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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

EL HEREDIA ¡REAL!

EL  HEREDIA  ¡REAL!

La verdad es que a todos nos pareciste un respetable padre de familia numerosa, esposo amantísimo, escritor equilibrado, abogado de prestigio, pensador reconocido, platero de auténtica raza (¿eh?), amigo desinteresado, privilegiado en recuerdos, en fin, el marido que siempre hemos soñado para nuestras hijas, el yerno deseado, asturiano empedernido, (y no es la letra de una canción de Sabina) …….pero, pero…..

Este Furriel os guardaba la imagen real de Luis Heredia que nos es otra cosa que la de una vulgar y hortera Shandi Sohw con “calcetines blancos”. Posiblemente esto me cueste el puesto en el blog, más no podía seguir ocultando por más tiempo la imagen real de Luis Heredia; el deber es lo primero y la limpieza en la información, mi norte. Y yo me debo a todos vosotros, que no tenéis esta “deplorable” pinta.

Supongo que no merece ni comentarios.

De todas formas, un abrazo, Sandi

11 comentarios

Isidro Cicero -

LA VENDEDORA DE GLOBOS / 5 LLEGÓ LA VOCACIÓN

DEDICADO A FERNANDO FERRERAS

Una vez hubo en mi pueblo una nevada de aquellas de antes -de las que podían mantenernos más incomunicados si cabe, un mes entero - y encima seguía nevando si Dios tenía qué. Era la tarde del día de la Inmaculada, qué memoria. Pues bien, amigo Fernando Ferreras, amigos todos, fue esa tarde cuando me llegó a mi la vocación. Otros que han vivido el mismo fenómeno lo han denominado llamada, efecto llamada. En todo caso, se trataba de una especie de convocatoria.

Aquella tarde, imposible encontrar otra más desapacible en toda la rueda del año, se presentó el señor cura en casa. Era un hombre joven, que vivía con su hermana en la casuca de la escuela vieja, acumulaba libros sin parar y hablaba mucho conmigo y con las personas mayores. Ha acabado siendo alguien importante en el mundo de la enseñanza, allá en la capital.

Aquella tarde el hombre llegaba blanco de frío y de copos de nieve sobre la sotana negra. Se calentó a la lumbre, tomó café – entonces se decía tomar café, no “un” café- y dijo que venía a hablar de mi futuro. Dijo que, a su modo de ver, yo debería emprender estudios, si mis padres no tenían inconveniente. (Mis padres inconveniente no tenían, pero dinero tampoco). Dijo que había visto en mí un no sé qué especial, que me hacía diferente a los demás muchachos del pueblo. Y que, si seguían su consejo, deberían “echarme” a estudiar.

Y me echaron. Recuerdo que mis padres le contestaron aquella tarde que el muchacho torpe no era, que no era mal crío, que tenía muy buenos sentimientos y que era “muy cariñosísimu” con los hermanos, pero que efectivamente, para las vacas era negau. Que estaba como ausente. Que le sorprendían pensando en babia cada dos por tres. Mi madre dijo que a ella le tenía asustada la memoria del chiquillu: con una vez que lea una página de cualquier cosa, se la repite a usted de carrerilla.

Por todo eso, querido Fernando Ferreras, cuando os saludé en este blog, os decía yo que a mi juicio, ya estábamos de alguna manera señalados. Ya éramos un poco especiales en el pueblo, antes de que nos echaran a estudiar a León. ¿A vosotros no os echaron a estudiar? En mi tierra se decía con esa expresividad, era una manera de hablar que yo quiero recordar aquí con ternura. Lo mismo que se echaban las cabras a pacer, se echaban los hijos a estudiar. Allí en mi valle, a casi todos los echaron a Corbán, a unos pocos los echaron a Comillas. A mi como bien sabéis, me echaron a León, junto a vosotros, pero más lejos que a nadie. Quizá teniendo en cuenta razones económicas, quizá el asunto del asma.

Ya creíamos que al cura se le había olvidado el asunto, cuando acabando el verano siguiente se presentó con el folleto tan oportunamente reproducido en este blog por el benemérito Furriel. Había gestionado plaza en los dominicos y en León. ¿Qué sería la una cosa? ¿Qué sería la otra? No tardaríamos en saberlo, pero antes había que bajar a Potes a comprar ropa para el chiquillo y bordar en ella el número 225.

