Blogia
Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

SI ESTÁS EN BARCELONA Y QUIERES IR A ESPAÑA…(Por Isidro Cicero)

SI ESTÁS EN BARCELONA Y QUIERES IR A ESPAÑA…(Por Isidro Cicero)

 SI ESTÁS EN BARCELONA Y QUIERES IR A ESPAÑA…

(Ilustraciones Jesús Herrero)

Cuando Martín pidió su ingreso en la Orden de los dominicos, el Prior de Palencia se lo dijo al Capítulo y allí mismo acordaron elegir tres examinadores para tantear las  intenciones de Martín. Había que averiguar si era apto o no para formar parte de la Orden; indagar sobre su ingenio, averiguar sus habilidades y su instrucción en letras. Especialmente, había asegurarse hasta los límites humanamente posibles desde cuándo viene sintiendo esta inclinación hacia la vida religiosa; cuáles son los motivos reales por los que quiere hacerse fraile: si es por devoción, si es para no trabajar, si es por necesidad; si -como tantas veces ocurre con los jóvenes-  es por huir de la rigidez de unos padres duros e intransigentes.

En presencia del Capítulo conventual,  el prior, fray Tomás Bermúdez de Paredes, mandó a los examinadores que se cercioraran sobre si Martín de la Escalera Martínez estaba casado. Este encargo lo hizo leyéndolo con especial énfasis directamente de un libro en latín. Qué edad tenía el joven peticionario en realidad. Si era esclavo, siervo o libre.  Si tenía la vida amarrada a alguna situación de cualquier modo invalidante. Si pendía sobre él alguna causa penal o administrativa. Si tenía alguna deuda. Si era profeso de otra orden, si tenía alguna enfermedad oculta. En fin, si era Martín hijo ilegítimo.

Pasados unos días cada uno de los tres examinadores por separado hizo su indagación y emitió su informe al prior y al Capítulo. Ninguno de los tres encontró impedimentos reglamentarios serios para que Martín fuera admitido al noviciado. Ni Francisco Beranga, ni Pedro Leizaola, ni José de León pusieron el más mínimo inconveniente. El padre Tomás, como prior, pidió el consentimiento de los frailes y una amplia mayoría relativa de ellos se lo concedió. Como Martín había pedido ingresar para ser clérigo, con estos requisitos bastaba. Si los examinadores, el prior y el capítulo le hubieran admitido para ser hermano converso, hermano de obediencia o simplemente hermano donado, habría hecho falta un requisito más: tendría que haber dado la autorización el padre provincial y haber logrado el consentimiento de dos tercios de los votos de los vocales, es decir la mayoría absoluta de los mismos.  Como se sabe, no todos los religiosos son vocales, solo los clérigos que han hecho la profesión perpetua.

Entretanto, el maestro de novicios había estado ya desarrollando su oficio con Martín. Le había dado las pertinentes instrucciones formales: Cómo debía prosternarse para la toma de hábito, cómo debía formular la petición ritual al prior, cómo había que contestar cuando éste le preguntara.

El maestro de novicios de Palencia, un hombre serio, huesudo, de rostro seco, pocas palabras y cara en general también de pocos amigos, había impresionado a Martín desde el primer momento por su seguridad en lo que hacía y por su claridad respecto a todo lo que había que hacer.

Llegado el momento, el maestro condujo a Martín al centro de la sala capitular. Martín vio los ojos de todos los religiosos fijos en él. El maestro le señaló el lugar exacto donde tenía que postrarse. La forma ya la tenían Martín y el maestro bien ensayada. Todo el cuerpo de Martín tenía que estar postrado en el suelo, con los brazos y las manos extendidos formando una cruz. Cuando el prior fray Tomás, le preguntó en latín “qué pides”, Martín respondió en latín también “la misericordia de Dios y la vuestra”.

El prior le mandó levantarse, carraspeó y le dijo así:

Queridísimo hijo mío. Dos cosas nos pides: Una, la misericordia de Dios, y otra, la nuestra. Pero por desgracia, la misericordia de Dios, nosotros no te la podemos dar. Bien es verdad que a lo mejor ya la tienes, a lo mejor ya has sido bendecido por la misericordia del Señor. Fíjate en que ha sido Él, quien te ha inspirado ingresar en esta Orden. A lo mejor es así, pero no lo sabemos.

 Nos pides también la misericordia nuestra. Tampoco podemos dártela aunque bien quisiéramos,  si no cumples ciertas condiciones. Si no te propones cumplirlas, o si no prometes cumplirlas no podrás obtener nuestra misericordia.

Martín tuvo la impresión de que el padre prior, que le hablaba mientras sus ojos permanecían fijos en un libro, en realidad estaba leyéndole aquellas palabras. A lo mejor estaban escritas no para él, sino para todos los frailes que habían entrado antes que él en la Orden.

En primer lugar, seguía diciendo el prior, si por ejemplo estuvieras casado, si hubieras consumado matrimonio con una mujer, no podríamos admitirte entre nosotros, ya que estarías obligado con ella. En segundo lugar, si eres un siervo, si hubieras sido comprado por un señor, tampoco te podríamos admitir porque te deberías a tu amo. En tercer lugar, si tuvieras deudas cuantiosas a las que no puedas hacer frente, si estuvieras obligado a responder de algún asunto realizado por encargo de otra persona, nosotros no podríamos admitirte hasta que te libraras de esos impedimentos. Porque ten en cuenta que nuestra orden es muy pobre y no podría hacer frente a deudas ajenas.

