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el bosque de los recuerdos sumergidos

el bosque de los recuerdos sumergidos

El mes de mayo pasado una asociación de ROMEROS DEL PANTANO DE BARCENA (Ponferrada), publicó EL BOSQUE DE LOS RECUERDOS SUMERGIDOS de nuestro querido  compañero Eugenio Gonzalez (Adjunct Professor of Spanish Johnson County Community College).

Esto nos cuenta sobre este libro

(Imprenta Peñalba, Ponferrada). Depósito Legal: LE-584-2014.
En Ponferrada lo pueden comprar en librerías: Quiñones, La Casa del libro, Hontanar, Simón. .

EL BOSQUE DE LOS RECUERDOS SUMERGIDOS

 DE BOINAS Y DE SOMBREROS

 

El bosque de los recuerdos, es un bello paraje cercano al dique del pantano de Bárcena, donado a la Asociación de Romeros del Pantano de Bárcena por el Ayuntamiento de Ponferrada, para que año tras año, puedan celebrar cada primer domingo de julio, su ya más que famosa, entrañable romería popular. Es un pequeño bosque, silencioso, idílico y acogedor, en el que, tras cincuenta años de historia errante, nostálgica, peregrina, en ocasiones perdida, buscan las gentes de Bárcena y de Posada un lugar para encontrarse con sus recuerdos sumergidos, sus raíces más profundas, el cordón umbilical que les  siga atando al pasado de su tierra, a sus seres más queridos, a sus pueblos jamás olvidados, porque un hombre sin pueblo es como árbol sin raíces, inevitablemente languidece, se marchita, se seca y muere.

Pantano de Bárcena, desde el bosque de los recuerdos.

Mi novela, “EL BOSQUE DE LOS RECUERDOS SUMERGIDOS”, se desarrolla en un solo día: el día grande de la Romería “al bosque de los recuerdos”, pero abarca vidas y tierras entrañables, sepultadas ahora bajo las aguas del Sil, aunque todavía bien amarradas a la memoria del corazón, para muchas gentes de Bárcena y de Posada, y por extensión, a todos los pueblos de la geografía nacional bajo las aguas mansas de algún pantano.

Son protagonistas de la novela cuatro generaciones: la del bisabuelo, que de aquélla, en 1958, tendría unos 45 años, y que misteriosa y voluntariamente se quedó allí, bajo las aguas del Sil; el hoy abuelo y la abuela, que entonces tendrían unos 20, y que siempre han penado por encontrar  al bisabuelo extraviado;  el nieto, de unos  35 años, acomodado, vividor, ajeno en todo al problema de sus padres; y el bisnieto de unos 10 años, rubio y vivaracho, enérgico y muy echao pa’lante, como el bisabuelo, depositario de los valores del pueblo, y heredero incondicional de la nostalgia y del recuerdo.

¡Pero qué digo! Los verdaderos protagonistas de la novela son las gentes todas de los pueblos sumergidos: gentes de ayer, de hoy y del mañana, gentes que vibran ante los recuerdos, las nostalgias, las lágrimas y suspiros de seres queridos que intentaron llevarse lo que uno nunca puede arrancar del lugar que lo vio nacer: el cielo y el río, la iglesia y la chopera, la era y la mina, la fiesta y el luto, la fragua y el molino; olores, colores y sabores de la casa paterna, guardados en lo más profundo del corazón, y que uno –por lejos que vaya -, siempre llevará consigo, nunca logrará olvidar.

La novela es corta, familiar y cercana, amena y sencilla, pero densa a la vez. Tiene su poquita de sal y pimienta, como el buen pulpo. Es el libro ideal – justo el gotín de vino necesario para colorear una tarde otoñal -,  para desentrañar aquellos tiempos duros, difíciles, pero todavía evocadores, cercanos y festivos en el recuerdo imborrable de quienes los vivieron. Cada año la memoria vuelve a rejuvenecer y entre saludos y nostalgias, comida, cantos  y cuentos, resucitan 50 años de inolvidables y entrañables  historias del ayer, y entre súplicas, lágrimas y besos, nuestros mayores, siguen lanzando flores silvestres, a un agua quieta, generosa, que ingrata y turbia un día los desalojó.

