SON RECUERDOS DEL P. JAIME LEBRATO

Mis queridos amigos: Sirvan las "tapas" del libro MAS ALLA DE LA NOTICIA, para daros a conocer el artículo que nos escribió el P. Jaime Lebrato tras una visita que hicimos al Colegio, allá por el mes de Abril, para la organización de este "tinglao" y "locura" maravillosos en los que estamos metidos.
P. Jaime, gracias. Tú también fuiste importante en nuestras vidas.
GRATÍSIMO REENCUENTRO
Estoy viviendo un reencuentro gratísimo con aquellos que fuisteis niños y Colegiales de La Virgen del Camino en los años 1958-1968 . Diez años con vosotros, junto a vosotros, para vosotros. Después de 1968 estuve destinado 12 años en Madrid, lejos del Colegio. En 1980 los superiores me destinaron a Roma donde estuve 22 años, con trabajos en la Curia Generalicia (periodismo) y en la Basílica Santa María la Mayor del Vaticano (confesiones). Lejos del Colegio y lejos de España muchos años. Me reincorporé a España y a La Virgen del Camino el año 2002. Habían pasado casi 40 años y yo volvía a La Virgen del Camino con más de 70 años de edad.
Es a partir de esta fecha del 2002 cuando empezaron algunos contactos con algunos de vosotros. Tengo que decir que la totalidad de los saludos recibidos, en el primer momento, procedían de vosotros, los alumnos; no de mí. Los alumnos-colegiales conocían al profesor y no al revés. Vosotros reconocíais un rostro que ya habíais conocido “adulto”. Nosotros, yo, reencontraba un rostro que habiéndole visto en facciones infantiles se me presentaba ahora como un adulto. Y adulto con carrera y a veces un adulto con mujer, hijos y una cara con barba florida y bigote. ¿Cómo podría yo reconocer la cara de aquellos niños, buenos, obedientes, estudiosos, alegres, amantes del paseo, del deporte, de la música, del periodismo?
Fuisteis vosotros, los niños guapos, introvertidos o extrovertidos de hace 40 años, los que rompíais el silencio y, alegremente, saludabais al P. Lebrato, vuestro profesor. O saludabais con la expresión “Más allá de la Noticia” sin pronunciar el nombre de la persona.. Hermoso. Grato. Gratísimo el reencuentro.
Un día fue un hombre moreno y alto, creo que con un ligero gesto de timidez, quien se acercó a mi confesonario, no para confesarse, sino para mirarme de frente, alargarme la mano y decirme. “Soy HH. ¿No me conoce?. Yo fui alumno suyo. Me dio clase de Ciencias Naturales y saqué buenas notas”… Hoy ya vive su tiempo de jubilación después de muchos años de profesor en un Colegio estatal.
Otro día preguntan por mí en la portería. El portero me avisa por teléfono. “Hay aquí una persona que pregunta por Vd.” Voy a la portería. Me saluda un matrimonio. “¿No me conoce?”. Respondo: “Perdona, pero no recuerdo tu cara, no sé quién eres”. “ Soy HH. Esta es mi mujer HH. Estuve en el Colegio”. Se inicia el diálogo, se habla de muchas cosas. Salen muchos argumentos. Un motivo fundamental le había movido a preguntar por mí: Quería dar una vuelta por el Colegio. Quería ver las clases, los estudios, la recreación… Pero quería, sobre todo, ver los cerezos en flor que rodean la recreación cubierta. Era el mes mayo; los cerezos estaban en flor, esplendorosos. Él quería probar las cerezas, esas cerezas que él recordaba como únicas… cerezas que había gustado en su tiempo. Cerezas de las que había hablado muchas veces a su mujer y ella tenía tantas ganas de probarlas como él. ¿Qué nostalgias de paraíso provocaban en aquel matrimonio las cerezas de los frailes?. No pudieron probarlas. Pero era tanta la pasión de sus ojos y de sus palabras por las cerezas, allí, delante de un cerezo, que arranqué una pequeña rama llena de flores y se la entregué. ¡Qué satisfacción produjo en sus manos aquella rama!. Me pareció que le había gustado más llevar algo tangible y palpable de aquellos cerezos que el haber degustado otra vez alguna cereza…
Recientemente saludé, de un golpe, a tres ilustres alumnos. Los tres alegres, abiertos, sonrientes. Los tres me abrazaron. Los tres quisieron hacerse fotos con el Padre, aunque el padre estaba en camisa y en zapatillas de paseo. No era el fraile con hábito blanco que conocieron los años que convivieron con él el Colegio… El fraile de hábito que presidía reuniones, que hacía inspecciones, o que daba algunas clases. Un encuentro que duró casi dos horas. Horas pasadas hablando y recorriendo diversas dependencias del Colegio. Dependencias, que materialmente son las mismas pero que hoy, por desuso o por uso para otras finalidades, son distintas de las que vieron. Pero qué bien las reconocían. Todos los lugares están muy grabados en sus corazones. Y con los lugares los objetos, los detalles.
