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LA PACIFICACIÓN DE LA EXISTENCIA

LA PACIFICACIÓN DE LA EXISTENCIA

ELADIO CHÁVARRI - BALDOMERO LÓPEZ

Si es sumamente deshumanizador padecer la violencia, no lo es menos practicarla. La experiencia de la paz es, por tanto, una tarea urgente para quienes luchen por una humanización de más calidad.

 

            Utilizaremos la expresión “pacificación de la existencia”, debida a Herbert Marcuse, para referirnos a la paz. Dicha frase resulta muy acertada por dos razones: primera, porque “pacificación” hace referencia a un proceso sin fin y en continua evolución, más que a un estado o estadio fijo (“tranquilidad del orden”, de san Agustín); segunda, porque la violencia afecta no sólo a un aspecto o a un ámbito del ser humano, sino a todas las dimensiones de su envergadura vital, con lo que el ser humano siente la necesidad de pacificación en toda su existencia.

 

 

1.        LA VIOLENCIA PRIVATIVA

 

1.1.       Llamaremos “violencia privativa” a cualquier deterioro, pérdida o supresión de ser

 

            Es violencia privativa la ruptura del átomo y la destrucción de fábricas, las heridas que se le hacen a un animal y la tala de árboles, la desnutrición y la matanza de seres humanos, la ruptura de una amistad y la pérdida de la dignidad, la liquidación de una población biótica  (de seres vivos) y la eliminación de un ecosistema, pues en todos ellos hay deterioro o supresión de ser.

 

 

1.2.       ¿Es violento el Cosmos?  ¿No es la vida una continua violencia privativa?

 

1.2.1.     Muchas actividades del Cosmos son supresión de ser y al mismo tiempo creación de ser

 

            ¿Son fenómenos “violentos” las gigantescas explosiones nucleares que se producen en el interior de una estrella, cuando son precisamente ellos los que mantienen el ser de la estrella e impiden su colapso gravitatorio? Si tales fenómenos de destrucción de ser forman parte de la entraña misma del ser cósmico, ¿no sería violencia privativa precisamente impedir tal evolución de los seres cósmicos?

 

 

1.2.2.     La vida,  proceso generador de ser, trae consigo un continuo deterioro y supresión de ser

 

            La vida por sí misma genera mucho deterioro y destrucción de ser, y la propia teoría de la evolución no ha tenido inconveniente en incorporar como uno de sus conceptos básicos la violencia (“lucha por la existencia” y supervivencia del más apto). En tal lucha, muchísimos individuos y no pocas especies han sido degradados, y otros, aniquilados. Pero en el orden de la vida –y aquí está la fuerza de este argumento– no sólo hay deterioro o destrucción de ser, sino que la lucha por la existencia también es un proceso productor de ser, como lo demuestra el hecho de que el actual árbol de la vida se ha generado a partir de otro anterior destruido, éste de un tercero también aniquilado, y así sucesivamente hasta remontarnos a la célula procariota. De ahí que, desde este “punto de vista global”, muchos afirmen que no hay tanta violencia en los ecosistemas como a primera vista puede parecer, pues, aunque muchas acciones sean privativas o destructoras de ser vivo, son el camino necesario para mantenerse en el ser e incluso para generar seres más evolucionados.

 

 

1.3.       El caso de la violencia privativa humana es especial: primero, por ser un acto libre; segundo, por la extensión y la intensidad de la misma

 

            En comparación con la violencia privativa que ejercen el Cosmos y los seres vivientes, la que practica el ser humano es muchísimo más intensa y extensa, pues afecta a los tres medios de su hábitat (natural-cósmico, social y metahistórico). En efecto, no hay metro cúbico de aire en la atmósfera o de agua en los mares profundos que no reciba la agresión del hombre. También los humanos podemos causar en otros seres humanos o recibir de ellos deterioros o privaciones de ser en la alimentación, en el vestido, en la salud y en el sexo, en la amistad y en el orden político, en el saber y en la economía, en la belleza y en la moral. Tampoco el hombre tiene inconveniente en deteriorar o liquidar de la existencia a Dios o a los dioses.

 

 

1.4.       ¿Por qué los humanos practicamos tanto la violencia privativa?

 

1.4.1.     Somos los más violentos porque tenemos la mayor densidad de ser del Cosmos

 

            El ser humano es un viviente, pero no está limitado en su vida a los ecosistemas, sino que en gran medida se ha despegado de ellos. Ello nos ha constituido en la especie entitativamente más densa de la Naturaleza. Nos hicimos agricultores y ganaderos. Este nuevo dominio de la tierra y de los animales trajo consigo una gran explosión demográfica. Después aparece la ciudad, una de las creaciones más importantes de nuestra especie.

 

            Pero la prosperidad del linaje Homo lleva consigo una violencia privativa, porque el crecimiento de su ser suele producirse en muchos casos a costa de la mengua del ser de los demás entes. Y cuanto más complejo es un ser vivo, más violencia privativa genera en su hábitat. De ahí que la actividad del Homo ha de presionar por fuerza sobre las poblaciones y sobre el resto de los seres del ecosistema. La antroposfera, que es una remodelación humana de la biosfera y la geosfera, está empapada de violencia y desequilibrio.

 

 

1.4.2.     Nuestra actitud violenta también tiene su origen en la experiencia de lo originario

             

            Nos seduce lo perfecto, lo ideal, lo maravilloso, lo prístino, lo puro. Y sentimos decepción cuando nos relacionamos con lo imperfecto, con lo vulgar. De ahí que maltratemos muchas veces a personas y cosas porque su ser nos defrauda, porque no sacian nuestra ávida necesidad de lo perfecto. Habíamos soñado con el maestro ideal de filosofía, y nos encontramos con un profesor de tres al cuarto; nuestros padres tienen defectos por todas partes; el chico del  que me enamoré locamente me decepciona a la primera de cambio; puse todas mis ilusiones en el último artilugio informático y pronto se queda obsoleto; y así sucede en todas las experiencias.

