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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

MI CRÓNICA DEL 2 DE MAYO EN LEÓN. 1

MI CRÓNICA DEL 2 DE MAYO EN LEÓN. 1
Me he atrevido a colocar en la cabecera del/la blog la crónica que nos envía Isidro Cícero. Ceo que merece la pena y así evito que se nos sumerja en las profundidades de los comentarios. ¿Os parece?. Con el permiso del maestro.



No levanté cabeza. Se pusieron en fila con ejemplares de dos en dos, de tres en tres, de cinco en cinco, de uno en uno también, para que se les firmara. Empecé por Perico que fue el primero, y me trajo un hermoso dibujo, y me hizo el reportaje fotográfico en mi propia cámara y terminé por Bañugues y el paciente Lalo, que, como buen socio éste último, esperó estoicamente hasta el final. Sin levantar cabeza estuve. Sólo me erguía para abrazar, para besar, para saludar. Subidón total., en definitiva

Si llegué a las 11 en punto, a las 11 en punto empezaron los primeros abrazos, los primeros besos. “Esta es mi hija Ali, este es mi yerno”, me presentó José Mari. Estaban currando todos los de la familia allí con él, con las cajas de los libros, con todos los del Grupo de León menos Enrique, lesionado entonces mismo, menos Andrés, ocupado. Los besé, les pregunté por Alex, saqué la conclusión de que muy bien y les mostré un cariño comedido dentro de las limitaciones a la expresividad que me tengo permitidas. Eso exteriormente; ahora bien, como internamente estoy investido de mi propia potestad laica de bendecir, una potestad unipersonal e intransferible que yo poseo, les bendije sin palabras pero a corazón abierto. A Alberto, que manejaba una máquina de fotos tan sofisticada como la de Javier del Vigo, ya le había abrazado antes. Qué chaval, un máquina Alberto.

Ya empecé a sentirme desbordado, a esas horas, y sin haber visto todavía de la misa la media. Luego fue un no parar hasta el mediodía, creo, que fue cuando empezó la presentación y luego justo hasta la hora en que empezaba la epopeya del Barsa, palabras mayores, resultados deprimentes, no para mí, que a mi me la suda, sino para muchos amigos de los que allí estaban, entre los que se encuentra Alberto, cómo lo siento.

No levanté cabeza. Mientras yo les firmaba los libros, ellos, me aconsejaban, cariñosos como hermanos mayores: “No te desgastes tanto, Cícero, vale que nos pongas la firma y una frase, que puede ser igual para todos. No te desgaste”. Pero yo, qué va. A cada uno un mensaje, rápido e improvisado, pero lo más personal posible,. Qué menos, si habían acudido desde Asturias, desde Madrid, desde Valladolid, desde La Coruña, desde Palencia, desde Burgos, desde Santander, desde León, desde Logroño, desde Castro Urdiales, desde...

Algunos se compadecían de mi mano pecadora, que no paraba de escribirles afectos a toda velocidad. Yo creo que se compadecían, porque no conocen la habituación, el automatismo el oficio que esa pobre mano ha ido adquiriendo después de tantos años dedicándose a vaciar bolígrafos. Puede vaciar uno sin pestañear, la mano esta.

