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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

CRÓNICA DE LEÓN. 1 (Isidro Cicero)

CRÓNICA DE LEÓN. 1 (Isidro Cicero)

Habréis comprobado que no andaba yo muy descaminado. Isidro nos regala el relato de sus impresiones en la visita a León de la pasada semana. Dispongámonos a disfrutar.


 Crónica de León. 1 (Isidro Cicero)

Subimos la escalera comparando mentalmente el brío de ahora con el que teníamos hace medio siglo. Nada que ver. Me fijé en los peldaños, eran los mismos; también la barandilla estaba igual; y también seguían allí los oscuros bizcochos del zócalo de la pared que si no nos vigilaba nadie rascábamos entonces con la punta de los dedos o rayábamos con el bolígrafo cuando bajábamos saltando de tres en tres los escalones. Los bizcochos formaban una tableta de chocolate extrañamente alargada.

En los viejos dormitorios ahora ya no dormía nadie, por supuesto. Pero no os podéis imaginar cómo brillaba la luz en las puertas de las camarillas - aún se conservan azules- , qué blancura en los tabiques a mediodía; qué diafanidad por encima de los ácaros acumulados en el polvo que han ido depositando allí decenios de abandono.

“A estos dos que no les falte de nada”, tuvieron que ser la víspera las instrucciones del Furriel, a juzgar por cómo se iban abriendo a nuestro paso las puertas de todos los rincones. Ni el padre visitador cuando venía de Roma a pasar la revisión canónica fue tratado nunca con tanta deferencia y confianza. Marga y yo empezamos sentándonos a las mesas del comedor de la escuela menor que tiene en la pared un friso metálico de peces que yo no recordaba. Uno sólo recordaba los carros con la comida que salían de la cocina por aquella puerta batiente y el lugar donde estaba la mesa para leernos “En el país de los eternos hielos, Alaska boreal por Segundo Llorente misionero de Alaska” y para hacernos la introducción correspondiente a cada una de las sinfonías de Mendelsson, pongo por caso.

Tampoco recordaba el mosaico de Iturgáiz que cada vez que íbamos al comedor se nos aparecía en la pared como a Baltasar se le aparecían aquellas admoniciones de menen - tekel - fares o algo parecido en la pared de su palacio de Babilonia. El mosaico de Iturgáiz dice no pone lo de Babilonia sino “oculi omnium in te sperant domine”. Y aunque nosotros, igual que Baltasar, acabábamos por no hacer ni puto caso a estas palabra sagradas, a uno, con la madurez que se le supone a los años y a esa más que destacable calvicie que se destaca en las fotos, le conmueve ahora la intención de quien mandó poner allí en mosaico estos contenidos: Que a la hora de nutrirnos tuviéramos en cuenta ya desde niños esa fragilidad consustancial a los seres humanos. Esa profunda dependencia de Dios (o de la Naturaleza, como más tarde nos enseñaría Spinoza), que nos nutre, que nos proporciona el alimento cuando tenemos hambre. Ahí tenemos que tener siempre puestas las miradas, todos, esperando que abra sus manos y reparta proteínas a todo bicho viviente “in tempore oportuno”. Tempore oportuno lo traduzco yo por “cuando hay hambre”. Ahora, por ejemplo, ya sería un “tempore” bastante ”oportuno” para dar comida a los mil millones de hermanos nuestros que no es que les apetezca como a mi un poco de morcillina de matallana, que quedé saciado como me pronosticó Enrique, no es eso, es que se están muriendo de hambre literalmente.

Pues bien, antes de desayunar, de comer y de cenar, cuando éramos niños, ya nos instaban a elevar los ojos a Dios para pensar en estas cosas. Aquellos mendicantes.

El comedor del colegio de la paramera está como el primer día. Yo le insinué a Marga algo de lo que acabo de escribiros mientras José Mari nos tiraba fotos sin parar y Fernando el fraile abría su mano y nos prodigaba todo tipo de explicaciones.

Ya arriba en las camarillas, mientras repasaba la minusculidad del espejuco, la chiquitez del armarín, el reduccionismo de la camita, la insignificancia de las portillinas, el huequecico para la maletilla, yo no encontraba diferencias sustanciales entre la percepción de estas cosas este octubre de 2009 y la antiquísima imagen de ellas que tenía en la mente, procedente de aquellos octubres de hace cuarenta y tantos años, casi cincuenta.

