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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

EL FRÍO (Por Lalo F. Mayo)

EL FRÍO (Por Lalo F. Mayo)

Ni yo, ni mis colegas de promoción 64/70, ni los compañeros que ya estaban en el colegio cuando llegamos pasamos aquellos fríos terribles de que hablan los mayores. Pero de todas las cosas que viví, sufríy gocé en los seis años de La Virgen hay una que salta siempre en mi memoria.

Época: noviembre a febrero (a veces hasta abril). Hora, 5 de la tarde.Lugar: campos de deportes.

Situación: ligas. Vestuario: camisetilla de tirantes o, como mucho, de manga corta, con pantalón corto (abundante, eso sí) azul (también podía ser rojo) con ribetes amarillos.

Cielo: Azul brillante y mesetario.

Viento: Una sola ráfaga, pero helada y continua. Temperatura ambiente: Gélida, en el estricto significado que le da la Real Academia a este calificativo.

Dios, qué frío hacía en aquellos campos cuando hacía frío. Hubiera quemado los cerezos en flor de la Escuela Mayor si me hubieran dicho que con ello se aceleraría el cambio climático y subiría la temperatura. Recuerdo a los integrantes de los equipos, con sus magras carnes al aire, los puños apretados, la nuca escondida entre los hombros, No quiero ni pesar en lo que sería unos decenios antes, en los días que nos relataba el pPedro comentando una foto del viejo santuario cubierto de nieve.

Nuestra promoción vivió, sufrió y gozó, que de todo hubo, a varios directores y subdirectores: el pCura en 1º con el pÁngel y en 2º con el pMiranda; al pHuarte en 3º, con el pNaranjo. Y en la escuela mayor, 4º y 5º repetimos con el pCura (no recuerdo a los subdirectores, aunque por allí andaba el pPaco, alias de Alfredo), y en 6º se fue el pCura y llegó desde la Escuela Menor el pHuarte, creo que en compañía del pOlóriz.

Pero a lo que íbamos: ¡qué frío! Eran tiempos en los que León daba la temperatura mínima de los inviernos de aquella fría España. Y los termómetros estaban puestos en La Virgen del Camino. Llegan a mi memoria los sabañones,las estufas aerodinámicas en las recreaciones, las vueltas a la finca con cadenas en las zapatillas de lona, las duchas sobre hielo en la piscina, los restregones con nieve pura del páramo sobre los cuerpos tiernos de aquellos jóvenes apostólicos que todos fuimos, la ingesta extraordinaria de una copita de Soberano para luchar contra la gripe que diezmaba a los cmpañeros de la Escuela Mayor (una iniciativa original e irrepetible del pCura, director de la Menor). Pero qué frío hacía en los campos aquellas tardes de deporte. Qué frío cuando los 23 (el árbitro también) íbamos corriendo como un solo niño detrás del balón, no por falta de táctica, que también, sino por espantar el frío.

Qué frío.

(página 37 del libro EL TOMILLAR 2 Cuaderno de la memoria)


9 comentarios

Andres Martinez Trapiello -

... y aquellos calcetines, tiesos de sudor y frío, que estaban en aquellos “cajones” de la Recreación.

Francisco Javier Cirauqui -

Yo también recuerdo aquellas tardes de deportes en camiseta de tirantes y pantalones cortos, mientras un altavoz con voz socarrona de fraile decía: "mens sana in corpore sano".
Para mis adentros pensaba como no me rescate pronto el silbato será "mens sana in corpore sepulto".
Mientras tanto el frío siberiano lo invadía todo y según decíamos venía de los Picos de Europa. Los sabañones se apoderaban de las manos y de las orejas. Hacía frío, mucho frío. Yo repetía al respecto un dicho que era muy popular en mi casa: "Hace un frío que se caga lorito.
Cierto fraile fanfarroneaba de que se duchaba todos los días con agua fría y era muy bueno para el alma, menos mal que el alma era espíritu puro y no se congelaba.
Recuerdo también los días de campo en invierno, a Quintana de Raneros, los tomillos y arbustos cargados de cellisca y los suelos acristalados por el hielo, bien es verdad, que con unas formas muy bellas.
El problema es que no había ningún lugar donde refugiarse, las charcas estaban heladas y las ranas ni croaban ni saltaban.
Los pasamontañas y los guantes eran nuestra salvación, el que tenía.
Bueno, un fuerte abrazo para todos.

vibot -

Lalo querido, me has recordado la temidas ligas con los dedos amoratados, el dolor de mis frágiles manos de niño en los saques del Balón-volea, con la aprensión de perder sensibilidad en ellas para realizar aquella recién descubierta y balsámica pasión por el piano y el órgano.
Lo has contado muy bien, como todos los que te han respondido y complementado, a quienes mando un abrazo.
Dar la lección de piano a Torrellas durante las temidas ligas -que para la mayoría de vosotros eran la felicidad- era para mí uno de los momentos más felices de aquellos largos inviernos ateridos.

Luis Carrizo -

Lalo tiene, bajo su más conocida capa de editor consumado, una sensibilidad y un arte periodístico y literario que no se pué aguantá, como dicen sus actuales nuevos compatriotos malagueños. ¡Que manera de describir aquel frío! Yo me he quedado helado, en todo el amplio sentido de la expresión,tras leer su magnífico relato.
El comentario del Pitu me recordaba un chiste gráfico de Chumi Chúmez, que leí en La Codorniz illo témpore. Se ven dos mendigos bajo un puente, alrededor de cuatro tablas ardiendo (se ve que es invierno), y uno le está diciendo al otro:"A mí lo que más me molesta del frío es el hambre".
Por cierto, si alguien supiese localizar el chiste y me lo hiciera llegar escaneado, me haría un gran favor.
Calurosos saludos, especialmente a los que se han manifestado en esta entrada.

