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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

VIAJE POR EL RECUERDO

VIAJE POR EL RECUERDO

Santos Suárez Santamarta nos felicita estas Navidades a la vez que nos acompaña su versión de nuestra historia, de nuestros recuerdos del Colegio de la Virgen del Camino y de aquella edad primera, edad bella y bendita sobre la que el recuerdo siempre orbita.

La fotografía me la envía Guillermo García, una representación navideña del año 1959 en el Teatro del Colegio.


 

Sea mi felicitación de Navidad compartir con vosotros estas estrofas –entre la oda y la elegía- en las que van recuerdos y afectos en torno a nuestra ya  lejana vida colegial con ánimo de seguir reforzando los lazos que nos unen, despertar algunas de nuestras mejores vivencias de aquel entonces y contribuir a que este blog no decaiga.

Feliz Navidad.

Un abrazo. Santos S.Santamarta.

 


 

Otro viaje por el recuerdo

 

Queridos compañeros,

antes que termitas del olvido

hagan más agujeros

al recuerdo del tiempo compartido,

quiero avivar ahora

las ascuas del ayer sin más demora.

 

Mi despejada frente

parece no tener otro cuidado

que andar frecuentemente

volcada en los asuntos del  pasado,

con mayor insistencia

los del tiempo que fue de adolescencia

 

Pues de modo incesante

como frutos asibles  a  la mano

recobro a cada instante

los recuerdos de aquel ayer lejano

en que yo, adolescente ,

de la vida y del mundo era inconsciente.

 

Da comienzo esta historia

cuando aún era  niño  pueblerino

en marcha migratoria

a un colegio en la Virgen del Camino, 

internado de chicos,

fundado por los frailes dominicos

 

Que se había erigido

dominando una  extensa paramera

en un árido ejido

y al borde de la misma carretera

que es también el camino

del que marcha a Santiago peregrino.

 

Fue al final de un verano;

todavía quedaba por la era

la parva, escasa en grano,

cuando dejaba yo por vez primera

mi gente y mi poblado

y llegaba, medroso, al internado.

 

Allí encontré enseguida,

ahuyentando temores venideros,

animosa acogida,

aunque en muchos de aquellos compañeros

veía mi reflejo

como si cada cual fuese un espejo.

 

Hoy juzgo un  privilegio

y una satisfacción haber vivido

interno en un colegio

al que siempre recuerdo agradecido

y  a no ser por demencia

de él  siempre hablaré con complacencia

 

Pues en  tiempos de inopia,

tras una guerra cruel no muy lejana,

tuve allí casa propia

y enteramente abierta una ventana 

que daba por ventura

al mar de la amistad y la cultura.  

 

 

Mis recuerdos mejores

quisieran ser un cálido homenaje

a aquellos profesores

que me dieron no sólo este equipaje

con que voy por el mundo

sino un algo especial  y más profundo.

 

Y aunque la mayoría

de cuantos allí estaban ya se han ido

los llevo cada día 

a salvo de la incuria y del olvido:

cada cual con su acento

fue para mi velamen brisa o viento.

 

En su diaria brega

con nosotros, aunque de carne y hueso,

fueron tesón y entrega

entusiasmo y saber; y yo por eso

no fuera bien nacido

sin sentirme y mostrarme agradecido.

 

Con afecto y ternura

recuerdo especialmente a un hombre bueno

de ascética figura,

abnegado, magnánimo y sereno,

de interior fortaleza

y fuente de exterior delicadeza

 

 

Tuve allí compañeros

agraciados con tan extensa parte

de dones verdaderos

de amistad y nobleza, ciencia y arte,

que muy difícilmente 

diera en otro lugar con mejor gente:

 

Actores y  cantores

pintores y  cabales deportistas,

poetas y escritores

y una nutrida pléyade de artistas  

de habilidosas manos

que tocaban guitarras y pianos.

 

Otros más igualmente

con no menor destreza y disciplina

tañían sabiamente

la bandurria, el laúd, la mandolina…

como si ángeles fueran

o antes ya de nacer tocar supieran.

 

Pero allí sobre todo

hice buenos amigos cuya alma,

a semejanza o modo

de aquel sobrio lugar de luz y calma,

era sencilla y clara

y razón de que siempre los amara.

 

Como en el pan va el trigo

van su nombre y su rostro adolescente

amasados conmigo

y aunque el tiempo me hiciere un día demente,

no restara motivos

para que en mi demencia fueran vivos. 

