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UN POEMA DEL “CERVANTES 2019” DEDICADO A NUESTRO SUBIRACHS (Por Isidro Cicero)

UN POEMA DEL “CERVANTES 2019” DEDICADO A NUESTRO SUBIRACHS (Por Isidro Cicero)

 

El próximo 23 de abril, S. M. el Rey entregará el premio Cervantes a un poeta leridano que escribe a la vez en castellano y catalán. Se llama Joan Margarit, no ha sido muy leído en estas mesetas nuestras, pero os aseguro que es un poeta grandioso. ¿Por qué hablo aquí de él? Hablo de él aquí porque a ver si averiguáis quién ha sido el mejor amigo de Margarit; al menos, el amigo de más larga duración en el tiempo. La familia de Margarit y la de su amigo pasaban juntas las tardes de los domingos; los niños de las dos parejas jugaban juntos en el jardín de la casa del amigo. Cuando se les hacía tarde, con tanta conversación sobre arte, arquitectura y versos, el poeta y su familia se quedaban a cenar. 

Sí, lo habéis adivinado. Joan Margarit tuvo un amigo del alma que se llamó Josep Maria Subirachs. Margarit se sabe de fondo y forma -iba a decir de memoria, pero es poco- la obra entera de Subirachs. Cuando Margarit, el premio Cervantes de este año, se refiere a nuestro santo Santuario habla de la “magna fachada” que hizo Subirachs y de “las cuatro puertas de bronce”, que a algunos de nosotros nos vuelven tarumbas de tanto misterio y de tanta sugerencia como encierran en cada uno de sus centímetros cuadrados. De tanta belleza. 

Cuando en 1962 Margarit conoció a Subirachs, el poeta tenía 24 años, estaba en el último año de Arquitectura y como poeta era un auténtico desconocido. Subirachs ya tenía 36 años y era un escultor reconocido. Ya había realizado una obra importante, desconcertante para la mayoría de la gente y muy polémica. Para cuando los dos artistas se conocieron, hacía cinco años ya que Subirachs había dado un campanazo en Barcelona al conseguir colocar en la zona de Vall d’ Hebrón la primera obra abstracta que se exhibía públicamente en la ciudad condal: Forma 12. Y. sobre todo, ya había hecho la Virgen del Camino.

Se conocieron así. En septiembre de 1962 tuvieron lugar las inundaciones de la comarca del Vallés. 1.000 muertos, dicen que llegó a haber, algunas fuentes aseguran que no pasaron de 600. La estadística no era muy de fiar porque en aquellos años, el hacinamiento y la infravivienda en las zonas industriales eran cosa habitual y los censos no demasiado rigurosos. El padre del poeta, el señor Margarit, era arquitecto de la delegación del Ministerio de la Vivienda y, dentro de los planes de reconstrucción, al señor le había correspondido el pueblo de Rubí. En Rubí el desastre había adquirido proporciones de cambio climático. Encargaron hacer el puente al ingeniero riojano Carlos Fernández Casado. Un catedrático, un pionero de referencia como proyectista en el mundo del hormigón, un intelectual.

Terminado el puente, se pensó, bien pensado, en colocar en él un monumento a las víctimas de la riada. Fueran 600, fueran 1000, qué más daba. Lo importante es que el monumento se lo encargaron a nuestro Subirachs y nuestro Subirachs hizo una de las cosas más emocionantes que yo he visto en este tipo de monumentos en honor de víctimas. Su sencillez bronca y rotunda de railes de tren cruzados conmueve.

Subirachs quiso poner en el bronce un poema breve. Y se lo encargó a su amigo Margarit, diez años más joven que él, con quien pasaba todos los ratos libres hablando de poesía, de arquitectura, de escultura, de arte en general.

Subirachs comentaba los enigmas cifrados que le gustaba incrustar aquí y allá, por todas partes. Su extensa cultura le impulsaba a sembrar sus obras de sugerencias para entendidos que en aquel momento solo tenían un significado simbólico para él y para los más próximos, los frailes del Camino, su esposa, Margarit y para de contar.

Margarit escribió el poema, pero a la hora de la verdad, no sirvió. Las autoridades prefirieron colocar, en vez del poema, un fragmento del discurso que el Caudillo pronunció sobre la solidaridad de España con el Vallés. 

A Subirachs le gustaba mucho la poesía de Margarit. Puedo decir sin equivocarme, que más le gustaba la poesía de Margarit a Subirachs, que al propio Margarit. Si no llega a ser por Subirachs, muy respetado en el mundo de la vanguardia, los poemas de Margarit hubieran tardado mucho más en ser considerados, pero el escultor habló con Camilo José Cela, que escribió un prólogo al poeta y con el editor Pere Vicens que le publicó su primer libro. 

