en dos: la natural y la artificial. La natural procede de cuatro fuentes: las vidrieras del poniente, ese enorme estandarte blanco con todas las irisaciones que hacen los rubíes, los topacios, los zafiros y las esmeraldas del cristal, las siete pequeñas ventanas de la parte inferior, y las 20 del sur.

 

La natural procede también del lucernario cenital que cae deslizándose sobre el enorme panel del oriente sobre el altar y la dolorosa, siendo ella, esa luz y solo ella la que armoniza, concuerda, compatibiliza el intenso barroco del retablo con la austeridad monumental de la línea recta de todo el conjunto. Esa luz tamizada que cae de lo alto abarroca lo moderno y amoderna lo barroco. Al enorme panel del oriente, protagonista de todo este ámbito, Coello lo tiene enmarcado con dos enormes bloques de lajas, que cuando yo era pequeño me dijeron que las habían traído de los Picos de Europa, quizá me lo dijeron para que yo tuviera más devoción a esa pantalla, últimamente me han dicho que las trajeron de Boñar, no sé.

 

La luz natural transita directa por el sepulcro. 

 

La luz artificial es indirecta. Se trata de una línea continua de tubos blancos de luz todo a lo largo del rectángulo que transcurre por los dos paramentos laterales, ocultos  sobre el friso continuo de las estrías de madera que a su vez ocultan la práctica de la confesión vocal. Esta luz los fieles normales la ven indirecta desde abajo, nosotros desde el coro la veíamos brotar hacia arriba y la veíamos partir el santuario en dos áreas verticalizadas. Estas hileras de luz artificial cuando llegan a la pantalla del oriente, en cuyo centro está la virgen, se funden allí con la luz,  artificial también,  que se filtra por los lados desde el camarín, por detrás. Y entonces, comprobadlo vosotros también en las fotografías, el sepulcro adquiere un aspecto de gran sala moderna, presidida por una gran pantalla exenta en la que se sólo se proyecta otra luz, breve y destacada, la Virgen de la Virgen del Camino, como decía aquella antigua canción.

 

Un templo que por dentro es una risotada fresca surgida en mitad de la agobiante y agobiada paramera de tantas heladas, de tantos sabañones, de tantas nieblas.

 

Y con esto he terminado.

 

-          No me lo creo.

-          En serio, te lo aseguro.

-          Creo que te quedas con ganas de decir algo más.

-          Bueno, sí, si me tiras de la lengua, me gustaría añadir un par de cosas de propina.

-          ¿Son breves?

-          La primera sí, la segunda, no.

-          Empieza por la primera, a ver que pasa.

 

Me quedaba con ganas de hablar del homenaje que los artistas hicieron a los donantes de la obra de arte, a los mecenas, a don Pablo y de doña Rosario. La tradición de meter a los donantes en el cuadro viene de muy lejos. En los trípticos flamencos de Robert Camping, Van den Eyck y otros, la parte central está dedicada por ejemplo a la Virgen, pero en las dos laterales sitúan a la pareja de donantes de rodillas, el hombre a un lado y la mujer al otro o bien los dos juntos con las manos juntas en la tabla de la izquierda para poner en la derecha una escena complementaria, como es el caso de San José en el “Tríptico de la Anunciación” de Robert Camping.

 

Pues bien, Coello, Subirachs y Casamada también construyeron aquí una especie de tríptico con la Virgen del Camino en el centro, en el retablo, mientras colocaban al donante Don Pablo a la izquierda y a la donante doña Rosario Guerrero a la derecha.. Ya os dije desde el primer momento que el padre Coello tenía mucho interés en que Camino fuera también Rosario. Desde luego por la fijación con la Virgen propia de la Orden y, también, estoy convencido, por inmortalizar a doña Rosario, la generosa mecenas.  El padre Ignacio Blázquez Bautista, de Macoteras, tampoco se quedaba atrás en su afecto por las dos Rosarios. Nombrado en el Capítulo Provincial de Las Caldas de Besaya en 1954, el día de Todos los Santos como vicario del Provincial sobre los religiosos de la Casa de la Virgen del Camino, para encargarse de todos los asuntos relacionados con la obra de la Fundación, en el capítulo siguiente ya le hicieron Promotor Provincial del Rosario. Promover el Rosario fue pues para él, un encargo. En cuanto a la señora de don Pablo, estuvo tan vinculada a él que se ofreció a ser su madrina cuando celebró las bodas de oro como sacerdote.