Antonio Argueso Gonzalez -

Justo estos días tenemos por aquí (alrededores de Bruselas) un frío digno de la paramera así que, Lalo, más de una vez he recordado aquellos años y también José Manuel, el no ver "el fin del desapego de los tuyos". Es lo que había y, como tú, pienso que lo reharía.

¿Los sabañones? Como tantos otros, sufrí mucho de ellos y también en casa, y en Palencia. Parece ser que se debía a una carencia en la alimentación; y carencias ¡vaya si había!

Por último "las estufas aerodinámicas". Supongo te refieres, Lalo, a aquellos tubos de Uralita, repletos de resistencias y con un ventilador. Si son esos, la idea fue de PaPedro y la elaboración de Evelio Pesquera y yo, como pinche. Recuerdo que al probar el primero se fundieron las resistencias, con lo que tuvimos que volver a colocar unas nuevas, trabajo fastidioso; pero Evelio comprendió el fallo: había que buscar un sistema en el que se encendiera un poco antes el ventilador, para que con el aire frío las resistencias no se recalentasen. Los primeros se utilizaban en la capilla en aquellas gélidas mañanas.

Alfonso Losada Vicente -

Yo estuve en Corias el año de la clausura (terminé 1º) curso 56-57. Y en La Virgen del Camino, hasta 5ºcurso; año 61.El año 57 inauguramos el colegio. Ramón se queja del frío de Corias, y el resto del de La Virgen. Pues los que inauguramos el colegio en el 57, creo que no teníamos calefacción; el colegio estaba sin terminar; y como veréis, que yo sepa, todos salimos con vida, "sois unos quejicas"
¡¡No veis que sanotes estamos..!! Gracias al fresco que pasamos, y no al frio.
Un abrazo. Losada

Luis Heredia -

Me había quedado helado leyendo a Lalo pero al leer a Ramón me he quedado congelado.
Por cierto, ¿los sabañones nada más que existían en la paramera y alrededores, como El Ferral?

Yo hablo de sabañones en otros sitios de frío y me responden. ¿cuálo?

Ramón Hernández Martín -

¡Joder con el frío del páramo! Lalo y José Manuel, leyéndoos me entra la tiritona. Pero me parece que os quedáis cortos si lo comparamos con lo que pasaba en Corias, al ladito del Narcea. Una pegajosa humedad se te incrustaba en los huesos y en el monasterio no había nada que se pareciera a calefacción. Imaginaos un crío como yo, de doce años recién cumplidos (sept. del 52), que llega a Corias tras dos días de viaje desde la benigna Sierra de Francia, con el interior congelado por ausencias y distancias (José Manuel dixit), y, en un abrir y cerrar de ojos, se enfrenta al primer invierno en aquel desangelado lugar. En la cama, solo dos mantucas estrechas. Trasto y revoltoso que era uno, por la noche da vueltas y las mantas que no dan para meterlas debajo del colchón por sus extremos. Total, que uno se destapa y se congela durmiendo. ¿Cómo remediarlo? El ingenio infantil solo me dio para poner la manta superior a la inversa, lo ancho para lo largo, con lo que, aunque no cubría los pies, podía meter sus extremos debajo del colchón y dormir con el cuerpo apretado y sin destaparme. Al día siguiente tuve que vérmelas con el pOvidio, quien me castigó a limpiar retretes (el castigo más humillante del colegio) durante más de un año. ¿Mi pecado? Había cometido una intolerable falta de "estética". ¡Joder con la estética, no sabía yo que pudiera ser tan cruel! Si uno fuera a reclamar justicia... y, sin embargo, miro aquellos tiempos con nostalgia y ternura y el recuerdo del pOvidio solo despierta en mí compasión.
José Manuel, el gran privilegio nuestro de Corias era que, al pasar en tercero a la Escuela Mayor, podíamos repetir pan y cocido, ¡todo un lujo!
Y como la vida, a fin de cuentas no es injusta (eso pienso y defiendo yo), resulta que aquel limpiawáteres de la Escuela Menor (por cierto, lo pasé pipa con un cachondo mental de Cacabelos, castigado como yo), fue sacristán de la capilla (el cargo más honroso del colegio) durante los tres años de la Escuela Mayor.

Jose Manuel García Valdés -

Lalo describe muy bien el frío, padre de los sabañones, pero ¿Qué decir del frío del alma? Aquellas primeras tardes al regreso de las vacaciones en que echabas la vista adelante y no veías el fin del desapego de los tuyos. Siempre recordaré cuando, recogidos en la camarilla, la imaginación viajaba buscando el calor del recuerdo de los tuyos; los ojos se humedecían y nadie acudía a desearte felices sueños; no es del todo cierto, a veces acudía el P. Enrique que con un par de hostias te quitaba el frío del cuerpo y del alma. De tanto trauma mos hemos hecho mayores.
Unido al frío físico tengo el frío estomacal. Aquellas canastas de pan que nunca daban para repetir. Allí si hubiera hecho falta aquel que multiplicaba los panes. Con qué "fame" quedaba y qué pocas reservas para combatir el gélido frío del frío León. Pero, si me diesen opción, quizás repetiría siempre y cuando me facilitaran un traje de neopreno.
Abrazos y bueños leños para la chimenea.