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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

¿PASADO O FUTURO?

¿PASADO O FUTURO?

El artículo de hoy lleva la ilustre firma de nuestro compañero Luis Carrizo. Buen día para pensar.

Luis, no dejes de escribir.

Aprovecho para enviar un abrazo de parte de todos a los queridos Carrizo y al Maestro Olóriz.

Me remite Máximo Olóriz la copia escaneada de una carta que le escribí, digámoslo así, pues la circunstancia casi lo exige: a veintidós días andados del mes de Mayo del año del Señor de mil novecientos y setenta. Me anticipa que me irá enviando otras; y tras admitir, casi como una concesión, que la nostalgia es un sentimiento agradable, termina preguntándose, “¿es posible que estemos ya en edad de ir mirando más al pasado que al futuro?”

 

Permíteme que, aun a sabiendas de que tu pregunta sea retórica, intente responderla; y porque creo que últimamente todos hemos sabido de nostalgias, y a todos, de una manera más nítida o difusa, nos ha rondado tu pregunta, permíteme también, querido Olóriz, hacerla pública y comentarla córam pópulo. ¡No te alarmes!, no voy a entrar en la clásica disputa sobre la esencia del tiempo. Quiero decirte algo que puede concluirse de la observación directa de las cosas, antes que de su análisis sesudo o filosófico, propósito, por otra parte, que desbordaría mis posibilidades.

 

Yo te pregunto a mi vez, ¿cambiaría en algo nuestras vidas que nos quedasen aún cien años por vivir? A mi me angustiaría que se me estrechase el horizonte si me sucediese como dicen los científicos que les ocurre a las amebas, que echándoles tiempo encima acaban convirtiéndose en jilgueros; pero mucho me temo que nosotros, anclados en nuestro proceso evolutivo, por esas excepciones que tienen todas las reglas, aprovecharíamos mil años que tuviésemos para seguir persiguiendo, igual que peces estúpidos, los mismos cebos, exactamente los mismos cebos, que al fin, y para mayor confusión, acabamos siempre descubriendo que no pasan de ser unos trozos de plástico pintarrajeado.

 

No sé si tú has prestado suficiente atención a la extraña insistencia con que, los pocos sabios que en el mundo han sido, nos advierten –sobre todo cuando ya frisan nuestra edad– de la vacuidad que se esconde tras los afanes que constituyen el objeto, perdón, el leitmotiv de nuestras azacaneadas vidas; y, en ese aviso para navegantes, nos importunan a tiempo y a destiempo, nos aconsejan y nos instan a descabalgarnos de ese futuro insensato hacia el que nos dirigimos. Digo esto convencido de que, el regusto amargo que deja tu pregunta, es el síntoma inequívoco de que aún seguimos en la sorda porfía de llegar a ese lugar cuyo falaz señuelo es poder ser más, alcanzar más, abarcar algo más.

 

Quevedo, “Ya solo el no querer es lo que quiero”, podría ser el paradigma de quienes preconizan ese otro viaje en contra dirección, más apasionante, más útil y fructífero; quizá también el más arduo, a juzgar por lo que nos resistimos a emprenderlo. Es el camino liberador que, tras aligerar nuestras alas del lastre acumulado y desembarazar nuestras botas del barro de tantos caminos, que ya va siendo tiempo de desandar, nos ha de llevar a nuestros orígenes, allí donde reinaba la simplicidad, donde solo era el presente, donde ignorábamos, iba a decir “con todas nuestras fuerzas”, el futuro.

 

El Camino de Santiago, a cuya orilla vivimos tantos años, enseña algo muy parecido a todos quienes quieran recorrerlo, quizás sea su más reconfortante lección: nos muestra lo poco que se necesita (o lo mucho que nos sobra) para hacer la travesía. ¿Recuerdas, amigo Máximo, los versos de Machado?: “Y cuando llegue el día del último viaje / y esté al partir la nave que nunca ha de tornar / me encontraréis a bordo ligero de equipaje / casi desnudo, como los hijos de la mar”. Hay centenares de pensamientos y consideraciones sobre este tópico, pero ¡cuánto cuesta a veces descubrir lo evidente! Quevedo, previendo nuestra obstinación, nos dejó escrito un segundo aviso: “Dichoso serás, y sabio habrás sido, si cuando la muerte venga no te quitare sino la vida solamente”.

 

Cristo lo dijo de otro modo: “Si no os hiciereis como niños no entraréis en el reino de los cielos”.

 

 

Octubre 2008

5 comentarios

Máximo Olóriz -

Querido Luis. A pesar de que leí tu respuesta antas de que la publicara Josemari, hasta hoy no he podido verla en el blog.