Si fueses profeso de otra orden, y esta es la cuarta condición, no podríamos aceptarte nosotros, porque estarías obligado con la otra. Por parecidas razones, tampoco podríamos recibirte si tuvieras alguna enfermedad oculta, ni siquiera si la enfermedad estuviera a la vista de todos. Nuestra orden trabaja mucho, nuestros cuerpos se consumen y no se recuperan. Los frailes tenemos mucho que hacer. Si tuviéramos que dedicarnos de continuo  a cuidar enfermos, no podríamos hacer lo que tenemos que hacer, ¿comprendes? ¿Comprendes, hijo mío? ¿Tienes tú alguna enfermedad oculta? ¿Incumples alguna de estas condiciones que te digo?

Martín contestó, como le había instruido el maestro de novicios: “No padre”.

El prior hizo una pausa, le miró fijamente y siguió:

Pues verás. Para conseguir nuestra misericordia no basta con el no. Con no tener los impedimentos antedichos, que son condiciones negativas, no basta. Conviene que comprendas también las condiciones positivas y del sí. Las cosas que sí debes cumplir en la Orden. Tienes que saber esas condiciones y tienes que manifestarnos afirmativamente tu voluntad de cumplirlas, No sea que luego - andando los años- nos  vengas diciendo que te engañamos y que no sabías que hubiera en nuestra vida común obligación de hacer unas cosas tan difíciles de realizar.

En primer lugar, debes comprometerte a cumplir los tres votos principales de la Orden, obediencia, pobreza y castidad. En cuanto a la obediencia debes saber que estarás obligado a cumplir nuestra Regla y constituciones y a obedecer a tus mayores. Piensa que ya no tendrás ninguna libertad; que quedas completamente sujetado y privado de voluntad propia. Así por ejemplo, no podrás comer o beber sin permiso; ni ir a ningún sitio sin permiso, ni hacer nada que te apetezca sin que te lo permita tu superior. Si estás en Barcelona, pero tus superiores dicen que tienes que ir a España,  a Roma, a Florencia, a Milán, a Francia, tienes que obedecerlos a ellos, para nada importa tu voluntad.

En cuanto a la pobreza, lo mismo, hijo mío. No podrás tener nada, absolutamente nada. Por poco que sea, no podrás considerar nada como tuyo, nada de lo que puedas decir “esto es mío”. Nada. Las  cosas que se te conceden para usarlas, siguen sujetas a la voluntad de tu superior. Él te las podrá quitar siempre que quiera, sin que tú tengas nada que objetar ni qué preguntar. No podrás tener dinero. Si alguien  te diera dinero no lo podrás gastar, ni dárselo a nadie, ni enajenarlo, ni cambiarlo. En caso de que alguien te diera dinero tienes que ponerlo inmediatamente a disposición de tu superior aunque sean unos céntimos.

En cuanto a la castidad, no solo tendrás que mantenerla con el cuerpo sino con la mente.   Es decir: No podrás pensar en cosas impuras ni deleitarte con ellas. Y aparte de eso, no podrás decir groserías, torpezas, ni hacer actos indecentes, lúbricos. No podrás desnudarte, ni fijar los ojos en las mujeres. En esto tienes que considerarte a ti mismo como si no fueras hombre. Como si fueras una piedra. Como si fueras una  madera.

Es difícil, Martín, hijo mío. Muy difícil. Pero para poder cumplir estas cosas, tenemos una Regla y unas Constituciones que establecieron algunas técnicas para la maceración del cuerpo. Por ejemplo, tenemos las vigilias. Cuando a ti te apetezca dormir, tendrás que levantarte para ir a maitines o para cumplir otras ordenes que se te den. Tenemos los ayunos, que deberás cumplir  todos los viernes del año sin excepción y todos los demás días desde la fiesta de la Santa Cruz de septiembre hasta la de la Pascua. Los domingos, están  exceptuados.

No podrás jamás comer carne sin necesidad, enfermedad o licencia del superior. Pero como nuestra Orden es razonable y sólo exige al religioso lo que el religioso sea capaz de dar, debes saber que en caso de que surja alguna necesidad, el prior podría ejercer contigo algunas dispensas de cuando en cuanto respecto a estas austeridades, sobre todo en lo que respecta a vigilias y ayunos.

Los viajes largos tendrás que hacerlos a pie y de vez en cuando sin dinero, pidiendo limosna para mantenerte. También será bueno que vayas por las ciudades y villas pidiendo trigo, vino y otras cosas para el sustento de los frailes de tu convento. Debes salir a pedir pan con un saco.  Tendrás que llevar,  querido Martin, ropas harapientas, vulgares y padecer muchas incomodidades y muchos trabajos. Incluso, fíjate Martín, incluso haciendo todo esto así, todavía tendrás que padecer críticas, tribulaciones, incomprensiones y burlas de la gente. Y todo ello deberás soportarlo con paciencia. Cuando más graves sean estos sufrimientos mayor recompensa tendrás, incluso la vida eterna. La cual te prometo en nombre de Dios, si cumples firmemente todo lo que te acabo de decir. 

Así pues, ¿quieres cumplir todo lo que te he dicho?

Martín respondió:” Sí quiero”  Y el prior: “Pues el Señor que empezó en ti esta buena obra, que la lleve a su término”.

Amén, dijo a una voz el Convento al completo.