Estos afectos se los escribía yo en la página 3, donde Lalo F. Mayo, con estricta observancia de las normas de edición, ha ubicado la portadilla; respeté las páginas 1 y 2, canónicamente blancas, que constituyen la hoja de respeto, pero que es donde yo he firmado toda la vida. Aprendí a hacerlo bien, uno siempre está aprendiendo cosas nuevas, antes de este viaje a León, en la noche del jueves día 30 de abril. Había tenido yo la oportunidad de estar con José Luis Reina Palazón, premio nacional de traducción, (dicen que por traducir de forma insuperable a Paul Celan), quien me regaló su “Antología Esencial de la Poesía Alemana”, Espasa,2004, y me dijo al escribirme la dedicatoria: “Las dedicatorias hay que escribirlas siempre en la portadilla, en la página 3, porque si lo haces en la hoja blanca, luego lo ve alguien, quizás algún desaprensivo o algún descendiente, la arranca y revende el libro”. Reina ha traducido a Ajmatova, Boris Pasternak, Donatella Bisutti, Hans Magnus Enzensberger, Jean Cocteau, Max Jacob, Rainer Maria Rilke, Stephan Mallarmé, Tsvietáieva y otros más. Algo entenderá de estas cosas, me dije yo el sábado; así que el día 2 en León elegí la página 3 de la Vendedora de Globos para poner una dedicatoria, lo más cariñosa y agradecida que pude, en todos y cada uno de los muchos ejemplares que firmé. Tantos o más que en las mejores Ferias del Libro aquí en Santander. Lo de la reventa no creo, porque todavía quedan ejemplares en la Furrielería disponibles y se pueden adquirir al precio normal, no como las entradas para ver al Real Madrid, que se pagaron ese mismo día incluso a 400 euros y encima para verle perder.

Llegué a las 11 en punto, pero antes, a las 10,41 y , desde Valencia, tuve la primera llamada del día. Andrés Cortés Aranaz - a quien en un primer momento confundí con su hermano José Mari - me decía al oído derecho brevedades de amistad. “Lo sé todo y estoy contigo, siénteme a tu lado. Qué tal tú, qué tal la cabeza”. Me llamó la atención que Andrés se interesara por la cabeza, donde dicen que está la sede del conocimiento y de la inteligencia, y que no me preguntara por el corazón, donde durante un milenio se ha pensado que están residenciados los sentimientos. O por el sistema nervioso, en el que dicen que se establecen esas preocupaciones que hacen convenientes la ingesta de, cuando menos, tilas, tisanas y otras infusiones. “Bien”, le contesté. “Si no andamos meneándola mucho, la cabeza aguantará bien”.

Cuando colgué con Andrés, bajé la escalera del AC pensando que el asunto de las ilusiones uno tiene que replanteárselo: Mira que si es verdad y existe la profunda amistad que uno ha buscado toda la vida... Mira que si es verdad y no hay que andar buscando tanto, sino que radica en aquellos nombres a quienes quisiste y te quisieron hace cuarenta años... Mira que si es verdad y has desperdiciado la vida ignorándolos y olvidándolos por olvidar tus propios fantasmas, por exorcizar tus propios demonios...

A lo largo del día llegarían otras llamadas telefónicas: Destaco por su calidez la del mocé Medarde, que aparte del afecto que le noté personal, me incluía también el de José Luis Izquieta Etuláin, de mi curso. Le recuerdo mucho. La llamada de Chema Sarmiento, desde París, llegó en pleno acto de presentación; cuando se la devolví, le resumí las cosas más importantes del día y de mi propia actualidad, pero no le dije aún toda la profunda admiración que me ha producido la lectura del estudio analítico que ha hecho del texto de la Vendedora. Magnífico. Tendré que hacerlo bien sí, pero cuanto antes. Que no me pase con Chema como con La sombra del tren de Marcelino Iglesias o con el Romance que me dedicó Luis Carrizo (“Isidro Cicero Gómez / no digas que no te aviso...).

Esperas la ocasión propicia para corresponder bien, como se merece este personal adorable, y al final se va pasando el tiempo sin hacer nada, esperando hacer lo mejor ya sabemos que dejas de hacer lo bueno, o simplemente lo normal y luego ellos, los generosos amigos desconcertados, no saben si uno es un desconsiderado, un desagradecido, sencillamente un cabrón, o lo que es peor y más injusto: si te has enfadado por alguna cosilla de las que te escribieron, cuando la realidad es que te has sentido superado, al ver cómo te elevaban tan por encima de tu propia estatura.

