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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

SANTINES VIBOT AL TECLADO

SANTINES VIBOT AL TECLADO

Ved a Santos a los teclados del órgano de la Catedral de León.

Él nos contará.

15 comentarios

Vibot -

Sí, Esteban, nunca llovió que no escampara, me encuentro mejor, arrastrado por ese continuo cambio heraclitano que es la vida.
Me hace gracia imaginarte con la linterna buscando los saberes por los suelos.
Es curioso que la luminosa filosofía antigua se haya abrevado de claridades tan luminosas en las doctrinas y paradojas de estos filófos como Parménides y Heráclito el oscuro...
Te llevaré mi libro la próxima vez que te vea a ver qué encuentras en él a la luz de tu filosofía.
Cuidáos.

Esteban Sánchez -

Gracias, Vibot.El huerto allí sigue, mirando a la montaña. Pero, como llevamos una larga temporada de lluvias, aún no he hecho nada, salvo la poda y el sulfato de invierno. Supongo que en cuanto salga el astro rey florecerán mis plantas y volverán las abejas. De momento sigo aquí con mis libros de Filosofía y de otros saberes oscuros, tantos que, a veces, no encuentro los que busco, sobre todo, desde que el año pasado reformamos la habitación y cambiamos los estantes. En fin... cuando ando por los suelos resbuscando en los estantes de abajo con una linterna 'ese libro que necesito y no recuerdo dónde coloqué', me viene de verdad a la mente lo de andar 'por los oscuros lugares del saber' como Parménides.
Abrazos. Espero que al recibir estas letras hayas tenido un buen día.

Vibot -

Mi querido Manuel Esteban, qué alegría que precisamente tú, uno de mis mejores amigos del colegio, y que casi nunca escribes por aquí, aparezcas precisamente hoy para decirme cosas tan bonitas. No puedes ni imaginar el día que he tenido, es como si hubieras sentido que te necesitaba con esas palabras.
Hablas de tu cárcel de los conceptos. Cada uno tenemos nuestra propia y generalmente merecida cárcel de la que no podemos escapar.
"Un único vuelo de belleza" me dices, a veces ni eso cura las heridas y no puedes ni abrir las alas.
Un abrazo muy fuerte, y besos a tus Rosas. Siempre recuerdo la luz de huerto ceca de las montañas.

Esteban Sánchez -

Cada vez que te leo, Vibot, pienso y siento que naciste para escribir. Es fluido, cálido y hermoso tu verbo. Te 'envidio' porque la música y la palabra son una esencia sola en tí, un único vuelo de belleza.
Yo, prisionero de los conceptos, no he podido escapar de esa cárcel.
Abrazos. Esteban

Vibot -

TRADUTTORE, TRADITORE

Arrastrado por el ejemplo de Carlos Tejo de entregar y compartir lo que sale del corazón, y también por la siempre generosa actitud de Heredia, estaba yo leyendo -por fin en inglés- “Sueño y poesía”, un largo poema de Keats escrito en estrofas irregulares compuestas de pareados endecasílabos (ahora me fijo más en estas cosas) y me maravillaba en primer lugar del título, tan sugerente e inspirador: "Sleep and poetry"… Ya había subrayado en verde, saboreando sinestésicamente la musicalidad de la lengua inglesa: “más secreto que un nido de ruiseñores” y también aquello de “y a veces como un gentil susurro de todos los secretos de algo maravilloso que alienta sobre nosotros desde el aire”, cuando me tropecé con estos célebres seis versos magistrales y sentí que no me los podía guardar para mí sólo. Ellos mismos pedían ser comunicados una enésima vez como una buena nueva de belleza de tan hermosos y certeros como son. Y esa personificación de la vida -de la felicidad en la vida- en un risueño chico de colegio (schoolboy) aún sin los pesares de la madurez cabalgando por el último verso sobre las flexibles ramas de un olmo me recordó algunos de los, para mí, pocos momentos felices del colegio, algunos días de campo, de paseo a Quintana o, yendo más lejos, más pequeño aún, el vértigo y la risa desbocada de aquellos toscos pero celestes columpios de mi infancia campesina.
Al tratarse de un fragmento de una estrofa, veréis en el original inglés que el primer verso no rima con ninguno de los siguientes. Rima con el anterior, que aquí no aparece. Y lo mismo pasa con el ultimo, que rima con el ausente posterior. A ambos los he marcado como si fueran versos libres de rima en este fragmento arrancado a la estrofa quinta pero que tiene una entidad y una pulpa propia admirables:

“SLEEP AND POETRY”.
John Keats (1795-1821)

11* Life is the rose’s hope while yet unblown;
11A The Reading of an ever-changing tale;
11A The light uplifting of a maiden’s veil;
11B A pigeon tumbling in clear summer air;
11B A laughing schoolboy, without grief or care,
11* Riding the springy branches of an elm.

A continuación os presento mi propuesta de traducción lo más aproximada posible a los conceptos y a las palabras mismas del texto original.

(Traducción literal en prosa:)
La vida es la esperanza de una rosa mientras aún no se ha abierto;
la lectura de un cuento siempre cambiante;
la inspiradora luz de un velo de doncella;
el revuelo de un pichón en el claro aire del verano;
un risueño chico de colegio, sin pena ni cuidado,
cabalgando las elásticas ramas de un olmo.

Como habréis apreciado -hermosos pensamientos y percepciones aparte-, aunque esta traducción está escrita en líneas que se corresponden con los versos originales, cada línea tiene un número de sílabas diferente.
Pero seducido por la eufonía de la música del inglés, he tratado de traducirlo ritmado y rimado en consonante. Si observáis el primer verso, las once sílabas métricas inglesas se convierten en muchísimas más en la versión literal española. Por eso he elegido un metro más largo para mi versión métrica: el de catorce sílabas divididas en dos hemistiquios de siete. Espero que mi bien intencionada traición os guste. Y también a Keats, que aunque quiso inscribir en su tumba romana: “Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito en el agua”, él no se diluirá nunca ni de nuestra sensitiva superficie ni del fondo de nuestro corazón mientras podamos leerle y revivirle.

(Intento de traducción en alejandrinos rimados:)
La vida es la esperanza de una rosa aún no abierta;
La lectura de un cuento que cambia a cada instante:
De un velo de doncella la luz alucinante;
Revuelo de pichones en el claror de Junio;
Risueño adolescente, sin pena ni infortunio,
Cabalgando en las ramas elásticas de un olmo.

**

Luis Heredia -

Santos, ellos se lo pierden. Verte sentado ahí, solo ante el peligro enfrentándote a tanto tubo como si de molinos de viento se tratara, teclas y botones que necesitarían mil manos para accionarlas, me produce auténtico vértigo.
Si por mi fuera, me conformo con escucharte simplemente frente a un piano, una pianola o un órgano como el de la Capilla de la Escuela Mayor.
Carlos, reencontrarte fue otro de los regalos del "Reencuentro" y de este blog que ya no tiene retorno ni conoce de expulsiones.

Vibot -

Dices que no sabes a dónde hubieras ido a parar de seguir con nosotros...
Siempre a un a un buen sitio, porque tú los atraes los buenos sitios y los llevas en ti y los compartes.

¡Qué bendición!

Vibot -

¡Pero cómo no te vamos a querer todos si eres un sol risueño y transparente, como te dice Marián!

Toda una fe de vida y declaración de principios.

Chapeau!