 

Quiero con las páginas de mi novela dejar constancia del paso de la generación de la boina y del sombrero, a una generación nueva, enraizada en  las vivencias y recuerdos transmitidos de generación en generación, pero mirando optimista hacia un futuro respetuoso y dialogante. Me moriría de pena si un día volviera a Congosto, mi pueblo querido, y un accidente intencionado me lo hubiera borrado del mapa de los pueblos vivos. Porque sólo de imaginar lo que se siente - lo que sintieron y sufrieron, sienten y siguen sufriendo las gentes de los pueblos sumergidos -, me incomodo y decididamente me rebelo.

 

Renovados amigos del alma, aquí os dejo mi inquieta y fervorosa rebeldía pasada, mi callada y serena quietud de ahora, cuando ya las hojas amarillean, los pocos cabellos que me quedan se vuelven grises,  para que sepáis de mi protesta ante el trato abusivo que se les ha dado a lo largo de la historia a los pobres, los de la Elósegui desde 1865, en vulgares letras amarillas, y que nunca más sucumbamos a la trampa del progreso pregonado por los elegantes del bowler hat, anegando pueblos, extirpando raíces, sepultando profundas vivencias e imborrables sentimientos, que por ser tan humanos debieran haber tenido prioridad en el corazón, antes que en los bolsillos de quienes los contemplaron, los fomentaron, los realizaron, los inauguraron y los bendijeron.

He escrito esta novela, no para borrar o redimir el pasado –el pasado de un pueblo ni se borra ni se redime - , el pasado se corrige, para que nunca, nunca jamás, en nombre de ningún invento, artilugio o martingala, se destruya la memoria colectiva que durante siglos forjaron con su vida, su trabajo, sus sufrimientos y sus gozos, sus amores y desvelos, nuestros antepasados, porque “aunque la hijuela sea pequeña, uno grande la sueña”, y tiene derecho a asentarla en el pobre, pero esperado testamento para contento, pervivencia y solaz de sus hijos.

 

Eugenio, Kansas City, primavera de 2014

 

 


 

Después de leer la novela, Santines Santamarta, desde las nostálgicas vivencias de otro pantano, el Embalse del Porma,  me escribió:

 

“Muy querido Eugenio: ya hace tiempo que debía haberte hecho llegar al menos mi impresión sobre tu libro "El Bosque de los recuerdos sumergidos". No pude leerlo de manera continuada sino teniendo que interrumpir su lectura muchas veces, lo cual hizo que me perdiera ese clima de emoción que se va experimentando "in crescendo" cuando uno se mete de lleno en la lectura de algo que cautiva y se apodera de nuestra atención. Ello me ha impedido también ir anotando ideas y emociones que la lectura de tus páginas me suscitaban provocando ese “oleaje interior” del que te previne cuando tuve noticia de tu proyecto, con las que te hubiera podido hacer este comentario algo más completo.

 

No sabes la cantidad de veces que me he sentido plenamente identificado con las situaciones que describes y la cantidad de evocaciones que ha suscitado en mí. Infinidad de recuerdos y pequeños detalles de la vida cotidiana rural, vividos en mi infancia, me los has vuelto a poner delante con una viveza tal que en algunos momentos lograron humedecerme los ojos. Pareciera que hubieras estado conmigo en los mismos momentos o circunstancias y haciendo las mismas tareas que tantas veces hube de realizar a edades tan tempranas.

 

Eugenio, ¡qué prodigiosa capacidad para el recuerdo del detalle y la pormenorizada y ajustada descripción del mismo! Has conseguido hacerme revivir muchas veces no sólo las escenas de la vida cotidiana, ayudado por todo el rico vocabulario que me es común en gran medida, sino también todo el mundo interior de emociones y sentimientos que llevo indisolublemente vinculados a esas escenas. Por eso volveré a leerlo para poder re-gustarlo y revivir otra vez aquello que, siendo lejano y dado por olvidado o perdido, fue íntimamente intenso.

 

Te confieso con admiración que el trabajo que dejas en “El bosque de los recuerdos sumergidos" y en El Corralón de la  Casona” es el trabajo que yo hubiera querido realizar acerca de mi aldea y mi mundo de niño, aunque no fuese con ese atractivo formato de novela que tú le has dado con tanto éxito. Hay tanta riqueza cultural recogida en múltiples aspectos (habla, usos, costumbres, tradiciones…) que ha sido un gran acierto que lo pudieses realizar. Además, pienso que debería se objeto de  un merecido reconocimiento por cuanto no creo que haya muchos trabajos parecidos en los que se recojan de manera tan bella la vida y las historia doméstica de tus paisanos y antepasados, con mayor mérito aún si, como es previsible, toda ese rico acervo estaba en peligro cierto de desaparición u olvido.

