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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

CRÓNICA DE LEÓN. 4 (Isidro Cicero). - Los Misterios Gozosos

CRÓNICA DE LEÓN. 4 (Isidro Cicero). -	Los Misterios Gozosos

Os invito a todos a "gozar" de la cuarta parte de la Crónica de León nacida de la pluma de Isidro Cícero tras su visita, junto a su "santa" Marga, a León del pasado mes de Octubre. También es para mí una "gozada" aparecer nombrado en el relato.

¿Ahora sí me creéis que sabe solo un poquitín menos que la propia...? De lo que sí estoy seguro es que escribe como los ángeles..del Retablo.

Gozad este fin de semana.

Ya os contaré lo que vamos a hacer estos días una avanzadilla del GL y GA y GG.


A) LOS MISTERIOS GOZOSOS

 Me han dicho que era navarro -y no tengo por qué ponerlo en duda- uno que había ido a Bilbao y, después de mucho rato buscándole los de la excursión para regresar a Burlada, le encontraron plantado delante del Guggenhein sin parar de rascarse la barbilla y sin parar de decir “hostí, hostí, hostí”.

 

-          ¿De qué te asustas, mocé?, le preguntaron.

-           Si la lata es así, contestó sentencioso, los espárragos ¡cómo serán!.

 

La lata del páramo no es de latón. La lata del páramo tampoco es de titanio. La lata del páramo ye de piedra, de vidrio, de bronce; ye de rojas maderas de la Guinea, que durante toda la década de los sesenta olieron a materiales nunca antes olidos por nariz de la Meseta, ni por las narices de más arriba de los picos, como las que llevaba puestas yo, de las que, por cierto, una monja de la cocina me dijo una vez en el teatro que parecían de un griego clásico, cuando yo siempre las tuve por vulgares y plebeyas como las de Fernando Fernán Gómez en Capitán Veneno; de hecho Manolo y otros me llamaron una temporada capitán Veneno a raíz de la película. Los olores de esta madera sobresalían por encima de los olores de aquellos hombres rezadores de la estepa, muchísimo más rezadores que los del lugar del que yo venía; éstos últimos se limitaban a mirar para adelante atentos y respetuosos, con la boina entre las manos, sin pronunciar palabra en la ceremonia y sin hacer otros signos externos de aquiescencia que el primitivo gesto  de la persignación. O la santiguación. Sobresalían aquellos olores, también por encima del que se desprendía de las rurales anovenarias.

 

El frasco del olor de estas maderas, lo ha destapado Santos Vibot no hace mucho con maestría verbal, inundándonos de nostalgia color ámbar: Olían a “clavo, cinamomo, perfumadas resinas orientales y tahona vienesa”, recuerda mi querido y admirado poeta palentino residente en Madrid. No sé si serían estas fragancias, pero sí que eran exóticas e inéditas. Aquellas maderas, con el sol de Astorga o de Valdoncina, se ponían del color de la sangre, mientras los tubos del órgano, las manos de Torrellas y las cabecitas de algunos ángeles de aquellos, se nimbaban con los colores de cualquiera de los cristales de Rafols Casamada, y este dolor a Vibot le duele todavía pese a ser cristales de gloria. Si a los demás no nos duele tanto, no es por falta de heridas similares, es porque aún tenemos clasificados muchos documentos en nuestros archivos secretos.

 

Lo cual que, en la crónica de León 3 de esta excursión nuestra al santuario hará cosa de un mes, hemos estado fijándonos mayormente en la lata, y no nos hemos centrado – mayormente- en los espárragos. La crónica de León 3 era sobre las tres grandes vallas publicitarias de brocha gorda, que entonces estaban pensadas para que se verían desde lejos. Se verían lo dice aquí donde yo habitualmente vivo, el personal; claramente se intuye que yo sé decirlo de ésta y de la otra manera, y que si aquí va puesta la que va, es a propósito. Sencillamente para provocar una sonrisa cómplice en los labios de Carrizo Medina, porque sé que disfruta tanto como yo con estas distorsiones, como cuando hará cosa de 35 años, le conté lo del chófer de una DKW que entonces me llevaba a trabajar. Yo antes le provocaba convenientemente y él cantaba: “Si Adelita se iría con otro...”

