EN HONOR DE GERARDO SUAREZ, QUE MURIÓ TAL DÍA COMO HOY HACE UN AÑO, Y DE VICENTE SUAREZ, QUE AQUEL DÍA VOLVIÓ A NACER.
Hoy mi querido Chema Sarmiento nos "premia" a los lectores del blog con este relato que os transcribo y que recibo precedido por el texto que también podéis leer a continuación. Desde luego, tenía razón con mis ansias de que se fuese Noviembre: Diciembre está siendo un mes de "lujo" en nuestro común "abrevadero".
Gerardo, descansa en paz.
Chema, cuentas con muchos compañeros con quienes puedes seguir compartiendo nuestro pasado común.
Querido Josemari:
Te mando una foto y un relato con el ruego de que las pongas en el Blog el día 3 de Diciembre, por tratarse de un aniversario: el de la muerte de Gerardo Suárez.
Probablemente tú mismo, querido furriel, y algunos de los blogueros no hayáis conocido a Fray Gerardo, ya que entró directamente al Noviciado el año anterior a nuestra toma de hábito. Yo le traté realmente en Las Caldas. Gerardo no era alguien que dejara indiferente: o se le quería o se le envidiaba; algunos de sus amigos le queríamos y le envidiábamos a la vez. Por su claridad de ideas, por su capacidad de trabajo y de análisis, por su visión más laica y más madura que la nuestra, influyó decisivamente en muchos de nosotros.
Al cantar misa fue destinado a Córdoba. Unos años más tarde, siendo todavía fraile (al menos él no había pedido la exclusión), fue Vice-Presidente de la Diputación de Málaga. Se había presentado a las elecciones por el Partido Comunista. Hasta el último día, cuando ya la política “profesional” había quedado muchos años atrás, perteneció a Izquierda Unida.
Por motivo de cambios mutuos de residencia nos perdimos de vista durante largísimo tiempo. Un día sonó el teléfono en casa, en París, y así, sin más, una voz de mujer me preguntó en francés si conocía a Gerardo Suárez. Le dije que sí y me dio un número de teléfono donde le podía localizar. Reanudamos entonces nuestra amistad. Teníamos prolongadas conversaciones telefónicas, me hablaba de sus inquietudes, de sus actividades. Yo le escuchaba, sobre todo, y le contaba en qué consistía el trabajo que estaba haciendo en ese momento. A veces le pedía que me buscara bibliografía para documentarme sobre algún proyecto en ciernes.
Hace dos años fui con Fabrice a pasar las Navidades en su casa malagueña. Era una casa bonita y espaciosa, con una enorme biblioteca, pero mal preparada para los rigores del invierno. Pasamos bastante frío. Ese mismo frío le provocó una afección pulmonar hace un año, en principio sin la menor gravedad, aunque tuvieron que hospitalizarle. De manera inesperada Gerardo no sobrevivió a su primera noche de hospital. Cuando un amigo común me llamó al día siguiente para darme la noticia me afectó mucho más de lo que hubiera podido imaginar. Me di cuenta de que con él se iban páginas enteras de mi propio pasado que ya no tenía con quien compartir.
Ello influyó de manera determinante en que acogiera desde el primer momento con entusiasmo vuestra iniciativa del reencuentro del 12 de Octubre, que ha dejado una huella indeleble en muchos de nosotros.
Querido Josemari, me ha salido esta presentación más larga de lo que pensaba. Si estimas que es demasiado no la pongas, pero pon por favor la foto y el relato-homenaje que te adjunto.
Un abrazoChema Sarmiento
EN HONOR DE GERARDO SUAREZ, QUE MURIÓ TAL DÍA COMO HOY HACE UN AÑO, Y DE VICENTE SUAREZ, QUE AQUEL DÍA VOLVIÓ A NACER.
La Filosofía no fue tan dura como nos habían pronosticado. Ni tampoco el tiempo, en aquellos dos años de Las Caldas, eternamente lluvioso.
En los largos momentos de celda que nos consentía la vida claustral, pasaba frecuentes ratos de asueto mirando a la montaña de enfrente, y refrescaba las neuronas vaciándolas en su contemplación cuando el esfuerzo intelectual se hacía notar en mi cabeza. Así que me sabía de memoria su perfil, el dibujo del Besaya lavándole los pies, cada árbol o matorral que adornaba su piel, y hasta el contorno cambiante de la cantera en la que diminutos camiones transportaban la piedra arrancada de su seno a base de dinamita.
La cruda luz de un mediodía me hizo descubrir un detalle que no había observado hasta entonces: un punto negro, a media ladera, que ni mi vista ni mi imaginación eran capaces de interpretar. La intriga se fue haciendo más acuciante con el paso de los días y tomé la decisión de ir hasta allí a la primera oportunidad.
Se presentó ésta un jueves por la tarde, durante el paseo. Una vez cruzado el río, me separé del grupo e inicié la subida. Utilizando como referencia la ventana de mi celda que distinguía en la masa imponente del monasterio, me fui guiando hasta localizar, no sin dificultad, la posición del punto negro, que resultó ser, como secretamente esperaba, el acceso a una cueva. La entrada era entonces tan exigua que apenas permitía el paso de un cuerpo. Un examen atento, pero en superficie, me dejó observar que tras un pasaje de apenas dos metros sumamente inclinado y resbaladizo por la naturaleza arcillosa del mismo, se abría una cavidad mayor cuyos límites era imposible referenciar desde donde estaba. No me atreví a entrar, pero me prometí volver en cuanto pudiera con una linterna, dispuesto a explorar “mi cueva”.
