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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

APAKTONE, el amigo de los indios de la Amazonía

APAKTONE, el amigo de los indios de la Amazonía

Así llamaban los indios de la amazonía al misionero dominico asturiano José Alvarez. Nuestro querido compañero Marcelino Iglesias me pasa la siguiente información.

 En el número de julio de la revista asturiana "Atlántica XXII" a la que estoy suscrito, aparecía un reportaje en recuerdo del misionero dominico asturiano José Álvarez (toda una referencia de honestidad y valentía entre los indios del Urubamba y el Madre de Dios) y ya entonces pensé en hacértelo saber por si considerabas de interés incluirlo en el blog. Al haber salido otro número de la revista bimensual, es posible ya acceder libremente a ese reportaje: bastará con pinchar en google. Te doy la referencia: Atlántica XXII, número 15, archivo, afondando: "El amigo de los indios de la Amazonia", de Manuel García Noriega y T.S. Norio (Se puede descargar el número en versión PDF).

 

Os trascribo el artículo, no obstante, os dejo el enlace:

 http://www.atlanticaxxii.com/wp-content/themes/crunchtech/pdf/15.pdf

 

Manuel García Noriega y T. S. Norio | Escritores

 n realidad, todo empezó por un triciclo: en 1887, el veterinario escocés John Boyd Dunlop, harto de que su hijo de nueve años destrozase su triciclo por las calles reventadas de baches de Belfast, pergeñó unos tubos con unas tiras de goma, los llenó de aire, los recubrió con lona, los pegó sobre las llantas de las ruedas... y el invento funcionó. Acababan de nacer los neumáticos. Dunlop desarrolló la idea y la patentó. Era la época de la expansión del transporte terrestre, y aquel invento que permitía una marcha sin traqueteos de los nuevos «carros a motor» pronto se demostró como imprescindible para la indus- tria automovilística.

Los neumáticos se hacían con el látex del caucho, un árbol nativo de la cuenca del Amazonas. Aunque ya se extraía indus- trialmente desde hacía años (la primera fábrica de productos de caucho –bandas elásticas y suspensorios– había surgido en París en 1803), la creciente demanda llevó a lo que se llamó «la fiebre del caucho», treinta años a caballo entre los siglos XIX y XX en que la extracción y explotación del «oro blanco» convirtió toda la región del alto Amazonas (con territorios de Brasil, Bolivia, Perú, Colombia y Ecuador) en un monstruoso foco de codicia y crueldad. La mano de obra se buscó entre los propios indígenas de las zonas caucheras, basándose en un principio de enseñanza segura en las escuelas de negocios de los mercados maduros: la esclavitud como contrato y los latigazos como remuneración.

el caucho se tiñó de sangre.

La historia de cómo un puñado de banqueros, inversionistas, aventureros y visionarios se enriquecieron hasta la náusea a base de aplicar el sencillo axioma capitalista de maximizar el beneficio y minimizar los costes está bien documentada. Un solo ejem- plo: en la zona peruana, una de las empresas creadas, la Casa Arana, que luego se convertiría en la Peruvian Amazon Rubber Company, erigió un imperio económico a base de una mons- truosa explotación esclavista que incluía la cacería de los indí- genas (contaban con un cuerpo de doscientos capataces para ello) de las zonas caucheras como mano de obra y su explota- ción hasta la muerte. Llegó a contar con 60.000 «trabajadores». Sin sueldo, obligados a trabajar a punta de escopeta, tenían que entregar cada día una cantidad determinada de látex. Si no lo lograban, les azotaban, les mutilaban, les amarraban a un cepo de pies y manos y les dejaban morir de hambre o de insolación, les crucificaban, les despedazaban a machete, aplastaban los sesos de los niños lanzándolos contra los árboles. A los viejos los mataban cuando ya no podían trabajar y, para divertirse, los funcionarios de la compañía ejercitaban su pericia de tiradores utilizando a los indios como blanco. En ocasiones especiales como el Sábado Santo los mataban en grupos o, de preferencia, los rociaban con queroseno y les prendían fuego para disfrutar con su agonía.

Según cálculos del antropólogo Wade Davis, por cada tone- lada de caucho producida asesinaban a diez indios y centenares quedaban marcados de por vida. Se calcula que solo en la prime- ra década del siglo XX perecieron alrededor de 40.000 indíge- nas. Era un negocio muy rentable, el dinero fluía a espuertas y la ostentación se convirtió en un deporte de sociedad: «Los magnates del caucho prendían sus habanos con billetes de cien dólares y aplacaban la sed de sus caballos con champaña hela- do en cubetas de plata. Sus esposas, que desdeñaban las aguas fangosas del Amazonas, enviaban la ropa sucia a Portugal para que la lavaran allá. Los banquetes se servían en mesas de mármol de Carrara, y los huéspedes se sentaban en asientos de cedro importados desde Inglaterra... Después de cenas que costaban a veces hasta cien mil dólares, los hombres se retiraban a elegantes burdeles. Las prostitutas acudían en tropel desde Moscú, Tánger, El Cairo, París, Budapest, Bagdad y Nueva York. Existían tarifas fijas. Cuatrocientos dólares por vírgenes polacas de trece años...» (Wade Davis, El río, editorial Pre-Textos).

