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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

JUGUETES ROTOS DE UN PODER BAJO PALIO

JUGUETES ROTOS DE UN PODER BAJO PALIO

Javivi del Vivigo se ha visto citado en el tercer pecio de Marcelino Iglesias y, en esta mañana de frío y nieve, nos escribe "unos parrafitos" de respuesta.

Nos invita a leer sus reflexiones o a irnos a dar una vuelta. Yo me he quedado con lo primero y después me iré a dar una vueltina.

 

 


 

  JUGUETES ROTOS DE UN PODER BAJO PALIO

 

Me has citado, Marcelino, a propósito de “La vida sale al encuentro”; yo, incontinente verbal cual toro de lidia, salgo a los centros; ya escribió Nebrija hace tiempo que “entre todas las cosas que por experiencia los ombres hallaron: o por reuelacion divina nos fueron demostradas para polir e adornar la vida umana: ninguna otra fue tan necessaria: ni que maiores provechos nos acarreasse: que la invención de las letras” (Antonio de Nebrija: Gramática de la Lengua Castellana, 1492)

Así que voy a hacer uso de las letras, como toro en ruedo o como “umano enredado(r)”. ¡Lo has conseguido! Lo siento, chavales; sentaos a aguantarme o iros a dar una vuelta, que ganareis en salud.

 

 *   *   *   *   *   *   *   *

 D`un temps, d`un pais

Aquí, Marcelino, en portillo de al lado, tenemos par de fotos históricas que Ignacio Manso ha rescatado del olvido y nos ofreció en primicia con el cariño de quienes nos sabemos cómplices de un tiempo y unas experiencias compartidas. Por encima de los protagonistas, el palio. Bajo él, el dictador y señora, el provincial de los dominicos (si Santiago, nuestro particular historiador, lo confirma, ¡claro!), el prior de la Fundación y la parafernalia que acompañaba al dictador en 1963 (¿).

Para mí, todo un símbolo de un tiempo y un país, que cantara Raimon. Aunque amplíes las fotos, no nos verás pero estuvimos también; los vitrales de la fachada dejan ver sólo masas oscuras; entreveo vagamente un bulto blanco; quizá Uría, quizá Torrellas; pero tú, yo y los demás niños estábamos allí, en el coro, llenos de ojos, entonando tal vez el Aleluya de Haendel en homenaje al “huésped”. Todos menos José Ignacio, Perico, Lobo… que andaban junto al altar con el cirio, el incensario y demás adminículos de su oficio.

Los lectores del refectorio.

Por lo demás, nítidos recuerdos los que narras en este tercer capítulo. Pudo haber un  tiempo en que nos turnamos tú y yo como lectores –a tanta precisión no me llega la memoria- mientras los demás comían en silencio, dejándose llevar por Alec Leamas en aquel mundo de espías del Berlín Oriental (¡qué fue del muro, oh señor!) que John Le Carré acababa de publicar en 1963; o por Thor Heyerdhal y la expedición de la Kontiki, en la que navegamos con Viracocha, el dios solar inca, hacia los mares del sur…

Hubo lecturas sobre “urbanidad y buenas maneras” que no estaban de más, supongo, en un colegio privado con ideario -y fantásticas infraestructuras para aquel tiempo- al que confluimos mayoritariamente niños  de “familia humilde” (queda bonito el eufemismo ¿no amigos?), llegados de diferentes pueblos de aquel país que era, además de piramidal y teocrático, rural.

¡Que otros “lectores” y otras mentes privilegiadas nos recuerden otras aventuras en las que los “lectores” nos “embarcaban”, a miles de kilómetros lejos de las rutinas colegiales, mientras tragábamos alubias con sabor a tomillo o arroz con caballa!

Los nuevos curas

Entre las lecturas que nos impactaron no citas, sin embargo, a Michel de Saint Pierre, “Los nuevos curas”. Y es posible que no lo cites porque no llegó a tus manos. O estuvo prohibido o estaba muy mal visto. Si tuviera que poner dueño a aquel libro “clandestino”, yo se lo atribuiría a Julito Correas. En todo caso, si yerro me corregís. Sé que llegó a mis manos “bajo cuerda” y que me lo leí a borbotones.  Aquel debate intelectual entre cura carca y cura progre con laicos entrambos me abrió el horizonte intelectual a nuevas posibilidades.

