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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

OTRA EXCURSIÓN AL RECUERDO (Por Santos Suárez Santamarta)

OTRA EXCURSIÓN AL RECUERDO (Por Santos Suárez Santamarta)

Quiero hacer llegar mi felicitación navideña a cuantos aquí os asomáis compartiendo algunos de los muchos y gratos recuerdos  comunes de nuestros años de colegio. Espero que no se vea mal el hecho de no haber aplicado los “recortes” que aquí sí deberían haberse producido.

otra excursión al recuerdo

 

Mis queridos amigos quisiera,

como un mago, llevaros al tiempo

ya lejano en el cual compartimos

siendo niños el mismo colegio.

Con vosotros ahora quisiera,

en un viaje fugaz al recuerdo,

visitar los espacios de entonces

y volver a habitarlos de nuevo.

¡Qué cercanos aún, qué sonoros

y qué vivos, parece, los tengo

y a la vez qué distantes y mudos

los lugares que fueron tan nuestros!.

 

Os llevara primero al pasillo

porque ha sido también lo primero

que dejó viva huella en mis ojos

aquel día lejano de ingreso

cuando asido a mi vieja maleta

y escoltado por un compañero

lo cruzaba sintiendo en el alma

que lo hacía por un cortafuegos

o frontera que aislaba dos mundos

y anudaba a la vez dos apegos:

los del mundo que atrás ya quedaba

con los nuevos que hallara allí dentro

 

Regresad a este largo pasillo

que se hacía de limpio un espejo

por el cual en dos largas hileras

transitábamos siempre en silencio

unas veces quizá recordando

los queridos paisajes del pueblo,

otras veces pasando las cuentas

del rosario y rezando un misterio

o tal vez si la marcha se hacía

con destino al ansiado recreo

fuera fácil andar cavilando

en un lance inminente del juego.

 

Escuchad cómo llegan del fondo,

del local de rondalla, los ecos

de guitarras, bandurrias, laúdes, 

ensayando un futuro concierto.

Tras el tiempo pasado parece

que resurgen sonoros de nuevo

pasacalles, pavanas, gavotas,

zarabandas, rondós o boleros.

Y si al pronto las cuerdas se callan

y de súbito se hace el silencio

una voz se me hace que dice:

“otra vez, por favor, al comienzo”

para oír de inmediato que suenan

con más brío y compás instrumentos

que difunden armónicos sones

por espacios contiguos del Centro.

 

         *****

Ved ahora estas puertas que tienen

ventanucos con vista hacia adentro

¿recordáis? son las puertas que al aula

cada día nos daban acceso.

Qué emoción al abrirlas me embarga,

qué puyazo nostálgico siento 

al ver hoy a mi aula de entonces,

anegada en vacío y silencio.

 

Todavía me veo a mi mismo,

como tantos llegado de un pueblo,

aquel día primero de curso

apocado, medroso, perplejo…

con la proa del alma sin rumbo,

expropiado de apoyos paternos,

sin saber del manejo de velas

ni ser diestro en el uso de remos.

 

Y aturdido ante aquel amplio estrado,

sin apenas rozar el asiento

del pupitre que se me asignaba

entre el resto de mis compañeros.

Compañeros de los que por suerte

apellidos y nombre conservo

de manera que presto podría

recitarlos lo mismo que el credo.

Y también de su nombre prendidos

bien pudiera evocar sin esfuerzo

su semblante, su voz y su rostro

su lugar en el aula y su atuendo.

 

¡Qué habrá sido de tantos que entonces,

cada cual con sus historia y su acento,

convivimos entre estos pupitres

y ya nunca volvimos a vernos…!

¡Con qué llanto cuajado en los ojos

y qué pena anudada en el pecho

he sabido de algunos que un día

sin decirnos adiós se nos fueron.!

