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TEJO EN EL REFECTORIO (Por Carlos Tejo)

TEJO EN EL REFECTORIO (Por Carlos Tejo)

UN INSTANTE EN LAS CALDAS DE BESAYA

 

            Año de 1968. Las Caldas de Besaya. La hora de El Ángelus ya dobló la esquina. En el refectorio los jóvenes frailes, estudiantes de filosofía, esperan la llegada de la comida. Unos juegan inquietos con los cubiertos, otros tienen las manos juntas o las frotan con mecánica inquietud, los codos sobre la mesa, la mente en blanco, como sus hábitos, como las servilletas, como las paredes pintadas. No hay prisas, es la rutina correspondiente a esa hora. Diecinueve o veinte años los contemplan, llenos de inquietudes, de dudas relativas y de certezas todavía inquebrantables. Refectorio, palabra antigua que sabe y huele a convento, a monasterio. Hoy nadie osaría preguntar a ningún joven sobre ese vocablo, cuando hasta la palabra “seminario” significa casi todo, excepto que es un colegio para formar a futuros sacerdotes. No se intuye conversación alguna. Viendo la fotografía, tampoco escucho ningún clásico del pentagrama.

            De repente, una voz apagada, con sordina, sin llamar la atención apela a un compañero y amigo: “Tejo” o tal vez dijo algo  más personal: “José Ramón”. José Ramón se vuelve, curioso, y “click”, queda inmortalizado en ese lugar, no lejano de su casa familiar, donde pasó uno de los años más duros de su vida, ya que en Noviembre de 1968 fallecía su padre, nuestro padre, a la edad de 45 años, y, seguramente, más pleno de vivencias y aprendizajes relacionados con el futuro que tenía previsto como plan de vida, en manos y al servicio de Jesús.

            Esta es una fotografía irrepetible en su contenido, el humano. Esos jóvenes y los que se apearon en todas las estaciones, las anteriores y las de después, dieron inteligencia a este país. Algunos son reconocibles en la fotografía.

El continente, las paredes,  sigue estando ahí, en Las Caldas de Besaya. Ya no es un refectorio, ¡qué va! es un comedor de un hotel rural donde, eso sí, el blanco sigue dominando e iluminando el lugar.

            “José Ramón”, y al darse la vuelta, el fotógrafo, Chema Sarmiento, iluminó ese rostro en el que yo me miraba intentando ser siempre como él. Qué bien le quedaba aquella barba negra cuando regresó a su Asturias costera desde Pamplona. Cuánto me hubiese gustado haberla visto blanquear y dedicarle estas palabras: “Eran blancas sus barbas…como un golpe de mar.

Carlos Tejo

 

 

4 comentarios

José Antonio -

Yo no me veo o no me reconozco en la foto. No creo ser el que dice Carlos, además yo al ser de los pequeños debería estar más en la esquina, pues estábamos colocados por orden.
Yo sí diria que el primero de la izquierda, el más cercano delante de Tejo puede ser José Manuel Bandera, por su cara y su pelo, pero que lo diga él.
Recuero que yo acudí al entierro del papáde Tejo en Ribadesella y tengo certeza de que fuimos dos o tres y uno de ellos era Luis Mari Tarno, el sobrino del Padre Sama. Dormimos o comimos en casa de su familia en Naves.
Aprovecho para saludar de corazon a todos. Leo casi todas las noches, pero lo de escribir. Un abrazo y feliz Navidad de la de verdad, no la de las lucecitas...

Carlos Tejo -

Creo reconocer a Javier F. Vallina, el más bajo y con gafas. A su lado, quizás, el pJosé Antonio...pero hay más hermanos reconocibles.Feliz Adviento.

santiago rodriguez -

Hasta el sesenta y cinco existió una hilera de mesas en medio del refectorio....habia mas comensales

Ramón Pajares Box -

¡Qué triste contraste entre las dos fotos! ¡Qué tristes recuerdos los de aquellos años!