CARLOS TEJO -

Para ti y para mí, aunque se enteren todos, yo nunca renegué de mi paso por La Virgen. Lloré cuando me echaron para casa (en casa estaba y llegó una carta...que me quedara...) pero me las arreglé para seguir estudiando, aunque fuera en Francia, lejos de vosotros y lejos de los míos. Allí me hice un hombre más culto, creo. De sopetón descubrí a los cantantes/poetas como Brel, Brasens, Leo Ferré y tantos otros. Me empapé de los clásicos franceses, de su teatro, de su poseía, de su filosofía y de su libertad. Siempre me sentí querido. Y cuando digo siempre, digo siempre. En León, con vosotros, en los colegios de Francia y en la Escuela de Bellas Artes de Toulouse. Me quisieron los compañeros y compañeras, los amigos deportistas, mi familia toda, los curas, las monjas. Siendo concejal de Ribadesella en la 1ª y 2ª legislatura de la democracia, me querían todos los concejales, también los de los partidos a los que yo no pertenecía y tomábamos algún café o copa juntos, como vecinos que éramos. Por eso, yo no sé a donde habría ido a parar de haber seguido el camino de mi hermano José Ramón. Si sé a donde llegué, y fui feliz cuando tocaba serlo y lloré cuando tocó llorar, como todo el mundo. Por eso, nunca miré hacia atrás con rencor. Alguna novia, allá por la Galia, también me echó para casa, al cabo de cierto tiempo, y como ocurrió cuando me "invitaron" a quedarme en casa los de La Virgen, pues seguí teniéndoles cariño y, te lo juro, amigo Santos, ellas a mi también. Me dediqué siempre a organizar todo lo que se me pusiera por delante: Casa de Cultura, Cabalgatas de Reyes, Carnavales, Piraguas, corresponsal de prensa de la localidad, escribí algún libro que otro e hice muchos amigos a lo largo de mi vida. Por eso, ahora que ya estoy jubilado, me dedico a "mi coro", a los muchachos que creen o quieren creer en los valores humano/cristianos, a mis amigos, vosotros, y a mi familia, que menguó demasiado aprisa.
Amigo Santos, ésta es casi una confesión, pero confío en el secreto de todos los que entran por esta puerta, aunque, como dice mi santa Marián: sólo con verte llegar ya sé si te pasa algo, eres un libro abierto.
Un abrazo hermano

Vibot -

¡Carlos!
Qué cálidas palabras de auténtico amigo me has escrito, qué preciosa dicción y entonación tan naturales he escuchado conmovido al leerte.