Pero, pensándolo - pensándolo, sí encontré una diferencia notable, vosotros la vais a comprender. Era la hora lo que resultaba distinto, era el instante lo diverso. La diferencia estaba en la luz. Mientras recorría los pasillos y vigilaba la cara de Marga para adivinar la impresión que aquella camarillada le producía, pensaba que yo no había visto jamás aquella nave a aquellas horas luminosas del mediodía, sino siempre con luz nocturna. A mediodía no se estaba en el dormitorio. Yo lo recordaba a la luz de aquellos fluorescentes que duraban encendidos un rato, lo justo para que nos laváramos los dientes, es un decir. Y a la luz de la primeras horas de la mañana solar a partir de marzo, artificial desde noviembre. Contraviniendo todos los preceptos del padre Cura, a esa luz nos lavábamos como los gatos, nos atusábamos un poco el tupé, e incluso derramábamos en el lavabo algunas de esas decantaciones del riñón que ahora llevamos en frascos de plástico de vez en cuando a la consulta. Nunca jamás hizo esto Chema Sarmiento. Nunca. Ni ningún otro de la categoría de Sarmiento.

La diferencia no estaba en el tiempo, cincuenta años. La diferencia estaba en la luz, es decir, en el instante.

Cuando uno hace un viaje siempre va con la curiosidad de averiguar qué novedades se le van a presentar y de no perderse ninguna de las cosas que pueda descubrir. Regresar a León no sería propiamente hacer un viaje en el sentido del descubrimiento, pero si uno sale de casa con ojos nuevos siempre descubre aspectos nuevos de las cosas y la gente que las habita.

Ardashir I, rey de Persia, no tiene nada que ver con José Ignacio Manso, mi amigo de Burgos. Me acuerdo ahora de Manso porque apuesto lo que sea a que aún recuerda de memoria - y en griego- el primer capítulo de la Anábasis, aquello de gignontai paides duo, presbiteros men Artaxerses, neoteros de Kiros. Ardashir era, creo, nieto de este Ciro pero eso es lo de menos. Lo que me interesa de este rey es lo que cuenta Olalla García: Que le ayudaba a entender y a razonar sobre las costumbres de su país, al verlas reflejadas en los ojos de los forasteros cuando éstos las contemplaban por primera vez.

Entre las camarillas y en las aulas yo miraba a Marga para entender a través de sus ojos la impresión de las camarillas, de las aulas, de los pasillos que ella veía por primera vez y de las que nunca me había oído hablar. Estaba impresionada. Las aulas luminosas y claras, los bellísimos mosaicos de la capilla mayor y de la capilla menor, los bajorrelieves de Ramón Lapayese, un lujo de sencillez expresionista, le parecieron un cúmulo de instrumentos de enorme calidad puestos al servicio de la educación más esmerada. Nuestra educación. Aquella mañana, todo aquello parecía la Casa del Sol Naciente.

Sin embargo, al salir, no sé por qué me vi interiormente inundado por una cruel estrofa de esa vetusta canción.

“Oh mother tell your children
not to do what I have done
spend your live in sin and misery
in the house of the rising sun”

6 comentarios

Martín -

Como yo conozco a la madre de Andrés y sé que en estas cosas de la religión, ella sabe mas que nadie, pues ¡FELICIDADES MARGA!, nos hemos alegrado mucho de verte y verte con tanta ilusión y con tantas ganas de vivir, ha sido una satisfacción poder conocerte y haber podido disfrutar de tu compañía en estos días que has pasado con nosotros.
Felicidades, Laura-Marta y Martín

Anselma -

¡Felicidades, maja!

Andres Martinez Trapiello -

...y sigo.

Hoy, 16 de Octubre hay que tener un recuerdo especial para la que aparece en la foto: MARGA.

¿Por? FELICIDADES.

(dice la mi madre que hoy es Sta. Margarita M· de Alacoque ¿se escribirá así?)

Andres Martinez Trapiello -

Efectivamente, Cícero -para mí-, esos peces no estaban ahí "ayer".

Besinos pa los dos.

José Luis Alcalde Revilla -

"MargaSidrín", dos nombres en uno, símbolo de dos amores fundidos y compenetrados, dos personas en una, más juntos e identificados que nunca vistos, leídos, saboreados juntos, pasao lo pasao, os quiero y os mando un besito de ese amor que compartimos tantos amigos...¡Lo que disfruté leyendo el cronicón leonés! Gracias. JOSE, El Besucón.

Pedro Sánchez Menéndez -

Me he llevado una gran alegría al ver a Marga sonriente en las fotografías después de los días de incertidumbre que habéis vivido juntos, Marga e Isidro. Os deseo que disfrutéis de la vida y de los recuerdos que os unen a tantos amigos. Besos y abrazos. Pedro