UNA IGLESIA PARA UN RETABLO, UN PAISAJE PARA EL RECUERDO (I)
Con esta primera parte doy comienzo a la publicación en el blog de lo que se le ha ocurrido escribir a Javivi del Vivigo, rey y señor de los signos de puntuación, observando esta otra fotografía aérea tomada el 26 de Marzo de 1956, solo un momentín antes de que el Junker girase a su derecha para disparar la fotografía que nos comentó Isidro Cícero (UN ANCHO ESPACIO, UN LARGO TIEMPO blog del día 12-3-12).
Estaba seguro de que le picaría la curiosidad al observar con detalle esta fotografía y efectivamente ha decidido bucear un poco para saber sobre aquel espacio donde pasó unos años, o donde los años pasaron por él.
Ved esta nueva e impactante fotografía en el álbum EL COLEGIO.
UNA IGLESIA PARA UN RETABLO, UN PAISAJE PARA EL RECUERDO (I)
1.- Tacos de una abuela con iglesia románica.
Virginia, una de mis abuelas (que en gloria estará, sin duda), devota cumplidora con la misa en domingos y fiestas de guardar, tuvo reclinatorio propio en la iglesia románica de San Vicente de Villamezán, el pueblo donde me nacieron, que recoge Jesusito Herrero en alguna de sus iconografías de la lujuria (“El tren de la Robla y el románico”), aunque abuela y pueblo eran, en aquellos tiempos, expresión neta de antilujuria, de privaciones, de miserias.
Para mantener su reputación de mujer trabajadora, llegaba a la iglesia siempre con el rito comenzado y marchaba a galope, apenas el cura, en el único momento en el que no daba el culo (con perdón) a su feligresía en aquellos tiempos preconciliares, soltaba aquel mágico, “ite, misa est”, al que ella respondía -ya desde la puerta- con el preceptivo “Deo gratias” porque, tras la misa, los hombres del lugar acudían golosos a la taberna-ultramarinos que regentaba, para apurar aquel vino de espita y año, servido en jarras solidarias que iban de boca en mano –o en porrón- como la falsa moneda, mientras repasaban la actualidad del pueblo y se les calentaba el espíritu a medida que aquel tinto fresco de barrica llenaba sus estómagos vacíos.
Por hacer tiempo, mientras sus “santas” preparaban en las casas el arroz con pollo de los días festivos. Eso sí: pollos de corral. Duros como el país, pero con sabor.
Aquella austera mujer de posguerra rural empleaba dos tacos, dependiendo de la intensidad de su contrariedad: “¡Recrista bendita!” -era un cabreo leve, similar al ¡”Ahívalaosa!” de La Paramera; un venial, vaya- y “Recrista puta!” Este era ya un taco con trapío, -¡un tacón!- para ocasiones de gran solemnidad. Se santiguaba mientras lo pronunciaba, como queriendo espantar al Maligno, por el pecado que estaba cometiendo, mucho antes de que el Papado nombrase exorcista para la Archidiócesis de Santiago de Compostela a otro compañero nuestro, José María Trapiello.
¿Será aquel “recrista” otra palabra olvidada del “palabrario” popular que anda este Trapiello “recatado” rescatando del ostracismo cultural?
Ya digo, en gloria estará mi abuela Virginia, que tacos pocos echó, pero acumuló un montón de créditos tóxicos de imposible cobro a bebedores insolventes; sin que nadie la reconociera nunca como “precursora” de microcréditos a pobres bebedores de aquel Tercer Mundo de un pueblo perdido por donde nace el Ebro; ella apuntaba con un lapicero sobre un trozo de papel de estraza, “debe Ramiro…”, “debe Fidel…” “debe Margarita…” Y así, un largo etcétera, sin las artimañas de la banca actual, antes de Merkel, del Banco Central Europeo, del Fondo Europeo de Inversiones, de... Ella lo apuntaba; cobrarlo era otro cantar.
Yo vivía a caballo entre la casa de mis padres y la de los abuelos. Sin otras preocupaciones que controlar la “propiedad” de los nidos de pájaro contra las incursiones de otras cuadrillas de niños lugareños y prestar atención a los maestros, porque aquello de leer y saber me pareció una Cueva de Alí Babá repleta de joyas preciosas, que me gustaba descubrir ya desde aquellas edades tan tiernas.
