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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

LA BURRA CANSONA

LA BURRA CANSONA

Mira tú que hoy Julito Correas pone en mis manos esta simple, sencilla y mala fotografía, sin calidad, pero especial. Estoy convencido de que puede traernos un montón de recuerdos (y de comentarios en el blog).

Ruidos roncos, sonaban a cascajo de motor que iba a griparse, que repartía aquel Junker de la Base de la Virgen, alguien decía que eran de color gris naval, por encima de nuestras cabezas.

Recuerdo su panza de cocodrilo planeando sobre nuestras cabezas cuando aparecía a ras del tejado de las camarillas y casi chocando contra el depósito de agua, temblaban el pararayos y el mosaico del P.Iturgáiz, y aquel ruido ensordecedor cuando jugábamos en nuestras "ligas" en aquellos campos de deportes, pedregales de nuestras rodillas, y mi cuñao San José, en su papel de árbitro "Recio" de futbol de cualquier tarde, no se hacía oir el fuera de juego, que casi nunca era.

¡Curioso haber conservado hasta hoy esta simple, sencilla y mala fotografía, sin calidad, pero especial!

Volando voy a llevar a mi hijo al Cole.

8 comentarios

Javier Cirauqui -

Querido Andrés Trapiello:

Qué pena quer no pudierais ver el resultao final de la lidia, hubiera sido realmente interesante.
Me acuerdo de las lidias que hacían mi padre y otros amigos en las fiestas de Burlada, para sacar fondos para la construcción de la nueva iglesia del pueblo. Nuestra madre nos encerraba y no le gustaba que vieramos el festejo, pero al final se arrepentía y desde la casa de una amiga suya, nos dejaba verla.
Un año uno de los amigos de mi padre, clavó tres veces consecutivas la espada en la arena y otro año le dieron a mi padre, las dos orejas y el rabo. En mi casa hay una divisa verde, con su hierro y según dice, la vaca se llamaba Calderona.
Por estos recuerdos y pensando en el torero de la Virgen, me hubiera gustado que los frailes os hubieran dejado ver el desenlace. Estoy seguro que el torero-recluta, no vería 4 cuernos, sino cuatro astas ramificadas.

Querido Andrés Cortes:
Estupendo el escrito sobre los ruidos del colegio, faltan pocos.
La diferencia entre los ruidos y los sonidos es acertada, pero había sonidos que me herían como si fueran malos ruidos.
En aquella soledad de la camarilla sonaban las paredes, las ventanas y el colegio entero, provocándome sobresaltos, miedos y angustias.
Otro sonido-ruido, que molestaba era el ulular del viento y el estrépito de las tormentas, en aquellas noches interminables.
Un saludo para los dos Javier.

Vibot -

Andresito, te quiero. Bonita y melancólica serenata la de esos ruidos que nos has recuperado, entre tantas canciones y vinilos perdidos.

Vibot -

Sí, Malvarez, claro que son los edificios del colegio los que salen en la foto: el de la izquierda es el depósito del agua con su mosaico de Santiago, y el de la derecha las capillas. Esta tomada en invierno probablemente, porque se ven unas ramas desnudas de las catalpas de aquel recodo de las escuela mayor, el de la fuentecilla exavada de ladrillo, con el mosaico del pulpo y los peces de colores que se llevó la trampa -ésta sí, la puta trampa.

andrés cortés aranaz -

Los ruidos del Colegio.

Hace ya tiempo, el maestro Vibot, nos deleitó con LOS AROMAS, de una forma magistral, poética, única. Esa lectura me produce una serie de sensaciones que de una forma u otra todos hemos tenido.
Yo que soy menos letrado, más bruto y menos poeta, voy a relatar los distintos ruidos de los que me acuerdo, que siempre nos acompañaron mientras estuvimos en el colegio.
- De la "burra cansona", ya lo habéis comentado, recuerdo ese traquetreo grave de motor potente, que nos solía acompañar en los días despejados mientras jugábamos enlos campos.
- Recuerdo el ruido de la recreación cuando entrábamos o salíamos de ella, siempre con la percusión de los cajones donde dejábamos los calcetines tiesos y sudados y las zapatillas de deporte, hoy "deportivos". Los aromas de aquellos cajones los describirá mejor Vivot.
-El ruido de las baloneras, estancias anejas a las clases, con botes repetidos en paredes y suelos con aquellos balones tan arcaicos que entonces se usaban.
- El ruido de chapoteo de agua, cuando todos a la vez nos tirábamos a la piscina, y alguno más intenso y especial protagonizado por mi cuñaaaao Patxi San José en la especialidad olímpica de salto de trampolín " a lo bomba"
- El ruido de cubiertos y movimiento de platos en el refectorio, amplificado por el silencio sepulcral al que nos obligaban mientras comíamos o cenábamos.
- El ruido de las ventanas abatibles de las clases al cerrarlas, y que muchas de ellas necesitaban más de tres intentos para conseguir que se cerraran.
Todas las ventanas del colegio, dormitorios, pasillos, estudio,eran
del mismo sistema. !Qué miedo tenían de que nos escapáramos o nos tirásemos por ellas!
- El ruido, o mejor murmullo fuerte, cuando en el teatro nos ponían alguna película y salía una escena de comida. La verdad es que hambre allí no pasamos, pero ver en una fuente un pollo asado, resultaba fuerte, de ahí ese ruido gutural que se oía en el cine.
- El golpe que se pegaba en el reclinatorio abatible de cada banco de la capilla cuando había que limpiarla, que creo que era todos los día, y a mí me tocó una temporada.
- El ruido de las carreras que nos dábamos para poder ducharnos de los primeros (tonto el último), ya que si te entretenías un poco el agua salía totalmente fría y te duchabas de aquella manera.
- El ruido que a muchos nos gustaba hacer en los pasillos, pasando el canto de la mano por aquellas paredes onduladas de color negro que había entre las ventanas.
- El ruido desagradable e inhumano que alguna noche tuvimos que oir al impactar un cinturón en el cuerpo de algún chaval.
- El cerrar de los libros en el estudio de la noche, cuando a una hora determinada todos teníamos que ponernos a estudiar latín.
- El golpeteo de los portillos de las tolvas por donde tirábamos las bolsas con la ropa sucia.
- En realidad, no había muchos ruidos, ya que los que faltan eran sonidos que acababan siempre en música.
Y yo me voy con la música a otra parte, que ya he dado una buena serenata.