Y el banal o erótico.  Recuerdo perfectamente hasta el lugar: una camarilla “sin vistas”, según se entraba a la izquierda, primer piso de la Escuela Mayor. Allí leí “Los nuevos curas”; y allí se me “engorilaron” las hormonas de la pubertad ante un capítulo que describía el encuentro sexual entre Sofía, la protagonista laica, y el coadjutor progre, Barré, o el laico algo pendón, Gallart.  No tengo precisión. Pero retuve para siempre en la memoria el relato de aquellos cuerpos, golosos de lujuria, con torso de abundante bello, que erizaron mi espíritu y mi cuerpo, ¡válgame el cielo! sin que me fuera posible resistir –como Aquino con su tizón- mi demonio particular, que me llevó al infierno y a la pena por pecar.

Fíjate, sin embargo, lo que opinaba sobre la novela en cuestión Enrique Miret Magdalena (Triunfo, mayo 1965), un “teólogo laico comprometido” con quien tuve algún contacto a principios de los ochenta: “Una obra que  quizá quiso evitar ciertos peligros, reales o figurados, que su autor creía ver en la práctica pastoral de las nuevas generaciones clericales, ha servido para sembrar la discordia entre fieles católicos.

Michel de Saint Pierre ha conseguido airear definitivamente, a los ojos de todo el mundo, el tema del integrismo y el progresismo. Sin embargo, hay demasiadas personas que utilizan con este motivo ambos nombres sin saber lo que significan”.

Leyendo estos párrafos, pareciera que Miret se decantaba por el tradicionalismo católico, si no recordásemos que hubo una época en la que quienes escribían se autocensuraban antes de vérselas con “la censura”  (con mayúsculas);  había que leer entrelíneas cuando algún progre escribía; máxime si lo hacía en la revista Triunfo y era un “seglar comprometido” como fue Enrique Miret.  ¿Recuerdas –recordais- el tópico?  Si un periódico titulaba “sin novedad en las cuencas mineras” interpretábamos que los mineros habían montado un jaleo y de los gordos.

¡Qué tiempos los sesentas, aún de férreo control franquista sobre la cultura!

Martín Vigil y Karin, una de mis novias platónicas

Sacada de contexto, Marcelino, la frase de Nacho que citas (en “La vida sale al encuentro”) suena a mojigatería, a alcanfor, a hojas muertas. Desde luego, visto con estos ojos de hoy, con la cultura social de hoy, la frase es mojigata y no la libra del vertedero ni el alcanfor.

Pero, por un momento, antes de que nuestras naves vitales naufraguen y no queden de ellas ni pecios, cierra los ojos y navega hasta aquel tiempo y nuestras circunstancias.  Dicho en frase de folclórica actual, que hizo fortuna, “yo, por aquella Karin, ma – to!”.  (Aquí, engalla la voz, alarga la “a”  y enfatiza ambas sílabas, con un silencio en mitad)

Intuyo que tú también.

Adolescente en los sesenta sin “mujer” a quien mirar, si no era a través de los tornos del comedor o en el cine algunos domingos, aquella Karin de ojos rubios (¿”ojos rubios” es un oxímoron, Pitu?), de familia bien y de decentes costumbres católicas era una y trina, como una diosa: virgen, madre y novia. En un secarral de “hembras”, aquellas jovencitas de los libros eran único oasis de unos adolescentes solitarios y llenos de enigmas. Al menos, yo la sentí como oasis intelectual, utópico y reconfortante.

Karin fue la “novia” pura que salió de la pluma de José Luis Martín Vigil, un jesuita “revolucionario” en aquel tiempo, que sabía del “alma juvenil” por su oficio de profesor en colegio bien. Como muchos de vosotros, leí en nuestro colegio, el que tragó la trampa, otro montón de novelas suyas: “Los curas comunistas”, “Una chabola en Bilbao” o “Cierto olor a podrido”, que recuerde.

Los curas comunistas y el chabolismo periurbano durante el franquismo.

“Los curas comunistas” pudo ser la réplica de Martín Vigil a Saint Pierre. En la del jesuita –o ya exjesuita, como matizas- no había sexo ni la historia acababa en secularización o represión eclesiástica. Dibuja un cura obrero equidistante entre el capital y el trabajo, entre la burguesía y el proletariado. Eran muy distintas la sociedad y la cultura española que la francesa en aquel momento: “África empieza en Los Pirineos”, recordad.

Vigil, hábil narrador, buscó su espacio. Y le quedó “apañado”.

