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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

ALGO MAS QUE UNA ANTIGUA FOTOGRAFIA DEL INTERIOR DEL SANTUARIO (Por Carlos Tejo)

ALGO MAS QUE UNA ANTIGUA FOTOGRAFIA DEL INTERIOR DEL SANTUARIO (Por Carlos Tejo)

El sábado pasado, me acerqué, a las seis de la tarde, a la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Gijón, conocida popularmente como “La Iglesiona”.  Yo entré unos quince minutos antes de la celebración de la misa, ya que se me apetecía contemplar, un poco a mi aire, el interior de esta obra modernista del arquitecto catalán Joan Rubio y, sobre todo, los frescos de los hermanos alemanes Immenkamp. En eso estaba cuando apareción un cura joven que escondía su redondez bajo una sotana impoluta, dirigiéndose con paso decidido hacia la sacristía. Por mi cabezá ya se deslizó un pensamiento parecido a esto : ”Vaya generación de curas que nos están dejando los seminarios ultimamente”. Yo seguí mi recorrido contemplativo al mismo tiempo que me estaba dando cuenta que tendría que volver en alguna otra ocasión, ya que las vidrieras también merecían una pausa por mi parte. Mientras tanto, los feligreses que llegaban, iban ocupando los bancos en unos lugares que me pareció tenían cada uno reservado por ser habituales ocupantes. Y al toque manual de una campana que portaba un monaguillo cuarentón, de blanco inmaculado, apareció el joven sacerdote.

            In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti.

Mi santa y yo nos miramos extrañados e instintivamante contestamos:  Amen.

Aquellas palabras latinas hacía tiempo que no las habíamos escuchado y  me transportaron a una época lejana y que, teniendo ahora delante la fotografía del interior Santuario de la Virgen del Camino, me están dando pié para comentarla.

A primera vista, lo primero que se aprecia es que el sacerdote está de espaldas a los feligreses lo que, en principio, nos situaría en los  años anteriores al Concilio Vaticano II, ( 1962/1965). Lo más curioso es que el altar, se ve claramente, ya está alejado del retablo. El altar se puede rodear, no como antiguamnente que el altar estaba integrado en el retablo. La razón es que el arquitecto, el querido Fray Francisco Coello, ya en 1958 lo había diseñado en ese lugar, según se recoge en los pocos bocetos que se pueden ver en el libro publicado en el año 2006 por AACC8 Arquitecturas Contemporáneas, adelantándose el arquitecto/fraile a algunos de los resultados del Concilio Vaicano II.

En qué momento de la misa nos encontramos, viendo la foto, no es posible saberlo, pero en Gijón, en la misa del Sagrado Corazón, el sacerdote , despues de la Consagración, en castellano, y los rezos que siguen a la consagración nos deleitó de nuevo: Per ipsum, et cum ipso, et in ipso, est tibi Deo Patri omnipotenti, in unitate Spiritus Sancti, omnis honor et gloria per omnia sæcula sæculorum. Tampoco nos lo esperábamos aunque mecánicamante contestamos:  Amen.  Es entonces cuando uno se da cuenta de quienes son los habituales a esa misa de las seis de la tarde y los que somos nuevos. Los nuevos miramos a nuestro alrededor algo sorprendidos, tenemos una reacción algo cómica.  En ese movimiento de sorpresa de nuevo descubro otra curiosidad, esta vez entre alguna de las feligresas. No son muchas, como en la foto del interior del Santuario, pero las hay que llevan pañuelo o velo sobre la cabeza, unas de color blanco y sólo una de color negro.

Conservo una foto de una boda, En Arriondas, en 1956, donde en primer plano aparecen, además de los novios, mis padre, que son los padrinos y, no está bien que yo lo diga, pero están guapísimos. Mi madre lleva un velo negro sobre su cabeza; ese año había fallecido mi abuela, la madre de mi padre, y por eso se cubría con el velo negro.

 En la iglesia de Gijón la decoración es abrumadora. En el santuario leonés las paredes son limpias, sin confesionarios a la vista, ni lámparas de mil brazos, ni Via Crucis rococos. Sencillos ambones o atriles reemplazaron los antiguos púlpitos, en muchas antiguas iglesias auténticas obras de arte del ebanista, del orfebre, del escultor marmolista, del artesano forjador. El arquitecto Coello hizo desaparecer todos aquellos elementos que pudieran desviar la atención de aquello que era lo importante: el retablo y, sobre todo, la imagen digna de devoción de La Virgen del Camino.

Y este sábado, en la iglesia del Sagrado Corazón,  “La Iglesiona”, con ese joven sacerdote de celebrante, los que allí participamos de la Eucaristía ni tan siquiera fuimos invitados a “darnos la paz”. De repente me dio la impresión de haberme trasladado en el tiempo a mis años de niñez en Ribadesella. Mi santa y yo rompimos ese momento con un beso y algunos se atrevieron a imitarnos, aunque fuera dándose la mano.

En 1968, en mi casa ocurrieron tres acontecimientos tristes, más para mi madre que para el resto de la familia. Se marcharon a ese nuestro Norte, cuando ella contaba 39 años, su hija de dos años, su única hermana y su marido, nuestro padre, que tenía 45 años. Ese año, tres hermanos ya andábamos compitiendo en piragua por esos rios de Dios. Corríamos con un club, La Sociedad Cultural y Deportiva de Ribadesella, que obligaba a que se fuera socio de la misma para poder acceder a sus instalaciones y beneficios deportivos de material para poder competir. A fallecer nuestro padre, que era el socio, resulta que ninguno de los tres hermanos habíamos cumplido los 18 años, y para hacerse socio había que ser mayor de edad. Mi madre rellenó la ficha, aportó la correspondiente fotografía y se hizo socia, pudiendo nosotros seguir con nuestra actividad piragüística. En el 2004, el que en aquel entonces fuera presidente de la Sociedad, me trajo un sobre y en su interior venía  la ficha  de socio que mi madre había hecho 36 años antes.

¿Por qué cuento esta anécdota aquí? Porque la fotografía, siendo la de una mujer joven y hermosa, reflejaba todo el dolor, tambien la serenidad de una madre, hermana y esposa que se había quedado sin lo que más quería. Y es que en la fotografía que comento del interior del Santuario, apenas si se aprecia la imagen de La Virgen, pero puedo hablar de su expresión de dolor, de su resignación, mirando la fotografía de la ficha de mi madre como miembro de la Sociedad Cultural y Deportiva de Ribadesella.

Ya que empecé en Gijón, allí voy a terminar. El joven cura finalizó la misa: “Ite Missa est” y algunos contestaron “Deo Gratias”, y yo dije sencillamente: “Amen”.

            Para acabar, y si, despues de todo, en la fotografía del Santuario lo que ocurre es que el sacerdote y los dos monaguillos acaban de entrar, no apagaron las luces de la sacristía, los feligreses se ponen de pié,  el celebrante se apresta a besar el altar, como se hace antes de empezar la Eucaristía, y a continuación lo rodea y se pone cara al público para celebrar la misa…Nunca lo sabremos. 

 

Carlos Tejo

31 comentarios

José luis suárez -

No entiendo nada, Ramón. Soy "cortito" de miras, como dicen en Piñera Baxo. A mi lo que me provoca interrogantes y me conmueve son los valores VIVIDOS, no los ESPECULADOS, filtrados... Los de pueblo (Casorvia-Piñera) tal vez pensamos así porque nuestros padres no eran muy "leídos" y no disponían de otro medio para inculcarnos los valores que su propia vida. Nos los mostraron en su vida. Hay mucho Evangelio pateando los caminos del mundo, llámense PPedro, médicos, enfermeras, voluntarios, anónimos... Que despiertan en nosotros el interrogante de los valores: ¿qué valor los mueve?

