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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

LAS VÍAS DEL BLOG DE CADA DÍA

LAS VÍAS DEL BLOG DE CADA DÍA

Este recorrido de Javivi por la geografía y la memoria se resiste a quedar en las profundidades del blog, y hoy emerge a la superficie para deleite de mis compañeros lectores.

Además, aprovecho para dar "salida" al dibujo ferroviario de Jesusito Herrero que me ha enviado con el siguiente pie de página.

 Querido Furriel (hoy, como verás, normalito, sin alardes literarios, epítetos o adjetivos rimbombantes o altisonantes que pudieran ocultar el verdadero motivo de este correo): El verdadero motivo de este correo no es otro que el de mandarte otro dibujín inspirado en lo que Javivi escribió antes de ayer en el portillo del globo 37 acerca de tu egregia figura. Esta vez va dedicado a tí aunque, como siempre, puedes hacer lo que te dé la gana con él. Siento muchísimo no ser Picasso para que además tuvieras algo "de firma valiosa", pero solo soy yo, tío, y eso no lo puedo arreglar, así que confórmate con eso y con unos fuertes langostinospescanovatodojuntoqueabultamás.

El Furriel conductor de nada.

 


 

Javier del Vigo

No se puede estar ausente de la blog-adicción unos días, so pena de encontrarse con toneladas de textos –como si el blog fuera furgón con carbón que sacia el hambre de la locomotora en aquellos trenes con carbonilla-; textos con los que seguís ampliando, levantando, agigantando la antigua Historia de “La Paramera” –Isidro dixit tiempo ha- por todos y cada uno de “los portillos” –mi aportación al identitario común- que va abriendo Josemari, día a día; sin desfallecer en su tarea de mantenedor de las bielas, engrasador de sus mecanismos, mantenedor de las vías por las que los vagones siguen haciendo el trayecto de la memoria punto a punto… (Aquí, mi recuerdo especial en estos días para Isabel)

Así que en escenario tan bien estructurado, ser fogonero es tarea fácil. Echar briquetas a la caldera apenas cuesta, incluso da placer y no tizna. Aún así, tarea apta sólo si se tiene mucho tiempo para matar. O invertir. O simplemente perder… (¿Habrá tanto verbo para describir el tiempo que pasa, que nos pasa por encima, como estados de ánimo?) Por eso entiendo mejor a los lectores mudos, a quienes les da pereza ponerse ante las teclas para urdir unas frases que describan su recuerdo de un tiempo, aquel de sabañones, piscina y tomillo. Incluso entiendo aunque menos a quienes tienen pereza hasta para pedir un ejemplar del número 2 de El Tomillar, que no sube de 137 al día de hoy.

Para mí, las adicciones no entienden de obligaciones, necesidades, prioridades… Son casi ciegas. Y, a veces, siento ser adicto, porque me consume tiempo.

En fin. Como pretexto, hoy usaré el tiempo, esa realidad única que nos va amansando hasta hacernos nada.

He leído de Isidro la crónica del Concierto Navideño que compartimos en Reinosa, dirigido por José Luis. Tus aplausos, tus requiebros amorosos, compañero y amigo, halagaron mi vanitas; sabes que yo también “te quise, te quiero y te querré”, hermano de tantas experiencias, derrochador –derrochón, prefiero decir, que me parece más rotundo- de tantos recuerdos que dices olvidados, pero que vas reflotando con clarividencia pasmosa. ¡Y con pluma exquisita, claro! Pero tú sabes: que un perro muerda a una persona no es noticia.

La otra tarde, en nuestro conducir hacia el sur de la Cantabria infinita (el sur geográfico ha sido casi siempre sinónimo de pobreza, lo mismo que el norte, en nuestro argot, no es tierra de ricos, que lo es de ese punto a caballo entre tiempo y espacio, de ubicación difícil, donde colocamos a quienes se fueron ya) hubo un momento mágico. Momento que Isidro –más curtido en analizar realidades que yo- ha cuantificado en dos horas largas, pero cuyo culmen se produjo -en mi opinión- en las proximidades de Reinosa.