Yo  “volví al mundo” en Bilbao; me olvidé de sus novelas, aunque supe, por otros motivos, de sus andanzas por un barrio donde “ejercieron pastoral” un grupo de jesuitas jóvenes con los que Vigil compartió algunas experiencias; de allí surgió “Una chabola en Bilbao”. La mayor parte de aquellos jóvenes “apóstoles” sociales, andando el tiempo, abandonaron la Compañía, acabando sus días por la América revolucionaria, de “curas obreros” o en opciones políticas vascas de izquierda.

Pero “Una chabola en Bilbao” fue un toque serio y público a la opulenta burguesía bilbaína que engordaba sus cuentas corrientes con el hierro y las navieras mientras la periferia se llenaba de chabolas habitadas por inmigrantes venidos del hambre y la ruralidad. Una de las veces que Franco vino a Bilbao (1961), aquel que vimos bajo palio en La Virgen del Camino, contempló las faldas de los montes sembradas de chabolismo y lo mandó quitar, vergüenza torera, levantando todo un barrio que acogió parte de aquellas gentes.

 foto de niños en "Aretamendi", aquel barrio en el que se inspiró para hacer "Una chabola en Bilbao" 

Habían pasado un montón de años, cuando el ayuntamiento bilbaíno nos encargó a mi amigo Joseba y a mí un trabajo histórico sobre barrios periféricos de Bilbao. Uno de ellos, Uretamendi, al que José Luis camufla como Aratamendi en la novela, evidenciando con claridad dónde puso el foco de su relato.

Era el año 2009. Quedé maravillado por la cordialidad con la que aceptó –de buenas a primeras- darnos datos y recuerdos sobre su novela y las fuentes. Me maravilló tanto o más su espíritu de hierro, su clarividencia intelectual y su gana de vivir y de integrarse en las nuevas tecnologías (ordenador, internet…) cuando ya sus manos no le respondían, temblonas de enfermedad.

“Conocí Uretamendi y me puse perdido con su barro y me gané buenos catarros al sentarme unos minutos en el “living-room” de aquellas chabolas para compartir algo con sus moradores”, transcribimos en nuestro libro algunos de sus recuerdos. “Aquello me hizo llevar a los medios la denuncia de que el Gran Bilbao, con su empaque y señorío, lucía, para vergüenza de todos, una corona de espinas…” continuaba.

Finalmente, aunque la noticia pasó inadvertida para el gran público, José Luis Martín Vigil moría en Madrid el 20 de febrero del pasado 2011, por lo que en breve será el primer aniversario de su paso a ese Norte imaginario que nos espera en cuanto nos descuidemos.

 Epitafios para un escritor de “novela social” en tiempos difíciles.

Para ayudarme, Marcelino, a la redacción de este “articulín” he buscado por la red.  Hay alguna literatura de interés. Remarco, en todo caso, dos artículos; uno de Pedro Miguel Lamet, jesuita. El otro, de Luis Antonio de Villena, poeta, ensayista y crítico literario.

Me interesa la opinión de un jesuita, Lamet, sobre una persona, el exjesuita Martín Vigil;  ovetense que luchó en el bando vencedor en la fratricida Guerra del 36, se hizo fraile, se exclaustró y fue rompedor en muchos campos durante aquel franquismo monocolor. Dice esto: Cura más homosexual era una suma explosiva en aquellos años. ¿Fue pederasta? Lo ignoro. Las últimas veces que lo vi iba con jóvenes bien crecidos. En todo caso, en estos días de salidas del armario, nadie condena a Lord Byron, Lorca, Gide o Proust por su orientación homosexual. Más bien todo lo contrario ¿Por qué se quiere enterrar la memoria de Martín Vigil o alinearlo de forma simplista con la literatura de buenos sentimientos de los años cincuenta? Hay lectores que lloraron con ’La vida sale al encuentro’ cuando el hermanito pequeño del personaje principal, en una clara relación de homosexualidad reprimida, muere apretando con la mano una medalla de la Virgen mientras el protagonista explicitaba sus deseos de ser sacerdote. Era más revolucionario de lo que parecía.”


Del texto de Lamet recojo este otro párrafo: En una conversación televisiva con Jesús Torbado afirmó: "Cuando me encasillaron, o me encasillé, en escribir para jóvenes, muchos críticos, sin leerme, piensan que hago un subgénero; eso les ahorra el trabajo de leerme. Yo soy sustancialmente un narrador de historias. Lo que yo quiero llevar a la gente es una historia, el estudio de un problema. El estilo y la técnica que emplee serán para mí, siempre, subsidiarios. Serán aquellos que mejor ayuden al lector a comprender esa historia, a sentir ese problema, a sufrir y a gozar con mis personajes".

