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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

FELIZ AÑO VIEJO

FELIZ  AÑO  VIEJO

No me he resistido a copiaros el artículo que en la contraportada del Diario de León de hoy escribe nuestro compañero Pedro García Trapiello. Espero que no se enfade por ponerlo en el blog y que no me exija derechos de autor. Preciosa imagen del León viejo frío.

Un abrazo para todos, me voy a cenar con mis hermanos.

El furriel.

FELIZ AÑO VIEJO

SI NO FUERA por el impúdico golletazo de vino merecido que se atiza la señora huevera, esta instantánea daría frío, mucho frío, frío pardo, neblinoso y de tabardo, frío con todos los grises que caben en el blanco y negro y en la agrisada memoria... es el frío total algo triste y muy nublado de viejo invierno cazurro.

Situando: mercado de la plaza Mayor de León, días navideños, 31 de diciembre para ser exactos, disparando la foto Manolo Martín (el de Exacta, para ser precisos), grandísima foto... aquella noche moriría el año 1965, anteayer a todos los efectos... Se ultiman compras, pero hay más deambule que mercadería, poco feriar. La austeridad tiene patas y alguien cenará esa noche berza tiesa de las que resisten heladas con pencas como astillas que hay que cocer tres horas para rendirle lo leñoso mientras se grapa su perfume a la cocina, pasillos, escaleras y portal.

Tampoco es probable, ni costumbre, cenar pavo esa noche; quedó su estampa sin vender y hay que buscarlo en la foto como al escondido Wally.

Las revendedoras de huevos copan el asunto, pero detrás hay más trasunto, cierta pesadumbre con chaquetón, tristonas las caras, lentitud de día pasmado en los ires y venires... o ese banco de piedra sillar en el que nadie se sienta porque su beso polar muerde el culo... Almuerzan las protagonistas: escudilla de potaje frío y calor de vino peleón, una; y la otra, rebojo de hogaza con la mirada abatida de ver que falta trajín y sobran huevos.

Y qué ropones, cuántos faldumentos, toquillas, refajos, mantones y manteos... forradas y embutidas en lanas y percal estas paisanas, blindadas para pelear con un madrugón de helada y toda una mañana de garita a la intemperie. No hay mal que la botella no enjuague.

¿Qué valiente o qué profeta de la crisis dirá ahora «feliz año viejo» o «cualquier tiempo pasado fue mejor»?...

Pedro García Trapiello.

12 comentarios

Vibot -

Teódulo querido, me gustó escuchar tu voz en el teléfono el día de San Silvestre. Tenía curiosidad. Cercana y cálida. Como las palabras que siempre me brindas, en las que tú me ves mucho mejor de como creo que soy. Gracias, amigo.

El texto que escribí de madrugada, se ha adueñado de mí y ha germinado en otro más extenso que remito al Furriel para que lo encabece con una foto de aquel valle de lágrimas e incontenibles risas juveniles.

Ya sabes que te quiero. Espero que te animes a venir a Pamplona para mi concierto.

luis teódulo -

Yo dije cárcel de montañas y tú hablas de "aromas de Las Caldas…hierbas silvestres y rumor de regatos en laderas que duelen como besos no dados, cercenados..."

Cae la nieve esta noche desde un cielo blanco y hay un paisaje de cuento en el corral, los ateridos rosales inclinados por el peso de la nieve, sus cabezas aún verdes ya vencidas a la evidencia de este invierno. Y tu nostalgia, Vibot, cayendo mansa como la nieve de esta tarde noche.

No hace daño tu nostalgia y tus recuerdos vienen de una mirada tierna y blanca como esta nieve. A veces ne pregunto si tú y yo anduvimos por el mismo sitio o en qué esquina del recuerdo me perdió el rencor o el dolor aún no redimido.

Y me pregunto si algún día seré capaz yo también de mirar atrás con una mirada tan limpia como la tuya. Y ver y revivir el pasado con esa luz tan hermosa que ilumina tus palabras de nieve y aire.

josemari cortes aranaz -

Amigo Santines, y amigos todos.

Precioso, sensible, alegre, triste, húmedo, sombrío musical...

Lo deposito en __DESCÁRGATE__ con el nombre:

AROMAS DE LS CALDAS (Santos M.Vibot).doc

Vibot -

(versión con puntos y aparte, ruego al Furriel que borre la anterior)


AROMAS DE LAS CALDAS
Para Cícero, Teódulo, Sarmiento, Santos Suárez Sánchez, Carlos Tejo, Mallada et alibi aliorum qui legunt.

