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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

12 comentarios

Pedro Sánchez Menéndez -

Gracias, José Luis. No dejes de repetirlo. En verso siempre se recibe mejor. Un abrazo.

Eugenio Gonzalez Nuñez -

Yo no tuve que apearme, porque ellos - como a tantos otros -, me apearon.
Por amor que me apearon. Gran pecado tiene que ser ese amor, pero a diario -feliz lo celebro -ante los ojos de Dios.
José Luis, contigo estamos.
Un gran abrazo.








Javier Cirauqui -

José Luis:
No creo que tengas que pedir perdón a nadie, me ha gustado tu "yo me apeo...
Cuando y o me salí del colegio en el año 1965, salí influido por las doctrinas del Vaticano II y con la ilusión de una nueva iglesia e conexión con la gente, con los pobres, con el amor.
Poco a poco me fue apeando de esa iglesia que se fue construyendo en anteriores épocas.
En estos momentos sigo apeado de todas esas cosas que mencionas en tu poesía. Gracias por tu confesión, José Luis.

Luis Heredia -

José Luis, ya iba siendo hora. Nos tenías abandonados.

Ramón Hernández Martín -

Entonces, jodido, tendrás que perdonarte a ti mismo. Amigo JL, sabes que es siempre un gran placer leerte, captar las ondas que emite un fiel repetidor de lo divino y cabalgar el cielo a lomos de tus palabras.¡Qué alivio apearse de tantas rémoras y qué ilusión dejarse llevar por tantos sólidos y fundados sueños! Gracias por atreverte a libar y transmitir bellezas-

José Luis Suárez Sánchez -

Gracias, Baldo.

Perdonad mi atrevimiento

Yo me apeo de este barco
de madera carcomida
y de hierros oxidados,
que camina a la deriva
con olas de guerras santas,
de hogueras y de intrigas...

Yo me apeo de este barco
de iglesias y catedrales
con los muros agrietados
de peticiones y rezos,
de sentimientos de culpa
y fuertes golpes de pecho,
de constructos de artificio
al margen del Evangelio.

Yo me apeo de este barco
de preceptos opresores,
de bulas y de estipendios,
de tiaras y birretes,
de anillos y vestimentas,
de diademas y coronas
que ahogan el Misterio.

Yo me apeo de este barco
con un clero funcionario
celebrándose a sí mismo
con poder y con engaños,
Que pone velo a la Luz
y alambradas al encuentro,
que va cerrando ventanas
por miedo al aire nuevo.

Yo me apeo de ese Dios
encerrado en el Sagrario,
de adoraciones nocturnas,
de rezos y de cansancio,
agotado de ser dicho
sin ser vivido y amado.

Vuelvo a soñar en la mar
y un barco nuevo de estrellas,
recién cargado de amor
que deja estela de entrega.
Vuelvo al Dios que está en mí,
sin apellidos ni forma,
al Dios que todo lo envuelve,
Vuelvo al Dios que se desclava
de la Cruz para acogerme,
al Dios que sufre y que ríe,
al Dios que escucha y aprende;
al Dios de Teresa y Pedro,
de Hélder Cámara y Romero,
de tantos seres humanos
que dan su vida en silencio,
que están donde todos huyen
abriendo horizontes nuevos,
sembrando misericordia,
dibujando amaneceres...

Y pido perdón a los POETAS.

Martin -

Sencillamente un gran hombre , mi mas sincera condolencia, descanse en paz

Luis Heredia -

Bueno, Baldo, tengo que imprimir tu homilía, no digo “sermón” porque desvirtuaría el sentido que das a tus palabras, para hacer un corta y pega en el próximo funeral al que asista. Espectacular, como siempre.
Claro que tengo que eliminar la alusión a la sidra porque la dejo para después del funeral, costumbre ésta que fue desapareciendo en función del progresivo aumento de la beatería. El luto se llevaba mejor con una copa de vino o de quina Santa Catalina para acompañar a los deudos y celebrar esa última cena con el difunto. Muy interesante, Baldo. Pitu seguro que se apunta, salvo que tenga que pagar.
!increíble que antes de terminar mi sermón reciba la llamada de PaPedro! Es como si tuviera uno de esos dones, aparte del de la sabiduría, de los que muy pocos carecen. Algunos lo llaman telepatía. El acababa de leer la homilía de Baldo y suscribía tambièn 100% sus palabras, y de paso, se apuntaba también a dirigir la ortodoxia y lo de la comida, mejor que cena por lo de la edad, cuando queráis, con o sin funeral. Ya sabéis que él se apunta a un bombardeo.
Fernando y Fer, os recordaremos siempre con tanto cariño como en aquellos años de convivencia familiar.