Hubo en aquellos años un reclutamiento generalizado, aquel extraño efecto llamada, a través de una escena similar, digo yo, a la desarrollada en mi casa la tarde de la Inmaculada. No quiero ponerme demasiado serio, pero quiero decir que hubo una leva de muchachos de familias pobres a las que de repente se les ofreció la oportunidad, singular, de estudiar. La historia intentó aquellos años rectificar injusticias tremendas que ella misma había cometido: impresentables discriminaciones, exclusiones vergonzosas. Aun tenían que pasar algunas décadas más para que el derecho a la educación pública, gratuita fuera para todos, no sólo para algunos especiales.

Me decías a primeros de agosto -¿tiene perdón este retraso en la respuesta? – que lo de alumnos ilustres era porque algunos de nosotros salíamos en los periódicos, en televisión y en libros. Bueno, no vayas a creer que soy una especie de Antoñita la fantástica o un creído de tomo y lomo, pero la primera vez que a mi me llamaron alumno ilustre fue el primer día del colegio. No la primera noche, esa fue una historia más divertida, el primer día, que si no me equivoco era domingo.

Ocurrió así.

Después de la llegada, después de lo que me reí –tengo que contároslo un día– la mañana siguiente amaneció profundamente melancólica. Yo, entre tantos desconocidos, pensaba me estaban mirando todos sin excepción. Luego comprobé que no me había mirado nadie. El hombre de blanco, sin nombre recordado, afable pero de pocas palabras, me ubicó en la fila alfabética. En el lugar que me correspondía, tal como yo había oído a los de mi familia que les colocaban siempre en la mili, o en los batallones de trabajadores: después de la B y antes de D. En la C. “¿Cícero?”, dijo el hombre de blanco mirando el papel. “Aquí: después de Calderón – creo recordar, que era Calderón- y antes de Colón y de Cortés. Este curso, por lo que veo, tenemos a muchos alumnos ilustres: Calderón, Cicerón, Colón y Cortés, todos seguidos”.

Las figuras de Calderón (o alguien equivalente), Colón y Cortés, salían hasta en la enciclopedia Álvarez. Pero ese Cicerón, que casi se apellidaba como yo, ¿quién sería? La de mañanas, la de tardes, la de noches que habré pasado yo en su compañía desde entonces.

Y me voy, querido Ferreras, porque mientras escribo esto, me he enterado de que ha entrado en el blog, por la puerta que yo solía hacerlo, nada menos que mi gran compeñero, Juan Manuel Díaz Alvarez. A ver qué nos cuenta.

andres cortes aranaz -

Querido Josemari:

De momento te salvas porque no hay forma de que entre lo que quiero poner. El lunes viene ya de vacaciones Mary Paz, que es la experta en estos quehaceres, y me enseñará a meterlo. (La foto, claro)
Ub beso, y por favor, pásame el menú de El Bierzo. Tengo hambre.

José Mª Cortés Aranaz -

Querido hermano mayor:
ni "te" se ocurra.
No puedes echar por los suelos el prestigio ganado después de casi 100.000 entradas.
Anda, no seas malo, porfa.

Besos, josemari (Furriel de prestigio)

andres cortes aranaz -

Querido Luis:

Perdona mi equivocación de hace un momento, pero leyendo me doy cuenta que sí entró ya al trapo Mariano.
A lo mejor el que esta mayor soy yo.

Si quieres vengarte del furriel, de tu parte meteré una foto comprometida de él. Donde las dan las toman.
Voy a probar a ver si puedo, que esta venganza técnicamente es un poco complicada para mí. De momento no se lo digas a nadie.

andres cortes aranaz -

Hola de nuevo. Perdona la equivocación, pero Mariano sí que había entrado ya al trapo. A lo mejor el que está mayor soy yo.
Un abrazo.

andres cortes aranaz -

Querido Luis Heredia:

me he reído con esa foto tuya, que algún cabrito puso en el blog, como no te puedes imaginar. La verdad es que hacíamos algunas gilipolleces, que hoy todavía seguimos haciendo, ya que lo que aprendes en la infancia, se queda para después.
Si Justino hace algún montaje, que seguro que ya lo ha pensado, que sólo cambie la cara porque lo demás es un CUERPO GLORIOSO, digno de cualquier pasarela actual.
Te agradezco todo lo que has escrito y especialmente lo que se refiere a mi nieta Leyre, que por cierto, ya va cogiendo peso y empieza a "aguaparse", porque la verdad, todos los recién nacidos no son precisamente guapos aunque sea el nuestro.

