BELLA POESÍA DE NAVIDAD
Mi querido José Mari. Bajo esta bella composición de Justino , deseo una Feliz Navidad para todos, presentes y ausentes, con el mismo cariño de entonces.
Un fuerte abrazo,
José Ignacio y Amparo.
buena estrella de los mares
con luceros de collares
y un cometa de cantares,
corazones y lunares
con amapolas a pares,
claveles blancos, rosales,
pastorcitos y portales.
Dime si falta algún niño
que se marchó por corales
desde aquellas Navidades,
si no llegas, peregrino,
mi alma se va a raudales
Jose I. Serrano Mallada
3 comentarios
Vibot -
Mariano, como te prometí, te copio este fragmento para que lo disfrutes y se lo dedico también a todos los que amasteis y seguís amando tanto este juego, esta pasión:
cuando se acerca alguien cuyo rostro me resulta extrañamente familiar. Me saluda, me pregunta si lo recuerdo, ( ) le digo que, por favor, me ayude a recordarlo. Me dice que es Coqui, Coqui Lara, Jorge Lara, que estuvo conmigo el último año del colegio en Lima. Lo recuerdo enseguida, a pesar de que no nos hemos visto desde entonces. Nos damos un abrazo. Le digo que recuerdo lo bien que jugaba al fútbol, que nadie en toda la clase o la promoción jugaba mejor que él. ( )
Pero sobre todo hablamos de futbol, de los partidos memorables que jugamos, de las grandes combinaciones que urdimos en la media cancha del colegio él, Ivo John Alzamendi y yo, de lo felices que fuimos en cada pichanguita de cada recreo de cada tarde en ese colegio religioso de Lima, donde Coqui, a pesar de ser argentino, o precisamente por ser argentino, era el ídolo indiscutible, el mejor zurdo que había pisado nunca esas canchas de pasto y cemento, ante la mirada atónita o lujuriosa sospecho que lujuriosa- de ciertos curas agustinos que nos enseñaban cosas aburridas que bien pronto olvidamos. Pero el fútbol, la pasión por el fútbol, eso por suerte no lo olvidamos. Porque Coqui, antes de irse, que lo esperan en la gerencia, me dice:
-Mañana jugamos al fútbol con los amigos. ¿No te animás?
( ) Esa noche sueño con el fútbol, con los partidos del recreo, con los pases certeros, envenenados, insidiosos, que metía al corazón del área Coqui Lara, donde yo la esperaba para empujarla sin dificultad y salir corriendo para abrazarme con él y festejar un gol más de esos goles que eran mucho menos míos que suyos.
A la mañana siguiente, estimulado por tantas jugadas hermosas que me inventé en sueños, por todos esos goles sobrecogedores que no sé si metí en el colegio o soñé que metía, cancelo el viaje en remise a Buenos Aires, llamo a Coqui al celular, le confirmo que iré a la cancha, voy a una tienda deportiva, compro un pantalón corto, medias blancas y zapatillas y me visto para jugar al fútbol después de años de rigurosa abstinencia, ( ) pero ahora el azar me emboscaba con una tentación la de volver a jugar de memoria con Coqui, armar paredes con él y esperar sus pases de alquimista- a la que no podía resistirme.
No fue un gran partido, no fue ni siquiera un buen partido, fue mediocre a secas. Los doce hombres de corto y en zapatillas, divididos en dos equipos de seis, todos argentinos, salvo yo ( ) éramos, sin excepción, cuarentones o poco menos, ventrudos o poco más, pesados, cautelosos, fatigados, machacados por la vida, no tan ganadores como soñamos ser, no tan ricos como hubiésemos querido, no tan musculosos, atléticos o rápidos como hace veinte años, cuando nos salían las jugadas que ahora, sistemáticamente, la torpeza, la propia torpeza, nos escamoteaba una y otra vez.
( ) el mejor era Coqui Lara, que aunque estragado por los años y las decepciones y la buena vida, seguía haciendo maravillas con esa zurda sibilina, ( )
Todo discurría por ese cauce previsible de pereza, mediocridad y una cierta habilidad extraviada en las brumas del tiempo, hasta que, de pronto, como hace veinticinco años en el colegio de Lima, Coqui me buscó con la mirada bucanera, se encendió, me la puso seca, precisa, a la espera de la devolución inmediata, y la pared me salió justa, cargada de malicia y sorpresa, y él amagó entonces disparar, pero yo ya sabía que era un embuste, que me la tocaría de regreso, que esas dobles paredes nunca fallaban en el colegio y ahora tampoco podían fallar, y en efecto burló a los defensores con esa promesa incumplida de sacar el zapatazo, y me la dejó suave, mansa, cortita, como hacía sin mirarme en el colegio, y yo le metí un puntazo canallesco, vicioso, esquinado, y el arquero se quedó como una estatua y la vio entrar pasmado, y Coqui y yo nos confundimos en un abrazo eterno, y él me dijo como antes sos Leopoldo Jacinto Luque, el rey de los puntazos, y yo le dije sos el Beto Alonso, maestro, poeta de la zurda, y fue como estar de nuevo en el colegio, como ser fugazmente los dos amigos quinceañeros, como si aquel gol tardío, inesperado, nos hubiese redimido de todos los fracasos de nuestras vidas grises y cuarentonas y nos hubiese devuelto a la distraída felicidad de aquellos años perdidos.
( ) me pregunté si no sería una buena idea quedarme un tiempo en Rosario, encontrar una casa tranquila para escribir y jugar al fútbol con Coqui y sus amigos todos los miércoles, a ver si volvía a salirme una doble pared preñada de gol como la que me hizo gritar esa tarde en Rosario con una euforia que pensé que ya no habitaba en mí.
El canalla sentimental Jaime Bayly, Planeta, 2008
Mariano, que disfrutes con tus pases de alquimista y las miradas bucaneras de tu equipo de fútbol y de vida.
Y Teódulo, y Urbano, y Bañugues, y Martín, y Heredia, y Molpeceres, y Valdés, y Argüeso, , queridos deportistas del colegio, vuestras horas felices.
andres cortes aranaz -
Que tengáis unas felices fiestas de Navidad.
José Ignacio. No tuve ocasión de hablar contigo ni en León ni en Caleruega. Impones, según mi opinión un poco de respeto y distancia, o a lo mejor soy yo quien lo hace. No obdstante, te leo con avidez una y otra vez (Yo también sé rimar)
En algún sitio dije refiriéndome a tí, que eres POESIA, y así lo creo.
Habrá ocasión futura para poder escucharte. Mientras eso llega un fuerte abrazo a los dos.
Vibot -