Ramón Hernández Martín -

Baldo, querido, casi me arrebatas la vida porque he leído cuanto precede sin respirar y a punto ha estado de hacerme una mala jugada el corazón, como le ha ocurrido esta mañana a la pobre-Rita Barberá, a quien, sin duda alguna, Dios ya tiene en su gloria. Amén. Lo del respiro viene del afán de no perder el hilo de una exposición que, iluminando el fondo del mar, te catapulta hacia las estrellas. Preciso y meticuloso discurso el tuyo, con el que, como siempre, estoy de acuerdo en todo. Y, sin embargo, sigo con lo de blanco y en botella, pues de nada sirve que el pan sea vida o vital si no se lo come. Y ahí es donde está la madre del cordero de los valores, pues podemos comer incluso veneno (contravalores). La Eucaristía genuina se realiza en el “compartir”, en comer con, formando comunidad, cuerpo místico, universo. En lo relativo a la humanidad, vamos todos y todo de la mano. Es esta una perspectiva enormemente positiva y reconfortante: la creación (vale que el hecho del existir o del estar aquí ahora sea denominado de cualquier otra manera) sale de Dios y retorna indefectiblemente a Él. A Dios retornarán, pues, todos los seres, los animados y los inanimados, los vivientes y las cosas.
El ejemplo que me pones de mi mujer no vale en absoluto porque elevas a categoría universal una expresión que solo tiene un valor poético en cuanto que es una expresión metafórica que, llevada al extremo como tú haces, descoyunta el elemento significante del “más que a mi vida”. El silogismo se desmonta fácilmente, pues nadie puede querer a nadie más que a su vida debido a que ese mismo querer es parte de su propia vida. Es decir, el acto volitivo del amor procura al amante una vida rica y, salvo que por tal querer entendamos la “donación de sí mismo”, nada aporta al amado (se puede querer mucho a una persona sin que se dé siquiera por aludida o le importe un comino tu obsesión amatoria). Otra cosa es la comunión eucarística de que he hablado, consistente en comer a otro (a Cristo y a los hermanos) y dejarse comer por él, de forma sacramental, claro está. ¿Qué otra cosa son, si no, los valores en cuanto seres que enriquecen a otros seres? El quid de la cuestión, sobre todo hablando en cristiano, es que, siendo sujetos que nos debemos alimentar de valores, nos convertimos al mismo tiempo en valores que deben alimentar a los demás. La Eucaristía como acción de gracias que se ejecuta en el hecho de “compartir alimentos” llena a la perfección, tal me parece, los cuatro ámbitos del hábitat humano a que te refieres.
Entrañable José Luis: las “perturbaciones intelectuales” se reducen precisamente a lo que te planteas, es decir, a lo que hacemos, a la obligación de alimentarse de valores y de convertirse en alimento para otros (en eso se condensan todos los mandamientos), y al no menos entrañable casorvidense, aunque no lo conozca personalmente, le haré una pregunta extraña sobre un hecho que solo un perturbado, afortunado del cuponazo o del gordo de Navidad o del euromillones, podría realizar: ¿en qué se convertiría alguien que se diera un atracón de billetes de quinientos euros? Además de que el supuesto protagonista se convertiría en un gili, supongo que en ese caso, amigo Baldo, el preciado valor de tales billetes se convertiría en el jodido contravalor de una indigestión en regla, sin valorar, claro está, la pérdida monetaria correspondiente.
Finalmente, quede constancia de que tanto los chorizos de Mogarraz, donde hay dos grandes establecimientos de lo ibérico (el Pope y Calama), como los de La Alberca son soberbios manjares “serranos” de altísimo valor gastronómico, con lo que vengo a significar no solo que son caros, sino también que son una delicia de sabor.

JOSÉ MANUEL GARCÍA VALDÉS -

D. Balfo, estás empeñado en excitarme y casi lo consigues. Voy a ser sincero por una vez y sin que sirva de precedente, de la cuedtion a debate mejor me callo porque no entró ni entra en mis prioridades filosofico-teológicas, que es tanto como decir que ni idea, hablar de lo que no se sabe es de necios por otro lado, sólo quien habla o escribe se equivoca, el sabio calla. Los de Casorvida ( casa- sub- vía) nunca jamás se equivocan. Me apunto a la formula sencilla de José Luís Piñerabaxo. Quizá seria interesante dilucidar si el tal Feu-erbach( por el nombre seria de Villaquejica) con su fórmula pertenece al materialismo mecanicista, al antropológico o al histórico. Algo de razón debe tener porque yo, como pobre que soy, como mucha patata, nada de langosta, y mi cerebro está reblandecido y casi inerte, ¿Por qué? Porque se ha hecho patata, está como una patata, prueba de que somos lo que comemos. Aunque el Feu no negó la parte intelectual.
Ahí os dejo con vuedtra cuitas. Comed cosas buenas por si las moscas.
Abrazos

Baldo -

Ramón, amigo. Como conclusión de todo el rollo que me provocaste, te diré lo que me me contó una persona que me merece mucha confianza. Estabais en una comida de amigos, y tú, llevado de la pasión de amor, le dijiste a tu mujer: "Chity, te quiero más que a mi vida. Y como mi vida eres tú, te quiero más que a ti misma". ¿Chity es una "cosa" igual que el "pan" o es vida?. Pitu Casorvidensis, ahora ya puedes entrar

Baldo -

Envergadura humana

Cualquier viviente desarrolla su vida en estrecha relación con su propio hábitat, que es quien le proporciona el alimento adecuado. En el caso del ser humano, ese alimento son los valores y los contravalores, es decir, los seres en cuanto que desarrollan o deterioran las vertientes vitales humanas. En nadie he visto una explicación tan profunda y convincente como en la obra de Eladio Chávarri de que el hábitat apropiado y la correspondiente vida forman una simbiosis inseparable, hasta tal punto que el hábitat forma parte de la envergadura del viviente, sobre todo en el caso del viviente humano. Incluso en las filosofías más personalistas, más ecologistas y en muchas de las teologías, el hábitat humano mantiene un cierto carácter de extrínseco con respecto a la envergadura del viviente hombre. En Chávarri, de ninguna manera. Entre vida y su hábitat hay mutua implicación. La justificación de tal afirmación es bien sencilla si tomamos como referencia las relaciones valorativas según las entiende nuestro autor. Dichas relaciones están constituidas en su misma entraña y en mutua implicación por vida y ser, como ya hemos señalado en varias ocasiones. Pues bien, el hábitat humano pasa a formar parte del ser humano porque le proporciona los seres que desarrollan o deterioran las vitalidades del hombre.

Chávarri subdivide el hábitat humano en cuatro ámbitos: el espacio interior, que lo considera simplemente como lo que no es exterior a lo que circunda su cuerpo; el segundo es el medio histórico (social); el tercero, el medio natural cósmico; y el cuarto, el medio metahistórico. Todos estos ámbitos que componen el hábitat humano son lo que proporcionan los seres que serán valiosos o disvaliosos para el desarrollo de sus vertientes vitales; por ello forman parte de la riquísima envergadura del ser humano. La mayoría de los autores reducen la envergadura del viviente humano a lo que circunda su cuerpo (espacio interior). Para Chávarri, por el contrario, preocuparse de que los seres de los cuatro ámbitos enriquezcan y no deterioren la vida humana no es una obligación "moral" que viene impuesta desde fuera, sino que es una exigencia intrínseca de la propia estructura y funcionamiento de la vida del ser humano. Eslóganes como "o nos salvamos todos, o no se salva nadie", "si destruimos a la naturaleza, matamos al ser humano" adquieren en el sistema de pensamiento de Chávarri un alcance que no suele verse en otros autores: forman parte de la envergadura del ser humano. Con lo que, si el hombre se alimenta de contravalores o de seres de mediana o baja calidad, o cultiva sólo algunos ámbitos de su vida y de su hábitat, está construyendo una envergadura mutilada y raquítica.