¡Oh, aquella noche constelada de luciérnagas, por los prados, los árboles, los montes, en el verano atroz de Montesclaros, en donde nunca estuve pero que Carlos Julio evocaba en palabras que ardían y un ahogo sin salida…

Y leo en San Agustín aquellas vulneradas Confesiones:

“Innumerables son los campos, las cavernas, los antros de la Memoria: imposible enumerarlos a todos así como la multiplicidad de los objetos que los llenan a rebosar. Ente ellos busco mi camino, hasta más allá de donde alcanzan mis fuerzas, y nunca encuentro el fin.”

Cícero, ¡cuánto siento que tan sólo estuvieras una semana en Las Caldas, quizá la vista clara de tu corazón de ahora desenredara el nudo de aquel enajenado laberinto!

Aquel aroma como de gredas constantemente roturadas, el mentolado olor de las agrestes, escarpadas laderas, el olor a mazmorras medievales de la iglesia y el claustro, y, en el Estudiantado, el mefítico olor de la escalera ancha de madera que subía desde el claustro De Profundis y cuyo oscuro fondo de ratas y sarcófagos nunca nos atrevimos a explorar, me infundía miedo en la alta madrugada tan cerca de mi celda del primer piso, la tercera si no recuerdo mal, imaginaba monstruos de espelunca en su boca de sombras…

El pestilente olor del E.F.A.M.A.C., aquel cuartito del pasillo largo del primer piso que servía de camerino único para el escenario del teatro, con el que se comunicaba mediante una abertura que había en el suelo y una escala de hierros clavados en la pared como en un transformador eléctrico o pozo, o subterráneo. Aquella mezcla de tabaco rancio, cerveza seca y cortinajes sucios de café cantante.

El olor del establo de la Cuevona, cuchu y orín de vacas, pero tan acogedor y amniótico, telarañas de cuento dibujadas y perladas de gotitas de niebla, la tímida sonrisa de su pequeño Felix, de 15 años, con ojos de ternero soñador y olor de Varón Dandy en el flequillo.

El sahumado perfume del Harmonium en cuyos fuelles pedaleé feliz las aterciopeladas disonancias de Don Joaquín Hernández, y sus cautivadoras melodías. Eróticas y místicas. Este fue mi San Juan de la Cruz, querido Teódulo, el multiforme arrullo de la música.

Los aromas maternos de aquel abovedado refectorio en donde devorábamos como chicos felices –que pocas veces éramos realmente- cualquier vianda del torno de las monjas, especialmente aquella fantasía de amarillos y ocres, aquellas fuentes de daditos de patata y huevos rotos que llamábamos “Revoltiño”, que siempre repetíamos incansables (otro arroz de Liborio). El pan payés el perfumado vino grana oscuro, las natillas con brisa de canela y aquel arroz con leche refrescante con su hojita de menta alguna vez…aromas terrenales. Verdaderos. Olvido del espíritu entre fuegos, torturado de dudas y pesares.

El facetado pomo de cristal de las gotas de lluvia en todas las ventanas, como abriendo la puerta alucinante a un espacio de luz desconocida mucho más habitable, apenas conteniendo el enervante olor que traía de los montes la llovizna, aquella persistente desazón, aquel sosiego a veces extasiado que inducía en el alma…

Aromas y nostalgias de lo nunca vivido. De lo dolientemente presentido. ¡Ay, el amor sin cuerpo, noche oscura de todos los tormentos!

Y leo en Crowley:
“Los olores (…) le hablaban en un antiguo y constante murmullo de cosas pretéritas. (…) Los olores pesaban en su alma como cadenas, como cargas antiguas nuevamente asumidas.”

Y le leo citar una obra de Peacock cuyo título “Nightmare Abbey” (La Abadía de las pesadillas, o la Pesadilla de la Abadía, podría traducirse) me hace imaginar ese otro sueño que soñó Sarmiento en los abismos pétreos de las grutas móviles que casi lo engulleron: “La Fábrica de Sal”, cuyo guión aún es casi un secreto, pero en cuyas imágenes nos reconoceremos –estoy seguro- como si el tiempo no hubiera pasado, con su manto de escarcha.

Aromas de Las Caldas…hierbas silvestres y rumor de regatos en laderas que duelen como besos no dados, cercenados, robados para siempre.