 

A don Pablo no le retratan, podían haberlo hecho. De inmortalizar a Don Pablo se encargó Subirachs y decidió hacer en homenaje suyo la puerta del apóstol San Pablo con el texto – las palabras- de Corintios XIII, que habla de caridad. Se quería dar las gracias a don Pablo por la caridad que hacía con la Virgen, con el pueblo de León y también con tantos niños pobres de entonces. Gracias.

 

A Doña Rosario tampoco la retratan los artistas al otro lado del tríptico, podían haberlo hecho también. Subirachs la hace presente, la eterniza, pero sin nombrarla. Se limita a incrustar en el bronce, una piedra de río que la propia Doña Rosario recogió en su pueblo, concretamente en el lecho del río Porma. Ahí quedó la piedra de Doña Rosario para siempre en la honda del pastor Alvar Simón, formando parte de la leyenda primigenia y de la hazaña, de la milagrosa hazaña final.

 

Cuando la gente pregunte por la piedra, hay que hablarles de Alvar y de doña Rosario. Y, como una cosa llevará a la otra, hay que hablarles de don Pablo, de su persistente ensoñación allá en México sobre la Virgen a la que rezaba su madre. Y en aquellos años en los que otros patrocinaban las investigaciones para fijar el modelo de doble hélice para expresar el ácido desoxirribonucleico representando así la estructura tridimensional del polímero, Don Pablo se empeñó en patrocinar la construcción de una iglesia más en el país de las iglesias. Pero una iglesia como no había otra en toda España. Ni en el mundo entero había otra como aquella.

                                                                                       

8 comentarios

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For evil news rides fast, while good news baits later.

Vibot -

¡Y se me olvidaba: qué magnífica palabra y concepto sintético y sincrético nos has regalado para ese conjunto de los gigantes de bronce y la vidriera que partió en dos tantas de nuestras vidas:

I C O N O S T A S I O !

Gracias, muchacho listo.

Vibot -

Querido Cícero, al “sotubio” de tus afectuosas alusiones, te escribo y contradigo un poco, sabiendo que me comprenderás.

Nunca sentí esa gloria teológica que tan minuciosamente describes. Para mí la gloria estuvo en los sonidos, aquellos Palestrinas, Orlandos y Victorias… que cantamos en vuelo y que ensueño hasta hoy. Lo glorioso del santuario en mi experiencia fueron aquellas músicas transidas, alquel aura de Uría entre las armonías impresionistas coloreando los ámbitos del llanto, pronunciando el secreto.
Todo el resto de la batería teológica lo viví como un irrespirable laberinto , bien lo veo y lo siento ahora.

Sí coincido contigo en que “el primer misterio del cristal es el propio cristal”. Ese asombro, esa fascinación geológica y simbólica, me hipnotizaron desde el primer día y aún los siento vibrar y me estremecen.

Muchas veces me he quedado pasmado con la poesía –nunca sé si del todo involuntaria- de algunos textos científicos. Este que aquí nos traes es uno de ellos:

“El cristal es un líquido helado de una extremada resistencia y con una velocidad mínima de flujo prácticamente infinita”

No creo que solamente los de letras seamos sensibles al esplendor de esta definición. Y a la poética reformulación que me brindas con tanta ternura: “un conjunto de líquidos profundamente congelados, indescriptiblemente resistentes y lentísimos”.

Pero allí dentro, detrás de la vidriera multiforme, yo -al revés que tú- yo sí sentí amenaza. Multiforme también. Y desconsuelo. Y espíritu, sí, demasiado espíritu para los tiernos cachorros que casi no pudimos ser. Y también demasiada piedad. Too much heaven.

En tu erudita enumeración de los tipos de cruces, me ha impresionado especialmente la descripción de la cruz de Guzmán como esas cuatro espadas apuntando al centro geométrico y reforzando sus “amenazas” con un nido de víboras (¡!)
Amenazas, haberlas habíalas. Hasta en el escudo. Inminentes tormentas secas de rayos fulminantes.

Es verdad que esa imponente cruz de hielos y glaciares quebrándose, refulgiendo contra el sol del poniente es un estandarte luminoso. Pero no menos que los avernos ardiendo que la circundan, e igualmente excesiva y asfixiante. Hay en este expresionismo abstracto un horror invivible, la esencia misma de la amenaza. Pavorosa porque no sabemos su procedencia. Claustrofóbica. Sofocante. Angustiosa.
Si Casamada quiso mostrarnos la luz, y elevarnos con ella a las alturas, yo siento que también desplegó, desató, azuzó para siempre las tinieblas. Las más ominosas, a pesar de su explosión cromática y lumínica.
Esto también es una tradición en la iconografía de tantas religiones, recuerda sin ir más lejos las inquietantes gárgolas medievales o las “misericordias” de las sillerías de los coros catedralicios representando y magnificando los demonios, los vicios y todos los “noctium fantasmata”…

El color por la idea, la construcción, la estructura, dices. Esa estructura que, según decía él, subyace en el fondo del proyecto y tiene ganas de surgir a la superficie. ¡Y vaya que si surge: asalta, invade, incendia!