Luego todo se terminó tan rápido como había comenzado: Inglaterra, que había venido experimentado en sus colonias con unas semillas del árbol del caucho Hevea brasiliensis sacadas clandestinamente de Brasil en 1876 por el explorador Henry A. Wickham, comenzó a hacer rentables sus plantaciones en Malasia, Birmania, Ceilán y África Subsahariana. Para 1914 la cantidad de caucho obtenido de plantaciones ya superaba la extraída de árboles silvestres y el caucho amazónico desapareció del mercado. Se desmantelaron las explotaciones y los indios se desperdigaron por lo más intrincado de la selva odiando todo lo que tuviese que ver con el hombre blanco, que para ellos equiva- lía a un aborrecimiento pavoroso. Cada extraño que se internaba por la selva era hostigado o muerto, la hostilidad se enquistó y la selva y sus habitantes fueron olvidados.

Un Quijote dominico

Y entonces, por la parte del Perú, apareció un extraño joven, delgado como un quijote, vestido con el hábito de dominico, con barba valleinclanesca y gafas de miope, un misionero nova- to llamado a conseguir lo que parecía imposible: ser aceptado por todas las tribus de la Alta Amazonía, pacificarlas y ganarse su amistad y su respeto, hasta terminar convirtiéndose muchos años después en un símbolo para los indios: su Apaktone, su «papá viejo».

Se llamaba José Álvarez Fernández. Había nacido en Cuevas, una aldea del concejo asturiano de Belmonte de Miranda, en 1890, justo el mismo año en que Dunlop obtuvo la patente del neumático. Provenía de una familia campesina, pobre y devota. Era el tercero de nueve hermanos, cinco de los cuales terminaron profesando en órdenes religiosas.

Si Dunlop había inventado el neumático por causa de un triciclo, Álvarez se había hecho misionero por causa de un verso. Un día, cuando aún era niño y alternaba su tiempo entre ayudar a su padre a pastorear el ganado y acudir a la escuela, apareció por Cuevas un dominico predicante. De su perorata, Álvarez se quedó impresionado por la frase evangélica «la mies es mucha y los obreros pocos» y empezó a soñar con hacerse misionero. Con catorce años, marchó al monasterio de San Juan Bautista de Corias e inició su noviciado. El 3 de octubre de 1908 tomó el hábito de la Orden de Predicadores, se ordenó sacerdote, dijo su primera misa en Palencia y marchó al convento dominico de San Esteban, en Salamanca, a estudiar Teología.

Pero su vocación misionera le impacientaba, dejó los estudios y el día de Nochebuena de 1916, en el puerto de Barcelona, se embarcó para Callao en el buque «Montevideo». Hacía pocos años que los dominicos de la Provincia de España habían aceptado las misiones de la Prefectura Apostólica del Urubamba y del Madre de Dios y allí había sido destinado.

Desde el momento de su llegada, durante los siguientes cincuenta y tres años, José Álvarez recorrió cada vericueto de la Amazonía peruana, una zona selvática con la extensión de media España, predicando la existencia del cielo y del infierno y el poder del amor para derrotar al mal. Con una fe de cruzado y lo que un biógrafo definió como «una paciencia aniquilado- ra con los hijos de la selva», buscó a los nativos en las remo- tas quebradas y cabeceras de los ríos, aprendió sus lenguas y se amoldó a sus vidas. Nunca supo nadar, pero recorrió en canoa todos los ríos de la región, los numerosos y torrencia- les afluentes del Madre de Dios, hasta conseguir hacerse amigo de todos sus habitantes, manukiaris, kareneris, huachipairis, shireneris, amarakairis... Sus cualidades: una bondad de hierro, una calidad de paisano (resulta emocionante escucharle en algunas viejas grabaciones de radio, hablando con una mezcla de español e idiomas indígenas que combina de pronto con un deje asturiano: «¡home!», «yo pensara que...») y una mezcla de buen humor y de sentido práctico. Durante sus primeros años en aquella selva hostil, con un rosario como arma funda- mental (aunque deja machetes clavados en los árboles de sus rutas como regalo), sobrevive a los asesinatos de varios de sus compañeros, a naufragios, a desdenes, al hambre y a la soledad.

Son cientos las expediciones, y su recuento agotador: en 1923 viaja de San Lorenzo a Maldonado, En 1923, de Santa Rosa a Lago Valencia, en busca de los huarayos del Malinowsky. Luego contacta con los indios de la Puna (1931). En 1935 está con los toyeris. En 1936 por Tahuamanu, donde contactó con campas, iñaparis y loretanitos. En 1942 se adentra en Marcapata, recorre el Nahuene, el Euri, el Teneka, contacta con los manukiaris de Paijaja, después con los kareneris... funda misiones, escuelas, dispensarios.

Al mismo tiempo mantiene una actividad literaria. Desde 1919, fecha de su primera colaboración escrita, sus artículos se cuentan por docenas. Son crónicas que mezclan narraciones de aventuras y naufragios, informes geográficos y antropológicos, invocaciones marianas, apreciaciones evangélicas, arrebatos místi- cos o meditaciones sobre la dulce vida de las tribus indias frente a las maldades de la civilización. Dice de una expedición por el Malinowski: «¡Pasar la vida aquí sin otras modas ni otros lujos ni otras especiales innovaciones que el santo amor y temor de Dios y la dulcísima práctica del bien! ¡Qué feliz sería en este pueblo nuevecito, en el que no tendrían lugar las maldades y delitos y los tan abominables abusos de todo género que hacen odiosa y aborrecible la vida, que dicen culta, entre los civilizados!».