En repetidas ocasiones, junto a Gerardo, Vallina, Iturgáiz, Izquieta y otros eventuales compañeros, había ido a visitar algunas de las grutas prehistóricas que abundan en la fascinante montaña cántabra. La espera de mi próxima cita estuvo llena de promesas de magníficas pinturas rupestres, de grabados magdalenienses y de extraños signos neolíticos. Ni que decir tiene que a la siguiente tarde de paseo, armado de una linterna, tras dejar el hábito escondido entre unos matorrales para no mancharlo, me interné en la cueva. Fui solo, claro está, para no tener que compartir con otros la gloria del descubrimiento.
Tras pasar trabajosamente el estrecho orificio de arcilla roja, que sugería inevitablemente una vuelta al seno materno, encontré a mis pies una vastísima estancia. Pero si su techo resultaba cercano y diáfano, no así su fondo, cuya visión estaba obstaculizada por enormes bloques de piedra. Poco a poco fui encontrando donde poner los pasos y trazando el primer camino de descenso. Desde abajo las masas pétreas eran tan grandes que sobrepasaban con mucho mi altura y tenía que abrirme camino entre ellas.
Hallé, en una segunda visita, una oquedad que me permitía el paso a una nueva estancia, aún más grande que la primera y de más fácil recorrido. A diferencia de la anterior, en ésta brillaban estalactitas, despertadas por la luz de mi linterna de un sueño milenario. El avance se producía siempre hacia abajo. Acabé encontrándome, pues, en un lugar en que, tras una lisa pared de piedra, se oía claramente el murmullo del río. En semanas subsiguientes, tras nuevas inspecciones que me llevaron a nuevas salas, pude establecer que estaba en una cueva de dimensiones muy importantes. Consideré que la etapa de descubrimiento había finalizado cuando fui incapaz de ir más allá, si no era escurriéndome a través de pasadizos tan estrechos que el torso se me comprimía entre suelo y techo al llenar los pulmones y me aplastaba una sensación de claustrofobia.
La exploración minuciosa de la gruta no me permitió encontrar ningún resto de factura humana, ni pintura ni grabado, que es lo que más me hubiera interesado.
Era tan celoso de mi cueva como podía serlo de mi propia intimidad. Pero ¿a quién no se le escapa, en un momento de debilidad, una confidencia? Me fui de la lengua ante mi vecino de celda, Rafael Debén Ariznabarreta (galleguín él, pese al apellido, y muy parecido a Enrique Irazoqui, el actor que encarna a Jesús en “El Evangelio según Mateo” de Pasolini). Debí hacerle un relato tan entusiasta que Rafael se empeñó en acompañarme el jueves siguiente y que me amenazó con ir solo si no le permitía hacerlo. Cuánto me arrepentí de no haber callado a tiempo, porque una vez dentro, antes de que pudiera yo reaccionar, de un golpe certero me seccionó una estalactita ¡para llevársela de pisapapeles! Le eché una bronca monumental que no me pareció afectarle en modo alguno. Tres días más tarde, mis reproches fueron aún más encendidos cuando por casualidad encontré la estalactita en la basura: al secarse, fuera del medio húmedo subterráneo, había dejado de brillar y ahora le parecía fea.
Concluí que debía ser mucho más vigilante con mis futuros acompañantes. Vicente Suárez, a quien me unía una amistad antigua, pero renovada, chico serio y responsable donde los haya, me pareció merecer ese honor. Como en las demás ocasiones, con una única linterna como material expedicionario, penetramos hasta lo más hondo de mi cueva, hasta que juntos oímos el maravilloso discurrir ácueo tras la pared de piedra, a la profundidad del río.
El desastre ocurrió al volver. Teníamos que atravesar una especie de puentecillo formado por una enorme piedra reposando a caballo sobre otras dos. Como habíamos hecho hasta entonces, primero pasé yo con la idea de volverme luego e iluminar el camino para que Vicente supiera dónde ponía los pies. Pero Vicente no esperó y en la oscuridad se lanzó a cruzar sobre la piedra recubierta de una capa de arcilla sumamente resbaladiza. Me volví asustado al oír un grito apenas proferido. Todavía pude ver la cabeza de Vicente que se perdía en el vacío. Luego un choque hueco y mi propio grito, pero nada más... Busqué con el haz de luz y le vi inmóvil, acurrucado por tierra, unos tres metros más abajo. Había ido a parar sobre una zona de barrizal que ablandó su caída. Tenía sólo algunas contusiones, no había perdido la consciencia. Pero el miedo era tanto que le tuve que sacar arropándole con mi cuerpo, sintiéndole tiritar entre mis brazos.
Yo volví a la cueva, solo, alguna vez más. La última, la que me obligó a renunciar definitivamente a mis visitas fue cuando, tras pasar el orificio de acceso y descender al nivel de la primera gran cavidad, constaté que no podía reconocer aquel espacio que me sabía de memoria ¿Cómo era posible, qué había pasado? Los volúmenes habían cambiado de sitio, las moles pétreas no estaban donde yo las esperaba, mi camino estaba en gran parte cegado. Comprendí entonces lo peligrosa que era mi aventura: sin duda los disparos de dinamita de la cantera próxima repercutían en la caverna y hacían desprenderse del techo enormes bloques cambiando su configuración, abriendo nuevas salas, cerrando el acceso a las antiguas. Si uno de ellos se desprendía estando yo dentro podía aplastarme o enterrarme vivo.
Del mismo modo que, a buen seguro, uno de aquellos disparos había hecho aparecer en la ladera de la montaña el punto negro que un día descubrí desde la ventana de mi celda.