 

 

1.4.3.     La escasez de bienes desata la violencia contra los más débiles

 

            Peleamos ferozmente para satisfacer nuestras necesidades. La lucha llega a ser dramática cuando lo que está en juego es el alimento. Colin Turnbull nos cuenta en su obra El pueblo de las montañas la cruel tragedia de los ik, un grupo humano que habita la serranía del noroeste de Uganda. El hambre los enzarza en un combate sin piedad, que es capaz de romper los lazos más íntimos y profundos del ser humano. Entre otras muchas historias de horror, este autor relata el caso de una madre que amamantaba a su hijo. Lo dejó junto a una charca y un leopardo lo atrapó y se lo llevó consigo. La madre no se inmutó, pues al liberarse del niño ya no tenía que padecer la angustia de buscar infructuosamente con qué alimentarlo. Le atraía más la idea de que ese leopardo estaría durmiendo por allí cerca mientras digería su almuerzo, y por tanto sería una presa fácil para los cazadores. Así fue. Los hombres hallaron al leopardo durmiendo, lo mataron y, con el niño a medio digerir, lo cocinaron y se lo comieron. (Cf. R. Ardrey, La evolución del hombre: la hipótesis del cazador, Alianza Ed., Madrid 1978, p. 238).

 

 

1.4.4.     Mucha violencia privativa proviene del uso de técnica, pues ésta favorece las relaciones de dominio

 

            El arco y la cerbatana, el anzuelo o la punta de lanza, la maza y el escudo, el arado y la pala, el cuchillo o la hoz, la excavadora y el barco favorecen las  relaciones de dominio. Se dice que el uso del fuego para cazar abrasó extensos territorios de la Península Ibérica hace docenas de miles de años. No digamos la violencia que hoy están generando las máquinas de la guerra y de la muerte.

 

 

1.4.5.     Las acciones dirigidas por la razón producen más violencia que las que regula el instinto

 

            Los animales no son ni de lejos tan violentos como los humanos, puesto que la razón intensifica, respecto al instinto, las experiencias que dirige, tanto las de violencia como las de pacificación. En cierta ocasión apareció en los periódicos un relato muy ilustrador de lo que decimos. Dos empresarios hicieron la siguiente apuesta. Uno poseía dos galgos y el otro, dos obreros de gran apetito. Enfrentaron a obreros y galgos para ver quién engullía más sopas de leche bien azucaradas. ¡Naturalmente ganaron los hombres! Su empresario sabía que los hombres después de hartarse seguirían comiendo hasta reventar. Y así fue; murieron ambos de indigestión.

 

 

2.        La violencia humana se da siempre inculturada 

 

2.1.       Que una acción sea juzgada como violenta o pacífica depende en gran medida del estilo de ser y de hacerse hombre que se tome como referencia

 

            Hasta aquí hemos considerado la violencia simplemente como supresión o deterioro de ser. Pero la valoración de tal o cual acción como violenta o pacífica no está indisolublemente ligada a la supresión o deterioro de ser, sino que depende de la estimación de cada cultura, y fundamentalmente de los valores que configuran su núcleo valorativo. En efecto, consideramos como violencia la pérdida o el deterioro de nuestra identidad, y la identidad de los individuos humanos la configura principalmente su respectiva Forma de vida o cultura, y ésta a su vez se constituye fundamentalmente a base de los valores del núcleo valorativo. En la Edad Media, por ejemplo, mucha gente fue educada en el honor caballeresco, con lo que cualquier ataque a las personas bajo tal identidad (honor) representaba un acto violento intenso, el cual, por otra parte, generaba a su vez más violencia, como era el caso de los duelos. Hoy no tienen sentido semejantes peleas, pues apenas nadie forja su identidad con el honor caballeresco como valor importante o dominante –casi ni siquiera como valor–; por eso cualquier ataque al honor caballeresco hoy, no es considerado como violencia; hasta puede producir hilaridad el que alguien se sienta herido en su honor caballeresco. Otro caso: a lo largo de la historia han existido muchas culturas empapadas de violencia guerrera, para las que ésta no era juzgada como tal violencia. Todo lo contrario: dichas culturas han ensalzado tal forma de actuar violenta y además han procurado erradicar por medio de la educación el temor y el pánico de la juventud a la guerra; con miedo y temblor no se podía vivir en esas culturas guerreras; de ahí que muchos ritos de iniciación a la etapa adulta implicaban fuertes dosis de valentía para superarlos. Actualmente existen personas que juzgan como muy violenta la acción de interrumpir el embarazo en cualquier momento, mientras que otros la consideran como una acción totalmente “pacífica”. Tal vez sean pocos lo que consideren como actos violentos –porque destruyen o degradan un ser– la negación de Dios, la enseñanza inadecuada de las Matemáticas o la indiferencia ante el dolor ajeno. A muchos hombres de nuestra Forma de vida no les parece en absoluto violento el sistema económico capitalista; otros, en cambio, lo califican de agresivo hasta más no poder.

 

 

2.2.       Entre la violencia privativa y la violencia inculturada se dan relaciones de  coincidencia unas veces y de oposición otras

 