Papá  Viejo,  mito  y  veneración

Pero su epifanía, el momento en que el vehemente misionero se desvanece convertido en un símbolo propio para los indios, en su Apaktone, ocurre en 1950. Obsesionado con la idea de intentar contactar con los amarakaeris, los guerreros más temi- dos e inaccesibles de todos los pueblos harakmbut, que con indecible violencia se oponían a cualquier intento de penetración de los blancos en sus territorios, inicia una explo- ración acompañado de cuatro guías indios. Tras cuatro días de rastreo se topan. Ciento cincuenta marakai- bis los rodean, desnudos, pintados de rojo con franjas blancas, le quitan a Álvarez la camisa, la enarbolan en son de guerra y cuando la muerte parece inminente, uno de los guías se indigna: «Apaktone jiurambayo ahuajijikda ombeinapene yayukaatei ¡Mi papá es anciano y sin ropa, se morirá de frío, devuélvansela!», y sucede el milagro; los amarakaeris obedecen a la fuerza de aquellas palabras, le devuelven la ropa y les dejan irse.

Fue el triunfo definitivo, ser respetado por los amarakaeris le proporcionó un prestigio casi mágico. En todas las tribus comenzaron a llamarle Apaktone, y él mismo, a firmar sus escritos con ese nombre.

Durante los siguientes años, convertido en el mejor conocedor de la cuenca del Madre de Dios, siguió profundizando en su relación con los amarakaeris, hasta terminar construyendo una misión para ellos. En reconocimiento a su aporte de datos cartográficos fue nombrado Miembro de la Sociedad Geográfica de Lima; recibió diplomas y medallas, viajó a España, pasó por Cuevas, fue entrevistado en TVE. Luego, el jubileo por sus cincuenta años de sacerdocio. Aún en los años sesenta seguía expedicionando. Al fin, vencido por la edad, hubo de retirarse a Lima. Pasó sus últimos años entre las Hermanitas del Asilo de Ancianos Desamparados y el santua- rio dominico de Santa Rosa. Murió el 19 de octubre de 1970, convertido en un mito y llorado por todas las cuencas del Madre de Dios.

La actuación de los misioneros, dedicados a difundir el cristia- nismo en tierra de «infieles», abrió en el campo antropológico un debate apasionado y minucioso que aún se mantiene en el caso de la Amazonía. Pero lo que nadie discute es el coraje y la abne- gación de Apaktone, el hombre que, al fundar en 1943 la prime- ra misión en las cabeceras del río Caichihue, hizo colgar un cartel a la puerta con una frase que luego hizo historia: «Honor a Dios y Libertad a los Mashcos».

 

Princesas   y  sarnositos  

«Recibí el Orden Sacerdotal el 26 de Julio de 1916. Canté la primera Misa el 4 de agosto de 1916. Llegué al Perú el 21 de enero de 1917.

Las circunstancias de mis primeros encuentros con los nativos fueron el estado de beligerancia, hostilidad y persecución que desde tiempo inme- morial tenían con ellos los cauche- ros e industriales; choques y odios a muerte de unas tribus con otras debido a lo cual se había creado un estado de miedo y aborrecimiento pavoroso hacia ellos, y la menor idea de internarse en la selva, morada de las tribus, para llevarles un mensaje cristiano era, si no utópico, sí consi- derado arriesgadísimo.

Llegué hasta ellos y fue tal el asombro que les causó al verme, a mí, solo entre ellos, hablándoles en su lengua, que logré lo que nadie había soñado, calmar odios, allanar miles de difi- cultades e ir planeando las bases de pequeñas misiones. Los primeros contactos fueron con los de la tribu Huaraya; siguió la Toyeri e Iñapari y en 1940 emprendi- mos las exploraciones al río Colorado con los hasta entonces «feroces» Mashcos.

En mis planes, con el auxilio de Dios, no habrá cambios jamás. Como buen soldado siempre en la brecha, o aquí en Lima curándome de mis quebrantos, pero siempre alerta a la voz de mando que me ordene o me permita volver a mis bosques al lado de mis hijos de la selva, mis prince- sas y sarnositos; o aquí al lado de Santa Rosa en donde siempre he encontrado a manos llenas medios espirituales y materiales para seguir mis planes misionales mientras el Señor me dé vida».

(Hoja que se encontró en el libro de rezo del padre Álvarez al morir).

19 comentarios

Isabel Serra -

Me parece fascinante y de gran ayuda etnográfica todo los comentarios efectuados. Les agradecería que me facilitasen datos personales del Director del Secretariado, el padre dominico Joaquín Bardiales Ardura, estoy escribiendo sobre dos de sus obras y no encuentro para mi investigación ningún dato hacia su persona (fecha nacimiento, lugar etc. Muchas gracias
Isabel

RAFA GARCIA -

Hace cinco dias el 2 de agosto de 2014 hemos quedado en la virgen del camino el curso 1984-90 con el Padre Paco q fue nuestro tutor y lleva en Peru 18 años y es actualmente Obispo y en la comida nos comento lo de Apaktone y nos dijo algo q creo no he leido y es q estuvo perdido y desaparecido en la selva mucho tiempo y q le habian dado por muerto y q habian celebrado varios funerales y misas en su nombre y q un buen dia se presento alli y quedaron todos atonitos.este es un dato mas q igual muchos de vosotros ya sabiais o no pero q de primera persona nos conto nuestro queridisimo Paco muy querido en nuestra epoca de colegio.un saludo a todos.