A este propósito, me llamó la atención, en un artículo sobre la esperanza, (internet) la afirmación de nuestro autor de que la esperanza que cada uno tiene dentro de la historia no puede limitarse al desarrollo o dignificación del propio individuo, sino que debe incluir necesariamente como horizonte el desarrollo de las comunidades a las que el individuo pertenece. Los romanos encabezaban sabiamente sus cartas con “si tú estás bien, entonces yo estoy bien”. Por la misma razón que lo anterior, la esperanza humana dentro de la historia exige necesariamente como horizonte la mejora de los demás seres de la naturaleza y del cosmos, que son alimento para el ser humano y, por tanto, forman parte de su envergadura vital.

Y ahora un paso más. Cuando el horizonte metahistórico esperado es el de la consumación de la propia biografía, la esperanza de cada uno incluye como una exigencia ineludible la consumación de todos los demás seres humanos y también la consumación de los seres de la naturaleza y del cosmos. Los teólogos lo afirman, pero no aciertan a explicarlo como lo hace Chávarri desde su sistema: la consumación del ser humano incluye necesariamente la consumación de todos los seres del universo; y eso, por lógica, sucederá al final de los tiempos.

Chávarri utiliza para referirse a la envergadura del ser humano la expresión "clave transhistórica", porque se aplica a todos los seres humanos de todos los tiempos y no está ligada a un período histórico determinado.

La envergadura del ser humano es uno de los criterios decisivos para juzgar lo que es humano e inhumano, que, como hemos dicho, se establece por relación a los modelos humanos. Éstos son, ciertamente, los criterios de facto, pero ellos a su vez no son los criterios últimos y absolutamente válidos para determinar la humanidad o inhumanidad de todo lo que está modalizado por dichos modelos. Porque ellos, a su vez, deben ser juzgados por la envergadura vital que ha conquistado el ser humano. En efecto, teniendo en cuenta esto que acabamos de señalar, muchos modelos humanos son claramente inhumanos si ignoran o si excluyen algún ámbito de la envergadura humana, ya sea el espacio interior, ya sea alguno de los medios histórico–social, natural–cósmico o metahistórico. O lo que es lo mismo, si reducen toda la humanidad e inhumanidad a uno de esos ámbitos, sea la libertad, la religión, el amor, la armonía con la naturaleza y el cosmos, etc.

Baldo -

A Ramón, en tu penúltimo post, en el que dices: “El ‘pan’, aunque alimenta la vida, no es vida, es cosa; compartir es una acción solidaria, un acto de vida y un mandamiento cristiano (eucarístico). Mi intención era compartir tu opinión y enfatizarla”.

Decía Feuerbach que cada uno es lo que come (¡Ojo, Pitu de Casasopralavia, que te veo venir! ¡Reprímete de momento!). Eladio dice lo mismo, aunque desde otro sistema totalmente diferente: el suyo. Desde este sistema, los seres entran en nuestra vida, Y FORMAN PARTE DE ELLA, como valores –si la perfeccionan- o como contravalores –si la deterioran o destruyen. Y lo hacen en una vida que no es uniforme, sino pluriforme en al menos ocho ámbitos o vertientes vitales. ¿Cómo tu, querido Ramón, reciente converso a Chávarri y lector apasionado de su obra, me vienes con ésas de que los valores (“el pan”) no forman parte de la vida? ¿Qué es la vida sin valores y contravalores? Nada. No existe. Quítale a la vertiente vital cognitiva todos los conocimientos y dime en qué queda esa vertiente vital. Con los valores y con los contravalores se inicia y se desarrolla la vida humana. Sin ellos, simplemente no existe ni es posible la vida humana.
Entre los (seres) valores y contravalores y las vertientes de la vida humana hay una relación de mutua constitución. El oído no existiría si no hubiera seres sonoros; pero también suce al revés: no existirían no habría seres sonoros como tales si no existiera funciones vitales auditivas. Por consiguiente, los (seres) valores son simétricamente y a la vez manifestaciones de vida humana y seres. Esta co-implicación la llama Eladio “relación valorativa”.
En Chávarri, la “apertura del ser humano al valor / contravalor es infinitamente más amplia y rica que la proclamada comúnmente por filósofos como “apertura al ser”. Primero, porque un mismo ser puede ser muchos valores y contravalores. En segundo lugar, porque la apertura al ser del común de los filósofos la entienden como apertura cognitiva, mientras que Eladio es una apertura de todas las vitalidades humanas. El chorizo de Mogarraz (hay gente malintencionada que dice que es mejor el de la Alberca) puede satisfacer las vertientes vitales biológicas, psíquicas, económicas (cómo queda el bolsillo de los que lo compran), éticas (cuando yo era pequeño veía que los niños ricos comían chorizo y yo, a verlas venir; era una injusticia), religiosas (el día de san Antón el cura hacía la matanza con los ofrecimientos de chorizos, jamones, etc.), estéticas, cognitivas, sociopolíticas (Luis Carrizo es un experto en ver como la matanza satisface todas las vitalidades humanas). ¿El chorizo de Mogarraz es una cosa o forma parte de la vida de los que lo comen, lo ven, lo estudian, etc?
En otro post te añado algo más

José luis suárez -

Más y más...turbaciones intelectuales.Se ve que eso da más "gustirrinín" que poner en práctica lo que es el núcleo del Evangelio: amar a rabiar,también a los enemigos, y Compartir. "Dime qué haces y te diré quién eres", "dime qué haces y veré si puedo aprender algo", "dime qué haces y te diré cuánto te creo"...Seria interesante continuar el debate enfocado en el ¿qué hacemos"?
Y todo por incordiar un poco...

Ramón Hernández Martín -

Abundando en el tema, ahora que llega el Adviento y, algo después de la Navidad, la Cuaresma, me complace ofreceros un flagelo que no desgarra las espaldas y un cilicio que no se clava en la carne, es decir, instrumentos de aparente tortura mental pero que son de gozo espiritual. Llevo un tiempo enzarzado en un tema (a Eladio le he contado algo) que rebasa con mucho mi capacidad y mi tiempo: hacer una relectura audaz del cristianismo que ponga a la sombra tantos dogmas, amortigüe tantas normas e incentive su intrínseca vitalidad. Os apuntaré, como leña para mi propio ajusticiamiento por hereje, que contemplo el parto, o mejor, el nacimiento como el auténtico bautismo cristiano y la comida, cualquier comida compartida, como la genuina eucaristía cristiana. Ello me arrastra al optimismo radical de saber que todos los seres humanos somos cristianos y que todos comulgamos como hermanos, es decir, que Dios, habiéndonos creado por su libre voluntad, se ocupa de alimentarnos y, tras la enigmática revolución de la muerte, nos acoge con los brazos abiertos al otro lado del tiempo. En este contexto, nuestra mala conciencia son tantos hambrientos que dejan en evidencia (en cueros mentales y afectivos) lo opulentos, ricos, obesos y despilfarradores que somos. En resumen, el cristianismo, de ser algo, es una fuente inagotable de alegría que puede con las terribles adversidades que nos depara la vida (valor inapelable del enigmático “no hay mal que por bien no venga”) y con las que nos flagelamos unos a otros (somos diestros en crear infiernos). Conclusión final: el Cielo y la Tierra son obra de Dios, pero el Infierno es exclusivamente obra nuestra.

