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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

POR LOS PRIMEROS 60 (Por Javier Cirauqui)

POR LOS PRIMEROS 60 (Por Javier Cirauqui)

Hace tiempo que Josemari,  me envió una fotografía para que la comentara en el blog. Una foto del Santuario de los años 60. El comentario se me había quedado dormido en el tintero, hasta que veo esta fotografía, que debía comentar, convertida en un paisaje navideño y en una tormenta de nieve interminable, al igual que la página del calendario de Jesús Herrero, donde la nieve cae sin parar. Y no sé por qué arte de magia no cuaja ni engorda su grosor sobre los tejados, los santos y la calle. Continúan las fotos del Colegio y del Santuario rezumando nieve por todos los lados, felicitándonos las Navidades en el blog. Así que yo aprovecho para felicitaros también sin artilugios nivosos, puesto que no sé provocarlos.

Esta coincidencia me ha hecho escribir este simple poema:

Cae la nieve

En la Virgen del Camino.

Cae la nieve

Y en la Virgen no es invierno.

Cae la nieve

Y en la Virgen no es diciembre.

Cae la nieve

De manera permanente.

Cae la nieve

Sobre nuestro santuario.

Cae la nieve

Y los copos no han cuajado.

Cae la nieve

Y es de pega la nevada..

Cae la nieve

En la Virgen del Camino,

Del Camino de León.

Cae la nieve…

 

Así que dicho esto, copos aparte, me dispongo a recuperar lo que ya había escrito y a darle fin a este comentario tan largo en el tiempo y en el espacio, antes que la nieve cubra el Santuario y los alrededores con un grosor jamás visto.

 

COMENTARIO A LA FOTOGRAFIA.

Hace tiempo que me mandó, Josemari,  esta fotografía  del Santuario, para que le hiciera un comentario y poco a poco se me ha ido pasando el tiempo. Ahora retomo  la invitación y te mando los recuerdos que me han inspirado esta imagen del Santuario, según me dices, de los años 60.

Por otro lado, como gracia especial quise hacer  un soneto como aquel de Lope  que dice:

“Un soneto me manda hacer Violante

Que en mi vida me he visto en tal aprieto;

Catorce versos dicen que es soneto:

Burla burlando van los tres delante…”

Mi  intención era buena, pero la verdad es, que me ha salido este soneto bodrio mañanero, que a pesar de todo os lo transcribo. Ahí  va:

 

Me ha mandado una foto Josemari

Para que la comente como usuario,

Que fui, de nuestro amado santuario.

Por ser  nuestro furriel  y lehendakari,

Y de todas las salsas sukaldari

Allá va mi escrito subsidiario

Con las señas del destinatario

En mi humilde función de bersolari

Por dentro y por afuera lo comento.

Son los recuerdos de mi adolescencia

Con sus alegrías y su tristeza.

Sueños y susurros, que vivos siento,

Cargados de rumores de inocencia

De miedos, ilusiones y belleza.

Esta fotografía que me manda Josemari, nos muestra el Santuario recién  construido, podría  datar del año 1961, en que fue inaugurado o de algún año próximo posterior. Llama la atención el campanario surcando los cielos, alcanzándolos y fundiéndose con ellos, como un crucero que nos indica el camino de la gloria  para conseguirlo a través  de la peregrinación a Santiago. Los cielos ocupan casi la mitad de la fotografía

Estos cielos bien pueden ser cielos aborregados o empedrados, formando cirros, estratos cúmulos o nimbos, como decía la Enciclopedia Álvarez, que estudiábamos de niños en nuestros pueblos. Como recuerda el refrán: “Cielos aborregados a los tres días mojados.” O aquel otro que dice: “Cielo empedrado, suelo mojado.”

No sabría decir en qué época del año esta sacada esta fotografía, pero deduzco que no es invierno, ni avanzado otoño, pues los árboles hace poco plantados, tienen hojas y por su inclinación anda viento. Las dos señoras de la izquierda, que caminan hacia el santuario llevan abrigos y los cinco personajes, que están junto a él, al borde de la escalinata, visten americanas, Parece ser que hace fresco.

Solo dos coches pasan por la carretera, el primero no estoy seguro si es un cuatro-cuatro o un seiscientos y el segundo un Peugeot u otro modelo de los años 60. Mi fuerte no son los coches.

