Blogia
Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

DÍA MUNDIAL DEL ALZHEIMER

DÍA MUNDIAL DEL ALZHEIMER

Hoy es el Día Mundial del Alzheimer.

Nuestro compañero Ramón Hernández Martín colabora desde hace años con AFA Asturias. En la celebración de este día, que este año tendrá lugar en Pravia por lo que a Asturias se refiere, se ocupa de la ponencia de carácter social.

Seguramente, aunque no sea más que por la edad, el tema del alzheimer puede que toque de lleno la conciencia de muchos de los que merodeamos por antiguosalumnos.
Por lo que nos deja el contenido de la exposición que hoy hará, por si la consideramos de interés.


YO, UN ENFERMO DE ALZHEIMER

(“Sigo siendo yo”)

(Pravia, 21 de septiembre de 2017)

 

Distinguidos miembros de la mesa y demás partícipes de esta reflexión sobre el alzheimer: para atenerme al eslogan que encuadra este año la celebración del día mundial del alzheimer (“sigo siendo yo”), os pido a todos que, tras  hacer un esfuerzo audaz de imaginación, me veáis ahora convertido, como por arte de magia, en un enfermo de alzheimer terminal, el esposo o la esposa, el padre o la madre, el abuelo o la abuela de cuantos de entre vosotros os dedicáis a cuidar a vuestro enfermo. Imaginad, además, que durante los minutos que dura esta ponencia recobro por completo mi deteriorada conciencia y que, tras una dura y seguramente larga experiencia de sustracción y silencio, me echo de pronto a hablar a corazón abierto y con plenitud de facultades, teniendo mis propios horizontes despejados, antes de enmudecer para siempre. Gracias, amigos, por realizar tamaño esfuerzo. Situados ya en el escenario deseado, os diré que lo que sigue es un escueto discurso testamentario en pro de la autoestima de quienes sois cuidadores de familiares enfermos de alzheimer.

Todos nacemos como pura potencialidad y morimos por agotamiento,  brusco para muchos por inoportunos y desgraciados accidentes, por crueles y sádicos asesinatos o por insensatas guerras, y lento, desesperadamente lento, para otros a causa de un despiadado deterioro corrosivo, como es mi caso. El yo pujante del recién nacido se lanza ilusionado a la aventura de la vida y el yo agostado del moribundo teme y grita acongojado su propia nihilidad. Ayer yo no existía y mañana ya no existiré, un ayer y un mañana unidos por un suspiro. Querámoslo o no, esa es la vida según lo que propalan muchos. Para los creyentes, sin embargo, la fe injerta en nuestro tronco una esperanza radical como puerta de acceso a una forma de vida nueva, que imaginamos sin zozobras ni dolencias y completamente feliz, pero desconocida del todo incluso para quienes no hacen más que hablar de ella.

En mi caso, el proceso de vivir se ha agravado una barbaridad al adelgazar tanto el insignificante instante que media entre el nacimiento y la muerte, pues la impía enfermedad que padezco ha redactado mi finiquito con los trazos del deterioro que a la vista está. Llevo ya unos cuantos años muriendo. ¡Qué horror y qué sufrimiento tan frustrante, sobre todo para cuantos me rodeáis y os deshacéis en atenciones y mimos conmigo! Cuando hace años el médico dictaminó mi enfermedad, la muerte hacía tiempo que había desenterrado su hacha contra mí e iba destrozando a dentelladas mi mente y mi carne. Un brutal deterioro neuronal, cual carcoma insaciable, ha venido transformando desde entonces mi cerebro en polvo. Cierto que sigo siendo yo mismo, pero menos.

Los acontecimientos de cada día desaparecían de mi dañada memoria al ritmo enloquecido de su gestación. Si cada uno somos lo que somos en función de lo que recordamos y de lo que proyectamos, la muerte prematura se ha venido cebando despiadadamente en mí al privarme de una memoria que, al mismo tiempo que recuerdo vivencial, era cimiento de futuro. Sin pasado ni futuro, he permanecido a vuestro lado como cuerpo sin alma, como ser sin consistencia. Nada tiene de extraño que la primera conciencia, mortalmente tocada, de tan cruel desmemoria llegara a exacerbarme y a encabritarme con tan amargas secuelas para la vida de cuantos seres queridos os movíais en mi entorno. Mi  carácter, sosegado y paciente de suyo, se volvió de pronto brusco e insoportable. ¡Cuánto os he hecho sufrir!

Pasaron lentos los días, las semanas, los meses y los años de un tiempo ladrón que a vosotros os llenaba de inquietudes e interrogantes y a mí me despojaba incluso de la posibilidad de controlar las funciones básicas de mi cuerpo. Mis manos quedaron pronto inservibles y no tardé en perder incluso la percepción del espacio, convirtiéndome en un fantasma que daba vueltas sin rumbo. La fisonomía de vuestras caras, mis seres queridos, se difuminó por completo hasta el punto de que en mi retina solo aparecían máscaras deformes e indescifrables.