Había comenzado a nevar a poco de dejar atrás Lantueno, ese pueblo a medio camino entre Pico Tres Mares y el Cantábrico donde al día siguiente se helaron hasta las catenarias del tren Santander – Madrid, dejando a los viajeros sin calefacción y a unos 20 grados bajo cero aislados en la noche. (Aquella mañana oí por la radio lo obvio: que Reinosa es uno de los lugares habitados más fríos; pero llamó alguien a la radio que yo oía diciendo: "Soy de Villamanín; aquí las temperaturas pueden estar de promedio 5 grados por debajo de Reinosa, pero no tenemos detectores oficiales". ¿Os suenan aquellos veranos y aquella fresca?)

La otra tarde Isidro y yo subíamos embebidos en nuestra charla, intensa y emotiva… Íbamos con tiempo suficiente como para afrontar cualquier imprevisto.

En esto que Isidro volvió a la realidad del espacio: “¡Acabo de leer que la próxima salida es Aguilar!” Era cierto. Por si alguien no controla aquellas geografías, porque no tenéis ascendientes o porque no pasasteis por Caldas y/o Montesclaros en aquellos tiempos, os aclaro que la Autovía Cantabria Meseta se topa primero con Reinosa, luego Mataporquera y finalmente con Aguilar.

Estimulado yo por el palique, había dejado atrás Reinosa, dejé atrás Mataporquera, el pueblo del cemento donde se cruzaba el tren de La Robla de aquellos tiempos… ¡A poco más, me planto en León, charla que te charla!

A Isidro le recordé que la culpa de mi equívoco era suya (soy experto en echar culpas fuera, a otro). Pero cuando intenté “razonárselo”, no supe decirle ni el nombre ni la leyenda que creo haber leído por este blog cuando Andrés Cortés y Tere comenzaron su etapa de abuelos de su nieta Leire, hace tiempo. Así que hoy, al entrar en este portillo, he recurrido a la red para buscar una historia que une espacio y tiempo en armonía hermosa, pena que sea sólo eso, leyenda. 

Dice así: “Una tarde de primavera, en el siglo X, el Abad del monasterio de Leyre, llamado Virila, decidió dar un paseo por el magnífico bosque que rodea al monasterio. Fatigado tras la marcha, se sentó a descansar juntó a una fuente, y entonces escuchó el cantar de un pájaro. Era tan bello ese canto, que el abad quedó absorto y maravillado…

Cuando regresó al monasterio, se sorprendió de no reconocer a los monjes ni de que nadie supiese quién era. Al decir que era Virila, el abad, alguien quiso recordar algo oído de tiempo atrás. Buscaron en los archivos del monasterio, y hallaron que efectivamente, Virila había sido abad, pero hacía 300 años, y que había desaparecido en el bosque. Sólo entonces, Virila se dio cuenta que había permanecido todos esos años en éxtasis en la sierra.”

Como yo en el coche, oyendo a Isidro y abriéndole portillos de temas superpuestos. El tiempo se acortó tanto que casi perdimos su noción. O la perdí yo.

Espacio y tiempo unidos por el mito. Pasado y presente en diálogo contra el tiempo, entre Isidro y yo. El mito de Virila, el monje, me evoca, además, el ying y el yang. Caos y eternidad. Pronunciad la palabra pausada, separando sílabas, sin hacer bilabial el sonido “v”; fricadla ostentosamente, por favor. Casi con pedantería. Cuando pronuncio ese nombre, cubro de sedas femeninas lo más viril que se atribuye al sexo masculino, aunque aquel santo varón quizá cubría sus vergüenzas con hábito de saco, para vencer mejor al maligno. Pero sabéis que la imaginación es la loca de la casa. Y la mía vaga aún libre, la muy ladina.