Francisco De Dios -

Para Jose Garcia Gomez.El pasado dia 25 de Febrero te envio un correo y que al dia de hoy nome has respondido; te agradeceria que si te es posble me respondieras porque la contestacion es facil y corta

Gracias y así lo espero

amador robles -

hola Luis. buenos días, una cosina: lo que quiero es que me invites a un café, que te traigas uno de los ejs del Libro para hacerle una foto y a ver si alguna librería me lo consigue y le damos una charlada a todo esto. envíame tu móvil a mi número 618192640 y te llamo para quedar. en oviedo es más fácil para mí pero puede ser en la Villa de Gijón.me dices algo vale?

Luis Heredia -

Como veo que todos tenemos mucho interés en la figura del P. José Alvarez, quien quiera saber algo de él de primera mano, lo teneis muy cerca de vosotros,la mayoría.

Podeis acudir a mi primo P. José Manuel Soria Heredia que actualmente se encuentra en la Virgen de retiro pero no espiritual sino perpetuo. Como menciona Jose García, P. Soria es el autor de uno de los libros sobre la vida y "milagros" del Apaktone. Convivió estrechamente con él durante sus 15 años de Misiones y en su libro dice que su vocación le vino del P. José, y yo creo que alguno más porque sus hermanos fueron Dominicos,Carlos y Fernando, nuestro primo Angel Torrellas y quien comenzó la saga Dominicana fue nuestro tío José Heredia, profesor de muchos de los "viejos profesores con los que nos encontramos en la Virgen (P. Felipe Lanz) y otros en Salamanca.
El libro del P. Soria Heredia es uno de los más completos sobre la vida del P. José Alvarez; no solamente por haber sido su guía y "compañero" durante las Misiones en Perú, sino porque es una auténtica recopilación de todas las cartas manuscritas del P. José Alvarez comentadas bajo la propia vivencia del autor, aderezado con anécdotas vividas personalmete con él y contadas por otros que disfrutaron con su presencia. Si os digo la verdad, es como nuestro Cuaderno de La Memoria pero en Misiones y con fotos. Es una auténtica delicia su lectura y no se hace nada pesada porque va desgranando todas las etapas de Apaktone, desde 1.890 hasta 1.970.

Os lo recomiendo, de verdad. Es más, la vida de Apaktone sería digna de una serie televisiva pues sería imposible concentrarla en un film de 90 minutos, salvo que Chema fuera capaz de hacerlo.
El libro consta de unas 900 pag. y contiene un Glosario,Indice de personas y lugares que, literalmente, es para cagarse. Y no es porque lo haya escrito con tanto amor mi primo. Es que no me explico de dónde sacó tanta sabiduría y yo tan poco conocimiento viniendo de la misma rama sanguínea.

Yo viví en mi casa de Gijón auténticas sesiones de diapositivas explicadas de primera mano por todos sus autores y ansiábamos la venida tras tan largas ausencias de José Manuel o de su hermana Mari Tere y cuñado porque su regalo no era solamente su presencia sino las sesiones de diapositivas y la muestra de "armas" blancas que nos traían para goce de todos mis hermanos. Fueron épocas felices.

Amador, si no consigues el libro, yo tengo dos ejemplares. Te regalo uno.
Os recomiendo su lectura

Jesús García Marcos -

Hola Lalo, yo también me estaba acordando de la anécdota de la pregunta y recuerdo quien fue el colegial que hizo la pregunta (asiduo de este blog -que se descubra él) y que pidió permiso para ir al baño mientras le contestaba la pregunta.
Por supuesto el P. Cura por la noche en la capilla le llamó la atención ( esta vez con dulzura).
Tenemos que recordar que el P. Naranjo nos completó nuestra información sobre las misiones, misioneros e indígenas durante el tiempo que estuvo con nosotros.

¿Recordáis esta canción machiguenga:?

" obín terín terín , cun baro baro tí "
(los patos se van a bañar al río)

Un abrazo

amador robles -

estimado jose garcia gomez. y me atrevo a preguntarte: dónde y cómo podría conseguir esas tres publicaciones. en cuanto al padre angel casado decir que a mi curso el A (inglés) de primero de bachiller (1969) matemáticas. le conservo en mi memoria con aquel gesto tan suyo de echarse para atrás (ahora no recuerdo el nombre de esa pieza del hábito...qué desastre!, tal vez escapulario) bueno se echaba para atrás la pieza central del hábito, con apenas pelo (o sea calvo) y aunque de edad avanzada...tal vez 70 años....era una persona muy dinámica y en plena forma.
ciertamente recuerdo y muy bien que entre tema y tema nos hablaba de sus experiencias en las misiones. el rio urubamba, el madre de dios, y otros más eran parte del vocabulario habitual de quienes nos hablaban de aquel mundo tan misterioso para todos como el de las tribus peruanas y la presencia de los dominicos en las mismas.
agradezco mucho a quien mepueda ayudar en la fórmula para conseguir esas 3 publicaciones.
saludos,