Has ido a dar con uno de los versos de Machado que más me han conmovido siempre.
Sin embargo yo cada día me siento más cargado de equipaje. Y no me refiero al puramente material. Pues claro que me gustaría vivir cien años más. Me queda aún tanto mar por recorrer, tantas cosas por hacer…

(Por cierto, al encuentro de Caleruega fui ligerísimo de equipaje y ni siquiera ese me sirvió de nada. De ello se encargó el jopú de Javivi que, tras la sobremesa de la cena, se llevó a su habitación mi chaqueta con la llave de mi "celda". Lo cual no me impidió dormir en otra habitación a pierna suelta, casi en pelotas, como los hijos de la mar. Y habría dormido desnudo del todo si tú, que ibas doblemente equipado, no me hubieras prestado aquel pantalón corto de pijama.)

La respuesta a nuestras inquietudes existenciales parece dárnosla el astuto Josemari en esos dos interrogantes vacíos y en las fotos que ha seleccionado: “Pero ¿de qué os quejáis, mamones? De unos jóvenes uniformados y asustados, que parecen estar a punto de entrar en la cámara de gas, habéis conseguido convertiros en unos tipos maduros (dejémoslo en eso) sonrientes y felices a los que no parece que la vida haya tratado muy mal?”

Por cierto, chapó a los organizadores por el cordero y el vino que asoma en la foto.

Quizá la nostalgia es bella sólo si lo que se recuerda también lo es. No creo que nadie añore Auschwitz cuarenta años después de haber sobrevivido a él.

Por eso no entendía muy bien los lamentos que afloraban en la homilía de la misa que celebramos en aquella capilla de tan bellos recuerdos. Acepto las quejas que surgieron y que a veces afloran en el blog, pero mi experiencia y mis recuerdos son muy otros.
Parecíamos niños pródigos que, vueltos a la casa paterna y enfadados con el mundo, culpan llorosa y froidianamente a su papá de los males que han sufrido fuera del hogar. Esos padres que, supongo, podrían hacer los mismo con los suyos, igual que nuestros hijos lo podrían hacer con nosotros.

Sin embargo ninguno fuimos capaz de hablar, quizás por obvio, de lo que ese 12 de octubre nos llevó de nuevo allí. Y es que algo bueno debió de quedar de todo aquello; algo misterioso que todavía es capaz de unir de nuevo a gente de tan distinto pelaje y trayectorias tan diversas.

Cambiando de tema, me alegro de la reaparición de otro hijo pródigo, que en la foto completa de la toma de hábito aparece a la derecha. Me refiero a Seque. Hace unos días hablé con él y le conté cómo varios de nosotros le habíamos buscado infructuosamente por lo listines de Madrid. Bienvenido al club, por la vieja amistad y porque te necesitaremos en nuestro próximo encuentro en Villava. Un fuerte abrazo.

Querido Luis, he tenido unos días de mucho trabajo, pero prometo seguir devolviéndote, escaneadas, tus cartas de los 70.
Un abrazo.
Olóriz

Olano -

Querido Luis. Oye no sabía yo que le escribías cartas tan profundas a Olóriz, me tienes preocupado y algo estupefacto. ¿Has dormido bien últimamente? ¿Comes con regularidad?
Es que, si tus compañías y pensamientos se bañan en estos momentos en Quevedo, Machado... y no en los telediarios, no sé, lo tienes algo difícil.
Me acuerdo yo también que la vida era sueño y se me hacía difícil digerirlo entonces. Ahora quizás seguimos aún más dormidos, más aturdidos. Crees que nos vamos a despertar, ¿Cómo lo ves, querido Carri?
Yo estos días estaba bastante contento porque acababa de cesar en mi actividad escolar y había llegado con cierto gozo al estado de jubilación...,y ahora menuda tarea que me has puesto...Me hablas de peces, amebas, de descabalgar...No sé. Olóriz te contestaría más musicalmente, digo yo. Quizas sería como más llevadero, dependiendo del tono... Nos vas a proponer volver a la metafisica trascendente que diría Kant (digo yo), Oye Carri ¿tengo que empezar a replantearme el futuro con preguntas tan hondas? No sé si pedir otra vez el regreso a la situación anterior, aunque ya sé que es imposible ya. Me has gustado pero me has descolocado... ¿Me puedes ayudar o se lo pregunto a Olóriz?
Hay un tío por aquí que cuando me explica esto de la vida y los años que nos quedan, me pone el ejemplo de una cinta de metro. Me dice o mejor, me pregunta:oye macho ¿tú donde estas en este metro? Yo le contesto: en cuadrito del sesenta. Y me mira así, un poco de abajo arriba y me dice: pues vas dao, porque fijate lo que te queda. Jó y yo le digo: pues tienes razón. Está cortito ya, eh! Pues sí. Y ahi se acaba el rollo. No me dice nada viaje, o de que me vaya quitarndo las cosas... Me deja o me dejó así, algo boquiabierto. Ya veo que tendré que apuntarme a tus clásicos (quizás vascos, por esto del lugar) y ver si me ayudan a situarme y escribirte con más altura de miras.
Oye de todas formas un fuerte abrazo. No te preocupes que la vida son dos días y uno de ellos llueve (por lo menos por aquí).
Hasta pronto, Luis. Sigue escribiendo, que eres único. Eres un pozo, como siempre. !Ah! y ten cuidado con la raqueta. No te pegues con ella, !eh! I see you later! Agur.Tu amigo Xabier.

