OTRA EXCURSIÓN AL RECUERDO (Por Santos Suárez Santamarta)
Quiero hacer llegar mi felicitación navideña a cuantos aquí os asomáis compartiendo algunos de los muchos y gratos recuerdos comunes de nuestros años de colegio. Espero que no se vea mal el hecho de no haber aplicado los “recortes” que aquí sí deberían haberse producido.
otra excursión al recuerdo
Mis queridos amigos quisiera,
como un mago, llevaros al tiempo
ya lejano en el cual compartimos
siendo niños el mismo colegio.
Con vosotros ahora quisiera,
en un viaje fugaz al recuerdo,
visitar los espacios de entonces
y volver a habitarlos de nuevo.
¡Qué cercanos aún, qué sonoros
y qué vivos, parece, los tengo
y a la vez qué distantes y mudos
los lugares que fueron tan nuestros!.
Os llevara primero al pasillo
porque ha sido también lo primero
que dejó viva huella en mis ojos
aquel día lejano de ingreso
cuando asido a mi vieja maleta
y escoltado por un compañero
lo cruzaba sintiendo en el alma
que lo hacía por un cortafuegos
o frontera que aislaba dos mundos
y anudaba a la vez dos apegos:
los del mundo que atrás ya quedaba
con los nuevos que hallara allí dentro
Regresad a este largo pasillo
que se hacía de limpio un espejo
por el cual en dos largas hileras
transitábamos siempre en silencio
unas veces quizá recordando
los queridos paisajes del pueblo,
otras veces pasando las cuentas
del rosario y rezando un misterio
o tal vez si la marcha se hacía
con destino al ansiado recreo
fuera fácil andar cavilando
en un lance inminente del juego.
Escuchad cómo llegan del fondo,
del local de rondalla, los ecos
de guitarras, bandurrias, laúdes,
ensayando un futuro concierto.
Tras el tiempo pasado parece
que resurgen sonoros de nuevo
pasacalles, pavanas, gavotas,
zarabandas, rondós o boleros.
Y si al pronto las cuerdas se callan
y de súbito se hace el silencio
una voz se me hace que dice:
“otra vez, por favor, al comienzo”
para oír de inmediato que suenan
con más brío y compás instrumentos
que difunden armónicos sones
por espacios contiguos del Centro.
*****
Ved ahora estas puertas que tienen
ventanucos con vista hacia adentro
¿recordáis? son las puertas que al aula
cada día nos daban acceso.
Qué emoción al abrirlas me embarga,
qué puyazo nostálgico siento
al ver hoy a mi aula de entonces,
anegada en vacío y silencio.
Todavía me veo a mi mismo,
como tantos llegado de un pueblo,
aquel día primero de curso
apocado, medroso, perplejo…
con la proa del alma sin rumbo,
expropiado de apoyos paternos,
sin saber del manejo de velas
ni ser diestro en el uso de remos.
Y aturdido ante aquel amplio estrado,
sin apenas rozar el asiento
del pupitre que se me asignaba
entre el resto de mis compañeros.
Compañeros de los que por suerte
apellidos y nombre conservo
de manera que presto podría
recitarlos lo mismo que el credo.
Y también de su nombre prendidos
bien pudiera evocar sin esfuerzo
su semblante, su voz y su rostro
su lugar en el aula y su atuendo.
¡Qué habrá sido de tantos que entonces,
cada cual con sus historia y su acento,
convivimos entre estos pupitres
y ya nunca volvimos a vernos…!
¡Con qué llanto cuajado en los ojos
y qué pena anudada en el pecho
he sabido de algunos que un día
sin decirnos adiós se nos fueron.!
Aguardad todavía un instante
que del aula salir aún no puedo
sin pasarle la mano con mimo
al piano gastado, ya viejo
de aromática y noble madera
y teclado semiamarillento
que se hallaba cercano a la puerta
esperando que siempre al recreo,
unas jóvenes y ágiles manos
le pudieran sacar de su ensueño
con alguna sonata sencilla,
con algún divertido concierto
o, por darle a los dedos soltura,
con estudios, escalas y arpegios.
