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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

MATAR JUDÍOS

MATAR JUDÍOS

De aquí y de allá he sacado información sobre algo tan típico del León de la Semana Santa, como el juego de las chapas, los papones, la ronda, el Genarín, la limonada y el matar judíos, etc., o expresiones tan propias como rasear, horqueta, seise, pujar, paso, etc. ¿A qué viene el dicho de matar judíos?. Limonada que trasiego, judío que pulverizo, reza el dicho popular leonés, y otro aún más bruto Cristiano ebrio, judío muerto.

En la facultad de Historia de la Universidad de León han concluído que no se ha encontrado documento alguno escrito que atestigue la génesis de la frase "Matar Judíos" y que ha traspasado los años gracias a la tradición oral.

Por esa razón, hasta la fecha, todo lo que se diga debe tomarse con cierta precaución, como el famoso brebaje.

Mientras suenan las cornetas y tambores que acompañan los pasos, mientras los fieles, curiosos y turistas presencian el paso solemne de las procesiones por las calles y plazas con el fondo de la Catedral (no hay nada tan bonito en el universo), mientras comentan unos y otros las novedades de este año, critican a los políticos locales o sortean las baldosas medio levantadas de la Calle Ancha, etc... es obligado visitar los bares y cafeterías para relajar un momentín las durezas de los pies; en casi todos veremos el cartel "hay limonada".

El camarero nos servirá en una copa o vasito una porción de limonada (variante de la sangría) procedente de una jarra donde flotan trozos de naranja o limón. En otros casos, ya que su procedencia y elaboración es casera, lo servirá de una botella sin etiqueta guardada al fresco de la nevera (la mejor).

Cada limonada al ser apurada servirá para "matar un judío" expresión leonesa incruenta que ha quedado para efectuar este ritual que comienza normalmente la semana anterior a la Semana Santa y se suele prolongar hasta la Pascua. La señal de partida la dan los bares que exhiben el cartel antes comentado y asi los grupos de jóvenes, parejas, gentes de mediana edad, pensionistas y mediopensionistas, ’excepto’ menores (en teoría) dan comienzo a esta costumbre a la que nadie pone fecha ni circunstancia pero que asume como algo propio de la Semana Santa de León.


¿Por qué se matan judíos?

Dicen los viejos que los leoneses somos una gente muy religiosa, y que siempre hemos tenido grandes agitaciones por cuestiones de religión y más cuando de la muerte de Nuestro Señor Jesucristo se trata.

Dicen los viejos, que la celebración de la Pascua y Resurrección del Salvador debe de celebrarse con recato y comedimiento y que excesos deben de ser evitados como manda la Santa Madre Iglesia. Que en esos días deberá el hombre evitar de conocer bíblicamente a su esposa y demás necesidades de la carne. Y que deberá evitar el consumo de bebidas que disturben la capacidad física para la oración, así como la carne de animal alguno.

Dicen los viejos, que estos hechos, se debieron llevar a cabo hace ya muuuuuuchos años en estas tierras de la ciudad de León, y especialmente, donde la comunidad judía estaba afincada en torno a la calle Misericordia y el barrio que hoy conocemos como de Santa Ana, con sus soportales y casinas. En un tiempo que será antes (o después) de que se echaran de España a los judíos.

Decían los viejos que como la Santa Madre Iglesia mandaba, los leoneses eran escrupulosos con las observancias que de ella emanaban, por eso en los días de Semana Santa no había licor que la madre tierra nos diera que los leoneses probaran,ni carne que ellos yantaran. Bien piadosos cumplían los preceptos y asistían a los ritos que la Iglesia decía.

Eran los leoneses tan piadosos y tan cristianos que llegado el Viernes Santo, llegado el momento de la muerte de Nuestro Señor, solo un culpable veían. Y a la pregunta de: ¿Quien mató a Dios Nuestro Señor?, la contestación era evidente y como una piña respondían: "LOS JUDíOS". Ese mismo día, armados de palos, guadañas, hoces, espadas y todo lo que a sus manos cayeran dirigían sus pasos calle abajo desde la Catedral hasta el barriode Santa Ana, para así vengar la muerte del Señor. Eso ocurría cada año, cuando estas fechas de gran solemnidad religiosa se acercaban. Evidentemente algo había que hacer al respecto sobre el asunto, pues las autoridades, tanto civiles, como eclesiásticas, no podían permitir que semejante masacre ocurriera.