 

 

A modo de inventario

hoy mi mente se va a la camarilla

al nuevo santuario, 

al estudio, las aulas,  la capilla,

al  hall  o  locutorio, 

al salón de recreo, al refectorio…

 

A los largos pasillos,

al teatro y a tantos más lugares

donde siendo chiquillos

vivimos peripecias y avatares

de quienes tienen sueños

por crecer y dejar de ser pequeños.

 

Afloran de repente

mil detalles, recuerdos y emociones

cuando evoca mi mente

todas estas estancias y rincones  

en cuyos mudos huecos

¡ cuán dormidos quedaron tantos ecos…!

 

 

Recuerdo, a mí llegada,

hallarme ante un larguísimo pasillo,

tras franquear la entrada,

que, aunque extendido en claridad y brillo,

vi ser un cortafuegos…

¡ de tantos  y tan íntimos apegos…!

 

Era el itinerario

de tránsito obligado a comedores,

tres veces a diario.

y por él, de menores a mayores,

se iba en doble hilera

para volver después de igual manera.

 

En largas filas mudas,

siempre al compás de nuestros pies ligeros,

porteábamos dudas

ilusiones y rezos misioneros

que como lluvia en calma

iban calando hasta el hondón del alma.

 

 

Igualmente pudiera  

mentar la diminuta camarilla

en que por vez primera

la almohada en que apoyaba la mejilla

sentí no ser mi almohada,

de montaraces hierbas perfumada.

 

En extremo sencillas,

de poco más de dos metros cuadrados,

eran las camarillas

un nocturno redil de estabulados

cuerpos adolescentes 

ajenos a otros mundos y otras gentes.

 

Si bien la fantasía,

sin trabas ni mordazas ni recelo,

resuelta trascendía

aquel lugar y, remontando el vuelo,

emprendía mil viajes

a los mismos nostálgicos parajes.

 

Allí, por las ventanas,

a través del cristal buscaba estrellas, 

brillantes y lejanas

y otra luz, titilante  como ellas,

que en la torre era guía 

y estrella colorada parecía.

 

Luego, en estrecha cama

el sueño cada noche se acercaba

sigiloso al pijama

y remolonamente se marchaba,

sólo llegado el día,

tras la ingrata ablución con agua fría.

 

Y ya, sin desperezos,

era norma dejar el dormitorio

y acudir a los rezos

bajando con presteza al oratorio

en dócil disciplina  

para invocar la protección divina.

 

 

Nuestra capilla era

como un cálido troj de la plegaria,

donde el alma pudiera

tener cuanta atención es necesaria

y el concentrado celo

para  entrar en contacto con el cielo

 

Por eso no tenía

ni una sola ventana tan siquiera;

su luz la recibía

de más allá del techo de madera

y aunque oculta o furtiva

fulgores derramaba  desde arriba.

 

Eran allí a diario

pías lecturas y meditaciones,

la misa y rosario,

los candorosos cantos y oraciones

y el continuo ejercicio

para amar la virtud y odiar el vicio.

 

Es, hoy, cerrar los ojos

y verme ante el mosaico aquel que presidía

nuestros rezos de hinojos

con una dulce imagen de María

nuestra madre y señora

que extendía su manto protectora.

 

 

El rezo del rosario

después de la merienda  era el preludio,

repetido a diario,

de un tiempo largo en el salón de estudio

en silencio profundo

sostenido  hasta el  último segundo.

 

De donde, sin embargo,

se podía salir en ocasiones,

mas sólo por encargo

o acudir a frecuentes confesiones

de pecados veniales:

que lugar no era aquel  para otros males.

 

Dejando el guardapolvo,

que era en dicho local traje de gala,

por el “ego te absolvo

se podía salir de  aquella  sala

y volver liberado

de algún rato de estudio y del pecado.

 

Ante el pupitre, en filas,

apuramos allí las tardes lentas,

monótonas, tranquilas,

fatigosas a veces, somnolientas

donde sólo se oía

el sonar del papel o a quien tosía.

 

Y entre  largas  hileras 

remaba  yo con verbos deponentes

como preso en galeras,

vigilado por tubos fluorescentes

de los que siempre alguno

persistía en guiñarme inoportuno.

 

¡Cuántos atardeceres

usurpados por las obligaciones

de  acumular saberes  

acerca de ablativos,  ecuaciones…

o mil datos de historia

y darles acomodo en la memoria…!