Subirachs estaba casado desde 1955 con Cecilia Burgaya. Y Margarit, al año siguiente de hacerse amigo de Subirachs se casó Mariona Ribalta. La amistad de los dos artistas se amplió a las dos parejas, y solo la interrumpiría la muerte. Primero murió Cecilia en 1994 y luego Josep Maria, en 2014. Cuando se inauguró el santuario, estuvo aquí el hijo mayor de Subirachs y Cecilia, Roger, que también murió en 2017.

Para el hoy premio Cervantes y para Mariona, el matrimonio Subirachs-Cecilia Burgaya era un modelo. Él y Mariona solían decir: Cuando tengamos niños, a ver si somos capaces de educarlos como hacen Josep y Cecilia con los suyos. 

A Cecilia, Josep María la adoraba. En las tardes de los domingos, mientras los niños corrían por el jardín, el poeta-arquitecto y el escultor entraban en el estudio de Subirachs para comentar las creaciones que iba haciendo. Las grandes maquetas, las piezas pequeñas, los objetos de orfebrería, las joyas, los diseños e inscripciones enigmáticas que cuando se iluminaban por la interpretación adquirían bellezas alquímicas. Enigmas sencillos, pero crípticos. Nombres familiares, algunas veces anagramas de Cecilia.

Cuando los domingos se les hacía tarde de tanta conversación, la esposa de Subirachs, dulce y alegre, preparaba la cena para todos. Mariona la acompañaba con los niños y la cena mientras, en paralelo sus esposos continuaban una conversación artística ininterrumpida desde el año 1962. 

1986 fue un año crucial para todos ellos. A Josep María le encargaron la fachada de la Pasión de la Sagrada Familia y a Joan, un brillante arquitecto, catedrático de arquitectura y de resistencia de materiales, el cálculo, los proyectos y la dirección de las obras de estructura del Templo de Gaudí. 

Hasta que murió Cecilia, que supuso un golpe brutal no solo para Subirachs sino para todo el grupo.  Era, como ya he dicho, el año 1994. Cuando ocurren cosas así, las demás cosas nunca vuelven a ser las mismas. A Subirachs poco a poco le fueron abandonando las fuerzas físicas -un escultor debe poseer fuerzas físicas - y se refugió en la pintura. 

A última hora, Margarit visitó a Subirachs en la residencia donde pasaba sus últimos años. Su hija Judit le atendía con mimo.

 

Judit Subirachs-Burgaya junto a la escultura ’La Familia’

 A Judit la conocí yo, Isidro Cicero, personalmente; hicimos juntos un coloquio sobre nuestro Santuario en Madrid, en el espacio O_Lumen. Para el premio Cervantes de este año, Judit es la reencarnación de Cecilia, una segunda Cecilia, encarnación de su dulzura, su alegría, su sencillez. Muchas personas, yo entre ellas, a veces escribo correos a Judit, y por contacto la llamo Cecilia. Tiene mucha paciencia y me dice: Cecilia era mi madre, pero no me importa que me llames como ella, muchas personas lo hacen.

La visita que hizo Margarit a Subirachs, la última, no hablaron nada, pero fue su despedida. El poeta se quedó con la duda de si le conoció o no. Subirachs no pronunció una sola palabra. Los tres sabían que aquella era la despedida. 

La editorial Nórdica Libros publicó en 2015 un poemario de Margarit con el título “La sombra del otro mar”.

Margarit quiso que las ilustraciones del libro fueran algunos de los cuadros que pintó Subirachs cuando las fuerzas para hacer escultura le abandonaron.

Es un libro muy bello en cuya introducción el poeta se explaya sobre la amistad de las dos parejas, Cecilia y Subirachs, Mariona y él. Se percibe un gran respeto, un hondo afecto, una enorme admiración y conocimiento.

El primer poema del libro está dedicado a Subirachs y, significativamente, se titula “Infierno”. Quiero que lo conozcáis.  Pertenece a Restos de aquel naufragio, de la colección 1975 – 1986. Dice así.

Imagina una noche de verano

junto al mar, entre sábanas tendidas,

la luna traspasando barandas en el patio, 

y sombras de alambradas en la piel

para escribir la música de un sueño.

Imagina las islas con olivos, 

sus colinas de mármoles y muerte

donde Leonardo reina, condenado

por un matiz de rojo que nunca consiguió.

 

Yo veo aquí un tendal bajo la luz de la luna que refleja la sombra de los alambres sobre las sábanas tendidas y la piel del amigo. Parece una partitura. Se pueden escribir en ella las notas de un sueño. ¿Cuál? El propio de un artista: la pesadilla torturante de no conseguir nunca la belleza inalcanzable que aspira a expresar.