Chema Sarmiento
25 comentarios
Elisa -
Tengo muy buenos recuerdos de aquellos años.
santiago Rodriguez -
Era un fraile Joven, inició su magisterio con 32 años y plasmo su espiritu joven a los esudiantes licenciado en sicología aplicada.
Aquel desprendimiento de retina se utilizó como escusa para cambiarle por el p. Felipe Castro.
Actualmente vive en la Provincia de Madris, fuera de la orgen, casado con una ex-monja, hermano del P. Rafael Mateos fallecdo recientemente.
Era del curso de José mª iturbe y Arsenio Arenas
manuel junco -
no conocí a gerardo ni a vicente, no tuve esa suerte, creo que son de ese tipo de personas que debemos conocer porque siempre nos van a enseñar algo bueno y positivo.
aparte de eso, tu relato me trae recuerdos de otros tiempos, aunque sea un poco simple, vuelvo a aquel discurso sobre la experiencia, en el campamento de la vecilla... yo aprendí lo que es la electricidad cuando metí un cable en un enchufe y dejé a medio pueblo sin luz, pero esto es más inconsciencia que lo que tu hiciste en la cueva.
la espeleología siempre fué para mí un misterio, algo que me atraía pero por lo que sentía repeto, recuerdo que en 1958 tenía un libro mini (que se quedó con otras cosas en mí pupitre) sobre espeleología, con muchos gráficos, yo lo devoraba antes de dormirme, para mí era intrigante ver como se exploraban las entrañas de la tierra y la variedad de aspectos que ofrecían.
posteriormente en 1978 estando de vacaciones me encontré con un amigo del grupo espeleologico matallana y me dijo ¿cómo no te vienes con nosotros? estamos explorando una sima en torre salinas y estamos allí acampados, vengo a reponer víveres y me marcho a las seis, dicho y hecho preparé mi equipo de montaña y me fuí con él en el autobús de fernández que nos dejó en el alto de valdeón, desde allí ya de noche, alumbrando con linternas ascendimos la canal de pedavejo y llegamos a media noche a la vega de liordes donde acampamos.
las noches de aquel agosto, limpias, sin luna y luminosas por la cantidad de estrellas que allí eran visibles.
de mañana muy temprano nos preparabamos y nos separabamos, mientras ellos emprendian su camino de todos los días a la sima yo
decidí que lo mío no era eso, pudo más la claustro-fobia y preferí tener el cielo a la vista así que me dedique a explorar por mí cuenta gran parte del macizo central, la nieve, que en aquellos años se mantenía me permitía marcar los itinerarios para no perderme al regreso, después de una semana me cansé y los abandoné, cogí mi equipo, bajé por los tornos de liordes, subí el teleférico, bajé hasta poncebos y finalmente en autoestop hasta arriondas donde llegué a última hora de la tarde.
solo pude comprender lo que es la espeleología recientemente cuando estudié la geomorfología, visto así es impresionante y admirable el valor que hay que tener para entrar en una cueva sin medios y sin conocerla...
un abrazo,
nachín
Luisín Heredia -
Qué pena no haber conocido a Gerardo, habiéndole tenido tan cerca de mi en los últimos años.
La cara es el reflejo del alma y, creedme, mis desplazamientos a Málaga habrían tenido otro sentido muy diferente al que tengo que sufrir cada vez que tengo que ir por motivos profesionales.
Haber podido conocerle y compartir con él aunque fueran pocos minutos me hubiera reconfortado más de lo que os podéis imaginar.
Vibot -
Y a mí encanta también navegar por tus colores tan alegres, por algo dicen en Kiev -nada menos- que eres tan divertido.
¿Viste las fotos de Iturriaga y mías que te dije?
Una estudiante árabe me ha explicado que javivi es masculino y javivti femenino. Lo había entendido alrevés. Me retracto de la corrección. ¡Con lo que estaba disfrutando Estrada llamándote querida!
Javier del Vigo -
Me preguntas, Antonia, que qué me pasaría si levantase bota y gaznate, contando estrellas, en el frío ucraniano...
Te digo: al llegar a la estrella 4.999 -dicen que, en noche limpia, pueden contarse hasta 5.000; ¿has probado tu alguna vez?; yo, con la docena, me rindo...- no sabría ya si era yo una estatua de hielo o la estrella 5.001. Posiblemente una estrella gigante roja, de las más grandes y -a la vez- liviana, gritando: Beodo! Beodo!... Y si el hielo me lo permitiera, me bailaría con la bota un pasodoble, antes de contar 10.000 estrellas. (¿O eran sólo5.000?)
Chema Sarmiento: leo que has vuelto por ahora al Paris de la luz y de tus pasiones artísticas. Te he leído, además y me han encantado tus textos. Me alegra saber que hubo gente como Gerardo Suárez, ejemplo de pasión, de honestidad y dedicación a la cosa pública en aquel tiempo de los sueños, cuando la transición... Fue bonito y nos pilló con el sentimiento pronto. Qué lejos queda ya en mi opinión- de estos otros tiempos grises, de políticos-funcionarios, que si les dejamos-se perpetúan, como Chávez el venezolano, en el cargo y los trienios...
Mis respetos a aquel Gerardo a quien no conocí, personaje que ha hecho salir de las cuevas del silencio a Ramón Pajares Box, a Nacho Cruz Dorado...¡bienvenidos!; persona que ha hecho a Santos Vibot volver a pintarnos su recuerdo con esa plástico irisada de los mil colores del viento...! Qué memoria más colorista, querido Vibot! Gerardo travestido por Pedro Sánchez en Eduardo; caray, Pedro: tampoco tu memoria es mala, aunque a veces las teclas te jueguen malas pasadas...
