Blogia
Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

GENTILEZA Y CONVITE (por Santos Vibot)

GENTILEZA Y CONVITE (por Santos Vibot)

 

Os pedía hace unos días, a todos los que ya la conocéis, la gentileza de que recomendarais, con vuestras mejores dotes de persuasión, mi Métrica para Borja a alguno de vuestros más queridos amigos y conocidos.


Para predicar con el ejemplo en esto de recomendar lecturas, quiero yo a mi vez  recomendaros -convidaros si me lo permitís- a un libro que tal vez os sorprenda, emocione y encante, si aún no lo conocéis: Merlín y familia, de Álvaro Cunqueiro. 

Muy tarde en mi vida –Agosto de 2007-  leí un breve pero sugerente elogio sobre él en un libro de Andrés García Trapiello, nunca se lo agradeceré bastante. Lo busqué inmediatamente y desde entonces -fascinado por tan alta escritura- colecciono con fervor todos los títulos de este genial, incomparable e irrepetible escritor que nació en Mondoñedo en 1911 y que comenzó publicando poesía en galego.

Tengo en mi casa una terraza que da a una alta celosía tras la que se entrevé un misterioso jardín. Se trata del jardín privado del que en sus días de gloria fue el palacio del Duque de Rivas, hoy perteneciente al contiguo ministerio de asuntos exteriores, de ahí las altas celosías y las enredaderas cada vez más tupidas que lo celan. El rumor estival de sus centenarios plátanos festoneados de pájaros o la salmodia del viento entre sus ramas otoñales me devuelven siempre a los bosques y los montes añorados… pero, al mismo tiempo, también me arrulla la encantada fantasía de que estos mismos vientos, pájaros y frondas, acaso, inspiraran a D. Ángel Saavedra, en aquel romántico siglo, alguno de sus delicados romances, escritos con la finura y percepción de detalles y matices de luces y colores de un auténtico pintor.

No había leído del señor duque -si es que los leí y si es que figuraban allí- apenas más que los versos de la antología de la literatura española del colegio, pero las constantes evocaciones de la música de este jardín -tan cercano y cada vez más recóndito- me han hecho buscar su obra completa. Y además encontrarla reunida, y yo diría que entronizada, en aquella suntuosa edición barcelonesa de Montaner y Simón de 1885 con las preciosas ilustraciones y detalles ornamentales de Apeles Mestres y Luis Pellicer. No recuerdo ahora quién decía, tal vez JRJ -pero esta cita también la leí en A.G. Trapiello, quien como buen bibliómano la saca con frecuencia a colación- que los libros, en edición distinta, dicen cosas distintas…

El caso es que releyendo cosas de Azorín he tropezado con un libro suyo titulado Rivas y Larra. Este minucioso y sutil estudio cita párrafos enteros de los periódicos de la época a propósito del estreno y fortuna crítica de Don Álvaro o la fuerza del sino consultados en la Biblioteca Nacional, así como extensos textos de ambos escritores.

Y este modo de recomendar e incitar a una lectura me ha parecido sabroso y eficiente. 

Escuchadme a Cunqueiro por favor, este fastuoso, austero, recamado, conmovido, terrenal y etéreo escribidor que se mete en la piel del criado del mago Merlín, y en una lengua por momentos alquímica nunca antes escuchada pero de tan emocionantes, hipnóticas, arrebatadoras evocaciones, a la vez del habla más campesina y de las más sutiles e intrincadas filigranas culteranas -con aromas y simas tan pronto medievales como cervantinas  o modernistas… se mete, digo, en la piel del sirviente de Merlín y comienza así su ensalmo: 

 

“Ahora que viejo y fatigado voy, perdido con los años el amable color de la moza fantasía, por veces se me pone en el magín que aquellos días por mí pasados, en la flor de la juventud, en la antigua y ancha selva de Esmelle, son solamente una mentira; que por haber sido tan contada, y tan imaginada en la memoria mía, creo yo, el embustero, que en verdad aquellos días pasaron por mí, y aun me labraron sueños e inquietudes, tal como una afilada trincha en las manos de un vago y fantástico carpintero. Verdad o mentira, aquellos años de la vida o de la imaginación fueron llenando con sus hilos el huso de mi espíritu, y ahora puedo tejer el paño de estas historias, ovillo a ovillo. Cuando de obra de nueve años por Pascua Florida, con la birreta en la mano, me acerqué a la puerta de mi amo Merlín, ¿quién diría que me la iban a llenar, la gorrilla nueva, de las más misteriosas magias, encantos, inventos, prodigios, trasiegos y hechizos? Nunca regalo como éste, digo yo, le fue hecho a un niño, y como de un cuerno maravilloso saco cinta tras cinta, cuento tras cuento, y con mis propios ojos contemplo toda aquella tropa profana que a Merlín acudía y a sus siete saberes: en Merlín se juntaban, tal los hilos de un sastre invisible, todos los caminos del trasmundo. Él, el maestro, hacía el nudo que le pedían. Ya lo veréis.”