 

Resumiendo, lo que Coello, Subirachs, Rafols Casamada y quizá un poco también Lapayesse querían era que el esquema general lo vieran hasta los pilotos de la escuela- aeródromo de allí, como el barco trasatlántico de la catedral de Segovia lo vemos desde la inmensa lejanía navegando entre los trigales, si esta frase no es de Ortega, poco le faltará. El rosario de los tres temas, los postes y las vigas de su esquelética trilogía conceptual que sostenían toda la teoría arquitectónica aquella eran para verlos desde lejos.

 

 

 Fijaos que he dicho postes y vigas y que no he puesto columnas. Porque no hay columnas en el santuario de León, fijaos bien. Porque, lo mismo que Ortega decía “en Castilla no hay curvas, caballero”, en el arte de Coello no hay columnas, hermano. A la columna, esa ordinariez tan previsible, consustancial con las iglesias de toda la vida, Coello la borró de los planos de un plumazo; no en vano recorrimos Alemania en moto comprobando la capacidad de resistencia del hormigón armado y la viguetería férrea que se estaba probando en las nuevas construcciones.

 

Y es que hay que situarnos en la época, en la segunda parte del siglo XX, hombre, cuya parte primera (del siglo) fue un asesinato globalizado. Estamos a finales de los cincuenta. Todavía hace trece años, los bombardeos estaban destruyendo Europa meticulosa y concienzudamente. Ha habido muertos incontables, que sobrepasan los 50 millones; todavía ayer como quien dice hemos estado persiguiendo a tiros por el monte a los últimos que no habíamos podido cautivar, ni desarmar, ni abatir, pregúntale a Cícero. Pero ahora ya estamos en la reconstrucción general básica y van surgiendo puentes, barrios, naciones nuevas. E iglesias. Los arquitectos somos como Dios, el del Apocalipsis, cuando dice: He aquí que hago nuevas todas las cosas. Y eso que Dios, tímido, no solía hablar mucho en primera persona, le pasaba como a mi antes de lanzarme a esta piscina del blog de José Mari, incitado por Javier del Vigo Palencia y Mariano Estrada Vázquez. Los arquitectos, los buenos arquitectos, somos como Dios, porque somos los únicos capaces de dar formas y volúmenes a la nada, como más o menos dijo Gaudí. Con estas mismas o con parecidas palabras, no voy a levantarme ahora corriendo para ir a comprobarlo en la biblioteca, me disculpáis. Hacemos arte los arquitectos, aunque hay quien dice, no sin razón, que el arte no se hace. Que el arte, simplemente, ocurre.  

 

El Santuario de la paramera ocurrió como ocurrió. Ocurrió de la manera más tonta: Un antiguoalumnodominico.com de Vegaquemada enriquecido en México, con suficiente poder acumulado como para disfrutar la libertad de elegir e imponer líneas arquitectónicas y doctrinales, qué envidia, y un joven novicio de Palencia aficionado a las motos, que creía en la virgen y acostumbraba a sentarse en uno de los bancos del santuario viejo, el derruido, confiando en que ella le iba a anunciar cualquier día la inspiración para su proyecto, qué gozo cuando una inspiración  ocurre. La virgen le regaló la idea principal: la cruz del rosario o del vía crucis y la sepultura para el cadáver: No mucho más, porque, en los poemas, querido Carrizo, tú lo sabes bien que perteneces a la cultura francesa y has leído a Verlaine, los dioses sólo regalan al poeta los dos o tres primeros versos, el resto hay que trabajarlo y sudarlo.