Y si acaso ignoráis el motivo
de mi amor por tan noble instrumento
decir debo que fue fiel testigo
de que algunos de aquellos maestros
que sentían pasión por la música
me insuflaran también como obsequio
este don que he traído en el alma
como un dulce y divino veneno.
*****
Tras dejar el pasillo y las aulas
y llegar hasta el hall deteneos
un momento y seguid evocando
lo que ahora contaros pretendo.
Era el céntrico hall un espacio
o lugar de parada o trasiego
desde el cual acceder se podía
a las otras estancias del centro:
el estudio, el pasillo, las aulas
la capilla, el salón de recreo,
la escalera que da al dormitorio,
los despachos de nuestros maestros
y aquel cuarto de peluquería
donde a veces con sádico celo
y también con frecuencia indebida
nos rapaban los vicios del pelo.
En el hall, recordáis, se instalaba
el belén al llegar el adviento
con sus montes nevados de harina,
y sus ríos de plata y espejos,
con su bóveda azul de escayola
y su estrella colgada del techo
que indicaba el pesebre del Niño
a los Magos llegados de lejos.
Era a veces también el espacio
en el cual colocar los tableros
de murales por donde asomarse
a los mundos ajenos al nuestro
con recortes de prensa, con fotos,
con informes de ciencia o inventos
con relatos, dibujos… noticias
de curiosos o extraños sucesos.
Y también con reseñas del futbol
de la Copa, la Liga o aquellos
sorprendentes regates y goles
de Di Stéfano, Puskas y Gento.
Todavía fijado en su muro
me imagino el teléfono negro
que al llegar los primeros domingos
nos tenía cercanos y atentos
por estar ese día esperando
que llamase el orondo portero
anunciando anheladas visitas
de los padres, o hermanos, o abuelos
con los cuales también nos llegaban
los balsámicos aires del pueblo
y las prendas de lana tejidas
con pericia y cariño maternos,
sobre todo las prendas de abrigo
con que hacer menos duro el invierno;
y aquel muy especial envoltorio
de embutidos y dulces caseros
de los cuales ya solo su aroma
incitaba a chuparse los dedos.
También daba a este hall una tolva
por la cual en un mágico vuelo
impulsábamos bolsas de ropa
hasta verlas chocar contra el suelo
desde donde después unos cuantos
esforzados y amables roperos
recogían y daban traslado
al lugar de lavado de nuevo.
*****
Si queréis, desde aquí acompañadme
y subid, como entonces ligeros,
la escalera que da al dormitorio,
eso sí como siempre en silencio.
Cada cual hacia su camarilla,
tras volver de los últimos rezos
deseando dejar ya en la almohada
la fatiga del día y el sueño.
Describiros podría en detalle
cada parte de aquel aposento
que fue abrigo en zozobras del alma
y reposo al cansancio del cuerpo:
una amplia ventana oscilante
orientada hacia páramo extenso
que invitaba en las noches de luna
a mirar asombrados al cielo;
la cortina amarilla que daba
calidez luminosa y contento
cuando al alba llegaban benignos
resplandores del sol mañanero;
un pequeño lavabo de loza
situado en el lado derecho
sobre el cual no faltaba tampoco
su repisa de vidrio y su espejo,
reflector de la barba incipiente
y la raya marcada en el pelo.
Y también otro hueco que hacía
las funciones de armario ropero
que al estar diseñado sin puerta
se accedía sin nada interpuesto
a colgar nuestro traje de fiesta
o el vistoso albornoz pajarero
o las prendas más largas de abrigo
protectoras del frío molesto.
En la parte frontal de la estancia
un banquillo o repisa recuerdo
que servía también de mesita
a la vez que soporte o asiento
donde era preciso a diario
dedicar dos minutos al menos
a limpiar y lustrar los zapatos
acatando consejos paternos.