 

Aguardad todavía un instante

que del aula salir aún no puedo

sin pasarle la mano con mimo

al piano gastado, ya viejo

de aromática y noble madera

y teclado semiamarillento

que se hallaba cercano a la puerta

esperando que siempre al recreo,

unas jóvenes y ágiles manos

le pudieran sacar de su ensueño

con alguna sonata sencilla,

con algún divertido concierto

o, por darle a los dedos soltura,

con estudios, escalas y arpegios.

 

Y si acaso ignoráis el motivo

de mi amor por tan noble instrumento

decir debo que fue fiel testigo

de que algunos de aquellos maestros

que sentían pasión por la música

me insuflaran también como obsequio

este don que he traído en el alma

como un dulce y divino veneno.

 

*****

Tras dejar el pasillo y las aulas

y llegar hasta el hall deteneos

un momento y seguid evocando

lo que ahora contaros pretendo.

Era el céntrico hall un espacio

o lugar de parada o trasiego

desde el cual acceder se podía

a las otras estancias del centro:

el estudio, el pasillo, las aulas

la capilla, el salón de recreo,

la escalera que da al dormitorio,

los despachos de nuestros maestros

y aquel cuarto de peluquería

donde a veces con sádico celo

y también con frecuencia indebida

nos rapaban los vicios del pelo.

 

En el hall, recordáis, se instalaba

el belén al llegar el adviento

con sus montes nevados de harina,

y sus ríos de plata y espejos,

con su bóveda azul de escayola

y su estrella colgada del techo

que indicaba el pesebre del Niño

a los Magos llegados de lejos.

 

Era a veces también el espacio  

en el cual colocar los tableros

de murales por donde asomarse

a los mundos ajenos al nuestro

con recortes de prensa, con fotos,

con informes de ciencia o inventos

con relatos, dibujos… noticias

de curiosos o extraños sucesos.

Y también con reseñas del futbol

de la Copa, la Liga  o aquellos

sorprendentes regates y goles

de Di Stéfano, Puskas y Gento.

 

Todavía fijado en su muro

me imagino el teléfono negro

que al llegar los primeros domingos

nos tenía cercanos y atentos

por estar ese día esperando

que llamase el orondo portero

anunciando anheladas visitas

de los padres, o hermanos, o abuelos

con los cuales también nos llegaban

los balsámicos aires del pueblo

y las prendas de lana tejidas

con pericia y cariño maternos,

sobre todo las prendas de abrigo

con que hacer menos duro el invierno;

y aquel muy especial envoltorio

de embutidos y dulces caseros

de los cuales ya solo su aroma

incitaba a chuparse los dedos.

 

También daba a este hall una tolva

por la cual en un mágico vuelo

impulsábamos bolsas de ropa

hasta verlas chocar contra el suelo

desde donde después unos cuantos

esforzados y amables roperos

recogían y daban traslado

al lugar de lavado de nuevo.

 

         *****

Si queréis, desde aquí acompañadme

y subid, como entonces ligeros,

la escalera que da al dormitorio,

eso sí como siempre en silencio.

Cada cual hacia su camarilla,

tras volver de los últimos rezos

deseando dejar ya en la almohada

la fatiga del día y el sueño.

 

Describiros podría en detalle

cada parte de aquel aposento

que fue abrigo en zozobras del alma

y reposo al cansancio del cuerpo:

una amplia ventana oscilante

orientada hacia páramo extenso

que invitaba en las noches de luna

a mirar asombrados al cielo;

la cortina amarilla que daba

calidez luminosa y contento

cuando al alba llegaban benignos                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      

resplandores del sol mañanero;

un pequeño lavabo de loza

situado en el lado derecho

sobre el cual no faltaba tampoco

su repisa de vidrio y su espejo,

reflector de la barba incipiente

y la raya marcada en el pelo.

 

Y también otro hueco que hacía

las funciones de armario ropero

que al estar diseñado sin puerta

se accedía sin nada interpuesto

a colgar nuestro traje de fiesta

o el vistoso albornoz pajarero

o las prendas más largas de abrigo

protectoras del frío molesto.