Entonces el maestro que había permanecido inmóvil a escasa distancia de la escena, acompañó a Martín hasta el asiento del  padre prior y le mandó que se arrodillara. Llegó el hermano vestiario, trayendo las nuevas ropas que tenía preparadas,  se las acercó al prior y este se las fue poniendo a Martín, empezando por la túnica. Después le ciñó el cíngulo, y a continuación el escapulario, la capucha y la capa. Por este orden.

Ya vestido Martín con el hábito de la orden, todos los frailes se pusieron de rodillas. El hermano cantor comenzó a entonar el himno “Veni Creator Spiritus” y todos los religiosos, de dos en dos, desfilaron lentamente cantándolo camino del coro. Detrás del prior iba el padre maestro conduciendo al ya novicio Martín hasta la grada del altar mayor. Llegado a ese lugar el maestro le indicó que volviera a postrarse en el suelo en venia mayor hasta que el coro concluyera el himno al Espíritu Santo.

Cuando esto ocurrió, dijeron los kiries rituales, el paternóster, el emite spiritum tuum,  etc. El maestro llevó a Martín otra vez ante el prior y le ordenó que se descubriese la capucha. El prior asperjó a Martin con agua bendita, y a continuación le recibió para el abrazo de la paz. Después del prior, hicieron lo mismo todos los frailes, primero los del coro derecho, luego los del izquierdo.

Por última vez el maestro de novicios llevó a Martín delante del prior y este le dijo para finalizar el acto: Martín de la Escalera Martínez, desde hoy te llamarás Beltrán de Paredes.

28 comentarios

Vibot -

Muchas gracias, querido Isidro, no me desanimo, al contrario: miro hacia adelante y preparo ideas para la publicación de mis otros nueve libros, tanto tiempo guardados.
Cuatro de ellos irán reunidos en un volumen y cuatro en otro y dejando el noveno para más adelante recogiendo en él los poemas sueltos no incluidos en los ciclos anteriores hasta la actualidad.
Los libros acaban encontrando su camino, a veces largo y tortuoso, y el corazón de sus lectores, esos "felices pocos", como acuñó Stendhal.

Isidro Cicero -

Tu libro me pareció desde el primer momento una excepción. No voy a redundar en las razones que ya tuve la oportunidad de exponer con toda la amplitud que quise. Por lo que veo, su recorrido aún no ha sido tan potente como hubiéramos deseado. No te desanimes, querido amigo

Vibot -

Querido Cícero, me hacías más arriba la pregunta sobre el recorrido de mi "Métrica para Borja". Gracias hombre, me encanta que me hagas esta pregunta porque es un tema que me llena de ilusión e íntimos sueños por el incierto futuro de mis versos.
Este primer libro publicado me ha dado muchas alegrías. Casi todos los que lo habéis adquirido y leído me habéis dicho muchas cosas inolvidaables sobre él. Tú más que nadie.
Abrigo la esperanza, además, de que a los que no me habéis dicho nada aunque lo tenéis, también os haya proporcionado algún momento de compañía, emociones, belleza, alguna sonrisa... qué sé yo. Si algún día os apetece, nos os cortéis de escribirme, me encantará, aunque sea para corregirme. Al final del libro, antes del colofón, tenéis mi dirección de e-mail.
Como me lo he autoeditado y soy novato en esto, aparte de vosotros, algunos profesores de mi universidad y los pocos amigos buenos que uno tiene aquí y allá,
el libro no ha tenido más recorrido. No tengo contacto con el mundillo de la crème de la crème y los pocos escritores que he contactado, algunos muy cercanos, son ellos muy suyos (yo, mi, me, conmigo...).
Me da bastante pereza -con todo lo que aún quiero hacer- andar promocionándolo por unos sitios y otros.
Acabaré por dárselo a fondo perdido a algún distribuidor con la ilusión de que llegue al corazón de algunas personas
más.
Me quedan poco más de 150 ejemplares y la verdad es que echo de menos que alguno de mis nuevos fans, como Alfonso Losada -y no nombro más para no comprometer a nadie- me pidáis el libro.
Losada y otros compañeros de los primeros cursos todavía no estaban en el blog cuando, hace dos navidades ya, presentamos aquí mismo, con el impagable escrito de Cicero y todos vuestros entusiastas comentarios y el torrente de pedidos, mi Métrica.
Confieso que aún siento la pena y la espina de que algunos de los que entonces sí leíais y hasta participábais en este querido blog no me pidiérais el libro, sobre todo porque algunos de vosotros siempre me mostrásteis afecto. Tal vez aún queráis hacerlo.

Y, finalmente, quisiera pediros a los que ya lo tenéis, si querríais pensar por un momento, o cuando os venga a las mientes, en alguno de vuestros amigos y conocidos para los que mi libro pudiera ser un buen regalo de vuestra parte. O una buena recomendación para que ellos mismos me lo pidieran. Yo siempre agradezco mucho que quienes me conocen bien me recomienden libros, me descubran
autores, nuevas luces, nuevos aromas o nuevos aposentos de esta vieja mansión encantada con secrertos jardines que aún puede ser la vida.

