LA CRUZ DE ANDRÉS
Porque no es latina, ni griega, ni copta, ni rúnica, ni esvástica, ni egipcia, ni celta, ni visigoda, ni de Malta, ni de San Andrés, ni patriarcal, ni de Lorena, ni de Caravaca, ni de Santo Toribio, ni de Calatrava, ni de Alcántara, ni de Santiago, ni de lis. Ni la de Casamada. Ni siquiera de San Andrés (Crónica de León visita Octubre 2009 por Isidro Cícero).
En reallidad él mismo es siempre una cruz. Hoy el Trapi se nos confiesa, aunque él no quiera hacerlo.
No me arrepiento, porque no es una confesión.
Está ahí colgado de la pared, al lado de la estantería de “mi refugio”, mi estudio, junto a la reproducción de una viñeta de El Roto (“Dicen que estoy loco, solo porque pienso”); algunas fotos enmarcadas, la fraternal guitarra heredada, una paloma pintada por el primo Seve, el anverso y reverso de dos billetes de 19€ y… el crucifijo, sustraído en el dos mil siete de la clase que correspondía a 4º B de mis años colegiales en el Colegio de los Dominicos de la Virgen del Camino.
Y a veces lo miro y me transporta a aquellos años adolescentes en los sesenta, en unas clases que testificaban muchas horas de formación académica y social.
Un enorme encerado, la mesa del profesor sobre una tarima que realzaba su presencia, el pupitre moderno con cajonera de madera sobre cuatro patas de hierro, de diseño de Curro; el gran ventanal, las persianas “gradulux”, un piano, la balonera… Horas de Latín, Griego, Literatura, diapositivas en Historia del Arte; también Física y Química, Matemáticas, horas de lectura en las que te detenías en aquella foto publicitaria de un “Selecciones R.D.” de un yate americano con americanas en biquini en la cubierta, o el enorme libro del “Indice”.
Y aquella sentencia: “Ahora aprended y luego sed vosotros mismos”.
Ese crucifijo de piernas partidas recogido entre desechos de plásticos, sillas rotas y algún pupitre desvencijado de aquella clase de 4ª B, lo seguiré mirando de soslayo y me seguirá haciendo recordar el paisaje y paisanaje de aquellos años colegiales.
Andrés M. Trapiello
5 comentarios
Javier del Vigo -
Te advierto, Andrés, que me siento zorra en gallinero ajeno, participando en este portillo por el que se te escapan recuerdos como se le escapaban al gigante Polifemo Ulises y sus amigos, bajo las guedejas de los ovejiños del Cíclope, apostado en la puerta de la Gran Gruta, intentando vanamente evitarlo, al haber quedado ciego de su único ojo por la astucia de aquel joven que viajaba a Itaca, en busca de Penélope, aquella tejedora de sueños y de esperanzas.
¡Qué cosa el paso del tiempo y este gusto por revolver entre los objetos, los proyectos , las aspiraciones y las gentes de aquellos nuestros años adolescentes de colegiales en La Paramera. El paso del tiempo es así, produce nostalgias. O monstruos, como le gustaba pintar a Goya cuando los franceses de Napoleón, los ultramontanos de Fernando VII y su propia sordera le hicieron la picha un lío (CON PERDÓN).
Fíjate: no te noto arrepentido por el pecado cometido. Supuesto pecado. Pecado imposible porque el pecado estuvo en quien no tuvo piedad para con aquella escultura simbólica. Delito del que, en todo caso, te hubiéramos absuelto la inmensa mayoría de quienes nos entretenemos, nostálgicos, leyendo sobre aquellos tiempos en que quisimos comernos el mundo, con todo un futuro por delante.
Futuro que, llegado a este presente, se hizo pasado envuelto en nostalgias.