Andrés Martínez Trapiello -

Querido Javier: Y en uno de esos paseos, en la víspera de un 8 de diciembre cuando hacíamos ese camino que tan bien has descrito, hubo un grupo que nos paramos a ver a través de la alambrada, en un recinto aledaño a ella, a un recluta que, imagino por vísperas de su fiesta y con vistas al suministro de viandas para la celebración, intentaba, como puntillero de la plaza de toros de Pamplona, acabar con un animal con cuernos que no puedo precisar si tenía colgando cuatro o dos; cuernos no, lo otro.
Y, a pesar de los esfuerzos, su puntería la debía distorsionar el movimiento continuo del suelo de aquel local, pues sus pies no encontraban el equilibrio que le permitiera acabar la faena.
Como, al contrario que al pobre recluta con el suelo, el camino nuestro no se movía continuamos sin que supiéramos el desenlace.
Besinos.

Javier Cirauqui -

Recuerdo aquellos aviones, junkers, que sobrevolaban sobre nuestras cabezas. Cuando pasaban por las clases temblaban todos los cristales y lo que sobre todo me acuerdo, es que volaban tan bajo tan bajo que hacían sombra, a veces la sombra cubría nuestras cabezas y se iba perdiendo en la lontananza. Decían que eran aviones de la guerra.
Si recuerdo que cuando íbamos de paseo hacia el Ferraz, pasábamos por aquel camino de tierra roja, al que una valla de rejas lo circumdaba, de vez en cuando aparecía una garita.
Este camino nos llevaba entre quejigos y chaparrales hasta Santovenia de la Valdoncina, con un lago-charca, en medio, donde algunas veces las mujeres lavaban la ropa. Este nombre del pueblo es uno de mis preferidos, me sonaba y me sigue sonando estupendo.
De allí a los Cuarteles del Ferral, a sus chiringuitos y casi al anochecer vuelta por Santovenia y las vallas del aeropuerto hasta el colegio.
Nunca supe dónde iban los aviones,los angares detrás de las alambradas me parecían insondables. En mi casa me dieron el nombre de alguien que estaba en el cuartel y nunca me atreví a visitarlo, ni acercarme a la puerta siquiera. Aún y todo este era el paseo que más me gustaba, porque había más árboles que en los otros. Un saludo.
Javier.

Malvárez -

Curioso, realmente, que el señor Correas haya conservado esta foto de un Junker sobrevolando lo que creo deben ser los edificios del colegio de La Paramera.
A Josemari la imagen le evoca recuerdos de ruidos de motor a punto de griparse. A mi me recuerda la rigidez de las normas de aquel centro que, al decir de algunos, se llevó la trampa.
Aquel curso del 61 que pasé con vosotros en La Virgen había otro Malvárez en La Virgen, pero no en el colegio, sino en la escuela.
En la Escuela de Especialistas del Ejercito del Aire de La Virgen del Camino había en aquella época un cabo 1º de la Escala de Especialistas de Motores y Turborreactores (léase mecanicos de aviación) que se llamaba Julio Fernández Malvárez, y era apodado “el Pipas” por sus compañeros.
Tenía mi hermano Julio unos veinticuatro años y residía en la Base de la Virgen, como correspondía a cualquier soldado soltero de aquellos años.
A pesar de estar tan cerca, en virtud de las normas colegiales, resultamos estar más lejos que si él hubiera vivido en Oviedo, por ejemplo.
A lo largo de aquel curso del 61-62 me visitó por navidades, San José y el domingo de Pascua (22 de abril)
En el mes de mayo se acercó a verme por la valla que daba al camino que iba por la izquierda del campo de futbol de la escuela menor, visita que me costó una bronca y el castigo correspondiente...
Las normas, las rígidas normas impedían que yo saliera de “visita” a casa de mi hermano, porque mi hermano “no tenía” casa, e impedían que el me visitara, porque “no venía” a verme.
Eso si, cuando pasaba alguno de los aviones por encima del colegio imaginaba que en él iba mi hermano y, a lo mejor, me veía si echaba un vistazo hacia abajo.

Luis Heredia -

Y volando entro yo también para hacer un comentario, pues en varias ocasiones traté yo de hacer la misma foto con la mía, que ya era corta de aquella y ahora ya no os digo, y nunca lo conseguí.

Me quedaba pasmado al ver pasar sobre nosotros aquellos aparatos preguntándome siempre qué o a quién transportaban y a dónde se dirigían. Nunca obtuve respuesta.

A lo mejor, "Chisco" me lo podría aclarar.

Recuerdo que en alguna ocasión en la que nos enfrentamos al balonmano contra "¿los reclutas?" en aquel hangar que era como un Palacio de Deportes, disfruté más por descubrir y ver de cerca aquellas, por aquel entonces moles, que por ganarles.