y, ¿QUÉ ME DECÍS DE LOS REFECTORIOS?...
Queridos amigos del Furriel; es curioso, pero solo encuentro contados comentarios referidos a los refectorios, al arroz blanco con bonito, a los filetes rusos de los domingos, a los servidores, a las batas de los servidores, a los tiburones del "chocolate", a las lecturas del Reader Digest, al repetir a mayores, a desayunar, comer y cenar en silencio, a las dos galletas (luna y estrella) del postre de las cenas, etc.
Todavía me parto de risa recordando la "CHUFA" que le dió el P. Cura a mi compañero de curso Roces Concheso cuando le "FICHÓ" peinándose con la raspa de un chicharro que acababa de comer.
Pero me ha movido a poner este artículo la "jarra" de plástico que aparece en la fotografía. Jamás me había acordado de la jarra. ¿Y vosotros?.
Nota.- Aprovecho para deciros que he colocado en el álbum REVISTA "CAMINO" las correspondientes a Octubre 1965 y año 1966, con firmas de, entre otros, Olóriz, Cicero, Luis G.Trapiello, etc.
Sed felices.
10 comentarios
Santiago Gil de Egea -
Mariano Estrada -
Otra cosa: de algunos comentarios se desprende que las curdas no eran ajenas a los acasos del Colegio. Casi me sabe mal reconocerlo, pero ninca vi ninguna.
Un beso de sábado. Tengo fútbol "a las cinco de la tarde". Con el sol encima y la andorga llena. Veremos si no me da un soponcio pilotes.
mariano santiso -
Los tiburones en el desayuno también han quedado como recuerdo imborrable.
Momentos de éxtasis ya en el recreo era tomarse una fanta de Limón con una o dos pastas reglero.
Ya en el 69 aparecieron las galletas planas de canela que junto a los chorizos del paquete eran manjar de dioses.
También recuerdo una intoxicación que tuve con escabeche que me puso a morir y que requirió de todos los cuidados de Fray que me dió una cafetera de café solo paraque vomitase y unas friegas de alcohol en la espalda.Me tuvo tres días en la cama y me visitó el P.Cura en la camarilla.
La parte agradable fué que los compañeros me llevaron tebeos y una radio de galena que me dejó Enrique de Avilés y creo recordar que estaba de moda María Ostiz...
nachín -
¿sabeis de cuando yé?, mira a ver si la puedes ampliar y sacar clara en tu ordenador, a ver si sacas algún parecido.
Juraría que conozco algunu, quizá al que está con la cuchara en la boca, no lo aseguro, ando mal de la vista, pero podría ser, lo míu era ir con el pasu cambiau.
saludos,
manolo
nachín -
Por cierto, más de uno la cogió y gorda, fué muy comentado el caso de Fernando porque coincidió que el día de Navidad de 1957 tenía visita de sus padres y tuvo que recibirlos en la cama.
abrazos,
manolo
Luis Heredia -
Tengo la impresión que la mayoría de nosotros no recordamos con exactitud los menús diarios, salvo los tiburones de los domingos, a pesar de la rutina y monotonía de los mismos.
Recuerdo, sí, los especiales en los días señalados: fiesta del P.Prior, Navidades...
Ahora, lo que sí recordamos todos era la merienda. El "chusco" (riche para los asturianos) y las onzas de chocolate. Si no estoy en lo cierto, alguna vez, bocata de mortadela o de chorizo de Pamplona. ¿O era también en días especiales?
¿Me falla la memoria también si creo que había ciertos privilegios para los que quedaban a "recoger" el refectorio cuando las Madres (Santas) sacaban las sobras del "menú"?
Yo sí recuerdo el privilegio de haber sido lector con frecuencia en el refectorio y aprovecharme de dichas sobras. Lo recuerdo por los dos privilegios: lector y sobras.
También recuerdo los escasos días que "repetíamos". Algo inusitado.
Recuerdo el chorizo. Descubrí después de muchos años, al salir ya del Colegio, que padecía alergia, leve, a algún condimento que llevaba.
No paraba de rascarme la cabeza cuando iba a la Procuración.
Otro recuerdo: Me empezó a gustar la berza (siempre arrastré algo de élla)en las frías noches de invierno.
Otro recuerdo: El pescado, porque así decía llamarse, y en concreto el chicharro. Y hoy día dicen que es muy sano. Por algo será.
