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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

PEDRITO, PABLITO, JUSTO GALLEGO Y EL OBISPO ALMARCHA (Por Luis Carrizo)

PEDRITO, PABLITO, JUSTO GALLEGO Y EL OBISPO ALMARCHA (Por Luis Carrizo)
La vida sigue. Leed hoy y disfrutad de las cogitaciones en que se sumió Luis Carrizo tras contemplar detenidamente la fotografía que le envié de dos niños subidos a una cruz de la explanada ante el antiguo Santuario de la Virgen del Camino.
Luis me dice:
"...es lo que, después de no poco esfuerzo, he conseguido expresar por escrito. 

Al final, me alargué un poco más de lo que hubiera deseado, pero ni me disculpo, porque, ahora que me he hecho escritor, he descubierto que los personajes, en cuanto les das cuerda, campan por sus respetos."

 


PEDRITO, PABLITO, JUSTO GALLEGO Y EL OBISPO ALMARCHA

 

Las fotografías con niños, si sonríen porque sonríen y si aparecen serios porque aparecen serios, resultan generalmente muy propicias para la meditación. Cuando, por añadidura, los retratos vienen en blanco y negro (quiere decirse que ya llovió sobre los personajes) es casi inevitable que las divagaciones se tiñan de un cierto halo de tristeza; en el bien entendido, claro, de que sea verdad aquello de que partimos cuando nacemos, y de que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir. Porque morir, sin entrar ya a considerar el resto de las Postrimerías, es algo muy triste y superedesalentador. Aunque luego resucites.

 

Los filósofos de casino provinciano suelen utilizar el tópico “estar ya en la pendiente”, o su variante “estar ya en la cuesta abajo” para referirse a esa época de la vida en que los ríos empiezan a presentir que el mar está ya cerca. Yo encuentro muy imprecisa dicha apreciación, pues eso del tiempo y del espacio y de la distancia al mar ya Fernando Box nos explicó que era todo muy relativo y difícil de aquilatar. Y además de imprecisa,  para mayor abundamiento, la imagen resulta completamente falsa, pues, si te pones a mirarlo, los ríos comienzan a discurrir por la pendiente desde el momento mismo de su nacimiento. Cervantes inicia el último y conmovedor capítulo del Quijote con este mismo pensamiento.

 

Yo quiero imaginar que los dos niños que nos miran desde esa fotografía, y que seguramente se llamarían Pedrito y Pablito, estaban por aquel tiempo muy lejos de pensar en las cuestas abajo a las que se refieren los filósofos citados. Pedrito, con sus zapatos y calcetines blancos de los domingos, sonríe convencido; y si sus manos parecen un tanto crispadas, no es por ansiedad, nadie se equivoque: la tensión que advertimos en los dedos no es otra cosa que un tic que le viene —la necesidad crea el órgano— de su irrefrenable afición a cazar saltamontes y ranas. Pablito, por su parte, no está serio, aunque a primera vista pudiera parecerlo. Pablito, simplemente, es un niño soñador (su madre dice formal en vez de soñador). Y por el hecho de que haya tomado la cruz entre sus manos no hemos de concluir que pueda ser ya consciente de las penalidades de este valle de lágrimas, pues su gesto evidencia más la indolente actitud del monaguillo que la del comprometido discípulo de Cristo.

 

Son los años luminosos de la infancia lo que Pablito y Pedrito, como todos los niños, nos evocan. Los años en que las nubes no pasaban de ser más que vapor de agua que siempre se acababa por disipar. Y es la constatación de que la luz de esa época se nos fue apagando inexorablemente a todos, lo que me induce a la tristeza a que aludía más arriba. Si yo fuera un filósofo con derecho a página impar en los periódicos, defendería la doctrina de que la verdadera cuesta abajo no comienza cuando nuestros puntos G, corporales o espirituales, dejan de responder a los estímulos, sino a partir del nefasto día en que perdemos aquel primigenio estado de inocencia con el que nacimos.