 

Al copiar estas líneas he sentido tal fuerza y maravilla que en un instante he comprendido, reveladoramente, aquella antigua enseñanza que prescribía a los estudiantes de composición musical hacer copias manuales de las partituras de los grandes maestros…  

Y continúa Cunqueiro (respetad bien sus comas en vuestra lectura privada, esa respiración suya musical):

 

“Quizá mejor que decirla fuera pintarla, la selva de Esmelle, que cae a mano derecha viniendo a este reino por la banda de León.” 

 

Y así, trasegando los siglos y los lugares, transubstanciando la Bretaña francesa en la Galicia profunda e infinita, escribe:

 

“A veces, por hacer fiesta, el señor Merlín salía a la era, y en una copa de cristal llena de agua vertía dos o tres gotas del licor que él llamaba “de los países”, y sonriendo, con aquella abierta sonrisa que le llenaba el franco rostro como llena el sol la mañana, nos preguntaba de qué color queríamos ver el mundo, y siempre que a mí me tocaba responder, yo decía que de azul,  y entonces don Merlín echaba aquella agua al aire, y por un segundo el mundo todo, Esmelle todo alrededor, las blancas torres de Belvís, las palomas y el perro Ney, el rubio pelo de Manueliña, la blanca barba de mi amo, el caballo tordo, los abedules de Quintás y el tojo de la corona del Castro, todo era una larga nube azul que lentamente se desvanecía. El señor Merlín sonreía mientras secaba la copa con un paño negro. Esmelle, selva ancha y antigua, en la memoria la llevo yo de azul pintada, como si una enorme y tibia luna posara, en un repente, en la tierra.”

 

Y escuchad la finura psicológica de este retrato:

 

“Por don Merlín no pasaban los años, y de esto se quejaba como de un maleficio, pero pocas veces, que el ser de él era aparentar muy franco y abierto, contento del mundo y hablador, y sonreía muy fácil; le ayudaban a ser franco los ojos claros, y aquella su frente levantada y señora, y hasta aquel gesto que tenía de acariciarla con la mano derecha cuando te hablaba. Era de pocas carnes, pero muy puesto en sus anchos y gentil, y muy andador.”

 

O este de otro personaje en una escena cotidiana:

 

“Le hice señas de que pasase él también a la cámara, que yo quedaría por guarda del equipaje, pero él, sonriendo, y a fe que era muy mozo y tenía un no sé qué de alegre hermosura y era muy pulido de maneras, en nuestra habla me dijo: 

   -No puedo, mi amigo, dejarte por guarda de este atavío, que es mi oficio señalado no apartarme de él ni un alfiler de monja. (…) y lo que yo quería ahora de ti es un vaso de agua fresca.

   Se lo fui a buscar al pozo viejo, que es como una nieve, y el bebió sabroso y despacio.”

 

O este fragante retrato femenino dialogado:

 

“…talmente una rosa. Yo sé lo hermosa que es porque trato al pintor que la retrató cuando estudiaba música en Alejandría, y no sé qué es lo que de ella más enamora, si los grandes y verdes ojos entornados, la canela de la piel, el decir sosegado de aquella pequeña boca, la gracia de sus manos en la viola…

-Los pechicos como dos claudias reinas, la cintura que se puede ceñir con el tallo de una rosa, los finos brazos que levanta cuando canta, y las piernas con las que cuando danza vuela. Toda ella es un misterioso vaso de perfume…”

 

Y ahora, como descorriendo levemente los velos de algunas escenas al pasar, dejaos empapar de estos luminosos retazos que entresaco de sus páginas de estos destellos, estos fragmentos de conversaciones o ensimismados soliloquios:

 

“…y con aquel aire amigo que ponía, y que yo sé que le venía de su saber del corazón de las gentes y de los sueños y soledades que cada uno lleva en la cartera de su espíritu, recuerdo que me dijo…

…me contentaba con resoñar sus ojos azules…

…lamió el almíbar demoradamente…

…Las historias, como las mujeres y los guisados, precisan de adobo.