¡Gracias anticipadas, chicos!

fernando muñoz box -

De acuerdo. Tomo nota. Gracias por tu comprensión

Isidro Cicero -

FORMULARIUM

Querido Fernando, en primer lugar gracias por traernos aquí esa preciosidad de palabra: chinchorrería. Tiene una sonoridad onomatopéyica, pero no es aplicable a las observaciones que haces a mi texto. De ninguna manera dices nada impertinente, repetitivo ni pesado, que eso y no otra cosa sería chinchorrería.
El ambiente y argumentos “cinematográficos” de mi relato te parecen tópicos, ñoños y fuera del protocolo conveniente. Dices, y dices bien, que si tú, yo, o cualquiera de nosotros hubiera sido Martín de Paredes habríamos acabado traumatizados.
Estoy de acuerdo. Pero esta historia ocurrió en tiempos góticos, aún existían la esclavitud y los donados y los nacidos fuera de matrimonio tenían vetado el acceso a esa ganga de vida. No son tus tiempos ni los míos.
Pero ¿son reales? ¿Responden al protocolo? Antes de que me contestes, te invito fraternalmente a la lectura del IV Volumen de los seis q ue integran el “Vaticanae Basilicae Canonici et Bibliotecae Preaefecti Codex Regularum Monachorum et Canonicarum”, de Lucas de Holstein. Fue editado en Augusta Vindelicorum, es decir Augsburgo, en 1759. A partir de la página 205 encontrarás una colección de formularios para todo: Formularium prinipalium actuum et officium prioris provinciales et conventualis Ordinis Praedicatorum spetantium”. Uno de esos formularios utilizado en toda la Orden fue el que sirvió de fundamento a mi relato. Lo encontrarás en latín en la página 215 bajo el título “Formularium ad induendum novitios” . Te ruego su lectura y seguimos comentando.

fernando muñoz box -

Gracias, Isidro.
Mi chinchorrería consiste en que no me gusta el ambiente que retratas. No critico tu forma de escribirlo, sino que el "argumento", por decirlo cinematograficamente, me recuerda series o películas ñoñas de monjas o frailes. Y me parece que cae en el tópico.
Desde dentro puedo decir que yo viví momentos como los que narras de un modo muy diferente, menos traumático. Y creo que tu narración no guarda el "protocolo" conveniente.
No es que recuerde todo mi noviciado con cariño ni con añoranza. Fueron mejores para mí mis tiempos de estudiante en Las Caldas. Pero si yo hubiera sido el personaje de tu narración tendría ahora un trauma considerable, que no es el caso.
Te quiero

Isidro Cicero -

Por favor, Fernando, ¿cómo me voy a molestar? Estoy deseando leer tu correctio fraterna.

fernando muñoz box -

Mi querido Isidro:
No quisiera molestarte de ninguna manera, ni ser injusto con tu buen hacer al escribir. Pero hay algo en tu escrito con lo que estoy disconforme y te pido permiso, si tienes ganas de aguantar mis chocheces, que te lo cuente. Si prefieres que me calle, dímelo también. No me ofenderé, pero sé que tú como yo amamos la claridad ante todo.
Un muy fuerte abrazo

JOSÉ MANUEL GARCÍA VALDÉS -

SR. Eugenio a la par que genio, te prometo que si sigues escribiendo, si seguís escribiendo, unos y otros, tal como lo haces, hacéis, yo seguiré lamiéndome las heridas, seguiré mirando hacia las alturas, miraré al Deus sive Natura,incluso iré al neurólogo (por lo de la neurona patinadora), pero lo haré para mis adentros, en mi soledad solitaria. Dejo de quejarme, de nada sirve quejarse,¿Pa qué? El responsable no se va a dar por aludido. Intentaré seguir juntando palabras con el mejor sentido posible. Estoy de acuerdo contigo en que no se escribe como se habla. En los tiempos que corren, con los cabrones de correctores automáticos, escribir puede resultar una profesión de riesgo; sin darte cuenta puedes estar insultado a los lectores y, con ello, corres grave peligro. Podemos estar hablando de los carbones de las minas asturianas y el corrector, por su cuenta y riesgo, corregirte y cambiar carbones por cabrones ¿Quién se atrevería a pisar las cuencas? ¿Y si yo, refiriéndome a vosotros mismos, por mor del corrector carbón, por su divina intervención, escribiese a vosotros "memos"? Seguro que los lectores, escribientes y no escribientes, entrarían y dejarían al "pitu" desplumado.
¿Qué pasará el día que inventen un corrector automático del? Los más jóvenes es posible que lo veáis. Será digno de oír.
Concluyo diciendo, D. Ugenio conÉ, será mejor hablar poco y escribir escribir menos, porque en boca cerrada y ordenador apagado no estran moscas ni duendes.
Los que escribís mejor que habláis no dejéis de hacer ambas cosas. Y si pintáis tanto como Jesusache, también.
Sed vosotros memos. (Por qué no me corregiría el carbón de él).
Abrazos

Isidro Cicero -

Hola, Vibot. Gracias. ¿Cómo ha sido el recorrido de tu 'Métrica para Borja'? He estado tan ido, que ni me he enterado. Un abrazo.

Eugenio Cascón -

DE VALDESES Y DE ESCRITOS

Amigo J. M. Valdés. Como imagino que el tal D. Un-genio viene a ser un servidor, pienso que es de buena crianza contestar a quien a ti se dirige, y más si lo hace con ingeniosa y sabia socarronería.

Te diré. Sabido es que lo del “escribo como hablo” es cita muy socorrida, pero, como en este nuestro ámbito solo hay un Valdés que se precie, quise dejarlo claro. También podría haber dicho directamente Juan (de) Valdés, pero en ese caso corría el riesgo de que algún chusco derivara la cosa hacia el cafetero del anuncio, que es algo que suele ocurrir cada vez que surge la mención del erudito renacentista. ¡Ay, el poder trivializador de la publicidad en este mundo nuestro!