Si no hubieras tenido que emigrar a la Francia profunda, si nunca nos hubieran separado de aquella forma tan injusta que lo pensaron aquellos torvos frailes que así lo decidieron tan sin pensar en ti, si siempre hubieras sido de mi curso, habrías llegado conmigo hasta Las Caldas, hasta Salamanca, y estoy seguro de que habrías sido mi mejor amigo, tanto es lo que nos une, en arte, sensibilidad y empatía, cosas que no he podido compartir plenamente con casi nadie salvo una persona y sólo en parte. Y cómo hubiera querido que esa persona hubieras sido tú. Tu exclusión arrebató a nuestro curso lo mejor que tenía. Tal vez hasta hubieras llegado a dominico, mira como aún sigues “predicando”. Nunca sabremos lo que hubiera sido de nosotros si no hubiéramos estado allí. Bueno, en tu caso, si te hubieran dejado seguir allí.
Un día tengo que ir a tu Asturias y recobrar un poco de tu cercanía, hablar con tu hija de mi querido Glasgow, de si reconoce mis parajes en el libro, mis sabores, el regocijo de aquellos dulces de Marks and Spencer, el fulgor de su gente y de su música. Tu mujer dice que siempre escribo aquí poemas de amor aunque sean en prosa. Pero es que hoy, contigo, qué otra cosa puedo escribir, Tejito, Táxulus, ya sabía yo que tu silencio no podía ser indiferencia, aunque me estaba doliendo, y mucho, tu tardanza. Después de la espontánea y alegre comunicación de tus emociones al leerme y tu cariñosa y verdaderamente amigable irradiación al escribirme así… “yo non lo podría con menos pagar”.
Tanto más cuanto que sabes ya cuánto te quiero.
Esa escena de tu hija y tú leyendo mis poemas de viva voz entre locuaces silencios (oxímoron) y miradas de asentimiento y encanto, que imagino ahora tantas veces y me alegra instantáneamente el corazón… la uniré para siempre a este librito. Otra de las bonitas cosas que ha traído consigo.
¡Carpamus dulcia, dure lo que dure la vida! Leo ahora que Stephen Hawking pronostica el fin de la humanidad en menos de 100 años, y no se basa precisamente en vaguedades teológicas como tantos que lo hicieron antes y lo erraron. Qué será de Venezzia, de Nápoles, de aquel rincón de Glasgow que no olvidaré nunca, de Palencia y sus perdidos besos fugitivos junto al río rumoroso, de la arcádica música profana para órgano que sonó bajo las cúpulas de aquellos palacios y mansiones campestres de los románticos ingleses y escoceses, de la embriagante música de Debussy, de Messiaen, de Mahler, la Noche transfigurada de Schoemberg… de algunas tabernas cuyo olor de madera y de cerveza bajo lúpulo en flor o parras de verano y una brisa infinita no olvidaremos nunca, de aquellas margaritas del parque del Oeste maquilladas de vino las puntas de sus pétalos, de tu Ribadesella entre remeros y oleadas de música de gaitas…
“¡Vivir, qué palabra y qué tormento!”, como escribía Joseignacio Méndez -compañero en Las Caldas- siendo ya Abad de Oseira, en una carta de esas que siempre vuelven a nuestro recuerdo, escrita a mano, como debieran de volver a ser todas las cartas, con aquel ritmo mucho más humano de nuestra juventud.
Besos muy cariñosos a tus chicas de casa y un abrazo muy fuerte para ti.