En una clase destartalada en la que entramos, uno de ellos descubrió un piano en el espacio de fondo. No pudo contenerse. Abrió el piano. Hizo sonar unas notas. Y salía diciendo cómo recordaba que él había tocado el piano; que otros aprendían a tocar otros instrumentos musicales; que a otros les enseñábamos a escribir a máquina… Un Colegio como no había ninguno en León en aquellos tiempos.
En un armario abierto y abandonado de la sacristía de una de las Capillas, encontramos entre otras cosas, un cuadernillo con el texto de 124 canciones religiosas para las liturgias del Colegio. Cogimos todos un ejemplar del montón de cuadernillos, viejos, sobados, olvidados… Cada uno lo abrió por una página. Uno encontró en la primera ojeada el cántico titulado: “Himno a al Virgen del Camino”. No necesitó preparase. Cantó afinado y sonoro y con voz llena el estribillo: “Ave María, estrella del Camino; oye Madre, la voz de un caminante, en busca de la patria peregrino…” Ese alumno tenía en su alma, en su memoria, en sus recuerdos un himno que había cantado muchas veces hace muchos años….
El tercer visitante no paraba de hacer fotos: Las clases, la piscina, las capillas, los estudios, las zonas ajardinadas, el dormitorio…Junto a unas escaleras hay un montón de colchones, sillas, taburetes y otros objetos. Este visitante en un instante coge un palo con un remate en tabla perpendicular de la que cuelga un trozo de manta. Lo hace con alegría, con satisfacción, sonriendo…. Era un “tranvía” con el que hicieron la limpieza de dormitorios, claustros, etc. Lo miraba con sonrisa, con satisfacción. Le hizo una foto. Yo estaba admirado. Estos hombres con carrera, empleados en una empresa, bien vestidos… no tenían ningún inconveniente en gloriarse de haber trabajado en la limpieza en el Colegio durante sus años de formación. El “tranvía”, como el carro del refectorio para servir las comidas, como el silencio, la puntualidad, etc. etc., fue un elemento disciplinar que formaba y conformaba la persona humana del futuro. La satisfacción personal del presente, como persona realizada, como hombre con carrera, como padre de familia tenía sus raíces en estos elementos disciplinares y formativos del Colegio.
Hay más reencuentros. Podíamos llenar más páginas relatando otros reencuentros. Y habrá muchos más en este año del 50 Aniversario. Sin excluir a nadie, pienso algunas veces más explícitamente en aquellos que vivieron más intensamente relacionados con algunas de mis actividades. Por ejemplo: A los que les gustaba mucho “EAJ 64 Radio Camino” y el mural “Telecosas”; a los que participaron en el “Concurso Nacional de Redacción Coca-Cola”; a los que amaban o empezaron a amar el periodismo y los medios de comunicación; a los que participaron en el “Trofeo Mondeño”; a los que programaban las “Sesiones de humor” en aquellas largas Navidades sin clases; a los que les gustaban mucho los paseos al aire libre por lugares como El Tomillar, Fresno, Quintana, el Ferral… En este lugar el Ejército Español de tierra tenía y tiene un importante Campamento militar y, una vez, tuvieron la gentileza de permitirnos entrar en el Campamento y presenciar una sesión de tiro con cañones y fusilería. Y pienso en todos y en todos los momentos y actividades de la vida colegial. Me alegro que me hayáis pedido este artículo antes de la reunión, porque hacerlo después, me sería imposible recoger una síntesis sin omitir cosas demasiado importantes. Mi abrazo, mi saludo, mi agradecimiento anticipado a todos.
