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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

TRES SONRISAS

TRES  SONRISAS

Todavía con la emoción en el alma que quiero compartir con todos vosotros, os transcribo el correo que me acaba de enviar nuestro muy querido compañero Carlos Tejo. Mi mejor recuerdo para José Ramón, un besín muy especial para Arancha y dos abrazotes fuertes, fuertes, fuertes para Carlos y José Antonio.

Acompañando al correo me envía un relato y unas fotografías, UNA HISTORIA DE CINE, que dedica a Chema Sarmiento. Me dice que "...si hay un hueco en el blog pues será también para todos...". Te reservo el mejor hueco para tu relato, nuestro blog se vestirá de gala para recibirlo, ya me lo diréis. Lo leeréis en un próximo artículo y lo disfrutaréis...yo me he emocionado ante la sensibilidad de Carlos, el tercer Tejo.

Bueno, te perdonaré lo del cumpleaños...

Querido Jose Mari,

Quiero pedirte disculpas a tí y a todos los compañeros por este prolongado silencio. Podría decir que estoy muy ocupado com el trabajo o que tengo que entregar a la imprenta, dentro de poco más de un mes, el libro con que la Asociación Cultural Amigos de Ribadesella obsequia cada año a sus socios, y del cual soy coautor o qué se yo que otra cosa vana podría poner como excusa...No valdría ninguna. Lo cierto es que os leo todos los días y todos los días os siento cercanos. Sé que no te felicicité por tu cumple, ¿ puedo ahora? No quisiera tener que soportar tu furibundo enojo eternamente. Ese día, 19 de Febrero, cosas del destino, estaba en compañía de mi cuñada Arantcha, y de nuestro compañero y amigo, Párroco de Santo Domingo en Oviedo, José Antonio, recordando en una Misa a quién se nos había ido ese mismo día, hacía tres años, José Ramón.

Aprovecho para enviarte un saludo muy especial de Arantcha, y su agradecimiento por haber contribuido a que la memoria de su marido estuviera presente entre todos. De ese día te envío esta sonrisa a tres.

Recibí los paquetes con las películas de Chema Sarmiento y quedé embobado. No tenía ni idea de que trataban y mi sorpresa fue mayúscula. Cuando en Agosto se presente el libro "Ribadesella en sus manos" y os haga llegar un ejemplar os daréis cuenta que algo tinen en común EL FILANDON y el libro. Ambos hacen que la gente cuente historias, y te aseguro que cada uno de mis interrogados/as es digno de ser el protagonista de una película.

Un abrazo para tí y para todos los tuyos.
Carlos Tejo

5 comentarios

Andrés Martínez Trapiello -

Voy a ver si está el gato, querido Vibot.

Vibot -

Trapi, de aquel viejo palacio donde naciste, de su húmedo zaguán, de aquel lilar del patio y su silencio...de aquel gato durmiente en la esfera de evónimus...recuerdo, sobre todo, el ritmo de tu voz al conversármenlo, las cálidas cadencias de tu acento leonés, tan cerca de mis días infantiles.

En tus relatos me cautiva el tono, tan cercano a tu voz, suave y sentida.

Gracias, amigo, por tu compañía.

(¿Seguirá aquel gatito, las mañanas con sol, durmiendo en lo más alto de la bola?)

andres cortes aranaz -

Bravo, Andrés.
Se entiende todo, incluso la descripción del caserón, con sus geranios, la escalera estrecha, el despacho de Padre, en el que entré muy pocas veces, pero me acuerdo. No has descrito tu habitación con el tocadiscos de un sólo altavoz, la lámpara de pié, las guitarras, nuestros cantos....
Muy bien. Te han felicitado por tu cumpleaños, yo lo hago ahora, aunque no tengo la certeza de que fuera ayer.
No entiendo porqué no me pasas ya los mensajes de los viernes a la hora de los vinos. ¿Te has retirado ya de esos "vicios"?
Un abrazo muy fuerte, y por favor escribe más. Tienes muy buena traza igual que mi hermano Froy.

Andrés Martínez Trapiello -

Tres bonitas sonrisas, ¡sí señor!
Y recuerdos al hermano...