Los que no me daban miedo, no me digas por qué porque son para darlo, eran los doce gigantes de Subirachs. Allí quietos con la mirada fija, calcinados tras el fuego de lava del Paráclito, desbordados, iluminados, condecorados con hachas, cruces, serruchos, conchas, cuchillos, piedras, llaves, evangelios, un grial tan amorosamente sostenido…y la Virgen de Agosto, la de las vacaciones, con la paloma cruzada entre sus manos.
Estos argüesos eran humanísimos en su misteriosa, magnificente y humilde apariencia de escoria volcánica. Eran el contrapeso de todo el coro y creo que los únicos a los que no les hubiera importado jugar a balancearnos suavemente mientras cantábamos y sufríamos en el arrullo de la escolanía.

…Teologías. Penas de amor entre chicos perdidos…
Me pregunto si algún día serán compatibles. Si los sucesores de Congar, de Schillebeeckx,… de tantos ya pero todavía no suficientes, podrán neutralizar el rictus Ratzinger.

Pero ya ni lo espero.

Luis Heredia -

Si no lo digo, reviento: Me parecen más entretenidos y me han desvelado mucho más secretos escondidos los Misterios de Isidro que los del Santo Rosario.

Yo sabía que algo de especial tenía las vidrieras o los cristales- ya me da igual lo que diga Gustav Temman el Suizo o Gustav Temman el Ruso- y que escondían algo que siempre quise descubrir. Era para mi, en aquella época aún tan cercana, un verdadero misterio que traté de descifrar por mi mismo infructuosamente.

Al término del apoteósico Aleluya del 2.007, hice lo que en muchísimas ocasiones traté de hacer pero que nunca logré pues la disciplina imponía movimientos rápidos de circulación obligatoria y dirección única hacia el túnel subterráneo al acabar los Oficios. Como quería decir, al final del Aleluya, fue, ni más ni menos, pararme tres minutos más de la cuenta ante la vidriera desde los bancos del coro. Y digo “ante” porque no sabría si realmente es “frente” o “detrás”, según si me pongo de de frente o espalda a Santiago. Desde luego, lo que tengo claro es que desde dentro del Santuario, me asombra su esplendor y desde fuera no distingo nada, salvo las figuras de los apóstoles que a mi regreso a Gijón allá por el 68, me vinieron muchas veces a la memoria al estar frente a La Lloca’l Rinconín.

Por desgracia, volví a rememorar la misma disciplina durante el reencuentro pues en esta última ocasión no se trataba de agilizar el paso prietas las filas sino de cerrar el Santuario.

O sea, que volví a perder la ocasión de extasiarme. Ahora, si tengo ocasión en cada viaje de ida y vuelta Gijón-Marbella de visitar a La Virgen, resulta que hago solamente parada para saludarla, decirle que me acuerdo mucho de Ella, que nos ayude a todos y hasta el próximo viaje. ¡A ver cuando llega el día de hacer también fonda con Los Misterios de Isidro bien aprendidos¡

Un beso muy fuerte a tod@s y que este Año Nuevo que acaba de empezar os colme de dicha y felicidad.