El Santuario de Fray Curro luce en todo su esplendor, la portada con la Virgen y todo su apostolado,  obra de Subirachs y en el lateral derecho, de blanco mármol, los 20 ventanales por donde entra una luz tenue, y según dicen, dentro de la simbología ecuménica de este templo, representa la religión islámica. Sobre el edificio se alza la cúpula que contiene el retablo barroco.

Todo el Santuario se presenta como un moderno relicario para este retablo barroco, que preside Nuestra Señora y Madre, la Virgen del Camino.

En el centro de la foto, el campanario o torre vigía, el crucero que nos marca el camino hacia Santiago o hacia el cielo, saeta apuntando al infinito.

Viendo esta fotografía he recordado y buscado en este blog magnífico un artículo que escribí en la Revista Camino de Mayo de 1965, página 4, titulado:

UN CRUCERO EN EL CAMINO;

“Dominando el llano, se levanta un nuevo crucero. Un crucero de líneas modernas, que extiende sus brazos de cemento llamando al peregrino para recibirlo a su sombra.

Este crucero alto, gris, acariciado por el sol y el viento, la lluvia y la nieve, es la torre del Santuario de la Virgen del Camino, saeta voladora clavada en el cielo castellano.

Índice de fe que señala un nuevo punto en la ruta jacobea. Mudo vigía del Páramo leonés que examina con cuidado la llanura, buscando entre las arrugas de esta tierra milenaria el paso de los caminantes.

Atalaya moderna de esperanza que señala con alegría de campanas la última meta de nuestra vida, el cielo.

Lejos, sobre las montañas de Galicia vestidas de nieve, se adivina la presencia de Santiago de Compostela: la meta de una ruta europea señalada por los brazos de la cruz.”

En el año 1961, a principios de Septiembre o finales de agosto, creo, salimos de Villava, los alumnos que habíamos terminado 2º y 3º allí, rumbo a León para cursar 3º y 4º en el Colegio de la Virgen del Camino. Con el P. Huarte al frente por la cornisa cantábrica nos acercamos  a la Virgen del Camino de León, los Arrúe, Cirauqui, Ariztimuño, Mendivil, Egea, Elustondo, Ibarrola, Arcarazo, Arandigoyen, Lacalle, los hermanos Dïez de Ulzurrum Biurrum del año 59 y algún otro más que me olvido, junto con los del curso anterior: Suescun, Urriza, Iturgaiz, Iraizoz, Tabuenca, etc., del año 58. Éramos alumnos de Navarra y alrededores. Me imagino que los de otros lugares que estudiaban en Villava partieron hacia León desde sus propios hogares y se privaron de una magnífica excursión. Allí nos encontramos con los alumnos del Colegio de Villava y los que ya estaban en León. No estoy seguro si este año fue la excusión por la cornisa cantábrica, o por la estepa castellana, pues recuerdo, me sorprendió mucho, un tramo de la carretera Palencia León, a la altura de Sahagún, que estaba sin asfaltar, podía ser en cualquier otro año. Dejemos que nuestro primer viaje sea por la Cornisa Cantábrica.

Nuestra primera parada fue en una iglesia de Vitoria, de nueva construcción, de aquellas que un obispo dominico mandó erigir de acuerdo con la nueva arquitectura religiosa del Concilio Vaticano II, y que regentaban varios padres dominicos, entre ellos el P. Bravo. El arquitecto era Miguel  Fisac, autor de varios colegios y templos de la Orden Dominica, como Arcas Reales en Valladolid, y alguna más. Fue como el aperitivo de esta arquitectura religiosa de la que íbamos a formar parte  en el Colegio y en el Santuario de la Virgen del Camino de León, a donde nos dirigíamos.

De allí a Bilbao, al convento de las Siete Calles, donde recogimos a algún fraile y de nuevo por Santander , San Vicente de la Barquera, Santoña, Laredo, Llanes, Gijón, Oviedo , con visita al Convento de Santo Domingo y camino de León, quizás por Pajares.