Me extraña que Mariano no haya entrado al trapo todavía con esta foto. La verdad es que yya está muy mayor para fijarse en estas cosas.

Un abrazo para tí y los tuyos.

josé maría urbano -

Hola Luis: Me encanta ver tu foto con esa minifalda que hace unos días te había recordado en uno de estos comentarios. Esta pose la desconocía. Mi recuerdo es de una actuación tuya en el teatro, en uno de aquellos festivales en los que tú salías de Sandy Show (¿se escribe así?), mientras la gente de tu curso nos ofrecía música moderna en directo gracias a aquel grupo que formaban, entre otros, Espinosa y mi hermano Javier, con guitarra eléctrica incluida, algo que en aquel momento nos dejaba a todos con la boca abierta. Lo tuyo siempre era impresionante y el éxito era tremendo.
Un buen recuerdo, sin duda. Si el señor doctor no dice lo contrario, espero estar a partir del miércoles trabajando de nuevo en el perídico. Osea que si en lo que queda de agosto, vas por Gijón, no dejes de llamarme y nos vemos para charlar un rato. Un abrazo.

josé maría urbano

Andrés Martínez Trapiello -

Querido Isidro:
Sigues siendo un cabrito. Hay otros en el blog que ya tienen el "cabrito" adjudicado en aumentativo.
He estado visitando hace breves momentos una página del blog, leyendo a Platero y su Sindicato, en la que no he visto más que burradas.
Y digo lo de cabrito, porque mi intención era irme a la cama temprano. Son casi las doce, y no es una hora recomendable para personas de bien vivir, como yo.
Y te sigo llamando cabrito, porque me he entretenido mucho -mucho- con "La Vendedora de Globos". El Furriel debería cerrar la edición a las diez, para podernos ir "a cama", que dicen los gallegos, a una hora temprana.
Pero, bien, Isidro Cicero. Volveré a releer "La Dama del Alba" mientras escucho a Mendelssohn.
Un fuerte abrazo. Y espero, esperamos el quinto.

Isidro Cicero -

LA VENDEDORA DE GLOBOS / 4 No me abandones nunca

DEDICADO A ANDRES M. TRAPIELLO

“Una vez me metiste en el teatro-leído, cabrito, sabiendo que yo era de la rondalla. Y me comprometiste con un personaje de Alejandro Casona”. Estas quejas, con un retraso de cuarenta años sobre poco más o menos, me las dio a mi Andrés Martínez Trapiello hace unos meses por correo electrónico, mientras me pedía que colaborara en este blog. Me pedía también que le aclarase antes de nada una duda que colea desde antes de que Juan XXIII convocase el Concilio. El dilema es: ¿Cómo se dice, Cícero o Cicero? O es que, como ocurre en francés, este apellido que llevamos algunas familias de la Cordillera Cantábrica se escribe de una manera y se lee de otra.

La duda de Andrés es comprensible: Todavía hoy mismo el propio corrector de Word que tengo aquí metido, hacía cabriolas en el párrafo de arriba, cuando le obligaba a escribir la opción que no es. ¡Qué sabrá Word de todo lo que puede esconderse detrás de una tilde¡ ¡O de una iota de la ley¡

(Antes de seguir: He ubicado aquí este comentario número 4, ya que no logro acceder a donde puse los tres anteriores, más algunos saludos. El 3 -quizá se haya perdido- se lo dediqué precisamente a este Luis Heredia.)

Mi querido Andrés Martínez Trapiello. En primer lugar, te doy las gracias por todos los elogios que de mi persona y oficio has diseminado en estas páginas. En segundo lugar, te agradezco que hayas aguantado a pie firme, como un ejemplar recio de la paramera leonesa, el despiste que tuve el otro día llamándote Miguel Ángel. A saber que estaría yo pensando. Tu comprensión, tu disimulo, tu generosidad al no echárteme inmediatamente a la yugular reclamándome daños y perjuicios, me hace pensar que estoy ante un amigo condescendiente. Alguien que comprende estas febleces ya algo achacosas de la edad..