            Muchas veces coinciden la violencia privativa y la inculturada, como sucede en ciertas supresiones o deterioro de libertad, en el robo a mano armada, en el asesinato o en la violación sexual. Otras veces, en cambio, están en abierta oposición. Por ejemplo, para una gran parte de los británicos las corridas de toros son violentas, mientras la mayoría de los españoles las valoran como una obra de arte o una fiesta. No cabe duda de que las corridas de toros contienen grandes dosis de violencia privativa, porque hay deterioro de la vida del toro en la suerte de varas o al ponerle las banderillas, y supresión de su ser al matarlo. Pero, para muchos españoles, conforme a su modelo de ser hombre, tales actos no son violencia; al contrario, valoran muy positivamente la elegancia del torero, su arrojo, la bravura del animal, el espectáculo y el valor de la fiesta. Los británicos dicen que en las corridas de toros hay violencia privativa, y que eso ya es censurable. En realidad están juzgando las corridas de toros no como violencia privativa sino como violencia inculturada, es decir, según su modelo de ser hombre, pues otros casos en los que no hay menos privación de ser que en las corridas –por ejemplo en las guerras coloniales– no son valorados por ellos como violencia. Cuando Cortés ascendió con Moctezuma a lo alto del gran Teocali, y contempló allí los corazones aún palpitantes de los que habían sido sacrificados al Dios azteca, se indignó mucho y exigió al monarca el cese inmediato de tamaña violencia. Moctezuma, entre extrañado y enfadado, le contestó inmediatamente: “Tú no comprendes nada”. Ciertamente el modelo de ser hombre de Cortés y el de Moctezuma diferían muchísimo. Cortés estaba contemplando, sin entender nada, lo que era el valor supremo de aquella Forma de vida azteca: el sacrificio a su Dios. La ablación del clítoris no es considerada como violencia por algunas culturas, mientras que los occidentales lo vemos como una salvajada. En nuestro modelo de vida occidental se dan parecidas situaciones de interpretación ambivalente; por ejemplo, la mortificación sangrienta que han practicado los ascetas ¿no es estimada como virtud heroica por unos, mientras que otros la juzgan como violencia enfermiza y sin sentido? Conviene, por tanto, distinguir bien entre deterioro o devastación del ser (violencia privativa) y juicio valorativo que merecen tales acciones desde un modelo humano determinado (violencia inculturada).

 

 

2.3.       En el ser humano, no se puede hablar de “violencia natural”, porque la violencia siempre está “inculturada”

 

            Al estar inculturada la violencia, nunca puede darse en los humanos una “violencia natural”, como piensan KONRAD LORENZ y sus seguidores. La prueba está en que no todas las Formas de vida o culturas son igualmente violentas, desigualdad que no existiría si la violencia fuera algo que tuviera su origen en la “naturaleza” humana. En México, por ejemplo, había una gran diferencia entre aztecas y tarascos en lo que respecta a la práctica de la violencia. La lucha y la guerra empaparon la cultura de los aztecas, mientras que los tarascos sólo cogían las armas para defender su territorio. No agredían, y, a pesar de ello, eran prácticamente inexpugnables. Tampoco la valoración de lo que es violento o no violento es igual en todas las culturas o Formas de vida.

 

 

2.4.       Sólo los estilos de ser hombre ricos en valores y en el cultivo de todas las dimensiones de la envergadura vital humana pueden llegar a una pacificación extensa y profunda de la existencia humana

 

            Si la consideración de una acción como violenta o pacífica depende del modelo de ser hombre desde el que se hace la valoración, los ámbitos de la violencia y de la pacificación se ampliarán o se reducirán en razón de la riqueza o calidad de dicho modelo humano. Si el modelo humano es raquítico, miles de violencias pasarán desapercibidas. De ahí la importancia que tiene vivir la vida según un estilo de ser hombre rico en valores y en dimensiones de la envergadura vital.

 

 

3.        Violencia en el hombre de la sociedad de consumo

 

            Si la violencia está inculturada, ¿cómo es la violencia en nuestra cultura o Forma de vida? Hay que afirmar sin paliativos que nos movemos en un estilo de ser hombre muy violento. Tanto es así que el deterioro, la pérdida y supresión de ser están tomando hoy proporciones alarmantes. Nuestra sociedad de consumo practica violencias desconocidas en la historia anterior.

 

 

3.1.       La raíz profunda de tanta violencia privativa en el hombre de la sociedad de consumo está en que mira y trata a todo el ámbito del ser bajo la perspectiva de la explotación

 

            Los seres son valorados por nosotros únicamente en cuanto que nos producen placer sensible, vigor corporal, excitación psíquica, o como bienes de uso, consumo y cambio económicos. A eso llamamos “experiencia de explotación”. Todos los seres son sometidos al máximo rendimiento biopsíquico y económico posible, ya se trate de minerales, aguas, tierras, espacios, atmósferas, vegetales, animales, artefactos, tecnofactos, capacidades y operaciones humanas, servicios y saberes. Pues bien, para extraer de los seres únicamente los valores biopsíquicos y económicos son necesarias las relaciones de poder, de posesión y de dominio, pues si valoráramos a los seres desde otras perspectivas (moral, sociopolítica, lúdica, cognitiva, estética o religiosa), no ejerceríamos sobre ellos relaciones de poder, de posesión y dominio. No puedo romper a mi antojo un bolígrafo por el hecho de que lo haya comprado con mi dinero, porque en ese bolígrafo están condensadas muchísimas actividades humanas, del presente y del pasado, y yo no tengo un poder absoluto sobre él. Pues bien, las  relaciones de poder, de posesión y de dominio, junto con el uso abrumador de la tecnociencia, generan automáticamente un desorden agresivo universal. ¡Sería un verdadero milagro todo lo contrario, es decir, que la pérdida o supresión de ser no fuera tan grande en nuestro estilo de ser y de hacernos hombres!

 

 

3.2.       La tecnociencia es hoy una colaboradora eficaz para ejercer la violencia

 

            Al principio, la acción técnica primitiva no pudo tener mucho impacto sobre los ecosistemas, a excepción tal vez de la producción y utilización del fuego. La técnica artesana, nacida con la aparición de la ciudad, presiona mucho más sobre los ecosistemas, sobre todo por lo que se refiere a la transformación de grandes zonas en tierras de cultivo y de riego, y a la cría de animales. Pero cuando el dominio del Homo sobre el ecosistema irrumpe incontenible es con la tecnociencia –o tecnología–, es decir, con acción técnica basada y fundamentada en la ciencia.

 

            El poder que nos da la acción tecnociencia crea en nosotros la conciencia de que nos pertenece todo. El hombre de la sociedad de consumo cree que los demás seres de la Naturaleza y del Cosmos están para servirnos económica y biopsíquicamente, y por eso sólo tenemos con ellos una relación de poder y de posesión.

 

 

3.3.       Manifestaciones más relevantes de la violencia privativa que practica el ser humano de la sociedad de consumo

 

            La extensión de la violencia privativa que ejerce el hombre de la sociedad de consumo afecta a todas las dimensiones de la envergadura vital y del hábitat humanos.