 

La virgen le regaló al novicio arquitecto, cuando mucho la solidez horizontal de la caja de zapatos y la gracilidad vertical de la torre de la estrella colorá. Nada más y nada menos. El resto, empezando por el milagroso candelabro con veinte  velones del lateral del mediodía (ceras a las que aún no se les ha extraído del todo la miel) no se lo regaló la virgen, ni ninguno otro de los dioses, hubo que trabajarlo, hubo que ir a ver algo parecido a no recuerdo ahora qué iglesias de Alemania, ya nos lo dirán en ese libro que se está preparando y que nos anuncia Santiago

 

Una vez estaba yo en el campo de deportes, paseando con otro libro, y allí que me encuentro al padre Francisco Coello de Portugal, no es ninguna fantasmada. Me preguntó de dónde era yo y, cuando se lo precisé con pelos y señales, me hizo el siguiente comentario que aún recuerdo textualmente, lo he citado en numerosas ocasiones: “La carretera que pasa por tu pueblo es una de las mejor trazadas de Europa, la he recorrido en moto varias veces”. Yo le miré con cierto orgullo interrogativo, como si la carretera fuera mía o la hubiera trazado yo mismo o alguno de mis bisabuelos. “Arranca prácticamente del nivel del mar y va ascendiendo hasta los 1.300 metros del puerto, sin que apenas se note el desnivel”.

 

Es verdad, lo he comprobado. La subes, esa carretera a través de amplias, lentas y majestuosas curvas y contracurvas. Subes como el cóndor de los Andes sube, como el buitre de Peña Sagra, como los globos que una vez se sueltan para que exploren el éter y acaban perdiéndose allá arriba en un afanoso buscar el afecto y el reconocimiento en olas tranquilas y serenas, nervios fuera. Del blog, sé que conoce bien esta carretera y estas ascensiones, mi amigo Enrique Muñiz Alique-Iglesias,  más cariñoso imposible cuando estuvimos el mes pasado en León.

 

 

Tenemos pues a un arquitecto novicio y a un potentado piadoso. ¿Qué más nos hacía falta? Los permisos de las autoridades. Estas autoridades, por los motivos que fuera, habían perdido la autoridad y la capacidad para oponerse a Dios cuando éste ha decidido hacer nuevas las cosas. Estas autoridades no tuvieron lo que había que tener para contraponer a la estética que venía de México su propia estética. La estética de las autoridades sería, conociéndoles, retejar el santuario viejo, dar otra mano de purpurina al retablo, donde había andas de plata poner otras de oro, aunque fueran más horteras y más cutres, y poco más.

 

 

No tenían autoridad para oponerse a la nueva estética, pero tampoco a imponer sobre la nueva ética, la suya propia que sobre poco más o menos consistía en separar a los hombres de las mujeres en las playas y en las piscinas. Poco más les daban de sí aquellas cabezotas que no tenían inconveniente alguno en llevar a un criminal bajo el palio del Santísimo y darle incienso por delante y por detrás, aparte de cobertura moral.

 

 

Tenemos un potentado, un novicio, unas autoridades neutralizadas, ¿y qué más? Hubo además un religioso de Pardesivil en la cumbre de la curia, también con  capacidad de decisión, para quien el de México era un querido compañero, pongo por caso como muchos de vosotros y yo. Por cierto, os contaré que aquel religioso leonés fue compañero mío un año de aquellos. No éramos niños de San Ildefonso, pero estábamos en la correspondiente velada de la navidad y el que absaculaba de una bolsa las papeletas previamente insaculadas cantó: Isidro Cícero Gómez. Y salta el otro que metía la mano en la otra bolsa: Reverendísimo Padre Maestro General de la Orden, fray Aniceto Fernández. A lo cual todo el estudio prorrumpió en un descomunal aplauso, no por mí, aunque mi estrella no hacía más que crecer con esas casualidades, sino por la evocación de la figura muy venerada del General. En febrero, mi nuevo compañero de año me envió un libro piadoso y supongo que muchísimas oraciones.