Por ello, decidieron que en estas fechas piadosas de recogimiento y restricciones, se permitiera la venta de cierta bebida alcohólica más suave que el vino en las ventas de León, hecha de productos naturales: vino, azúcar y limón y rebajada con agua (para seguir manteniendo en parte sus mandatos). De este modo se pretendía que en el camino de la catedral hasta Santa Ana la población parara para humedecer sus gargantas en las numerosas ventas que en camino había, y dada la capacidad relajante y tonificadora de la bebida, desistieran de su ímpetu vengativo por la muerte de nuestro Señor Jesucristo. Así, por cada vaso que bebieran era como si un judío hubieran matado y no tenían que ir hasta Santa Ana. De ahí el matar un Judío por cada limonada que se beba.

Ahora bien, las "malas lenguas" cuentan que la bebida siempre estuvo permitida es estas fechas y que debido a su "flojedad" conseguía emborrachar hasta al mas sereno por lo que en su estado de embriaguez decidían tomarse al justicia por su mano y vengar la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, por lo que el tomar limonada paso a ser sinónimo de matar judíos.


Receta de Cecilia Martinez de 82 años natural de León:

LIMONADA para 8 litros de vino tinto

 1½ Kg de azúcar ¼ Kg de higos secos ¼ Kg de pasas Zumo de 1 Kg de limones Zumo de 2 Kg de naranjas 2 palos de canela en rama 1 tercio de las cáscaras de limón en trocitos Cáscara de seis naranjas en trocitos

Mover bien y dejar asentada tres días la mezcla, se prueba por si falta algo. Tiene que ser muy suave al paladar. Consumir al cuarto día. Notar que no esté áspera, y si lo está, añadir azúcar, naranja, canela, higos y pasas.


Nota.- En la fotografía un detalle del Paso de La Verónica (Procesión de los Pasos Viernes Santo). La imagen sobre un trono obra de nuestro querido compañero, imaginero, escultor, artista y mejor persona, Melchor Gutiérrez San Martín.

2 comentarios

Loseiros (César Alvarez) -

El sermón de lo religioso y el cumplimiento y acatamiento de la penitencia, a menudo, induce a interpretaciones tan dispares y contrapuestas que incluso en territorios con una feligresía avezada a seguir los dogmas como fundamento indiscutible, permite y hasta necesita de ritos paganos o de otras influencias, para validar e incluso afianzar sus propios postulados; lógicamente, esto que está permitido para el pueblo, es impensable para quienes dependen directamente de Instituciones religiosas o dedican su vida a tales menesteres. Esa y no otra, creo que es la razón fundamental de costumbres como: las chapas, matar judíos o indultar a un reo.

Que convivieran y hasta que las Autoridades municipales y religiosas hicieran la vista gorda, permitiendo que durante los días de mayor fervor religioso, como la Semana Santa, se pudieran realizar impunemente actividades prohibidas el resto del año y castigadas con prisión y multas millonarias como el juego de dinero en bares, tabernas y centros sociales como los casinos, casas del pueblo y la venta indiscriminada de brebajes sin ningún control sanitario como la Limonada, resulta cuanto menos, una concesión a lo pagano y a la parte más intimista de anárquicos y antisistema.

Conocí Ponferrada en 1.980 y me cautivó tanto su paisaje, su riqueza y la laboriosidad de sus gentes que me busqué la manera de quedarme y viví allí hasta 1.990. De todas las vivencias y contrastes con otras zonas y territorios por los que pasé, no hay ninguno tan destacable, por lo llamativo y diferente, como el juego de las chapas y las timbas de alcohol y religiosidad en los pasos y procesiones de Semana Santa (añado solo como dato para este comentario, que estuve y conozco las de Sevilla, Segovia, Cuenca, Zamora, Burgos, Covarrubias y por supuesto Oviedo).

Me refiero, por tanto, a recuerdos y vivencias en Ponferrada entre los años 1980 y 1.990.

Como en casi todas partes, los pasos de la Semana Santa, eran realizados por las diferentes Cofradías de cofrades con pertenencia y pedigrí a familias locales que iban renovando de padres a hijos y donde resultaba bastante difícil hacerse miembro. La limonada y como muy bien apuntáis más arriba, era el reconstituyente del esfuerzo y fatigas después de una procesión como costalero, pero no era solo una bebida pensada para aliviar las fatigas de los cofrades, si no que era la bebida de la semana Santa y cada bar, cada café, cada casa, elabora su limonada particular.

LA LIMONADA: Yo mismo regenté algún local de hostelería y, como todos, competíamos en preparar la mejor limonada que, si se conseguía, garantizaba unos buenos resultados en lo económico.

Quizá, en las casas particulares se elaborara como señala la receta de Celia, pero para los bares, además de la cáscara de limón, las naranjas, las manzanas y los frutos secos que menciona, también añadíamos café en grano, orujo blanco y licor de lima en proporciones suficientes hasta alcanzar un puntín de sabor dulzón y compostura alcohólica que iluminara pelín el iris del ojo a partir del tercer trago. Se empezaba a preparar como una semana antes y en esos días que maceraba la fruta y los distintos brebajes de la mezcla, se realizaban las pruebas pertinentes hasta lograr un producto sabroso, atractivo en la tonalidad de color y que apuntara maneras para el cansancio y la ausencia de penas.