José García Gómez -

Amigo Cirauqui, ya sabes que no hacía falta ninguna aclaración, ya ves que "Apaktone" era auténtico, aún siendo Álvarez Fernández. Por si te/os interesa, os diré que en la colección Biblioteca Dominicana, de la Editorial San Esteban, hay varios libros sobre "Apaktone".
Joaquín Barriales ha publicado dos volúmenes con las crónicas, artículos y cartas desde la selva, del P.José Álvarez Fernández, se trata de los Escritos I (1921-1940), Lima 1998-448 páginas y Escritos II (1941-1970) Lima 1998 -454 páginas.
Igualmente el P.Ángel Pérez Casado, bien conocido por todos nosotros, publicó: "Misión en las cabeceras del Amazonas", de 325 páginas. José Manuel Soria Heredia, publicó: "Entre tribus amazónicas"-929 páginas.
Por último, Andrés Barriales Ardura, publicó : Hombre de Dios y de los Hombres"-Retrato de una fidelidad.
Buena tarde a todos y que "Apaktone" nos siga guiando.

lalo -

Aunque mi mente está detrás, mi memoria tiene la culpa del lapsus, "sin nombre". He mezclado los nombres de un actor y el de un locutor.
En cambio, el nombre del misionero, José Aldámiz, me suena totalmente a nuevo.
salud

Sin nombre -

Una corrección mínima al post de Lalo. El fraile piloto era fr. José Aldámiz. Y el periodista era Alberto Oliveras.
Saludos.

Javier Cirauqui -

Querido José García Gomez:
Donde dije Alvarez Lobo, quise decir Alvarez Fernandez, pues yo me pierdo en el mundo de los Alvarez, Fernandez, Gomez, García , González, Martínez y Díaz. Yo quería hablar del Apaktone auténtico. Supongo que los padres que venían a darnos charlas serían los Alvarez Lobo. Gracias por las aclaraciones y por refrescarme la memoría de aquellos momentos vividos con tanta intensidad. Javier.

lalo -

Antes de que yo supiera siquiera de la existencia del Macchu Pichu, de los incas e incluso de Pizarro, ya sabía por dónde discurrían los ríos Madre de Dios y Urubamba, que había una población que se llamaba Puerto Maldonado, que por allí andaban indios sin plumas y que a los invitados a sus poblados les agasajaban con la "chicha", una delicatessen que elaboraba la abuela desdendatada debajo de la mesa masticando hojas de yuca y volcándolas en una hoja grande que los invitados saboreaban con fruición hasta que se enteraban de los pormenores de su elaboración. Y cuando se enteraban tenían que seguirla comiendo por no hacer un feo a los anfitriones.
Aquello sí que es comida casera, nos refería el misionero que lo contaba desde las tablas del teatro en La Virgen.
No recuerdo el año o, más bien, los años, porque venían con cierta frecuencia y, efectivamente, nos pasaban diapositivas acompañadas de sus luminosos comentarios. La exhibición de arcos, flechas, pieles y machetes exacerbaba todavía más nuestra imaginación infantil y hacía prender en nuestros jóvenes corazones una semilla que, finalmente, solo creció en unos pocos.

Al hilo de esta historia ha quedado en mi memoria una leve anécdota que ocupa el espacio de otras que podrían ser más celebradas; pero es lo que hay: Supongo que sería en la visita de la que habla Javier del Vigo, allá por el 64, mi primer año. Estabamos todos los apostólicos en el teatro y tras la proyección de diapositivas llegó el turno de preguntas. La mayoría, claro, dede el patio de butacas. Pero al menos una llegó desde el gallinero, lanzada por un "menor". No recuerdo el contenido, ni tampoco a su autor. Pero al pCura, a la sazón director de la Menor, le llamó tanto la atención el hecho de que el colegial se levantara de su asiento y saliera del teatro nada más plantear su pregunta y mientras el ponente le estaba respondiendo, que lo hizo protagonista de su habitual filípica con la que cada noche nos mandaba calientes para la cama.

Y otra cosa, ya que estamos hablando de las misiones del Perú. Había un fraile piloto. Volaba con su avioneta sobre aquellas altas copas y aterrizando en aquellas pistas de tierra roja hasta que un día el aparato dejó de volar. No sé si por accidente o por avería irreparable. El caso es que recuerdo un programa de radio que muchos escuchábamos ya en las camarillas bajo las frías sábanas y una vez pasado el efecto de la calentura de la que hablaba unas líneas más arriba. Se llamaba "Ustedes son formidables", lo presentaba Ramiro Oliveros en la Ser y era un éxito en aquella radio de cretona que cantaba Carlos Cano. Oliveros consiguió de los Formidables otro avión para el misionero o eso ha quedado en mi recuerdo, al menos. El fraile podría ser uno de los Álvarez de los que aquí arriba se ha hablado, pero eso ya no me aparece en mi disco duro, cada vez más blando. Nuestra memoria colectiva nos dará respuesta, no lo dudo.
Salud
Lalo