Como supongo es sabido, el leonés Jesús Torbado, ganador en 1965 del Premio Alfaguara con “Las corrupciones”, había estudiado en los dominicos y muchos supimos de aquel premio a una novela que describía las mutaciones de un seminarista con vocación hasta el nihilismo existencialista más atroz a través de la opinión algo trentina de algunos de aquellos dominicos, profesores nuestros. ¡Azares de la vida!

Del amplio y jugoso artículo de Luis Antonio de Villena transcribo solamente (¿solamente?) un par de párrafos, que arrojan luz sobre otro aspecto humano del novelista: “…me olvidé del tema “Martín Vigil” (aunque era cada vez más famoso) hasta que un día, al filo de la muerte de Franco –en 1975- entré en un bar gay de Madrid (eran pequeños y discretos, pero los había) y lo vi allí –primera hora de la noche- hablando e invitando a chicos jóvenes que yo conocía. Aquella vez nada dije, pero como su presencia se repetía, les pregunté a los chicos si sabían quién era aquel señor. “Claro –me contestaron- es cura y le llaman “La Perejiles” (Supongo que por la fácil rima Vigil/perejil, sino no lo entiendo.) Y añadieron más: iban a su casa, les hacía algún regalo, pero sólo les pedía que se desnudaran y acariciarlos. Él (les parecía curioso) no se desnudaba. Yo sólo pensé en qué dirían los curas de mi casi olvidado colegio si supieran quién era el autor de su “lectura espiritual”. Algo después me decidí y me acerqué a saludar (en el bar gay) a Martín Vigil. Estuvo cordialísimo y gentil conmigo, dando por hecho –era una evidencia- lo que yo también daba por hecho. Yo había publicado ya algún libro, y creo que tuvo la cortesía de decirme que sabía que yo escribía y que me había leído…

No volví a ver a Martín Vigil (o sólo escasas veces más) en esos sitios. Pero noté que sus novelas habían parcialmente cambiado de rumbo. Ahora –muy al día- le interesaba la juventud lumpen o cheli y sus problemas, entre la homosexualidad y las drogas. El camino se había abierto al parecer con “Sentencia para un menor” y seguía con libros como “La droga es joven” (1978), “Una comuna en Madrid”, “El sexo de los ángeles” (coincidió en el título con Terenci) hasta “Ganimedes en Manhattan” (1988), subtitulada “La condición sexual del joven Townes”. Antes (hacia 1976) Martín Vigil salió en los pudorosos periódicos de la época, denunciado por un menor. Pero el asunto quedó en nada, salvo que la policía halló en su importante casa de la calle Velázquez, “pelucas de mujer”.

En fin. Que José Luis, el jesuita, descanse en paz. Acabo aquí. Dejo las entradas  a Lamet  y Villena, por si no estáis saturados ya de texto. ¡Salud!

http://www.elmundo.es/accesible/elmundo/2012/01/09/cultura/1326124036.html

http://www.luisantoniodevillena.es/noticias/?p=641

 

imagen de un texto publicado por Miret Magdalena en la revista "Triunfo" allá por 1965 sobre "Los nuevos curas".

19 comentarios

Julio Correas -

Hecho, Maxi. Me comprometo!
Un abrazote!

Olóriz -

Javivi, ahora que no nos oye nadie, hace poco vi Marcelino pan y vino. Te aconsejo que no la veas; se llora mogollón.
Julio, el botillo me queda un poco a trasmano; pero se podría repetir, en verano, aquel encuentro de hace tres años en La Cerezal. A ver si lo conseguimos.
Disfrutad de ese botillo, que son cuatro días, y han pasado ya como tres.
Un abrazo.

Javier del Vigo -

Julio, memoria privilegida esa tuya. Yo me supe, antes de la experiancia equinocial que nos unió, la alineación del Athletic bilbaino, la gloriosa de fines de los 50, pero ya se me olvidó.

Maxi, tengo tus mismas vergüenzas, porque me sucede lo mismo que a tí: que me gusta ver y oir de aquellas viejas carrocerías, un poco a escondidas, pero cada vez más apechugando en público con esos gustos y la reputación que me puedan acarrear.

Ahora que no nos lee nadie, te cuento mi último pecado. Anoche quedé dormido intentando ver de nuevo la última peli que he "pirateado" y que tenía gana de ver de nuevo, que -yo creo- está ni la vimos juntos en León; que yo ya fui con la peli vista desde el pueblo donde me nacieron.