…la boca de finos labios muy franca de corte, cuantimás que era risueña.

…alfombraron de rosas, romero y espadaña el patio…

…y el tonsurado izó a la grupa al monaguillo…

…con aquel hablar sosegado y tan alegre que tenía, que parecía mismo que te rozaba con plumas las orejas…

…”swan’s pavane”, que quiere decir “pavana de los cisnes”…

…era de conversación larga y confiada…

…gustaba de verter misterio alrededor de sus historias…

…Y el espejo lo compró Alsir en la feria de Tilsit a un judío jázaro que tenía allí tienda de menta piperita, aguas de soñar y espuelas de fortuna…

…cuando os educabais en aquella escolanía…

…y era muy de mi gusto aquel caldo de calabazo dulce que hacía la señora Marcelina por tiempo de otoño…

…cuantimás que estaba a mi lado pelando castañas la mi Manuela y parecía que me despertaba los párrafos con el dulce y sorprendido mirar que en mí posaba; estampa de mirlo debía componer yo, tal cuando el avecilla canora enamora a la hembra con el atavío de su canto…

…y os digo que amaneció, si el Señor manda rosas, la más hermosa del mundo, y los ojos en ella, dos gotas de verde rocío.

…¡Oyérais la voz con que aquella hermosísima señora hablando ya cantaba! Hay pájaros que tienen el canto misterioso, pero no hay comparación que valga. ¡Quién la oyere por las mañanas en vez de la alondra!

…un sentir loco que me mordió muchos días, y aún ahora que viejo voy, por veces me distrae, y me vuelvo porque me parece que escucho en el agua que pasa aquel manso decir cantor que ella tenía, y medio en verso, y a mí mismo, loco, burlándome, en la ocasión me pregunto: ¿qué me quieres , Amor?

…Pero, por veces, brinca el solcillo radiante de un recuerdo de juventud, y en algún lugar derrite la nieve, y es como si en la soledad del mundo un pasajero desconocido encendiese una pequeña hoguera, y vas tú y por una hora te calientas al amor de ella. ¡Memorias, memorias, memorias!

… Este dulce poeta que podía, en pleno desierto, cantando la hermosura y frescor de una fuente, hacer que los nómadas vieran de pronto en el aire copas de Bagdad llenas de líquido cristalino y frío…

…y me ordenó que abriese la sombrilla, y al abrirla, de dentro de la seda cayó, como una rosa puede caer de un búcaro, una gentil doncella solamente vestida de su rubor, la larga cabellera dorada y una cinta de oro en el tobillo izquierdo…

…el hombre más hermoso de Portugal en su tiempo, muy lucido de lunares y con una mirada tan triste en los grandes y negros ojos, que parecía, dicen, que cuando demoradamente os miraba era como si una niebla de oscuras caricias saliese, para envolveros, por entre la aleteante seda de las largas pestañas. Con sólo esta mirada despertaba grandes amores…”

 

***    ***    ***     ***     ***

 

Estos son algunos de los pasajes que he espigado en la esperanza de contagiaros mi admiración por Cunqueiro y de incitaros a unas horas de lectura acaso inolvidables al amor del rescoldo de su fuego verbal. De su sabroso frescor. De sus locuaces silencios. Podría haber escogido otros, pues rara es la página en la que no hay algo que admirar y saborear, pero -como bien nos ha recordado Baldo con aromas de yerba y eucaliptus- quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur. Que cada uno reciba lo que pueda, pero yo tengo la certeza de que la deslumbrada lectura de radiantes libros como este ahonda, ensancha y embellece sin cuento el siempre agradecido y sediento e infinito recipiente del alma.

7 comentarios

Vibot -

¡Cirauqui, cómo no te voy a querer y mucho, si eres el único que me ha prometido por ahora hablar a sus amigos de mi libro y recomendárselo, gentileza que yo había pedido convidándoos a todos...!
Y por si fuera poco, me dices que lo has releído muchas veces. Qué más puedo pedir a un amigo. ¡Muchas gracias!