 

Embridando de paso

tanta imaginación despendolada,

mientras que hacia el ocaso

se extendía la tarde arrebolada

sobre el páramo abierto

que hacía al internado ser más cierto.

 

 

Luminosos locales,

orientados al sol del mediodía

con grandes ventanales,

eran las aulas  en donde discurría

todo el aprendizaje

de las ciencias, la historia y el lenguaje.

 

Mi mente  las enlaza

a pupitres de hierro y de madera

con diseño  biplaza

que se anclaban sobre una carrilera

teniéndonos unidos,

y en pareja,  por orden de apellidos.

 

Frente al amplio encerado

pudimoos ser a veces vagabundos,

viajeros del pasado,

héroes y exploradores de otros mundos

o cualesquiera empeños 

que tuvieran cabida en nuestros sueños.

 

Sin dejar, a diario,

de dar cuenta de todas las lecciones

que marcaba  el temario

y, por enmarañadas traducciones,

transitar los caminos

de los clásicos griegos y latinos.

 

¡Cuántos palos de ciego

propiné allí, de pie, frente al estrado 

si el profesor de griego

me instaba a presentarle, despiadado,

mis traducciones toscas

que yo osaba adobar… ¡por si las moscas…!

 

Como Olimpo veía

el alto estrado al que los profesores

se alzaban cada día 

y un Sísifo era yo que entre sudores

las  piernas me temblaban

si a subir allá arriba me llamaban.

 

Por eso era un alivio

deportar en los fines de semana,

a César, Tito Livio..

y a toda aquella otra tropa hermana

de luminarias griegas:

Tucídides,  Heródoto… y colegas.

 

¡Qué cambios de semblante

y de ánimo los viernes se advertía

al ver que por delante

mayor tiempo de holganza se ofrecía,

más soñados paseos,

más deporte, más cine y más recreos!

 

 

Fuera sobre las cuatro

de la tarde en domingos y festivos

cuando rumbo al teatro

nos íbamos, alegres fugitivos,

llevados por la prisa

y ávidos de emoción, sorpresa o risa.

 

Era abrirse el oscuro

-verde oscuro- telón cuando ocurría

desmoronarse el muro

que confinaba nuestra fantasía

y allí quedaba suelta

hasta el ingrato fin y el dar la vuelta.

 

¡Conciertos, recitales

de coros y rondalla… las funciones

de autos sacramentales,

comedias, sainetes … proyecciones

de cine, sobre todo,

a las que siempre precedía el NO-DO!

 

Recuerdo boquiabierto

-y en esto la memoria no me falla-

aquel primer concierto

con que en este local nuestra rondalla

me ató  con suave tiento

y lazos de embeleso al duro asiento.

 

¡Fueron tantas veladas

de estéticas y gratas emociones,

de risa a carcajadas

por cómicas o chuscas actuaciones

que se me hacen presentes

las nostalgias, si en ello pongo mientes!

 

 

Caudal de sensaciones

era cada visita al santuario

en las celebraciones

con asperges, hisopo e incensario… 

el órgano tronante,

y la engolada voz del celebrante.

Aunque yo prefería

algunos otros más íntimos goces:

el canto, la armonía,

el temperado timbre de las voces

y la cadencia suave

que eran del sentimiento puerta y llave.

 

¡Qué hondas sacudidas

cuando una voz traslúcida entonaba

Mañanicas floridas…”

y con límpido timbre se elevaba

como un ciprés de hielo

que quisiera encender de escarcha el cielo!.

 

O el sonoro estallido

de aleluya por El Resucitado

con tal fervor sentido

y con tanta pasión interpretado

que si Haendel lo oyera

de una igual emoción se estremeciera.

 

Abatidos e insomnes,

en cambio, nos dejaba aquel lamento

de dolor “Oh, vos omnes…”

cantado con la unción y sentimiento

del que ante sí tenía  

la imagen del tormento y la agonía.

 

Polícromas vidrieras,

por el sol de la tarde traspasadas,

tintaban las maderas

olorosas del coro en mil lanzadas

de rayos de colores

despertando recónditos fervores.

 

Y desde el alto coro

llegaba a todo el templo y lo invadía

el surtidor sonoro 

de nuestra  bien templada escolanía,

guiada  con tal brío, 

que, escucharla, causaba escalofrío.