**

CARLOS TEJO -

Después de ese revoloteo de colores todos y de esa música interrumpida que sólo puedo imaginar, allá, en lo alto, en el cielo de León, donde estáis majestuosamente reflejados el órgano y tú, querido amigo y hermano Santos, una vez más me vienes a recordar cuánta sensibilidad y cuando amor por el arte bebimos cuando éramos niños y adolescentes, allá en La Virgen del Camino. Tus palabras me dan pie a lo que te quería comentar, hace ya algún tiempo, y que alguna ocupación, también musical, (canto en el coro de Cangas de Onís )y otras de antiguo perseverante en la misión de inculcar conocimientos cristianos a los demás (doy catecismo a los jóvenes que preparan la Confirmación) impidieron que yo fuera más diligente a la hora de presentarte estos comentarios que tenía en mente desde que me empapé de tu “Métrica para Borja”.
Para empezar te diré que el libro tuvo cuatro fases de lectura. Contuve un primer impulso de emborracharme de versos y volví a lo escrito por Isidro Cicero. Sólo así me pareció que podía estar preparado.
En segundo lugar, ya no me contuve y leí el libro, completo, de un tirón; aunque ya supe entonces, porque los marcaba con papelinos, a cuáles de los poemas debía volver, con más pausa, para una segunda lectura. Todavía en esta fase, me entretenía (y me distraía) en comprobar cuánto había de lección métrica y cuánto de poesía. Una lección gramatical que ignoraba casi en su totalidad. Fue un entretenido aprendizaje pero que me distraía, repito, en demasía, no empapándome del todo de la música y sensibilidad de lo escrito. Que si “Estrofas de Cuatro Versos, Cuarteto Endecasílabo Melódico” y en la página siguiente “Cuarteto Endecasílabo Sáfico”, que si en “Anegación en ti” el acento es en 3º y 6º y en el siguiente “Como una brisa” el acento es en 4º, 6º u 8º. Y yo repetía dichos poemas localizando y enfatizando los acentos en 3º y 6º o en el 4º y 6º u 8º, aunque me daba cuenta de que se acentuaban de forma natural. Y así Página tras página. Lectura casi exclusivamente técnica sólo interrumpida por la contemplación de las ilustraciones, con sus textos en latín o sin texto, y yo me imaginaba al gran Lalo, buscando esas joyas de la decoración, como un loco, dando lo mejor de su saber hacer, como siempre.
En una tercera fase, despojado de indicaciones gramaticales de todo tipo, me fui a las páginas que había marcado con los papelinos y, esa vez sí, me empapé de la poesía de las palabras, de la poesía de los sentimientos y de la poesía de los lugares. No te cogí de la mano al leer “ Let Glasgow flourist” , ni me metí en tu lecho, ni me recogí en tus brazos como en “Aladino”, ni te hice cosquillas pero intuí, casi sentí, tu pasión, también tu angustia, y participé de tus sentimientos al leerte. Me metí en tu poesía y casi llegué a ser tu discreta sombra.
Sin tu permiso, amigo Santos, me voy a arriesgar a citar dos poemas. No debería destacar ninguno como preferido, por no dejar huérfanos de hermanos al resto del poemario, pero quiero atreverme a colocar en un selecto, y no excesivamente extenso, recopilatorio de poetas contemporáneos, estos dos de tu cosecha: “Homenaje sonámbulo” y el último de tu obra, “Tu radiante belleza de alquimista”. Caben más, pero la generosidad para con los demás podría ser una de las características de las que nos empapamos en La Virgen del Camino, además de aspirar a pleno pulmón arte multidisciplinar, valores humanos y espirituales.
Te estarás preguntando ya cuál fue la cuarta fase de la lectura de tu “Metrica”. Te recuerdo que uno de los libros que me enviaste, y que tu dedicaste con todo el cariño, era para mi hija Paula, maestra en el Jovellanos de Gijón, y que vivió su Erasmus precisamente en Glasgow, donde vuelve con frecuencia y donde su madre y su padre pasamos algunas semanas con ella. Pues bien, al entregarle yo tu libro, acordamos escoger cinco poemas cada uno para leerlos en voz alta, el uno para el otro. Leímos “Tanto”, “La Eterna canción”, el ya citado “Let Glasgow flourist” y así hasta diez, lo que, coincidiendo en algunos, leímos una vez ella y otra yo. Fue mi mejor experiencia, querido Santos. La lectura en voz alta supuso una lectura completamente distinta. Cuando escuchaba a mi hija Paula, el poema rompía las cadenas de la esclavitud de las letras impresas (esclavitud – presa) y sonaba libre. Hubo silencios entre un poema y el siguiente y los silencios nos seguían diciendo cosas.
Por las cuatro lecturas de tu libro “Métrica para Borja”, querido amigo y hermano Santos, gracias. Un beso para ti y para los que te quieren.


Vibot -

Gracias, Jose Luis, Io anche ti voglio bene.

José luis Alcalde Revilla -

...tengo que aprovechar para añadir todos tus comentarios con tan gran estilito, que admiro y me alimentan, por lo que te doy las gracias con todo el corazón, porque tttiiiiivvvogliooobbbene joseito chiquitito

José luis Alcalde Revilla -

...¡¡¡vaya comentario, Vibotín...es maravilloso!!! Me sirvió para el despertar y toda la mañana y tarde...es decir "todo el día"...¡¡¡Graciaaaasss, Santinos!!! besitos mil, porque...tttiiiiiiiiiiiiivvvoglioooooooobbbeneeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee joseito chiquitito, el besuconcete.

