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La amarga soledad del corredor de fondo

La amarga soledad del corredor de fondo

 

 

por EUGENIO GONZÁLEZ NÚÑEZ PROFESOR. UNIVERSIDAD MISSOURI-KANSAS CITY - EXRECTOR DEL SEMINARIO MAYOR DE ASTORGA

DIARIO DE LEÓN 17/07/2019

El corredor de fondo sabe que es un atleta de ambiciones sin límite: en tiempos y récords, desafíos y metas. Metafóricamente, el corredor de fondo es alguien que se enfrenta a problemas que, por el tiempo pasado, se han enquistado, se han ido volviendo crónicos, y por lo mismo son difíciles de afrontar y peor de solucionar, dado el parco tiempo de madurez de la vida humana.

A lo largo de los años, la vida ha incluido en nuestras agendas —a veces ya tarde—, este tipo de carreras largas, difíciles, y no en todos los casos las metas han sido accesibles, y menos, satisfactorias. Conviene por ello, conocer el ritmo seguro que debemos seguir durante nuestras simples rutinas diarias, ya que nos permitirá desarrollar resistencia y aguante para cada jornada, como si en realidad estuviéramos planeando nuestra ruta desde los Pirineos a Compostela.

Para evitar inconvenientes, es recomendable consultar con expertos la información correspondiente a la meta donde llegar, que los errores, siempre se pagan. Tengo algunas humildes reflexiones para quienes se consideren «caminantes de altos vuelos», listos a poner los pies en la dura y áspera sede o curia de la capital maragata —meta y caja de pandora de tantos sueños frustrados—, olvidando el sabio consejo de quien un día nos dijo: «Yo  corro, no como a la ventura; de esta manera lucho, no como quien golpea el aire, sino que ejercito mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que, habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado».

Todo buen caminante, y Pablo de Tarso lo era, no debe someter al cuerpo a un desmesurado desgaste muscular ocasionado por carreras de alta intensidad, con velocidades muy apresuradas. Cuando se trata de carreras largas, el objetivo principal de este tipo de entrenamiento es el de desarrollar suficiente resistencia en el cuerpo para que esa prolongada energía física repercuta beneficiosamente en el espíritu.

Llantar de mañana es muy laudable a la par que altamente saludable, ya que el cuerpo estuvo por varias horas sin ingerir nutrientes. Un buen desayuno, un «primum vivere», le ofrecerá a tu cuerpo la energía necesaria para realizar actividades de forma eficiente, porque el cuerpo es el soporte del espíritu. También el sueño juega un papel clave en la recuperación de los atletas, por lo que cada noche debemos lograr unas buenas horas de sueño ininterrumpido. Cuando dormimos, nuestro organismo se recupera de los percances ocurridos durante el día. Además, aprovechamos para remendar los tejidos que sufrieron algún desgaste. Es hermoso que el crecimiento de los músculos ocurra mientras dormimos; así que las horas de descanso debemos respetarlas al pie de la letra, por aquello de «mente sana, en cuerpo sano».   

Dicen los entendidos que, los límites para las carreras largas deben establecerse por tiempo y no por distancia. Es decir, que la distancia máxima que pueda recorrer un peregrino en un día, indiferentemente del ritmo al que vaya, sería el factor determinante en vez de llegar o no a una meta de antemano establecida. ¡Me gusta esta idea, como me mola el agua cuando tengo sed!, porque bien sé que debo hidratarme, y solo el agua me quita la sed. Esto es un buen consejo, sobre todo en ambientes cálidos y húmedos, donde la temperatura corporal aumenta y se produce mayor sudoración en algunos cuerpos humanos. ¡Qué importante, valorar el agua, como fuente de vida y salud, y remedio de males!

Hay que adaptar, lentamente, el cuerpo a los cambios, porque si éstos son bruscos, el resultado puede ser nefasto. Puedes ir a tu ritmo y si necesitas ser un poco más severo, entonces recuerda que tu cuerpo estaba adaptado a una determinada rutina y deberías ir aumentando la misma con prudencia, sobre todo si pasas de los cincuenta. ¡No calientes la máquina, puedes quemarte con ella!

El desgaste producido por las metas de alta montaña: situaciones ya enrocadas, trabajo abrumador, estrés producido por ansiedad, insomnio, es inmensamente mayor al que se produce por correr en un piso firme y llano, llevando una vida bien reglada, cómoda, placentera, de antiguos curas o maestros de pueblo.

Alimentación y descanso, prudencia e hidratación son claves humanas fundamentales para alcanzar las metas volantes del «bástale a cada día su afán», que el Maestro inculcó a sus seguidores, mientras vamos en persecución de la nunca alcanzable meta final de los sueños.

En mi humilde opinión, los tres últimos prelados de la diócesis maragata se enfrentaron —ya de entrada y sin comerlo ni beberlo, porque nadie estudia para obispo—, a problemas de lengua, a diferente ubicación geográfica de la que nacieron y en la que crecieron, armados tan solo con la varita mágica del carisma episcopal y su buena voluntad, frente a las reticencias de una cierta parte de clero, remolón a cualquier cambio, así como de un Seminario vacío de semillas en crecimiento, y de unos casos lamentables en el delicado terreno moral, por indeseables comportamientos de sacerdotes diocesanos —parece que obviados y minimizados al principio—, y que recayeron, de forma tormentosa, abrumadora y fulminante en el último de ellos, don Juan Antonio. El propio hermano en el episcopado», el obispo de León, reconocía el mismo día de la muerte del obispo de Astorga, las «tantas coincidencias y preocupaciones» —¡demasiado benévola la palabra!—, con las que le unían al obispo fallecido.

