LA VENDEDORA DE GLOBOS, 39
Espero, ESTOY SEGURO, que el querido amigo maestro Isidro no se me enfadará por colocar su/nuestro globo 39 como portada de este blog, "río de nuestros recuerdos".
Si le parece mal, ¿me ayudaréis?
LA VENDEDORA DE GLOBOS / 39
PABLO GONZALEZ DÍAZ-FAES LA DISPARÓ*
Dedicado a El Pitu y a Antonio Argüeso.
Y a Pedro Rey, con admiración sincera.
El Pitu pone en guardia a Chema Sarmiento contra los fingidores. Le explica cómo lo hacen por si Chema no se hubiera dado cuenta: primero escriben adrede faltas de ortografía, dice El Pitu, y luego van y las coguigen para hacerse notar en el blog, en la blog, así nombra siempre a este fenómeno Julio Correas.
Como en la película, Chema, no les diste el papel estelar que ellos piensan se les debe, intentan ahora adquirir protagonismo por la vía del subconsciente, algo que tienen averiado desde los remotos tiempos de la paramera. ¡El puto subconsciente, me cago en su madre!, voy a poner aquí estas dos admiraciones para que se me note que no me cae bien el subconsciente. Estos que fingen ignorancia, estos que dicen no sé, pero tú sabes que saben; estos que fingen que tú lo viste antes y mejor que ellos, pero tú sabes que no. En fin, estos fingidores todavía tienen el subconsciente amagado a la guepresión sexual de los sesenta, al principio. Usan muchas consonantes, pero patinan en las dos del sexo, unas veces en la s, otras en la x, otras en las dos a la vez.
Y no es garo verlos patinar también ¡en la r! L r, utilizada tradicionalmente para la calificación moral de aquellas películas que fueron fuente de libidinosidades, lascivias y lubricios. Algunos de los gueprimidos, en la egue es donde más patinan. Bueno, cuando los gueprimidos, que han llegado gueprimidos hasta aquí desde los años de la paramera, se lanzan al uso de las vocales, siempre se enguedan en el uso de la e y de la o, las dos vinculadas al sexo; sobre todo la o, fíjate en ella. Con la O, los lapsus calami son tan inevitables como en los tiempos aquellos sentarte en un sofá mullido o llevar los pantalones ajustados. El Pitu y yo mismo muchas veces cambiamos la impúdica o abierta y provocativa por la u, no vaya a ser el demonio que...
Valdés, el Pitu, no tiene problemas con las letras. Mente limpia, pensamientos liberados de la guepresión de los integnados, puede concertar tranquilamente el plural “clamorosos” con el singular “lo” sin que le tiemble el cálamus. Puede también –es de Casorvida- escribir ‘cuartenta’ en vez de cuarenta como hacen los gueprimidos. Sin despeinarse, sin que eso guemita a nadie a la guepresión tardía. En Casorvida no confundimos la gimnasia con la magnesia, ni la sicología con la tipografía, somos racionales, aquí el subconsciente no está ni empadronado.
Pero en lo tocante –escribo esta palabra ya con aprensión cierta - en lo tocante a los fingimientos, el Pitu tiene toda la gazón. Salgo ahora mismo de la película, en la que Natalie Portman se enfrenta a la batalla contra si misma de no tener que fingir, sino de mostrarse tal como es, un ángel sublime cuando es cisne blanco y un malvado demonio cuando es cisne negro. Todavía se nota que estás fingiendo, le decía el chemasarmiento de la cinta. No tenemos ninguna duda sobre tu preparación física ni sobre tu disciplina técnica, le repetía, pero tienes que soltarte de la técnica y de la disciplina y ser tú. Aquí ya hemos cotizado nuestros 12 euros, la parte alícuota que nos correspondía de los 2.127.254 euros que Cisne negro ha recaudado en este país el fin de semana, descontando el domingo a cuyo término puede que reciba algún óscar.
El propio Sarmiento, Chema, que algún premio recogerá con toda probabilidad en los próximos meses, cuando hizo el célebre análisis de texto del primer tomo de la colección El Tomillar descubrió el truco de determinados autores que fingen no saber, pero saben; que fingen no enseñar, pero enseñan; que fingen modestia prosódica, pero lo que hacen es lírica alada: Chema descubrió entonces este maquiavélico fingimiento, que Pitu ahora redondea y subraya:
Fingen faltas de ortografía, pero es sólo por darse importancia. Pessoa, igual que Pitu y que Chema, lo expresó así:
El poeta es un fingidor.