EL JUEGO DE LAS CHAPAS: La tradición del juego de dinero en la Semana Santa, estaba tan asentada que casi todo el mundo realizaba algún ahorro durante el año para tener posibilidad de probar suerte. Como en los Casinos, siempre ganaba la banca y los profesionales del juego que, en la Ponferrada de aquella época, eran: Los Barateros, nombre con que se designaba a los que organizaban el juego y quienes se ocupaban de dirigir, repartir y cobrar las apuestas. Había dos grandes locales (El Casino y La Obrera), donde se realizaban las apuestas más importantes y los corros más concurridos y donde se cruzaban apuestas desde media tarde hasta la madrugada, alcanzando pujas de varios millones en momentos de máximo aforo. No cobraban entrada pero si no eras jugador conocido o no te acompañaba algún socio, había problemas para entrar e incluso para participar, por la gran cantidad de apostantes deseosos de participar en cada jugada; la mejor hora y las apuestas más sonadas, a partir de media noche y te podías encontrar entre la masa del público desde un costalero, todavía con el traje “de faena” aunque con la cara descubierta, hasta potentados industriales de la zona, con sus trajes de domingo, la botella de chivas, el habano encendido, el maletín con la munición para la puja y el fajo de billetes en la mano.

El juego, siempre en corro, consiste en el lanzamiento de dos monedas (que facilitaba el baratero y que aseguraban eran de cobre de la época romana, en las que se podía identificar con claridad y desde lejos, cualquiera de sus dos caras (una con una efigie de una cara humana, a la que se señalaba como CARA y la otra con grabados ilegibles y a la que se denominaba como CRUZ. El que realizaba la apuesta, era quien hacía la tirada y si las dos monedas, una vez en el suelo y dentro del corro, coincidían cara, ganaba y si coincidían cruz, perdía. (si una quedaba cara y otra cruz, se repetía la jugada). La apuesta era libre y a partir de una cantidad mínima y contra el tirador-apostador, podía apostar cualquiera del corro e incluso subir la apuesta hasta el dinero que deseaba apostar y que depositaba en las manos del baratero. Un tirador-apostador podía admitir apuesta de varios apostantes hasta completar la puja que ponía en juego y ahí, había situaciones de mucha tensión por las cantidades que se llegaban a poner en juego. Yo mismo llegué a presenciar en una ocasión en el Casino, a un industrial de la zona, que después de haber arriesgado y perdido más de 3 millones de pesetas, puso en juego un mercedes que tenía aparcado en las inmediaciones y también lo perdió. Al tiempo de la puja y apuesta del tirador-apostador y sus contrarios, se realizaban apuestas dentro del corro por fuera de la puja del tirador-apostador, entre asistentes del corro, cuyos dineros y apuestas registraba y recogía un segundo baratero. Todo este jaleo, que se parecía mucho a las apuestas de peleas de gallos que se ven en algunas películas mexicanas, era muy enervante para curiosos y participantes y en todos los corros había gran servicio de camareros surtiendo whisky y bebidas de alto contenido para disfrute y divertimento de los participantes.

El negocio al final, era de quienes no bebían en exceso y cuando conseguían una racha de suerte, se retiraban a tiempo pero, en general, el exceso de alcohol se adueñaba de la mayoría de los tiradores-apostadores que no calibraban el momento de retirarse y solían perderlo todo (como en las mesas de los casinos, según vemos en las películas) El baratero, cobraba el 10% de la apuesta pero, si los jugadores ya estaban dominados por el alcohol o por la vanidad del éxito, al ir ganando, se producían abusos (robos descarados) que algunas veces acababan en peleas y enemistades familiares para siempre.

Como observador y curioso, siempre me pareció una fiesta pagana y donde se concentraban todos los pecados capitales de los humanos. En aquella época, mis creencias religiosas todavía tenían algún sustento de reminiscencias infantiles y me chocaba comprobar, como mientras en la calle sonaban las trompetas y tambores y reinaba el silencio y la devoción, el los bares, casinos y muchos garajes y locales improvisados y a la vista de todo el mundo, se recreaba el pillaje, la avaricia, el engaño, el juego y los excesos de todo tipo, incluido el lujo, la ostentación y las miserias más despreciables.

jose ignacio -

cayó la noche,
con mucha hambre
de pan y vino
y gran derroche
de amor sufrido,
sin un reproche
de amigo huido.

amigo herido,

llegó la tarde,
cargando pino
con mucha sangre,
dolió el sentido
de aquella suerte
de mala muerte
de un ser querido.