 

 

Era costumbre que cada pareja de alumnos, por el azar de la saculación formada, saliera al centro de la reunión y se diera un abrazo fraternal con muchos, sonoros y viceversos golpes en las espaldas. Pero, como el Padre Aniceto Fernández estaba en Roma, en un sitio misterioso que concretamente llamaban Santa Sabina, no recuerdo a qué me abrazaría yo aquella noche de invierno, la verdad. A lo mejor a nadie. Posiblemente al gélido aire solitario me abrazaría, supongo, como todas las demás noches del año. Ahora bien, las cosas como son, sólo el alumno al que le tocó de compañero de oraciones el Niño Jesús, tuvo aquel invierno más suerte que yo. Después de nosotros dos, el más afortunado resultó el nuevo compañero de oraciones del padre Eulalio Calzón Ruiz, el prior, así eran entonces estas cosas.

 

 

Pero ¿y los espárragos? ¿No hablabas, Cícero, de espárragos al principio de esta entrega de la crónica de León? Pues no se ve el interior de la lata por ninguna parte. Sí, eso quería, lo que pasa es que los recuerdos vienen a la memoria como las cerezas del verano, que tiras de una y esta tira de otra y de otra y como tú no quieres ser drástico ni esquemático en estos escritos para compañeros, les dejas que fluyan libres y enteros como se producen...

 

 

 Quería hablar de los espárragos de esta lata, clasificarlos y si fuera posible ordenarlos según su sabor, que si es leal mi hipotético entender, unos tienen que saber a gozo, otros a dolor y otros a gloria. A los espárragos, también los llamaba yo el otro día monemas. Y a todo el conjunto, oración compuesta, que podría enunciarse tal que así: “El santuario del páramo es un rosario formado por distintos elementos conjuntados y dispuestos, unos para expresar dolor, otros para expresar gozo y, finalmente, otros para expresar gloria”. Y añadiría un segundo párrafo:  “Los de dolor están salpicados un poco por aquí y por allá, dispersos; los de gloria están mayormente concentrados en la vidriera del poniente, por detrás y por delante y el trío de arte se los encomendó a Rafael Casamada y a Subirachs. Y los de gozo, se concentran en el gran rectángulo misterioso de bronce que se abre por la mitad como si abrieras la Biblia santa en uno y otro Testamento, y conforman las dos puertas de bronce concebidas, mayormente, por Subirachs, aunque ni Casamada estaba lejos, ni Coello lo perdía de vista”.

 

 

En esta excursión fijé mi atención expresamente en el Picaporte, en el cual el uso ya va confiriendo al bronce un tono dorado, sin llegar por supuesto al oro de las narices de San Froilán, ni al de la O de la palabra León que hay en  una de las dos puertas del sur y que la contribución de los dedos de los fieles y las fieles a la Historia del Arte ha convertido en una moneda de oro de las de dos reales.

                 

 

  

 

 

 

 

Siempre me dijeron que el Picaporte era la costilla de Adán, con la que Dieu créa la femme: La costilla tendría allí su coherencia y su por qué, ya que el mensaje nuclear del portón son las dos Evas, juntas, cooperadoras, pero contrapuestas: la madre del género humano que nos trajo la vida y la perdición, de ahí la serpiente en relieve, enroscada sobre si misma como el tubo flexible de la aspiradora cuando la recoges para guardarla en el armario, y la madre de la nueva humanidad salvada, la Eva que nos trajo al tú que quitas el pecado del mundo, bien difundido por nuestra escolanía al orbe hispano en el disco de Aragüés -  un día tenemos que acordarnos de nuestros ensayos nocturnos con Aragüés para grabar el disco- que nos ha ofrecido aquí arriba José Mari, gracias al impagable tesón de mi querido y admirado amigo Chema Sarmiento.