Finalmente sobre una tarima
elevada a dos palmos del suelo
se extendía el colchón y dejaba
todavía debajo otro hueco
repartido entre dos cajoneras
conteniendo camisas, pañuelos…
y otro hueco mayor que cumplía
la encomienda de ser maletero
o también un secreto escondite
de algún rico o gustoso alimento
y accesibles tan solo al olfato
de algún buen ratoncillo viajero,
que por eso era objeto frecuente
de especial inspección, y por eso
se vetaba guardar golosinas
que al roedor le sirvieran de cebo.
Al salir, como ayer, de esta sala
que albergó nuestras horas de sueño
escuchad los clic-clac de las puertas
con aquel monocorde concierto
que al abrirse y cerrarse quebraban
el reposo de nuestro aposento
Y también desde aquí yo quisiera
invitaros de nuevo al recuerdo
de aquel ser bondadoso, apacible,
servicial… que era nuestro enfermero;
que haldeando acudía a diario
anunciado por un tintineo
de cubiertos, rosarios y llaves
a curarnos los males del cuerpo.
O del alma también si postrados
por maléficas gripes de invierno
a la vez que grageas y caldos
dispensaba animosos consejos.
*****
Quiero ahora que entréis al estudio
y ocupéis otra vez vuestro asiento
entre hileras de toscos pupitres
de madera con patas de hierro.
Alineados en largas hileras
como bogas de un barco remero,
cada cual acoplado a su mesa,
inclinados sobre un libro abierto,
y embutidos en un guardapolvos
que al crecer nos quedaba pequeño.
Volveréis a evocar nuevamente
los aromas de aquellos objetos:
los bolígrafos y lápices, gomas…
o el papel de los nuevos cuadernos
y el olor a la tinta reciente
que impregnaba las hojas de texto
de los libros con que cada curso
nos uncíamos siempre al comienzo.
Y si atrás echáis hoy la memoria
y los ojos cerráis un momento
os veréis en mil tardes de estudio
-densas tardes de otoños e inviernos-
batallando con celtas y astures
recitando afluentes del Ebro
resolviendo ecuaciones complejas,
o buscando el supino de un verbo.
Recordando esta sala de estudio
se me hace seguir estar viendo
aquel fraile de blanco impoluto,
tan estricto a la par que tan serio,
que en un ir y venir de puntillas
parecía flotar sobre el suelo
y con próvido celo ambulaba
sin cesar el pasillo del centro
de un extremo hasta el otro velando
porque hubiera en la sala silencio.
Ved ahí de atalaya el estrado
del que ayer como rayos y truenos
en solemnes lecturas de notas
parecieran caer los suspensos.
Ante él me parece que escucho
la voz grave de enfático acento
desgranando hilarantes reproches
contra el blanco de alumnos inquietos
Aquí en este local los domingos
recordad con qué vivo deseo
se esperaba al final de la tarde
presenciar la sesión en directo
de un programa de radio emitido
por algunos de nuestros maestros
que querían sin duda instruirnos
y también a la vez distraernos.
Cuando ahora pasados los años
oigo aquel singular movimiento
de la gran sinfonía de Dvorak,
celebérrimo músico checo,
nuevamente me veo a mí mismo
como el resto de los compañeros
recogiendo enseguida los libros
arrimando al pupitre el asiento
y quedarme impaciente esperando
a que diera el programa comienzo.
¡Cuántas tardes de luz desmayada
y de frío exterior en invierno,
encontramos refugio en los libros
y agradable calor aquí dentro!
¡Cuántas otras, en cambio, tediosas,
cuando afuera estallaba el buen tiempo,
escapar del pupitre quisimos
y volar por el páramo abierto!
*****
Yo quisiera también invitaros
con piadoso silencio de nuevo
a volver a la austera capilla
nuestro espacio de cantos y rezos.
Con los brazos cruzados y en filas
acceded al pasillo del centro
para hacerse al final cremallera
que se abre en los bancos primeros.