 

Hoy, el niño Pedrito, que habrá dejado de perseguir las ranas y saltamontes para perseguir, seguramente, otras cosas peores, casi seguro que no aparecerá mostrando la misma ingenua sonrisa de antaño en las fotografías actuales, sino con la cara marcada por la fuerza con que aprieta sus mandíbulas, preso de las tensión que le producen las nuevas ambiciones tras las que corre ahora. Pablito a lo peor ha cambiado sus sueños por las pesadillas de su padre cuando heredó de él —estas cosas suceden— el odre pestilente donde su progenitor guardaba el memorial de las ofensas recibidas, junto con sus correspondientes promesas de revancha, a fin de que Pablito (y sus hijos, y los hijos de sus hijos) sigan cultivando la morbosa y estéril planta de los rencores heredados. Es duro, aunque estimulante, como todas las utopías, el mandamiento de amar a nuestros enemigos; pero resulta más duro, además de castrador, cargar con la cruz de tener que odiar a alguien por delegación. Años sombríos los del desencanto, y triste sino el de los maestros que, contrariamente a lo que Virgilio deseaba para los campesinos, se afanan en dar razones a quienes son felices, para convencerlos, precisamente, de que son desgraciados.

 

La solución a este pequeño galimatías de infancias e ilusiones, y ríos y mares en que nos hemos engolfado, podría dárnosla Justo Gallego con el ejemplo apabullante de sus más de sesenta años construyendo a pulso, y prácticamente solo, una catedral en Mejorada del Campo. Imagino que sabéis de quien estoy hablando porque ha salido alguna vez en los papeles. Justo Gallego, para quien no lo sepa, se metió a fraile en sus años mozos, según nos cuenta el propio interesado en las veinte líneas mal contadas que conforman su autobiografía, pero tuvo que abandonar el convento ante el riesgo de contagiar la tuberculosis que contrajo a sus hermanos de religión. Al salir, se llevó, que sepamos, la misma fe con la que entró y la fantasía de tocarse la cabeza con un gorro de color rojo que recuerda mucho a un solideo. Y se llevó, por fin, muy bien apuntado en la memoria (aunque esto es solo una suposición), el lema “duc in altum” con que don Luis Almarcha nimbó su escudo cuando en 1944, año en que Justo cumplía diecinueve, aquel era nombrado obispo, y de León.

 

Es el caso que Justo, por hacerlo breve, en cuanto retomó contacto con el siglo y se apercibió de la problemática del descender por la pendiente y de todas esas quaestiones disputatae de las ilusiones, desilusiones y ambiciones, sin pensárselo un minuto, como hombre de acción que era, desempolvó el lema del obispo Almarcha y optó por apuntar hacia arriba (en vez de a lo profundo, más propio de obispos e intelectuales) y a subir, a lomos de su fe y de sus andamios, al ritmo de las paredes de su iglesia, porque afirmaba, y sigue afirmando, que por encima de ellas y más alto aún que la cúpula que las remata está Dios esperándole.

 

Una moraleja, con resonancias futbolísticas, podría ser que construir es siempre positivo, mientras que destruir es siempre negativo. Otra, que no existen cuestas abajo para quien se marca por destino el infinito.

 

Y otra cosa, distinta, será que el obispo de Alcalá de Henares, diócesis a la que pertenece  Mejorada, y cuyo lema espero no sea “ego dissolvam templum”, decida, a la muerte de Justo, echar por tierra la ingente y ejemplar obra de su vida. Todo podría suceder y cosas más raras se han visto. Mira lo que acabó haciendo mi tocayo Almarcha con el antiguo santuario que aparece a las espaldas de Pablito y Pedrito. Y eso que albergaba en su interior a la Patrona de León.

 

Para que te fíes de la Virgen y no corras.

 

Luis Carrizo Medina , Alicante, abril de 2016


 

 


15 comentarios

Luis Carrizo -

Ya sé, querido Cicero, que no amenazabas per se, pero me venía bien hacer esa interpretación un pelín abusiva. Sé que me entiendes y me perdonas.
Por cierto, me obligaste a entrar en la wikipedia para ver qué era aquello del dacibao.