P Cura -
Realmente la ocurrencia es para partirse de risa.
Pero renace en mi imaginación con otra perspectiva:
Cuando vi la escena, en lugar de corregirla, me destornillé de risa. Los cien muchachos que con sus ojos saltones lo presenciaban todo, vista la gracia que a mi me hizo, cogió cada uno su raspa de chicharro y se pusieron a atusarse y emperifollarse el pelo con el peine del neolítico.
Se armó un tal guirigai que llegó hasta el refectorio de los padres.
El P. Eulalio, que era el buque insignia, me llamó a su habitación.
¿Usted no sabe, P.Félix, que esa es una acción pública y que, hay que corregirla como tal?
¿Usted no sabe que la masa, como tal, es una especie de monstruito que hay que saber domeñar?
Debe saber que esto no es la primera vez que ocurre.
De seguir así tendrá que volver a coger la música y la escolanía, que para eso le trajimos de Roma.
Al P. Torrellas le mandaré a Córdoba que es donde estaba destinado.
!A sus órdenes P. Prior¡
Andrés Martínez Trapiello -
En la foto no aparecen "los tiburones" de aquel "estupendo" chocolate que comíamos los domingos por la mañana.
No quiero seguir con el menú, pero me acuerdo de aquel chorizo frito, que al intentar pincharlo con el tenedor, saltaba del plato hasta los pies del cuidador de turno, como rebelándose a ser comido. Y alguna "tripada" nocturna con algo que parecía arroz con leche.
En lo de la lectura, no coíncidimos: Los cabritos de Torrellas e Iparaguirre, se sonreían, e institivamente -cuando el pasaje de la lectura era más interesante- se les escapaban unas palamadas que indicaban que "mañana más".
Creo que, a pesar de Pachi, vas a tener que organizar una cofradía de tipos finos, de tipo, para poder apuntarme.
Claudio: ¿Hubo vino alguna vez en el refectorio?.
...y que nadie pretendar esconder los macarrones entre los platos.
Un fuerte abrazo,
Mariano Estrada -
En cuanto a las meriendas, Claudio, estás muy en lo cierto. Más que quitar el hambre la producían. Aquel chusco de pan y aquellas onzas de chocolate eran a todas luces insuficientes. Evocar la hora de la merienda es evocar el hambre. Y hubiera sido muy fácil de arreglar: bastaba haber recurrido a la multiplicación de los panes y los peces, pero eso hubiera sido un milagro
En fin, os dejo lo escrito sobre el refectorio en un portillo, pro cujus nomine non volo calentare cascos:
¿Silencio? Sí, pero con numerosos atenuantes ¿O no os acordáis de los silencios del refectorio? Por supuesto que sí, pero siempre encontrabais la manera de cambiar el pan por el postre ¿O no? O de adquirir mediante el trueque una segunda naranja: te la cambio por los higos del martes...Luego estaba la música, claro, que era una de las afortunadas constantes del Colegio. Además, tenían la buena costumbre de decirnos las obras que íbamos a escuchar, cosa que yo aún agradezco ¿Cómo, si no, hubiera podido amar a Tchaikovsky, a Ketelbey, a Haendel, a Schubert, a Mozart, a Granados, a Albéniz, a Palestrina... A veces, la música o el silencio quedaban interrumpidos por la lectura de un libro o alguna nota de prensa ¿Quién no recuerda las crónicas de José Luis Martín Descalzo, tituladas genéricamente un periodista en el Concilio? ¿O sólo va a recordarlas el alumno más revoltoso? Por último, cuando el silencio tenía de verdad sus coitus interruptus era cuando nos dejaban hablar durante alguna comida, cosa que hacían en las fiestas importantes o en días de celebración excepcional no acostumbrada. Y entonces el griterío era realmente ensordecedor. Tanto, que a veces el vigilante lo tenía que interrumpir momentáneamente con aspavientos, ya que sus palmas, normalmente sonoras, quedaban subsumidas y ahogadas en la desaforada barahúnda de nuestros gritos. Con el aviso consiguiente de que la próxima vez, si la hubiera, la interrupción sería definitiva. Más de una vez lo fue, si no recuerdo mal, que no creo...
Un abrazo
Mariano
Claudio Peláez -