León y nuestra experiencia equinoccial de aquel colegio modernísimo con piscina y muchos campos para deportes me quedaban a años luz en los años cincuenta del siglo pasado. Me conformaba, por entonces, con abrirme a la vida, aprender lo esencial de sus arcanos, con jugar, robarle a mi abuela en la taberna paquetes de Celtas –sin boquilla, of course- y bolas de anís; bolas de anís que chupábamos entre aquellos mocosos que éramos, después de fumar escondidos bajo cualquier alcantarilla para sentirnos “hombrones”, enmascarando el olor a nicotina.
Poco más. La opción de un colegio apostólico en León llegó casi de improviso, cuando las carencias del pueblo, la emigración familiar, un tío dominico y las sugerencias de un maestro preocupado por que el amo no me echase a las tinieblas exteriores por no haber sabido aprovechar los “talentos” recibidos –recordad aquella parábola tan extraña- me abriera el llanto y me hiciera crujir los dientes.
¡Éramos tan críos! ¡Los tiempos eran tan otros!
* * * * * * * *
Javivi
11 comentarios
Máximo Olóriz -
Mira que te lo tengo dicho, ¡no pares, no pares! (en los dos sentidos).
JOSE MANUEL GARCÍA VALDES -
En el Blog huele a muerto.
Algo que suena a Oximoron: Me contaba un colega que tenía un compañero de clase llamado AUSENCIO y cada vez que el profe pasaba lista cuando decía: ¡AUSENCIO! Éste contestaba: ¡PRESENTE!, es decir; Ausencio, Presente. ¿Será?
Abrazos
José Luis Alcalde Revilla -
Jesús Herrero Marcos -
Javier del Vigo -
Así que me entenderás perfectamente; no seas receloso. "Según mis informes", María Ruiz casó con Teodoro Palencia, con quien tuvo media docena de hijos, uno de ellos el dominico Celestino Palencia, muerto hace ya muchos años, prematuramente.
Pero tú bien sabes que, en aquellos pueblos, además de motes familiares, el pueblo hacía costumbre cosas imposibles de rectificar, que acababan convirtiéndose en "la verdad". Así que María Ruiz, por matrimonio, acabó siendo para todo el mundo María Palencia, como si aquel matrimonio fuera de costumbres angloparlantes. Aunque bien entendido, no por voluntad propia, sino por bautismo y decisión de sus convecinos.
Para los demás halagadores, Justino, Josemaría, Ximo, Pedro y Javier, sus crecerá la nariz como a Pinocho, cuando mentía. Pero agradecido, en todo caso. Habéis leido a Josemari que esto no es más que el "introito" a una foto que él me mandó antes del Gran Botillo de Magaz, para enviciarme, con lo fácil que soy yo para eso del vicio, mientras el cuerpo aguante. Así que sosegaos y esperad a leer.
¿Estáis dando una pista a quienes mantenemos la memoria erecta?. Decís los sabios que los españoles tenemos el mayor repertorio de interjecciones muy expresivas, tacos y otras palabras malsonantes. Y Jose María Trapiello anda recolectando aquellas palabras caídas en desuso. Ya digo: por aquí pudiera haber un filón para lingüistas y sociólogos, ¡mecagüen las zapatillicas del obispo!
Javier Cirauqui -
Hermoso relato de tu abuela y de tus recuerdos infantiles, con qué viveza se recuerdan estos momentos. Espero disfrutar de tus fantásticos escrito, ya se me hasce la boca agua.
Cuando era niño, me gustaba ir a por la leche a casa de la Sra Isabel para oirle decir enfadada, sus juriños particulares: "Rescocer, rebotitos, Grandios de mi querer".
A mi abuelo le gustaba decir aquello de: "mecagüen las zapatillicas del obispo" y otros dichos de aquellos tiempos eran: "la rehostia en verso, sandios colorau" y los curas soltaban aquello de: "Sandios fiesta movible", y otros más fuertes.
Y rizando el rizo en la zona norte de Navarra, con fuerte acento euskaldun, mascullaban enfadados: "Caben dosss".
Un saludo y gracias por tu relato.
Javier.
Pedro Sánchez Menéndez -
joaquin lopez-malla ros -
Por otro lado no me cabe duda de que tu abuela estara en el cielo aguantando semejante nieto y he averiguado de donde has heredado la costumbre de del "taqueo" pero con la salvedad de que ella se santiguaba al decirlos y tu no solo no te santiguas sino que los dices muchas veces con reiteracion pero se te entiendo de puta madre ( me he santiguado).
Muchos besos y abrazos de rosa y mios ximo
santiago rodriguez -
José Mª Sierra Tascón -
"¡Tócame la polaina!" o "¡No me toques la polaina!"
Javi: Siempre es una delicia leerte.
Un abrazo
justino -
Un abrazo, Javivi.