El propio Pitu finge como un poeta, a mi modo de ver. No para hacerse notar en el blog, pienso que de eso ya está de vuelta, después de tantas entradas y tanta simpatía a su alrededor. Finge ante si mismo, por aparentar cierto carácter y muchas veces cierta mala uva que no tiene en absoluto. Su antagonista Antonio Argüeso tampoco tiene ese carácter que a veces se le ve aquí. Ahora se cumple un mes de la foto de las corbatas de Bruselas Iba a decir de las corbatas de Unquera, en qué estaría yo pensando.
Había quedado con Argüeso en el único rato posible, reservado para el almuerzo en el autoservicio de uno de los edificios laberínticos de aquella ciudad de acero y cristal. Antonio apareció más que puntual. Llegó bien vestido, un loden verde de aquellos de alto ejecutivo que yo les recuerdo a Agustín Rodríguez Sahagún, a Adolfo Suárez y a Felipe González que nunca se pasan de moda; elegante sombrero de tela gruesa –fuera se congelaban los sabañones-, y la corbata que le conocéis por la foto. Y todo para compartir conmigo tres cuartos de hora de conversación, delante de un plato horrible, qué arte se dará esa gente para ser tan desagradables. Ahora bien, no sé cómo explicaros la facilidad de comunicación que se establece de repente con Argüeso.
En el frenesí del autoservicio en el que nunca sé en qué fila hacer cola, a nuestro colega Argüeso se le acercó una funcionaria del Comité de las Regiones o del Parlamento Europeo y le saludó con visible respeto: “Usted ya no se acordará de mi, querido profesor...” le dijo ella, no sabría ahora decir si en francés, en inglés o en español, y no porque yo sea trilingüe, que por desgracia no lo soy, sino porque ya digo estaba un poco despistado con las colas.
Nuestro Argüeso vi que se acordaba de ella vagamente. Yo les dejé un momento comentando sus recuerdos mientras me servía unas judías cocidas muy deslavazadas y unos trozos de otras verduras salteadas aquí y allá sin ninguna gracia. Día llegará en el que Argüeso, a quien presenté a la gente de mi tribu, y yo podamos compartir una comida o una cena como Dios manda, como manda Dios nuestro señor.
En esa Neobabel –voy a ser cómodamente tópico- que es Bruselas, Argüeso se mueve en el mundo difícil de la traducción y la interpretación. Difícil es poco decir. Pessoa a mi me gusta como lo traduzco yo, lo mismo que el bacalao que más me gusta es el que preparo yo mismo. A Pessoa me gusta interpretarle directamente del portugués a sabiendas de que lo hago de diferente manera a como le traducen sus traductores oficiales que unas veces no se ocupan por mantenerle la cantidad métrica del ritmo y otras no se ocupan de la calidad de las rimas. A mi la estrofa de los fingidores me sale tal que así:
El poeta es un fingidor
Finge tan profundamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que de hecho siente.
Yo “omnia in pondere, numero et mensura, que decía aquel. Cuando digo aquel me refiero a Juan de Herrera que lo pesaba, lo contaba y lo medái todo: así le salió esa pieza maestra que conocemos como El Escorial. En la estrofa pongo “de hecho” en vez de “de veras” o “de verdad” como hacen otros traductores, por cuestiones de métrica: si te pones a medir, mide; si te pones a contar, cuanta. Si te pones a pesar, pesa.
Y quien lea lo que escribe
Sienta, en el dolor leído,
No los dos que el poeta vive,
Sí el dolor que él no ha tenido.
Yo el guiso lo preparo así, sé que no está mal, ahora bien, se entiende mejor en portugués.
Tenía yo planeado desde días atrás dedicar una especie de globo, no sé si me saldrá, a Pedro Rey. No me permito la broma de escribirle el apellido con la fonética que siempre utilicé mientras convivimos, no me atrevo, no vaya a malinterpretarse.
En lo de Pedro Rey no hay fingimiento que valga. Es pura autenticidad. Pedro Rey, en mi curso, era el mayor y ejercía de mayor. Quiero decir que ejercía la responsabilidad, la ejemplaridad, la observancia ni un milímetro desviada, la disciplina y el deber. Pedro Rey siempre tuvo vocación de misionero. Desde chaval. Otros pudimos vernos deslumbrados por aquellas conferencias ilustradas con diapositivas a todo color de los misioneros que venían del Amazonas y el Madre de Dios. Yo también las escuché deslumbrado, aunque ahora ni siquiera me acordaba de que aquel hombre de luengas barbas y luengas explicaciones se llamaba el padre Alvarez. El Apaktone, nuestro hombre mayor, el padre anciano, lo recoge Pedro Rey de boca de los indios, fue un hombre bueno. Quiso a aquella gente y aquella gente le quiso a él.