 

De nuevo te vuelvo a decir -según mi insignificante opinión- que estos trabajos tuyos  merecerían que fuesen presentados y valorados como se merecen, no ya sólo pensando en el valor literario, sino también y sobre todo como extraordinario trabajo de recuperación cultural de tu comarca. Así que, te animaría a que llamases a la puerta de las instituciones públicas y privadas para que esta tu obra sea divulgada y esté en las bibliotecas de todos los colegios y ayuntamientos de León para ser no solo leída sino estudiada. ¿Te parece un exceso?

 

Eugenio, quería decirte también que a medida que iba leyendo estas páginas de “El bosque de los recuerdos sumergidos"  no he podido evitar hacer un paralelismo entre la peripecia de los protagonistas de tu novela (el abandono forzado de su casa y su camino a su obligado "destierro")  con nuestra propia experiencia -similar en muchos casos- de la expropiación y el abandono de todo aquello que ha sido el blanco de nuestros afectos de niños (familia, amigos, vecinos, animales domésticos, casa, paisaje, lugares queridos, juegos, etc.). Por eso a la emoción derivada de la lectura de los avatares de tus personajes iba añadiendo la emoción de los recuerdos personales de nuestra propia experiencia “en tierra extraña”  aunque el destino fuese un colegio moderno dotado de piscina, salón de actos, campos de deporte y habitación semiprivada.

 

En fin querido Eugenio, que, para mí la lectura de El Bosque de los recuerdos sumergidos ha sido también la ocasión y el desencadenante de esta otra lectura de mi/nuestra historia que cada cual lleva consigo aunque no la tenga escrita. Por eso -según parece-, veo que somos propensos a estas edades a bucear en los recuerdos. ¡Demasiadas emociones para nuestros sensibles lacrimales!

 

Ya me quedo a la espera de noticias sobre tu próximo proyecto literario.

 

Un fuerte abrazo. Santos

9 comentarios

eugenio gonzález núñez -

PaPedro, gracias por haber leído tan presto el libro. Las imágenes que aparecen en las descripciones nos provocan similar empatía, y humanos y regocijados recuerdos. Me alegra que te haya gustado. Te envío un abrazo y mi agradecimiento por la parte alíquota que te corresponda -que no ha sido poca-, en mi formación cristiana y humanística.

Eugenio

eugenio gonzález núñez -

A José Ignacio, dulce amigo:

Es otoño y te recuerdo,
mi fiel amigo Mallada,
en cada hoja que cae
-cerezos de la infancia-,
volando llega tu alma.

Oscura siempre es la noche,
pero clara es la alborada.
Nunca fue eterna la noche,
siempre el alba canta nanas,
reclinada en la ventana.

Tendrás mi libro en tus manos,
-viejos recuerdos de infancia-,
y con él tendrás mi alma,
que no hay letra que no salga
de esa fuente de nostalgia.

Un gran abrazo.

jose ignacio -

Eugenio,
me he asomado a la llamada de tu cálido cariño y he sentido la caricia de tu palabra que no conoce el olvido.

Eugenio,

yo también te quiero. Espero leer tu libro.


es de pequeña figura,
veo a mi niño de plata,
los ojos sin amargura
y un cariño que delata
una luz en noche oscura.
















Pedro Sánchez Menéndez -

Eugenio, ya he leído tu libro. Gracias por habérmelo mandado. ¡Qué voy a decirte! Me ha encantado la lectura de tu libro. Como ya te había advertido es una delicia leerte. He disfrutado mucho con la lectura y he llegado a "sentir" como propio el relato de los recuerdos, ciertamente sumergidos en el pantano. Mantienes la tensión hasta el final con la suerte que haya corrido el abuelo. Y a veces piensas que Gabriel tiene un poco de razón. Todos tenemos un pantano donde tenemos sumergidos nuestros recuerdos que no debemos de olvidar. Espero que tu libro llene de lágrimas a muchos de los leoneses que han pasado por circunstancias similares a causa de los pantanos que se hicieron en aquellas épocas. Saludos a todos. Pedro