Con la venida de un nuevo prelado, todos esperamos que el jerarca elimine, de un plumazo, todos los males endémicos que atenazan a la diócesis y, ya de entrada le estamos exigiendo que sea sabio, eficiente y mártir. Generalmente, el obispo, ni pincha ni corta nada antes de llegar a la Diócesis a la que Roma le asigna y, por lo que, en pocas semanas, el ‘entendido’ de turno —con ideas ya muy cuadriculadas—, debe ponerle al tanto de lo que le espera en su nuevo destino: en quiénes debe confiar y en quiénes no, a quiénes debe nombrar para los cargos importantes y a quiénes no. ¡Me rio yo, antiguo y desafectuosamente defenestrado rector del Seminario Mayor de Astorga, de las comidillas y los tejes y manejes de nuestros políticos, al lado de algunas clerecías diocesanas!

Muchos obispos —al estilo de San Lorenzo—, ponen toda la carne en un asador peligroso que en pocos años les quema, aunque eso sí, les permita descansar con aureola de generosos y esforzados mártires. Se queman muchos de ellos, tratando de solucionar lo que no tiene solución a corto plazo, y la espera se les antoja angustiosa por querer conquistar metas de alta montaña que todos —superiores y súbditos—, esperan que pronto, el mitrado, aunque siempre en el ojo del huracán, milagrosamente alcance.

Algunos clérigos, desde un ritmo cómodo y gratificante de vida, son llamados por Roma, pasando a ser sometidos, de la noche a la mañana, a un nuevo ritmo de responsabilidad que conlleva cambios inesperados y profundos de vestimenta ornamental, especiales reverencias, autoridad-poder, dinero y… problemas. Este nuevo reto, se asemeja enormemente a una carrera difícil, a un maratón de resistencia sobrehumana, para el que no han sido entrenados ni preparados. Dar todo por la iglesia, no significa trabajar de «sol a sol», sin un plan bien estructurado, interiorizado y ejecutado con rigor, pero mucho más, con respeto y amor. Los problemas que vienen arrastrándose por siglos, tal vez necesiten al menos decenios para ser enfocados de otra manera más humana, más en consonancia con el principal aliado de nuestro espíritu, los condicionantes humanos, si es que de verdad queremos ser honestos con nosotros mismos y eficientes para los demás. Un obispo ni es un ángel milagrero, ni tampoco es una bestia de carga para soportar, en soledad, todo lo que se le viene encima. Las casi únicas satisfacciones humanas que recibe un obispo, suelen venir del pueblo, de las visitas que hace a las parroquias, donde de verdad siente el aprecio, el cariño y el respeto sincero que frecuentemente le ovaciona con un aplauso todo pueblo generoso y agradecido. Las visitas de despacho suelen ser visitas de súplica de prebendas, cuando no de quejas; de simple pleitesía, regalos a veces comprometidos, bombo y platillo.

Cavilando estuve sobre algunas pautas para que la soledad de «los domingos por la tarde», de las cenas y sobremesas vacías, de «la infecunda soledad» unamuniana, de los versos de Pemán sobre la soledad, «tres arroyos de agua amarga que van a dar a la mar», el corredor de fondo no se vea humanamente abocado a un desafortunado camino de profunda adicción —¡a lo que sea!—, un paulatino, pero inexorable proceso de deterioro mental, o un explosivo rompimiento de las venas que riegan con sabiduría el jardín de la vida humana. Y es que la amarga realidad del corredor de fondo, es que muy pronto se queda sin fondo, paralizado, fulminado por su propia hiperactividad, a la que en ocasiones no le halla, después de tantos esfuerzos y sacrificios, el fruto deseado y merecido, y todo ello, por no sentirse considerado uno más entre los humanos, listo a reconocer con humildad la hermosa y lapidaria sentencia terenciana: «humano soy, y nada de lo humano me es ajeno».

2 comentarios

Ramón Hernández Martín -

Por si os apetece hoy caldear un poco vuestras neuronas, ahí va el correo que acabo de enviar a mis contactos:
"Queridos amigos:
El post que acabo de publicar en mi blog de RD, pensado hace tiempo, viene como anillo al dedo de la zozobra política que nos toca vivir. Se trata de unos apuntes que, cual rejones de muerte (vida), se clavan con fuerza en los cuerpos de la política y de la Iglesia. Animaos a reflexionar sobre algo en lo que nos jugamos tanto el pan de cada día como el pan de vida. Feliz domingo.
El enlace: https://www.religiondigital.org/esperanza_radical/Artimanas-politicas_7_2144255558.html"

Ramón Hernández Martín -

La lectura de este rico y denso alegato de Eugenio González sobre el "corredor de fondo", advirtiendo sobre la necesidad de poner a punto la musculatura para la escalada, la montañosa y la eclesial, me ha evocado con fuerza, ¡qué casualidad!, la encomienda de fray Eladio Chávarri a la hora de conseguir no solo que los valores le vayan ganando lentamente la partida a los contravalores correspondientes, sino también que crezcan o mejoren hasta alcanzar un grado de excelencia. El hombre nuevo o una nueva forma de vida mejor se construyen dando más y mejor juego a los valores. Eladio habla de "paciencia infinita", es decir, de una carrera de fondo que nunca termina. Para este ilusionante recorrido es preciso hidratarse bien, desde luego, pero importa mucho más, quizá, entrenar las neuronas para que den de sí la energía necesaria para conseguir, poco a poco, comportamientos humanos, una humanidad humanizada y una Iglesia centrada precisamente en esa misma tarea. Humanizar a los seres humanos tiene más pendiente y altura que el Everest y requiere más fe y cercanía que la de un obispo de provincias y hasta de un papa "tan humano" como el actual. En este contexto, "corredor de fondo" y "paciencia infinita" me parecen sinónimos.