La peli fue dirigida por Rafael Gil en la lejana fecha de 1951. Tuvo, entre otros, como actores a Julia Caba Alba, Fernando Rey, Fernando Sancho... La música, de Halfter... ¿Título? "La señora de Fátima". Sí, sí. Una "joya" de un tiempo que nunca volverá de la que me acordaba vagamente y que al verla de nuevo la impresión es totalmente otra; pero casi la ví entera sin dormirme. Casi.

Advierto que el trozo que no ví, lo acabaré de ver esta noche.

¿Seré nostálgico o es que recuperar el pasado es necesario en todas las facetas de la vida?

Bueno, Maxi, no cuentes tú a nadie estas debilidades nuestras! ¡Son tan bonitas!

Julio S. -

Javier, me honras con tu sospecha, pero no.

De los tiempos que pasé por la V.C., lo máximo que te podría haber comentado de literatura giraría en torno a la gloriosa plantilla del F. C. Barcelona, que aún recuerdo: Portero: SADURNÍ; Defensas: BENITEZ, OLIVELLA y ELADIO; Medios: GENSANA y SEGARRA; y Delanteros: RIFÉ, PEREDA, ZALDÚA, FUSTÉ y RE.

Un abrazo.

Salva -

Se me pasó comentar que los "bibliotecarios" de aquel año, fuimos elegidos por votación de los compañeros de clase. ¿Aires democráticos ?. No lo sé, pero, recuerdo que así fué.

Julio Correas -

Amigo Maxi,
los del norte, el colesterol lo combatimos con carnes de cerdo y mojando con pan. Los de Bilbao se lo meten directamente en vena.. y oye, no les pasa nada pués!
Pero debo informarte que el botillo no tiene ni gotita de colesterol. Es todo bueno!
Centeno incluso te deja chupar los huesos.
Así que yo creo que deberíais daros una vuelta por Magaz el día 25, que nos encantaría veros. Además vamos a comer en las escuelas y allí, como bien sabes, se "quema" todo.
Un abrazote.

Olóriz -

¡Esos del botillo!...
¡Pordiós! ¿Y el colesterol?

Olóriz -

Javivi, el escribir a toda prisa tiene el inconveniente de que puedes dar a entender torpemente lo que no quieres decir.
No te miento si te digo que de vez en cuando veo a Joselito (si mis hijos se enteran…) en alguna peli de Cine de Barrio, pero no era mi intención comparar a la Montiel con Martín Vigil, sobre todo con el que tú conoces más de cerca y retratas, y ante el cual me descubro.

Olóriz -

No somos mirones, sino fieles seguidores de vuestra pluma, con perdón.
Javivi, te comprendo perfectamente. Con decirte que de vez en cuando escucho a Sarita Montiel en el Spotify…
Una de las cosas buenas de este blog es que siempre hay alguien capaz de contar con bellos palabros cosas, sucedidos, sensaciones, sentimientos que tú recuerdas pero que no sabes expresar con la precisión y el bien contar con que ellos lo hacen. (Sigo pensando que algo bueno debió de tener aquel colegio). Es un auténtico placer leeros. Por favor, que no cesen las polémicas de este tipo.

La biblioteca del colegio, entre los años 62 y 64, estaba en el cuarto lateral una de las aulas de la escuela mayor. El bibliotecario era el Padre Domínguez.

En cuanto a la visita de Su Excelencia, yo sí la recuerdo bastante bien. En el acto (¡!) del santuario no estaba presente todo el colegio; solamente la escolanía. Claro que ahora las cosas son muy diferentes. Ahora los palios son virtuales, invisibles, espirituales. Pero, haberlos, haylos. Además, ¿qué tendría que temer el caudillo ahora que el Barça está a -10 del Madrid? Aunque dicen que en Barcelona la sensación térmica es mucho más baja...

Javier del Vigo -

Marcelino, que yo no tengo ninguna novela del difunto Martín Vigil entre mis libros de cabecera. Es más, literariamente –y con nuestros ojos de hoy- coincido contigo, entre otras razones, por el “argumento de autoridad”; que te sé con señorío suficiente como para valorar y opinar mucho mejor que yo, que fui y sigo siendo un cuentista; osea, un contador de historias. Y, a veces, historias mal contadas.