Volví a casa de Padre.
El caserón, antiguo palacio y hoy casa de vecindad, seguía rezumando humedad por las paredes del gran portal. En el patio, el lilar, casi seco, ya no desprendía el olor que me anunciaba la llegada del verano en los años de la infancia. Y tampoco había geranios sobre el brocal del pozo.
Ya no me atreví a subir con un brinco los tres primeros peldaños de piedra, ni a contar con trancos de dos en dos, menos uno, el resto de las escaleras: seguían siendo diecisiete.
Tuve la tentación de llamar con el picaporte, coger aquella mano de hierro fundido que no se cansaba de sostener la bola que en la infancia intenté arrebatar para dar rienda suelta a mis juegos. Pero el aviso de mi llegada fue con el timbre. Y los pasos apresurados que oí, eran los de Madre que reconoció mi presencia por los tonos rítmicos de la “chicharra metálica”.
Jose se encontraba en el despacho de Padre del que había hecho su mundo, su vida. Rodeado de la gran estantería repleta de libros que mostraban, sin rubor ni miedo de años pasados, sus títulos y autores. Autores y títulos malditos para unos salvadores de cuerpos y almas con represión política y religiosa, y que conservaba con mimo, buscando quizá los testigos, la justificación de unos amigos mudos que podían arropar los sueños de sus años juveniles en busca de ideas de libertad.
Su aspecto físico seguía descuidado por el pelo algo despeinado y con corte desigual. Pero era su barba canosa la que le daba una apariencia de intelectual o bohemio.
Embelesado, como siempre, contestó con un “hola” a mi saludo.
Bajo el cristal que protegía el barniz de la mesa, una foto de carné de los años adolescentes de Jose; y sobre ella, algunas partituras de música para guitarra: “Recuerdos de la Alhambra”, “Romance Anónimo” y otras más. También, la cejilla para la guitarra al lado de un pequeño crucifijo; y el paquete de tabaco que le surtía con fluidez los cigarrillos que apuraba convulsamente hasta la boquilla. Uno de aquellos cigarrillos, en ese momento, hacía el recorrido desde sus labios hasta el cenicero impregnando con su humo, aún más, el ambiente ya sobrecargado por unas horas de soledad que también quemaba como el tabaco. ¿O quizás no estaba solo?: Estaba con él. Hacía muchos años que ¿había superado? a una sociedad que no quiso entenderle.
Hoy buscaba la amistad de una estilográfica y de unos folios que llenaba de sonetos, algún poema, décimas… Unos versos en los que depositaba su desesperanza, su desilusión, su vida…


“Sufrí la eternidad de los papiros,
del frustrado consejo; la violencia,
la falta de consenso, la inclemencia,
el triste regresar de los suspiros.

Tiempo loco, hoy no te quiero cuerdo;
mas ido ya, dejado tu dictamen,
vuelvo a tu ser, arcano, sin examen;
vengo de ti por más que no recuerdo.

“Recuerdo” es recordar lo que no ha sido:
¿Dónde las madreselvas de un camino
tan vigoroso, exhausto, tan vivaz?.

Traer a la memoria aquel olvido
es quererlo vivir sin el Destino
que borró la sonrisa de mi faz.”

En el regazo de Jose, con cariño, quizá con amor, reposaba la guitarra a quien tanto mimaba y con la que me había enseñado, en aquellos años del Mayo francés, los primeros acordes de las canciones de The Beatles.
Y a su izquierda, el atril vacío.
- ¿Ya no tocas, Jose?
Su contestación fue una caricia a las femeninas curvas de la caja del instrumento. Dejó caer sus ágiles dedos rasgando las cuerdas desafinadas, al tiempo que su mano izquierda se deslizaba hasta las clavijas de la guitarra. Giró la primera, y un MI grave se fue debilitando con un tono cada vez más ronco ante la falta de tensión de la cuerda. Siguió con el LA, RE, SOL, SI, MI.
Con parsimonia, Jose depositó la guitarra, ya muda y desnuda de cuerdas, en aquella maleta que convertía en féretro para el instrumento.
Volvió a sentarse en el sillón, haciéndose otra vez dueño de la mesa del despacho, defendiendo su territorio, volviendo a su universo.
Encendió un cigarro más y llenó sus pulmones de un humo que fue expulsando con lentitud hacia la lámpara que pendía del techo.
Su mirada viajó otra vez al infinito.
- Hasta mañana, Jose.

Luis Heredia -

Queridísimo Carlos,

Los prolongados silencios me sirven para reactivarme.

Con tu nueva entrada, para decirte que aunque te quedes mudo, la voz de tus letras me siguen haciendo "tilín".

Para Arantcha, un beso muy fuerte y decirle que personas como élla, y viéndoos así en la foto, parecen transmitir algún mensaje de la persona ausente.

Además estáis en un entorno muy familiar para mi: El Colegio de Sto. Domingo fue mi estancia de paso durante dos años, 61-63, a la Virgen.

A parte de las gamberradas que hice, mis primeros pinitos como solista los hice en el Coro de la Iglesia.

Recuerdo con el mismo cariño Sto. Domigo como La Virgen. Pero me marcó más La Virgen.