 

Allí un sabio organista,

dotado de finura en los sentidos

de  oído, tacto y vista,

daba brillo y color a los sonidos 

manejando entramados

de pedales,  registros y teclados.

 

¡Con qué humilde soltura

practicaba su arte y se adaptaba

a nuestra partitura

que el maestro de coro interpretaba

y a la vez dirigía

con pericia y pasión que conmovía …!

 

 

No evoco la comida

cuando va mi recuerdo al refectorio,

ya que en él enseguida

me sentía como en un auditorio

reparador de males

y fuente de deleites musicales.

 

Pues siendo melindroso

y desganado hasta lo indecible,

no encontraba sabroso

plato alguno ni nada apetecible,

aunque sí disfrutaba

de cuanta buena música sonaba.

 

Y usando los cubiertos

cual batutas iluso dirigía

sonatas y conciertos

o la más intrincada melodía:

ni el “Pájaro de fuego

érame inaccesible en este juego.

 

Eran las sinfonías,

conciertos y corales, condimento

de arroces y judías

o, por mejor decir, propio alimento

que, probado en inicio,

resultó ser después creciente  vicio.

 

¡Cuántos aprendizajes

musicales  -si en mi recuerdo hurgo-

prendidos a potajes…!

los Conciertos de Bach de Brandenburgo,

la Heroica, la Italiana,

la Incompleta, el Reloj o la Renana…

 

La sin par Primavera

o el Otoño, las Danzas Polovsianas

la Melodía Viajera,

nocturnos, barcarolas y pavanas,

el Reloj Sincopado

la Suite del  Gran Cañón del Colorado…

 

O grandes oberturas

y otras célebres piezas… audiciones

que, aliñando  verduras

o garbanzos, o arroz, o macarrones,

hacíanme su ingesta

algo menos difícil y molesta.

 

En mis cavilaciones

he llegado a pensar qué hubiera sido

sin aquellas raciones

de tan gustoso pan para el oído…

pues fue cabal sustento

para un alma infantil en crecimiento.

 

 

Llegando cada año

el tiempo de calor, apetecía

la práctica del baño

y era de ver en él cuánta alegría

y qué hidráulicos goces

causaban  tanta risa y tales voces.

 

Aunque también había

compañeros que, siendo de secano,

les faltaba osadía

para lanzarse al agua y con la mano

al borde se agarraban

y no hidratarles mucho suplicaban.

 

Retengo en mi retina  

surtido de albornoces de colores

en torno a la piscina

y en mi piel la caricia y los frescores

del agua recibida

en cada chapuzón y zambullida.

 

Y las competiciones

por lograr la pericia y las maneras

de emular tiburones

o delfines en tamañas carreras

que pocos sin embargo

nadaban de seguido más de un largo.

 

 

De mi primer recreo

traigo conmigo aquel paraje llano,

que en el recuerdo aún veo,

su apacible horizonte, tan lejano ,

y un aroma que era

de uva madurada  y rastrojera

 

con los vendimiadores

que volvían trayendo ya repletas

de afanes, de labores

y certezas de vino sus carretas.

Y al pasar nos miraban…

y por entre el vallado uvas nos daban.

 

O el campo pedregoso

mostrando aún heridas del arado,

y el botar engañoso

de un balón recosido y abombado

que tras de sí atraía,

en tropel, pertinaz chavalería.

 

Y aquel lúdico invento

que “sebá” se llamaba y consistía

en el enroscamiento

de un cordel -y un balón, que de él pendía-

a un mástil de madera

y evitar que el rival lo consiguiera.

 

También de aquellos días  

mi  dispersa memoria aún recuerda

endebles porterías

montadas con dos palos y una cuerda,

que eran vano objetivo

del  balón-bumerán de bote esquivo

 

Y la paciente espera

por si el  azar dejaba allí, a mi lado

aquella extraña esfera

para verme, por fin, recompensado

al menos con un chute

y obtener tan efímero disfrute.

 

Con un tan mal calzado

que al chutar al balón el pie torcía

o dejaba dañado.

Nadie, para jugar, botas tenía,

ni siquiera baratas:

solamente playeros o alpargatas.

 

Retengo aquel paisaje, 

de intensa luz tendida por el suelo

sin brumas ni celaje

mientras zurciendo el puro azul del cielo

livianas avionetas

ensayaban picados y piruetas.