 

En la parte frontal de la estancia

un banquillo o repisa recuerdo

que servía también de mesita

a la vez que soporte o asiento

donde era preciso a diario

dedicar dos minutos al menos

a limpiar y lustrar los zapatos

acatando consejos paternos.

 

Finalmente sobre una tarima

elevada a dos palmos del suelo

se extendía el colchón y dejaba

todavía debajo otro hueco

repartido entre dos cajoneras

conteniendo camisas, pañuelos…

y otro hueco mayor que cumplía

la encomienda de ser maletero

o también un secreto escondite

de algún rico o gustoso alimento

y accesibles tan solo al olfato

de algún buen ratoncillo viajero,

que por eso era objeto frecuente

de especial inspección, y por eso

se vetaba guardar golosinas

que al roedor le sirvieran de cebo.

 

Al salir, como ayer, de esta sala

que albergó nuestras horas de sueño

escuchad los clic-clac de las puertas

con aquel monocorde concierto

que al abrirse y cerrarse quebraban

el reposo de nuestro aposento 

 

Y también desde aquí yo quisiera

invitaros de nuevo al recuerdo

de aquel ser bondadoso, apacible,

servicial… que era nuestro enfermero;

que haldeando acudía a diario

anunciado por un tintineo

de cubiertos, rosarios y llaves

a curarnos los males del cuerpo.

O del alma también si postrados

por maléficas gripes de invierno

a la vez que grageas y caldos

dispensaba animosos consejos.

 

         *****

Quiero ahora que entréis al estudio

y ocupéis otra vez vuestro asiento

entre hileras de toscos pupitres

de madera con patas de hierro.

Alineados en largas hileras

como bogas de un barco remero,

cada cual acoplado a su mesa,

inclinados sobre un libro abierto,

y embutidos en un guardapolvos

que al crecer nos quedaba pequeño.

 

Volveréis a evocar nuevamente

los aromas de aquellos objetos:

los bolígrafos y lápices, gomas…

o el papel de los nuevos cuadernos

y el olor a la tinta reciente

que impregnaba las hojas de texto

de los libros con que cada curso

nos uncíamos siempre al comienzo.

 

Y si atrás echáis hoy la memoria

y los ojos cerráis un momento

os veréis en mil tardes de estudio 

-densas tardes de otoños e inviernos-

batallando con celtas y astures

recitando afluentes del Ebro

resolviendo ecuaciones complejas,

o buscando el supino de un verbo.

 

Recordando esta sala de estudio

se me hace seguir estar viendo

aquel fraile de blanco impoluto,

tan estricto a la par que tan serio,

que en un ir y venir de puntillas

parecía flotar sobre el suelo

y con próvido celo ambulaba

sin cesar el pasillo del centro

de un extremo hasta el otro velando

porque hubiera en la sala silencio.

 

Ved ahí de atalaya el estrado

del que ayer como rayos y truenos

en solemnes lecturas de notas

parecieran caer los suspensos.

Ante él me parece que escucho

la voz grave de enfático acento

desgranando hilarantes reproches

contra el blanco de alumnos inquietos

 

Aquí en este local los domingos

recordad con qué vivo deseo

se esperaba al final de la tarde

presenciar la sesión en directo

de un programa de radio emitido

por algunos de nuestros maestros

que querían sin duda instruirnos

y también a la vez distraernos.

 

Cuando ahora pasados los años

oigo aquel singular movimiento

de la gran sinfonía de Dvorak,

celebérrimo músico checo,

nuevamente me veo a mí mismo

como el resto de los compañeros

recogiendo enseguida los libros

arrimando al pupitre el asiento

y quedarme impaciente esperando

a que diera el programa comienzo.

 

¡Cuántas tardes de luz desmayada

y de frío exterior en invierno,

encontramos refugio en los libros

y agradable calor aquí dentro!

¡Cuántas otras, en cambio, tediosas,

cuando afuera estallaba el buen tiempo,                                         

escapar del pupitre quisimos

y volar por el páramo abierto!

 

       *****

Yo quisiera también invitaros

con piadoso silencio de nuevo

a volver a la austera capilla

nuestro espacio de cantos y rezos.