Y ya que sobre la escritura escribimos, demorémonos un ratito más en ello. Pensar, hablar, escribir…, funciones inevitables, aunque en distintas proporciones, de acuerdo con talantes, inclinaciones y aptitudes. Hay quien piensa mucho y habla poco; quien piensa poco y habla mucho (estos son más peligrosos); quien se atreve a poner por escrito lo que piensa; quien hace esto último bien y quien hace lo que puede, en lo que andamos la mayoría… Y aquí podríamos entrar en aquello tan viejo, y de lo que tanto sabéis los filósofos, de la relación, incluso genética, entre lenguaje y pensamiento, cosa que no nos llevaría a ningún término claro. Y, cómo no, entre oralidad y escritura, que es en lo que estamos, pero sobre lo que tampoco vamos a llegar a ningún fin.

Pero en lo que insisto, y eso va por mi cuenta y riesgo, es en que no se escribe como se habla, por más que quede muy bien decirlo, ya que el escribir requiere, en mayor o menor medida, un esfuerzo de reflexión constructiva mayor que el hablar (me refiero, claro, al habla coloquial y espontánea, no a las varias manifestaciones orales de la lengua escrita). Y de ahí a aclarar qué es escribir bien hay un paso, pero ello requiere entrar a reflexionar y debatir sobre ello, lo que me da una pereza tremenda, dado que tampoco sé muy bien dónde están los límites. Y es que, en definitiva, no sabemos na.

Pero, venga, don José Manuel Valdés (lo de Pitu en este contexto me parece irreverente), déjese de falsas humildades y lloros, que es usted, además de prolífico, un juntapalabras chispeante, ocurrente y ameno, con sus puntas y collares de espíritu burlón y corrosivo.

En estos últimos tiempos he asistido, mudo e impotente, a los debates filosóficos encabezados por Baldo y secundados por la potencia de otras mentes, como la de mi paisano, y a pesar de todo amigo, Ramón Hernández. Y es que a algunos lengüeros el intelecto se nos queda en la superficie del verbo y no nos da para asomarnos a las profundidades abisales del pensamiento. Uno se consuela en estos casos haciendo causa común con el viejo Borges, cuando decía aquello de que los filósofos son los mejores autores del género fantástico. Vosotros diréis.

Y, ya que la mencionas, queda Salamanca, mi Salamanca, que decía aquel cantaor. Uno es salmantino, pero solo a medias, pues procede de las fragosidades serranas de allá abajo, cabe el extremo de la Extremadura, por lo que no sabe bien dónde situarse. Por otra parte, el ancestro gabacho que trufa la genealogía de los nativos de la Sierra _la historia, la toponimia y la onomástica patronímica parecen confirmarlo_ nos conducen a un mestizaje que nos tiene, en cuanto a identidad, en un ser sin ser. Por eso dudo de que los efluvios la sabiduría salmanticense nos hayan alcanzado en nuestro provincianismo sureño.

En fin, voy a ir cortando, que las demasías no son buenas y el auditorio se aburre. Así que, amigo J. M. Valdés, cobijados por el manto protector del maestro Cicero, y el de otros maestros, sigamos haciendo lo que podamos en el arte de juntar palabras y letras. Y a quien Dios, Natura o Salamanca se la den, los sufridos lectores se la bendigan.

Y, para más coña, se me ha escoñado el ordenador, así que, con medios más limitados, no sé cómo quedará esto, ni siquiera si llegará a su destino. Voy, con todo, a intentarlo.

Salud y un buen día para todos.

Vibot -

De Cícero y de Valdés
las retóricas sutiles
transparentan el envés
de dos almas muy gentiles,
mucho más de lo que ves.

JOSÉ MANUEL GARCÍA VALDÉS -

Para empezar: Ni en broma se me ocurriría entrar en este portillo con intención de juntar palabras al modo como lo hacen los que más arriba lo han hecho con tanta maestría. Yo, simplemente, escribo y hablo; ni hablo como escribo ni lo contrario. Amigo D. Un-genio, yo ni dije lo que dices que no dije, ni maté a Kennedy, ni voté a Mariano; lo más que hice fue robar unas cerezas de aquellos cerezos del colegio y copiar en un examen del P. Land. El Juan Valdés no era pariente, ni siquiera era de Casorvida por eso dijo lo que dijo. Yo también digo pero con otro estilo.
Para continuar: ¿Cuál es la razón de que unos escriban y hablan tan bien y otros nos pasemos la vida de aprendices? Esta pregunta tiene un trasfondo teológico-filosófico. Se puede responder con recurriendo a varias explicaciones.
1ª. Influencia/ enchufe en el colegio. Estudiasteis en el mismo colegio que el resto de mortales pero, por ser vos quien sois, los profes de lengua os enseñaron más y mejor que a los demás, por eso escribís y habláis mejor que habláis y escribís.
2ª. La divinidad injusta. Ella os dotó de un don que nos negó a otros muchos. Si así fuera o fuese habría que decir que la justicia divina no es infinita ni justa, ¿qué es eso de que unos hijos hereden y otros no?. ¿Sois más guapos?, ¿Sois más listos? Coño, ¿Por qué nos negó eso también? Amigo Baldo, te doy entrada para que de un ladrillazo des respuesta a esta quaestio quodlibetale e incluso disputata con argumentos de alto valor.
3ª. Natura o Salmantica. La naturaleza, echando de genes, les dio a ellos los dominantes y nos dejó a los demás los recesivos de desecho. No deja de ser otra injusticia pero como la Natura se esconde será difícil elaborar reclamaciones. Aquí habría que recurrir a la teoría Spinoziana de Natura/naturata, Natura/naturas o Deus sive Natura. La respuesta a esta quaestio indisputata se la reservo al amigo Fernando Alonso para que lo haga velozmente.
Oí muchas veces aquello de que “quod natura non dat, salmantica no praestat ; nosotros ni natura, ni salmantica, ni Dios nos prestó, ni dio, ni ná de ná.
Esta es la pataleta de la impotencia, del complejo de inferioridad, de, otra vez ¡Coño! Yo quiero escribir y hablar como dios manda porque “tos semos hijos de dios”.
Cualquiera que tenga uso de razón, incluso sea mayor de edad, puede disputar las quaestiones quodlibetales y las otras.
Abrazos, muchos y fuertes.