Isidro ha narrada ahí arriba con su inigualable pluma, la hora y media del concierto Bocanegra – Zamanillo. No osaré emularle. Solo deciros que volví a sentirme Virila, perdido en un bosque multicolor de sonidos conocidos desde aquellos tiempos, como si hubiese oído el concierto de los pajarillos Zamanillo - Bocanegra en un segundo que fue, en realidad, hora y media. Un plis plas, aunque afuera de la iglesia del Santu Coritu los pajarillos se escondían lo más posible, para que la nieve que seguía cayendo no los llevase al norte.

A la salida del concierto, Isidro, perro viejo en la búsqueda de la noticia, indagó sobre el tiempo a una reinosana. La lugareña lo clavó: “¡Hasta Lantueno tendréis nieve!” Y hasta Lantueno bajamos entre intensos copos de nieve, abriendo caravana largo trecho, con ese sonido hosco que producen los limpias cuando quitan copos secos, machacones e inmisericordes, como fantasmas. En un momento, el coche se cansó de ser guía por nada y se recostó, vago, en el arcén porque iba sin cadenas. Un empujoncito de Isidro y cogimos de nuevo rodada. Una máquina quitanieves pasó por la autovía en aquel momento, próximos ya a tierras “civilizadas”; llegamos a Santander sin más contratiempos, embebidos de nuevo en charla intensa, que rematamos frente a una jarra de cerveza en el Gambrinus más próximo a su casa.

Resumen: Mereció la pena. El concierto, la excursión, la charla, las incidencias…

Cuando volví a la realidad, a lo cotidiano, aún mi perra me reconoció. Me movió el rabo y la saqué, agradecido, a paseo. Incluso a la orilla del mar, acá, en Castro, casi se hacían carámbanos del moquillo nocturno...

¡Que el año 2011 amortigüe males y nos permita de vez en cuando sentirnos Virilas oyendo trinar un jilguero!

10 comentarios

Antonio Argüeso -

Genial tu relato, Andrés. ¿Había alguien capaz de soportar todos los días ese trayecto? ¿con aquellos sillones de listones de madera mal ajustados que te entraban por la carne?¿y durmiendo en las condiciones que describes? Y tampoco hace tanto. Relatos como este, comentarios como los de Javivi, precisiones como las de Santiago no tienen precio. Bueno, tampoco vamos a pagaros nada, la verdad; si os acercáis por aquí a Andrés ni una rubia (no seas mal pensado, me refiero a la cerveza, que lo otro no sé yo si ya…) en el Roi d’Espagne, que igual te nos alteras. Entrañables y logrados relatos y comentarios, la verdad.

Javier del Vigo -

A ver, Antonio, ¿tú crees que a estas alturas de la película vamos a encontrar metro que mida nuestras miserias supérstites? De todas formas, hágase en mí según tu palabra: algo habrá que medir. Ves que te me entrego con armas y pertrechos, aunque no soy tan farol como el Pitu, que se quitó ahí arriba el José de la barba florida y se encasquetó el Enmanuel de la buena nueva navideña. Igual que aquel exultante Rey Sol de los franchutes, cuentan las crónicas que El Pitu dijo: “El nacido soy yo”. Y no se le meneó un pelo, al muy farol, en medio de la nieve y el frío limpio de Casorvida.

En fin, que en este portillo que han abierto en comandita y de costadillo Josemari y Jesús, terciáis Santiago, Julito y Antonio en los recuerdos de aquel “tren de la memoria con cardenillo” de hace 50 años, que fue referente y echaba carbonilla…

No he de quedarme en el vagón de cola, aquel en el que iban las personas rezagadas, cuando pasaba "El mixto" de las nueve.

Ahí van algunos datos más para “eruditos a la violeta” sobre el tren de La Robla, este raro ferrocarril que ni sale de la estación de Atocha en Madrid ni tiene ancho de vía homologado con los ferrocarriles europeos, pero que cumplió un importante papel en la economía de la llamada Revolución Industrial -vasca, en este caso- y en la infancia y juventud de un puñado de blog-adictos que por aquí deambulamos un día sí y otro también.