 

 

 

Pero últimamente me ronda por la cabeza la idea de que acaso Picaporte no es costilla, sino la Cabeza de la Cobra en relieve total y exento. Que quizá la Serpiente es más sagaz y astuta de lo que parece, que mete su cabeza como un guadiana por debajo de uno de los 375 orapronobis de la piedad, 375 generaciones de ingenuos rezadores y rezadoras, y reaparece siempre potente, enhiesta, incólume, en el Picaporte, dejándose acariciar por todos, engañosa ya digo y  poco de fiar. El misterio del Picaporte me ha dado a mi qué pensar, no creáis. ¿No hemos leído en el libro santo que la Serpiente, la Hanachash, es el animal más falso y más hijoputa de los que Dios  puso en el Paraíso? Pues para mi, que lo que siempre me pareció cabeza, resulta que es cascabel, y que lo que siempre tuve por costilla de hombre, resulta que es la Cabeza de la Cobra, la misma que, representando al sol, estaba puesta en el gorro del faraón, avisándonos de que ojo con éste, obedécelo, témelo y admíralo, porque tiene todo el poder, el bueno y el malo, el justo y el injusto. Cuidadín con él, porque te puede abrir o te puede cerrar todas las puertas. La Cobra señala al pecado mortal invencible, erguido siempre sin necesidad de viagra. Es la cabeza que ni la virgen santísima ha podido acabar de machacar. Todos le conocemos, ponedle vosotros nombre misqueridísimosapostólicos.. 

 

 

 

A los dominicos y las  personas de dentro y ya no de dentro, pero con fundamentos dominicanos, como dice Santiago Rodríguez, no sólo nos aprendieron a poner A, B, C, para desarrollar los temas principales, sino que, además, se nos supone destreza para taxonomizar cada uno de ellos. Por ejemplo, he mencionado el gozo maravilloso de Coello cuando dio con la idea de la arquitectura  básica del santuario, parecía como si la virgen misma se la hubiera anunciado. La alegría de poder contarle la Idea al mecenas; la satisfacción de ver como iba madurando el proyecto en su interior, el contento de ver nacer el conjunto en el plano, en los planos, y verlo aprobado en los distintos consejos de la administración y de la política. Del poder.

 

 

O como me pasa a mi ahora con mi nietina Helena, que ha nacido esta mañana del 4 de noviembre, a las 9,30, - sonrosada, puntual y divina como un lucero-. Qué alegría cuando, hace nueve meses,  me dijeron que iba a venir, qué gozos ver cómo crecía el vientre, qué satisfacción cuando venían a vernos, que dicha el nacimiento, que contento ver a los bisabuelos y aquella bisabuela del jersey amarillo que vosotros conocéis, cogerla en sus brazos dando gracias a Dios.

 

 

 

 

  

 

 

 

Pues bien,  en las puertas de bronce, Subirachs ha plasmado estos gozos, sólo que a lo divino. El anuncio irrumpe por la parte superior izquierda, (la galicia de la puerta), dicha con las palabras divinas, ahora no es como antes, ahora casi todos sabemos leer, y no hace falta representar las Palabras divinas con ángeles ni arcángeles para decirlas. “Concebirás y darás a luz...” no lo dice ningún gabriel, esta Anunciación es diferente a todas las demás de la Historia, esta Anunciación irrumpe por si misma en la galicia del rectángulo misterioso con las palabras que vienen en Lucas que ya todos sabemos leer como en las iglesias de los protestantes que antiguamente quemábamos.

 

 

 

 

Luego está la noticia de la noticia, la inspirada visita a Isabel para contárserlo, la misiva de Coello al mecenas, la visita a los abuelos... La Visita soberbia de las dos mujeres abrazándose dándose la enhorabuena, qué gozos, con la luz divina por detrás de ellas enmarcándolas en el nimbo de la dicha aquí en el portón de bronce. Más tarde está el Nacimiento propiamente dicho, un cuadradito perfecto, enmarcado también en la misma luz sobrenatural, con la madre que ha parido doblada sobre sí misma, como una luna creciente, generosa y fecunda. No veáis cómo le encantó a Marga este cuadrito.

 

 

 

Los ángeles de Nochebuena tampoco están en el cuadro, sí las palabras que cantaron, puestas a lo largo de una lámina de bronce vertical. En el bronce no hay ángeles, hay palabras, al revés que en el retablo, donde los ángeles son multitud.