Ocupad cada cual vuestro sitio
e iniciad, otra vez genuflexos,
la plegaria en común recitada
con fervor, limpia fe y sentimiento.
Y ante aquel imponente mosaico
nuevamente sentíos y veos
meditando, leyendo o mirando
asombrados los quince misterios
con precisa incisura grabados
en el muro enfoscado de yeso;
O, si en sólidos bancos sentados
con la vista inclinada hacia el suelo,
escuchad otra vez reflexiones
reprimendas, sermones, consejos…
exhortando a las buenas acciones
animando al afecto fraterno
o también si ello al caso viniere
invocando a la culpa y al miedo.
Pareciera que aquí todavía
estos muros devuelven los ecos
de los cantos que ayer traspasaban,
candorosos, el techo hacia el cielo
Hoy aún en las noches de luna,
perfumadas de flor de cerezos,
si volvéis al rincón de la fuente
y escucháis con oídos atentos
volveréis a sentir con asombro
nuevamente sonoros los ecos
de la cándida voz de unos niños
que entre cantos y rezos crecieron.
*****
Acercaros también yo quisiera
al lugar donde estuvo aquel tiempo
la piscina, el espacio anhelado
al llegar el calor veraniego.
Era este un lugar apacible
en la parte interior del Colegio,
un lugar recoleto y tranquilo
y vedado a los ojos ajenos
donde el agua en su calma se hacía
del purísimo cielo un espejo.
Donde había también arbolillos
que crecían callados y lentos
asomándose allí cada tarde
para ver de su fronda el reflejo.
¡Cuántos buenos momentos vividos
aquí en este lugar sucedieron
entre juegos y bromas y risas,
abstraídos del paso del tiempo,
cuando el agua nos daba caricias
de agradable frescor en el cuerpo!
Hoy en cambio me vi sacudido
con la pena crecida que siento
al saber que la otrora piscina
por motivos que yo no comprendo
la cegaron mudándola en tumba
que cubrieron de escombro y desechos
y en la cual sin rubor enterraron
en el fondo profundo ya seco
chapuzones gozosos de niños,
zambullidas de risas y ensueños.
*****
Desde el hall y volviendo al pasillo
de las aulas ahora podremos
alcanzar -como siempre en dos filas
y siguiendo el olor del puchero-
el local comedor que se hallaba
algo más alejado del centro
Por tres veces al día se hacía
aquel tránsito a paso ligero
por razón de apetito a la ida
y por ganas de juego al regreso
si la meta o final de la marcha
era el campo o salón de recreo.
Allí había dos filas de mesas
de formica con franja al extremo
de un color que era azul, amarillo
o algún otro que bien no recuerdo
Y las jarras de agua panzudas
que tenían un aro en el centro
del color de la franja citada
por tener jarra y mesas a juego.
Y los bancos aquellos que eran
prototipos de tosco diseño:
un sencillo tablón de madera
sustentándose en patas de hierro
que al final de las mismas calzaban
una pieza de caucho al efecto
de evitar los molestos chirridos
del metal al rozar contra el suelo.
Aquí en este lugar a menudo
tras llegar como alumnos de ingreso
aprendimos sensatas lecciones
y seguimos precisos consejos.
Os pudiera mentar de seguido
al respecto unos cuantos de ellos,
que hasta verlos cumplidos nos daban
los que allí fueron nuestros maestros:
sobre cómo sentarse a la mesa
cómo usar y poner los cubiertos
cómo ser esmerado en las formas
observando modales correctos,
por ejemplo: que el pan no se muerde
que se toma en pedazos pequeños,
que es de maleducados servirse
lo que luego resulte un exceso,
que está mal conversar mientras tanto
se contenga en la boca alimento
aunque, cierto, este norma no era
de interés o especial complimiento
dado que –ya sabéis- se almorzaba
casi siempre en completo silencio.
escuchando ejemplares lecturas
a diario que aquí a tal efecto
un lector con voz clara emitía
para el resto de los compañeros.