Isidro Cicero

 


 

nota del Furriel:- 

¡es una historia preciosa!
Pero no llego a interpretar algunas migas sueltas que debo seguir, como pulgarcito, para descifrar el enigma de este signo misterioso  que Josep María Subirachs incluyó en la puerta principal de nuestro santo santuario.

 



11 comentarios

Isidro Cicero -

Gracias por tu consideración, Santos Vibot. Un beso desde el más estricto confinamiento que estoy seguro compartes.
Respecto a ese texto que propones, del que ignoro contexto y circunstancias, creo que se puede entender así:

LO QUE FALTA LO HALLARÁS EN LAs PARTES MÁS RESERVADAS

Vibot -

Por cierto, Isidro, o alguno de los latinoparlantes, me podéis traducir este texto? Es el título de una obra musical que me gusta mucho:

QUAERE RELIQUA HUJUS MATERIEI INTER SECRETIORA

Vibot -

querido Isidro, es verdad que es muy bonito todo lo que cuentas sobre la relación de estas dos familias. Pero a mí lo que me embelesa de ti es la atmósfera que creas para contárnoslo. Eso es justamente lo que hace que tú seas un vertebrador indiscutible de este blog después de trece años.
Felicidades, Josemari, nos hiciste un regalo muy grande que siempre está aquí para todos nosotros. La magia "retrovada" de nuestra adolescencia en el colegio, con su dolor y su gloria, tú la custodias desde hace trece años, tirándonos infatigablemente de la lengua con fotos como dardos incendiarios y textos que florecen emociones.
Gracias sin fin.

Isidro Cicero -

Fernando Alonso, no te creo. De incapacidad y ceguera, nada, estoy seguro. Creo más bien que en estas cosas a muchos les pasa como a otros con los idiomas no te sueltas a hablar inglés, intentar que te entiendan en la lengua de Tascón, porque sentimos que hacemos el ridículo. En esto de L poesía no nos soltamos a expresar lo que nos dice por dentro por timidez rubor y cierto miedo a caer en el mariconismo. Estoy seguro de que para la poesía tienes oído y sensibilidad, igual que para los instrumentos de cuerda que yo te he oído.

Luis Heredia -

Isidro, el arte, música, letras, pintura, está hoy día al alcance de todos gracias a las redes sociales. En nuestros años, han estado a nuestro lado día a día, lo que no deja de ser un privilegio como tantas otras cosas que vivimos. El quid está en el misterio de su interpretación y eso lo dominas tú porque le añades un valor fundamental: pasión por el conocimiento, valor del que adolecemos la mayoría de los que convivimos en aquellos años, salvo excepciones , habiéndolo tenido frente a nuestros ojos, y al alcance de nuestros oídos en el caso de la música y pluma en el caso de la escritura.
Despuès de tu magisterio a lo largo de la vida del blog vamos comprendiendo y entendiendo muchos de los misterios, más complicados aún que el de la Santísima Trinidad, casi.

Fernando Alonso Díez -

Confieso mi incapacidad y ceguera para adentrarme y degustar el mundo de la poesía. Supongo que como en todo aprendizaje hay técnicas que lo facilitan, sin embargo por incomprensibles razones nunca practiqué esas tecnicas, con lo que un círculo vicioso se cierra; no me acerco a la poesía porque no encuentro el lazarillo que me guíe hasta élla pero tampoco busco la técnica porque no leo poesía...
Propósito: Con este delicoso diálogo entre artistas, Isidro me ha abierto el apetito para acercarme a disfrutar alguno de los platos que nos brinda el proximo Premio Cervantes.

Isidro Cicero -

Tengo devoción por Subirachs desde siempre y últimamente por Margarita. Pero su obra está al alcance de todos, Luis. Un abrazo.

Luis Heredia -

Cruzarse en vida con la historia viva de grandes personajes como ellos debe producir vértigo.
Gracias, Isidro.

Isidro Cicero -

Inocencio y Javier, os doy muchas gracias a los dos y, si me lo permitís, le doy más gracias todavía al Furriel, el mal llamado Furriel. La edición cuidada del texto con acompañamiento de las fotos elegidas, que sin las que tienen que ser, le da otro valor al reportaje. Queda muy mejorado. Gracias.

Francisco Javier Cirauqui -

Isidro, he disfrutado enormemente con esta hermosa historia y me ha aumentado la abmiración por Subirachs y por Margarit.
Intentaré conocerlos más y mejor. Gracias Cicero por este sustancioso escrito. Un fuerte abrazo.

Inocencio Fernández Menéndez -

Vaya historia....
Estoy encantado de saber todo lo que nos cuentas.
Gracias, Isidro.