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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

LOS COROS RUSOS

LOS COROS RUSOS

o lo que es lo mismo, los despertares de Josemari Sierra Tascón.

 

Guardo con especial cariño el despertar con música clásica o con los "Coros del ejército ruso".
A mí me pasó algo parecido a lo que escribía Cicero en el blog (no recuerdo a santo de qué); pero decía algo así como que al oir música clásica instrumental, esperaba a continuación oír las voces de alguien cantando.

Porque él, decía, hasta que llegó al colegio no había oído nunca música clásica.

Yo, desde luego, ya había eschuchado algo por la radio, un ONDINE de válvulas que, por cierto, sintonizaba mejor que actualmente los de transistores. Y hablo de La Vecilla de entonces y de la de ahora: O sea, la misma. Televisión no había en el 1961, al menos en mi casa.

¡Pero los rusos...! ¡Los rusos estaban prohibidos! Escuchábamos Radio Pirenaica a escondidas y con "centinelas" por si aparecía la Guardia Civil.


Por eso me sorprendía muy agradablemente, poder disfrutar de esa, música y esas voces. ¡Qué más dará el signo político donde hay cultura, arte, sentimiento y amor por lo que se hace.


¡¡¡Bravo, P. Torrelas, P. Uría o quien fuera el responsable de esos preciosos despertares, por su valentía y su criterio!!!
 
Abrazos con música.

José María Sierra Tascón

2 comentarios

José Mª Sierra Tascón -

¡La cosa tiene "pelés"! (eufemismo por "cojones", que no estamos en horario infantil), que decía un compañero de trabajo, ya difunto.
Yo creía que era el único, ¡qué inmodestia! que sentía la música ¿clásica? de aquella época. Los rusos no eran clásicos: Si acaso Rimsky-Korsakov con su "Canción India", interpretada por la rondalla con el gusto admirable transmitido e inducido por el inefable Torrellas, D. Ángel, "San Torrellas".

Luis, mi desconocido y admirado a través de estos medios, Luis Heredia, gracias por traer a mi memoria el recuerdo de tantos despertares tan lejanos y tan dulces.
Un abrazo con la música que escucho: Los Coros del Ejército Ruso"
José Mª

Luis Heredia -

Pues sí, José María. Yo creo que nos pasó a todos lo mismo, salvo para el que tuviera el oído como una zapatilla rusa (sic P. Torrellas) o se despertara con otros ruidos -que los había sobre todo en Primavera porque la sangre altera- que llegaban a amortiguar las notas musicales hasta confundirlas con el chirriar de los muelles del colchón.

Yo ya había escuchado música clásica antes de llegar al Colegio. Sobre todo, lo más clásico de aquella época de las ONDINE, PHILIPS y pikú era Sara Montiel. Yo me las sabía todas y fue a partir de aquel maldito disco cuando empecé con el vicio de fumar pero sin esperar a nadie. Aquello me sentó realmente mal. No el disco, sino el fumar pues el primer pitillo que yo me llevé a la boca fue uno liao por mi, compuesto, parte por el Comercio y parte por La Voluntad. Para los de fura de Gijón, ya seáis de Ciencias o Letras, El Comercio y La Voluntad eran los dos diarios de Gijón. Y bien que la lié, pues del fumadero que era el wáter, salió un humo que me provocó un gran mareo y vómitos y una soberana paliza de mi madre que la tuve bienmerecida.

También había escuchado música de orquesta y de coros antes de llegar a LA PARAMERA; incluso teníamos un piano, que no era de cola porque si no, mis padres tendrían que haber prescindido de alguno de los ya 13 hijos o cortar la cola del piano, no la de mi padre, para que entrásemos todos en casa y que me permitió hacer mis primeros pinitos con el teclado blanco y negro; sin duda, premonición también de que a mi me iban los hábitos dominicanos. Mis primeros pinitos al piano fueron tocar La Chocolatera (no “a” la chocolatera) que mis hermanas mayores me habían enseñado con tanto mimo.

Pues sí, José María. Para mi, madrugar, levantarme al sonido celestial de aquellas melodías, fue otra de las impactantes experiencias que me marcaron en el Colegio y que nunca olvidaré.

Yo había crecido con el sonido de las voces de mis padres y el alboroto de mis hermanos. Venía de Sto. Domingo de Oviedo interno donde seguí creciendo en mi infancia con el sonido de un timbre mañanero y llegada ya la pubertad de los catorce y juventud hasta los dieciocho en La Paramera, la música temprana era para mi un bálsamo. Hasta es posible que la música aliviara mis cabreos también mañaneros hasta llegar a la puerta de la recreación para poner rumbo a la vuelta a la finca.

Aquellos cabreos y diaria vuelta a la finca, tengo que decir, hicieron de mi a lo largo de la vida lo poco de hombre disciplinado que conservo en la madurez. Lo otro poco que me queda de disciplina, la adquirí cuando seguí creciendo tratando de llegar a ser un hombre cada vez que me levantaba todas las mañanas otra música, la de viento a base de ruidosa trompeta, durante los quince meses que tuve que servir a la Patria.

Por eso, sigo necesitando levantarme con música clásica y durante varios cumpleaños de mis hijos y Pili, les levantaba con las “Mañanitas”. Por eso también sigo gozando como el primer día, con catorce años que llegué a La Virgen, cuando en los reencuentros nos despiertan con música y redespertamos a los demás con Las Mañanitas.