Eran estas lecturas a veces
sobre todo en cuaresma o adviento
persuasivas historias de vida
sazonadas de buenos ejemplos.
Otras veces aquí se escuchaban
divertidas novelas y cuentos
o relatos que asimismo fueran
de la mente a su vez alimento
También fue el comedor una sala
de audiciones en muchos momentos
en la cual a menudo aprendimos
a sentir por la música aprecio:
sobre todo la música clásica,
que no otras, objeto de veto,
pues aquí mayormente se oían
sinfonías, sonatas, conciertos…
de los más celebérrimos músicos
y en batuta de grandes maestros.
*****
¿Y qué tal os parece si ahora
evocando un domingo de aquellos,
tras volver de comer, conversando
por los campos en grupos dispersos
os hacéis a que oís el silbato,
tantas veces odioso y molesto,
convocando a formar en dos filas
para ir al teatro ligeros?
Veos pues transitando animosos
y expectantes el largo trayecto
extendido entre el campo de fútbol
y aquel nuestro especial coliseo.
Ascended a las gradas de arriba
y volved a tomar vuestro asiento
esperando apagarse las luces
y guardando, impacientes, silencio
para ver algún film de aventuras,
de suspense, de humor, de vaqueros
del Far West que ya desde el principio
nos dejaba embobados y atentos.
Y también evocad las sesiones
de teatro amateur que se hicieron
en festivas y amenas veladas
salpicadas de humor o esperpento
cuando nuestros actores noveles
con vis cómica y fácil gracejo
actuando en sainetes jocosos,
o en alegres comedias de enredo
se anegaba la sala de risas
a la vez que temblaba el proscenio
*****
Si queréis visitemos ahora
el local de recreo cubierto
donde en días de frío o de lluvia
discurrían las horas de juego.
En él veos llegando en dos filas
con febril y acuciante deseo
de gritar y saltar y moverse
celebrando ser libres de nuevo
una vez que por fin se escuchaba
la palmada de mágico efecto
con la cual deshacíamos filas
estallando en un súbito estrépito.
Ved a algunos lanzarse de bruces
a las mesas de ping-pong resueltos
a coger la paleta con prisa
por ponerse a jugar los primeros.
Y volved a escuchar nuevamente
aquel seco sonar siempre a hueco
de pelotas de un lado hacia el otro
rebotando en los duros tableros
Y no sé por qué guardo la imagen
de esta sala como un lugar feo
un local espacioso aunque triste
de plomizo adoquín en el suelo;
un lugar entre gélido y frío
sin ningún especial aderezo
sin adornos , ni plantas, ni cuadros
ni algún otro añadido elemento
que no fuera la gran cristalera
dando vista a un plantel de cerezos
Bajo aquella inclinada cubierta
de hormigón que tenía por techo
quien pudiera decir cuántos miles
de monótonas horas se fueron
comentando la liga de fútbol
conjurando temidos suspensos
y si al caso venía otras veces
practicando un febril trapicheo
con el canje de cromos y comics
o ladino intercambio de sellos.
Cuando ahora pasados los años
oigo típicos cantos de adviento,
villancicos de hielos y nieve
cascabeles al trote de renos
vuelvo a verme otra vez entre voces
y algazara infantil y jaleo
en aquel frío y triste recinto
que era nuestro salón de recreo
mientras fuera caía la lluvia
y los vientos movían los setos
o la nieve con plácida calma
alfombraba de alburas el suelo.
*****
Tras haber recorrido devotos
las estancias de nuestro colegio
finalmente quisiera llevaros
hacia afuera, a los campos abiertos,
a los campos de tierra y de polvo
que acogían las tardes de juegos
saturadas de luz en verano
o de bruma y de frío en invierno.