Pachuli -

Siento comentar aquí algo que no corresponde, pero no sé dónde hacerlo. No soy antiguo alumno, pero leo de vez en cuando cosas de este blog y... no sé dónde caray se fue un artículo sobre JESÚS SALVADOR. ¿Alguien me puede indicar dónde lo comencé a leer, para seguir haciéndolo?
Gracias de antemano.

Isidro Cicero -

Muy de acuerdo con tu enfoque, Eugenio. Gracias. Escribir, como dice Andrés Martínez Trapiello, sólo es ir poniendo una palabra detrás de otra. Y combinarlas, como dices tú, para ir tejiendo esa misteriosa complicidad con el lector que siempre es la persona en la que estás pensando cuando entregas a la dura tarea de escribir.

Eugenio Cascón -

Hoy, amigo Isidro, he abierto esta ventana tras varios días sin hacerlo y he visto que estás de regreso. Me alegro mucho de ello, en primer porque nos permite suponer que has recuperado el ánimo lo suficiente como para ir “del corazón a tus asuntos”, los cotidianos y los menos cotidianos, y en segundo término porque se vislumbra la posibilidad de que nos obsequies en más ocasiones con tus juegos de palabras.

Y lo de juegos de palabras lo digo conscientemente, no en el sentido que se da habitualmente a esta expresión, el del alarde de ingenio a través del equívoco, sino en el mucho más amplio de seleccionarlas, moverlas y entrelazarlas para decir algo de la mejor manera posible de acuerdo con un propósito determinado. Porque eso es hablar o escribir, en definitiva, combinar signos de un código, de manera más espontánea y, habitualmente, descuidada en lo oral y más reflexiva y cuidadosa en lo escrito.

Es obvio que esto lo sabe cualquiera, que no estoy descubriendo nada nuevo al decirlo: es solo una manera de enlazar con tus reflexiones. Escribir es fácil, o al menos eso creo, en una sociedad como la nuestra en la que prácticamente no quedan ágrafos; escribir bien, no tanto. Las palabras son los materiales que utiliza el que habla y, por ende, el que escribe, y puede hacerlo de muchas maneras: las posibilidades combinatorias son infinitas. Pero ahí interviene el talento de quien es capaz de crear arte con ellas, como el que es capaz de hacerlo con los sonidos o con los trazos y los colores.

La creación puede ser muy variada: es el eterno tema del estilo o de los estilos. Hablas de tu opción, en este caso, por la línea clara, por lo escueto y desnudo, sin “colores, gotas de edulcorante, acidulantes, espesantes y otras sorpresas”. No deja de ser este el fundamento de la comunicación, el ir a lo esencial, a la entraña de la significación. Y ello potencia, paradójicamente, el valor de lo creado: ser capaz de deslumbrar al lector sin la ayuda de luces y colores, siempre en consonancia con lo que se quiere decir. En otros casos, por necesidad y por voluntad, son más adecuados los alardes de barroquismo, el adjetivo colorista, la metáfora sorprendente y el hipérbaton rompedor. Es cuestión de contextos y de opciones, todas válidas, al servicio de quien es capaz de servirse de ellas. En lo que no creo es en el viejo “escribo como hablo” de Valdés (me refiero a Juan, el del siglo XVI, no al coetáneo casorvidense), porque escribir supone siempre un esfuerzo, una estilización.

Por eso, y yendo a tu relato, amigo Isidro, pienso que la capacidad de captación del lector no reside necesariamente en la historia en sí, si hablamos del género narrativo, sino en la capacidad de crear expectativa, de ir tejiendo sabiamente la tela cruzando y entrecruzando sabiamente los hilos, como también dices, hasta llegar a la conformación final del tapiz, con sus figuras atrapadas en un relato. Cuántas veces hemos visto determinadas películas que ya nos sabemos de memoria y, sin embargo, su desarrollo sigue creando en nosotros la misma tensión que la primera vez, porque la habilidad del director se ha volcado en cada plano, en cada secuencia. El placer no está solo en el final de la historia, sino en la posibilidad de paladear cada momento de ella.

En fin, esto es quizá más de lo que quería decir, pues uno tiende a alargarse sin ser consciente de ello. Y no quiero olvidar mi felicitación, una vez más, a Jesús Herrero, por su maestría con los lápices, y a Santos Suárez, maestro de décimas y sonetos, con el que alguna vez intenté en vano rivalizar. Que sigáis los tres, y muchos otros que no se citan en esta ocasión, en el empeño.