Baldo -

Javier, amigo ("... os llamaré amigos ..."). Eso es, según pienso, una parte de la celebración de "la" cena del Señor. Mejor no has podido decirlo. Eso es en cristiano el Reino de Dios. Por eso decía con sabiduría el paPedro el Venerable que la cena es el resumen del evangelio.
Cuando llegue a Oviedo, te mandaré lo que me pides. Un abrazo

Carlos Tejo -

No puedo estar más contento de que una anécdota sazonada con un recuerdo familiar haya dado lugar a un despliegue de pensamiento tan amplio e ilustrador. Gracias por vuestro conocimiento puesto a disposición de los de a pié. Ya lo saqué todo a papel. Es para mí la mejor forma de releerlo y la única para poder subrayar lo que me parece más relevante y, sobre todo, novedoso para mi. Me llevará más de una lectura, y pausada, caminar por tan amplio camino.

Javier Cirauqui -

Yo no sé por qué razón siempre he estado rodeado de contravalores, los valores estaban muy lejos del mundo en que me he movido dentro de un mundo de problemas de gentes sin hogar, sin techo, excluidos y pobres y hasta miserables.
No es nada fácil este mundo, pero cabe trabajar con ellos desde el amor, el afecto y el cariño, posiblemente eso sea una eucaristía, una comunión...
De todas formas vamos a dejarlo ahí, porque me voy a liar y meterme en cosas que no domino.
Baldo, he seguido con interés todos tus escritos y me han interesado un montón, pero no he querido intervenir porque me sentía como un pez fuera del agua.
Admiro de ti y de Chávarri, esa claridad y ese análisis tan bien estructurados y tan bien medidos.
Por otro lado, ahora estoy haciendo un trabajo para Teoría del Arte I y II, de carácter totalmente filosófico y me veo perdido, puesto que hace tiempo que no toco la filosofía. Así que espero me envíes esos escritos que dices tienes de un montón de páginas a ver si se me pega un poco esa manera tan clara de escribir sobre filosofía.
Un fuerte abrazo. Javier.

Ramón Hernández Martín -

Baldo querido (del querer de la amistad consolidada y de la caridad ejercida), te responderé con otra pregunta: ¿blanco y en botella?
El "pan", aunque alimente la vida, no es vida, es cosa; "compartir" es una acción solidaria, un acto de vida y un mandamiento cristiano (el eucarístico). Hablando de ello, mi propósito era "compartir" tu opinión y realzarla. Claro que la realzaremos más el primer viernes de diciembre en la Casa del Dago, si es que no sigues dándonos plantón por tu afición cuasi quijotesca a descubrir nuevas rutas y mundos (el sábado, nuestra Banda de Música dedicó un conciertazo, que me honré en presentar, al IV centenario de Cervantes). Lleva pasta, pues te tengo reservada lotería de Navidad de la Cruz Roja y, como bien sabes, además de compartir el pan hay que compartir la cartera, esa "víscera" que, al decir de un inspector de Hacienda, es la que más duele.

Luis Carrizo -

Si Valdés, que sabe, ya no osa, menos osaré yo.
He leído con gran interés las entradas de Baldo y lo único que puedo añadir es que resulta bastante impactante por lo novedoso del planteamiento, al menos para quien, como yo, vive "con lo puesto en relación a estas importantes cuestiones". Los comentarios del pPedro y de Ramón Hernández me ratifican rn que,efectivamente, hay que despojar de mucha hojarasca al cristianismo. Yo tenía ya alguna idea, pero no tanta ni tan profunda.
Ahora bien, como sigáis desempolvando el asunto de que la base del cristianismo es el compartir y el amar (y no hacer los primeros viernes o comulgar por Pascua Florida), acabaréis por aguarnos la fiesta. Te lo vengo a decir porque yo, a mi edad, estoy todavía tratando de aprender a amar a los amigos (cosa que hago con pocos, solo de tiempo en tiempo y con mezcla de muchos errores), y me he enterado que eso casi no cotiza, que lo hacen todos y que ça va de soi. Baldo dame una solución a esta problemática, porque las ansias crecen y el tiempo abrevia.

JOSÉ MANUEL GARCÍA VALDÉS -

Baldo, leyéndote me viene a la neurona que me queda lo siguiente:
"Se acabó la diversión,
llegó el Comandante
y mandó a parar".
A ver quien osa.
¿Qué haces tú por esas tierras del sur? Vente pa cá que a Pedrín le ha crecido la lana.
Abrazos
Ab

Baldo -

Amigo Ramón. ¿Qué tiene que ver que la experiencia cristiana sea vida, con dilucidar si "esto" ("touto" que diría el de Campohermoso) se refiere al pan o a compartir el pan? Porque las consecuencias son abismalmente diferentes. Y esa vida que tú dices sería harto distinta en ambos casos.

Ramón Hernández Martín -

Perdón, pues sobra la coma que se me ha colado detrás de cosa.

Ramón Hernández Martín -

Baldo, cuanto has dicho se resume con tres sustantivos, un artículo, un verbo, un adverbio y una conjunción: "el cristianismo no es cosa, sino vida".

Baldo -

Perdón, amigo Carlos, por haberte sustraído casi totalmente el portillo que en justicia te correspondía a ti. Abrazos

Baldo -

3. La cena de despedida joánica

3.1. También Jn 13s describe una cena de despedida previa a la muerte de Jesús

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su
hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que
estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
2 Durante la cena, ….

3.2. Jesús deja en esa cena un legado permanente a sus discípulos: el lavatorio de los pies, el mandamiento del amor y la promesa del Espíritu.

Jesús da un «mandamiento nuevo» a sus discípulos (Jn 13, 34s).

3.3. Jesús seguirá presente en su comunión de amor

Ilustra esta comunión con el lavatorio de los pies, que no es tan sólo un deber, sino que trae y garantiza la salvación, el «tener parte con Jesús» (Jn 13, 8).

8 Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo».


3.4. Coincidencia de Juan y sinópticos

En Marcos (seguido por Mateo y Lucas), Jesús pronuncia: «Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre». Juan no dice ni una palabra sobre esto. En vez de ello presenta el relato del lavatorio de los pies de los discípulos efectuado por Jesús (13,3–11). Y también el mandato: «Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado; así debéis amaros unos a otros». Estas dos acciones de amor a los humildes que narra Juan pueden descubrir el verdadero contenido de las palabras de la institución que los otros evangelistas atribuyen a Jesús. Es decir, que no es el pan en sí mismo, sino el acto de repartir el pan –el mandamiento nuevo, el lavarse los pies unos a otros– lo que Jesús identifica consigo mismo. Y la nueva alianza no consiste en beber sangre, sino en beber todos de la misma copa, en lavarse los pies unos a otros y en amarse como Jesús nos amó, el mandamiento que debe anidar en el corazón de cada cristiano. Así pues, se puede sostener que encajan perfectamente el significado del lavatorio de los pies y el mandato del amor que refiere Juan con lo que narran Pablo y los sinópticos, siempre que se conceda que lo importante en la cena de Jesús de los sinópticos no fue el pan y el vino, sino compartir el pan y el vino.

Baldo -

2. La última cena, un eco la multiplicación de los panes y de los peces

21. Es llamativo que tanto en la última cena como en la multiplicación de los panes y los peces, Jesús utiliza los mismos cuatro verbos

Tomó, bendijo, partió y dio (repartió). Es indudable que hay una mirada desde la última cena hacia la comida de los panes y los peces. O también al revés: narración de la última cena teniendo como referente la multiplicación de los panes y de los peces.