Santiago Rodríguez: Luis Barbería te reclama! Y yo echo en falta tus certeros detalles históricos. ¿Cómo te va el locomotor? Hago votos por que se aproxime siquiera al aparato historiador. Ese lo tienes fenomenal; gigante! Vuelve, Santiago, vuelve; vuelve por Navidad!.
Pablo Huarte: te leí primero en el portillo de los poetas vivos, a punto de desaparecer de escena, aunque lleva sus 50 rosas detrás, 50 textos como 50 soles. Aquella entrada tuya era breve y presagiaba nubarrones: A Javier del Vigo, ya le he dicho esta mañana, y en otro lugar, lo que tenía que decirle...; ¿qué habré hecho mal? me pregunté. Uy, mamá; qué miedo; como en aquel pasado lejano, cuando eras nuestro Sub-director!! Bronca segura...
Pero te busqué y se me quitó el acoj..eso!. Era para invitarme a Pamplona! Claro! ¿Cómo no? La primavera pasada, cuando aún no sabía que el re-encuentro estaba al caer, estuve por ahí varias veces. Quizá, incluso, me crucé por los pasillos de la Clínica Universitaria con Oscarín, sin que ni el ni yo pudiéramos reconocernos. Ahora que sé de Domingo, de Oscar, de José Ignacio, de ti...¿cómo no voy a darme un paseito por la capi de la navarrería? Por dios! Dalo por hecho, si en la primavera tengo aparato locomotor en uso y memoria con ganas!
Leo a Pepito, tan activo buscón de sus antiguos compañeros como Enrique Muñiz, en el pasado inmediato. Bienvenido, Lobatón bis! Suerte! Que no os falte ninguno. Cuando estén todos recuperados, los pondremos en filas y les daremos un paseito por los campos de deporte, a ritmo de corrido!
A José Luis Alcalde, a quien oí brevemente entre el Santuario y el primer bar según se va por la Virgen del Camino hacia la calle la Uva...: me gusta como destripas las palabras, para buscar sus esencias y sus resonancias! Ha de ser vivificadora una conversación con lengua tan certera como la tuya! Algún día te pediré audiencia. Espero tener suerte!
Luisito Heredia, ya me di por felicitado. Fuiste el primero y eso marca; como el primer amor, dicen. Dimensioné tu corazón allá en octubre. Caben ahí cajas y cajas de sidriña! O toneladas de pasión!
Oscar, voy a pedir traslado a Pamplona. Ya contactaré contigo para que me ilumines en los vericuetos de la administración. En los días y las noches del acueducto, nos mediremos las fuerzas del cuerpo y del espíritu! El año próximo quiero yo disfrutar también del puente foral. ¿Puente o gran acueducto? Joer, con algunos navarros!!
No pienso deciros nada, Mariano y Andrés. Que estoy mayor y mi cuerpo ya pide cama! Aunque temo que los vuestros hace ya horas que retozan en la paz de Morfeo. Que estáis también muy mayorones!
chema Sarmiento -
Chema Sarmiento -
Gracias por las muestras de afecto que habeis manifestado hacia Gerardo, y por los recuerdos que habeis desgranado al hilo de mi relato.
Mandé el enlace a esta página a alguien que conoció y quiso a Gerardo mucho más tarde que nosotros. Como él mismo cuenta, no se ha atrevido a escribir en el blog, pero puesto que me lo autoriza pongo yo la carta que me mandó:
Hola, Chema. Me ha emocionado ver la nota en el blog de los antiguos alumnos
dominicos y me ha alegrado. Aquí en casa también le estábamos recordando a
pesar de que no he tenido noticias del resto de sus "hijos adoptivos". He
estado a punto de escribir una nota en el blog pero mi habitual "miedo
escénico" me impide salir a la palestra. Pero no quería pasar sin recordar y
hacerte llegar ese recuerdo. Te mando lo siguiente para ti y Fabrice, y para
que se lo hagas llegar, si te parece oportuno, a alguno de sus antiguos
compañeros.
YO TUVE SUERTE
Yo, alumno por propia decisión de Universidad Laboral, conocí a Gerardo en
1984 cuando aún contaba 14 añitos y estaba relativamente virgen del mundo.
Por aquel entonces, él se había "alejado" de la política y era Educador Tutor
en el internado de la Universidad Laboral de Málaga.
Después de haber sido Concejal de la primera corporación municipal
democrática y responsable del área de Cultura en la Diputación de Málaga, se
dedicó a la educación para lo que estaba especialmente dotado.
Antes de conocerlo personalmente, para nosotros los alumnos, era ese tutor de
barba blanca que era tan intransigente con las faltas, los horarios y las
normas de educación.
Después de acabar el Bachillerato, a algunos alumnos se nos permitía residir
en el internado y compaginar nuestros estudios universitarios con una labor
de ayuda en el Centro en la figura de Colaboradores Becarios, y yo lo fuí
durante los tres años que él fue Director del internado.
Pues siendo Becario, que así se nos llamaba, tuve la suerte de decir delante
de él en una conversación trivial que a mí me interesaba especialmente
Pasolini. A él se le abrieron un par de ojos... y a mí se me abrió su mundo
que era mucho más fascinante de lo que parecía a simple vista. Desde aquel
día me adoptó, y no lo digo metafóricamente. Yo formo parte de un grupo a los
que el llamaba sus hijos, y a los que nos trataba como tales.
Y desde aquel día comprobé su inmensa generosidad. Es verdad que era
estricto. Pero si lo conocías, te dabas cuenta que su intransigencia iba
contra todo lo que significara una injusticia. Era capaz de decir una
barbaridad tremenda, pero si te explicaba sus razones o lo analizabas
detenidamente, te dabas cuenta de que era producto de su tremenda justicia y
generosidad.