 

¡Qué gratas las mañanas

de domingo y tardes de recreo…

con qué codicia y ganas

nos dábamos al juego y parloteo

al que fin daba, ingrato,

el pitido estridente de un silbato!

 

¡Y aquellas tardes quedas

de paseo entre vides o entre trigos

por rústicas veredas

polvorientas con el grupo de amigos

de todo conversando

en su qué y su por qué, su cómo y cuándo…!

 

Y en llegando al destino

-que al salir del invierno eran las eras

del poblado vecino-

¡qué sonoro pregón de primaveras

eran las infinitas,

silenciosas y humildes margaritas…!

 

¡O el plácido aleteo

de hojas de los álamos albares

del valle, y el oreo

de aquellos perfumados  tomillares 

que extendían su aroma

por toda la ladera y por la loma…!

 

Luego, al volver, la fuente

de peces de colores teselada…

y aquel pulpo indolente

de fija y enigmática mirada,

que si el agua caía

sobre él pareciera que reía… 

 

Catalpas y cerezos,

que en nuestro entorno, allí, lentos crecían,

velaban nuestros rezos,

nuestros juegos y estudio;  y  nos medían

a su lograda altura

curso a curso también nuestra estatura.

 

 

Fueron tiempos aquellos

de vigor juvenil y ágil figura ,

de abundosos cabellos,

de esbeltez corporal, de donosura

y tersa  piel de seda

de lo cual, por desgracia, nada queda.

 

Lejanos se han quedado

los rizos, el copete o el flequillo ,

el primer afeitado,

la primera calada a un cigarrillo

y aquel look de muchachos

de pantalones cortos o bombachos.

 

Y ya el árbol frondoso

del que ayer cada uno fuimos hoja

hoy tiene un tronco añoso

 y de continuo ya se nos deshoja.

¡ Cuántas hojas, caídas,

se van yendo en dolientes despedidas… !

 

¡Qué vívidos  y  extraños

se me muestran, desde esta edad madura,

aquellos tiernos años…!

Hoy mi mente, advertida, conjetura

que la vida es distancia

y aledaño, tan solo, de la infancia. 

 

Desatinado anhelo

el del niño, que a ser mayor aspira

y a tal fin echa el vuelo,

sin saber que, en llegando allá se vira,

viendo vacío el sueño,

y quisiera volver a ser pequeño.

 

Por eso es don del cielo

gozar en nuestro otoño esta manera

de hallarnos; y el consuelo

de celebrar aquella edad primera,

edad bella y bendita

sobre la que el recuerdo siempre orbita.

 

 


 

21 comentarios

tirapu -

Gracias, lo he leido con atencion y emocion comparto mucho de lo que escribes y me has hecho feliz un ratico.
Salud y suerte para todos
+

Eugenio González Núñez -

¡Qué memorión, qué gran prodigio de corazón el tuyo! Bien sabes todo lo que te aprecio y te quiero, pero ahora mucho más. Espero que nos veamos en Oviedo en enero, mientras tanto unas felices Navidades para ti y para toda tu familia.

Un gran abrazo de hermano.
Eugenio.

Santos Suárez Santamarta -

José María, Luis, Isidro, Julio C., Javier, Federico, Pedro, Benjamín, José Ignacio, Patxi, F.J.Malvarez, Jesús, José Ramón, Fernando A. Antonio… Muchas gracias. ¡Qué buenos, qué amables y qué comprensivos sois!. ¡Cómo se nota que habéis estudiado en un buen colegio!. Sólo tenéis un defecto: todos os habéis excedido en el elogio, unos más que otros y hasta con increíbles oximorons (entrañable Javier: ¿qué deberá ser eso de “acojonarse de gusto”?) .

Un fuerte abrazo para todos con me afecto y mis mejores deseos.

Fernando Alonso Díez -

Hablaré con Lalo para que me dé una idea y así no ensombrecer el contenido de la obra, si lo hiciera yo se estropearía en el intento: quiero editar para mis nietos la biografía más bellamente escrita y que nunca pudiera imaginar sobre mis años de infancia y adolescencia. Santos, lo dices todo y tan bien… Qué lujo poder leeros a compañeros-maestros en este arte de la expresión y disfrutar cada vez que aparecéis por aquí.
Gracias también a José Ignacio, reflexionaré durante todo el año con el calendario de cabecera.
PD. ¡¡¡¡MUCHAS FELICIDADES!!!!, ANDRÉS

Javier Cirauqui -

Felicidades, Andrés, aunque tarde, que cumplas muchos más y que yo los vea. Un fuerte abrazo. Javier.