 

             

 

Y así, y en este plan, el resto de los monemas de raíz gozosa, tan bíblica esta raíz, tan propia de un santuario, a donde la gente va siempre a pedir protección y a agradecer favores. Porque un santuario qué es. El sufijo ario nos lo indica bien a las claras, un recetario es una selección de recetas; un anecdotario, de anécdotas; un calendario, de fechas, un talonario, de talones, un rosario, de rosas, no confundir sin embargo con el rosal o las rosaledas. El santuario es una selección de santos, de cosas santas y  de recuerdos sagrados.

 

 

Desde Altamira, este gran Santuario que tenemos cerrado para salvaguardar sus reliquias aquí al lado de casa, pasando por el Templo de Yahvé en la ladera de Sión y el de Apolo en Delfos, la gente va siempre al Santuario a pedir protección y a agradecer favores cantando y danzando, y diciendo a grandes voces interiores: “Tengo yo hoy más alegría en mi corazón, que si fuera millonario y me sobraran el trigo y el prieto picudo”, como dice un salmo, mi querido José Luis Alcalde, maestro salmista de guardia. O como apunta aquel otro que también recuerdo: “Mira, hemos venido ante estas puertas sagradas a expresar nuestro gozo y nuestra dicha y a celebrar que por ahora seguimos vivos”. O un tercero que quiero traer aquí: “Estamos encantados y felices, porque mucha gente buena se alegra de que nos vaya bien; personas de corazón sincero disfrutan con nosotros y nos felicitan”.

 

Estos misterios principales, generales y comunes, todos alguna vez pasamos por ellos como pasamos por los contrarios, Subirach los nimba con vidrios rojos, lo merecen, para conectarlos con la parte más alta de todo este rectángulo misterioso, la gloria, donde el Espíritu Santo se manifiesta por fuera en forma de lenguas de fuego y con un color rojo intenso por dentro.

 

Esto es lo que yo comprendo de estas puertas, querido José Mari, otras muchas cosas se me escapan con toda seguridad. Pero comprender algo y que se te escape lo demás es lo que te enamora de esta obra de arte en mitad del páramo, como de todas las que entiendes a medias. Razón tiene Siri Hustvedt, la autora de “Los misterios del rectángulo” cuando escribe. “Nunca me enamoran los cuadros que puedo abarcar por entero; mi amor necesita tener la sensación de que algo del cuadro se me escapa”.

 

Te he expuesto ya las sospechas que tengo sobre el Picaporte. Tengo una más, a ver si me echáis una mano. Tengo claro que el tamaño importa, el de los espárragos más que ningún otro. Entonces ¿por qué Subirachs hizo a Visitación más grande que a Nati, si todos sabemos que la Navidad es muchísimo más importante que el pasaje aquel de “se levantó presurosa y se fue a la Montaña”?

 

Dos hipótesis tengo yo, me limitaré simplemente a enunciarlas. La Visitación se celebra el 2 de julio y ése fue precisamente el día, dice la piadosa tradición leonesa, en el  que Alvar Simón recibió de la Virgen el encargo de bajar a León y hablar con el obispo sobre una honda, una piedra y una prueba. Subirachs, que es muy suyo, como buen catalán, explicará con detalles figurativos esta leyenda en la puerta del Pastor, pero aquí en la principal se limita a destacar la fecha poniéndola en rojo y en mayúsculas como en un calendario.