Lo que intenté y mantengo –como tú, que ya vamos siendo mayores y cabezotas- es contextualizar la obra literaria del "novelista social" y mostrar públicamente mi agradecimiento a la persona que, cuando quise recurrir a ella, me tendió la mano y me ayudó en lo que pudo a la primera. Ayuda inestimable, porque cuando lo contacté, ya la enfermedad era dueña y señora de su cuerpo; aún así, se afanó por satisfacerme en el cómo y el porqué de “Una chabola en Bilbao”.

Así que, en mi entrada, me dejé llevar por el viejo dicho, "es de bien nacidos ser agradecidos”. No más. Ni menos.

Por otra parte, supongo conoces su testamento (yo lo pillé en La Nueva España, precisamente) donde Martín Vigil «confiesa abiertamente su fe, su amor a la Compañía de Jesús, ignora su obra literaria y se despide con una enorme sencillez». (Lamet dixit)

¡Cuántas veces he oído a los creyentes cristianos y a los políticos que nos desgobiernan que hay que pedir perdón! Bien, pues tú sabes que en el testamento publicado, Martín Vigil pidió perdón a los «acreedores míos con razón, que serán más de los que están en mi memoria. Amé al prójimo, no tanto como a mí mismo, aunque intenté acercarme muchas veces…Sólo deseo la cremación y la consiguiente devolución de las cenizas a la tierra, en la forma más simple, sencilla y menos molesta y onerosa. Pasad pues de flores, esquelas recordatorios y similares. Todo eso es humo. Sólo deseo oraciones. De este mundo sólo me llevo lo que me traje, mi alma...».

Ante esas frases, deja, Marcelino, que este cuando menos agnóstico que aquí escribe se quite la txapela con respeto ante el hombre que se fue de puntillas hace un año.

Y tú sigue deleitándonos con esa memoria prodigiosa y esa pluma tan certera.

Por acabar, algunos aspectos más triviales, para “desengrasar”:

Nuestra memoria de aquellos tiempos es subjetiva y personal, lo he comprobado en el blog infinidad de veces; pero no recordaba yo la existencia de una “biblioteca”; sin embargo, Salva la ubica, luego existió. Mi pregunta: ¿Existió desde los inicios o fue una creación posterior, incluso posterior al año 67?

¡Venga, mirones, estrujad neuronas!

Otra cosa, Julito S: No entiendo esa afirmación tuya de que Julito C no estuvo en Caleruega… Yo, tampoco; y, sin embargo, leí "Los nuevos curas" en León. ¿No serías tú quien introdujo en la Fundación “clandestinamente” la novela? Porque aquella obra, de mayor realismo sociológico e ideológico que la de Martín Vigil me la "pasó" alguien en León; yo pensaba que fue Julito C., pero ¿y si el transgresor de las “leyes” hubieras sido tú?

A estas alturas del tiempo, puedes declararlo, porque la “culpa” –si la hubiera- ha prescrito. No serás juzgado.

Salva -

La biblioteca de la Escuela mayor estaba en pequeño cuarto al que se accedía desde el hall situado entre la Recreación y el pasillo de las aulas. Tenía una pequeña ventana con vistas al práu de las cerezales pegado a la espalda de la Recreación. Aquella ventana era la chimenea de los Celtas que chupábamos como sapos mientras fuimos bibliotecarios mi amigo Aureliano y yo: Hablo del curso 72-73. Los libros de Martín Vigil eran, probablemente, los más solicitados aunque, por aquel entonces pusimos de moda, con el boca-oreja, el "Adiós a las Armas". Cuarenta años mas tarde, hasta yo soy capaz de desmenuzar aquellas novelas, o lo que fueran, así como el tipo de persona que, parece ser era su autor .( Juan Eslava Galán lo cita y hasta analiza en uno de sun últimos libros ) Me queda el recuerdo de que, a mi, me gustaban y hasta me parecían algo diferente entre tanto San Tarsicio y compañía que siempre acababan apiolados y con cara de risa, "pancima". Palios, martirios ejemplares y demás parafernalia me ponen hoy como me ponen, pero, hace 40 años, yo tenía 15 y lo verdaderamente importante eran los aprobados raspados y que ganara la liga el Madrid. La vida empezó después y mis ojos no cambiaron de color, pero lo que veía sí.

Julio S -

Javier del V., tienes razón, no era "los curas obreros", sino "los nuevos curas". Y no fue el Julito Correas..., que no estaba en Caleruega.