 

Con los brazos cruzados y en filas

acceded al pasillo del centro

para hacerse al final cremallera

que se abre en los bancos primeros.

Ocupad cada cual vuestro sitio

e iniciad, otra vez genuflexos,

la plegaria en común recitada

con fervor, limpia fe y sentimiento.

 

Y ante aquel imponente mosaico

nuevamente sentíos y veos

meditando, leyendo o mirando

asombrados los quince misterios

con precisa incisura grabados

en el muro enfoscado de yeso;

 

O, si en sólidos bancos sentados

con la vista inclinada hacia el suelo,

escuchad otra vez reflexiones

reprimendas, sermones, consejos…

exhortando a las buenas acciones

animando al afecto fraterno

o también si ello al caso viniere

invocando a la culpa y al miedo.

 

Pareciera que aquí todavía

estos muros devuelven los ecos

de los cantos que ayer traspasaban,

candorosos, el techo hacia el cielo

 

Hoy aún en las noches de luna,

perfumadas de flor de cerezos,

si volvéis al rincón de la fuente

y escucháis con oídos atentos

volveréis a sentir con asombro

nuevamente sonoros los ecos

de la cándida voz de unos niños

que entre cantos y rezos crecieron.

 

*****

Acercaros también yo quisiera

al lugar donde estuvo aquel tiempo

la piscina, el espacio anhelado

al llegar el calor veraniego.

Era este un lugar apacible

en la parte interior del Colegio,

un lugar recoleto y tranquilo

y vedado a los ojos ajenos

donde el agua en su calma se hacía

del purísimo cielo un espejo.

Donde había también arbolillos

que crecían callados y lentos

asomándose allí cada tarde

para ver de su fronda el reflejo.

 

¡Cuántos buenos momentos vividos

aquí en este lugar sucedieron

entre juegos y bromas y risas,

abstraídos del paso del tiempo,

cuando el agua nos daba caricias                                                                 

de agradable frescor en el cuerpo!

 

Hoy en cambio me vi sacudido

con la pena crecida que siento

al saber que la otrora piscina

por motivos que yo no comprendo

la cegaron mudándola en tumba

que cubrieron de escombro y desechos

y en la cual sin rubor enterraron

en el fondo profundo ya seco

chapuzones gozosos de niños,

zambullidas de risas y ensueños.

 

         *****

Desde el hall y volviendo al pasillo

de las aulas ahora podremos

alcanzar -como siempre en dos filas

y siguiendo el olor del puchero-

el local comedor que se hallaba

algo más alejado del centro

 

Por tres veces al día se hacía

aquel tránsito a paso ligero

por razón de apetito a la ida

y por ganas de juego al regreso

si la meta o final de la marcha

era el campo o salón de recreo.

 

Allí había dos filas de mesas

de formica con franja al extremo

de un color que era azul, amarillo

o algún otro que bien no recuerdo

Y las jarras de agua panzudas

que tenían un aro en el centro

del color de la franja citada

por tener jarra y mesas a juego.

Y los bancos aquellos que eran

prototipos de tosco diseño:

un sencillo tablón de madera

sustentándose en patas de hierro

que al final de las mismas calzaban

una pieza de caucho al efecto

de evitar los molestos chirridos

del metal al rozar contra el suelo.

 

Aquí en este lugar a menudo

tras llegar como alumnos de ingreso

aprendimos sensatas lecciones

y seguimos precisos consejos.

Os pudiera mentar de seguido

al respecto unos cuantos de ellos,

que hasta verlos cumplidos nos daban

los que allí fueron nuestros maestros:

sobre cómo sentarse a la mesa

cómo usar y poner los cubiertos

cómo ser esmerado en las formas

observando modales correctos,

por ejemplo: que el pan no se muerde

que se toma en pedazos pequeños,

que es de maleducados servirse

lo que luego resulte un exceso,

que está mal conversar mientras tanto

se contenga en la boca alimento

aunque, cierto, este norma no era

de interés o especial complimiento

dado que –ya sabéis- se almorzaba

casi siempre en completo silencio.

escuchando ejemplares lecturas

a diario que aquí a tal efecto

un lector con voz clara emitía

para el resto de los compañeros.