2.2. En Marcos, el relato de la multiplicación de los panes y los peces comienza estableciendo dos soluciones divergentes para una situación de hambre

La gente (cinco mil, según dice Marcos) había estado escuchando a Jesús durante todo el día en un lugar desierto; era ya tarde y tenían hambre. La solución que propusieron los discípulos era bastante razonable: «Despídelos para que vayan a los caseríos y aldeas del contorno y se compren algo de comer» (6,36). La solución alternativa que propone Jesús parece imposible de llevar a cabo: «Dadles vosotros de comer» (6,37). A lo que los discípulos responden: «¿Cómo vamos a comprar nosotros pan por valor de doscientos denarios para darles de comer?». A pesar de todo, los discípulos son obligados a aceptar y participar en la solución de Jesús (dadles vosotros de comer) y no en la suya propia (despídelos). Y además, Jesús les hace ver que hacer esto tal como él lo propone es una obligación suya como discípulos.

23. El tema fundamental de este relato no es la multiplicación, sino la distribución

El alimento del que se disponía en aquella concentración seguramente era suficiente para todos los que estaban allí, pero es muy probable que únicamente estuviera en manos de los más pudientes para su propio hartazgo. Pues bien, sólo cuando se recoge todo y pasa por las manos de Jesús, que reparte según la justicia divina, todos pueden saciarse. Éste es el verdadero y gran milagro de Jesús: repartir. No hay que buscar en este hecho prodigios deslumbrantes y sobrehumanos. El mundo es de Dios, y exige que todos compartamos sus bienes. Los cristianos somos servidores del mandato de Jesús de establecer la justicia de Dios en la tierra.

24. El acento de Marcos en la justa distribución que aparece en el acontecimiento de los panes y los peces, empalma directamente con el énfasis en el «pan» y en la «copa de vino» compartidos por todos en la nueva cena pascual

En la última cena, como siempre había hecho Jesús en sus comidas con la gente, distribuye el alimento que hay a «todos» los que están allí. Una comida en la que se comparte por igual entre todos los presentes lo que está en la mesa se convierte en el gran signo sacramental de la alianza nueva y, al mismo tiempo, en el programa práctico básico del movimiento del reino de Dios.

25. Los lectores del relato de la última cena de Mateo evocan quizá, antes que nada, las dos multiplicaciones de pan acontecidas en Galilea, en las cuales Jesús ya había hecho esto una vez (Mt 14, 19; 15, 36)

Mt 14,19: «Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente».

Mt 15,36: «Tomó luego los siete panes y los peces y, dando gracias, los partió e iba dándolos a los discípulos, y los discípulos a la gente».

Entonces Jesús dio de comer a muchas personas, judías y paganas. Recuerdan también lo que hace el padre de familia o el anfitrión judío al comienzo de una comida: parte el pan de trigo, sirve los trozos a los invitados y, compartiendo el mismo pan, funda así una comunidad reunida en torno a la mesa. La comunidad se funda con la comunidad de mesa. Lo mismo ha de suceder con esa comunidad que llamamos iglesia cristiana. Pero no en su sentido «espiritual», trasladado, sino en su significado directo.

26. En la comida de los panes y de los peces no había una interpretación del simbolismo de la misma, cosa que sí lo hay en la última cena

¿En qué consiste ese simbolismo que no estaba presente antes en la comida de los panes y de los peces? En una identificación explícita con Jesús de todo lo que allí se celebra: «esto soy yo».

Tanto en el relato de la comida de los panes y de los peces como en el de la última cena, se quiere transmitir la participación igualitaria en el alimento y la bebida. Pero en la última cena, este compartir igualitario de los que «se aman como Jesús nos amó» (Juan), se afirma explícitamente que eso es Jesús, que su cuerpo, su identidad es el pan repartido y la copa única compartida. También se añade y se aclara algo más en la última cena: que Jesús, que por haber practicado la mayor de las igualdades humanas, fue asesinado vilmente (simbolismo de la sangre). Si en la comida de los panes y de los peces, todos participan de la fraternidad de Jesús –y en principio sólo de eso–, en la última cena, los comensales participaron del propio Jesús al «repartir el pan y la copa». Jesús se identificó con eso.

Por la trayectoria de Jesús a lo largo de su vida pública, no parece probable que Jesús hablara en la última cena simplemente de que el pan y el vino son símbolos de su cuerpo. Si su más profunda identidad fue siempre el repartir todo tipo de alimento con los pobres, ahora, en las palabras de la institución, se hace explícita esa identidad y se ofrece a los discípulos para su participación en ella. El pan en sí mismo no parece que pueda ser una muestra clara y fehaciente del obrar de Jesús a lo largo de su vida, que obedeció a la justicia de Dios y estuvo contra la injusticia humana. Ese pan, por sí solo, tampoco parece ser un símbolo de una nueva Pascua que va desde la esclavitud a la liberación; ni de la participación en el camino que conduce a través de la muerte a una nueva vida. El repartir y el compartir la comida y la bebida, por el contrario, sí representan a Jesús, a la nueva alianza y a la nueva pascua. Es esclarecedor lo que dice X. Léon-Dufour: «[Jesús] se dirige a sus discípulos, no para proponerles una nueva definición del pan que acaba de partir y distribuir entre ellos, sino para invitarles a reconocer en ese pan compartido la realidad de su propio cuerpo, y para instaurar de ese modo una comunidad» [entre ellos]. No alcanzo a ver qué interés tenía Jesús en permanecer en el pan y en el vino. Sin embargo, cuadra con su forma de actuar en Galilea que pretendiera que reconocieran su presencia en el repartir la comida y la bebida con todos, especialmente con los necesitados.

Baldo -

1. La última cena, una continuación de la práctica comensal de Jesús

Según los evangelios, uno de los rasgos más característicos de la actividad pública de Jesús fue el de compartir y participar en comidas.

1.1. Jesús come con los «indeseables», los marginados y los excluidos, en una sociedad en la que resultaba sumamente significativa la gente con la que uno compartía mesa y mantel

La práctica comensal de Jesús tenía como objetivo incluir a los indeseables (los pobres, los lisiados, los cojos, los ciegos, es decir, los pobres y los impuros) en una sociedad que estaba caracterizada por fronteras sociales muy marcadas. Dichas comidas tenían un significado tanto religioso como político: religioso, porque se realizaban en nombre del reino de Dios; político, porque promovían unas relaciones sociales totalmente diferente a las existentes, una sociedad totalmente nueva. La práctica de la comensalía por parte de Jesús fue criticada con dureza por sus adversarios. Los ricos de la parábola evangélica rechazan la invitación al banquete: corrían el peligro de verse en la mesa con la compañía más indeseada y vergonzosa. Participar en tales banquetes no contribuía precisamente a incrementar su prestigio y su honor, sino todo lo contrario. R.J. Karris ha llegado a decir que «Jesús fue crucificado por la forma en que comía». Trastocó los «roles» y normas de mesa existentes, y con ellas, aquel orden social. Contra todas las convenciones establecidas, en el Reino Jesús no ocupa el puesto de honor a la cabeza de la mesa, sino que «está en medio como el servidor» (Lc 22,27), y lava los pies a sus discípulos. Compartir la mesa con Jesús es una invitación a compartir su estilo de vida y su destino.

12. Las comidas de Jesús no pretendían sólo la inclusión social de los marginados. Procuraban también, y de manera crucial, el alimento para ellos, el primer sustento de la vida

Para el auditorio campesino de Jesús, el pan –alimento suficiente para el día– era uno de los dos asuntos centrales para su supervivencia (el otro era la deuda). Por eso Jesús tuvo como objetivo primordial dar de comer a los que pasaban hambre porque no tenían con qué procurarse el alimento. El repartir el pan y el vino de la última cena prolonga y culmina el énfasis de Jesús sobre las comidas y el alimento como justicia de Dios. Para los judíos que salían de Egipto, el cordero pascual también había tenido como objetivo fundamental el ser alimento para el camino de la liberación. En la cena de Jesús no se habla del cordero, pero sí de repartir el pan y beber de la misma copa. ¿Calman el hambre de los hambrientos nuestras eucaristías? Las iglesias ortodoxas emplean en la eucaristía pan fermentado y no pan ázimo, como las occidentales. Esta diferencia, que parece a primera vista insignificante, representa posturas teológicas específicas y encontradas, y fue una de las razones primordiales que llevaron al cisma con occidente. Los orientales, con este símbolo, no han querido suprimir de la celebración de la cena del Señor el carácter de verdadero alimento que tuvo en ella el pan repartido.