Eugenio González Núñez -

Por supuesto Javier, que te enviaré el pdf con el libro, porque seguro que hay muchas cosas comunes en aquello de los pueblos "anegados": lágrimas, nostalgia, impotencia para quedar, ante empujones y culatazos, y sobre todo recuerdos y vivencias que nunca morirán. El mismo "señor" que entró bajo palio en tantas catedrales y santuarios, inauguró por los mismos años el Pantano de Bárcena, enterrando recuerdos, intrahistoria (que diría el maestro de Salamanca), casas, sueños...
Cuando leas el libro, espero tu opinión, y ojalá muchos más amigos y compañeros se animaran a leerlo, porque listo estoy para enviarlo a quien lo quiera leer... y hacer un comentario.

Abrazos.

Javier Cirauqui -

Por fin me decido a escribir, pues me ha gustado mucho tu comentario y me han entrado muchas ganas de leer tu libro,
aunque se haya pasado el momento.

Leo el comentario que haces, Eugenio, sobre tu libro: "El Bosque de los Recuerdos Sumergidos, publicado por la Asociación de Romeros del Pantano de Barcena (Ponferrada). Hermosas denominaciones las dos.
Leyendo tu reseña me han venido muchos recuerdos a mi mente, no sólo de pueblos sumergidos, sino de pueblos abandonados, por lo menos en estas tierra de Navarra, donde gran número de gentes, que como tu dices, bien por una causa o por otra, tienen que abandonar sus raices, pero no olvidan sus pueblos y sus recuerdos de los seres más queridos.
No se por qué tu reseña me ha traido a la mente el libro de Julio Llamazares "La lluvia amarilla", hermoso y magnífico libro, una joya de la literatura.
Cuando era niño vinieron a vivir a Burlada los habitantes de Tiermas y Ruesta, dos de los pueblos anegados por las aguas del pantano de Yesa. Todo los años por el verano emerge de las aguas el pueblo bajo de Tiermas, con su puente, su torre de la iglesia, sus casas y su balnerio, de origen romano, (termas). Las gentes de Navarra aprovechan para ir a tomar sus baños de barro en este pueblo fantasma que aparece y desaparece. Una vez estuve con dos amigas mías que nacieron en este pueblo e impresionaba oirles contar, quien vivía en cada casa, cuando iban a la iglesia y cuando atravesaban el puente para cruzar el río Aragón.
En estos tiempos de globalización, en que cuentan las grandes divisiones, uniones, las grandes entidades de población y que mucha gente afirma ser ciudadano del mundo, yo tengo claro que soy de Burlada (Navarra) y después, todo lo demás, a pesar que me acusen de romántico y localista.
En estos tiempos está de moda escribir libros sobre su valle, su pueblo, libros de fotos antiguas y de memoria de la vida y los personajes de los pueblos.
Hace poco en Burlada se ha publicado un libro Burlada Siglo XX, del que uno de los autores es Javier Medarde y yo colaboro con mis fotos y mis recuerdos.
Como dice Santos Santamarta, estos libros merecen la pena y te evocan recuerdos y sentimientos muy vivos.
Creo que como bien dice es necesario revivir nuestros recuerdos y la memoria de nuestros pueblos y nuestro pasado,
como haces en tus libros.
Ya que te prestas aprovecharé a mandarte mi correo para que me envies tu libro. Gracias anticipadas. Con todo mi cariño. Javier.

Pedro Sánchez Menéndez -

Querido Eugenio: Muchas gracias. Claro que quiero leerlo. Me gusta como escribes. Seguro que será una delicia leerte. Un abrazo. Pedro

Eugenio González Núñez -

Querido padre Pedro, no necesita comprarla, porque viendo todo el interés que tiene en leerla, no tiene más que mandarme su email a egonzalez@jccc.edu , y yo le envío en un pdf la novela completa.
La oferta es para todos los que deseen leerla. Quiero compartir con quienes lo deseen lo que he escrito.

Un gran abrazo para usted y para todos los que visitan el blog.

Pedro Sánchez Menéndez -

Quiero leer la novela, pero no sé cómo pedirla en nuestra librería "MUGA". ¿Me podéis dar la dirección de la Editorial? Me parece un tema bien interesante. Estoy deseando leerla. Saludos. Pedro