A su equipo de Becarios nos mantenía en un trabajo continuo hasta llegar al
cabreo. El problema era que no nos podíamos enfadar con él porque el
trabajaba aún más que nosotros. A altas horas de la noche cuando ya los
alumnos llevaban rato durmiendo y habíamos completado todas las tareas que
nos había asignado, nos reuníamos a charlar con él. Y entonces, descubrías al
colega bromista, inteligente, irónico, de una cultura apabullante. Y lo mejor
de todo es que cuando nosotros ya caíamos agotados y nos íbamos cada uno a
nuestra habitación, él seguía aún un par de horas trabajando. Pero por
supuesto, a la hora del desayuno, él estaba allí. Y a la hora del almuerzo,
él estaba allí. Y si había cualquier actividad, él estaba allí. Y preparaba
los ciclos de cine, en los que muchos hemos aprendido a amar el Cine. Estaba
en todas partes y a todas horas.
A mí, que soy informático, me cargaba de actividades especialmente. A su edad
otros decían que las innovaciones tecnológicas no eran ya para ellos, pero el
se negaba a desperdiciar cualquier posibilidad de aprender o utilizar un
adelanto para mejorar el funcionamiento de la Residencia.
Y por si alguien se lo pregunta, sí, toda esa actividad despertaba las
envidias y las críticas de sus compañeros más mediocres y vagos.
Después de dejar él la Dirección y yo el puesto de Colaborador nuestra
amistad continuó. Su casa, su gran biblioteca y su enorme cinemateca estaban
abiertas a cualquiera. Y a través de muchas charlas y cafés conocí su vida en
Asturias, en Francia y con los dominicos. A pesar de qué el se había alejado
de la iglesia, o la iglesia de él, recordaba con mucho cariño a sus
compañeros dominicos y todo lo que le había aportado aquella vida. Gracias a
él conocí a uno de ellos, Chema, del que tengo a gala ser amigo.
Si tuviera que utilizar una sola palabra para definir a Gerardo, sin duda
sería Generosidad. Pero era generoso con los demás, no consigo mismo. Para sí
mismo y para su cuerpo era muy despreocupado. Que fué lo que le llevó a un
infarto de miocardio, y posteriormente a una neumonía que le complicó un
cáncer de próstata recién detectado.
Lo que más tristeza me produce de su muerte es que se acababa de jubilar, y
en lugar de estar desconcertado por el cambio de vida que eso supone, estaba
contento como un niño pequeño por la cantidad de proyectos que por fin podría
llevar a cabo ahora que tenía tiempo. Los dos nos reíamos cuando yo le
pinchaba diciéndole que ahora lo que tenía que hacer era dar paseos al sol e
ir al Hogar del Jubilado. No, el tenía preparada una lista interminable de
trabajos de investigación, de textos por escribir, de viajes que realizar y
de antiguos compañeros a los que visitar. Pero no pudo ser.
Sus "hijos adoptivos" le recordaremos siempre porque influyó muchísimo en
nuestras vidas y nos ayudó siempre que lo necesitamos. Pero además de
nosotros, muchos de los alumnos le recuerdan con mucho cariño. Por mi parte
tengo que decir que su legado sigue adelante, porque gran parte de como soy,
sea bueno o malo, se lo debo a él.
Luis Barbería -
Para los que veníamos de la llanura, aquel enclaustramiento físico, entre montañas, nos resultaba difícil de asimilar. Nos escapábamos muchas tardes por el mismo sendero que describe Chema y que bordeaba la cantera, aunque no advertíamos la cueva de sus aventuras. Subíamos hasta la cima y luego corríamos entre las rocas y en los días claros creo que se podía ver hasta el mar.
De aquellos profesores, recuerdo con especial reconocimiento, al de Lógica. Creo que era navarro y venía de hacer sus estudios en Alemania y si no me falla la memoria, se llamaba el P. Eladio. Guiaba nuestro pensamiento con férrea disciplina germana, aunque siempre me chocó a mí el que un navarro, de temperamento generalmente disperso y extrovertido, se aviniese a adentrarse por tan áridos caminos filosóficos. Pero el P. Eladio debía ser una excepción y de su adiestramiento creo que aprendí a pensar con cierta lógica y a poner cada cosa en su sitio, en definitiva, a tener la cabeza bien amueblada, como vulgarmente se dice. Y la informática, que nos cogió ya mayores, no nos resultó del todo extraña.
De aquellas arideces filosóficas nos escapábamos a veces hasta el estudio de Radio. Yo escribía los guiones y mi amigo Zurbano les daba voz con una entonación solemne y profesional. El Lago de los Cisnes era un fondo musical muy socorrido y nos quedaba bien para casi todas las escenas. Desde aquí mando un fuerte abrazo a José Ignacio y a Neme, que andan por Bruselas.
Os estoy hablando de los años 1964 ó 1965 y hubo un acontecimiento que revolucionó a los estudiantes. Que los compañeros de entonces o S. Rodríguez me corrijan. Habían cesado a un Director del estudiantado muy progresista, psicólogo, no recuerdo su nombre y se nos prohibió despedirlo. Hubo una auténtica revolución a bordo y los estudiantes, olvidando la orden, acudimos todos a despedirlo hasta la estación de Caldas con el consiguiente enfado de los superiores.
Siempre me queda una duda de aquellos días. Cuando ya me despedía, vestido de calle para un viaje incierto al mundo que me aguardaba, en mi celda, con mis amigos Loitegui, Menéndez y Zurbano, quedaban un montón de cuadernos sobre la mesa, diarios descriptivos de aquellos tiempos, que les pedí que los destruyeran inmediatamente. ¿Lo hicisteis de verdad? Porque sé de alguien que ha hecho del diario un género literario que domina con especial maestría.