13. Así pues, la última cena empalma con las comidas que Jesús celebró con los hombres, con los discípulos, con los pecadores, durante su vida pública

La intención de los evangelios al narrar la presencia de Jesús en las comidas pascuales es resaltar la continuidad de la relación de Jesús con los suyos y que, por tanto, se reanuda la comunidad de mesa, tan característica a lo largo del evangelio. No parece descabellado pensar que en la última cena Jesús pidiera a los apóstoles que prolongaran, en las comidas eucarísticas, las comidas que habían tenido con él hasta ahora. Mientras esperan la comida con él en la plenitud del Reino, un banquete festivo y plenamente compartido. Si en esas comensalías abiertas estaba Jesús corporalmente presente, ahora lo que representa al Viviente resucitado es el repartir comunitariamente el pan y beber comunitariamente de la misma copa: ésta es ahora su identidad entre nosotros.

Baldo -

Por el encanto que ha sentido paPedro el Venerable, "por ser un tema importante y que es el resumen del evangelio", oso añadir algunos post para abundar en la tesis que vengo manteniendo.
Que se abstengan de su lectura los agnóstico, ateos, perezosos, escépticos, descreído, descreídos, incrédulos, impíos, cismáticos, herejes, nihilistas, irreligiosos todos aquellos a los que le importa un bledo el tema o quien lo escribe. Amén

Ramón Hernández Martín -

Perdón por entrometerme otra vez. Cuando Baldo me envió lo que precede y lo hube leído atentamente, al esclarecedor fundamento bíblico de que la eucaristía es algo más o incluso otra cosa que lo que hoy acontece por lo general en una misa, le envié un apunte en el que yo había insistido mucho en mi tesis de doctorado en Roma (1966-1967), que presenté con el título de “La Eucaristía hace la Iglesia”. Básicamente, vine a decirle a Baldo que había una hermosa y rica tradición de siglos, que pierde consistencia y atención cuando en el Medioevo surgen las famosas polémicas sobre la “presencia real” (la inmensa mayoría de los muchos artículos que Santo Tomás dedica a la Eucaristía se refieren a ese tema), consistente en ver el pan y el vino como hechura o fabricado de muchos granos de trigo y de uva y deducir que cada cristiano es un grano de trigo y un grano de uva en la Eucaristía o comida de acción de gracias común. De ahí, siguiendo el proceso de cómo un grano de trigo se convierte en pan y un grano de uva en vino, se derivaba una descripción con todo lujo de detalles, a base de ricas y hermosas metáforas, de la vida ascética del cristiano: siega, trilla, molienda, levadura, cocción; vendimia, trituración, fermentación, reposo. A resultas de esa forma de concebir la Eucaristía, los cristianos tenían conciencia de que, al comulgar, todos eran pan-vino y comensales al mismo tiempo, es decir, que, comiendo a Cristo, se comían (sacramentalmente, claro está, es decir, significativamente) también los unos a los otros. Creo que esta perspectiva enriquece mucho las ya de por sí ricas conclusiones que se derivan de los enfoques de Baldo, pues se trataría no solo de compartir alimentos, sino también de hacerse alimento los unos de los otros.
Claro que, en cuanto a posibles y obvias heterodoxias, me apunto a la lista de los herejes que sostienen que el pan solo sirve para ser comido y el vino, bebido, y no para, por ejemplo, construir carros ni ser adorados. Cristo, es obvio, se identifica con el pan y con el vino solo como comida y bebida (teoría básica de lo que es un sacramento) cuya ingesta recuerda su presencia sanadora y salvadora. Si de adorar y acompañar o consolar a Cristo se tratara, entonces el cristiano debería ponerse de rodillas delante de cualquier otro ser humano (santo, malvado, rico, pobre, contrahecho, discapacitado, cobrizo, negro, tirano, glotón, anoréxico, macho o hembra, etc.) para adorarlo y amarlo, porque Él dijo claramente que estaba en cada uno de ellos. Ahora bien, estar en un ser humano es hacerlo de forma “personalizada”, mientras que estar en un trozo de pan o en una copa de vino es hacerlo en forma de comida y bebida, es decir, “sacramental”. Hay una diferencia abismal entre un ser humano y un trozo de pan consagrado a la hora de requerir comportamientos de veneración, sensibilidad, consuelo y asistencia.
Es posible que los pacientes y sacrificados lectores de este blog, despiadadamente machacados por tan contundentes ladrillazos, descubran asombrados que en esta Sastrería (Teología) todavía quedan muchos trajes por cortar y que, ahora que llega el invierno, hay muchas hogueras que encender para, quemando a cuantos herejes nos atrevemos a resollar, contrarrestar los fríos de rigor.
Aleluya y buen domingo a todos, pues, a fin de cuentas, la Navidad ya está cerca y, a pesar de la climatología, Cristo sigue siendo un Rey que de verdad sirve a su pueblo.

Fernando Alonso Díez -

Esta "cantinela del compromiso" se la vengo escuchando al paPedro desde hace años, bueno, desde hace unos pocos años, seis o siete, es decir, desde que retomé mi relación con él, y él conmigo. Cada vez que salen a colación temas relacionados con la Iglesia, las órdenes o las instituciones religiosas en general, los mensajes de esas instituciones, las formas de acción de los sacerdotes, de los fieles, de los creyentes, a Pedro se le "caen los palos del sombrajo" y casi siempre apostilla de la misma manera "... si es que no es eso, si es que Jesús quería decir otra cosa, si (muchos de esas figuras retóricas, escondidas bajo forma de misterios incomprensibles, de otras vidas allende la resurrección, de homilías o sermones o moniciones de confesionarios, de misas en latín o en castellano) no tienen nada que ver con el mensaje de Jesus". Y yo, sin decir una palabra, afirmaba o asentía sin poder aportar nada a lo que Pedro con el arma de su sentido común exponía. La misma "cantinela" se la oí a Eladio en el autobús camino del restaurante donde confraternizamos el año pasado en Valladolid. Pues ahora, con la ayuda de Baldo, fiel traductor y hábil pedagogo, además de experto exégeta, veo luz en el túnel de mis eternas dudas y por primera vez a mis sesenta y muchos años, "la cantinela" comienza a tener un algo de sentido.
En otro orden de cosas y en atención a algunos comentarios, he de decir que mi "no-comentar" algunas intervenciones habidas e incluso alusiones, no se debe a pasotismo, sino que el material que me ha enviado Baldo es tan inmenso y mi capacidad tan limitada que no he tenido tiempo aún de digerirlo y asimilarlo, habrá ocasiones si el blog sigue así de interesante. Carlos ha puesto sobre el tapete una partida que se juega con las cartas sin marcar.

Miguel Ángel Díez Ordóñez -

Baldo, cuando te sueltas al aire, nunca sabes cómo te pueden interpretar. Sigue soltándote!

Baldo -

Pero Miguel Ángel, ¿cómo se te ocurre dejar leer esto a tus agüelos?

Miguel Ángel Díez Ordóñez -

Mecagüenla!.... dijeron mis dos agüelos a la vez.

Baldo -

7. LA INSTITUCIÓN DE LA CENA DEL SEÑOR SEGÚN PABLO EN LA PRIMERA CARTA A LOS CORINTIOS

De los cuatro textos de la institución, el de Pablo reviste especial importancia porque su redacción escrita es la más antigua de todas. Quizás en la primera carta a los corintios encontremos muchas claves decisivas para entender el verdadero alcance de las palabras de la institución en Pablo y en los sinópticos.