No recuerdo el detalle. No recuerdo si en las aulas hubo crucifijos. Ni siquiera recuerdo si en los encerados de las clases tuvimos máximas, como ocurría en casi todos los colegios de religiosos de aquellos tiempos y de tiempos muchísimo más modernos que conocí como profesor- , aunque creo que no. Fue aquel colegio en La Paramera un colegio con ideario y elitista. Surgió en aquel páramo de guijarros y tomillo, como pago por el hurto que hizo rico a aquel indiano, ex-dominico agradecido, entre casas de adobe y cantos rodados; macro-colegio selectivo que abrió caminos de futuro a muchos niños de pueblo en aquella España de pobreza y analfabetismo rural. Con sus luces y sus sombras. Con sus pobres frailes pobres y nuestros recordados y queridos frailes amigos. ¡Qué cosas! Se ha ido viendo en este blog -blog que según Isidro Cicero marca un antes y el después de eras vitales diferentes-, que las fobias y las filias de aquellos niños que fuimos no son coincidentes absolutamente, pese a que haya tendencias claras
Dímelo tú, Andrés: ese crucifijo que te cuelga en tu sancta sanctorum era un yeso repintado del Padre Morán, aquel fraile de Manzaneda de Torío, de quien hemos asistido al tránsito desde aquí a la eternidad? ¿O ya mi memoria está tan jodida que no distingue entre el gótico o el suave cauce de un río que tuvo truchas a las que Ángel Luis cogía arrascándolas el vientre como si fueran doncellas con gana de fiesta?
Dudarik gabe (oséase, que no haiga duda):estoy convencido de que aquellos colegios con ideario de cuando La Paramera son hoy los centros educativos privados, -privados, privados; no concertados- con ideario, que tienen poco que ver con los centros públicos en los que la "pauta intelectual" queda marcada por los menos listos de la clase.
¿La Aguirre de Madrid es ejemplo a seguir a a despechar? Ya te dije, Andrés: me apetecía en mi sobremesa hacer de zorra en corral ajeno: ese Cristo era de Morán o ando yo algo distraido?
Luis Heredia -
Curiosamente, los de ciencias estarán pensando que has cometido una falta o hurto por haber sustraido algo. Más grave fue el caso del jersey amarillo. Sin embargo, yo que soy de Letras, aunque como escribo peor que tú, más bien diría que soy de letrinas, tú lo que has hecho ha sido una simple operación aritmética consistente en restar, o lo que es lo mismo, hallar la diferencia entre dos cantidades. Así, si en la clase de 4ºB había dos crucifijos, al que a uno de ellos le faltaban los pies y las manos, y tú te has llevado el que le faltaban solo los pies, sustraes éste y por tanto debería quedar el otro en la clase. Lo que ya no sé calcular es si en vez de otro crucifijo había siete sillas y tres pupitres, qué es lo que quedó en la clase después de la sustración. Siempre me pasó lo mismo cuando tenía que sustraer manzanas y peras a la vez. A mi me quedaban siempre las manzanas. No me digas por qué. Y eso que me gustan también las peras. Te lo puede explicar perfectamente Fernando Box
Bueno, sigue sustrayendo todo lo que puedas y avísame de lo que quede como resto para que podamos conservar recuerdos materiales y así se cumpla nuestro deseo de fundar un museo con estas tan pequeñas cosas pero de un valor sentimental y vital incalculable.
Froilan Cortes -
Mira que se esmeraron tus padres, los buenos de Marcelo y Patro, en tratar de educarte.
Te nacieron a la sombra de la Colegiata de San Isidoro, para que estuvieses rodeado de canónigos y beatas. Aprendiste a "ayudar" a misa, antes que a jugar a futbol. Te hicieron "papón" antes de que te hicieses "ye-yé". Te hiciste Bachiller en la paramera del páramo del Camino, rodeado de gente "ejemplar", bien instruido, bien aconsejado, bien dirigido y mal gobernado. Pero contigo, Andrés, todo parecía imposible. No había quien pudiese "meterte en vereda".
Más tarde, cuando ya comenzabas a afeitarte, te tuteló mi padre, tan Andrés y tan "cabra" como tú. Y mira que puso empeño..., pero no tuvo tiempo. Bueno, tiempo si que lo tuvo, pero no el suficiente. Le faltaron 30 ó 40 años más tan solo. Te dió un buen barniz, pero quedaste sin pulir del todo. Con sombras y brillos, vamos! Osea, para los de letras, como una cabra loca. Bendito seas, Andrés.
Joaquín Urbano -
Hermoso detalle. Un fuerte abrazo.
Jesús Herrero -
Me recuerda el crucifijo las mismas cosas que a ti, muchas buenas en tanto me hace recordar a mucha gente que ahora ya no son solo recuerdos, así que gracias.