Pero Pedro Rey fue más allá del deslumbramiento sensual de las lianas, del bosque, de las aguas turbulentas o teñidas de barro y de las canoas volcadas. A Pedro Rey, en la misma aula que yo, aquellas diapositivas le convocaron desde entonces mismo a un compromiso ético de por vida que le atrapó. Se dejó tocar por la vocación.
He observado con atención en el video la mirada de Pedro Rey. Es una mirada de creyente, de convencido, de comprometido; es una mirada misionera. Pedro se siente llamado y convocado. Mantener esta mirada desde niño, con todo lo que ha llovido alrededor no deja de ser algo admirable. Y ser el único que hizo caso a aquella llamada entre todos los que estábamos asistiendo al pase de diapositivas es para quitarse el sombrero ante él.
Están él, Zabala, Faragó y otros. Pero del curso al que yo pertenecí el único es Pedro, si no me salen mal las cuentas. Salvadas las distancias en esto es como el eco: “el único en este mundo que tiene huevos para contestar a tu madre”, como le explicó aquel vasco a su hijo cuando le pidió una definición del eco.
Ante cosas como las que hace Pedro uno no debe hacer bromas porque son cosas de compromiso vital y de consagración existencial.
Estoy terminando El sueño del Celta, no está mal mencionar en un río de recuerdos como es este blog una novela que empieza con esta frase de Enrique Rodó (Motivos de Proteo), que tantas cosas sugiere:
“Cada uno de nosotros es, sucesivamente, no uno, sino muchos. Y estas personalidades sucesivas, que emergen las unas de las otras, suelen ofrecer entre si los más raros contrastes”.
Con Pedro Rey, mis respetos, creo que estos contrastes no se dan. Conmigo y con muchos más que conozco, demasiado.
Hasta en la selva tiene que haber ejemplares del Nóbel nacional que aquí se amontonan en las librerías. Leyéndolo en paralelo al reportaje de TVE sobre el Apaktone y su herencia me parece más admirable todavía la peripecia del padre José Álvarez. El nos hablaba de cerbatanas, pero quizá no le entendimos, éramos pequeños, el contexto de las cerbatanas. Nos hablaba de la yuca y tampoco el contexto. Nos daba asco la chicha nada más nombrarla.
Las cerbatanas tenían mucho que ver con las “correrías” organizadas para cazar indios como quien caza conejos para llevarlos a recoger caucho. Entraban a tiros en los poblados. Entre fusil y cerbatana, ganaba el fusil. Luego los arreaban amarrados por el pescuezo como cabritos al mercado, hombres y mujeres. En el camino, los mayores y los niños de pecho eran abandonados para que no entorpecieran la marcha. Cuando un indio padre se portaba mal, el señor Normand le castigaba: ahogaba a sus hijos delante de él en el río con sus propias manos.
Con todos esos precedentes, el Apaktone tuvo los santos huevos de adentrarse en la selva a pecho descubierto. Su herencia inmediata la administran ahora Pedro Rey y sus compañeros. Ahora bien, su herencia humanitaria es patrimonio de la humanidad entera.
Argüeso recuerda igual que yo las habilidades lingüísticas de aquellos misioneros que también hacían esfuerzos –mira que eran buena gente y generosos- por explicar los escalones de la jerarquía eclesiástica a los indios. Al misionero de base, los indios le llamaban el Gordo: el Guantupa. Por encima de él estaba el Guantupa del Guantupa, explicaba él: el obispo. Y en el Vaticano reinaba –qué bien lo expresa Argüeso- el Guantupa del Guantupa del Guantupa. O sea, Juan XXIII.
Al menos así lo recuerdo yo.
* Esta foto me encanta, no la recordaba, aunque de aquella excursión hay algunas más. Estoy casi seguro de que ésta en concreto la disparó mi querido amigo Pablo González Díaz-Faes. Joaquín Urbano, gracias por conservarla tantos años y mostrárnosla ahora.