Un detalle para terminar. Entre los reencuentros gratos quiero señalar que me han conmovido las visitas de varias madres de varios alumnos que han venido hasta el Colegio para visitar al P. Lebrato. Y alguna de ellas hasta traía fotos de ella con sus hijos y conmigo en el Colegio. Hermoso. Dios sea bendito.
Con la alegría propia de los dominicos, con la satisfacción de la labor cumplida y con la confianza que nos da haber trabajado bajo la mirada de la Virgen del Camino, nuestra Madre, celebremos las fechas de los 50 Años del Colegio. Feliz reencuentro de todos con todos!
Fr. Jaime Rodríguez Lebrato, O.P.
( La Virgen, 29 de Abril, 2007)
6 comentarios
Yhazmina -
manuel sancheza hernandez -
manuel sanchez hernandez -
SANTI -
Mariano Estrada -
A mí me gustaría que en este Blog se diera la noticia de que los alumnos que voy a nombrar a continuación y otros muchos de los que yo nada sé, bien porque no los recuerdo o bien porque eran de otros cursos, han confirmado su asistencia a la celebración del 50 aniversario del que fue un día su colegio:
Pedro Rey, De Pablos, Pablo Borge, Urbano, Alvarado, Fueyo, Olano, Mendívil, Moreda (Manuel Castañón), JoseJuanFranciscoÁlvarez Sariego, Francisco Díez Ulzurrum Biurrum y su hermano, Caborana, Corzo, José Ignacio Manso, Los hermanos Graña, Valbuena, Ángel Luís Valdés, Huerta, Burón, Faustino, Leandro Panera
Querido Enrique Muñiz: ahí tienes nuevos nombres para perseguir la noticia. Para ir, incluso, más allá de la noticia, recoger las piezas y entregárselas, como trofeos de caza, a Jaime Rodríguez Lebrato, periodista que lo ha sido en León, Madrid y Roma.
Un abrazo
Mariano Estrada -
¿Y qué puedo dedicarle yo a este trotamundos de la noticia cuyo nombre, para nosotros, es una evocación del periodismo?
Una crónica. La crónica de una visita a un Monasterio Ortodoxo. Pregunta: ¿y por qué ortodoxo? Respuesta: ¿y por qué no? La espiritualidad puede ser similar a la conocida. Los templos son radicalmente otros. Y muy interesantes, por cierto.
Querido Jaime, queridos amigos:
Hace casi dos años, mi mujer y yo estuvimos en Kiev, ciudad donde mi hermana Antonia, monja dominica y misionera pertinaz, ha fundado con otras compañeras y un ingente esfuerzo (y también con un número importante e indeterminado de colaboradores anónimos), una institución para ayuda de los niños. De hecho se llama Dim Ditey, que en ruso quiere decir La casa de los niños.
En la semana que estuvimos allí, ocupando una habitación de la buhardilla y agasajados por una cálida hospitalidad, coincidimos con algunos otros huéspedes, entre ellos un cura mejicano llamado Germán y un fotógrafo vasco que viajaba en bicicleta y se llamaba Jesús. Entre los muchos regalos que nos hicieron, Marina fue de los más sobresalientes. Marina, además de una persona servicial, paciente y muy amable, es una guía instruida y perfectamente documentada. Conoce, por tanto, la ciudad, la historia de la ciudad y la historia de sus instituciones y de sus gentes. No en vano lleva treinta y tantos años en Kiev, aunque su origen es argentino.
El Monasterio de la Lavra, en el que invertimos casi un día completo (comimos en un restaurante que hay dentro del recinto), fue una de nuestras primeras visitas. El día anterior, por la mañana, habíamos visitado el centro de la ciudad, donde quedan mayormente las actividades comerciales y, por tanto, los chiringuitos de cambio de moneda que, curiosamente, pagan mucho más que los bancos. Y, por la tarde, visitamos el Museo Nacional, guiados nada menos que por la Directora del mismo, la señora Lila.
Debo decir que no tomaba notas, lo que es exactamente normal, puesto que nunca las he tomado. Sólo al volver a casa, por la noche, escribí algunas crónicas en el ordenador de mi hermana para los amigos del Foro de Muelas, que es mi pueblo y el vuestro.