Recuerdo aquellos viajes turísticos interminables  que hacíamos de ida y vuelta de León a Villava y de Villava a León. Salíamos muy temprano y llegábamos muy tarde.  Como era habitual  aparcamos en la Virgen  muy entrada la noche. Las estrellas brillaban en el cielo y una luna enorme nos acompañaba. Desde el autobús nuestros ojos asombrados contemplaban una enorme caja, flanqueada por unos  gigantes de bronce, que en la noche no se distinguían y daban una imagen fantasmagórica, eran como atlantes o gentiles  guardando algún tesoro, tesoro que estaba contenido en aquella arqueta, caja de zapatos, volumen rectangular con forma de sepulcro,  relicario o tabernáculo. Al día siguiente nos enteraríamos qué contenía aquel enorme arcón del tesoro. Aunque imaginábamos que en esa hermosa y extraña caja desconocida aún para nosotros, nos esperaba la Virgen del Camino, Madre y Patrona de León.

A la puerta del colegio, adornada por un mosaico del P. Iturgaiz nos esperaban varios padres, entre ellos el P. Pedro y el P. Enrique. Nos llevaron al comedor, el lugar donde estaba el Santuario, estaba ya desocupado. Sacamos nuestros equipajes del autobús y por un largo pasillo, por donde después paseábamos el tranvía y estaban las clases y se adivinaba en la oscuridad una gozosa piscina, avanzamos desconcertados. Con los ojos asombrados íbamos fotografiando el que iba a ser nuestro próximo colegio durante varios años y almacenando estas imágenes en nuestras adolescentes cabezas. De allí por una escalera nos llevaron a los dormitorios del segundo piso. Nos asignaron una camarilla a cada uno, los de 4º a la derecha con vistas al teatro y los de 3º con vistas a los campos de fútbol y a la extensa paramera con viñas y tumbas de gigantes (bodegas), las camarillas estaban numeradas y nos colocaron a cada uno en la suya, como indicaba una lista que llevaban en la mano. Todo nos parecía enorme, moderno, como de un gran colegio, pero menos cálido e íntimo que Villava.

Aquella noche dormí poco, con tantas emociones acumuladas durante el trayecto y a la llegada al Colegio. Al amanecer intenté asomarme a la ventana y vi que era abatible pero no abrible, puesto que no se podía sacar la cabeza para ver donde estaba uno. Amanecía y un fuerte sol comenzaba a calentar el Páramo. Me quede un poco triste y anonadado, pues vi un paisaje seco, de color marrón y sin apenas árboles, ni verde, los campos de fútbol y el tejado de la recreación. En un lado una Virgen blanca protegía este lugar. Bajamos a la capilla con un hermoso mosaico del P. Iturgaiz, al que yo ya conocía de Villava. Después fuimos al comedor y de allí poco a poco nos fuimos familiarizando con todas las dependencias del Colegio, el estudio, las clases, la recreación, el teatro y la joya del colegio, la refrescante piscina. En estos días visitamos el Santuario, que me causo una enorme sensación de belleza diferente, de  grandiosidad recogida y de extraña perplejidad y de ecumenismo según nos explicaron.

Creo que llegamos al Colegio el día 2 de Septiembre, puesto que el libro de los 100 años de Villava habla de un viaje del P. Huarte  a la Virgen del Camino en ese día, que creo será nuestro increíble viaje por la Cornisa Cantábrica, aunque también indica que el día 21, estando en Villava, fue trasladado al Colegio Virgen del Camino de León. Yo me inclino porque ya estábamos allí los días previos a la inauguración, puesto que algunos de mis compañeros figuran en las fotos de la escolanía. Aún no habían venido los compañeros de otros lugares, pues para que nos entretuviéramos, los padres montaron campeonatos de fútbol, baños en la piscina y un festival con cantos y otras actuaciones en el que Arrúe y yo interpretamos una canción en euskera que dice: “Beti eskama keltzen, keltzen, keltzen….”

En el Colegio había frailes y alumnos de otros lugares como Corias,  Caldas, Salamanca, Caleruega y otros sitios más. En la revista Camino, habla del día de la inauguración y nos refiere varias actuaciones musicales de estos alumnos, junto con los de León, así como la representación de un auto sacramental en la catedral de León.

Acudieron numerosas personalidades eclesiásticas y públicas, obispos, dominicos  y de otras órdenes religiosas, mecenas y numerosos fieles y devotos de la Virgen del Camino,  el arquitecto y  los artistas. Un Homenaje sentido a ellos: Fray Coello de Portugal (Fray Curro), Subirachs, Rafols Casamada y Fray Domingo Iturgaiz, aparte de otros técnicos, que no recuerdo.