José Ramón Soriano Reig -

Gracias S.S.S por tu bellisima y real descripción. Pendiente tengo un agradecimineto a tu persona por un "Flequillo" que me dedicaste, que se llevó por delante un virus del ordenador y que siempre he tenido muy presente...Gracias por aquello (el "flequillo"), gracias por lo de ahora y gracias por dedicarnos tiempo y querencia.
Un fuerte abrazo

Jesús Herrero Marcos -

Santos, gracias por esos recuerdos tan maravillosamente versificados.

Andresete, felicidades.

Malvárez -

¡Que prestosada! Disfruté leyéndolo,
Eres un hacha señor S.S.S.

Por otro lada y aunque sea tarde ¡Feliz Cumpleaños Ito!

Jesús

San Jose -

Lo leo y releo. Emocionante.

jose ignacio -

Santos, compañero del alma, qué bonita y fiel es tu composición poética describiendo nuestra experiencia vital de la infancia en tierra extraña. Obligas a “recordar el recuerdo.”

Nos has dado un entrañable regalo de Navidad. Ha sido todo muy bonito.

Un fuerte abrazo.

N/B.- A este paso la presente generación poética de “jóvenes promesas”, que nuestro blog está descubriendo, va a arrasar dentro de unos años…

benjamín -

bravo

Luis Heredia -

¡Andreeeeeeeeeés¡ Si estás ahí y me escuchas, muchas Felicidades.

Y no sigas adelgazando porque al peso que vas no vas a salir en la foto.

Pedro Sánchez Menéndez -

Andrés, te llamo y no me respondes. Felicidades.
Quiero aprovechar la entrada para desahogarme después de leer todos los versos de José Ignacio. Tengo que reconocer que me han emocionado, como también los de Santos. José Ignacio, ¿te veré en Navidad? Estaré cerca de ti por unos días. Felicidades a todos. Pedro.

Luis Heredia -

Por favor, volved a leer los últimos seis versos.

Todo en la composición es hermoso, como dice Cícero. Pero es que me impresiona también la manera de terminarla.

No se puede describir mejor lo que fuimos, somos y sentimos muchos de los que vivimos en La Virgen del Camino. Y también los Padres y ex con los que aún compartimos Misa, comida, canciones y encuentros.

Otra vez, gracias, Santos

Julio Correas -

Hoy cumple : ANDRÉS CORTÉS allá por las tierras del levante español.
FELICIDADES!!!!
Anda, Furriel, felicita a tu hermanísimo!

Pedro Sánchez Menéndez -

Santos: Me he quedado anonadado con tu relato versificado de lo que era la vida en el Colegio de la Virgen del Camino. Gracias. Te deseo lo mejor en la vida. Pedro

federico esteban monasterio -

Es, sin merecer ni a nadie ni a nada, el mejor regalo de Navidad.
Abrazos a todos.

Javier Cirauqui -

Querido Santos S. Santamarta:
Ostris, quué buenos, qué guays, qué cojonudos esto srecuerdos en oda o elegía, como tú dices. Me han anonadado, entusiasmado, ilusionado y hasta acojonado de gusto. Así el blog se crece y se estrechan y unen nuestros lazos, de todos los que pasamos por la Virgen del Camino, los viejos y los nuevos en que siempre pienso.
Merecerías que te dieran el Premio Padre Pedro a la Concordia y el Premio Padre Guervós a la Poesía y a la Metrica, asonantada y aconsonantada. Un fuerte abrazo y gracias por tan tamaña e impresionante felicitación. Con mucho cariño. Javier. Yo también te felicito.

Julio Correas -

Amigo S.S.S.
Me he puesto música de la Escolanía para releerlo y ... gozada de recuerdos y vivencia ensartada en la amistad de aquellos compañeros. Felicidades!

Un abrazo.

Isidro Cicero -

Madrugo para felicitarte encantado por esta hermosísima y perfecta composición. Un deleite.

Luis Heredia -

Nunca pensé que cuatro años de mi vida se hubieran podido contener en un poema.
Santos Suárez, yo te echaba mucho de menos.
Mereció la pena esperar por lo que nos acabas de regalar.

Gracias,pero, prodígate un poco más, por favor.