¡No te me quejes de lo del teatro leído¡ Más me podía quejar yo de ser uno de los pocos alumnos que salió de allí sin haber sido incitado jamás a pegar un rasgueo de púa, sin haber dado un golpe a ninguna de las muchas techas que tiene un piano. Ni de las blancas, ni de las negras. Sin haber sido encargado jamás de bajar una persiana, de correr una cortina, de hinchar un balón, de subir a un andamio, de destornillar una tuerca. Y no me quejo, porque sé que allí como en todas partes tenían que estar las cosas claras y bien etiquetadas. Si tú valías para una cosa, es un suponer, por qué tenías que andar metometiéndote en otras.

Querido Andrés. He vuelto a coger la novela de la que os hablé en la primera entrega de esta serie. Pruebas os estoy dando de que la memoria no es muy de fiar. “Breve es la vida del hombre y su memoria flaca”, decía un antiguo autor de aquí. Yo dije que era una novela japonesa, pero debí decir que es de un escritor japonés, Kazuo Ishiguro, que está escrita en inglés y ambientada en un internado en la campiña inglesa. Un internado muy, muy especial. Se llamaba Hailsham.

Tenía cosas en común con nuestro colegio y cosas muy diferentes. Por ejemplo, los internos (e internas, porque era mixto) estaban impelidos a la práctica constante de la poesía, la música, el canto, la pintura, la natación y el deporte, la escultura, el teatro (leído o no). En eso se parecían. Pero la práctica del sexo en el internado inglés era una pieza normal de la educación y de la vida, quizá no la más importante, pero tampoco la más desdeñable, yo calculo que como la higiene sobre poco más o menos. No cometían pecados, no se confesaban, nadie les había hablado del concepto de culpa. Y sobre todo, tenían de diferente, santo cielo, el destino atroz para el que se estaban preparando
aquellos muchachos y muchachas de Ishiguro. ¿Te lo desvelo, o prefieres leerlo tú mismo? Te lo desvelo: los criaban con todo esmero para el día de mañana “donar” sus órganos cuando hicieran falta. Y no estaban advertidos de cuál iba a ser su destino. Eran una especie de horrendo banco biológico. Nada que ver con el destino nuestro, que yo sepa. Nada que ver.

La protagonista, Kathy, escribe una especie de memorias y eso es el libro: “A lo largo de los años ha habido veces en que he tratado de dejar atrás el recuerdo de Hailsham, diciéndome que no tenía que mirar tanto hacia el pasado. Pero luego llegué a un punto en el que dejé de resistirme...” ¿Te suena, querido Andrés? ¿Os suena?.

La novela en inglés se titula “Never let me go”, tomando este título al parecer de una canción americana de la época, que tenía este estribillo: “Never let me go, oh baby, baby”. Pero al traducirla al castellano, Jesús Zulaika la tituló “Nunca me abandones”. Y yo, cuando la leí: “Este título me suena, cómo me suena a mi este título”. Hasta que hace unos días, oyendo el himno de la Virgen del Camino que colgó aquí Máximo Oloriz, me tropecé con un verso casi idéntico: “No me abandones nunca” . Y dije: “Tate”.

Dice la protagonista de la novela, explorando sus recuerdos de niña en aquel terrible internado, que se trataba de una canción lenta, que ella escuchaba y bailaba a escondidas porque reflejaba sus más íntimos sentimientos. Cuando entonces, la niña interna tenía once años.

Cien páginas más adelante, y poco antes del episodio de los globos que da título a esta serie de recuerdos que os dedico, recordaba Kathy los viejos tiempos del internado con una ex compañera: “Es extraño, pensar que todo esto pertenece al pasado”, se decían. Empezaban a oírse rumores sobre el cierre de Hailsham y su venta a una cadena a lo cual les hacía abrazarse de forma espontánea, no tanto para consolarse como para de hostelería o algo similar. Pero el internado aún pervivía en su memoria. “Y ¿qué va a pasar con los alumnos?, preguntó a Roger. Este lógicamente pensó que se refería a los alumnos actuales, los del momento, y dijo que tendrían que ser repartidos a otras instituciones. Pero no. “Yo, dice Kathy, me refería a “nosotros”, a todos los alumnos que habían crecido conmigo y se hallaban ahora diseminados por el país, separados hoy, pero aún vinculados de algún modo al lugar de donde todos proveníamos”.