Otro abrazo

Julio S -

Con los ojos y la mente de un chiquillo de Cistierna leí, de Martín Vigil, la SEXTA GALERÍA. La impresión que saqué fue la de un desconocimiento total de la realidad minera, convirtiéndose en un autor a desechar. El caso es que, por aquel entonces, llegó a mis manos un libro francés (LOS CURAS OBREROS???) y sí me gustó, propiciando algunos cursos de FP en el noviciado. A la postre, no salí cura, tampoco obrero. No como el Pitu, que una vez compartió el mango (¡¡¡qué recuerdos cuando funcionaba!!!) de un pico, y sí se puede considerar tal.

Por cierto, mucho más interesante una novelita que se acaba de editar en España: ALÍ Y NINO, de Kurban Said. Libros Asteroide.18´95 €. Simplemente deliciosa. ¿Es posible la “alianza de civilizaciones?.

Un abrazo

Benjamín Díaz Gutiérrez -

Cuando aquí me enteré de quién era Marcelino logré hacerme con varias de sus obras pero me fue imposible hacerme con La sombra del tren, en varias librerías y en internet lo dan como descatalogado, a ver si alguien me puede ayudar, quizá en alguna librería de Sotrondio, o simplemente alguien me lo puede prestar, desde luego estoy con todos los que aprecian sus escritos

Pedro Sánchez Menéndez -

Estoy de acuerdo con Justino. Abro con frecuencia el/la blog y me encanta leeros. Saludos a todos. Pedro

justino -

Ha sido un placer leer los relatos de Marcelino, (los tres) así como la intervención de Javivi y de todos cuantos habeis participado con vuestros siempre
amenos, inteligentes y acertados comentarios.
Al igual que Luisito Heredia, me he visto acompañando a Marcelino por todo el colegio y aledaños del mismo.
Aprovecho Marce para decir, que yo también fuí lector de alguno de los libros que mencionas.
Como anécdota sobre la lectura en
el comedor, debo confesar que a pesar de haber visto "Las Nieves del Kilimanjaro", "Hatari" y "Mogambo" en el cine de mi padre en Valderas, me atasqué de mala manera ante palabra "sabana".
Un abrazo

Marcelino Iglesias Suárez -

UNA PRECISIÓN CON JUICIOS DE VALOR
Estimado Javivi, mi juicio sobre la novela como ñoña y plagada de trampas sentimentaloides no varía un ápice. Pero añado esta precisión. Recordarás que la cita, a pie de página, iba con una coletilla al respecto: “Ya sé, ya sé: entonces no lo veíamos así”. Creía yo que bastaba con esa matización sobre el contexto en que la leímos. Sobre el autor y personaje, leí hace días —creo que lo recogía “El País”— tanto lo señalado por el jesuita Lamet cuanto lo recordado por Luis Antonio de Villena, esas referencias que tú incluyes en tu entrada. Nada que objetar. Sí añadir que fue a raíz de su muerte, va para un año ya, cuando Antonio Masip, exalcalde de Oviedo y hoy eurodiputado por el PSOE, aludió en la prensa local con dureza crítica a ciertas reuniones en casa de Martín Vigil de adolescentes de la burguesía ovetense, él incluido…
Dicho lo anterior, sobre apetencias y gustos referidos al sexo allá cada cual, siempre que sea en plano de igualdad y libertad.
De tu estima literaria por el autor, allá cada cual: cada uno tiene sus gustos literarios. No obstante, Javivi, yo no situaría ni a “Una chabola en Bilbao” ni a “Sexta galería” ni cualesquiera de las obras de tan prolífico autor como referencia crítica o social (y mucho menos literaria) de aquellos años de silencio y represión, al lado de, por ejemplo, “El Jarama”, “Los bravos” o, cómo no, “Tiempo de silencio”. Las obras de Martín Vigil figuran en otro apartado de la literatura de posguerra. Digo más: puesto a recomendar una obra narrativa con adolescentes como protagonistas, no lo haría con la novela de marras (sigo pensando que, eso sí, se leía con soltura y que tenía su atractivo ensoñador sobre el enamoramiento adolescente, sobre las inquietudes de la edad… Cómo no: seguramente, entonces y allí, yo también fantaseé sobre Karin), y sí, por ejemplo, con “El guardián entre el centeno”.
¿DÓNDE ESTABA LA BIBLIOTECA?
Me acabo de acordar de que la biblioteca estaba al fondo del estudio, o tal vez en un lateral. ¿Me equivoco, alguien puede precisar dónde estaba la biblioteca? ¿Quién era su encargado? ¿Quién te permitía o vetaba la lectura de los libros? Y leyéndote esta mañana, Javivi, se filtró fulgurante otro libro leído allí que entonces sí que me marcó, un libro también con protagonistas adolescentes, situado durante la guerra, y de él surgió de nuevo la tremenda historia de la muchacha, una niña aún, que por hambre se prostituía: una lata de sardinas era su precio. La novela se titula “Edad prohibida”, cuyo autor es Torcuato Luca de Tena — novelista, dramaturgo y académico—, un miembro de esa familia monárquica y vinculada al ABC. Poco más recuerdo de esa novela— bastante escabrosa y descarnada: ¿cómo me la permitieron leer?— de amistades, amores, traiciones y reencuentros de alguno de los protagonistas ya de adultos.
Claro que también me acuerdo de la aventura de la Kon-Tiki, pero no de haberle puesto voz: debió de ser antes de ejercer yo tal menester.
FRANCO BAJO PALIO Y EL BRAZO INCORRUPTO DE SANTA TERESA
Que alguien me corrija, pero tengo la certeza de que yo no asistí a esa ceremonia de exaltación del nacional catolicismo que tan ilustrativamente recogen las fotos de Manso. Supongo que solamente acudiría la Escolanía. Sí que recuerdo, no obstante, la agitación de aquellos días por la visita, el ajetreo y nerviosismo por los preparativos, las referencias laudatorias al Caudillo… ¿Cuál era el motivo de su visita? ¿Los fastos del Congreso Eucarístico? ¿Se proyectó con tal motivo la perversa hagiografía cinematográfica "Franco, ese hombre"?
No sé si por esas fechas, lo que sí recuerdo perfectamente es haber acudido en fila a ver y honrar el brazo incorrupto de Santa Teresa, expuesto durante días en el Santuario. Creo no equivocarme que se trataba del que tenía en custodia el Dictador. ¿Fue en aquella visita cuando se lo prestó al Santuario? Creo recordar también que ese brazo anduvo de gira por media España…, "la de cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María".
PARA EL FLORILEGIO DE “OXIMORRONES” DE EL PITU Y CUESTIONES CONEXAS
Aunque ya fuera del lugar correspondiente, pero a propósito del personaje que la jerarquía católica paseaba bajo palio, ahí van estos oxímoros:
Franco, ese hombre
España, 25 años de paz (1939-1964)