Mi pobre cuerpo, sometido a tan brutal azote, se desentendió pronto de funciones tan primarias y tan densamente vitales como comer o excretar. Con el paso de un tiempo que ni siquiera hacía mella en mi conciencia, me vi incapaz de mover un solo músculo y obligado por ello a permanecer inmóvil en la cama como un fardo pesado. Solo gracias a vuestros continuos cuidados pude librarme de los terribles dolores de las llagas que se producen en tales situaciones.

Consciente ahora de que ya solo me queda un suspiro de vida, quiero gastarlo enteramente, queridos míos, en agradeceros el haber permanecido tanto tiempo a mi lado, supliendo con vuestro amor y cuidado mis demoledoras carencias. Aunque no hayáis sido conscientes de ello, pronto me identifiqué plenamente con vosotros y sigilosamente os fui endosando mis impotencias en una especie de transfusión espiritual. Así pude ver por vuestros ojos, servirme de vuestras manos y sentir al impulso de los latidos de vuestros propios corazones. ¡Tan próximos y tan dentro de mí habéis permanecido todos estos largos años!  Gracias por no haber desfallecido y por haber supeditado vuestras vidas a la mía. Gracias por no haber dudado, incluso ante la falta de la más mínima reacción afectiva mía, ni siquiera en forma de mueca, aunque yo os seguía amando con la fuerza residual que aún hacía latir mi débil corazón.

Gracias, esposo-esposa, por haber consagrado en tan difícil y cruel trance lo más hermoso de nuestro matrimonio: mantener vivo nuestro amor incluso sobre el más débil soporte de la vida. Amor mío, te he sentido a lo largo de mi tenebroso vivir como una sola carne conmigo, más incluso que en una explosiva unión sexual o en el gozo sereno de seguir viviendo en nuestros hijos y nietos.

Gracias, hijo-hija, por haber permanecido tanto tiempo a mi lado sin desmayo ni queja en el maravilloso retorno de la vida: padres que cuidan primorosamente a sus bebés e hijos que, llegado el momento, hacen lo propio con sus padres, pues, tal es mi caso, me habéis tenido en vuestras manos como un bebé impotente. ¡Hermoso y sorprendente juego el de la vida!

Gracias, nieto-nieta, por haber acariciado tanto tiempo mis manos, por haber besado tantas veces mi frente y mis mejillas, por haberme dicho al oído palabras dulces y cantado melodías entrañables, ignorando incluso que los efluvios de vuestro amor mantenían a resguardo de tan impía enfermedad los míos.

Sin recompensa aparente, todos me habéis mimado y conseguido que la piltrafa de hombre en que la enfermedad me ha convertido respete la esperanza en que mi muerte inminente dé paso a una forma de vida plena, libre de zozobras y llena de gozos. Os aseguro que, a partir de ahora, sentiréis en vuestro interior mi presencia agradecida, sobre todo en los momentos de más densidad humana, sean de dolor o de gozo. Os prometo que seguiré a vuestro lado con mano tendida y con amor activo en el recuerdo imborrable de la increíble simbiosis que ha enlazado nuestras vidas. Aunque sea de otra forma, seguiremos cuidándonos y amándonos. La gratitud y el amor sellan hoy mi boca y cierran mis ojos.

*****

Pongo fin ya, amigos aquí presentes, al plausible testamento de amor y agradecimiento de un atrevido supuesto enfermo de alzheimer que os invita así a celebrar con emoción este día mundial, día en que se nos recuerda que los enfermos de los que muchos os ocupáis mantienen, por muy deteriorados que estén, su condición de esposos, de padres o de abuelos vuestros y que la relación especial que mantenéis con ellos, urgida por una fatalidad incomprensible de la vida, es una excelente ocasión –“no hay mal que por bien no venga”- para suplir con vuestros cuidados sus carencias y estrechar con ellos los lazos de amor con que los humanos, de querer comportarnos realmente como tales y de buscar honradamente la felicidad, debemos ayudarnos unos a otros. El camino de la felicidad no es realmente difícil, si bien es muy exigente. La vida, aparentemente tan cruel para muchos de vosotros, os está brindando la oportunidad de comprobarlo pacientemente, día a día, hora a hora, minuto a minuto, en el seno de vuestras propias familias. Por ello, en este día, vuestro día, el día de los cuidadores, pido a todos los asistentes un cálido aplauso para cuantos, en esta villa de Pravia o en cualquier otro lugar, dedican sus vidas a cuidar como es debido a sus enfermos de alzheimer. 

0 comentarios