Luis Carrizo -

Y ¿qué me dices, amigo Cirauqui, tú que vives en Pamplona, del no menos peligroso ejercico lingüístico-gastronómico, que consiste en decir Pamplona con un polvorón en la boca?
Sigo admirando tu buena memoria y esa especie de candor con que describes tus recuerdos. Se ve que, aunque no seas un Peter Pan, le has metido al menos el freno de mano a esa ordinariez de hacerte mayor. Haces pero que muy bien.
Hace pocos días me volví a leer por puro placer los prolijos apuntes que me enviaste sobre el matatxerri y el cuto divino de Tafalla. Interesante y divertido.
Un abrazo.

Javier Cirauqui -

Se me ha ido pasando el tiempo sin comentar tu escrito en el blog y, por fin, me he decidido hacerlo hoy.
Primero decirte que me ha parecido estupendo.
Estoy de acuerdo en que las fotografías de niños o con niños se prestan a la meditación, sobre todo porque todos nosotros nos vemos reflejados en ellas, y con el paso del tiempo, rememoramos toda una vida, quizás de frustraciones y tristezas, quizás de alegrías y cariño. Como diría Pablo Milanés: "Nos vamos volviendo viejos y el amor no lo reflejó como ayer".
Esta fotografía de dos niños al pie de la cruz o tomando la cruz, con su ropa de domingo, junto a la basílica de la Virgen del Camino a mi no me han producido tristeza. Como dices en tu escrito uno se llama Pedrito y otro Pablito, uno soñador que puede ir para monaguillo y otro aficionado a cazar saltamontes y ranas.
Los nombres y las aficiones me han llevado a mi mundo infantil, y he recordado para Pablito aquel trabalenguas que decía: "Pablito clavo un clavito, qué clavito clavo Pablito?", que muchas de las veces se convertía en: "Pablito calvó un clavito, qué Pablito calvó un calvito?" u otras formas enrevesadas.
Y el nombre de Pedrito, Pedro, me recuerda a aquel juego atrevido, peligroso y hasta etimológico que consistía en meterse en la boca una "saeta" (espiga de la hierba común) y decir Pedro, Pedro, Pedro. La espiga se iba introduciendo en la garganta y nos ahogaba y se convertía en: "Pedro, Pedoro, Pedor, Pedor, Pedo...", Hasta que la expulsábamos o la sacábamos con los dedos o nos pegaban en la espalda, ante los agoreros comentarios de ciertos compañeros que decían categóricos, que algún chico de otros pueblos se había muerto ahogado por no expulsar la espiga.
Me quedo "con los años luminosos de la infancia", aunque no sea un niño que no quiera crecer como Peter Pan. Me imagino que Pedrito y Pablito habrán pasado de todo, angustias, penas, alegrías y satisfacciones y espero que aunque estén en la cuesta abajo lo llevarán lo mejor posible y en positivo.
Conozco el caso de Justo y su hercúleo trabajo de la construcción de su catedral y su tesón y su fidelidad al lema: "Duc in altum" que por lo visto era el lema de don Luis Almarcha. Espero que este lema no se convierta en "ego dissolvan templum". Según tu moraleja: "Construir es siempre positivo, mientras que destruir es siempre negativo... O no existen cuestas abajo para quien se marca por destino el infinito".
Por otro lado, Cícero nos dice que hubo un periódico en el Colegio llamado "Duc in altum", nombre que yo, como niño que era, no hubiera puesto nunca a un periódico mural. Recuerdo Pantalla, Mini Mundo y Telecosas, en los que participe activamente. Minimundo y Telecosas se ponían en la recreación, Pantalla en el hall y era otra cosa de más importancia. En principio sólo había un periódico mural en la recreación. No sé si primero fue Minimundo o Telecosas. Como nos parecía insuficiente un sólo periódico para colocar toda la información que teníamos, montamos otro que llamamos, creo que Telecosas, recuerdo haber participado en una lluvia de ideas para elegir un nombre. "Duc in altum", me imagino sería un periódico de la Escuela Menor. Yo entré directamente de Villava a la Escuela Mayor.