 

 

3.3.1.     Violencia privativa en su espacio interior

 

            Todas las experiencias del espacio interior, como la sensibilidad o insensibilidad ante cierto tipo de valores, el saboreo que dan a la vida los valores que escogemos, el tipo de razón que nos gobierna, etc. están muy reducidas, menguadas y deterioradas en el hombre de la sociedad de consumo, pues éste los limita sólo al ámbito de los valores económicos y biopsíquicos. De este modo, estamos privando (violencia privativa) a nuestro espacio interior de muchas experiencias que podría tener si se alimentase también de otro tipo de valores.

 

 

3.3.2.     Violencia privativa sobre la Naturaleza y el Cosmos

 

            La antroposfera que hemos generado los humanos de la sociedad de consumo causa grandes pérdidas de ser en la Naturaleza. La acción humana afecta de lleno a los ecosistemas, a los elementos, condiciones y relaciones de toda la biosfera. Modifica las sustancias orgánicas, las inorgánicas y no pocas configuraciones o actividades geológicas del medio físico. Como resultado de esta acción humana, muchos individuos y especies tienen problemas para tolerar el suelo, el agua, la luz, las corrientes, la temperatura, etc. Rompemos constantemente el equilibrio dinámico de los ecosistemas, sobre todo en el ámbito de los microorganismos. Hemos suprimido la vida de ecosistemas en los que se desarrollaba pujante todavía hace unos pocos años. La relación del hombre de la sociedad de consumo con la Naturaleza es pura rapiña, saqueo y robo a las generaciones futuras. Y de todo esto no hay que echar las culpas a quien apenas tiene para vivir, al que se muere de hambre o al que se esfuerza por crear un modelo de ser y de hacerse hombre menos devastador que el nuestro, sino a los que vivimos en la abundancia.

 

 

3.3.3.     Violencia en los procesos de la reproducción humana

 

            Como todos los seres vivientes de la Naturaleza y del Cosmos, los humanos nos reproducimos. Pues bien, embriones, fetos y personas están hoy expuestos a radiaciones nucleares, rayos X, rayos gamma y rayos ultravioleta que pueden alterar el código genético. También afectan al código genético sustancias químicas como el ácido nitroso, los alcoholes aromáticos, el cloruro de magnesio, la cafeína, la teína, la teabromina y otras. Toda esta situación ha despertado gran preocupación entre los biólogos. Algunos proponen que se apliquen estrictos programas de vigilancia genética; otros, en cambio, pasan de tanta prudencia y actúan sin control, porque así –dicen– sirven mejor a la eugenesia (mejoramiento de la herencia biológica humana). La violencia privativa puede darse en la clonación, en la selección de células–madre y en general en la ingeniería genética. Así mismo, tienen gran impacto sobre el deterioro o la muerte del organismo humano la adulteración de alimentos, el excesivo y viciado consumo de fármacos y drogas, las nuevas enfermedades psíquicas y sociales típicas de las sociedades industrializadas, etc.

 

            No sabemos qué consecuencias tendrán a largo plazo la interrupción del embarazo, la fecundación in vitro y la inseminación artificial humanas, pues contamos aún con poca experiencia científica. Lo humano es sumamente complejo y no podemos simplificarlo en cuatro aspectos  o variables fácilmente controlables por nosotros.

 

            Evidentemente no todo es violencia en la manipulación genética. En muchos casos las manipulaciones genéticas nos ayudan a reducir las presiones que nos llegan de la propia Naturaleza. Ahora, por ejemplo, la selección natural –tan violenta ella– se ha reducido gracias a la tecnociencia genética, y la mortandad de individuos deficientes es baja. Con todo, no podemos minusvalorar o juzgar a la ligera el deterioro o la pérdida de ser que generamos en proporciones crecientes.

 

 

3.3.4.     Violencia privativa en la dimensión social

 

            Hay mucha pérdida o anulación de humanidad cuando se construyen comunidades únicamente en torno a valores biopsíquicos y económicos; y cuando los valores propios de esas comunidades y el resto de los valores son dictatorialmente colonizados, empapados, modalizados por los valores biopsíquicos y económicos. También hay violencia privativa cuando se impone una uniformidad en las sociedades –basada únicamente en la economía– y se suprimen las diferencias de esas sociedades que no sean las económicas. Asimismo, se produce violencia cuando se practica el individualismo más insolidario, pues se rompen los vínculos sociales; cuando se generan marginaciones sociales cuya única razón es la carencia de valores económicos; cuando se debilitan aquellas instituciones que no son las económicas o las biopsíquicas. Igualmente, hay violencia privativa cuando las únicas relaciones sociales que se ejercen son las de poder, o las regladas o, incluso, las de la justicia reivindicativa, porque se han suprimido de nuestra convivencia otro tipo de relaciones de justicia y también las relaciones de gratuidad.

 

 

3.3.5.     Violencia que impregna el proceso económico

 

a)        Violencia que se ejerce en la explotación de los recursos

 

            La voracidad ilimitada del consumidor y la voracidad sin término de lucro del vendedor se unen para la cada vez más intensa y amplia explotación de recursos, para la demanda cada vez mayor de bienes. Los tiempos de extracción de minerales, consumo de fibras, de agua dulce, de energía, etc., se acortan considerablemente, con lo que la explotación de recursos está creciendo geométricamente. Si sobreviniera una escasez generalizada de dichos recursos, entraríamos inmediatamente en la vorágine de la guerra.

 

b)        Violencia en la distribución de la riqueza

 

             No hay violencia privativa que más afecte a la gente que la de la desigualdad social y económica. Unos hombres estamos preocupados por nuestras abundantes grasas, mientras que otros mueren de hambre; hay producciones masivas de cremas, armas o perfumes en los países ricos, y al mismo tiempo faltan los alimentos en los países pobres; se consiguen mejoras inmediatas para los que practican la presión social, y perdura la impotencia, el desamparo y la rabia para los débiles. Mucha gente no encuentra trabajo en su pueblo, ciudad y nación, o desgraciadamente no lo encuentra en ninguna parte. Así pues, desplazamientos migratorios, hacinamientos de población y paro laboral están envueltos en una densa violencia.