José García Gómez -

Estimados Javieres (Javivi y Cirauqui, estupendos vuestros correos. A modo de aclaraciones, decirle a Javivi que, efectivamente creo que tiene razón cuando comenta la visita de 1964, en la que también puede que hubiera venido el P.Ricardo Álvarez Lobo, este último, hermano del P.Enrique Álvarez Lobo y del P.José Álvarez Lobo, todos ellos , creo que naturales de la zona de Nembra (Aller). Como recordaréis, incluso nos habían enseñado arcos, flechas y otros utensilios "indígenas", de las cuencas del Urubamba y el Madre de Dios, ríos que nos quedaron grabados de por vida, al lado de sus pobladores, machigengas y otros.
Cirauqui, "Apaktone" no es el P.José Álvarez Lobo, antes citado, "Apaktone" es el P.José Álvarez Fernández, natural de Cuevas, concejo de Belmonte de Miranda, situado en la zona central de Asturias, colindante con el Parque Natural de Somiedo, que posiblemente os suene. El P.José Álvarez Lobo, se vino hace años de misiones y estuvo de cura en mi concejo de origen, Tineo, concretamente en la parroquia de Bárcena del Monasterio, cercana a Navelgas. Hace un par de años, más o menos, se retiró y se encuentra por Asturias.
Javivi, queda aclarado también tu comentario sobre mi persona, cuando me titulas como "avilesino", y lo entiendo, puesto que, efectivamente, en la época del encuentro en La Virgen del Camino, yo estaba destinado, profesionalmente hablando, en mi muy querida ciudad de Avilés, de donde me siento casi hijo adoptivo, pero uno no debe ni puede renegar de su orígenes, ¿no te parece?.
Comparto con vosotros dos, y seguro que con la mayoría, vuestra semilla misionera y creo que, si la Providencia nos hubiera escrito otra novela (yo estoy muy agradecido y contento con la que me tocó) muchos desearíamos que se hubiera desarrollado en el Perú.
Un abrazo a todos.

Javier Cirauqui -

No puedo dejar pasar este magnífico relato sobre Akpatone, P. José Alvarez Lobo,sin desgranar mis recuerdos sobre los misioneros dominicos y los de otras órdenes.
Yo nací en Navarra, tierra de San Francisco Javier y siempre he oido hablar con admiración, desde mi mi tierna infancia, de los misioneros y las misiones.
Es mas a la edad de 11 años ingresé en el Seminario Hispano Americano de Misioneros Dominicos,Beato Valentín de Berriochoa de Villava.
Nada más llegar, se respiraba un aire misional por numerosos lugares del Colegio.
Recuerdo que sobre el frontón del Colegio, frontón de una sola pared, osease rebote, aparecía un mapa de la Amazonía, con los siguientes nombres: Cuzco, Puerto Maldonado, Quillabamba, Urubamba, Madre de Dios,(cito de memoria). Quisieras o no quisieras se te quedaban grabados todos aquellos nombres en tu ávida retina infantil.
El primer año de nuestra estancia en Villava, estudiábamos el 1º de Bachiller, en Betania, antiguo Chalet de Huici, que a sus espaldas, en construcción nueva, estaban las dos aulas, la cocina, la lavandería y terraza que regentaban las Madres Misioneras Dominicas.
Nos daban clases dos Madres Dominicas la Madre Sagrario y la Madre Águeda, la primera, hermana de Monseñor Javier Ariz, obispo de esta Misión, recuerdo su esbelta figura y su campechanía.
Alguna vez la Madre Sagrario me llevó a su casa para visitar a su madre, un pequeño Chalet, situado al lado de la Media Luna y en la entonces llamada Avenida de Franco, en Pamplona.
Tanto en la clase de la Madre Águeda, como en la de la Madre Sagrario, el libro de lectura oficial, no era el Quijote como en la Escuela de Burlada, sino un libro sobre las Misiones Dominicanas, en las Amazonas del Perú. Era un libro grande, de buen papel y , de mucho peso y color crudo, no blanco. Contenía mapas de la selva y la situación de las tribus y las poblaciones indígenas, en estos momentos sólo me acuerdo de los machiguengas. Recuerdo los relatos de las pirañas que todo se lo comían, de los jaguares, de las serpientes y de los monos, de aquellas casas hechas a la orilla del río de madera y tejados de palma, viviendas colectivas, la pesca con arco y flecha y sobre todo la situación de explotación llevada a cabo por las empresas de caucho. Se veían fotos de los pobladores de aquellas tierras, en taparrabos.Hablaba de sus hambrunas de sus miserias y de las masacres llevadas por las empresas caucheras. En medio de todo ello el Padre José Alvarez Lobo, Akpaltone de todos los indígenas y de otros muchos misioneros que no recuerdo.
Esta lectura la íbamos realizando uno a uno, todos los compañeros de las dos clases, de pié y en voz alta.
Muy a menudo recuerdo nos visitaban misioneros que nos encendían y nos entusiasmaban con sus relatos. Recuerdo un Secretariado de Misiones Dominicanas, alguna exposición con objetos de las tierras de misión: lanzas, flechas, telas y la confección de rosarios de semillas de ciertas plantas y árboles del Amazonas del Perú.
Se recogían montones de sellos, y en una sala de Ora et Labora se seleccionaban, se despegaban y se enviaban a varios lugares. Muchísimos de nosotros teníamos nuestras colecciones de sellos. También me acuerdo de una emisora que había en el mismo edificio, que antes he citado, y que algunas veces servía para llamar a los Misioneros de Perú, con los que manteníamos conversaciones entrecortadas y lejanas. Algunos de nosotros también escribíamos cartas a algunos de aquellos misioneros.
Algunas veces, me acuerdo de aquella canción que entonábamos a la noche, aquella canción escalofriante, que si mal no recuerdo, decía: "mañana en un fragil barco, me he de engolfar en la mar. Dare un adios a mis padres o a mi madre, el último adios quizás.Por si Dios quisiera, que no vuelva más, el corazón te dejo, ¡oh Madre celestial! u ¡oh Virgen Celestial!
Una vez en León también cantábamos la misma canción y muy a menudo nos visitaban los misioneros y nos daban charlas, sobre sus andanzas y sus experiencias.
Aparte de la antropología, de Malinowski, todos auqelos niños ardíamos en deseo de ser Misioneros e ir a ayudar a aquellos indefensos indígenas maltratados en Perú y en las Amazonas.
Aún ahora sigo teniendo noticias de las misiones, no del Amazonas, no de los machiguengas, sino de Panamá, Changuinola, Bocas de Toro, donde mi hermano Roberto, agustino recoleto lleva 37 años,entre los ngobes, teribes y otras razas luchando no por el caucho, sino contra las Fruits Companys, la desnutrición y la justicia o enseñanza a las mujeres y la dignidad y justicia de todos ellos.
Un recuerdo para todos aquellos que siguen al pie del cañón, todos los que fueron nuestros compañeros y que no cito por no olvidarme de ninguno.
Un saludo para todos. Javier.