Y me viene al recuerdo, querido Cícero, una tarde embrumada en aquel recodito de la recreación, en el jardín del sauce y el estanque con el eterno surtidor de sueños gorgoteando las sílabas deseadas. Allí, al pié de “La Salita” -donde escuchábamos “Eloise” de Barry Ryan y otras psicodelias, o un Adagio de Bruckner tantas veces al borde de las lágrimas-, allí, bajo aquel mirador, en la última curva del camino, cantaban abrazados, como dos borrachitos deliciosos, Luis Carrizo y Alberto Acitores, gesticulando con los brazos con los que no se enlazaban y sonriendo como sólo se sonríe en la más desbordante juventud. Esbozaban el mohín de llorar entrecerrando los ojos y negando teatralmente con la cabeza como cantantes de bolero, y sonreían después de cada frase con los más bellos labios que podáis recordar:

“…Y TODO PASA, TODO PAAAASA
Y NADA QUEDA, NADA QUEEEEDA…”

Sus voces y sus cuerpos, sus miradas de chicos inmortales, aún esplenden, entre la verde niebla de Las Caldas, entre sus aromadas arboledas…

Vibot -

Sí, Teódulo, fuí a Caleruega con 15 años y a Las Caldas con 16. Eramos casi niños. ¡Como edificar aquellos vaticanos incomprensibles sobre nuestras cabezas deslumbradas!

Caleruega fue un remanso de paz en aquella casa del silencio -como la llama Cícero en sus últimos globos minuciosos, profundos y cariñosamente sonrientes y misericordiosos. Cícero, en tu honda zanfoña me adormezco de sones y de ecos queridos, odiados, palpitantes aún-. Un remanso de paz y un ilusionado comienzo -aunque minado de soterradas tormentas que se gestaron ya desde el colegio, envenenando de melancolía el tierno corazón encarcelado, aquel coro de vidrios y relámpagos en el alma dormida, aquella pena que no podía ni pronunciar su nombre, aquella herida azul-.

¡Pero Las Caldas! No sé si estuviste alli, Cícero, aunque como cántabro te hubieras sentido un poco más en casa que nosotros. Pero sólo los que estuvimos podemos recordar, comprender, quizá añorar incluso en turbio síndrome, aquel ahogo verde en la respiración, aquel soñar despierto entre los montes más hermosos que nunca hubiéramos podido desear desde la paramera de nuestra seca infancia. Aquel olor narcótico de piedras rezumantes, de cuerpos rezumantes, de cascadas de cuentos y leyendas orientales, empíreos.

Los estrechos pasillos palpitaban de sombras como labios o espadas refulgentes y había un aire de peregrinaciones medievales en aquel coro de casi cien voces de muchachos entonando una vibrante Salve cada noche procesionl en la gélida nave, antes de refugiar sus tiernos 16, sus dolientes 20 años por entre aquellas celdas congeladas con las sábanas húmedas de niebla y desamparo, expuestos tamquam leo rugiens a los peores noctium phantasmata.

Y la Filosofía no ayudaba mucho. Todo era a la vez más claro y más equívoco en aquel laberinto de pasillos y bosques psicodélicos en nuestros maleables cerebros juveniles: ...los presocráticos, la teoría hilemórfica, los silogismos, el nominalismo, Herbert Marcuse, tantos libros prohibidos, tantos sueños prohibidos, tanta vida imposible de vivir..."All you need is love" subiendo desde el fondo de los valles una tarde de Junio desolada.

Teódulo, Cícero -¡que me gusta una esdrújula!- evocadme Las Caldas con unas vueltas más a la zanfoña.

Brisa de juventud.

O aquella noche constelada de luciérnagas del verano de Montesclaros...

luis teódulo -

Dieciseis años, Vibot? Sólo dieciseis y ya andábamos perdidos por aquellos pasillos estrechos, buscando qué?

La luna enredada en el sauce y la fuente con su canción de siempre. Y el viento gimiendo entre los eucaliptus, rezando siempre oraciones sin esperanza.

Qué perdidos andábamos en aquel laberinto de ideales imposibles, cuando nuestra juventud despertaba impetuosa, anhelando escapar de aquella carcel de montañas y praderas verdes.

Un abrazo, Santines.

Un abrazo cálido, José Ignacio. Muy hermoso tu poema

Vibot -

Resuena en esta prosa valleinclanesca de mi compañero de curso Pedro G. Trapiello, algo también del impactante Solana escritor, no menos excelente que el pintor, aquella españa negra
de vinazo y manteos.

Teódulo, evocas aquella miebla fría que humedecía las sábanas de aquellas celdas nuestras de Las Caldas y vuelvo a verme con dieciseis años entre aquellas balsámicas montañas soñando amores prohibidos entre sábanas húmedas de angustia y letárgicos aromas forestales.

Luna doliente de Las Caldas sobre nuestras colchas vírgenes. Luna enredada entre las dulces ramas de aquel sauce -..."bambolean y mecen los sauces"- que ya no existe más.

"al zagal que desvelan amores" musicó Don Joaquín con su armonía de armiño.

(Y en otra celda fría de Salamanca, musitar en la noche, tras venir del teatro de ver Yerma por Nuria Espert, imitando su desgarro, su ronca voz del pueblo: "¡por qué duermes solo, pastor, por qué duermes solo, pastor, en mi colcha de lana dormirías mejor!", en la esperanza indecible de que un ángel descendiera desde el cielo o el infierno y me cubriera con sus alas.)