Santiago Rodríguez sabe todo de los dominicos, sus maestros generales, provinciales, priores... y todo de los ferroviarios de aquella Robla con jefes de estación, factores, maquinistas, guardagujas, fogoneros, ayudantes de fogonero...

Por eso, estoy seguro de que tiene en sus archivos el dato que os diré, pero que aún no contó. Espero, Santiago, no sólo no pisártelo, sino darte pie para que amplíes informaciones. Yo lo encontré mientras buscaba imágenes y datos para urdir la historia de uno de los barrios de Bilbao en la que me divierto como prejubilado actualmente: el barrio de Basurto, que tuvo una "estación de segunda clase" hasta que recientemente la municipalidad la derribó, soterrando el recorrido y la estación, al acometer todo un vasto plan de modernización de la zona suroeste de la villa que fundara en 1300 Diego López de Haro.

Como sabéis, Los Carabeos es un pueblo cántabro equidistante entre La Robla y Valmaseda, perteneciente a la antigua jurisdicción del Corregimiento de Reinosa y Merindad de Campóo, enclavado actualmente en el municipio de Valdeprado del Río; allí se produjo la unión de vías a fines del XIX de La Robla. Años mástarde, la burguesía siderúrgica vasca remató el trazado, que llegó a Bilbao (1902) y a León desde Matallana (1923).

Contaba arriba Santiago que los trabajos del ferrocarril acabaron en 1894, cuatro años después de su inicio. Recordad quienes llegasteis a Caldas y pasabais vuestros “veraneos” segando con Antonio Argüeso en Montesclaros que el santuario se enclava en el municipio de Valdeprado (Para quien quiera más información, ahí queda un enlace a una revista que publican los “amigos de los carabeos”, donde, obviamente, en las efemérides abundan imágenes de hábitos blancos: http://www.adelca.es/Portadas%20Revistas/Portadas.htm)

Éste es el dato que aporto: un 11 de agosto de 1894 se clavó la última traviesa y el último carril entre estampidos de barrenos y cohetes. Y fue el provincial de la orden de los dominicos, padre Antonio Martínez, quien bendijo la línea y las máquinas, quien, aquella noche, supongo, dormiría a la fresca de la zona -la zona sigue siendo muy fresca y además con el pantano, húmeda- en cualquier celda del convento de Montesclaros. A este respecto, seguro que Santiago podrá dar más luz e información más amplia de aquel acto. (Fernández Barbadillo, Pedro: El ferrocarril de La Robla, nº 238 de la colección Bizkaiko Gaiak BBK).

Otra cosa para prejubilados y asimilados en estos tiempos de crisis. Aún no me he acercado a las “ventajas” del carnet de jubilado, cosa que intento hacer cuanto antes, no me pille la helada de la crisis. Pero mientras busco esa información y me acojo a las ventajas del dulce far niente, el pasado 22 comí con algunos antiguos compañeros también jubilados; uno de ellos me contó lo siguiente:

-si os sacáis el carnet de jubilados en FEVE, el precio de los billetes se reduce bastante. Él me dijo, y yo le creo, que un billete ida y vuelta Bilbao León o viceversa sale por el módico precio de 22 euritos, casi lo que cuesta en estos tiempos un menú del día.

Acepto otras informaciones sobre estos temas tan…”prosaicos”. Pero desde luego confío en que cuando Isidro, Antonio, yo y cuantos otros queráis sumaros al experimento hagamos ese recorrido hasta León mi billete me cueste sólo 22 euros. En los tiempos que corren, es un precio razonable.

Julio S. -

La vida en Cistierna también fluía en torno al tren, si bien parcialmente porque el que verdaderamente daba las horas era el burro del Sr. Braulio.

