Blogia
Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

El lento pero implacable caminar de los pobres

Publicado por nuestro compañero Eugenio en el DIARIO DE LEÓN del pasado día 24 de este mes.

http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/lento-implacable-caminar-pobres_1294811.html

 


 

EUGENIO GONZÁLEZ NÚÑEZ

PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE MISSOURI-KANSAS CITY

La historia humana está surcada de caravanas: carros, galeras, hombres cabalgando, reatas de hombres a pie, en busca de la seda, las especias, el oro, tierra para sobrevivir. Interminables fueron las recuas de millones de desdichados esclavos rumbo a los algodonales, la zafra y el trapiche, los pozos, las crestas y las minas de Potosí, Sudáfrica o Las Médulas. Caravanas de carretas salidas del barco Flor de Mayo, en fatigadas y agotadoras marchas sin derrotero fijo, iniciaron y más tarde llenaron de inmigrantes colonos ingleses el oeste y el centro de este inmenso país.

Aquellos que han hecho el Camino de Santiago, con orgullo cuentan a sus amigos la gran experiencia que comporta el esfuerzo. «Solo fueron cinco etapas, tal vez más, quizás desde Roncesvalles», y nuestra expresión es de asombro, ¡750 kilómetros! ¡Quita pa’llá, yo eso, ni en broma! Y el héroe se despide dejándonos boquiabiertos con tamaña hazaña, ¡porque en verdad lo es! Los caminantes centroamericanos van decididos a recorrer 3.000 kilómetros. ¡Así de sencillo!, y a la llegada, ni beso al apóstol, ni botafumeiro, ni pulpo ni gaitas. La bienvenida se la van a dar quince mil soldados con cara de susto —¿serán fantasmas estos ‘agresores’?—, y protegiendo una valla erizada de púas con la que Trump, al parecer insensible, se da el lujo amargo de bromear.

La caravana está en marcha, porque los pueblos pobres siempre han sido y van a ser, pueblos migratorios. Comenzó como un riachuelo sereno, claro. Lentamente ha ido creciendo hasta convertirse en un inmenso río —algo turbio, que lleve escondida alguna que otra piraña—, pero un río caudaloso y de fuerza incalculable. Son miles, sin nombre, sin papeles, sudorosos los rostros, los pies hinchados, hambrientos, mendicantes, pero con una meta simple y clara: sobrevivir. Son los pobres de la tierra ‘con los que yo mi suerte quiero echar’, sigue porfiando a guajira Guantanamera, el alma neoyorkina de Joan Baez, ídolo juvenil de los años 60, y que hoy con sentido de compromiso quiere volver a alojarse en las mentes más conscientes y solidarias de las universidades, las oenegés, los políticos —mujeres y hombres— más jóvenes y honestos.

Ahora, en noviembre, la caravana va lenta, cansada, pensativa. Salieron de las garras de las sanguinarias maras centroamericanas, han caminado kilómetros sin cuento, y tras ser recibidos en México como ‘seres humanos, auténticos hermanos», ellos saben que les esperan las etapas más complejas y peligrosas del éxodo, porque los ‘coyotes humanos’ les acechan en el desierto, y también les preocupa el incierto recibimiento de Trump, no obstante, ellos siguen, porque son:

Incansables, porque cada milla de camino es un canto de victoria, y adivinan que pueden mover la historia, aunque solo sea unos centímetros para separarla de la trocha inexorable y aterradora de los poderosos. Descalzos, pobremente vestidos, arrastrando los pies, los pobres del mundo seguirán manteniendo la mirada en alto mientras haya una meta humana que conquistar, «y aunque nos engañen, nosotros tiramos pa’lante, porque sabemos que el viaje vale la pena», aunque muchos nos ignoren, nos señalen con el dedo y se rían de nosotros, ¿dónde van esos ilusos?

Imparables son, porque para ellos parar es solo un respiro para tomar aliento, para beber agua, para desviar de la ruta a un alacrán, para atender a un niño enfermo, esperar al anciano, al cansado, al remiso, al agotado. Así son los pueblos en su heroico y desesperado afán por sobrevivir.

Imprescindibles, porque si ellos no caminan —su camino es voz, desesperado grito angustioso—, ¿quién con voz profética, hablará hoy por ellos? ¿Quién, en tiempos tan cómodos y holgados, levantara por ellos el resuello? Necesitamos gentes que nos saquen del letargo en que vivimos.

Indomables, como Lempira, su río, su caudillo, que dio nombre a la moneda hondureña. Ni el calor, ni la sed, ni el desierto, ni la «bestia de hierro» los van a doblegar. Sigue Goliat burlándose de la vulnerabilidad, de la inmensa pobreza, la debilidad física, y alardea de sus soldados, de su alambre de espinos...

Impredecibles. Un Goliat presuntuoso, arrogante, armado hasta los dientes, está esperando al incauto, al pobre, al desarmado y exhausto David, «porque nosotros no somos como los mexicanos, que los dejaron pasar», se pavonea Goliat. Esta batalla por la sobrevivencia tiene más espectadores que combatientes: millones de personas en el mundo tenemos los ojos puestos en este reto, en esta proeza singular —para otros locura—, esperando a ver qué pasa. ¿Será capaz el ejército de los Estados Unidos de abatir, humillar a un grupo de ancianos, padres, madres, jóvenes, dejando huérfanos a cientos de niños, o es que también piensan eliminar a los niños? Además de a un Goliat fanfarrón, ¿tendrá este país que aguantar a un Herodes, degollador de inocentes? La chispa está encendida.