Luna de las caldas acariciando ensimismada nuestras húmedas camas juveniles, nuestras cautivas manos, Teódulo, entre tantas sonrisas que aún refulgen de vida...

Corrupciones. Y rezos. Y quebrantos.

jose ignacio serran mallada -

Luis Teódulo,

perdona este remedo de San Juan de la Cruz ( y que me lo perdone EL también), pero me acuerdo mucho de tí, sobre todo cuando hablas de la "cama fría"... Que no te abandone nunca el calor, que por el fuego (y la palabra) de estos tus hermanos no será.

Me dormí y me entregué
al calor que fluía tan calmado,
sobró todo y me llené
de sueño traspasado
por cielo entre flores rodeado,
de amado por amado enamorado.

Luis,

Un fuerte abrazo de calor,

José Ignacio


luis teodulo -

Después de lo que decía ayer sobre la interpretación del poema de la Noche Oscura, estaba un poco preocupado por si hubiera dicho un tremendo disparate.

Descanso un poco, porque ya he visto que no estoy solo en esa interpretación. Acabo de encontrar en internet que existe un estudio de 414 páginas del crítico José C. Nieto con el título de "San Juan de la Cruz: poeta del amor profano" en el que defiende que Noche Oscura es simplemente un poema de amor, fuera de todo misticismo.

Eso es lo que intuitivamente me parecía a mi, que no soy experto en la materia. Pero me consuela saber que algún crítico coincide con esta apreciación. Algo es algo.

Ya sé que es una interpretación original, fuera de la línea oficial y de la mayoría de la interpretación de otros críticos.

Yo releo Noche Oscura y me sigue pareciendo un poema de amor, simplemente. Eso sí: muy hermoso.

luis teódulo -

Graciasm Quique, tan generoso como siempre en tus criterios.

Y que nos perdone Pedro en cómo su estampa magnífica del mercadillo en la Plaza Mayor de León ha devenido sin saber por qué en los versos de San Juan de la Cruz, recitados por un corista en la fría cama de su celda. Misterio de asociaciones involuntarias.

La palabra a la que mer refería arriba era realmente "enjuague" y que creo que ha sido el hilo conductor que me ha hecho saltar desde León hasta Caldas. Enjuagues se les llamaba a las meriendias que los estudiantes avanzados organizaban a escondidas, con vino y viandas choriceras, para festín y solaz de los filósofos en apuros vitales, tal y como lo describe Torbado en "Las Corrupciones".

Pero lo que yo discutía esta tarde con un estudioso del asunto era si esos versos místicos tan sensuales de S Juan de la Cruz se pueden escribir sin haber tenido una experiencia amorosa real.

Por ejemplo, cuando termina la Noche Oscura con esos versos tan hermosos:
"Quedéme y olvidéme,
el rostro incliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado."

Es una simple intuición personal, que espero no escandalice a nadie. Doctores tiene la S. M. Iglesia.

Quizás tú, Quique ,o Mariano o Isidro o Vibot o Andrés o Argüeso o Mallada o Valdés, o ... tenéis, sin duda, un criterio mucho más autorizado que el mío.

De las revendedoras de huevos a San Juan de la Cruz. ¡Vaya salto mortal¡ Espero, espero, que alguien se pronuncie sobre el asunto.

Un abrazo a todos.

quique muñiz -

Luis Teódulo:
¡Qué bien suenan tus palabras tambien salvadoras!
Las imagino sentidas y escritas, con la serenidad que transmites siempre, en esa madrugada de año nuevo, apartado de otros ruidosos recibimientos, abrazado a la lectura en tu rincón de calma.
Que 2009 te regale cuanto necesitas.
Y que nosotros sigamos contando, en la frecuencia posible, con tu memoria y tu palabra salvadora y acertada.

luis teódulo -

Esa palabra de engüaje hace muchos tiempos que no la oía.

Hace frío ese invierno del 65 en León y en Caldas, donde la niebla mojaba las sábanas y se acostaba con uno en la cama como única compañía. La niebla y los versos de San Juan de la Cruz, una compañía insuperable, aunque se temblara de frío mojado por una lluvia impenitente.

Uno recitaba acurrucado en la cama, con voz entrecortada aquello de
"¡Oh noche, que guiaste,
oh noche amable más que alborada:
oh noche que juntaste
Amado con Amada.
Amada en el Amado transformada¡"

No era un chute, ni una copa de coñac, pero aquellas palabras entonaban un poco el paisaje.

Las palabras, amigos, siempre nos salvaron las palabras.