En el mismo tren que lo cantabros viajaban los de Cistierna: Joaquín Argüeso (+), Galnares (dos), Valdes, Andrés (dos), Santiago Rodríguez, Reyero (dos), Fernández Rodriguez, López Tejerina (dos), Tejerina (dos), Rueda, Fernando Fernández Fernández, Dacio y hermano, Fernando, Barrio (2), Quelín... y alguno más que habré olvidado.

Antonio Argüeso -

Benito, gracias por la foto de Pacios, cuya cara también me suena. Pero ¿era del 59? Si así fuere tendré que hacer una cura memorística, porque no acabo de encuadrarlo con nosotros, sobre todo en Palencia. Y al Pitu sí, lo dejaremos tranquilo unos días, hasta que digiera lo del Málaga.

Santiago, el paso de los trenes de La Robla era clave en nuestra zona. Relojes había pocos y cada uno andaba de faena donde cuadraba (echando a beber o cuidando al ganado, por alguna tierra, en busca de algo -setas, endrinas, comida para conejos...-, en la cantina...). La norma era: comer, cuando pasaba "el correo" (hacia las 13h), cenar, cuando pasaba "el mixto" (hacia las 21h), que era el último tren que llevaba lo que quedaba, carbón, mercancías diversas, mineros, viandantes.... Y si tenían retraso....

Benito Perez Villalba -

Argueso: el susodicho se apellida Pacios no Palacios te puede sonar, era de la clase "C" como yo, y tú por tu apellido serias de la "A", es de Ponferrada y ahora con su título de Ingeniero Forestal anda por esos mundos de Dios ejerciendo su profesión en estos momentos en Oregón. Tan alto como tú no es pero de ancho... como dices que has adelgazado tantos kilos,lógicamente nos dará bastante sombra en pleno verano. Y no te metas tanto con el Pitu que está un poco descentrado con tanto ejercer de abuelo por los Madriles, cuando pase un poco de tiempo ya se recuperará y nos atacará por todos lados.

santiago rodriguez -

amigos: El famoso correo con maquinas de vapor ya no corre por el viejo ferrocarril minero (inaugurado en 1894), le queda el prestigio de ser la linea de ancho metrico mas larga de Europa.Pero sus railes siguen calentandose diariamente.
Entre Cistierna y Leon hay una cierta afluencia de trenes de viajeros, alguno llega hasta Guardo; pero circula un tren diario en cada sentido entre Leon y Bilbao; ya no salen a las ocho de la mañana sino a las dos de la tarde cruzandose igualmente en Mataporquera, Ya no hay aquella famosa parada de 35 minutos que se aprovechaba para comer, ir a buscar una gaseosa o tomar cafe, ahora solo hace una parada de un minuto.
El uso principal es el turistico, circula el Transcantabrico, un tren hotel que hace el rrecorrido desde Leon a El Ferrol, en Bilbao hace su recorrido por el tambien veterano Santander-Bilbao, con añdido de autocar desde el Ferrol a Santiago lo que hace de el una autentica via jacobea. Pero no solo eso sino que tambien circula "El Expreso de la Robla" tambien turistico, cuyos vagones tienen el mismo color verde y la simetria del viejo tren de carbonilla.
En Cistierna se ha formado un museo del Ferrocarril, tiene cosas curiosas aunque faltan las viejas locomotoras; se quieren traer alguna de las que se conservan en otros museos, pues una actitud "inteligente" hizo que todas las de aqui se desguazaran y se vendieran como chatarra.
A Javivi le diré que según en que trayectos el trabajo de fogonero era duro; por ejemplo de Cistierna a Castrejon de La Peña que es todo subida era n ecesario un esfuerzo mayor para alimentar el horno con mas potencia y de esta forma que el agua de las calderas produjeran más vapor, lo mismo sucedia por la otra parte en la subida de El Cabrio, practicamente desde Valmaseda a Espinosa de los Monteros.
El resto de el trayecto era mas sencillo, así el paso pòpr Cervera donde supongo haría trasbordo Isidro para subir por el sinuoso puerto escoltado de arquitectura romanica hasta la capital lebaniega, tambien por tu Arija natal y Llano patria chica de Argueso, Montesclaros y toda la ribera del pantano cuna de mis ancestros era mas comodo para los ayudantes del maquinista...
....saludos a todos pues no conectaba con vosotros desde el año pasado...