Daniel Orden Santamarta -

El relos de esto vueve a estar muy adelandado,siete horas, exactamente. Suerte a todos

Daniel Orden Santamarta -

Luis, Joé Manuel, Habéis puesto en alto, por escrito preguntas y reflexiones que, creo, nos hacemos todos nosotros. Coincidimos muchos en las apreciaciones y conclusiones. Suerte, grande, que somos capaces de hacerlas y dedicar tiempo a ellas... nos enriquece.
Gracias. Un abrazo

JOSE MANUEL GARCÍA VALDES -

Ya iba siendo hora de que dejasen de dialogar los besugos que pierden el tiempo hablando de yeguadas y promociones de oro y/o plata y empezasen a hablar los sesudos. Cuando Carrizo hacía estas reflexiones casi no existía el tiempo, mérito tenía y tiene. Y aunque él no quiere darle tinte filosófico, sin embargo es difícil contestar a las preguntas que plantea sin entrar en profundidades. ¿Es posible que estemos ya en la edad de ir mirando más al pasado que al futuro? La experiencia más que la filosofía, nos dice que esa es una constante de la que será difícil que nos zafemos. Con la edad el tiempo se estrecha por delante, cada vez nos queda menos, y se ensancha por atrás, cada vez tenemos más tiempo vivido. ¿Cambiaría en algo nuestras vidas si nos quedasen 100 años por vivir? Naturalmente que sí; posiblemente cometeríamos los mismos errores, perseguiríamos los mismos señuelos de plástico, pero sí cambiarían muchas cosas, por ejemplo, en lugar de reencontrarnos después de 40 años quizás nos hubiésemos reencontrado después de 500 años en cuyo caso ¿Nos veríamos igual?, ¿Nos contaríamos las mismas cosas? ¿Sentiríamos igual? Puede que no por no decir, seguro que no.
La vida, como simple nombre común, es algo vacío, solo nos parece que la hemos llenado cuando encontramos gente que nos hace sentir bien para compartirla. Cuanto más tiempo agreguemos al antes y al después más posibilidades tendremos de llenar nuestra mochila de vivencias con gente con quien compartir y disfrutar. Desde muy antiguo se viene diciendo que el hombre es gregario, no vive sólo sino que se relaciona con los otros a los que influye y que lo influyen y la regulación de este trato, de este influencia, de esta interacción es lo que da sentido a la existencia y es ahí donde tienen su origen los valores.
Pero todo en esta vida es temporal y, de la misma manera, esa gente que nos da ganas de vivir, se acaba o puede acabar marchando y desapareciendo, y dejándonos solos. Y todo vuelve a empezar. El tiempo en el que estamos solos, sin encontrar a nadie, se pasa lentamente, sin saber porqué se ha llegado a esa situación, y comienza a inundarnos la tristeza. Lo que realmente nos inunda es el miedo a la soledad, a estar solos el resto de nuestra vida y no encontrar jamás a nadie que nos comprenda. Esta sin razón que a veces parece la vida, lo único que hace es repetirnos la misma idea una y otra vez, sin saber a dónde vamos a llegar con esto. Entonces es cuando nos damos cuenta de lo que valen las pequeñas cosas de la vida, y la gente que ha estado siempre con nosotros. Te das cuenta de que aunque haya momentos malos, momentos en los que uno se siente perdido, también hay momentos muy buenos que los hemos sabido apreciar precisamente por haber pasado por los malos. En el momento en el que nos encontramos deberíamos mirar al futuro con tranquilidad, intentando disfrutar lo máximo posible de esta vida tan corta que no se volverá a repetir. Como, por ley de vida, el futuro es más corto, no parece que sea malo retomar el pasado si con o en ello encontramos motivos de disfrute. Que me den años para llegar a ser jilguero y, con más años, quizá llegue a ser águila y con más, quizás … sea mejor hombre.
Besos y abrazos