El colegio y el Santuario han funcionado siempre al unísono y no solo estaban unidos espiritualmente, sino también físicamente por el túnel o pasadizo que unía la portería del Colegio con el Santuario, que era como el cordón umbilical que comunicaba a la madre con sus hijos, padres y apostólicos. Era  el paso obligado, que nos llevaba, en filas, a los oficios, a las misas, a los rosarios, a los vía crucis, a los ensayos de la escolanías, a las grabaciones, a los conciertos y otras funciones religiosas. Allí, también, Mondeño se unía a las filas, a la altura de su curso, que era el anterior al mío. Algunas veces, muy temprano, lo atravesábamos solos, para ayudar a misa a alguno de nuestros profesores, en los altares de San Pablo, a la izquierda, el de San Froilán a la derecha y La Virgen de Guadalupe, atrás del todo, junto a la puerta de entrada. Esos días atravesaba el pasadizo corriendo y hasta cantando en mi interior, para espantar el miedo o la soledad. Siempre hacía mucho sueño y algunas veces mucho frío y otras calor y humedad.

Los padres nos explicaron varias veces el significado de esta obra del Padre Curro, como una obra preconciliar y ecuménica, en la que se unían y representaban las cuatro religiones, cada una en alguna parte del Santuario. En el encuentro de las Poecanciones de Mariano Estrada, me encontré con Isidro Cicero y nos recordó a Del Vigo, Oscarín, Lourdes y a mí todo lo que yo retenía en mi mente confusamente. En la tercera parte de mi Crónica habitual escribía estos versos:

El Islam en las ventanas,

Veinte huecos que iluminan

De manera descendente,

Número que en el Corán

Tiene un sentido sagrado.

La sobria nave del templo,

Desposeída de imágenes,

Es un signo protestante,

Así como el ocultar

Los propios confesionarios,

Puesto que este sacramento

No lo tienen contemplado.

La judaica religión

Se refleja por doquier,

Presentación en el templo,

Los signos de la Pasión,

Biblia, Visitación,

Arca de la Alianza forma,

Tabernáculo de Dios.

Y la religión católica

Se descubre en el retablo.

La Virgen y los Apóstoles,

Los misterios del Rosario,

El lugar y el escenario

Y el glorioso San Miguel.

Parece ser que el Padre Coello estuvo y se inspiró en la Escuela de Saulchoir donde impartían enseñanza, Schillebeeckx, Chenu y Congar. Con Cicero volvimos a recordar todo el significado de la Portada, Los Apóstoles con todas sus características, Santiago indicándonos el Camino, las lenguas, la Virgen María elevándose y el Espíritu Santo en forma de Paloma, la serpiente, la azucena y tantos signos representados por Subirachs de broncínea y magistral manera. En las cuatro puertas del Templo se representan los misterios del Rosario, Gloriosos, Gozosos y Dolorosos, así como San Froilán con su lobo y su nariz la concha del camino y San Pablo cayendo de su Caballo, en memoria de sus mecenas, planos de la catedral por San Atilano, patrón de Mexico, y el pastor con su honda y la Virgen aparecida.

Todas estas cosas y algunas más nos enseñaron los frailes, sobre todo el entonces Padre Arsenio. Cuando fuimos de Viaje de Estudios por el Camino de Santiago de Castilla y León, partimos del Santuario y nos explicó la historia de la Virgen del Camino y la Ruta Jacobea.

Muchos de nosotros, niños y adolescentes escribimos en la Revista Camino, artículos sobre el Santuario.

Recuerdo que al abrirse el Concilio Vaticano II, cantamos el “Veni Creator spiritus, mentes tuorum visita… (es posible que yo, aún estuviera en Villava) y al acabarse cantamos un “Te Deum laudamus…, como Acción de Gracias ( en este momento ya estaba en la Virgen del Camino).

Pero dejemos esto y vamos a centrarnos como viví y sentí el Santuario en los cuatros años que residí en el Colegio de la Virgen del Camino.