Tierras estas resecas y duras
donde antaño las vides crecieron
y después entre juegos y risas
germinaron amigos y sueños;
donde fuimos potrillos de doma
con flequillo cual crines al viento
persiguiendo en tropel incansables
el rodar del balón por el suelo;
Era aquí ritual cada tarde
cuando el sol ya caía a lo lejos
engullir con voraz apetito
la merienda cercando un gran cesto;
cada uno tomando del mismo
un buen trozo de pan blanco y tierno
maridado con dulces manzanas
o naranjas, o algún fruto seco
-avellanas o higos- o a veces
chocolate de aromas intensos
Hoy evoco otra vez estos campos,
escenario de charlas y juegos,
en la tarde de algún Viernes Santo
meditando en silencio por ellos,
cuando un viejo altavoz, desgarrando
los sonidos, echaba a los vientos
las cantatas que Bach compusiera
sobre el texto según San Mateo.
Recordándome en ellos ahora
también quiero evocar con afecto
la figura de aquel fraile anciano,
laborioso, apacible y risueño
que sentía pasión por las flores
y tenía afición a los sellos;
que animoso y asiduo acudía
a cuidar arbolillos enfermos
y a evitar que a las débiles plantas
les faltase el benéfico riego.
Hombre bueno del cual yo diría,
abstraído en su grato recuerdo,
que –rezando- regaba rosarios
y –regando- rezaba cerezos.
Hoy recuerdo estos campos con pena
por saberlos callados y secos
tan vacíos de juego y bullicio
y de ausencia y silencio tan llenos.
Campos desde los cuales entonces
ya de tarde al volver de paseo
el Colegio con luz parecía
zepelín navegando en el cielo.
Campos desde los cuales ahora
cuando sueño el Colegio lo veo
como un barco fantasma varado
y cautivo en bruma del tiempo.
¡Qué nostalgias le llueven al alma
cuando en ella se agitan recuerdos
de una infancia lejana y perdida
bendecida en amigos y sueños!
*****
18 comentarios
Fernando Alonso Diez -
Eugenio González Nuñez -
Tu historia me llegó un día de diciembre, corto, nevoso y gris, Día de Santos Inocentes, sin más recuerdos que tu nombre, el silencio yermo de los campos, y el neón titubeante y latoso de aquellos años lejanos de adolescencia y mocedad en ciernes, soñadores acurrucados en la inmensa sala del estudio...
Hoy sólo quiero comentar los dos versos últimos de tu genial poema.
De una infancia lejana y perdida bendecida en amigos y sueños!
Fueron años apenas vividos:
sin trenzas, bucles, suspiros,
hadas, princesas de cuentos,
amigas, risas, besos furtivos
en labios rosados, anhelantes
pechos estrenando corpiños,
incitando a cazar mariposas,
rosadas, ¡en cielo prohibido!
El mundo se nos quedó a medias
porque nunca supimos para quién
perfumarnos, peinar el flequillo,
para quien vestir el traje de fiesta,
a quién dedicar la primera estrofa
de aquel soneto nunca concluido,
avergonzados, cortados, sin saber
para quien destinar nuestros nidos
promesa de jóvenes que crecíamos
apartados de amores humanos,
en un mundo de entes divinos.
¡Ah qué ensueños aquellos!
secretos nunca compartidos,
en aquel mundo de hombres
guardianes de almas de niño.
Los entes se volvieron reales,
humanos los amores divinos.
Eugenio Gonzalez
Santos S. Santamarta -
Sé que no es muy productivo volver a los recuerdos porque bien dice el refrán que agua pasada no mueve molino. Pero ahora que la edad ya nos va dejando algo desasistidos y como a la intemperie, y al mismo tiempo nos va despojando del ímpetu por proyectar o emprender, bien estará no resistirse demasiado a esta natural y agridulce tendencia que nos empuja a buscar abrigo y hospedaje en ellos si -como dice el viejo Epicuro al joven Meneceo- el viejo puede mantenerse joven en su felicidad gracias a los recuerdos del pasado
Muy feliz año para todos.