fernando muñoz box -

Sugerencias a lo escrito

Así como Los Misterios Dolorosos de Isidro Cicero me recordaron mis tiempos de Las Caldas, de los que tengo tan buenos y positivos recuerdos, los Misterios Gloriosos me llevan al misterio de la luz . Y me explicaré.
Pero antes tendré que agradecer la alusión que me hace, llamándome "maestro", y lo pongo con minúscula porque es lo que he querido ser durante los muchos años que me he dedicado a la enseñanza. No me atrevería a asumir el de "Maestro" con mayúscula, porque en esto soy un tanto evangélico y recuerdo que allí se dice que sólo tenemos un Maestro...
Pero por las circunstancias de la vida tengo el título oficial de Profesor Titular de Óptica, y aunque mis hobbys tienen indirectamente que ver con ello (los Relojes de Sol, los Calendarios, el terrorífico Tiempo de inasible esencia), lo que me gustó más al explicar la Óptica no fue tanto el quedarme en los recovecos de las focales y los diafragmas como el estar tratando siempre con la maravilla de la luz.
Dejo las definiciones para los escolásticos, que errarán sin duda, y me detendré en el hecho de que la luz se comporta de diferentes maneras según los materiales, y no lo hace igual en los que vulgarmente llamamos opacos que en los transparentes. Sin ignorar que existen los traslúcidos. Y que dejábamos unas semanas del curso para estudiar la óptica metálica, para que a los alumnos al menos les quedase constancia de que si los metales tienen brillo metálico es por algo.
Pero ello lleva al cristal y los cristales de colores. Y nadie puede negar que tanto Casamada como Iturgaiz sacaron con maestría y arte lo que la naturaleza de la luz les proporcionaba.
Cualquiera puede ver en la Wikipedia que no es lo mismo el vidrio que el cristal, pero en la vida práctica lo confundimos. Y sin embargo lo maravilloso es que existen sólidos amorfos y sólidos cristalinos, y cuando estábamos en eso, alguien descubre que hay cristales líquidos, y cuando se pensaba que esto era un invento tonto o curioso, otros, al cabo de los años, descubren que se pueden utilizar en las pantallas de las calculadoras o en las de los ascensores.
También es curioso que sólidos tan irrebatiblemente sólidos como el espejo de 5 m de diámetro del telescopio de Monte Palomar deforma la información que desde lo profundo del cielo nos trae cuando se mueve, porque su plasticidad deforma a su vez su superficie reflectora.
No sé si la definición de Tammann es totalmente correcta. No sé si fuera de contexto tiene sentido lo que dice. Pero no se puede negar que era un experto y se atrevió a definir lo que yo no puedo en este momento hacer, porque la prudencia me advierte que no debo sacar los pies del plato. También advierto, por si alguien se pierde, que el Gustav Tamman, ruso murió en 1938, pero hay otro Gustav Tammann vivo y suizo, lo que no parece incompatible, dedicado a la Astronomía.
Isidro Cicero: Me gusta lo que dices, y está claro que me sugiere cosas. Y te agradezco profundamente tu alusión al Padre Congar.
Un abrazo

mariángeles -

Juan,gracias por tu precisión respecto a lo de la "pintina "de vino,me hace gracia eso de la "amiga"del cura.....menudo "pájaro espino",féliz Año 2.010....yo pienso alejarme de la milla de oro y cercanias de Oviedo y recibir este año contemplando el Cantábrico en un precioso pueblo marinero,que con un poco de imaginación puede parecerme Camelot......gente marinera sencilla,lejos de vestidos de noche y música "pachanguera"...Cada uno ,es como es ,yo soy mas de campo que las amapolas...Eso si sidrina y marisco que no falte...llevo varias cosechas adelantadas,el año será recibido como se merece.....Eso sí atuendo Hannah Montana...para escanciar el dorado líquido mas comodamente....Féliz 2.010....Un besin ,Mary

Juan A. Iturriaga -

Carrandi es una aldea de la falda del “picu Pienzu”. Allá en el Sueve.

Yo la conozco muy bien desde la época en que tenía dos chigres. El de arriba y el de la Josefa. Hoy no tiene ninguno.

En aquel tiempo era un pueblín muy completo. Además de los chigres, tenía cura con su correspondiente amiga, un par de indianos con apariencia de arruinados, un rico oficial, otro que parecía serlo,una pobre de solemnidad que vivía en una cedida por el pueblo, y muchas cosas más.

También había un par de bebedores habituales que alternaban la casa de la Josefa y el chigre de arriba. Bebían porque tenían “sede”. Solían estar silenciosos con los ojos húmedos ante un botellín de medida rara que llamaban “pinta”.

La Rae dice que la pinta era medida para líquidos de alrededor de media azumbre escasa.
Y tan escasa. Estoy casi seguro que pasaba muy justo el medio litro.
El chiquito es otra cosa. Es un vaso pequeño para beber y marchar. Diferente a la pinta, que además, es para meditar.

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Otra cosa,veo que la piedra del altar y de los púlpitos, es más prosaica que el resto.
Por si no hay otra oportunidad, diré que el material es mármol negro de Markina y además me ha dado a mí de comer durante veinticinco años. He enviado en ese tiempo miles de camiones con bloques de ese mármol a Italia.


mariángeles -

Maravilloso,volveré a leerlo mas veces,el mago de la narrativa y de las palabras,a mi personalmente,todo lo que esté escrito con audacia,magia,ternura,realidad,etc,me emborracha...Una cosina,en Asturias decimos una pinta de vino ,los chiquitos lo dicen los vascos.Me enorgullece tener un nieto cántabro,por todo esto y lo que voy a volver a leer.Cantabria me pone.....Perdón ó era Cantabria infinita...Gracias maestro por escribir de esta manera......Mariángeles