 

Eran estas lecturas a veces

sobre todo en cuaresma o adviento

persuasivas historias de vida

sazonadas de buenos ejemplos.

Otras veces aquí se escuchaban

divertidas novelas y cuentos

o relatos que asimismo fueran

de la mente a su vez alimento

 

También fue el comedor una sala

de audiciones en muchos momentos

en la cual a menudo aprendimos

a sentir por la música aprecio:

sobre todo la música clásica,

que no otras, objeto de veto,

pues aquí mayormente se oían

sinfonías, sonatas, conciertos…

de los más celebérrimos músicos

y en batuta de grandes maestros.

 

*****

¿Y qué tal os parece si ahora

evocando un domingo de aquellos,

tras volver de comer, conversando

por los campos en grupos dispersos

os hacéis a que oís el silbato,

tantas veces odioso y molesto,

convocando a formar en dos filas

para ir al teatro ligeros?

 

Veos pues transitando animosos

y expectantes el largo trayecto

extendido entre el campo de fútbol

y aquel nuestro especial coliseo.

 

Ascended a las gradas de arriba

y volved a tomar vuestro asiento

esperando apagarse las luces 

y guardando, impacientes, silencio

para ver algún film de aventuras,

de suspense, de humor, de vaqueros

del Far West que ya desde el principio

nos dejaba embobados y atentos.

 

Y también evocad las sesiones

de teatro amateur que se hicieron

en festivas y amenas veladas

salpicadas de humor o esperpento

cuando nuestros actores noveles

con vis cómica y fácil gracejo

actuando en sainetes jocosos,

o en alegres comedias de enredo

se anegaba la sala de risas

a la vez que temblaba el proscenio

 

*****

Si queréis visitemos ahora

el local de recreo cubierto

donde en días de frío o de lluvia

discurrían las horas de juego.

 

En él veos llegando en dos filas

con febril y acuciante deseo

de gritar y saltar y moverse

celebrando ser libres de nuevo

una vez que por fin se escuchaba

la palmada de mágico efecto

con la cual deshacíamos filas

estallando en un súbito estrépito.

 

Ved a algunos lanzarse de bruces

a las mesas de ping-pong resueltos

a coger la paleta con prisa

por ponerse a jugar los primeros.

Y volved a escuchar nuevamente

aquel seco sonar siempre a hueco

de pelotas de un lado hacia el otro

rebotando en los duros tableros

 

Y no sé por qué guardo la imagen

de esta sala como un lugar feo                                                                   

un local espacioso aunque triste

de plomizo adoquín en el suelo;

un lugar entre gélido y frío

sin ningún especial aderezo

sin adornos , ni plantas, ni cuadros

ni algún otro añadido elemento

que no fuera la gran cristalera

dando vista a un plantel de cerezos

 

Bajo aquella inclinada cubierta

de hormigón que tenía por techo

quien pudiera decir cuántos miles

de monótonas horas se fueron

comentando la liga de fútbol

conjurando temidos suspensos 

y si al caso venía otras veces

practicando un febril trapicheo

con el canje de cromos y comics 

o ladino intercambio de sellos.

 

Cuando ahora pasados los años

oigo típicos cantos de adviento,

villancicos de hielos y nieve

cascabeles al trote de renos

vuelvo a verme otra vez entre voces

y algazara infantil y jaleo

en aquel frío y triste recinto

que era nuestro salón de recreo

mientras fuera caía la lluvia

y los vientos movían los setos

o la nieve con plácida calma

alfombraba de alburas el suelo.

 

*****

Tras haber recorrido devotos

las estancias de nuestro colegio

finalmente quisiera llevaros

hacia afuera, a los campos abiertos,

a los campos de tierra y de polvo

que acogían las tardes de juegos

saturadas de luz en verano

o de bruma y de frío en invierno.