Isidro Cicero -

VISITA GUIADA AL TALLER DEL AUTOR

Este relato os ha llegado con embellecedores Me refiero, claro está, al evidente valor añadido de los dos dibujos de Jesús Herrero: la atmósfera gótica de la ceremonia que os narro está pillada perfectamente a través de la suma de ambos: Lo que no dice arriba la estatua de Santo Domingo -que dice mucho- lo refleja abajo la sala capitular de San Pablo, cuyas alegres nervaduras me recuerdan las que ponía en sus frescos el de Fiésole. Aquel de quien Juan Ramón Jiménez dijo que “pintaba el cielo de rodillas”.
Aparte de los embellecedores, de los que me siento tan agradecido, quiero deciros que este texto me lo planteé como un desafío. Los textos se tejen cruzando hilos y entrecruzándolos. Todos lo sabemos. Pero hoy quiero subir un momento la persiana metálica del taller para que, si gustáis, entréis a ver cómo se las arregla el mecánico del buzo.
Lo haré con la brevedad más austera.: El del buzo se planteó: ¿Atenderán tu cuento personas que se lo saben tan bien o mejor que tú? El primer desafío era ese. Para que tus probables lectores no se vayan antes de llegar a la mitad de él, ¿siempre necesitarás meterle colores, gotas de edulcorante, acidulantes, espesantes y otras sorpresas? ¿Lograrás que te lo beban, sin añadirle potenciadores del sabor? Es lo que echa en falta Baldomero, la culpa es mía por no poner en la etiqueta que esta vez el producto iba sin aditamentos. Sabes que tienes acostumbrados a los clientes a una cierta dosis de intriga, como perfectamente dice Luis Carrizo. Pero ¿qué pasará si esta vez hasta te ahorras la intriga? ¿Desfideizarás la clientela? ¿Soportarán una textura más simple y más sencilla que nunca? ¿La pura destilación de lo esencial, a la que también alude Carrizo?
Este es un relato experimental. El experimento consiste en dar otra vuelta más de tuerca a la frugalidad de un estilo propio de las órdenes mendicantes de la expresión -no hay muchas- cuyos profesos hacen voto de pobreza, ayuno y abstinencia con las palabras. Como las órdenes clásicas con el consumo de carne, estos profesos de la austeridad verbal solo utilizan las retóricas imprescindibles, y las prescindibles sólo en caso de necesidad.
Este relato era un spoil desde el principio. No había un solo lector de este blog que no conociera el argumento, la escenificación, la atmósfera, los protagonistas y hasta la música. Si el mecánico consiguió que, aun así, algunos consumidores llegaran “sin darse cuenta, envueltos en el producto” (Cirauqui) hasta el final, prueba superada por el mecánico. Deberá seguir en el futuro peleando por ser todavía más sencillo, más humilde y más breve. Como dice Baldo el mecánico está ahora en una tarea mayor apoyado en el cariño de varios amigos. Esa lucha por lograr la difícil humildad del estilo es una batalla cada minuto.
Los idus (Díez Ordóñez) de San Blas y la Candelaria es un tiempo tan bueno como otro cualquiera para intentar levantar cabeza. “La cornada” duele la de Dios, querido amigo Valdés. Duele, colosal Santos, hasta ver que vuelve el carbonero de siempre, antes tan grato, tan bello, tan celebrado y se te queda mirando como bobo, seguramente echando en falta algo…
Humildad es bajar la vista y no levantarla de la tierra. El estilo al que aspiro, es el estilo humilde que hace votos de pobreza –este relato es experimental-, el que se parece a la respiración de los niños: libre, lenta, fina –como un hilo de seda- y equilibrada.
En este cuento austero y desnudo de trucos, sólo me permití la travesura de avisar en el titular de la colocación de una bomba. Creí que estallaría. Por un momento pensé que la iba a hacer explotar Ramón Hernández Martín: “Si estás en Barcelona y quieres ir a España…”
No explotó.

Javier Cirauqui -

Desde luego que me produce una gran alegría volver a leer a Isidro Cícero Gómez. Volver a disfrutarte en esos relatos tan magníficos a los que nos has acostumbrado en este blog.
Me alegro mucho que te vayas recuperando de esos tan dolorosos momentos que te ha tocado vivir.
Desde luego que esta vuelta es un estupendo relato, es la conversión de Martín en Beltrán de Paredes, todos los ritos, consejos y órdenes recibidas con todo su boato y celebraciones. Todo el relato explicado con abundante detalle. Estos escritos tuyos, Isidro, me envuelven, me adentran y me enganchan en el relato, con suavidad, con sencillez y sin darme cuenta. Y estoy esperando un desenlace y que siga y siga y sepamos que fue de Beltrán de Paredes.

Un fuerte abrazo y que sigamos compartiendo y disfrutando de este blog.
Las ilustraciones de Jesús, como siempre luminosas y geniales.

Bienvenido, Pitu, aunque yo no había sido conscientes de que te habías ido. Seguiremos compartiendo el blog y leyéndonos. Un fuerte abrazo. Javier