 

c)         El proceso de producción trae el peligro de que sólo se valore a los seres por su dimensión económica, con lo que inmediatamente se suprimen las diferencias que confieren los otros valores

 

            Ahora todas las cualidades humanas se intercambian sólo según el patrón económico, y no según otros criterios. Además, la "libertad" de mercado engendra terribles luchas competitivas, violencias en definitiva.

 

d)        Violencia en la reducción del tiempo humano al tiempo laboral

 

            Los seres humanos, por estar inacabados, vamos configurando nuestra existencia a través del tiempo. Pero la sociedad de consumo ha determinado que el único tiempo que importa y en el que se desarrolla nuestra vida sea el tiempo laboral. Por eso ahora nuestra existencia está organizada en tres grandes etapas económicas: preparación para producir, etapa de producción y retiro de la producción. Fiestas, vacaciones y ocios son fragmentos sobrantes y marginales de este tiempo laboral. ¿No hay violencia máxima sobre la condición humana cuando todo su ser–en–el–tiempo se reduce a tiempo de producción?

 

 

3.3.6.     Violencia que genera el ejercicio del poder político

 

            Los Estados poderosos irradian violencia sin límites al destinar presupuestos desorbitados a tecnologías de la muerte, al establecer un tráfico criminal de sus productos y al someter de este modo a las naciones débiles. La violencia del terrorismo nacional o internacional no es nada en comparación con la anterior. Hay que insistir, asimismo, en el inmenso control que se ejerce a través de los sofisticados medios de información. De ahí que las armas y, en muchos casos, las leyes y la informática rezumen violencia por todas partes.

 

 

4.        LA PACIFICACIÓN DE LA EXISTENCIA

 

4.1.       Según el modelo humano que nosotros tomamos como referencia, hay que considerar como violencias muchas privaciones de ser que ahora no juzgamos como violencia

 

            Ya hemos dicho que la pacificación de la existencia tiene como referencia un determinado modelo humano, desde el que se establece qué es y qué no es violencia, de tal modo que un mismo acto de violencia privativa es valorado de distinta manera según sea el estilo de ser hombre desde el que se hace la valoración. Pues bien, el estilo de ser y de hacerse hombre que nosotros hemos propuesto como referencia a lo largo de este curso exige que su desarrollo sea armónico y de toda su envergadura vital, y también que su alimentación la compongan seres de las ocho modalidades valorativas.

 

            Según eso, habrá violencia en aquellos estilos de ser y de hacerse hombre que deterioren o supriman parte de la envergadura vital humana o algunas clases de valores. La mayoría de los ciudadanos sólo nos damos cuenta de violencias parciales: la que viola mi privacidad, la de mi familia, mi calle, mi barrio, mis lugares de diversión o de trabajo. También reducimos la violencia al ámbito de unos pocos valores. En el siglo XIX, por ejemplo, sólo se tuvieron en cuenta y se denunciaron las violencias económicas ejercidas por la nobleza primero y por la burguesía después. Pero la violencia está instalada en toda la envergadura vital del ser humano y en todos los valores de los que se nutre; por eso la pacificación ha de tener la misma extensión: las experiencias de su espacio interior y las que el Homo tiene con los seres de sus medios social, natural cósmico y metahistórico han de ser todas ellas pacificadas. Si limitamos la existencia de la violencia al ámbito de unas determinadas violencias parciales, no será posible comprender en toda su profundidad y extensión la violencia que abruma a todos los seres de nuestro Planeta y a todo el ser del hombre.

 

 

4.2.       Para pacificar la existencia es necesario partir de que la violencia ejercida contra el ser humano es mayor que la que aplicamos a  otros seres

 

            Hay acciones, inhibiciones y relaciones que causan o implican pérdida o supresión de ser en moléculas, ríos, mares, bosques y animales. Pero las mayores violencias son aquéllas que se ejercen contra el ser más denso de la Naturaleza: el ser humano. Dentro de las violencias contra el hombre, la más grave es su linchamiento, sobre todo el de masas, y en particular el de esos niños que apenas han comenzado a desplegar su vida. Por tanto, el pacífico no ha de cesar en la condena del asesinato, de la guerra, de la avanzadísima tecnología de la muerte y de otras formas de exterminio. Después hay que denunciar las situaciones de violencia que están próximas a la muerte; por ejemplo la violencia que sufren en el hambre, en la pobreza, en el analfabetismo y en la miseria millones de personas. No es admisible, por ejemplo, que muchos británicos sean muy sensibles al maltrato a los animales, y al mismo tiempo son perfectamente tolerantes con toda la agresividad que ellos han desarrollado en el colonialismo.

 

 

4.3.       La paz exige tomar conciencia de que el ser de los humanos no es independiente, sino interdependiente de todos los demás entes

 

4.3.1.     Los seres forman parte de nuestra envergadura

 

            Hasta ahora hemos vivido demasiado miopes pensando que nuestras relaciones con los seres se limitaban como mucho a la familia, al grupo, al pueblo, a la ciudad o a la nación. Sin embargo, los humanos estamos emparentados con todos los seres: con los de la Naturaleza y del Cosmos, con los del medio social y con los de la metahistoria. Todos ellos son nuestro alimento. Espacio y tiempo, aire y agua, masa y energía, hierbas y elementos están implicados en la vida de cada uno de nosotros; y también lo están nuestros antepasados y amigos, Dios y los dioses, las teorías y las organizaciones políticas, la belleza del mar y los grandes almacenes.

 

 

4.3.2.     La pacificación se basa en el DISCERNIMIENTO y RECONOCIMIENTO de los seres

 

            En la sociedad de consumo, hemos reducido el valor de los seres a simplemente a valores biopsíquicos y económicos. Los valores cognitivos, estéticos, lúdicos, morales, religiosos y sociopolíticos que nos pueden aportar los seres han sido colonizados por los del núcleo valorativo e incluso suprimidos. Ahora bien, cuando un valor uniformiza, deteriora o incluso suprime a los demás valores, está ejerciendo la violencia. La violación sexual, por ejemplo, es una brutal violencia, pues el violador no discierne la riqueza que aporta a la convivencia la diferencia de ser mujer; no valora en ella nada más que su valor biopsíquico, es decir, como capacidad de dar placer sexual.