Curiosa la coincidencia de la edición de Montaner que servía a tus tías para sustituir las aras de aquellos altares y nivelar los manteles, Jajaja.
Deslumbrado como estoy por aquellas ediciones he llegado a saber que el precioso edificio modernista de Barcelona que albergaba la editorial y sus máquinas de imprimir, a las que imagino igualmente preciosas, es ahora la sede de la obras de Tapies, ese bobo demasiado espabilado que ha dado en decir que su pintura es curativa, taumatúrgica vamos. ¡Ja!
¡¿Cuando habrá alguien de verdad influyente que, como en el cuento del traje nuevo del emperador, grite como aquel niño que el emperador estaba desnudo?!

Javier Cirauqui -

Los hechos de Burlada eran en el año 1963, cuando yo iba a empezar 5º curso. Quise decir allá y no haya.

Javier Cirauqui -

Tendré en cuenta, y con las mejores dotes de persuasión, recomendaré tu Métrica para Borja a algunos amigos conocidos. Decirte que yo la he leído y releído muchas veces.
Me ha llamando mucho la atención que para predicar con el ejemplo nos recomiendes: "Merlín y familia de Álvaro Cunqueiro. Hace mucho tiempo que leí este libro y me pareció una delicia. En el año 2003 volví a leerlo en la Colección Clásicos del siglo XX de El País y por supuesto lo releo y conservo con entusiasmo. También recuerdo sus artículos gastronómicos y otros
artículos que se publicaban en los periódicos de su tiempo. Lo tengo en mis manos y voy a tus citas y algunas más. Casi me he leído de nuevo, todo el libro.
La sirena Teodora, el diablo perfumista, la soldadura de la princesita de plata, el viaje a Roma, los quitasoles y quita nieblas...
Leyendo tu descripción sobre los jardines de la Casa del Duque de Rivas y de sus Obras Completas que posees, he recordado unos hechos que me sucedieron en Burlada, estando yo de vacaciones. Mi tío Basilio que era párroco de Burlada falleció ese año y cuando yo llegué estaba mi familia y mi tía (que era el ama del cura) preparándose para salir de la casa parroquial, y a mi madre y a mí nos tocó hacer todo el papeleo, en el Arzobispado, para traspasarle los trastos al nuevo párroco.
Yo tenía mucho cariño a los libros que haya había y recogí todos los que eran propiedad de mi tío y mi familia. Yo había visto de crio, que en las aras de los altares laterales, mi madre y mi tía ponían libros en el hueco que había en el medio del altar para que se igualara la superficie para poner el mantel.
Recogí los libros de los tres altares laterales, que eran dos enormes tomos rojos y con relieve de "Jesucristo" de Louis Veuillot, acompañado de un estudio sobre el arte cristiano, por M.E. Cartier. Estos libros tenían láminas en negro y en color. Son del año 1895 y están editados por Hija de M. Rodríguez, Casa Editorial. Madrid. Administración: Plaza del Biombo, Nº 2.1895. Estos dos tomos estaban colocados en dos de los altares y en el tercero, el de la Virgen del Rosario, ¡Oh sorpresa!, aparecían dos tomos de las Obras Completas de Don Ángel de Saavedra, Duque de Rivas, de la Real Academia Española, ilustradas con dibujos de D. Apeles Mestres, y editada en Barcelona por Montaner y Simón, Editores, Calle Aragón, números309,301.1984.

Santos, al leer tu escrito me he dado cuenta que eran los mismos libros que tu nos citas. Así que aquellas vacaciones me dediqué a leer las Obras Completas del Duque de Rivas y casi me hago experto en él.
Así que cuando volví al colegio me interesé por el Duque de Rivas y coincidí en leer el libro de Larra y el Duque de Rivas, ya que era viral admirador de Azorín. ¡Cuántas veces he recitado en voz alta el Moro Expósito y algunos otros poemas más. En estos momentos no tengo más que el primer tomo, porque el segundo me ha desaparecido sin saber cómo.
Espero no haberme enrollado demasiado, pero me ha hecho mucha ilusión tanto lo de Merlín y familia, como lo de las Obras Completas del Duque de Rivas.
Un fuerte abrazo. Javier.