Jesús Herrero -

Javivi, todavía me dura el runrún de tu relato desde el otro día y como soy blog-adicto, como bien dices, y tengo tiempo, me voy a meter ración doble en vena solo para decirte que ha sido estupendo leerte y podértelo decir. Parece que al Furri le ha pasado lo mismo y nos lo ha vuelto a poner. Gracias a los dos. No he intentado un dibujín de Virila y su éxtasis porque a mí eso me queda cursi, soy incapaz, solo a ti te puede quedar bien una cosa tan honda. Es lo mismo que pintar una puesta de sol, o eres Serrano o nada.

Jesús Herrero -

Furriel mío, ¿cómo que conductor de nada? Tu eres el maquinista y nosotros, si acaso, los que te dibujamos y escribimos los raíles por donde tú nos digas. Nosotros somos los mandaos, eso sí, si nos invitas a comer obedeceremos mucho mejor, más contentos. De momento ya puedes mandar algo más a los del GL, que para eso van mañana de cuchipanda contigo. Que hagan horas extra en los fogones con el carbón y los maderos.

JOSE MANUEL GARCÍA VALDES -

Antonio, a Casorvida no llegó la luz, allí se hizo la luz y alumbró entre nosotros. Allí brillamos por nuestra ausencia; como ya sabes, allí no hay farolas, hay faroles.
En otro orden de cosas, al Javivi ese (con minúscula) se le notan sus horas de cátedra; qué bien armoniza tiempos y espacios; apostaría que es de los que devolvía los exámenes a sus alumnos llenos de rayas rojas (si corregía con rotulador rojo). ¿Además de hablar qué hacías el Cicero y tú para no ver los carteles? No creo que fuerais mirándoos a los "gueyinos". Fuere como fuere el relato es muy jugoso.
Abrazos

Antonio Argüeso -

A ver, Furriel, ¿dónde has metido la foto esa de El Pitu? que como a lo que veo a Casorvida (tampoco) ha llegado la corriente, quería agrandarla para ver si se alumbraban con candiles o con candelas. Y si era con candelas, ver si la cera era de las abejas de Campóo, que nadie duda de que es la mejor. ¿O es que la Centeno Company también se dedica a la miel? Que si es así, me callo.

Y hablando de Campóo o de grandes, porque en Campóo todo es grande, hasta la boca: que no hay cuña como de la misma madera. Me explico: dos cántabros, dos, me quieren quitar el hasta ayer aislado galardón que poseía. En Cícero lo entiendo, que el frío de Reinosa a los de la capital les aturde hasta la vista y claro, el Javivi es de Arija, lo que le da prestancia. Además, entre el reinosano público, hasta los de Arija parecen grandes (Javivi, la próxima vez que nos veamos, nos medimos, que no se nos olvide). Pero Benito… ¿tan grande es el Palacios? Mira que su nombre me suena, pero ¿por grande? A ver si aparece y nos lo aclara.

Jesús, ¿pasaba la Robla por tu pueblo? Que te ha salido clavado. Ya dejé escrito que cuando me jubile (si nos dejan, si nos dejan) pienso volver a León por el mismo medio, como ahora hace ya más de 50 años. No hay carbonilla, ni habrá niños vendiendo agua por las estaciones palentinas, pero tiempo tarda aproximadamente el mismo.

Y las rememoraciones del hullero (nostalgie, quand tu nous tiens) me han llevado a hacer una visita en Google Earth por la Paramera. Merece la pena, de verdad. Y he visto una foto que me ha llamado la atención: se titula “Santuario Virgen del Camino y pendones leoneses”, ¡no sabía que había tantos!