 

            Está claro, por consiguiente, que la pacificación sólo será posible cuando en una comunidad se respeten las diferencias que aportan cada uno de los valores. Eso es precisamente el DISCERNIMIENTO: percepción de la riqueza que aporta cada diferencia de valor. Es cierto que la pacificación empieza por los valores económicos y biopsíquicos; por eso no se puede ser insensibles a las violencias que suprimen o maltratan la vida, la salud, el temperamento, los alimentos, la vivienda, el vestido, el trabajo, etc. PERO no basta con estas violencias biopsíquicas o económicas; porque ¿es acaso menos agresión romper brutalmente las identidades (sociopolíticas) que uno tiene como esposo o esposa, hermano o hermana, compañero o amiga, alumna o ciudadano? ¿No es violencia “violar” la justicia y la solidaridad, la lealtad a la comunidad y la esperanza, la pasión por la verdad y la democracia? ¿Se puede pacificar la existencia humana suprimiendo a profetas, místicos, filósofos, artistas y científicos?

 

            Unido al discernimiento está el RECONOCIMIENTO, es decir, valoración positiva de los seres, pues todos tienen su función en la Naturaleza y en el Cosmos, en la sociedad y en la Metahistoria.

 

 

4.3.3.     El discernimiento y el reconocimiento llevan a la solidaridad con los seres

 

            Quien estima a los seres, no ejerce la violencia contra ellos. Todo lo contrario: les está agradecido, porque esos seres son nuestro alimento como valores, y, lógicamente, es solidario con ellos. Ciertamente es difícil ser solidario con los seres cuando no lo somos con los humanos que en la actualidad padecen las más grandes y evidentes injusticias. Ello, sin embargo, acabará volviéndose contra nosotros, porque, si la insolidaridad crece y se instaura definitivamente en la forma de actuar del linaje Homo, tendrá efectos negativos a muy corto plazo sobre la supervivencia de nuestra propia especie. Por tanto, hay que desterrar completamente la idea de que somos dueños absolutos de los entes de la Naturaleza.

 

 

4.4.       Darse cuenta de que los demás seres forman parte de nosotros no ha de originar actitudes simplistas ante esos seres

 

            Para no destruir seres (violencia privativa) ¿dejamos entonces de comer? Hace mucho tiempo iniciamos un colosal despegue de los ecosistemas, y, al tener que adaptar el medio físico a nosotros, ello nos obliga a extender cada día más la antroposfera, es decir, a modificar, destruir y crear entes en nuestro entorno. ¿Dónde está, entonces, el necesario equilibrio entre la solidaridad con los demás seres y su destrucción o modificación? Ésta es posiblemente una de las preguntas clave sobre esta cuestión y, como siempre, muy difícil de responder. Proponemos a continuación algunas pautas para afrontar el problema.

 

 

4.4.1.     Negar que la destrucción o deterioro de ser sea violencia si dicha destrucción es generadora de nuevo ser, es un modo de pensar que no está exento de serios peligros

 

            Algunas personas niegan que haya violencia en las actividades del Cosmos y en las de la vida cuando son generadoras de nuevo ser. Pues bien; si nos movemos en esa lógica de la “supremacía del todo sobre las partes” –al estilo hegeliano–, podemos destruir sin miramiento alguno a los individuos y a las especies en nombre de cualquier “totalidad englobante”, ya sea ésta la Vida, la Especie, la Humanidad, el Estado, el Partido político, la Nación, la Clase social, la Raza, la Religión, etc. Precisamente de este modo han pensado y argumentado los que justifican los linchamientos de poblaciones enteras. ¿Acaso no es violencia la que sufren las personas cuando un desastre “natural” arrasa sus vidas, tierras, hogares y enseres? ¿No es violenta una granizada que acaba con la vida de un hermoso jilguero cantarín?

 

 

4.4.2.     No se puede tratar acertadamente la pacificación de la existencia desde el INDIVIDUALISMO del hombre de la sociedad de consumo

 

            ¿Para qué preocuparse de los que no han nacido aún? El número de hijos que he de tener es una decisión mía, no un asunto colectivo. No tengo que dar cuenta a chinos o africanos si gasto cinco veces más de energía que ellos. La Ciencia y la Tecnología no deben ser limitadas por nadie ni por nada. ¿Acaso vamos a volver a los tiempos de la Inquisición, cuando era la jerarquía eclesiástica la que determinaba casi todo? Sin embargo, no hay que olvidar que la violencia es colectiva, tanto en su origen como en sus efectos, por lo que la pacificación exige un enfoque y unas soluciones colectivas. Tales compromisos e implicaciones de las colectividades no se conquistan de la noche a la mañana. Habrá que ganar poco a poco a personas y familias, a empresas y asociaciones, a instituciones y gobiernos, a regiones y bloques geográficos. Por eso, quien se preocupa por mejorar la humanización no ha de transmitir cansancio o desánimo. Cada uno desde su propia plataforma vital, grande o pequeña, puede contribuir con su granito de arena.

 

 

4.4.3.     Lo que sí resulta incuestionable es que en ningún caso la destrucción de seres puede poner en peligro nuestra supervivencia como especie

 

            Se entiende por supervivencia haber salvado la vida ante acontecimientos que la amenazaban seriamente. Mucha gente pasa por la dramática experiencia de la supervivencia al superar enfermedades graves, al volver de guerras y batallas, al librarse de morir ahogado, al pelear hasta el agotamiento o al vencer peligros realmente mortales. Pues esto es lo que nos está sucediendo. La violencia privativa que ejerce el hombre de la sociedad de consumo ha llegado hoy a una peligrosidad tal que está poniendo en riesgo la supervivencia de la especie humana sobre el planeta. Por ello, la tarea más urgente de la pacificación de la existencia es la supervivencia de la especie. Si no lo hiciéramos, sería la máxima irracionalidad que podríamos cometer, pues la razón es una energía cuyo cometido es orientarnos a vivir, no a morir. La tecnociencia, una razón que presume de ser la más “racional”, tiene que mirar a ver si no está cayendo en la más crasa irracionalidad cuando está al servicio de la destrucción desorbitada de los seres y a poner en peligro nuestra propia supervivencia.