Una vez dejado el túnel o pasadizo desembarcábamos directamente en las escaleras del coro, que era el lugar desde donde frailes y apostólicos (feo palabro, sobre todo si se dice sin acento como algunos navarros) asistíamos a todos los actos del Santuario. En principio nuestra mirada se topaba con la vidriera magnífica de Rafols Casamada, y apoyada sobre ella la sillería o coro de los frailes. Esta vidriera de 16 metros de anchura y elevada altura, según la luz del sol, se transformaba en un tiovivo de colores que envolvía todo el coro y hasta la nave central, desde donde era impactante su vista en forma de sinfonía de luz y color, que acompañada por el Aleluya de Händel, hacía vibrar de gozo los corazones. Al atardecer y la noche se tornaba oscura y se adivinaban las siluetas fantasmagóricas de la Virgen y los Apóstoles y algún rayo de luz partía desde el exterior.

Este calidoscopio de luces y cristales acariciaba el cuerpo y el rostro de frailes y alumnos envolviéndolos y transformándolos en rojos, verdes, azules y otros colores del arcoíris. Nuestro coro era como un anfiteatro de maderas y cristales, donde el centro lo ocupaba, la escolanía, arropada por todos los alumnos. El primer año yo pertenecía a la escolanía, pero me “desapunté” porque algunas lenguas afiladas decían que desafinaba un horror. Sé que hubo otros directores de la Escolanía, como el P. Cura, pero al que yo recuerdo con más cariño es al P. Torrellas, al que ya conocía de Villava porque era el director del Coro del Colegio Valentín de Berriochoa, del que yo formaba parte.

Los bancos del coro, amplios y de noble madera como todo el Santuario, no eran cómodos, pues tenían un mínimo respaldo que no cubría las espaldas. Eran unos bancos no “dormibles”, Indiscretos y descarados. Algunas veces, el sueño se apoderaba de ti, y alguno de tus compañeros te daba  un cariñoso codazo que te sobresaltaba y te devolvía al mundo de los  vivos, crudo mundo. No sé si lo hacía por caridad, para que no te castigaran los frailes o por “tocapelotas”, (“tocapelotas” en el buen sentido de la palabra “tocapelotas”). A la izquierda un sobrio, pero magnífico órgano, con todos sus tubos formando una V de victoria o un candelabro de la nueva alianza. A veces, y con el rabillo del ojo contaba el número de tubos que formaban los registros, creo que eran de 60 a 63   (los he vuelto a contar en una fotografía que aparece en este blog, pero me desojo y no consigo contar siempre igual). Parte consustancial de este órgano era el P. Uría, al que yo siempre he conocido abrazado a él y sacándole con entusiasmo todo número de sonidos increíbles, acompañando a la escolanía o en solitario. A los cursos menores, de la Escuela Mayor nos colocaban en las primeras filas, a las cuales llamábamos palcos, pues desde ellos se veía todo el panorama del Santuario, las gentes, las ceremonias en el altar, el retablo y la Virgen presidiéndolo todo, la luz de los vanos, la entrada y salida de los confesionarios, las maderas del techo y las paredes y la luz indirecta que entraba por los laterales y por encima del retablo, a través de una claraboya. Luz que daba un especial ambiente a todo el recinto.  En aquella crónica que narraba las explicaciones de Cicero sobre el santuario escribí:

La tenue iluminación

Tiene su significado,

Pues no parte desde el techo,

Si no sale de los lados.

No recuerdo si este signo,

Es judaico o protestante,

Católico o del Islán,

Aunque sí en estos momentos,

Los frailes han colocado,

Lámparas en el techo,

Rompiendo el significado

Del indirecto alumbrado.

Lo primero que veías desde el coro es el retablo barroco del antiguo Santuario, destacando en  él  la figura de la Virgen del Camino con su hijo muerto en brazos. Este templo o santuario conjuga armoniosamente el hormigón, la madera, la piedra y el vidrio. Esta nave central de 53 metros de longitud, 16 metros de anchura y 13 de altura, como todo el santuario está diseñado para sentirnos atraído por el retablo del altar mayor y en este por la figura central de la Virgen del Camino y la verdad que a mí me atraía miraba y remiraba todas las figuras, los ángeles, escudos, los racimos de uva, las columnas salomónica y todos los adornos vegetales en volutas, dorados y estofados.