Pablo Huarte -
Claro que seguiremos en contacto, Pepito. Por mi parte, no habrá fallo alguno.
Comienzas, comenzáis, a intrigarme afectivamente...
Esperamos mucho de vosotros.
Tendréis que ir, aunque sea poco a poco, desvelándonos algunos enigmas.
Pepito: ¿Cuándo vamos a tener la suerte de conocer tu nombre completo? No sé si te parecerá extraño, pero yo todavía no te he identificado. Y eso que ya comienzas a serme familiar.
Otro enigma a descifrar: ¿Qué es eso de "somos de Alicante"? (Igual peco de ingenuidad).
Pepito: "¿Quién sabe dónde"?
En cualquier lugar, pero han de ir apareciendo todos, o casi todos.
Un abrazo
Pablo Huarte
Vibot -
¡Qué bonita tu foto de Gerardo, tras los geranios, parece un encuadre de cine!
Yo le recuerdo sobre todo en Las Caldas. Hice un trabajo con diapositivas sobre los pintores impresionistas dirigido por él, que tenía mucho material artístico, inolvidable.
Tenía en su celda unos cuadros de aquel simpático pintor palentino -Jesús Herrero- uno de los cuales me gustó desde el primer día que se lo ví: era una habitación, en rojos antagónicos, muy pop, con un piano con dos hojas blancas sobre el atril, dos taburetes de distinto tamaño, una bombilla colgando hasta cerca de la mesa, sobre la que había dos hojas blancas más, una botella, un vaso y una pipa. Había una hoja más, en el suelo, con su lápiz encima. Y -apoyado a su vez contra la mesa- estaba un violoncello. Y digo estaba porque los violoncellos siempre tienen algo de persona, no sólo por su cuerpo de mujer, sino por ese alma masculina de su voz.
No sé, aquel cuadro, me hacía soñar bohemias y derivas embriagantes, muy lejos del convento.
El caso es que siempre que iba a su celda me quedaba mirándolo.
Hasta que un día Gerardo -tú sabes que era generoso y desprendido- me lo regaló.
Me ha acompañado hasta hoy.
Con los años me deshice de su enmaque original -también artesanía de Jesús Herrero- pero ahora echo de menos aquella tosca y juvenil compostura tan del final de los sesenta y mis dieciseis años: sin cristal, un junquillo de madera pintado de blanco, un passepartout de arpillera y una moldura blanca muy sencilla.
Aquella humilde arpillera de esparto conservaba el olor, como enmohecido, de todo el edificio, un olor como de potros en celo, aquel olor de E.F.A.M.A.C. y piedras rezumantes que a mí ahora me evoca el olor seminal de los magnolios, especialmente de aquel gigante de las escalinatas de la iglesia, y el olor lujuriante de toda la floresta en torno a la cascada...¡oh, qué vértigo de años y quimeras, aromas de Las Caldas! Ningunos tan intensos.
Te ofrezco estos recuerdos también como homenaje.
Y deseo a Gerardo que descanse por fin entre sus ángeles.
Vértigo el que he sentido al leer tu relato de la cueva. Esa siniestra cueva fluctuante.
Mi celda también daba a las canteras, en la primera planta, la tercera ventana desde la esquina, saliendo por el claustro "De profundis". ¡Cuánto miré también esas laderas de zarzas amarillas, enredadas de brumas, el sauce del estanque que me hacía cantar el "Super flúmina" como si aún estuviéramos en León, entre el arrullo de la Escolanía...tan lejos y tan cerca.
¡Qué imprudente que fuiste! No vuelvas a hacer eso, duendecillo, entre tus líneas he visto la caída de Vicente y te he visto a ti muerto, ensartado entre rocas. No sólo él volvió a nacer ese día. Tenemos tus películas, tus proyectos, y tu dulce amistad, de purito milagro.
Que te quiero y te espero el domingo para mi cumpleaños.
Un abrazo de Caldas a París.
Luis Heredia -
¡FELICIDADES A TODOS¡ y que no os parezca mal, pero en especial a Espinosa.
Os quiero
Vibot -
Santos Martínez Vibot -
Tudanca, díselo.
Andrés Martínez Trapiello -
Me uno a tu felicitación a Javier del Vigo Palencia; a todos los Javier.
Sí, Antonia, sería curioso ver a Javierdelvigopalencia observando las estrellas en Crimea, con la bota por encima de su cabeza. Pero con Prieto Picudo, Luis Barbería.
Antonia Estrada -
Felicidades en este día de tu San Francisco Javier, el misionero por excelencia, el que hacia locuras indecibles, dignas de admiración y envidiables a la vez.
Tú has venido a engrosar mi lista de mis amigos y en este día, precisamente. Que tu santo te proteja, que puedas conservar siempre ese buen humor. ¡Cómo me he reído con tu escrito, vaya, repito que eres ¡divertidísimo y la simpatía te desborda!
Quisiera regalarte un buen vino de Crimea, y verte como Sancho contando estrellas en esta noche nevada mientras le encuentras su sabor ¿Qué te podría pasar ?
Me encantaría contéstate, con una simpatía parecida a la tuya, pues en verdad me dices cosas muy lindas, de esas que tocan el corazón, pero me veo obligada a cortar aquí, se me presenta una tarde apretadita de cosas.
Y tan apretada que, ahora vengo a terminar y son las 10.50 de la noche. Ya se me han ido las ideas, así, rápidas, como rápido se ha pasado tu santo.