Un fuerte abrazo. Javier


Miguel Ángel Díez Ordóñez -

Edad tenéis de sobra; lo que dudo es de que tengáis juicio,... locos... y vivos!

Isidro Cicero -

fíjate que amenazar no amenazo ya digo que ya no tenemos edad.

Luis Carrizo -

Terribles reflexiones las tuyas, admirado Cicero,y tan pegadas a la realidad, las que haces sobre esos niños que vienen a perder su no estrenada inocencia, cuando no la vida, sobre las playas en las que nosotros nos lamentamos exclusivamente por vernos con algún kilo de más.¡Quién lo pillara! dirían tantos huidos y perseguidos. Yo, aun comprendiendo tu justa ira, pienso que hay soluciones mucho más inmediatas y directas y efectivas. Lamentablemente nos encontramos con el inconveniente de que la inmensa mayoría de la gente no hace absolutamente nada desde que se levanta hasta que se acuesta, desde el lunes al domingo, desde Enero a Diciembre, para paliar este desastre. Yo, de más está decirlo, formo parte de esa inmensa mayoría. Por eso no quiero que te líes a hostias, como amenazas, porque seguro que alguna me acabaría llegando también a mí. Y no he pretendido hacer ningún chiste, aunque pueda haberte hecho sonreír.

Isidro Cicero -

Cuando digo Andres Tapiello, hijo lo digo en vocativo. Y me refiero, claro, a Andrés Martínez Casares.

Isidro Cicero -

DUC IN ALTUM

Estoy muy de acuerdo con Luis Carrizo - como no podía ser de otro modo, siendo como es mi colega- en que las fotos con niños son propicias para la meditación. Últimamente estamos viendo demasiadas fotos de éstas, no sé si decir con niños o de niños, porque unas veces vienen solines los pobrezucos y otras con sus mamás empapadas de salitre, hambrientas, tiritando diente contra diente y muertas de angustia, huyendo de bombas y de la muerte y jugándose las vidas, la propia y la de los niños, precisamente la de los niños, en rocas de cualquier moridero del Mediterráneo. Claro que estas fotos de (o con) niños son propicias para la meditación, aunque a la vista está que no meditamos lo suficiente. Algunos dicen que estas fotos son también propicias para agarrar un kalasnikov o liarse a hostias con los miserables que les arruinan la vida pero ya no tenemos edad.
Todos los antiguosalumnosdominicosvirgendelcamino-leon tenemos en la retina del alma un buen álbum de fotos de esas – Andrés Trapiello, hijo, seguro que algunas de ellas son tuyas- y cada cual de nosotros a solas con nosotros mismos sabremos a qué hondo mar de pesadillas, como dice Luis mi amigo, nos lleva la meditación que esas imágenes de niños suscitan. Lo jodido sería que no nos llevara a ninguna meditación, pero no creo.
Leyendo este sabroso escrito de Luis Carrizo, he meditado lo propio sobre los dos niños de la foto que lo inspira y sobre el tío que hizo una catedral a sus expensas propias y con sus propias manos, ya hay que tener ganas de catedral; pero donde me he quedado trabado es en el Duc in Altum.
Cuando entonces, proliferaron allí los murales escolares y yo creo que participé en la confección de todos en un grado de responsabilidad o en otro. Que yo recuerde hacíamos el “Telecosas”, el “Minimundo”, el “Pantalla”. Y el “Duc in Altum”. Habría más que yo no recuerde.
Del “Duc in Altum” fui máximo responsable, no sé si una temporada o durante toda su existencia, no lo recuerdo. Lo que sí recuerdo es que para elegir la cabecera alguien nos mandó sugerir una lista de nombres, entre los que surgió “Duc in Altum”, que acabó imponiéndose a los demás. Lo cual, recuerdo, le dio al padre Cura, FMdC, el tema para uno de sus sermones, esta vez exultante y emocionado. “No me lo puedo creer”, me parece oírle gritar. “Duc in Altum”, “Mar adentro”, “Más arriba”, “Rema hacia el fondo”… Traducía y glosaba la tradución con la intención vocacional que encerraba, hasta sacar esta conclusión de director responsable de una escuela apóstolica menor como supongo que era aquella, no creo que fuera la escuela apostólica mayor. “Y ese grito de fe y vocación ¡ha salido del alma de nuestros jóvenes apostólicos¡”, meditaba el buen FMdC. Siempre me miró con desconfianza y aquella vez también.
Lo que no sabía yo es que la famosa cabecera de nuestro dacibao adolescente era también el lema del pontificado del prelado alicantino que lo fue de León, don Luis Almarcha. Del escudo episcopal del señor Almarcha, tocayo de Luis Carrizo, el cual, como claramente se ve, está recorriendo el camino viceverso al que hizo Su Reverencia. Éste nuestro Luis salió de León y fue a dar a Alicante, a las orillas de ese mar Mediterráneo que la asquerosidad de nuestros tiempos está convirtiendo en la mayor fosa común de la historia. En la que no faltan niños. Igual mañana a esos niños que llegan huyendo les cuesta un huevo desprenderse del “odre pestilente” – como dice Luis Carrizo- del odio que no hace falta que nadie les obligue a vivir vicariamente, se lo produce hoy el hecho objetivo de que alguien haya condenado a muerte su inocencia. Estas cosas pasan, dice Luis. Y pasan injustamente.
Besos a todos. Manso, Andrés, Josefina… con vosotros de corazón.