 

La otra hipótesis tiene más envergadura y forma parte de un relato fruto de mi imaginación que alguna vez conoceréis, porque ya sabéis que la imaginación es una memoria al revés. He imaginado a María, soltera y preñada misteriosamente en un país y en una época en la que este delito era castigado con la lapidación al amanecer sin contemplaciones delante de la casa de su padre. Lo del ángel y la paloma, ¿quién lo iba a creer? ¿Qué clase de excusa era aquella? Había la obligación de rodearla y tirarle piedras a la cabeza, hasta que muriera, no lo olvidemos, que se ha omitido siempre esta contextualización, no sé yo bien por qué. El evangelio nos dice que María “se levantó presurosa” y se fue a la montaña. Ahora bien, el verbo griego “levantarse presuroso” se dice anastasein, María “anastasein”, y este es el mismo verbo (aquí viene lo que a mi me intriga) que utiliza el evangelista para expresar con qué fuerza, con qué prisa, con qué ímpetu “se levantó” el señor de su sepulcro para resucitar. No es un levantarse cualquiera. Anastasia nos da idea de con qué raspe se levantó María aquella madrugada.

 

A mi me vais a perdonar, pero yo traduzco este “anastasein a la montaña” por “echarse al monte”, qué queréis que os diga. También los héroes de mis relatos anastasein. Se levantaron presurosos, si queréis, para ponerse a salvo, huir, esconderse y tratar de salvar la vida. Los héroes de mis relatos, Mahoma, Alfonso VIII de Castilla, Nazahualcoyatl, e Indalecio Prieto, por poner casos conocidos de todos, por escapar de la muerte, tuvieron que huir al descampado, tratando de encontrar secreto amparo en la ayuda de parientes y conocidos. En casa de alguna prima más o menos lejana, como Isabel. Por eso, sospecho yo que la tierna estampita de la Visitación puede ocultar una historia algo más cruda que la convencional. Que quizá tenga un sentido más psicoanalítico del que nosotros creemos y que su función en el relato general de lo que les pasó a Jesús, a su madre y a su padre, visto en su conjunto y desde lejos, sea más significativo incluso que el mero hecho de parir o ser parido en un pesebre, con ser este hecho tremendamente imponente. Quién sabe. Ya me diréis vuestra opinión.

 

La ficción a veces no sólo nos permite entender mejor, sino incluso recordar bien. Así lo he vuelto a entender yo esta vez, cuando hace poco más de un mes,  estuve plantado ante la puerta del santuario, como el navarro delante del Guggenheim, sólo que yo esa vez estaba muy bien acompañado: José Maria Cortés Aranaz a un lado y Marga al otro: Por dentro, tantas vivencias, tantos recuerdos, tantas miradas al mismo sitio, tantas imaginaciones interpretativas que combinan lo que ves con lo que ya habías visto.

 

 

             

 

 

 

 

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13 comentarios

El mudo -

Loseiros (César Alvarez) -

Ya hay un mudo pero hoy... quiero actuar como tal:impresionado del relato y los comentarios, ¡todo y todos impresionantes!

César

maria ángeles -

Mi sincera admiración por Cicero,pluma fácil ,léxico infinito,un conjunto de desbordante humanidad,historias bellísimas,narradas de una forma ,síngular para paladear cada palabra ,un gran escritor...otro que me pone la piel de gallina es Santos VIBOT ,mi admiración para el también.....Mary

Froilán Cortés -

Precioso, Isidro. Luego, te ruborizas cuando te das cuenta de que casi, nos aprendemos tus escritos de memoria. Es una auténtica gozada leerte. Y releerte, otra. Sigue dándonos estos gustazos.
Froilán.

Luis Carrizo -

Bueno, bueno, bueno... Desde la noche en que, en Las Caldas, leí de un tirón Crimen y castigo, no me había sucedido lo de ponerme a leer y no "dar parado", como dicen los gallegos. Y además el formato del texto, tan estrecho y tan profundo, que parece que te despeñas según vas leyendo, como la serpiente ésa, cuando se llamaba Luzbel. ¡Qué vértigo!,¡qué intriga!, ¡qué nivelazo! Y como la Basílica Menor (antes, Santuario): continente y contenido.
A mí, del Guggenhein, me habían contado otro. No sé si eran navarros, pero sé que eran futboleros. Dice: joé con el Guggenhein, mira que pagar quinientos millones por él: y responde el otro: bueno, mientras meta goles...