El retablo barroco es de los hermanos Pedro y Antonio de Valladolid, presidido por la Virgen del Camino talla del S. XVII, como madre dolorosa y sobre sus rodillas el cuerpo yacente de Jesús atribuida a Roberto Herrera o Roberto Alonso, en madera de nogal de 85 cm. de altura, 79 de anchura y 44 de profundidad, acompañando a la Virgen, Santiago a la izquierda y San Froilán a la derecha, dos puertas Aparición de la Virgen a la izquierda y milagro del arca a la derecha, ángel de la Anunciación y Virgen Anunciación con azucenas y sobresaliendo sobre el retablo el Arcángel de San Miguel con una espada de fuego y diciendo desafiante: ¿Quién cómo Dios?...Nadie comoDios”… y con el pie sobre Lucifer, ángeles a cada lado, escudo de Castilla y León y el Padre Eterno coronado y rodeado de angelotes. Relieves de la Natividad, Asunción y Adoración de los Reyes Magos y a los pies de la Virgen una cita del libro de las Lamentaciones: “O vos omnes qui transitis per viam attendite et videte si est dolor, sicut dolor meus”.

Al principio, nada más llegar esperabas encontrarte con una virgen más amable, alguien a quien contarle tus cuitas, abrirle tu corazón y desgranarle tus tristezas y tus penas, pero viendo tanto dolor en brazos te daba apuro agobiarle más. Al final te dabas cuenta que la madre con  su hijo en brazos era la más capaz de entenderte y comprenderte y la más apropiada para contarle tus confidencias que eran atendidas al momento, a pesar que no había dolor semejante al suyo, porque una madre es una madre y nosotros siempre estábamos necesitados de ella y nuestro dolor nos parecía inconmensurable.

En el Santuario se celebraban todos los oficios y ceremonias con gran dedicación e intensidad, tan es así, que los fieles acudían al Santuario con verdadero interés y gusto. Recuerdo las celebraciones de Semana Santa, con la Santa Cena, el lavatorio de pies, el monumento al Santísimo, la bendición de los Santos óleos, los Oficios de Viernes Santo con sus oraciones, Agios oTheos, Agios isjiros, Agios Athanatos Eleison Imas, Ave Verum, Lumen Cristhi tres veces elevando la voz, bendición del Cirio Pascual y el júbilo de la Resurrección del Sábado Santo a las 12, encendidas todas las luces y brillando las vidrieras del Coro  al unísono con el Aleluia de Haendell, surrexit, surrexit y el canto de la Pasión entonado por los Padres Cura, Pedro y Huarte, los dos últimos con su cuello encendidos como semáforos en rojo y el canto de las Pasiones de Juan Sebastián Bach y de Vitoria y otras obras musicales más, oficios en gregoriano y O vos omnes… Las semanas santas eran muy intensas para todos, pero sobre todo para la escolanía y los frailes concelebrantes. Se realizaban conciertos de música sacra.

Son de especial mención aquellos viacrucis, que se celebraban al anochecer en la explanada del Santuario recorriendo las cruces de piedra, que allá había. Un predicador tronante nos iba recordando cada estación y nos íbamos arrodillando, sobre el cemento o sobre la gravilla y de vez en cuando cantábamos canciones de arrepentimiento como. “Perdona a tu pueblo, Señor”, Perdona a tu pueblo, perdónale, Señor. No estés eternamente enojado… Perdónale, Señor” A todos los allí presente se nos quedaban el alma y el corazón compungidos, me sentía el más pecador de los mortales, así que al día siguiente corría a confesarme en los brazos del P. Ricardo.

Las  Navidades, también se celebraban con mucha alegría, la misa de Gallo, la Misa de Navidad y la Hora Santa de Reflexión en Noche Vieja, con la predicación de uno de los Padres. En estas fechas sonaban los villancicos con toda su intensidad y la escolanía preparaba maravillas como: Niño divino, niño, adorado, Es que al fin de mil amores una madre venturosa… A la ro…ro…ro…, la baila, Recordad a mi niño, Mañanitas floridas del frío invierno y otros muchos más. Colocaban un Belén tradicional en la Capilla de la Virgen de Guadalupe. Posteriormente, según he oído los belenes eran obra del P. Miguel Iribertegui. Se celebraba la novena del Niño y los fieles y los alumnos besábamos el pie del Niño Jesús. Los conciertos de villancicos eran celebrados con una gran concurrencia de público. También se celebraba Mayo, El Rosario, La Virgen del Camino y su novena, con inspiradas predicaciones y San Froilán con su romería y sus pendones y pendonetas. Pasábamos a besar el manto de la Virgen por el Camerino y algunas veces visitábamos el tesoro, para ver el arca del milagro y disfrutar de las vidrieras del Padre Domingo Iturgaiz.