Un mundo en vilo y en vela va a vivir un adviento expectante, pero esperanzado, en que, por fin, se «abajen las montañas y emerjan los valles», y prevalezca el sentido común en favor de los más desfavorecidos. ¡Ya solo faltan 1.500 kilómetros —justo de Roncesvalles a Compostela; de Compostela a Roncesvalles! ¡Ahí es nada!—, para ‘enfrentarse’ a la batalla moral y social del siglo, en la que el ejército de los Estados Unidos se cubrirá de gloria si sabe perderla, porque de lo contrario, si la gana, el mundo lo cubrirá de vergüenza…!

Presumiblemente David vuelva a enfrentarse Goliat. Casos del pasado nos recuerdan que ‘los pulgarcitos de América’ han derribado a Goliat. El gigante ya ha quedado alicortado por el reto de los caminantes, y más por los resultados de estas elecciones de su medio mandato. Bien seguro que pesan sobre él avisos, consejos, reprimendas para que no vuelva a las andadas, modere su lenguaje, se deshaga de esa caterva que a sus espaldas bocea y arma bulla, tan propia de dictadores o feriantes. El mundo espera hoy hombres y mujeres con estilo democrático, dialogante, moderado, negociador.

Vienen dos años nada fáciles. Republicanos y demócratas van a tener que apostar por el acuerdo y la concordia, propiciando medidas que favorezcan al pueblo (salud, precios asequibles para las medicinas, etc.) y que si no sanean, al menos estañen las profundas divisiones del país que nació al calor de la solidaridad, la gran fiesta que en este mes de noviembre vamos a celebrar, el Día de Acción de Gracias, cuando fueron los nativos (los indios) los que salvaron a los colonos ingleses de un invierno de hambre canina, mortal, casi a las puertas de la Navidad. ¿Cómo un pueblo de inmigrantes puede rechazar a otros inmigrantes por muy ‘ilegales’ que sean, olvidando que también la mayoría de ellos llegaron sin papeles y se adueñaron de todo?

Hermanos centroamericanos, somos millones los que os acompañamos, os admiramos y os entendemos. ¿Acaso vale la pena malvivir en tierras donde la inseguridad y la pobreza, el hambre y el miedo, la enfermedad y las muertes, violentas, prematuras, os rondan a diario?

4 comentarios

Javier Cirauqui -

Eugenio, leer tus escritos me anima a seguir luchando y trabajando por los pobres y desfavorecidos. Un abrazo. Javier.

Ramón Hernández Martín -

Sacudido por el relato y más que conmovido por lo relatado, me apunto a la propuesta de Luis y me aprovecho de la buena disponibilidad de Eugenio. Por ello, contribuiré con mi óbolo, deseoso de que sirva como un vaso de agua fresca o como una ilusión para uno de esos caminantes. Para animarnos, pensemos que hermanos, hijos y nietos nuestros forman parte de esa caravana de la "sobrevivencia". ¡Qué dura les está resultando la vida y qué coraje tienen que echarle para tirar para adelante! ¡Cuántas quiebras de humanidad ha habido para que tal inhumanidad se haya producido! Tal vez con lo que cuesta una buena botella de vino o un roscón de reyes podamos hacer algo. Nos serviría, cuando menos, para un buen brindis de solidaridad, para un regalo de esperanza.

EUGENIO GONZALEZ NUÑEZ -

Amigo Luis, abierto estaría a llevar a cabo cualquier posible mediación, si tu propuesta saliera adelante con la generosidad de parte de algunos de nosotros.

Un fuerte abrazo

Luis Carrizo -

Es imposible no sumarse a esos millones de personas que menciona Eugenio, que "acompañan,admiran y entienden" a todos esos desheredados de la tierra. Es terrible considerar desde el sillón de tu casa la desolación y el dolor de tanta gente, descrito, además, con tanta fuerza y tanta convicción.
Lo lamentable es que la admiración y comprensión que podemos profesarles les va a servir de muy poco. ¿No podríamos --me pregunto-- abrir una cuenta en el blog, y mandarle un dinero a Eugenio González para que pueda dar continuidad a su espléndido escrito de forma más tangible? ¿No se podría habilitar un autocar-ambulancia, o dos, o tres,o cuatro..., atendidos por médicos para que se situaran con sus batas blancas, como una luz de esperanza, junto a esos soldados que esperan con otras intenciones?
Quizá no resultara demasiado complicado, y reconfortaría a esa multitud de hombres,mujeres y niños saber que alguien les ha tendido ya una fraternal cabeza de puente, cuando se encuentren (después de la "minucia" de kilómetros que llevan en sus pies destrozados) ante el último obstáculo a salvar.
Y que me perdone Eugenio por meterle en el asunto sin su consentimiento, pero si él no pudiese, seguro que sabría, dado su estatus, encontrar a una persona apropiada.
A mí me da algo más que rabia pensar que, en nuestras sociedades opulentas, toreamos demasiado de salón. Esta es una ocasión pintiparada para coger a un toro por los cuernos. La ocasión y el tiempo lo piden. Y, ya de metido en la faena, diré lo que dicen los toreros "qué Dios reparta suerte". Para esta iniciativa y, sobre todo, para aquel ejército de hambrientos y maltratados quienes mando desde aquí un recuerdo y mi más cariñoso abrazo.