Ramón Hernández Martín -

Perfecto y muy atinado, amigo Baldo. Suscribo cuanto dices al cien por cien. Al contemplar los comensales de esa mesa o cena no tengas empacho alguno en decir "todos" en vez de "muchos", pues no es de recibo un Dios de ley que castigue o excluya a una sola de sus criaturas.
Me sumo al dolor del grupo por estos fallecimientos y lo hago en acción de gracias por sus vidas, tal como los cursarios solemos hacer con los muchos compañeros que ya se han situado al otro lado del tiempo. No los he conocido, pero no importa, porque de alguna manera sus vidas también me llegan a través de la comunidad de este blog. Circunstancialmente, la cosa me impacta de lleno, emocionalmente hablando, pues estoy rodeado de "Fer", pues así llamamos a mi hijo mayor y a mi nieto.

BALDO -

A José Manuel Fernández Fernández, «Fer», y a Fernando Ordás Izquierdo. «In memoriam».

Quiero, en primer lugar, indicar el alcance que le doy a este «in memoriam». Para designar la palabra castellana «memoria» de la expresión atribuida a Jesús en la última Cena «haced esto en memoria mía», los evangelistas sinópticos y Pablo no utilizan los sustantivos griegos que en castellano significan «mención», «aniversario», ni «emblema», «monumento conmemorativo» (memorial), «tumba», ni «facultad de la memoria», sino «anámnesis» (ἀνάμνησις), que en griego se refiere al acto de traer a la memoria para «hacer presente» algo o a alguien. En mi caso, quiero darle el contenido de «anámnesis» (ἀνάμνησις) a la «memoria» de nuestros compañeros Fer y Ordás, a los que no considero ya «ausentes» de nuestras vidas, sino presentes en ellas.

Nunca me había parado a pensar por qué se traía el cadáver al templo para celebrar la misa por el difunto. Sin mucho discernimiento por mi parte, lo veía como una «deformada devoción» a la Eucaristía, que, por ser el «sumo analogado» de la presencia de Jesús el Cristo en la tierra, ejercería un efecto salvífico sobre el finado mucho más duradero, profundo y eficaz que unos «responsos» junto a la sepultura. Ahora que le he prestado atención a este asunto, he llegado a tener otra opinión, que espero que sea más acertada que la que había en mí hasta hace bien poco.

Hay un texto de las palabras de Jesús en la última Cena que, llamativamente, está presente en los tres evangelistas sinópticos y en el relato de Pablo en la 1ª carta a los corintios. Ninguno de los cuatro se ha olvidado de contarlo. Es el siguiente: «Os aseguro que ya no beberé más del fruto de la vid hasta el día aquel en que lo beba, nuevo, (con vosotros) en el reino de Dios» (Mc 14,25; Mt 26,29; Lc 22,18). Los especialistas bíblicos, casi por unanimidad, consideran que estas palabras son las más antiguas, y muchos llegan a decir que son «auténticas» de Jesús y, además, que fueron las que dieron origen como núcleo generador a las distintas tradiciones y relatos sobre la última Cena de Jesús. Dándoles la importancia que le conceden los especialistas a estas palabras, se me ocurren seis ideas sobre ellas: (1) que Jesús presentía que iba a morir («ya no beberé más»); (2) que se trata de vino simplemente («fruto de la vid»), que se usa en las fiestas para alegrar el corazón, y que en esta frase no es en absoluto símbolo de la «sangre» de nadie; (3) que en el reino de Dios más allá de la muerte habrá también un banquete en el que se beberá un muy buen vino, símbolo de una alegría festiva desbordante; (4) que tal banquete «escatológico» enlaza con el que están ahora celebrando él y sus discípulos en el Cenáculo y que por esa razón se alude a él cuando se está comiendo una cena de despedida; (5) que Jesús estará presente en ese banquete («hasta que (yo) lo beba en el reino de Dios»), con lo que, aunque no dice explícitamente nada de su resurrección, se da por supuesto; y, en último lugar, (6) que Jesús no celebrará solitariamente ese banquete «escatológico», sino «con vosotros» (en Mateo) (lo cual implica también la resurrección de estos).