 

Tierras estas resecas y duras

donde antaño las vides crecieron

y después entre juegos y risas

germinaron amigos y sueños;

donde fuimos potrillos de doma

con flequillo cual crines al viento

persiguiendo en tropel incansables

el rodar del balón por el suelo;

 

Era aquí ritual cada tarde

cuando el sol ya caía a lo lejos

engullir con voraz apetito

la merienda cercando un gran cesto;

cada uno tomando del mismo

un buen trozo de pan blanco y tierno

maridado con dulces manzanas

o naranjas, o algún fruto seco

-avellanas o higos- o a veces

chocolate de aromas intensos

 

Hoy evoco otra vez estos campos,

escenario de charlas y juegos,

en la tarde de algún Viernes Santo

meditando en silencio por ellos,

cuando un viejo altavoz, desgarrando

los sonidos, echaba a los vientos

las cantatas que Bach compusiera

sobre el texto según San Mateo. 

 

Recordándome en ellos ahora 

también quiero evocar con afecto

la figura de aquel fraile anciano,

laborioso, apacible y risueño

que sentía pasión por las flores

y tenía afición a los sellos;

que animoso y asiduo acudía

a cuidar arbolillos enfermos

y a evitar que a las débiles plantas

les faltase el benéfico riego.

Hombre bueno del cual yo diría,

abstraído en su grato recuerdo,

que –rezando- regaba rosarios

y –regando- rezaba cerezos.

 

Hoy recuerdo estos campos con pena

por saberlos callados y secos

tan vacíos de juego y bullicio

y de ausencia y silencio tan llenos.

 

Campos desde los cuales entonces

ya de tarde al volver de paseo

el Colegio con luz parecía

zepelín navegando en el cielo.

Campos desde los cuales ahora

cuando sueño el Colegio lo veo

como un barco fantasma varado

y cautivo en bruma  del tiempo.

 

¡Qué nostalgias le llueven al alma

cuando en ella se agitan recuerdos

de una infancia lejana y perdida

bendecida en amigos y sueños!

 

         *****  

18 comentarios

Fernando Alonso Diez -

Santines: artista, poeta, cronista de mi vida niña y adolescente en verso, gracias por escribirlo tan bien y gracias también a Eugenio por ese estrambote serio que completa y cierra absolutamente el círculo.

Eugenio González Nuñez -

Santines: Acabo de leerte y me sentí fuera de mí, sacudido por un viento frío y seco - curtidor -, de familiar paramera leonesa. Mi esposa me acompaña, y al acabar tu magistral poema, me dice: “En todo el relato de tu amigo, no aparece ninguna mujer”. Yo quisiera explicarle todo aquello, lo de entonces, y me quedo perplejo, desconcertado, casi rígido por un frío interior en el que palpita para ella la sorpresa de lo extraño olvidado, el pasado inaudito vivido, el supuesto y por descontado don del celibato - regalo divino-, a precios de ganga y al alcance de todos como en tómbola de feria, o rifa de circo...

Tu historia me llegó un día de diciembre, corto, nevoso y gris, Día de Santos Inocentes, sin más recuerdos que tu nombre, el silencio yermo de los campos, y el neón titubeante y latoso de aquellos años lejanos de adolescencia y mocedad en ciernes, soñadores acurrucados en la inmensa sala del estudio...

Hoy sólo quiero comentar los dos versos últimos de tu genial poema.



“De una infancia lejana y perdida bendecida en amigos y sueños!”





Fueron años apenas vividos:

sin trenzas, bucles, suspiros,

hadas, princesas de cuentos,

amigas, risas, besos furtivos

en labios rosados, anhelantes

pechos estrenando corpiños,

incitando a cazar mariposas,

rosadas, ¡en cielo prohibido!



El mundo se nos quedó a medias

porque nunca supimos para quién

perfumarnos, peinar el flequillo,

para quien vestir el traje de fiesta,

a quién dedicar la primera estrofa

de aquel soneto nunca concluido,

avergonzados, cortados, sin saber

para quien destinar nuestros nidos

promesa de jóvenes que crecíamos

apartados de amores humanos,

en un mundo de entes divinos.