Durante los cuatro años que estuve en el Colegio asistí a dos grabaciones de discos en el Santuario, una para grabar la nueva música litúrgica de misas y salmos de Tomás Aragüés, al que luego encontré en San Sebastián como director del Conservatorio y se acordaba de la grabación, de varios padres del colegio, pero sobre todo del Padre Uría. Recuerdo aquel que decía: “Qué alegría cuando me dijeron/ vamos a la casa del Señor/ ya están pisando nuestros pies/tus umbrales Jerusalén./ Jerusalén está fundada/ como ciudad bien compacta./ allá suben las tribus, las tribus del Señor…” La segunda grabación creo que fueron unos villancicos o quizás el aleluya de Händel y otras músicas sacras. Los aparatos para grabar se colocaban abajo, en la nave del Santuario y se comunicaban con el coro a través de un micrófono y a voces. Recuerdo que uno de los técnicos se apellidaba Pagán y alguno de sus hijos formaban parte del coro de la familia Telerín, aquellos que cantaban: “Vamos a la cama que hay que descansar para que mañana podamos descansar”.” ¡Ale¡, ya va siendo hora que los peques nos vayamos a la cama….”.

En torno al Santuario, durante mi estancia en el Colegio, se sucedieron varios acontecimientos dignos de reseñar: No sé si fue en la Inauguración del Santuario o en algún año mariano, se celebró  en la explanada una concentración de vírgenes de toda la geografía leonesa. Había vírgenes de todos los tamaños y estilos, grandes, pequeñas, románica, góticas, renacentistas, barrocas, neoclásicas y modernas. Risueñas, serías, de pálidos y de vivos colores, sedentes y de pie, exentas, coronadas y sin coronar, con niño y sin niño, pero todas ellas adornadas con sus mejores ropajes y sobre andas, repletas de flores y acompañadas de los fieles de su pueblo, orgullosos y con cara de satisfacción por presentarnos a su patrona. Por los alrededores del Santuario, numerosos puestos de golosinas, almendras, pirulís, avellanas, rosquillas, chorizos, morcillas y hasta pepinillos.

Recuerdo también el día de la Virgen del Camino, con sus novenas, el canto del himno a la Virgen tradicional, su fiesta con autoridades, el obispo, la misa armonizada por la escolanía, grupos de danzas, pendones y pendonetas, las gentes de León y su provincia, la feria, los puestos de caramelos y otras viandas, la fiesta de la Patrona de León, el beso a la Virgen en su camerino y sobre todo el nuevo himno, que fue estrenado en la inauguración del Santuario y cuyos autores son: Letra: Fray José María Guervós O.P; Música: Joaquín Félix Hernández.

“Desde niño mis labios entonan tu canción/ Desde siempre te quiero ¡Oh Reina de León!/ Mi madre me enseña a abrirte el corazón/  y a contarte mis penas en continua oración… y sigue cantada por la Escolanía y sus solistas, Olóriz, Zamanillo, etc. Con primor y maestría.

Estaba también el día de San Froilán, con las autoridades de León, su misa sus pendones, sus pendonetas, su saludo a la nariz de San Froilán, sus morcillas, sus chorizos y sus perdones, que llevaban los hombres a las mujeres…

Uno de aquellos años hubo un sequía enorme y la iglesia y los labradores decidieron hacer una rogativa para pedir la lluvia y sacaron a la Virgen del Camino en procesión para que intercediera en el cielo y abriera las compuertas de las nubes. Partimos desde el Santuario, rezando las letanías, Sancte Petrus, Ora Pronobis, Sancta María, ora pro nobis, Omnes sancti Ángeli et Archángeli, orate pro nobis, Sacte Dominice, ora pro nobis; A fulgure e tempestate libera nos Domine;  A peste, fame el bello, libera nos Dómine. Agnus Dei, qui tolli peccata mundi, miserere nobis… La Virgen iba acompañada por un gran número de sacerdotes, frailes y todos los alumnos del Colegio y una multitud de feligreses y labradores de todas las comarcas de León. Algunos pueblos llevaban sus cruces parroquiales y sus pendones. Bajamos la cuesta, atravesamos Trobajo del Camino y llegamos a la puerta de la catedral, donde según recuerdan las gentes, empezó a llover. Algunos compañeros, como Ariztimuño, Ibarrola, Elustondo y yo fuimos haciendo entrevistas por el camino a mujeres, hombres y niños, sacerdotes, labradores, para luego hacer un guión radiofónico que se emitió por Radio Popular y algunos de nosotros interpretamos a niños, mujeres y ancianos. En cuanto la Virgen entró en la catedral, corrimos de vuelta hacia el colegio para elaborar el guión que a continuación grabamos, con la dirección, como siempre, del P. Huarte.