 

 

4.5.       El peligro de supervivencia de la especie ha de crear necesariamente en nosotros la conciencia del límite

 

            Hay valores a los que no es posible poner límites; por ejemplo la amistad, el amor de gratuidad, la solidaridad o el saber. Pero en otros ámbitos de la vida humana sí hay que hacerlo, pues está en peligro nuestra propia supervivencia. Nos fijamos en cuatro de esos ámbitos en los que la acción humana ha de respetar los límites.

 

 

4.5.1.     No debemos romper los límites de tolerancia a las variaciones del medio físico y biótico

 

            Nosotros somos organismos antes que nada. Y los organismos tenemos unos límites de tolerancia a las variaciones del medio físico y biótico. Por ejemplo, los humanos “no toleramos” temperaturas de cien grados centígrados. Sin embargo, la violencia que genera el hombre de la sociedad de consumo altera atmósferas, aguas, sales, corrientes, temperaturas, productores, predadores, parásitos, etc., con lo que está continuamente rompiendo los límites tolerados por los ecosistemas. Ello está poniendo en peligro la supervivencia de nuestra especie.

 

            Para no rebasar los límites de tolerancia, tendríamos que revisar casi toda nuestra actividad, sobre todo la actividad industrial y todo lo que se deriva de ella. De lo contrario, nuestro rechazo a la violencia sería puramente de palabra.

 

 

4.5.2.     Tampoco debemos violentar los límites de la población

 

            No podemos crecer exponencialmente como si se tratara de una serie matemática, pues pronto llegaríamos a la insoportable situación de no caber en el Planeta.

 

            Ello no significa que podamos llevar a cabo de cualquier manera el control de la población humana, aunque mucha gente piensa que sí podemos hacerlo. Detrás de tal postura está el INDIVIDUALISMO de nuestra sociedad. Ello explica que cuando se trata de la reproducción humana, por ejemplo, nuestra cultura valora mucho más al INDIVIDUO que a la ESPECIE. Y por eso la pérdida de seres humanos por una decisión INDIVIDUAL, ya sea porque no pueden sobrevivir (eutanasia) o porque no llegan a existir (aborto), no es considerada como violencia, aunque ciertamente es un claro deterioro o una supresión de ser. Cuando se trata de insectos, por el contrario, valoramos mucho más las ESPECIES que los INDIVIDUOS. Pues bien, la conciencia del límite de población y, sobre todo, la forma de arreglarlo vista desde modelos humanos que conceden gran importancia entitativa al INDIVIDUO, como es el caso del nuestro, es difícil de compaginar con la solidaridad con todos los seres.

 

 

4.5.3.     La conciencia del límite de recursos

 

            Nuestro Planeta contiene inmensos tesoros, pero no infinitos. La falta de esta conciencia del límite tiene su origen en no saber calcular la cantidad de energías, minerales, productos forestales y alimentos de que disponemos. El rápido y exponencial aumento del gasto de los recursos es preocupante. La paz no se dará si no se halla un equilibrio dinámico entre los límites de población y de recursos. Pero dicho equilibrio es imposible sin el cultivo de una nueva austeridad –desconocida anteriormente en la Historia–, y que no parece compatible con la voracidad de consumo ilimitado que tenemos.

 

 

4.5.4.     Límites a la intervención tecnológica

 

            La tecnociencia actual amenaza cada vez más a la supervivencia de la especie porque está al servicio únicamente de los valores económicos y biopsíquicos. Por eso la paz exige una intensa pacificación de la Tecnología. No todo lo que ésta puede llevar cabo es humano hacerlo; por ejemplo, somos capaces de construir espantosas armas biológicas, pero no debemos hacerlo porque atentan contra la supervivencia.

 

            Es ridículo, por otra parte, creer que vamos a generar superhombres a base de tecnología genética. Ya se intentó durante el siglo XX producir el superhombre transformando los códigos culturales (el marxismo, por ejemplo). Tal proyecto era mucho más rico, bastante más acertado que hacerlo desde la modificación del código genético, y sin embargo acabó en un gran fracaso. Por estas vías construiremos únicamente enormes totalitarismos llenos de violencia. Sólo con la paciencia histórica activa adquiriremos el desarrollo de nuestro ser humano.

 

            Por mucho que avancemos, asimismo, nunca estaremos en disposición de crear otra Naturaleza. Nuestra Tecnología debe empeñarse en cuidarla, tal vez en perfeccionarla, fortaleciendo la supervivencia en vez de amenazarla.

 

            En resumen: podemos ciertamente ensuciar nuestro Planeta, aumentar la población, gastar energías y recursos, intervenir aquí y allá con nuestra poderosa Tecnología, pero sólo hasta cierto punto. El límite a todas estas acciones lo pone la supervivencia de la especie.

 

 

4.6.       La pacificación de la existencia ha de enfocar la condición humana desde el punto de vista del abatido y débil

 

            En esta sociedad, admiramos y nos seduce el fuerte, el poderoso, el cargado de éxito, el competente competidor, y apenas nos damos cuenta del reguero de sangre y lágrimas que deja a su paso. Hay que empezar a ver las cosas desde el débil, pues desde él es desde donde se perciben las muchas violencias que padecen millones de seres humanos. Desde el pobre se ve que todos somos cómplices de la violencia que él padece al vivir el modelo de hombre de la sociedad de consumo. De las relaciones de explotación procede prácticamente casi toda la violencia privativa del hombre de la sociedad de consumo.

 

 

4.7.       La pacificación de la existencia implica ser sensible a las pequeñas agresiones diarias

 

            El pacífico no se fija solamente en las grandes violencias, sino que atiende sobre todo a las violaciones de humanidad que se producen a diario a su alrededor. Le preocupa la guerra, pero al mismo tiempo el estar desquiciado en su espacio interior o tener discordias familiares o discutir con sus compañeros y vecinos. El auténtico pacificador detecta cualquier violación al ser del hombre, sea grande o pequeña, cercana o lejana, individual o comunitaria. El tomar conciencia de las grandes y espectaculares violencias privativas es tan sólo el inicio de pacificación. Es necesario darse cuenta de las miles de violencias que sufrimos inconscientemente los humanos en todas las dimensiones de nuestra amplia y compleja envergadura vital, en todos los valores que nos alimentan.