O sea, querido Andrés Martínez Trapiello, queridos amigos, que todos nos parecemos a todos. Y en todas partes se cuecen las habas de la melancolía y de la búsqueda de las propias raíces, de un cierto nivel de identidad.

Se dice Cicero, aprovecho ya y te saco de dudas. Yo siempre lo he dicho así y lo he escrito así. Pero las personas educadas en letras clásicas, como fueron todos nuestros formadores y condiscípulos, estaban, estabais, habituados al cícero- ciceronis de la tercera declinación, mucho antes de que yo apareciera en el paisaje. Y no dieron nunca el brazo a torcer. Desde el primer día. Por cierto, contaré mi primer día y se lo dedicaré a Fernando Ferreras, para que me entienda. Ya el primer día me esdrujulizaron. De hecho Cícero fue la segunda esdrújula que aprendí después de salir de las montañas. La primera fue lúpulo. Así como te lo digo. Recuerdo que le pregunté a mi padre qué planta era aquella que se parecía a los fréjoles pero que no eran fréjoles. El les trasladó la pregunta a unos viajeros del tren, de la Robla, y nos dijeron. Lúpulo, es lúpulo, para la cerveza.
Cuando venía un profesor nuevo, al pasar lista, al verme escrito, me decía invariablemente. Siempre: “Hombre, Cícero- ciceronis. O Kíkero kikeronis. O Chíchero-chicheronis. De la tercera”. Y yo: “Soy Isidro Cicero”. Pero qué va. Ni puñetero caso. Nadie me llamó jamás Isidro. Nadie me llamó jamás Cicero. Aún hoy, cuando alguien me llama por teléfono y me dice Cícero, con acento en la i, vuelo hacia allá. Tiene que ser alguien de allí. Y entonces todo el sistema nervioso se pone en movimiento, creo que desde los jugos gástricos, y hay un recorrido celular, qué digo celular, intracelular que me lleva a aquel lugar que aún pervive en la memoria como decía Kathy.

Dales muchos recuerdos a los de León.

Mariano Estrada -

¿Abogado con esas piernas? Yo hubiera participado en un concurso de misses. Y lo hubiera ganado. Y hubiera establecido un nuevo orden mundial, poniendo a los hombres de rodillas. Y hubiera sido miembro destacado de la Función Pública. La turbación al poder, hubiera sido mi grito de guerra…

Pero, ya ves, me ha tocado flotar, como un nenúfar, en las aguas remansadas de la poeconformidad. Y aquí estoy, ante tu espléndida fotografía, aquejado de una gran

Conmoción.

Me conmuevo en tu risa,
que es de corazón luminiscente.
En tus ojos espléndidos,
de luz transfigurada y expresiva.
En tu pecho de alcurnia,
que rebosa emoción y precipicio...

En ti, en tu gozoso vientre,
que sabe a turbación y es de manzana.

Mariano Estrada
Del libro “Amores colaterales”

Un abrazo, querido Luís Heredia, hermosa moza de hoy, Platero reciente. Abogado del diablo. Amante de la familia… Un hombre realmente proteico.

SHANDI SOHW -

Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia y como es la pura realidad, estoy haciendo ahora mismo un ahujero bajo tierra de lo más profundo para enterrar este documento, aunque histórico, y que será autodestruido nada más verse.

Los calcetines blancos, única diferencia con la "hortera", porque además cantaba en vivo y en directo yo también, no fue un acto de recatamiento; hacía un frío que pelaba y me pasaba lo que a las liebres:que no tienen pelos en las patas porque corren que se las pelan.

Ese año participó también RAPHAEL y ya me había entrenado desenrroscando bombillas el día antes.

Es también aviso a navegantes. Si os dice el "furriel" que le envíeis fotos y documentos, cuidaros muy mucho con lo que le mandéis.. Ingenuo de mi, que creí que la iba a colocar en el rincón más remoto del Ver Fotos/Documentos solamente para gozo de Bañugues, Martín, Alonso, Urbano, Devesa, Molpe, Marcelino..Muñiz.., entre las fotos de Platero y las páginas de El Gran Teatro del Mundo.

Pero no; para escarnio y hazmerreir de todos la coloca para "comentar".

Hormigas Blancas comienza a echar sus tentáculos, y espero que sea pasajero.

Un beso para todos de la hortera