¡Ah qué ensueños aquellos!

secretos nunca compartidos,

en aquel mundo de hombres

guardianes de almas de niño.



Los entes se volvieron reales,

humanos los amores divinos.





Eugenio Gonzalez

Santos S. Santamarta -

Agradezco a todos cuantos os habéis animado a leer este rimero de versos recordatorios que antecede. Y especialmente a quienes, sintonizando con su contenido, me habéis mostrado vuestro cariño envuelto en tan excesivos elogios. Mil veces gracias haberme cantado de otra manera aquel villancico “Es día de parabién…”

Sé que no es muy productivo volver a los recuerdos porque bien dice el refrán que “agua pasada no mueve molino”. Pero ahora que la edad ya nos va dejando algo desasistidos y como a la intemperie, y al mismo tiempo nos va despojando del ímpetu por proyectar o emprender, bien estará no resistirse demasiado a esta natural y agridulce tendencia que nos empuja a buscar abrigo y hospedaje en ellos si -como dice el viejo Epicuro al joven Meneceo- “el viejo puede mantenerse joven en su felicidad gracias a los recuerdos del pasado”
Muy feliz año para todos.

Vibot -

COMO RECIBIR MI LIBRO

(MIENTRAS JOSEMARI CUELGA ESTAS INSTRUCCIONES Y CON EL FIN DE GANAR TIEMPO EN LOS ENVÍOS, OS DETALLO EL PROCEDIMIENTO)

FINALMENTE NO PODRÉ IR A MADRID PARA ESA REUNIÓN EN HUERTAS, OS LO ENVIARÉ A TODOS LOS MADRILEÑOS POR CORREO:

1º.- Enviad el importe del libro (15 euros) más los gastos de envío
(3 euros) a la cuenta:

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2º.- Indicadme por mail (santosvibot@gmail.com) la ciudad o pueblo
donde queráis recibirlo, así como el código postal de la misma.

También un teléfono de contacto (indicándome si usáis WhatsApp), y
dirección postal por si acaso.
Con el fin de abaratar al máximo el envío y evitar las manipulaciones y
posibles golpes o incluso pérdidas en estos días de mucho reparto, no
os llegará a vuestro domicilio, sino a Lista de Correos, donde iréis a
recogerlo con vuestro D.N.I.

3º.- Esperad a que os avise por mail o WhatsApp de la llegada a Lista
de correos de vuestra localidad.

Si por alguna razón, alguien de vosotros prefiere otro modo de envío,
comunicádmelo y preguntaré en correos el importe correspondiente.

jose ignacio -

llegué buscando a mi niño,
entré esperando los gritos
de sus besos de cariño,
y en sus manos dos ramitos,
dos ramitos de tomillo.
y en tus ojitos un guiño.

sólo encontré el silencio
y soledad en el aire,
y la vejez que presencio
sin mi niño, sin donaire,
es el respiro del precio.

llegué buscando a mi niño,
entré esperando los gritos
de sus besos de cariño,
y en sus manos dos ramitos,
dos ramitos de tomillo
y en sus ojitos un guiño

Santos, esto lo escribí hace dos años después de una visita al Colegio. Hoy no hubiera sido una poesía tan triste después de leerte.

Eres muy bueno en todo. Estoy admirado de tu composición. Qué finura, agilidad, memoria, sentido poético.Impresionante.
He revivido seis años en un momento.

Santos, mi niño de terciopelo.

Joaquín Urbano -

He vuelto a estar allí. Una delicia. Gracias Santos. Un abrazo.