Andres Martinez Trapiello -

Cícero y Vibot...
Quería guardarme para mí solo la lectura y relectura…, y mañana seguramente vuelva a vuestras letras. ¿Más parabienes que ya expresan otros post más arriba?
Besinos

Jesús M. F. Malvárez -

Isidro...¡Te admiro!
Y... Después de leerte ¿como queréis que otros contemos algo aquí?

Vibot -

Cícero querido, a veces me he sentido incomprendido, semidesnudo y vulnerable después de haber abierto aquí mi corazón, una rara avis errando en un silencio insolidario después de osar haber "desclasificado" -al amor confidente de este blog tan querido- delante de vosotros casi todos los documentos de mis archivos scretos. Por eso tu reconocimiento de haber sufrido "heridas similares" me reconforta y me acompaña, no te imaginas cúanto.
Aquella herida, aquel trauma de amor -sí, amor era su nombre, no vergüenza y pecado- veló de llanto nuestros ojos puros con una pena ingente que no se podía decir -inefable- candorosa y culpable, cercenada y sin embargo ingente, arrasadora, siempre al límite mismo de lo soportable, a penas sublimada en etéreos teoremas teologales. Invivible, inhumana, antinatural...
Algo debería cambiar si la Iglesia no quiere quedarse sin pastores, sin buenos pastores.
Ya sé que la educación afectiva que recibimos no podía entonces en aquella España ser muy otra que la que fue. Pero ahora podemos hablar, y analizar los traumas que vivimos, y tratar de legar un mundo más humano y menos tenso. Más feliz.

Gracias, Cícero, por tu sincera y cálida cercanía.
Y por vaporizar de nuevo en las distancias aquel perfume de ángeles amados que tanto nos dolió.

benjamín díaz gutiérrez -

de vez en cuando los simples lectores tenemos que salir para que simplemente se oigan los aplausos. Los de mi curso 63-64 y menores recordarán aquel librito de anillas del P.Sánchez a medias con otro que no recuerdo, P.Lebrato...P.Angel... no sé, donde resumían las reglas ortográficas...se escriben con b las que empiezan por triturnusucucagarbersialurtutitoraritregulorusolacartarosatetraceaeiouconh...y con v dijoleenclaseconmofaodespreciosalselsilsolparperporolneninanomal etc. y con g inflaalbalonconaral también etc. Hay gente que nos quedamos con esas coletillas pero escribir como vosotros es otra cosa. Es un lujo leeros.

Antonio Argüeso -

Tu genial relato nos produce, Isidro, el mismo sentimiento que tú apreciaste. Por eso, mejor parafrasearte: al leerte, todo son vivencias, recuerdos, miradas al mismo sitio, imaginaciones interpretativas que combinan lo que lees con lo que has has vivido.

Interesantísima la parte sobre «anastasein». Pena no haberlo leído antes para habérselo consultado al recientemente desaparecido Henri Meschonnic, que puso en jaque una de las bases de cierta teología cuando demuestra que el “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” es una traducción incorrecta y que debería decirse ¿hacia dónde? Es decir que como cualquier mortal al final es la angustia del gran salto lo que en ese único e intransferible momento sintió. La interpretación que aquí das de anastasein sí me parece muy creíble.

Máximo Olóriz -

Me sumo a las alabanzas anteriores. Precioso relato, Isidro.
Y en este momento (16:009 me dispongo ver en el canal Odisea un documental francés dirigido por Txema Sarmiento titulado “Apocalipsis y el fin del mundo”.
Lo repiten en el mismo canal hoy, sábado, a las 23:00 horas y mañana, domingo, a las 10:00 y a las 15:00.

Luis Heredia -

Isidro, sencillamente, ¡FANTÁSTICO¡

José Ramón Soriano Reig -

Sencillamente fantástico. He disfrutado muchísimo con tu relato ameno, alegre, con imaginación, con buen humor...hasta con hipótesis atrevidas y no descabelladas.
Una vez más...¡gracias, Maestro!