Un abrazo
Kiev: crónicas espontáneas
1.- Pecherska Lavra
Al monasterio de la Lavra se llega por una avenida de castaños que desemboca en una plaza-balcón donde hay un obelisco a la memoria de los muertos de la segunda guerra mundial, custodiada discretamente por el fuego eterno. Quiero decir que en la base del obelisco hay una llama discreta que no se apaga jamás.
Desde aquí, el panorama es realmente magnífico. Además del río Dnieper, en toda su anchura, se ve parcialmente el Monasterio de la Lavra y una masa de árboles impresionante por la que en Canarias darían lo que no se puede mentar, que lo calcule Natalia, porque creo que ella me entiende muy bien. Sólo me queda una pena, y es que este hermoso paisaje, ante el cual me desnudo y me arrodillo, no pueda verlo en otoño, un otoño del que, por más que imagine el esplendor, tan sólo hay unos leves indicios
El Monasterio Pecherska Lavra es llamado la madre de los monasterios rusos. Y yo me alegro mucho de que haya madres y madres, porque aún está tierno el recuerdo de la cercana guerra del Golfo, que siendo madre también, lo fue de todas las guerras.
El recinto es una enorme extensión de terreno en el que se ubican varias iglesias, una catedral, una fortaleza, dos impresionantes catacumbas con sus muertos momificados y un puñado más de relevantes edificaciones, donde no sólo no hay polución, sino que se respira materialmente la paz. Pero no la paz que sucede inmediatamente a la guerra, sino la paz que necesitamos nosotros, los precipitados occidentales, para acallar tanto grillo revuelto en el interior de nuestras conciencias. En primer lugar, no hay coches, en segundo lugar, no hay ruidos. En tercer lugar, no hay perritos calientes Lo que hay es un profundo silencio por el que se mueven respetuosamente los turistas con sus cámaras en mano, dispuestos a llevar a su casa un reflejo de la belleza.
De vez en cuando un monje con su apariencia sencilla, sus sandalias, su sotana oscura, que está muy alejada de los patrones estéticos de la actualidad, incluida la ucraniana, y un halo intimista, tal vez un aislamiento espiritual del mundo que los contiene y los rodea. Pecherska Lavra. Iglesia de la Santa Trinidad, Iglesia de Todos los Santos, Catedral de la Dormición de la Madre de Dios. Catacumbas del fraile Antonio. Aislamiento perfecto y refractario a la natural comprensión de los mortales, Gran Campanario del Monasterio, Gran Muro, Gran fortaleza de la paz.
Los árboles me siguen llamando la atención, y en el recinto los hay a montones, todos hermosos. Algunos son tan grandes que, por encima de ellos y dependiendo de la distancia y de la perspectiva, sólo salen las torres doradas o verdes de las Iglesias. Como estaba con nosotros Germán, el cura mejicano, yo le sugerí la posibilidad de que La Iglesia estuviera resurgiendo nuevamente, ahora como un brote de la mismísima naturaleza. Pero era tan sólo una maldad porque, siendo él católico, ¿iba a hacerle gracia el florecimiento ecológico de la Iglesia Ortodoxa? Rió la gracia, y lo hizo con sinceridad. Porque es un cura bueno. Tan bueno que yo no lo veo como cura
También rió Marina, que es nuestra guía inestimable y tal vez un tanto desaprovechada e inmerecida, porque ella se empeña en enseñarnos lo muchísimo que sabe del Monasterio, mientras nosotros, como niños, a veces nos ponemos a chistear o a perseguir fotografías emulando a nuestro amigo Fernando Medrano. Rosa nos llama la atención, pero Marina tiene más paciencia que el labrador que espera la lluvia. En cuanto a Jesús, el fotógrafo vasco, le hace fotos a todo, y no desperdicia la oportunidad de fotografiar a las chicas ucranianas que no sólo se arreglan cantidad, sino que también son guapísimas. Esbeltas, cuerpidivinas, ojipreciosas
Antonia no nos ha acompañado porque, además de que tiene mucho que hacer, ya ha visitado el Monasterio unas cuantas veces. Sólo se ha perdido los chistes. Es decir, nada, porque eran todos muy malos
Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios
Blog http://paisajes.blogcindario.com