Javier del Vigo -

Marcelino Iglesias me dio la pista: la revista asturiana “Atlántica XXII” relataba algo de la vida de un viejo misionero dominico. Lo leí. Se me han abierto la aguas del recuerdo y ahí dejo el río que han formado.

¿Ando errado –sin “h”- o entre los años 1961 - 1964 el Apaktone de quien habla Malinowski -según te leo, Amador- pasó por La Paramera con una batería de "diapositivas" -lo más "in" de las tecnologías nuevas en aquellos tiempos, ¡seguro!- que le sirvieron de guión para relatar su “trabajo” entre los indios de las selvas amazónicas peruanas?

¿Yerra mucho mi memoria, tan selectiva y mentirosa como cualquier otra? Compañeros de aquellos años,¡ bucead en vuestros recuerdos y ponedme aquí el resultado!.

Difusa la escena por el tiempo transcurrido, veo un fraile con barba larga -casi venerable, "primer título que concede la Iglesia católica a quienes mueren con fama de santidad, y al cual sigue comúnmente el de beato, y por último el de santo", la RAE dicit- en el teatro, algún domingo en vez de No-dos, Kid Carson, el Gordo y el Flaco…, relatando historias misioneras sobre aquellas imágenes de indios e indias…

En mi memoria "virgen" –tan fantástica y exuberante como aquellas selvas lejanas en el tiempo y el espacio- quedaron grabadas las escenas, aquel mundo prehistórico; sobre todo, aquellas indias sin más apaño que un taparrabos, aunque muchas -¡pobres!- estaban desdentadas siendo jóvenes, con los pechos lacios prematuramente y con perfil evidente de estar presas de la miseria; lo siento, compañeros, pero mi memoria "llora por donde lo siente” –como la viuda lloraba en el camposanto sobre la tumba de su marido difunto- y aquellos años fueron para mí de mucha necesidad y mucha erótica insatisfecha o malamente satisfecha en la soledad, pese a las lecturas tremendistas de Tihamer Toth u otros libros “piadosos” de similar "moral".

Las indias no vendieron su “posado” ni reclamaron judicialmente al Apaktone sumas millonarias por el “robado”; no. Ellas eran “el buen salvaje”, aquellos misioneros buscaban meterlas en “la civilización occidental” y unos niños que “iban para frailes” en León aprendimos de otros mundos, atrapados en una doble erótica, la de las carnes y la misionera, a través de las charlas de un dominico que es hoy todo un referente de aquella Amazonía donde algunas tribus indias continúan en la más nítida Prehistoria, acechados de muerte por “La Civilización”, nuestra civilización, necesitada de petróleo, maderas nobles y metales.

En mi recuerdo, los indios –ellos- estaban más ligeros de aliño indumentario; me impactaron menos. ¿O esto es falso y los indios desnudos que tengo en mi memoria no son los de las selvas del río Madre de Dios, sino que los vi más tarde, estudiando antropología o viendo reportajes de pueblos primitivos? Ya no sé si...

Aquellas diapositivas que el Apaktone y sus compañeros misioneros hicieron de aquellas indias lejanas -de sus indios también- ¿se habrán perdido para siempre? Leo a José García Gómez, el avilesino, que Joaquín Barriales, el dominico, milita en la causa de beatificación de José Álvarez Lobo. Entre los documentos que administra el P Barriales ¿estarán por ventura aquellas viejas diapositivas? ¿Se podrían difundir, por ejemplo, a través del blog de Josemari?