 

 

4.8.       La pacificación es un horizonte que debe ser conquistado

 

            La paz completa es un horizonte, está en lontananza y a él debemos dirigir nuestros pasos, pero sabiendo que al final aparecerá un nuevo horizonte para conquistar. Tal trofeo dependerá totalmente del uso correcto de nuestro actuar en nuestro espacio interior, en la naturaleza, en la sociedad y en la metahistoria.

 

            Para conquistar ese horizonte, no podemos tener prisa. Los cambios de modelo humano no se producen de la noche a la mañana. La prisa ha llevado a grupos revolucionarios y a diversas personas a diseñar horizontes bien perfilados, para la conquista de los cuales han propuesto tácticas de ejecución perfectamente definidas. Pero todo ello ha traído como consecuencia lógica la implantación de totalitarismos de toda clase, llenos de extensas e intensas violencias. Y es que nadie puede predecir y definir cómo ha de ser el horizonte del ser humano, que siempre es muchísimo más rico que el que nosotros podemos diseñar. De ahí que las actuaciones que llevan a la pacificación de la existencia no pueden fijarse de una vez para siempre.

 

 

 

4.9.       Una auténtica pacificación exige cambiar el estilo de ser y de hacerse hombre de la sociedad de consumo

 

            Los que poblamos las zonas ricas del Planeta exigimos cada día más en el ámbito de los valores biopsíquicos y económicos. Todas las variables del PIB (producto interior bruto) tienen que duplicarse cada cierto tiempo para atender a nuestra creciente demanda de consumo y de lucro. Parece que la Ciencia y la Tecnología van a seguir estando únicamente al servicio de estos valores. La presión de la violencia sobre la Naturaleza y la especie continuarán amenazando a la supervivencia. Por eso la pacificación exige un estilo de ser y de hacerse hombre de mayor calidad que el actual, porque sobreviviremos si y sólo si construimos humanidades mejores que la que ofrece la sociedad de consumo. Tenemos que ser “mejores” de lo que actualmente somos si es que queremos sobrevivir.

 

 

4.10.     Es necesario llevar a la práctica la pacificación de la existencia

 

            No es suficiente con ser conscientes de los peligros que afectan a la supervivencia de la especie. Es necesario luchar por llevar a la práctica, propia y colectivamente, las medidas que conducen a la pacificación de la existencia. Nada ayudan para erradicarla esos pensamientos liberales sobre la no–intervención, en los que se afirma que los problemas se arreglan mucho mejor por sí solos. Dejemos que los agujeros de la capa de ozono se abran y se cierren ellos solos. Este tipo de pensamientos nacen siempre de estómagos bien alimentados; jamás de aquéllos que han visto morir a sus hijos de hambre.

 

 

4 comentarios

Ramón Hernández Martín -

¿Cómo "despistado", Baldo? Entrar a leer una cosa cosa como esa, a la que persistes en llamar ladrillo, es algo que se hace con la intensidad y la fuerza de quien está en permanente búsqueda de luz y comprensión de sí mismo y del mundo en que habita. Quien no lo lea por algún prejuicio teniendo la posibilidad y la oportunidad de hacerlo, tanto peor para él. Si después de leerte atentamente, a uno se le ocurre matar por divertimento una hormiga, o no ha entendido nada de lo que dices o le importa un pito su vida y su mundo. Las claves del pensamiento de fray Eladio Chávarri iluminan muchos temas en un mundo en el que, cuanto más se escribe y se habla, más oscuridad hay. ¿Razón? Cada uno debemos explicarnos claramente tal desbarajuste antes de ponernos en marcha, es decir, antes de fijar un destino tan bello y seductor como el ya apuntado de ser realmente "pacíficos y pacificadores".
Gracias de nuevo, amigo Baldo, por hacernos partícipes de tus indagaciones y hallazgos.

Baldo -

Gracias Losada y Ramón, Ramón y Losada, por haberos despistado y entrado a leer el ladrillo sobre la pacificación de la existencia. Un abrazo

Ramón Hernández Martín -

Baldo, bien armado pedagógicamente y esclarecido con maestría el enorme y complejo problema de la violencia, esa actitud predadora que puede dar al traste no solo con nuestra vida, sino también con la de toda la especie. La Tierra tiene una historia seguramente de más de cuatro mil millones de años sin verse sometida a la especie humana dominadora, según las luces que nos vienen del Génesis, o, mejor incluso, podría decirse que el parto del hombre le ha llevado a la Tierra más de cuatro mil millones de años de paciente gestación. Pero la verdad, palpable ya, de que pronto puede llegar un periplo en que los seres humanos seamos solo historia (historia de la nada para nadie, pues ni siquiera quedará narrador ni nadie a quien contársela) debería obligarnos a pensar seriamente en la violencia insensata que ejercemos. Me quedo con "tenemos que ser mejores de lo que actualmente somos si es que queremos sobrevivir", mejora que solo nos puede venir de que, además de pacíficos, seamos pacificadores. Afortunadamente, hay mucha gente pacífica y pacificadora.

Alfonso Losada Vicente -

Hola, Baldo: No soy el más indicado para opinar sobre la exposición (no ladrillo) sobre la Violencia Privativa, puesto que mi cerebro no da para ello. El fondo del tema es fantástico, pero el ser vivo, por H o por B, no está por la labor
Debe ser por los genes, o por el egoísmo; desde el principio de los tiempos viene ocurriendo esto. Quizá, si se empezara de cero,(1ª célula) tendríamos suerte, y el mundo cambiaría, pero nosotros no lo veríamos.
¿Mira cómo son todos los dirigentes? ¿Qué se puede esperar? Gracias, Baldo, por todas tus enseñanzas.
Un abrazo. Losada.