71. El motivo fundamental de la carta de Pablo a los corintios es corregir la ruptura de la fraternidad que se había producido en las cenas del Señor de esa comunidad

711. Según Pablo, en la celebración de la cena del Señor en Corinto se había destruido por completo la fraternidad cristiana, dimensión clave

En las cenas del Señor que se celebraban en el Corinto de la época de Pablo, los primeros en llegar a la reunión de la cena del Señor eran los ricos, porque eran autónomos o no trabajaban, mientras que los empleados, jornaleros y esclavos tenían que estar ocupados hasta muy tarde en aquello que les ordenaban sus amos. Al mismo tiempo, los ricos eran los que llevaban las mejores viandas para comer. Cuando llegaban los pobres, hacía mucho tiempo que los ricos habían comenzado a repartir –entre los de sus mismas camarillas y condición social– sus apetitosos manjares. Los pobres podían ver, cuando lograban encontrar un sitio, y comenzaban a repartir sus escasos y míseros alimentos, cómo a su lado estaban las suculentas mesas de los ricos y sus rostros alegres por el vino. Esto, para los cristianos, era vejatorio. Por eso Pablo no oculta su irritación; censura a estas gentes su absoluta falta de consideración con los más humildes de la asamblea y les avergüenza su conducta. Cómo vería esta situación de los corintios, que el apóstol se ve en la necesidad de retirar la designación de «cena del Señor» a sus reuniones y celebraciones. No puede haber eucaristía en una comunidad cuyos miembros no se aman unos a otros compartiendo las viandas y en la que muchos de ellos pasan hambre, porque habían estado trabajando todo el día sin apenas comer. No es posible comer así la cena del Señor: aun cuando se digan las palabras rituales (vv. 24–25), la falta de amor (vv. 21–22) significa que en realidad no hay eucaristía.

Hay que hacer notar, para mayor abundamiento, que la comida de la cena del Señor se celebraba en una casa particular (Rom 16,23), cuyas habitaciones eran demasiado pequeñas para albergar a la comunidad entera en una sala. Tenían, pues, que repartirse separadamente por las distintas habitaciones de la casa. Tal división acentuó lo que era costumbre romana de clasificar a los huéspedes por posición social y de dar poco o nada a los considerados inferiores. Muchos creyentes corintios eran pobres (1,26), y la humillación de la dependencia se veía agravada por una desatención desdeñosa por parte de los ricos.


. Éste es el contexto en el que hemos de interpretar y ver el alcance de las «palabras de la institución» que narra Pablo

A Pablo le preocupa sobremanera y quiere atajar un problema que hay en la comunidad cristiana de Corinto: las desigualdades que se producen en las celebraciones de la cena del Señor. Si separamos las palabras de la institución de ese contexto, de las intenciones que tenía Pablo al traerlas a colación, les estaremos dando un significado aislado, intemporal y autónomo que no tienen en la carta. Pablo recogió y seleccionó de la tradición sobre la última cena una parte: aquello –y sólo aquello– que venía bien para la situación que él quería corregir en Corinto. Pues bien, decir que «el pan es el cuerpo de Cristo» no representaba ningún contraejemplo de lo que hacían los corintios. Sin embargo, afirmar que «repartir el pan y el vino es la identidad de Jesús», eso sí era un modelo traído oportunamente a colación para que lo siguieran aquellos que se decían discípulos de Cristo.


72. Encontramos en esta carta la más antigua denominación de lo que posteriormente se ha llamado eucaristía

721. Pero debe hacerse una aclaración muy importante. En la época de la primera carta a los corintios, este nombre de eucaristía designaba toda la cena, que constaba de dos partes: la comida de hermandad y el acto eucarístico

Así pues, también la comida de hermandad está encuadrada en la cena del Señor. Y, con la misma lógica, la cena del Señor incluye la comida de hermandad, no sólo la parte eucarística.

722. Es más, a la comida de hermandad –no a la parte eucarística– es a la que se refiere precisamente la reprimenda del Apóstol

La comunidad no es fraterna ni está unida en esa forma de comer insolidaria en una cena que es obligado que sea fraterna. En la comunidad de Corinto había abusos nefastos que la dividían, y Pablo lucha por la unidad de esa comunidad, de la Iglesia. Pero la única unidad válida que deben vivir los discípulos de Jesús es la que se muestra al repartir la comida. Toda otra es pura logomaquia y engaño.

73. Una vez que Pablo ha pronunciado su más enérgica reprimenda contra el modo de celebrar sus cenas del Señor los corintios, quiere mostrarles ahora positivamente con qué estilo, sentido y espíritu deben celebrar estas reuniones: como lo hizo el Señor en la última cena

¿Y qué ejemplo para los corintios representa la última cena de Jesús?

731. La cena del Señor debe ser –a semejanza de la última cena– una comida fraternal

El capítulo 11 de la carta nos transmite una idea detallada de lo que debemos entender por cena del Señor, como contraste con las prácticas de los corintios, censuradas con firmeza por Pablo. La incidencia primordial en la comida fraternal es decisivo para interpretar correctamente los textos sobre la institución. A esa comida, cada uno debía llevar su parte, de acuerdo con su posición y sus posibilidades, pero en ella todos debían compartirlo todo con todos, que es lo que significa «comer de un mismo pan». Por tanto, Pablo, al hacer referencia a la tradición que viene del Señor, no tiene como objetivo el pan como tal, sino el hecho de «compartir el pan». A los corintios quería reprenderlos precisamente porque no repartían ni compartían la comida. Y Jesús sí lo hizo en la última cena y también en las frecuentes comensalías que tenía con la gente más humilde. El ejemplo de Jesús para los corintios no es el que el pan se convierta en su cuerpo, ni tampoco que al comer el pan se come a Cristo, ejemplos que no sirven en absoluto para lo que pretendía corregir Pablo. El ejemplo de la última cena era, repitámoslo una vez más, repartir la comida. Sólo así se puede vivir de la unión fraternal en Cristo.

23 Yo he recibido del Señor una tradición que a mi vez os he transmitido, y es ésta: que el Señor Jesús, la noche en que era entregado, tomó pan 24 y, recitando la acción de gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo para vosotros. Haced esto en memoria de mí. 25 Lo mismo hizo con el cáliz, después de haber cenado, diciendo: Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre. Cada vez que bebáis, haced esto en memoria de mí.

732. Pablo recurre a un apoyo sólido en la tradición de la cena de Jesús, sobre el que no cupieran discusiones

Pablo recurre a la tradición, porque no fue testigo presente de la última cena del Señor. Tampoco los relatos de la cena transmitidos por los tres sinópticos son relatos de testigos presenciales, sino que más bien son textos formados por y para la celebración del culto. Pues bien, Pablo sólo recoge parte de lo que sucedió en esa cena de Jesús: el texto que ha quedado en la liturgia de la institución, bien conocido de los corintios, porque lo recitaban en cada celebración. El contenido de ese texto suele recibir el nombre de «relato de la institución». Precisamente dicho relato ha llegado hasta nosotros en la redacción de esta carta paulina. De él deducirá el apóstol la razón para reprender a los corintios: en las palabras de Jesús y en el hecho que indican –repartir y compartir el pan–, se encierra el modo y el mensaje que ha de tener la cena del Señor.

«Tomó pan y, recitando la acción de gracias, lo partió y dijo».