Javier Cirauqui -

Gracias, muchas gracias, Santos, por este hermoso poema en decasílabos, que nos invita a hacer un recorrido por el colegio y habitarlo de nuevo. Sílabas, versos, poesía, métrica, recuerdos y sentimiento sereno me han envuelto y me han hecho flotar por aquellos espacios reales y tangibles en los que vivimos nuestra infancia y adolescencia. Espacios que antes eran siderales y perdidos entre las nieblas de la memoria y que según iba leyendo el poema, han vuelto a revivir en mí aquellos momentos tristes, alegres, íntimos que vivimos, pero todos entrañables, insustituibles y decisivos para el desarrollo de nuestras vidas. Gracias, Santos y un fuerte y efusivo abrazo. Zorionak eta Urte Berri On. Javier.

Pedro Sánchez Menéndez -

Santos, gracias por un relato tan bello. Es admirable y supone una memoria y una sensibilidad exquisitas. Gracias de nuevo. Un abrazo. Pedro

Josè García Gómez -

Santos, nos has dado a todos más que las doce campanadas en nuestra mente y en nuestro espíritu, en este incongruentemente cálido fin de año.
Con este maravilloso trabajo, evocador de tantas vivencias y recuerdos quedas eximido de presentarte a más exámenes, tienes cum laude perpetuo.
No obstante, si quieres aún subir nota (...algo inventaríamos para valorarte) no dejes de volver a obsequiarnos de cuando en vez, como alguien diría, con similares joyas literarias.
Un abrazo Navideño y mucha salud y buen ánimo para todos en 2016.

Marcelino Iglesias Suárez -

Sentimientos, emociones, recuerdos comunes:gracias, Santos,por expresarlo con tanta intensidad, con tan delicada y precisa utilización de la palabra.
Gracias,compañero, de este lector conmovido por los versos que compartes con todos nosotros.

Luis Heredia -

Yo, cuando escribes cosas como ésta, Santos, todo lo rimo con -ante.
Impresionante, emocionante, apabullante,, aco.

Isidro Cicero -

Maravilloso Santos. Una delicia.

Miguel Ángel Díez Ordóñez -

Hay hombres que no necesitáis trono porque ya estáis situados en él; eres de pedestal, Santo, si te quito una "s".
O eres, GRAN Mago Santos, porque me haces ver lo que no es... pero que fue en nuestra infancia personal.
¡Cómo le das palos/ hoy "zascas", al tiempo pasajero con el recuerdo durable! ...y en verso fácil!!!

Ramón Pajares Box -

¡Joooooopeeeé! ¡Qué bellezón! ¡Y qué nudo en la garganta!

Gracias, Santos. Eso es lírica.

José Ramos Paino -

Hermosos versos que evocan muchas vivencias comunes y que cada uno de nosotros hará su particular puesta en escena y colocará a sus protagonistas.
Gracias por estos versos.

José luis Alcalde Revilla -

...¡¡¡Qué delicia leerte, Santos!!! Es una descripción y sentimiento de cada momento vivido en la adolescencia-juventud en la V.del C. que me llega al alma y eso que yo estuve en Corias (Asturias)¡¡¡Disfruté leyéndote...como que te "oía"...!!! Gracias...porque conocí La Virgen a fondo y escuché más testimonios!!! un besazo, Santos, porque tttiiiiiiivvvoglioobbbeneee.
joseito chiquitito

Luis Carrizo -

Espléndido, Santos, este repertorio de lugares y sensaciones tan bien trabados con la cadencia evocadora de los acentos de tus versos. Se nota, efectivamente que, además de la vena de poeta llevas la música muy adentro.
Tus versos respiran placidez aun cuando describen o sugieren tristezas, añoranzas o miedos.
Te deseo que sigas manteniendo ese envidiable estado de ánimo. Y gracias por hacérnoslo compartir

Vibot -

Mi querido Santamarta, qué preciosidad y qué merito ese rosario de recuerdos en impecables decasílabos y con esa sostenida asonancia vocálica en e-o.
Y qué música de arrulladoras aliteraciones en:
"que –rezando- regaba rosarios
y –regando- rezaba cerezos".
Creo que deberías cogerme la idea y escribir tú mismo un Métrica completa dedicada a quien más quieras. Yo ya aquí me suscribo.
Feliz año, poeta.