Por eso, por ahora, solo un beso, un abrazo y la más clara de mis sonrisas.
A Pablo Huarte. La sorprendida he sido yo por tu acogida y tus palabras. Espero que algún día, alguna Navidad, caigas por la Rus de Kiev, silencioso como un copo de nieve. Te escribiré despacio. Un abrazo
A todos los que escribís, gracias por vuestros relatos que me instruyen y deleitan. Más y más abrazos.
José Luis Alcalde -
De paso, oh admirable mezcla de sentimientos, felicito a todos los "Javieres" , conn nombre de Castillo, fortalezas para sostener una Humanidad atacada por doquier. Con Javi, el Provin, "Primus inter Pares", seguido de la lista completa que ya se mencionó, y a la que me uno de "mío" cardio, es decir, con el corazón mío al de todos vosotros
PEPITO -
Brevemente le comento al Padre Pablo Huarte que seguimos con la operáción denominada "¿Quién sabe donde?", para la localización y búsqueda de nuestros compañeros de andanzas dominicanas en La Virgen del Camino.
Desde la última vez que escribí en este blog, hemos localizado a otros 16 compañeros. Se acercan ya a los 70 los compañeros reencontrados. Y seguiremos avanzando porque queremos más, más y más y mucho más. Somos de Alicante. Seguiremos en contacto Padre Huarte.Saludos y abrazos para todos.Pepito.
Pedro Sánchez Menéndez -
Aprovecho para las felicitaciones de todos los Javieres. Un abrazo (¿de nuevo?). Pedro
Pablo Huarte -
¡Santo Dios, qué despiste! Va, y se me pasa el felicitar a mi jefe. Esto es imperdonable.
Le felicito desde el blog. No olvidemos que fue un antiguo alumno y que presidió nuestro reencuentro de Octubre. No se lo he dicho todavía, pero se lo digo ahora: tu homilia del día 13, Javier, preciosa, de forma y de fondo. (Algún "malvado" estará diciendo: qué es lo que le tendrá que pedir).
Ojalá que se anime y entre, aunque sólo sea de paso, en este blog que debe seguirlo de alguna forma, según me parece a mí.
Tengo de él un recuerdo imborrable. Hasta cantó algunos solos, cuando yo dirigía la escolanía. ¡Y qué bien que lo hacía!
Mi felicitación más afectuosa, Javier.
Pablo Huarte
Oscar Fernández -
Chema, qué recuerdos, qué vivencia, como dice el P. Huarte muestra un poco de lo mucho que llevas dentro. Este verano estuve en la cueva de las monedas y en la del Castillo y recordé mi primera visita, cuando estábamos en las Caldas y de un modo borroso lo que has contado con detalle. Es un honor ser tu amigo.
A Gerardo, le he recordado hoy en la misa y cómo fue nuestro último encuentro en su casa de Cangas del Narcea, cuando murió Carrero Blanco. En esta foto mantiene el mismo aspecto de hace tantos años, a pesar de la barba. Los que le conocimos llevamos algo de él.
Hoy día 3 se celebra San Francisco Javier y nosotros además felicitamos a nuestros compañeros, que según la relación de que dispongo son: P. Provincial Francisco Javier Carballo Fernández, Froilán Cortés Aranaz, Fernández García, Fernández Martín, Fernández Vallina, San José Recio, Pérez Andrés y a todos los misioneros, y también por extensión a los Javieres sin Francisco.
Felicidades
Un abrazo.
Oscar
José Ignacio Serrano Mallada, -
Os deseo a todos los Javieres un día feliz día (a estas horas medio/día),y que hayais tenido el mejor regalo posible: que los que están alrededor vuestro os hayan dicho que os quieren, así de sencillo, pero es lo único que verdaderamente importa en la vida.
Un fuerte abrazo,
Mariano Estrada -
A estas alturas de la película, todo el mundo sabe que tu simpatía abarca desde Vigo hasta Palencia, por un lado, y desde Arija a Castro Urdiales, por otro. Y últimamente ha trascendido nuestras fronteras y ha llegado hasta Kiev ¿Serás tú el nuevo emperador de todas las rusias? ¿Serás quizás el nuevo Javier de las navarras? (Por cierto, si aceptas la invitación de Pablo Huarte y te acercas a Javier, acércate también a Leyre, que no es la nieta de Andrés Cortés, sino un monasterio de montaña donde se pueden hacer curas de estrés (que es como decir frailes de agobio) a base de espiritualidad y de silencio. Dile a Huarte que menos apertivos y más expediciones a las tierras del Santo, que, por cierto, era de armas tomar.
Felicidades, guerrero. No porque hayas velado las armas, sino por la guerra que das en este blog, donde tus ausencias son seguidas de largos ríos de llanto y de tristeza.
Felicitades a todos los compañeros que se llamen Javier, entre los yo, a riesgo de omisiones por olvido, quiero destacar a los siguientes: Francisco Javier Cortés, Francisco Javier San José, Javier Medarde, Javier Muñiz, Javier Serrano, Francisco Javier F. Vallina, José Javier Suazo, Javier Martín de Pablos y a Chema Sarmiento, que si bien no es su santo, no ha dejado en este día un precioso relato de la vida y la muerte.
Y a todos los, sin estar en esa lista, también se llamen Javier, les digo: non fuyades, cobardes, que tenéis la obligación de invitarnos por imperativos de la onomástica.
Que el Santo os depare alegría y os traiga calzoncillos nuevos.