Vibot -
(MIENTRAS JOSEMARI CUELGA ESTAS INSTRUCCIONES Y CON EL FIN DE GANAR TIEMPO EN LOS ENVÍOS, OS DETALLO EL PROCEDIMIENTO)
FINALMENTE NO PODRÉ IR A MADRID PARA ESA REUNIÓN EN HUERTAS, OS LO ENVIARÉ A TODOS LOS MADRILEÑOS POR CORREO:
1º.- Enviad el importe del libro (15 euros) más los gastos de envío
(3 euros) a la cuenta:
IBAN: ES5701820496610201700425
(si lo hacéis desde fuera de España, añadid el código BIC: BBVAESMMXXX)
2º.- Indicadme por mail (santosvibot@gmail.com) la ciudad o pueblo
donde queráis recibirlo, así como el código postal de la misma.
También un teléfono de contacto (indicándome si usáis WhatsApp), y
dirección postal por si acaso.
Con el fin de abaratar al máximo el envío y evitar las manipulaciones y
posibles golpes o incluso pérdidas en estos días de mucho reparto, no
os llegará a vuestro domicilio, sino a Lista de Correos, donde iréis a
recogerlo con vuestro D.N.I.
3º.- Esperad a que os avise por mail o WhatsApp de la llegada a Lista
de correos de vuestra localidad.
Si por alguna razón, alguien de vosotros prefiere otro modo de envío,
comunicádmelo y preguntaré en correos el importe correspondiente.
jose ignacio -
entré esperando los gritos
de sus besos de cariño,
y en sus manos dos ramitos,
dos ramitos de tomillo.
y en tus ojitos un guiño.
sólo encontré el silencio
y soledad en el aire,
y la vejez que presencio
sin mi niño, sin donaire,
es el respiro del precio.
llegué buscando a mi niño,
entré esperando los gritos
de sus besos de cariño,
y en sus manos dos ramitos,
dos ramitos de tomillo
y en sus ojitos un guiño
Santos, esto lo escribí hace dos años después de una visita al Colegio. Hoy no hubiera sido una poesía tan triste después de leerte.
Eres muy bueno en todo. Estoy admirado de tu composición. Qué finura, agilidad, memoria, sentido poético.Impresionante.
He revivido seis años en un momento.
Santos, mi niño de terciopelo.
Joaquín Urbano -
Javier Cirauqui -
Pedro Sánchez Menéndez -
Josè García Gómez -
Con este maravilloso trabajo, evocador de tantas vivencias y recuerdos quedas eximido de presentarte a más exámenes, tienes cum laude perpetuo.
No obstante, si quieres aún subir nota (...algo inventaríamos para valorarte) no dejes de volver a obsequiarnos de cuando en vez, como alguien diría, con similares joyas literarias.
Un abrazo Navideño y mucha salud y buen ánimo para todos en 2016.
Marcelino Iglesias Suárez -
Gracias,compañero, de este lector conmovido por los versos que compartes con todos nosotros.
Luis Heredia -
Impresionante, emocionante, apabullante,, aco.
Isidro Cicero -
Miguel Ángel Díez Ordóñez -
O eres, GRAN Mago Santos, porque me haces ver lo que no es... pero que fue en nuestra infancia personal.
¡Cómo le das palos/ hoy "zascas", al tiempo pasajero con el recuerdo durable! ...y en verso fácil!!!
Ramón Pajares Box -
Gracias, Santos. Eso es lírica.
José Ramos Paino -
Gracias por estos versos.
José luis Alcalde Revilla -
joseito chiquitito
Luis Carrizo -
Tus versos respiran placidez aun cuando describen o sugieren tristezas, añoranzas o miedos.
Te deseo que sigas manteniendo ese envidiable estado de ánimo. Y gracias por hacérnoslo compartir
Vibot -
Y qué música de arrulladoras aliteraciones en:
"que rezando- regaba rosarios
y regando- rezaba cerezos".
Creo que deberías cogerme la idea y escribir tú mismo un Métrica completa dedicada a quien más quieras. Yo ya aquí me suscribo.
Feliz año, poeta.