Jesús partió el pan a fin de dar a cada uno de los comensales una parte del mismo. Aquí se puede ver el deseo del Apóstol de hacer comprender a los corintios cuán poco se compagina el repartir de Jesús con la conducta de muchos de ellos, que no reparten nada con los que poco a o nada tienen. Por tanto, las palabras de interpretación de Jesús se refieren no al acto de partir, ni al pan en sí mismo, sino al pan partido y repartido. Precisamente la invitación a tomar todos, centra la atención en el pan partido, es decir, en el acto de repartir y compartir el pan.

74. Comer y beber indignamente al Señor se refiere a comer como hacían los corintios: en total insolidaridad; no hace referencia a otro tipo de pecados

741. ¿Quién come el pan o bebe el cáliz del Señor indignamente?

El objetivo que ha perseguido Pablo desde el principio al recordar la última cena de Jesús es -como hemos repetido machaconamente- despertar en la comunidad corintia la conciencia del total desacuerdo que se da entre su conducta y lo que es en sí la cena del Señor. Los corintios, con su falta de solicitud amorosa, no han sabido ver a Jesús en los pobres y en los pequeños. Esta falta de mutua celo fraterno es lo que se quiere señalar Pablo con la palabra «indignamente», que califica a quien no es como «debe ser» un discípulo de Jesús: fraternal y solidario, que reparte (v. 21). Pablo establece una relación muy directa entre la actuación indigna y el desentenderse de los pobres.

742. Ser reo del cuerpo y de la sangre del Señor

Si los participantes en la comida eucarística no están unidos en la fraternidad (v. 26), serán acusados ante el tribunal de la última cena, en la que Jesús señaló cómo su identidad (mi cuerpo y mi sangre) es repartir el pan y beber de la misma copa.

75. De ahí la importancia del examen de conciencia que conduce a la reconciliación entre los que tienen y los que no (Mt 5,23–24) previa a la participación en la eucaristía

El examen de conciencia que se realiza al principio de nuestras misas se ha desviado por completo de la intención concreta que tiene en Pablo. Se ha llevado al terreno de un estado pecaminoso general e indiferenciado en el que estamos sumidos, y del que hay que purificarse antes de empezar un acto sagrado. Pero la única reconciliación de la que habla Pablo es la que debe producirse entre los ricos y los pobres que asisten a la cena del Señor, y que consistirá en que los ricos compartan la comida con los pobres.

76. Discernir el cuerpo

761. La identidad de Jesús (eso es el cuerpo) es el criterio por el cual los creyentes deben juzgarse a sí mismos

Pablo urge a discernir, que es lo mismo que comprender, entender, penetrar, descifrar, desentrañar la identidad (el cuerpo) de Jesús tal como se manifestó a lo largo de su vida y sobre todo en la cena. Una identidad que fue la de partir, repartir y compartir.

762. Esperaos unos a otros

Éste es un modo práctico de «discernir el cuerpo» (v. 29) y evitar el egoísmo que destruye la comunión que debiera caracterizar la cena del Señor.

77. En la reflexión paulina resalta intensamente el componente comunitario

El pan del que en la celebración de la cena comen los que son muchos, y que es un solo pan, une por la fraternidad a esas personas en la unidad y en la identidad (cuerpo) de Cristo, identidad a la que la comunidad representa con su compromiso fraternal en el mundo (1Cor 10,16s). Comer este pan y beber de este cáliz no tiene el significado de entrar en contacto individualista con Jesús -como una devoción más, aunque se vida como la máxima devoción-, sino el de asumir el conjunto de las acciones de la cena de Jesús, que estaban orientadas a la igualdad gratuita, único modo de crear la comunidad.

La intervención del venerable y venerado paPedro y la del Pitu Casorbidense me ha animado a ampliar lo que escribí másarriba. Perdón por el ladrillo.

Pedro Sánchez Menéndez -

Totalmente de acuerdo con todo lo que decís en esta entrada. Me encanta que hayáis sacado a relucir un tema tan importante y que es un resumen del evangelio. Pedro

JOSÉ MANUEL GARCÍA VALDÉS -

Sr. Badomero (empiezo serio porque te lo mereces), con este " no ladrillo" me has excitado más que con los susodichos. Nunca había oído la interpretación que haces del
"cuerpo", me parece muy atractiva. En los tiempos que corren sería muy importante ese sentido de " compartir" más que el de recibir la hostia. Hoy sí que hay materia prima, gentes necesitadas a las que vendría bien esa forma de ver el acto religioso. Yo soy más de mesa que de misa; llegué a la conclusion de que buena parte de las celebraciones eucarísticas son como actos mecanicos, reflejos, que se repiten sin mucho sentido. Ir a misa es vomo cimplir una obligación no sé sabe muy bien con quien y terminado el acto es como si una quedara liberado hasta el domingo siguiente. Es un lavado de conciencia en la que no cuenta más que uno mismo.
Es una pena que Pablo no les metieta mano a los corintios ricos, cosa que
se ha repetido a lo largo de ka historia. Son muchas las imágenes quevtenemos de los gerifaltes religiosos comulgando con los civiles, Franco bajo palio, Rouco en un " pisito" de cientos de metros.
Me ha gustado tu aportación teológica, los de Casorvida no hemos volado tan alto.
Al riosellano, D. Carlos, le diré que la descripcion de su visita a la Iglesiona me ha encantado, así como su contraposición de las misas y pre y pos conciliares. Todavía los hay que siguen agarrados a la tradición sin hacer el más mínimo análisis crítico. Habría que preguntar a los feligreses cuanto han entendido de los latinajos. Harán como aquel que cuandoben misa oía "a porta inferi" él metía la mano en el bolsillo para "aportar" la monedilla que traía preparada.
A ver si los lectores también "aportan" hic et nunc.
Abrazos

Baldo -

Querido Carlos. Siento decepcionarte si te digo que entre la misa de antes (la del Santuario y la de la Iglesiona de Gijón) y las de ahora apenas hay diferencias: lengua vernácula, sacerdote de cara al público y pocas cosas más. Ambas están están muy lejos de parecerse a las celebraciones que hacían los primeros cristianos de LA CENA DEL SEÑOR. Pablo de Tarso "capó" la celebración de esa Cena y la dejó en una de sus partes: la de la eu-caristía o alabanza a Dios. La otra, la de que los asistentes compartieran su comida con los que no traían nada porque no lo tenían, fue rechazada por los cristianos corintios ricos. Pablo, como no podía contra estos, suprimió lo del compartir la comida para que no hubiera líos.
La tradición posterior utilizó "eucarísticamente" lo de compartir la comida. Po eso refirió el "esto es mi cuerpo" ("cuerpo" entre los hebreos significa "identidad"); la expresión para nosotros sería: "esta es mi identidad". ¿Cuál es entonces la identidad a la que se refirió Jesús en la Última Cena, un trozo de pan o repartir el pan? Si fuera el trozo de pan, habría en aquel momento dos cuerpos de Jesús: el suyo propio y el del pan. Además Jesús comería su prpio cuerpo, porque si hubiera estado de convidado de piedra, lo dirían los evangelios. Si esto, la identidad, se refiere a repartir la comida, todo cuadra mejor con las frecuentes comidas que hizo Jesús abiertas a los marginados de aquella sociedad. Compartir unas hostias eucarísticas no tiene muchos visos de ser un memorial que salva ni compromete a nada. Si Jesús expuso continuamente su vida, fue por compartir la comida con los despreciados de aquella sociedad, no por compartir una obleas con ellos.

Si alguno está interesado en la Cena del Señor, he hecho un trabajito de unas ochenta y tantas páginas (que nadie se asuste, que no aparecerá colgado en este blog). Lo que en él digo, lo he aprendido de autores de mucho prestigio. Uno de ellos, Eladio Chávarri. Si alguien está interesado y me lo pide, tiene que estar fuerte. Si teme perder la fe y las ganas de volver a "misa", que no lo haga, porque es muy heterodoxo.

(Desde una autocaravana en Almería)