Vibot -

Mi muy querido Baldo, muchas gracias por tu cariñosa desmesura y tus buenos augurios expresados en términos casi bíblicos. Tú también tienes lo tuyo en finura de percepción psicológica y filosófica y en precisión verbal para atrapar los conceptos. Y no lo digo solamente por el exageradamente elogioso párrafo que me has dedicado, sino por todas tus últimas intervenciones. Si no he terciado en ellas ha sido por sentirme sobrepasado, no por que no las apreciara en lo mucho que valen. Además, como te argumenté en la carta con la que te envié recientemente mi libro, sufro de una compulsiva huída de todas las teologías, a la vez que secretamente las admiro y las añoro por creer en la vida futura.
En cuanto a aquellos Preludios de Debussy que compartí contigo en el 76, me va aquejando una incipiente artritis en las manos que no me dejaría tocártelos como entonces... qué recuerdos, Baldo, recuerdo hasta el olor de aquel piano, a maderas exóticas, a semen, como a rosas marchitas, a poemas rendidos de pasión amorosa, a sueños juveniles que nunca se han cumplido aunque llegaron otros imposibles también, pronto desvanecidos.
No pierdas el buen humor, aquella olvidada risa aristotélica en la que sí me puedo reencontrar feliz contigo.
Un cariñoso abrazo "et pereat mundus".

Baldo -

Amigo querido Santines. Tienes la vitalidad estética llenísima de intensos valores estéticos de toda clase. Estás equipado con una enorme potencia llena de capacidades para las experiencias estéticas, que ya quisiera yo que me cedieras, sin perderla tú, una milésima parte. Las comunidades de artistas que has encontrado a lo largo de tu vida te han ayudado a activar esa riquísima potencialidad con equipamientos de mucha calidad. Tú has aportado disposiciones emocionales, intelectuales, volitivas, pasionales, de sensibilidad, de receptividad, de disciplina, de saber armonizar multitud de deseos dispares, de frecuentar el trato con expertos, de practicar catarsis purificadoras y en algunos casos de practicar un estilo de vida peculiar, para construir esos valores estéticos de calidad. Tú razón no estaba dotada –pienso yo– para vender zapatos en la zapatería familiar de la calle Mayor de Palencia, sino que se ha manifestado como razón artística en lo que has ido haciendo y en lo que brillas con luz radiante. Tú has moldeado de vibotismo a los muchos seres con los que te has encontrado en tu vida, principalmente en las personas, pero también ellos han dejado una impronta en tu persona. Santines: ¡cuánto te agradezco el que me hayas contagiado con tus interpretaciones la pasión por Debussy! Aquellos Preludios (la niña de los cabellos de oro, la catedral sumergida) los he oído docenas de veces en las interpretaciones de Michelangeli, Zimmerman y Arrau, pero siempre me suenan a las que tú tocabas en aquel piano del pabellón de los frailes. Que tu horizonte se ensanche, se acreciente y se dignifique por días sin término. Un cariños abrazo, que son los que a ti te gustan.

Vibot -

¡Un abrazo Heredia, muchas gracias!
Y respecto a las piezas profanas de órgano romántico británico que me pedías, dile a tu sobrino organista que puede encontrar las partituras en la página Petrucci(IMSLP).
Mi compositor favorito entre esa pléyade deliciosa e inspiradísima de organistas de palacio y mansión campestre es William Faulkes, pero también puede mirar las partituras de W. Wolstenholme, Thos. J. Hewitt e Easthope Martin. Todos ellos tienen piezas cautivadoras, sin el abrumador luteranismo de Bach, a quien admiro sin límites por otra parte, pero hay en estos encantadores isleños un aire fresco de enramadas de primavera inglesa mucho más respirable para mí. También te digo que un sector rancio de organistas ha considerado estas piezas en décadas recientes despectivamente bajo el nombre de "trifles" (que es el nombre de un postre muy británico a base de una especie de natillas, gelatina de frutas y nata, por cierto delicioso para golosos), aunque últimamente se vuelven a revalorizar, interpretar en conciertos monográficos y grabaciones.

Y no me olvides por favor mi petición inicial de este portillo, seguro que tienes a alguien en quien no has caído por no pensar en ello y a quien le gustaría mi poesía.
Besazos

Luis Heredia -

Gracias, Vibot, por inculcarnos de nuevo la afición por la lectura y la musica.