Vibot -

Aunque como bien sabéis ya, soy mejor poeta que músico, tuve la oportunidad gracias a Andrés Martínez Trapiello de sentarme a los teclados -cinco, mas el pedalier, seis- de ese imponente instrumento. El privilegio sólo duro unos pocos minutos que él captó con su cámara pues, a pesar de estar acompañados por el organista titular de la catedral, los cancerberos del cabildo y del negocio turístico catedralicio, enarbolando enconadas rencillas intestinas, me dejaron con la miel en los labios.
Se trataba de preparar un concierto interpretando “alternatim” con un coro de León, la “Misa para los Conventos” de François Couperin. Tal vez algún día se materialice aún aquel proyecto. La música barroca francesa para órgano requiere unos registros tan específicos de la organería francesa de la época, que apenas se encuentran en toda su pureza y riqueza de armónicos más que en Francia y en aquellos instrumentos históricos. Yo trataba de disponer de al menos una hora para intentar hallar en un instrumento tan amplio de posibilidades, las combinaciones que más se aproximaran, pero ya digo que pudieron más las intrigas que el arte, como tantas veces.
Para los que no hayáis visto en directo el nuevo instrumento de León, tenéis que imaginar en el lado de enfrente y sobre la sillería, otros dos castillos de tubos simétricos con estos que aparecen en la foto. Ya sólo visualmente el efecto es deslumbrante. Me puedo imaginar lo que tiene que ser un concierto a la hora en que las vidrieras estén en su apogeo de sol, interpretado por un gran improvisador que tomara las vidrieras por partituras… como en esas mezclas de colores que escribe Messiaen en sus partituras para órgano con una sinestesia mística tan católica para él como pagana tal vez para quien le escucha. Oigamos al maestro:
“Cuando tenía 20 años conocí a un pintor suizo que se hizo un buen amigo. Se llamaba Charles Blanc-Gatti, era sinestésico, es decir, que tenía una perturbación en los nervios óptico y auditivo de forma que cuando oía sonidos también veía los correspondientes colores en sus ojos. Pero, intelectualmente, como los sinestésicos, también veo colores –sólo en mi mente– correspondientes al sonido. Intento incorporarlos a mi obra y comunicárselos al oyente. Todo es muy móvil. Es como conseguir un sonido móvil. Los sonidos son agudos, graves, rápidos, lentos, etc. Mis colores tienen la misma función, se mueven de la misma forma. Como el arcoíris, que evoluciona de un todo a otro. Es muy fugaz y difícil de abarcar de forma absoluta.
Es verdad que veo colores, que están ahí. Son colores musicales, que no deben confundirse con los colores del pintor. Son colores que devienen en música. Si intentas reproducir estos colores en un lienzo puede obtenerse algo horrible. No están concebidos para eso ya que son colores musicales. Lo que digo es extraño, pero es verdad.
Creo en la resonancia natural, al igual que creo en todos los fenómenos naturales. La resonancia natural está en total acuerdo con el fenómeno de los colores complementarios. Tengo una alfombra roja que observo frecuentemente. Allí donde la alfombra se encuentra con los colores más ligeros del suelo veo maravillosos verdes que ningún pintor podría obtener: son colores naturales creados por el ojo.”
¡Qué no hubiera improvisado Olivier Messiaen con este instrumento y ante estas vidrieras con el sol esmaltado, acrisolado en escarchas y carámbanos, de León!

Y me acuerdo ahora de una mañana que fui con Don Joaquín a la catedral, él quería mostrarme el viejo órgano. Se sentó ante la consola se arremangó el manteo con pericia y con una sutil elegancia muy suya y tocó para mí el comienzo del Coral nº 3 de Franck, recuerdo, como si los estuviera viendo ahora, sus largos dedos de vampiro sublime desgranando esa música magnífica. En un momento inesperado se interrumpió y me dijo con la ilusión de un adolescente -tenía esos arranques llenos de lozanía para su alta ancianidad- “vete despacio por la girola, allí es donde mejor se escucha…”
Debía de tener yo dieciocho años, el verano de Las Caldas aún en los labios y en el corazón… y recuerdo una lluvia de colores de la ciudad celeste mientras caminaba hacia allí mirando a las vidrieras abducido mientras oía la música… púrpuras sobre verdes y amarillos de cadmio, añiles y morados sobre un rubor de rosas encendidas, ocres de miel y fuego sobre un azul seráfico de intoxicante maravilla, como el de aquellos ojos de utopía… una música fuera del mundo, del tiempo y del olvido, un momento de gloria eternamente joven para abrir la memoria como un cofre de aromas cuando apriete la soledad y nos recuerde lo que entonces gozamos sin saberlo, lo que nunca tuvimos, aunque hayamos creído tenerlo alguna vez.

***