Al acoger en sus frecuentes «comensalías» a los «ilegales» –y, sin duda, también en la última comensalía en el Cenáculo–, Jesús prefiguraba en ellas ese banquete universal «escatológico», al que acudirían todos los «ilegales» y «deshumanizados» («pecadores», en el decir de Chiquito de la Calzada). Ese banquete prodigioso ya lo habían anunciado los profetas: «Yahvé, el Señor de los ejércitos, prepara para todos los pueblos en este momento un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos (Is 25,6; cf. Am 9,13). Y, como dije en un portillo anterior sobre los «enjuagues eucarísticos», para hablar del cielo, Jesús no describe un estado sublime de oración, sino que evoca el banquete del último día. Un comensal de Jesús, para expresar la dicha que se experimentaría al participar en el banquete celestial, exclama: «¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios! (Lc 14,15)». El vino del banquete celestial es llamado «nuevo» (kamon) por Jesús; no lo denominó «reciente», en contraposición con «añejo», (en este caso, el griego emplea el término «neos»), sino radicalmente distinto, inventado, inesperado, lo mismo que los nuevos cielos y la nueva tierra. ¡Es para volverse locos de alegría; ¿no?, Pitu! Sin ningún género de duda, también habrá sidra, pero no hecha de manzanas «mayucas» (arrugadas), como la que toma Luisín Heredia y sus amigotes en Xijón, sino hecha con las manzanas del árbol de la ciencia del bien y del mal, cuyo atractivo irresistible y seductor sobre el paladar de Adán y de Eva fue tal, que ello nos trajo la ruina a la humanidad entera, a decir del padre Astete, SJ, y de otros gandules como él.

Pues bien, la celebración de la cena del Señor, que supuestamente es la «misa», resulta ser un anticipo, una prenda, del banquete del fin de los tiempos (4). Ahora entiendo, yo creo que mejor que antes, que los que celebran la «memoria» de la Cena del Señor traigan el cadáver del finado a esa «prenda» o «anticipo» del banquete definitivo del Reino, que supuestamente es la «misa», para que los que celebran la «memoria» de la comida del Señor se alegren de que el difunto ya participe del definitivo y gran banquete celestial. Yo estoy seguro de que Fer y Ordás están ya en ese banquete con Jesús el Viviente. No importa que se hayan declarado creyentes o agnósticos de Jesús de Nazaret. A ese banquete acudirán más de los que pensamos y decidiríamos nosotros: «Os digo que vendrán muchos de oriente y de occidente a sentarse a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos» (Mt 8,11; Lc 13,29). Seguramente, Fer encontrará motivos para hacer historietas que hagan mondarse de risa a los comensales. Y Ordás, después de haber visto qué piel les puso Subirach a los apóstoles y a Mirian de Nazaret en La Virgen del Camino, tendrá en qué entretenerse por siglos y siglos.

Mientras a los demás nos llega todo eso, tendremos que reunirnos en comidas de amistad, pidiendo el plato del día, para celebrar la memoria de la cena del Señor (para mantener la ortodoxia, presidirá el pPedro) y para seguir manteniéndonos con fuerza, con confianza y con «esperanza radical» (la expresión es de Eladio Chávarri y Ramón Hernández la tiene como enseña de su blog) ante esta «idílica» vida que nos pone palos en las ruedas, sobre todo a los que ya hemos rebasado los 70.

Luis Heredia -

Tal cual.
Fer, gracias por todo lo que nos has dado y hecho sonreir.

Joaquin Urbano -

Mi pesar y condolencia a su familia. Descanse en paz.