- Fecha: 27/02/2011 19:54
- Autor: Isidro Cicero
8 comentarios
Antonio Argüeso -
Pitu, constato que de lo poco que sacaste en limpio de la paramera, sí te cundieron las clases de formación sexual (¿se llamaban así?) que nos impartió PaPedro a mediados del siglo pasado. Te desenvuelves que da gusto con la "s", la r, la x y hasta con la o/u. Yo, que saqué aún menos en limpio, no lo tengo muy claro y lo que ya ni oscuro veo es lo del ERE (¿tiene algo que ver con el eSe?). El Herrero amenaza con explicarlo, pero como no deja los trenes en paz, sigo en las mismas y el Javivi, que seguro que de esa formación sí sabe, como está entre los ausentes, pues que me quedo con las ganas. Habrá que recurrir al maestro Correas para que nos lo aclare.
Jesús Herrero -
¡Ay de aquel cuyo estado de ánimo depende de la opinión del prójimo, antes que la de si mismo! ¡Ay de aquel que moja su cálamo en agua y no en tinta! ¡Ay de aquel que siempre acierta con la S, la X y la R! Jodido lo tiene.
Bueno, espero que con estas líneas magistrales, Pitu, te des cuenta de que el que tiene que llevar el tren a la selva ERES tú. Es sabido por todo el orbe cristiano e incluso pagano, que para jefe de máquinas los de Casorvida, y más si son clases pasivas con tiempo sobrado. Yo solo podría arruinar la empresa y además no tengo tiempo, estoy ocupado echando una partida de damas (sin tálamo) con la fama, pero ojo si necesitas ayuda sigo aquí
JOSE MANUEL GARCÍA VALDES -
Mariángeles, disfruta de ese nietín aunque sea cantabrón como Argüeso y que el que viene de camino tenga una buena travesía.
Enrique, que sepas que dejé de ir al urólogo, ahora voy al neurólogo porque todo el sesxo lo tengo en la cabeza en la única neurona que me queda por eso hablo de lapsus calami et talami.
Abrazos
Mariángeles -
Enrique Frade. -
Mary,nun ye oro todo lo que reluce.Vive y goza de tus nietos todo lo que puedas,yo espero que alguno de mis hijos me haga abuelo ,pero no lo veo claro.
Cicero escepcional ,como siempre.
Un abrazo para los hombres y besitos a las Señoras,incluida la mi maquina de reñir.
Quique frade.
Mariángeles -
Jesús Herrero -
JOSE MANUEL GARCÍA VALDES -
A ti parece preocuparte el lapsus calami, a mí, en cambio, lo que realmente me preocupa es el lapsus talami; es mucho más frustrante porque ahí sí cobran importancia la s, la x, la pluma y la lengua. Aquí hasta el poeta, en contra de la apreciación de Pessoa, es o puede ser,a veces, fingidor. El único famoso que manifestó no fingir fue Newton que dijo aquello de hypothesses non fingo, pero debía referirse a otra cosa. El que sí finge como un cosaco es el Antonio, finge ser de los nuestros pero nunca está cuando hay que estar; como no es lo mismo ser que estar le pregunto ¿Eres y no estás? ¿Ni eres ni estás? ¿Estarás sin ser? ¿Serás estando?
Manque nos pese y sin ser Freudianos, no tenemos más remedio que admitir que el puto inconsciente existe; cuántos conscientes conocemos que se comportan como inconscientes. Yo mismo podría ser un buen ejemplo. Hay por ahí algunos filósofos, Fernando Alonso, Pedrín, etc., que podrían ahondar en el tema. Concretamente Pedrín tiene una tesina relacionando el alma irascible y concupiscible de Platón con el inconsciente freudiano. Aquí encontrarían explicación (con X) las libidinosidades, las lascivias y los lubricios a los que haces referencia. Que hable.
Aviso, a partir de hoy voy a amarrar corto a mi inconsciente y lo someteré a la censura del corrector ortográfico de Word, es una buena manera de evitar los lapsus; es una pena que no sirva para el talami, aunque algo debe de haber.
Cicero, tienes que explicarme con más detalle lo de la o y la u; aquí en Asturias casi todos utilizamos ese recurso lingüístico, pero me da que vas por otro camino.
Quiero unirme al homenaje que le brindas a Pedro Rey, ahí no hay fingimiento que valga, ahí sí hay autenticidad, entrega, obra bien hecha. Si lee este portillo quería preguntarle si los nativos siguen espurruñando la yuca en el plato del invitado.
Sin fingimiento, un abrazo para los conscientes y para los p. inconscientes, que también son hijos de Dios, aunque Dios no existiera.