Apostilla
Sí, la paz de los cementerios; la de las cunetas en que miles de huesos aguardan tener nombre. Eso que vienen negando sistemáticamente los herederos —hijos y nietos—: la labor de persecución sistemática a que los sometió ese régimen cruel, sanguinario y vengador. Ese sí que es un tremebundo oxímoron histórico. Y este otro de días atrás:
Tribunal Supremo y Justicia
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Escribí en su día y no envié (A propósito de la foto de Franco bajo palio en el Santuario de la Virgen del Camino, hacia 1964) lo que sigue:
Pitu (permitidme la sinécdoque): ¿No te parece, compañero, que el lugar apropiado a sus méritos no es el templo ni bajo palio? No sé: a mí se me ocurre como lugar apropiado la cochiquera de Máximo, el de la granja.

Marcelino Iglesias

JOSE MANUEL GARCÍA VALDES -

¿Sería una mala expresión,conduciría a error si digo que los del 61, en concreto Marcelino y Javivi, tienen tan buena pluma como el Martín? Recalco, tan buena pluma, no más pluma. No sé si esto y aquello es un oxímoron,sólo pretende poner de manifiesto que sois unos artistas de la pluma. De algo sirvieron aquellas lecturas prohibidas que os pusieron dura la cabeza pero blanda la pluma. No tenéis más remedio que seguir contando historias, así sacaréis adelante la memoria histórica. ¿Ande andarán todos esos que también podrían contarlas y egoístamente se las guardan?
Ser de la ALDEA GLOBAL es pertenecer al reino del oxímoron.
Abrazos

----------Tuñón---------------------------------------------- -

"Los curas comunistas",los que peinamos canas y vivimos las huelgas de la mineria de los años sesenta en las cuencas del Nalón y del Caudal aparecieron una pleyade de curas que sin abandonar su pastoral,trabajaron en talleres y en el exterior de las minas y ayudaron a escapar a los cabecillas de los mineros a los que el régimen fraquista perseguia sin tregua.
Hicieron una gran labor pasando pasquines comunistas en los tajos de trabajo.
DE aquí noveló Martín Vigil su obra.