JOSÁ MANUEL GARCÍA VALDÉS -

Varias sugerencias:
1. Esto es como el bautizo por inmersión; te empujan y tienes que tirarte a la piscina. Sois todos responsables pero el Villaquejidense es, posiblemente, la mano ejecutora; cabe decir de él que no es de los que empuja y se esconde; es como una mosca cojonera, pica y pica hasta que te los rascas, los picores. Cuando uno está jodido, perdón, superjodido, que álguien o álguienes te tiren de la oreja (cariñosamente) y te dediquen palabras de consuelo supone un salvavidas muy seguro. Gracias
2. Me alegro mucho, como todos, que el amigo Cicero vuelva al sitio de donde sabíamos que no se había ido. La cornada que a él le dio la vida es más profunda e injusta que la mía; por eso le disculparemos un poco más. Has vuelto a tu hogar como en la canción.
3. Felicitar a Isidro y a Jesusache porque, por donde pasan, dejan huella y de la buena. Poco nos sorprenden el unus et alterus, sabemos cómo se las gastan con sus respectivas lanzas: pluma y pincel. Yo me pregunto, ya me lo había preguntado,¿Quién reparte o repartió las cualidades que cualifican (rebuznancia) a los humanos? ¿Por qué a mí no me dotó como a ellos? ¿Acaso yo sea más feo? No creo pero, si así fuese, peor me lo pones. El repartidor de cualidades lo hizo de forma casera. La única explicación que se me ocurre es que a mí me nació en la Aldea Globaly eso es, de por sí, para sí y en sí, una suprema, supremísima, cualidad. En Casorvida, aunque no sepan pintar ni escribir, "el más tontu fay aviones", en esto se parecen a los de San Felíz y Piñera Baxo, allí "faen helicópteros", un grado menos.
4. Que muchas gracias a los son, a los que están, a los que no se han ido, a los que se han ido y han vuelto y a los que sin ser, ni estar, ni ir, ni volver, ni...ni , por su compañía, buenas palabras y buenos deseos. Si, de esos que se fueron,alguno está en Cataluña que vuelve echando leches.
Un abrazo
Que sepáis que Baldo nos invitó a mí y Juan, Manolo, Manolón, a comer el miércoles, pero el jodío de el nos invita a ir no a pagar. A ver si se la endosamos a Pedrín por ser de León.

Jesús Herrero Marcos -

Maestro Cicero, no hay nada como la tinta para tapar las lágrimas. Y si la tinta es de la mejor calidad, como la tuya, aun mejor. Abrazos

Baldo -

He colgado un post en el portillo de Vibot de El CORSARIO con el fin de que a la alegría por la vuelta de Cicero se añada el júbilo por el regreso de El Pitu al blog. Tenéis asegurado nuestro cariño y nuestro agradecimiento. Os necesitamos.

Isidro Cicero -

¿COmo no te voy a querer? Cómo no os voy a querer? Si me hacéis soltar la llágrima por enésima vez?

Luis Carrizo -

Y las ilustraciones de Jesús Herrero, perfectamente evocadoras. Se nota que fue fraile antes que cocinero. Chapeau, Jesús!

Luis Carrizo -

Decía el chulo aquél que le dolía la cara de ser guapo. A mí me duele la pluma de alabar esta escritura de Cicero. Su belleza radica en su sencillez. Pero su aparente, e inimitable, sencillez proviene de la destilación de muy complejas y profundas observaciones y meditaciones.
Qué preciosa, acertada y penetrante y emocionante descripción, sobre todo para los que hemos vivido esa experiencia. Con el añadido, también típico de Cicero, de crear un suspense, una intriga. Lo lees esperando que, de repente, va a suceder algo inesperado y sorprendente.
Y Santos, cada día más inspirado. Magnífica y afiligranada poesía.

Santos Suárez Santamarta -

En cuanto llega febrero
tengo dispuesto el oído
para escuchar el sonido
del canto del carbonero,
un pajarillo al que quiero
porque, siendo niño, era
de las aves la primera
que con deleite escuchaba
pues su canto me anunciaba
cercana la primavera.

Con parecido sentir
entraba de vez en cuando
a este blog pensando… ¿cuándo
volverá Isidro a escribir?.
Hoy ya no puedo pedir
más a este mes de febrero:
escuché a mi carbonero
emitir su dulce canto
y disfruté del encanto
de otro escrito de Cicero.

Baldo -

Querido y admirado amigo Isidro. Me uno a la alegría de Miguel Ángel por los signos que nos das de tu progresiva "resurrección". ¡¡¡Aleluya!!! He releído tu escrito y veo que la pena todavía no te deja ir soltando algunas chispas e ironías que te son propias. Poco a poco. Sé por Manolón que estás metido en una novela, en la que él, Daniel y algunos más te acompañan con mucho cariño. Yo tengo un facsímil del Beato de Liébana del códice de la abadía de Saint–Sever, conservado en la Biblioteca Nacional de París. Si te sirve para algo, está a tu completa disposición. Abrazos y que la paz y las musas te vuelvan a atrapar con fuerza.

Ramón Hernández Martín -

Pues resulta que yo estoy en España y todavía no he podido ir a El Salvador. El caso es que un día, que ya había emprendido el camino, me desapareció por ensalmo tanto el mapa como la ruta y me quedé a dos velas antes de haber podido descender a las Honduras del corazón y atravesado la Costa Rica del amor fraterno y universal del Abba de Jesús. Me refiero, claro está (todos los habéis adivinado ya) al Universo que es Baldo, con su innumerable constelación de conceptos e ideas, algunos de los cuales han venido a posarse aquí para ayudarnos a entender la "redención". Vamos, que me estoy haciendo con cierta parte un lío y lo único que reclamo, sin imposición ni exigencia alguna, es la devolución del mapa sustraído, si fuera posible, para que yo pueda recorrerlo aunque solo sea con la vista. Te agradezco, amigo Furriel, esa caridad. Te prometo fidelidad a esta página web, asegurándote que ya me has convertido en un "cliente fidelizado", al que se le podrá aflojar la cartera fácilmente, y, así lo espero tras leer de nuevo a Baldo, "salvado".

Miguel Ángel Díez Ordóñez -

¡Qué bien, que tú mismo te has recuperado!
Te esperaba para después de San Isidro, pero has aparecido antes de los idus de marzo, por las calendas de febrero. ¡Bienaparecido!