Por la tarde, viniendo a Santander en el coche de Habibi, hablé con Carrizo, con quien compartía la ilusión de que hoy lunes 3 nos íbamos a reunir en el aeropuerto de Alicante y él me iba a llevar esta tarde hasta Cartagena para tener ocasión de reanudar para este año la dosis de amistad con la que nos revacunamos contra el virus del olvido de vez en cuando. No ha podido ser. “Me cagüen” no sé qué, dijo Carrizo. Cuando le expliqué los motivos por los que he tenido que suspender el viaje, lo he sentido muy próximo, muy de verdad. Por el teléfono.


Llegué a las 11 ya digo. Pero antes hay que señalar que a las 6 y media había llegado a buscarme a la puerta de casa el mismísimo Habibi que ya a esa hora venía desde Castro Urdiales y con el que tuve a lo largo del día seis horas de intensa conversación. No, miento, las últimas dedicatorias no se las escribí a Bañugues y a Lalo, sino a Javier del Vigo Palencia aquí mismo, al despedirnos ya muy tarde, ya muy cansados. La suya, la de sus hijos y una más, para José Luis Fernández Martínez, aquel niño de voz prodigiosa que todos recordamos y que fue mi amigo íntimo mientras nos lo permitieron ser. Y que tiene una biografía para escribir sobre él no un globo, dos globos, tres globos, infinitos globos. Ahora bien, como la Vendedora ha cerrado el quiosco no sé yo cómo lo haremos, pero lo haremos, eso sí. Hasta pronto, no tardaré en darle continuidad a la crónica de un día para mi tan extraordinario, tan inolvidable.
Isidro Cícero.

4 comentarios

Luis Carrizo -

Tienes razón, Froilán. Hace tiempo oí una frase que me impactó por su simpleza y porque el contexto en que se dijo -absolutamente ajeno a cualquier intención espiritual- la hizo aún brillar más. La frase era así de tonta: "¡Cuánto tardamos, a veces, en descubrir lo evidente!"

Froilán Cortés -

"Mira que si es verdad..."

Amigo Carrizo. Por mucho que pienses en ello, si crees que sabes la conclusión, seguramente te reafirmarás en ella. Muchas veces, muchas cosas, son tan obvias, que pòr su obviedad las desechamos, pensando que algo que se ve tan claro, no puede ser la verdad. Necesitamos estrujar y escudriñar los entresijos de las cosas, convencidos de que, cuanto más compliquemos su solución, más VERDAD son. Y esa complejidad que buscamos, nos autodisculpa de su consecución.
Yo no sabría describir el concepto AMISTAD, pero si os puedo dar nombres y apellidos de mis AMIGOS. Así de obvio. Así de sencillo.
Un fuerte abrazo, Luis. Un fuerte abrazo, Isidro.

Luis Carrizo -

Me alegro, querido Cicero, que el único mal trago que hayas tenido que pasar fuese el de domeñar tus sentimientos (y si digo domeñar es porque me dirijo a un escritor). De todas formas, todos han de saber que no es un pequeño mal trago si tenemos en cuenta que, según el test de personalidad que nos hicieron en Caleruega, tú dabas unos índices de emotividad rayanos en lo radiactivo.
Muy bonita la consideración que inicias con "Mira que si es verdad..." Pensaré en ello, aunque creo que sé la conclusión.
Felicidades para tí y para el Furriel y su ámplio equipo. Sé por tus propias palabras (y por su tono) que quedaste sorprendido, encantando, conmovido, colmado y feliz con el acto y con la organización.

mariano santiso -

Envidia me dais.
Me acordé mucho de todos vosotros el dos de mayo.Pero despues de pasar la semana en Berna discutiendo temas ferroviarios tenía que atender mi guardería.
Espero el libro con ansiedad. Un abrazo para todos especialmente para el autor y el "empresario-editor" mi amigo y compañero Lalo