En el año 1964 y con motivo del Congreso Eucarístico, apareció un señor bajito con bigote, que a la entrada del Santuario fue recibido por una gran multitud y niños con banderitas y algunos sin banderitas como Argüeso, “ El Pitu”, Julián y yo y muchos compañeros más, que luego salimos en el NODO. Era Franco. Antes de entrar a la Iglesia lo cubrieron bajo palio, acompañado por el P. Aniceto, Cardenal Landázuri y otros frailes más y la escolanía desde el coro le cantó el Aleluya de Händel. Dicen que el Padre Arsenio se ofreció a explicarle la fachada y el templo, pero él lo rechazo, preguntándole: ¿A Usted le gusta esto? Porque a mí me parece una mamarrachada. Con estas y otras palabras así lo dijo.

Quisiera terminar este largo y pesado comentario, no sin antes recordad la Torre del Santuario, campanario de 63 metros que se elevaba hacia el cielo dominando La Paramera. Cuando íbamos de Paseo al Ferral, pasando por Santovenia  de la Valdoncina era la última imagen se que perdía en la lontananza y la primera que volvía aparecer a la vuelta, lo mismo que cuando nuestros paseo eran a Trobajo del Camino, Fresno, Quintana de Raneros o La Armunia pasando por la carretera de circunvalación. A veces los junquer pasaban a su lado, casi acariciándola o esquivándola y al pasar por el Colegio, los cristales de las clases temblaban de miedo.

Me he alargado mucho en el tiempo y en el espacio, pido disculpas y quiero recordar un rito que hemos realizado todos los alumnos de la Virgen de todos los tiempos, cuando nos despedíamos de la Virgen, bien fuéramos de excursión, de vacaciones o ahora cuando nos reencontramos cantamos con verdadero entusiasmo: “Adiós Madre de mi vida, triste llega la partida, del lugar santo…. Estoy seguro, que aquel día de finales de junio de 1965, que dejé el Colegio, habría acariciado con mi vista el Santuario, con mucha tristeza y habría cantado en mi interior un emotivo: “Adiós madre de mi vida, triste llega la partida”.

Un fuerte abrazo para todos. Javier.

 

6 comentarios

Javier Cirauqui -

Por supuesto que me refiero a ti, Alfonso Losada.

Javier Cirauqui -

Gracias por tus gracias, me alegro mucho que te haya gustado. Abrazos. Javier

Javier Cirauqui -

Joaquín, me alegra mucho que mi escrito te haya servido para rememorar recuerdos de tu infancia y tu adolescencia. Un fuerte abrazo. Javier

Santos Suárez Santamarta -


-I-
Enhorabuena, Javier, por esa inusual capacidad de observación, esa increíble memoria y esa facilidad descriptiva. Quien te lee no necesita ampliar información. Lo dices “tó de tó” y no dejas “ná de ná.”


-II-
Ya se han cumplido diez a
de nuestro blog tan queri
y desde aquí ya le dï
que muchas felicida
Con los versos recorta
también quiero hacer un rue.
A todos los que aquí pue
hacerlo que no se pri
de escribir. Queda prohibi
dejar que el blog se nos mue

Alfonso Losada Vicente -

Enhorabuena, Cirauqui.
Gracias, gracias, y, muchas gracias.
Muy buen trabajo y gratos recuerdos
Un abrazo.
Losada

Joaquín Urbano -

Excelente Javier. Me has trasladado en el tiempo y me has permitido rememorar tantas vivencias de mi niñez y adolescencia. Guión perfecto para el recuerdo. Muchas gracias. Un fuerte abrazo. Joaquín Urbano.