¡Ojalá! Me haría mucha ilusión reencontrarme con aquellas imágenes. Sería como volver a una tarde de domingo de aquellas, en las que, sobre pantalla blanca del teatro, discurrían ante nuestros ojos trozos de mundo, de vida; vida y mundo de los que estábamos separados el resto del tiempo, porque aspiraban a convertirnos en levadura para hacer pan, pero levadura aislada por rejas de cristal. En este caso, con las selvas peruanas como escenario, en las que han gastado y gastan su vida tantos hombres buenos, con espíritu misionero, como aquel Apaktone de largas barbas y "anteojos" circulares. El tiempo pasó. Y hoy son dignos continuadores de aquellos gigantes Pablo Zabala, Paco González, Pedro Rey, Miguel Andueza, Vicente Suarez, Panera… compañeros nuestros de tiempos "apostólicos".

Yo les dedico un hurra aquí; a los citados y a los que les acompañan, que no recuerdo en este momento. ¡Sois fabulosos, compañeros!

¿Recuerda alguien aquellas charlas misioneras de los domingos, con Apaktone de ponente? ¿Existe algún archivo público o privado que guarde aquellas primeras diapositivas de las tribus del Urubamba, de Quillabamba, del río Madre de Dios, de Puerto Maldonado…?

amador -

emocionante este contenido, de verdad!!
quien esto escribe había escuchado a un profesor de antropología de la UNED y también amigo, algo sobre un fraile asturianos al que Malinowski citaba enn una buena parte de sus estudios etnográficos en centro y sur américa. quien este comentario suscribe es alumno de la ya última asignatura de la carrera de ANTROPOLOGÍA, y ciertamente me ha causado un singular impacto esta crónica. incluso escuché al sempiterno alcalde de Belmonte de Miranda y buen a amigo Roberto, algo sobre que había habido frailes dominicos de extraordinario talento originales del concejo y que por su cercanía o proximidad con Corias todos habían estudiado o pasado por el Monasterio para, entre otras cosas, aliviar las muy escasas economías familiares de aquella parte final del siglo XIX y primeras décadas del XX.
en cualquier caso no por ya sabido, deja de ser estremecedorvolver a vivir estas cosas y más que nos lleguen de fuentes tan creíbles como entrañables y próximas. por desgraciael modelo colonizador, así llamado, (evito evangelizador y otros asimilables a éste...) es lo que ya sabemos de los de la pérfida albión,(y los estadounidenses que copiaron el modelo), los hispanos, los franceses e italianos, los holandeses.....todos unos en mayor medida que otros pero casi todos ejecutaron un modelos INVASOR que se particularizó por todo menos por el respeto mínimo a los habitantes y protagonistas de las OTRAS culturas. todos sabemos que la historia se nos contó de aquella manera, y la realidad objetiva fue, ñpor deagracia, por derroteros bien distintos. en casi todos los casos aquellos de HACER LAS AMERICAS...nunca o casi nunca fue consecuencia de la suerte y el buen destino. el denominador onmipresente de esa fórmula fue la explotación sin piedad de las poblaciones y de las culturas y de los recursos naturales de caski todo el continente anericano, de buena parte de áfrica (y mira que es pequeñito ese continente) y no quiero hablar de India...
no quiero segir con el mensaje que tiene tintes de tristeza más que justificada. quiero aprovechar para reivindicar el trabajo abnegado de este fraile dominico de Belmonte de Miranda, por su bondad y capacidad de servicio y ayuda total, entrega abnegada y RESPETUOSO con "el otro y el distinto" hasta límites insospechados y me emociona saber que hasta malinowski tuvo referencia y conocimiento de su quehacer.
lo dejo aquí por ahora. un fuerte abrazo a quien haya sido el artífice de colgar esto en nuestro querido blog.

José García Gómez -

Me olvidé en mi comentario anterior. La dirección de correo es: apaktone@hotmail.com
Saludos.

José García Gómez -

Todo cuanto se pueda publicar sobre el P.José Álvarez Fernández, O.P., no es más que una ínfima muestra de lo que este gran hombre y seguro que pronto nuevo Santo dominico, aportó en su vida. Actualmente está en proceso su canonización. Todos los que tengáis interés en estar al día, tanto sobre dicho proceso, como sobre la figura de "Apaktone", podéis suscribiros al Boletín informativo que se distribuye gratuitamente, desde: SECRETARIADO "APAKTONE" - Causa de Canonización del P.José Álvarez Fernández, O.P.- Claudio Coello, 141 - 28006 - MADRID. En el mencionado boletín, figura la cuenta que tienen abierta en el Banco Santander (Cta. cte. nº 0049 5160 77 2895025391 )para quienes puedan y quiera hacer algún donativo. El Director del Secretariado es el P.Joaquín Barriales Ardura, O.P., bien conocido por muchos de nosotros. Buena tarde a todos.

Luis Heredia -

Qué distorsión tan tremenda tenía yo de Las Misiones, no obstante haber sido mis primos Misioneros en Perú.

Yo creía que la "misión" de los Misioneros era simplemente acercar la palabra de Dios y enseñar el Evangelio.

Yo quería ser Misionero pero me da la impresión de que no hubiera resistido ni tres Misas.

Siento una profunda admiración por gente como ellos y al cabo de los años es cuando caí en la cuenta que la palabra de Dios y El Evangelio significan protección, amparo, amor y caridad para los más necesitados y que ni la palabra de Dios ni los Evangelios se enseñan sino que se viven y lo que se vive es lo que uno aprende.

Siempre estuve en la inopia y nunca me pude imaginar tanta maldad.

A veces pienso que si no me atara nada en esta parte del mundo, estaría decidido a dar un radical cambio de rumbo a mi vida.