Un abrazo
ONOMÁSTICA EL NOMBRE DEL DIA
JAVIER
San Francisco Javier es un santo de una talla inconmensurable, que él solo da fuerza y virtud al nombre de Javier, un nombre que antes de él tan sólo tenía valor geográfico e indicaba el castillo de la familia del Santo (con el municipio anexo), y que a partir de él se convierte en nombre propio de varón tan sumamente apreciado, que llega a ser un uno de los más prodigados.
Francisco de Javier, último de los seis vástagos de Javier, nació el año 1506 en el castillo solariego. Entre los años 1525 y 1535 estudia en París humanidades, filosofía y teología. Mientras sus hermanos se habían dedicado con poca fortuna a la carrera de las armas, él decidió dedicarse a la carrera eclesiástica, en la que por su condición de noble tenía garantizado un confortable futuro.
Fue en París donde conoció a otro noble, Ignacio de Loyola, que andaba ya en la fundación de la Compañía de Jesús. Era militar, por eso pensaba en crear una "compañía", pero no de soldados, sino de sacerdotes, para ponerla a disposición del Papa. Decidió reclutar al orgulloso Francisco de Javier, y el medio de que se valió fue echarle una mano en su precaria economía, proporcionándole clases que le permitieron salir de la penuria económica mientras estudiaba teología.
De 1536 a 1540 ejerce Javier su ministerio sacerdotal en Italia, hasta que el Papa Paulo III, a instancias de los reyes de Portugal, le envía de misionero a las colonias que este país tiene en la India. Sale, pues, Javier para Goa en 1541, llegando a su destino al cabo de trece meses de viaje lleno de penalidades. Parecía que hubiesen estado esperándole. Los bautizaba a miles. Les componía un sencillo catecismo en su lengua y lo aprendían recitándolo. De ahí pasó a la Pesquería y a Travancor. Continuaron las conversiones igual de numerosas. No hacía más que pedir refuerzos a Roma y a Portugal. Estuvo un corto tiempo en Malaca y de ahí pasó a las islas Molucas, del Moro y Filipinas. En 1549 tenía fundadas casas de la Compañía de Jesús en Goa, Pesquería, Travancor, Molucas, Malaca, Santo Tomé de Meliapur, Coulam, Bazain, Ormuz. Siguió pidiendo refuerzos a San Ignacio de Loyola y al rey de Portugal. Aquello parecía la pesca milagrosa.
De ahí saltó al Japón donde hubo de adaptarse a nuevas fórmulas (los príncipes japoneses si no iba ricamente vestido y llevándoles presentes no le entendían) y a la nueva lengua. En cuanto supo un poco de japonés ya empezó a predicar. Dejó allí cuatro cristiandades: Cangoxima, Firango, Yamaguchi y Bungo, con 1.500 conversos. Y como un conquistador, siguió adelante, hasta China. Las dificultades, enormes, acabaron con sus fuerzas el 3 de diciembre de 1552. Luchó duramente, hasta el último suspiro por la causa en que creía.
Llamarse Javier no es cualquier cosa. Es llevar un nombre lleno de virtud y de fuerza, capaz de estimular y de dar alas para lanzarse a grandes empresas.
Mariano Arnal
Pablo Huarte -
Pero como los amigos de mis amigos, son mis amigos, de ahí mi recuerdo hacia Gerardo en el aniversario de su muerte. Descanse en paz.
El relato que haces, chema, sobre "tu cueva de Las Caldas", ha conseguido reflejar a la perfección tu espíritu aventurero. No me extraña nada que tu vida se haya orientado por derroteros tan peculiares, que hayan desembocado en lo que es actualmente tu propia realidad.
Me gustaría que, en alguna ocasión, me describas tu bello relato, viva voce, y con más detalles e impresiones vividas, en aquella montaña cántabra. De momento, ya tienes un perfecto guión para una buena película.
Aprovecho este comentario, para felicitar a Javier del Vigo en el día de su santo. Si sus clases las estuviera impartiendo en esta tierra, hoy tendría tiempo para que yo le invitara a un buen aperitivo, dado que hoy celebramos el Día de Navarra, por ser la fiesta de uno de los navarricos de verdad.
Javier, quedas invitado para el miniencuentro que, esperemos, vamos a celebrar en Pamplona, en la próxima primavera. Acudirán a él, entre otros, los PP. Domingo Iturgaiz y Carlos Olóriz. Y quedas invitado, con la condición determinante de que no has de faltar.
Felicito, asimismo, a todos los restantes que se llaman Javier. No nombro a ninguno en especial, pues me podría olvidar de alguno.
Pablo Huarte
Ramón Pajares Box -
Recuerdo el álbum fotográfico que realizó en el noviciado para festejar algo, no recuerdo qué, posiblemente en honor de Pedro Sánchez y José Luis Alcalde. Se dedicó a fotografiar nuestra vida cotidiana, a pegar las fotos en un álbum y a comentarlas con gracia de buena ley y una punta de ironía. Yo estaba asombrado de que se le hubiera podido ocurrir esa idea, tan fuera de nuestras capacidades, idea que le copié años más tarde para celebrar las bodas de plata de mis padres.
La última vez que le vi fue en Madrid, en casa de Helio Pedregal, hace más de treinta años. Ya estaba en Málaga y ya ocupaba un puesto sindical en CCOO. Lo de su actividad política no lo sabía por entonces pero se veía venir. Es una de las personas que más he echado de menos en el reencuentro de la Virgen del Camino. Me hubiera gustado volverle a ver, a hablar con él, a darle un abrazo. Ahora me entero que ha muerto. Siempre pasa igual, los buenos se van y quedamos los mediocres.
Vaya aquí mi homenaje por Gerardo Suárez, una personalidad que a mí tampoco me dejó indiferente.