Luis Carrizo -

Querido Vibot, ¿qué puedo yo decirte que tú no sepas? Sé que, si Lope no se te hubiera adelantado, tú hubieras insertado este simple comentario: "como yo a veces paselo, selo".
Un abrazo.

Luis Carrizo -

Muchas gracias, Alcalde,por tus cariños, siempre tan necesarios y tan bien recibidos por venir de ti.
Un abrazo querido tocayo Luis Heredia.
Jesús Herrero, aprovecho para felicitarte por el estupendo parto de tu recién estrenado blog www.blogderomanico,es. Invito a quien esto lea que le haga una detenida visita y se lo baje a Favoritos, porque la cosa promete.

Esteban Sánchez -

Hola vibot. Ha muerto hace unas horas Pablo Gallego. Supongo que te acordarás de él, de La estatua de Pablo Anchoa, gran compañero y lma del teatro en el Instituto Padre Isala. Me he llevado un gran disgusto. Tanto marisa como yo le queríamos mucho.
Sunpogo que Cortés pondrá la noticia en el Blog. Le incineran el lunes.
Abrazos Esteban.

Vibot -

Mirar fotos antiguas con el mayor detalle y ponerme a escribir, a imaginar las vidas, los colores y aromas, los gozos y pesares de otros días... siempre me gustó mucho. Mi último intento fue con Arsenio Arenas... Y tú lo haces muy bien, querido Luis, una vez más con estos monaguillos. Atas cabos muy bien traídos a cuento con ingenio y salero narrativo. Y algún directo imparable como ese final de párrafo, certero, indiscutible:

"...triste sino el de los maestros que, contrariamente a lo que Virgilio deseaba para los campesinos, se afanan en dar razones a quienes son felices, para convencerlos, precisamente, de que son desgraciados."

Sí, el desencanto del candor que era hermoso y con gotas hialinas de rocío, como un lirio naciente. Tan pronto y tanto.

José luis Alcalde Revilla -

"FORMIDEIBOL", LUIS, COMO TODO TÚÚÚÚ...CON UN BESITO DEL BESUCONCETE joseito chquitito

Jesús Herrero Marcos -

Estupendísimo alicantino...

Luis Heredia -

Genial, como siempre, Luis.